Félix Salgado Macedonio: ¿contener al Toro?
Luego de una serie de denuncias por abuso sexual y violación, una carrera política polémica y un presidente renuente a “romper el pacto”, la candidatura de Félix Salgado Macedonio para gobernar Guerrero está en el aire. Es la primera vez que el movimiento MeToo podría modificar la selección de un candidato en una contienda electoral.
En una foto de finales de septiembre de 2005, Andrés Manuel López Obrador, entonces candidato a la presidencia de México, abraza a Félix Salgado Macedonio, candidato a la alcaldía de Acapulco. La imagen capta una de las cuatro veces que López Obrador visitó Guerrero durante su campaña. Los dos están vestidos de amarillo: el primero, con una chaqueta impermeable y el segundo con una camisa de manga corta. Están empapados por la lluvia. Es de noche, pero a ambos los iluminan las luces del estrado y el flash fotográfico. Al fondo, una plaza llena de gente con banderas del sol azteca. No son tantas, como al principio del evento; la espera y la lluvia cobraron cuota. La sonrisa confiada del tabasqueño contrasta con la actitud recelosa del otro. En aquella ocasión, López Obrador lo comprometió públicamente a bajarse el sueldo si ganaba.
—Quiero decirle a Félix que, cuando llegue a la Presidencia de la República, les voy a bajar los sueldos a los funcionarios públicos, todos van a aprender a vivir en la justa medianía. No queremos políticos mediocres, fantoches y ladrones. Quiero decirle a Félix, respetuosamente, que eche a andar –te lo recomiendo–, el programa de austeridad republicana, hay que bajar los sueldos a los funcionarios, y el que tiene que dar el ejemplo es el presidente municipal, ¿verdad, Félix?, ¿tú qué tienes que decir? –dijo al micrófono.
El candidato guerrerense aceptó públicamente la propuesta.
—Ahí está el compromiso —concluyó López Obrador.
El mensaje tenía varias puntas. Por un lado, López Obrador estaba hablándole a sus críticos que sacaban jugo del escándalo provocado por los videos que filmó el empresario Carlos Ahumada, en los que se veía a sus colaboradores recibir dinero o favores. También, el mensaje reforzaba una idea anterior y muy querida por el político tabasqueño –repetida ahora que asumió la presidencia– sobre la austeridad republicana. Y la última punta estaba dirigida a un personaje ya conocido en todo el país por sus folclóricos excesos, sus desplantes de motociclista rebelde, que siempre contrastaron con la dignidad de los cargos como representante en la Cámara o candidato a la gubernatura de Guerrero. Salgado Macedonio era un activo importante en el partido por la cantidad de votos que arrastraba y, al mismo tiempo, era una carga cada vez que la izquierda deseaba mostrar una faceta responsable, presidencial, como intentaba López Obrador en aquel momento.
Quince años después, los dos políticos se encuentran en un momento parecido. En diciembre pasado, a pocos días del proceso de selección interna del partido Morena para encontrar a su candidato a la gubernatura del estado de Guerrero, una víctima de acoso sexual presentó una denuncia ante la fiscalía de Guerrero contra el senador Félix Salgado Macedonio, precandidato.
Días después de que se dio a conocer la denuncia en la prensa, amanecieron cuatro cabezas de cerdo a las puertas de la sede del partido, en la colonia Roma, y una pinta que decía “Félix violador”. En el transcurso de unas semanas, salieron a la luz una denuncia más de abuso sexual y tres acusaciones contra el senador por actos ocurridos entre 1988 y 2017. Es la primera vez que un escándalo de esta naturaleza toca a un político mexicano de esta altura.
CONTINUAR LEYENDOLo de Félix Salgado Macedonio ha dado inicio a un nuevo capítulo del movimiento MeToo y otorgó actualidad a las protestas de las mujeres y los grupos feministas, justo en la víspera del primer aniversario de la histórica marcha del 8 de marzo de 2020, en la que decenas de miles de mujeres se manifestaron en todo el país contra la violencia machista.
Salgado Macedonio es amigo del presidente López Obrador, quien ha insistido en que detrás de las acusaciones hay un movimiento político interesado en descarrilar la carrera del senador. Mario Delgado, presidente de Morena, ha hecho eco de este señalamiento, pero nadie aporta todavía ninguna prueba. En todo caso, sólo se necesita leer entre líneas para entender cuál sería esta conspiración: se habría fraguado entre otro de los precandidatos a la gubernatura, Pablo Amílcar Sandoval, su hermana y secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, y su esposo, el investigador de la UNAM John Ackerman, con mucho poder en los medios. Luego de la designación de Salgado Macedonio como candidato, Ackerman estalló en la prensa y habló pomposamente del nombramiento como una imposición que significaba “un quiebre en el devenir histórico de la Cuarta Transformación”. Hace unos días Pablo Amílcar Sandoval decidió retirarse de la contienda. “Las aspiraciones, por más legítimas que sean, tienen que someterse a los objetivos y luchas colectivas”, publicó en Twitter.
En la defensa de Salgado Macedonio, el presidente ha dado una vez más muestras de sus instintos que resultan poco sensibles, por no decir francamente insultantes. En sus intervenciones, reduce las protestas de las mujeres dentro y fuera de Morena como un asunto de politiquería y aprovecha, como es habitual, para atacar a sus adversarios. En una de sus conferencias de la mañana se refirió a un eslogan de las protestas, que le pide romper el pacto patriarcal y atender las acusaciones contra Salgado Macedonio, como una simulación de feminismo, lo que sólo ha echado más aire al fuego. Le cuesta leer este fenómeno que cambió la conversación pública en los inicios del siglo XXI. Basta mirar lo que está pasando en el mundo: en las mismas semanas en que se desenvolvía el caso Salgado Macedonio, se pusieron también en la palestra los casos del cineasta Woody Allen y del gobernador del estado de Nueva York, Andrew Cuomo, en Estados Unidos, las revelaciones de Anna Toumazzof que muestran los abusos sexuales en las escuelas de élite en Francia y el proceso contra el escritor Alberto Salcedo Ramos en Colombia, además de las acusaciones contra el mexicano Andrés Roemer.
Esta nueva ola del feminismo también exige poner a examen nuestro pasado. Una revisión hemerográfica de la biografía de Salgado Macedonio revela a un luchador social, a un bufón de la política y a un hombre del sistema, en el que hacen metástasis las células contaminadas por el crimen organizado y el cinismo. La transformación que prometía el ascenso de López Obrador se dio de bruces con el pasado de los hombres de la Cuarta Transformación. No nació un político nuevo. Son los mismos personajes de siempre.
Su masculinidad deslenguada, pendenciera, arrebatada –rasgos no pocas veces celebrados y confundidos con vitalidad– se combinó con el uso patrimonial de la política, una vida de impunidad detrás del fuero constitucional. En el pasado, el PRD consideró expulsarlo de sus filas, y no lo hizo por los votos que aportaba y por no someterse a una presión social.
Recientemente, el Comité de Honor y Justicia de Morena sometió a consideración las acusaciones y demandas de abuso sexual, y ordenó reponer el proceso de selección interna para encontrar un candidato a la gubernatura de Guerrero. Pero no encontraron suficientes razones para quitarle sus derechos políticos o inhabilitarlo para la vida en el partido. Entretanto, en Morena se desarrolla un entremés barroco: Salgado Macedonio anunció que estaba listo para volver a competir, al mismo tiempo que Pablo Amílcar Sandoval renunció y Mario Delgado viajó hasta Acapulco para sugerir a Salgado Macedonio que era mejor renunciar por voluntad propia, “por el bien del movimiento”.
El pasado se resiste a morir.
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Hay varias maneras de contar este perfil. La primera mirada podría ser la de un luchador social. Esta versión hay que enmarcarla en el lento y doloroso nacimiento de los partidos de izquierda en la segunda mitad del siglo XX en México. A pesar de que la reforma política de 1977 legalizó la participación de esas agrupaciones, el PRI en el gobierno recurrió al fraude electoral para retrasar su ascenso. También echó mano de la violencia, que ocupa un lugar menos iluminado en la narrativa del prólogo de la democracia. Sólo entre 1988 y 1994 fueron asesinados 407 militantes, denunció el PRD en 1995. Este es el caldo donde se cocinó la carrera política de Félix Salgado Macedonio.
Nació en 1957 en la comunidad de Las Querendas, Guerrero, del municipio de Ciudad Altamirano, en Tierra Caliente. De acuerdo con la autoconstrucción de su personaje, la familia de Salgado Macedonio sorteó toda clase de dificultades económicas, pero él salió adelante gracias al esfuerzo de su madre y pudo estudiar Agronomía. Periodista de profesión, fue secretario del Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa y dueño del periódico Acción, que circulaba localmente.
En 1988, el Frente Democrático Nacional (la unión de partidos de izquierda que postuló a Cuauhtémoc Cárdenas a la presidencia) lo lanzó como diputado federal por el distrito de Iguala. Salgado Macedonio tenía 31 años. Aquellas fueron unas elecciones muy competidas y aún hoy despiertan dudas sobre si realmente la izquierda le arrebató el poder el PRI, aunque fue la Comisión Federal Electoral, de mayoría priista, la que validó el triunfo de Carlos Salinas de Gortari.
En ese ambiente, Salgado Macedonio se hizo famoso por su bravura. En la calificación de las elecciones tiró en la tribuna de la Cámara de Diputados un costal con boletas electorales quemadas que encontró en un municipio de la circunscripción donde competía. Según La Jornada: “Desde lo alto de la tribuna de la Cámara de Diputados cayeron 2 mil boletas electorales, unas completas, otras mutiladas, y las cenizas de muchas más se esparcieron sobre la alfombra verde, cubrieron las primeras filas de curules y quedaron como mancha indeleble en los casimires, en las sedas, en las gabardinas, en las mantas y, sobre todo, en la piel de los aspirantes a diputados de la 54 Legislatura del Congreso de la Unión”.
El Colegio Electoral invalidó el triunfo del candidato del PRI y se lo dio a él.
—A esa lucha —dijo Salgado Macedonio en una entrevista en la que rememoraba aquel episodio— entré con ideales y con principios, creyendo que las cosas en el país podían cambiar en los terrenos electoral y económico.
Al tiempo que desarrollaba una personalidad extravagante con accesorios como su motocicleta y chaquetas de cuero, con manotazos en los actos protocolarios, protagonizó numerosas marchas para defender los resultados electorales, su marca política de aquella primera hora. Se convirtió en un movilizador entrón. En 1990, por ejemplo, encabezó una marcha de perredistas de la región norte y de Tierra Caliente; exigían que se reconociera la victoria del partido en 20 municipios durante los comicios locales de 1989. Poco antes de llegar al aeropuerto de Ixtapa Zihuatanejo, a donde se dirigían, Salgado Macedonio fue de los primeros en recibir la golpiza de los policías antimotines y agentes judiciales. En 1992 ganó el proceso interno del PRD y fue postulado a la gubernatura de Guerrero. Compitió contra el cacique local Rubén Figueroa Alcocer y perdió por un margen de 200 mil votos, pero prometió que éste no entraría al Palacio de Gobierno, manteniendo un plantón por más de 100 días, que terminó cuando un compañero perredista fue asesinado a pocos metros de la protesta.
«Una revisión de la biografía de Salgado Macedonio revela a un luchador social, a un bufón de la política y a un hombre del sistema, en el que hacen metástasis las células contaminadas por el crimen organizado y el cinismo».
En 1996 López Obrador ganó las elecciones para la presidencia del PRD y, en 1998, apoyó su candidatura, por segunda vez se postulaba a la gubernatura del estado. En una entrevista de principios de 1999, Salgado Macedonio, vestido de lentes oscuros, botas y montado en su moto, le dijo al periodista Daniel Moreno:
—Estoy preparado para gobernar, porque para hacerlo se necesita un luchador social, que se ponga al frente de las grandes demandas de los guerrerenses.
—¿Dónde quedan la moto, el cuero? —preguntó Moreno.
—No. Primero, yo soy de moto, pero también de burro, de carro, de a pie. Voy a asumir un cargo que me exige responsabilidad y no habrá tiempo para la moto. Voy a andar en los pueblos, en las regiones y vamos a gobernar con mucha energía y trabajo.
Las elecciones guerrerenses se celebraron la primera semana de febrero de 1999. Fue una contienda muy reñida pero los resultados preliminares le dieron la victoria al priista René Juárez. Acto seguido, el PRD de López Obrador hizo lo que sabía hacer: interponer recursos legales para que se anulara la elección y movilizar a su gente. Salgado Macedonio llamó a la resistencia civil y organizó –haciendo eco de una de las estrategias que han caracterizado la acción política del tabasqueño– un éxodo, una marcha de casi 300 kilómetros de Chilpancingo a la Ciudad de México para presionar al Tribunal Federal Electoral para que anulara las elecciones. La movilización, que también tomó el Palacio de Gobierno del estado, impidió que René Juárez pudiera sentarse físicamente en la silla del gobernador, pero también desencadenó una reacción fatal.
El 4 de marzo asesinaron a Aurelio Peñaloza, un colaborador cercano de Salgado Macedonio, así como a su chofer, Jesús Alvear. Días después, cuando él y su comitiva iban de noche de Iguala a Chilpancingo, una camioneta blanca arrojó a un Tsuru fuera de la carretera. Allí iba su equipo de seguridad. Murió el ayudante Jorge Peralta Quirino, y tres ayudantes más resultaron heridos.
El periodista Miguel Ángel Granados Chapa escribió en su celebrada columna del Reforma: “Aparte de esos graves hechos, Salgado Macedonio está siendo víctima de una persecución política para que desista de impugnar al gobernador al que juzga espurio. TV Azteca se lanza en su contra un día sí y otro también con el pretexto de que el legislador, que ha hecho esfuerzos tremendos y eficaces por contener sus ímpetus […], arrebató su equipo a un camarógrafo de aquella empresa”.
En julio de 1999 hubo elecciones internas en el PRD y Salgado Macedonio, quien ya tenía reconocimiento nacional, se postuló. Ganó la zacatecana Amalia García, pero él quedó en segundo lugar. Se había convertido en una de las fuerzas principales del PRD.
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La otra forma de contar la vida de Salgado Macedonio es como un héroe popular que llegó para romper las costumbres estiradas de las élites y reivindicar –en el campo elevado de la política y el dinero– a un representante del pueblo bronco, un hombre macho y gandalla, pero simpático.
El 2000 fue el año del cambio democrático. Luego de 71 años en el poder, el PRI entregó la presidencia a Vicente Fox, otro político que también hizo carrera protestando por los fraudes electorales y exhibiendo un estilo poco convencional. Por la izquierda, Cuauhtémoc Cárdenas quedó en tercer lugar en la contienda electoral, abriendo paso a la fulgurante carrera de López Obrador.
También son los años más teatrales en la carrera de Salgado Macedonio. Entonces diputado federal, si ya se había hecho famoso por sus protestas electorales, volvió a serlo por sus ruidosas intervenciones en la Cámara. En el último informe de gobierno de Salinas de Gortari, por ejemplo, sostuvo por más de dos horas un cartel que decía “Salinas miente”. Se hacía de palabras con otros legisladores y manoteaba en los actos de protocolo. En marzo de 2000 usó la tribuna parlamentaria para abogar contra la imposición del horario de verano, que el presidente Fox favorecía, pero al que López Obrador se opuso. Era una de las primeras escaramuzas para medir fuerzas.
Salgado Macedonio accedió a la tribuna de la Cámara. Dijo que estaba en desacuerdo con el cambio de horario porque afectaba las buenas relaciones maritales: “Porque mientras algunas personas suelen mantenerlas antes de dormir, habemos otros que hacemos el amor al levantarnos –lo que se acostumbra llamar ‘el mañanero’–, pero cuando te levantas no estará la pareja porque se fue a llevar a los niños a la escuela”. La intervención le ganó de nuevo una enorme atención pública.
En ese mismo año, un sábado de principios de septiembre, Salgado Macedonio se fue a comer pozole a la colonia Obrera y a beber mezcales con su banda de motociclistas. Tenían pensado ir al Sixtie’s, un bar en la colonia Condesa, pero cambiaron de plan. Tomarían carretera y se irían a Acapulco. Pero decidieron hacer una escala para comprar cerveza.
De acuerdo con la crónica de Roberto Zamarripa, en la esquina de Nuevo León y Alfonso Reyes, Salgado Macedonio quiso ganar la carrera a sus amigos y subió por el camellón en su Harley Davidson, pero perdió el control y se derrapó en el pavimento, rompiendo las cornetas de su moto. Se incorporó y tomó Alfonso Reyes hasta Tamaulipas, donde viró a la izquierda, para llegar hasta la avenida Michoacán. “Con el escape abierto y el acelerador a fondo, Salgado avisó que había llegado. Eran las 17:30 horas, en un tiempo apacible, y los restaurantes de la zona estaban repletos. El oficial Francisco Mota paseaba por el módulo de seguridad de enfrente. El deber lo llamó y solicitó a Salgado que no hiciera ruido. El oficial, vestido con traje de gala café, el quepí acomodado y las canas hasta en las patillas, le dijo: ‘Por favor, bájele’. La respuesta del diputado de Iguala fueron dos ganchos de derecha en el rostro del uniformado: uno le rasguñó a la altura del tabique nasal y otro le inflamó la boca. Después arremetió contra otro oficial. La trifulca duró poco porque llegaron una docena de patrullas y efectivos del Grupo Álamo en auxilio”.
Los policías detuvieron primero a uno de sus compañeros. A él lo encontraron comprando unos cartones de cerveza en una tienda de autoservicio y lo llevaron a rastras hasta la patrulla. Pero, gracias a su fuero parlamentario, el diputado fue liberado de la Agencia 7 del Ministerio Público. Allí también le entregaron su moto.
Las cámaras de Televisa pudieron registrar parte de los eventos y el asunto hizo explosión en la opinión pública. Fue un espectáculo que duró varios días, pues Salgado Macedonio negó los hechos, dijo que no estaba borracho, que había sido detenido arbitrariamente y señaló haber sido golpeado por policías que lo querían desprestigiar políticamente. Presentó una denuncia contra ellos.
La acusación, por lo demás, era absurda porque la capital ya era gobernada por el PRD; Salgado Macedonio ponía en contradicción a su propio partido. El entonces secretario de Seguridad, Alejandro Gertz Manero, tuvo que salir en defensa de su agrupación y luego el procurador, Samuel del Villar, a explicar por qué la ciudad había decidido no seguir la acusación, invocando el fuero constitucional. Miguel Ángel Granados Chapa, que ya se había postulado como candidato del PRD a la gubernatura de Hidalgo, escribió que los fueros no deberían de ser utilizados para solapar borracheras. Para ese momento, por cierto, Patricia Ruiz Anchondo, entonces procuradora social del Distrito Federal, había presentado ante la Comisión de Garantías del partido una denuncia contra Salgado Macedonio por hostigamiento sexual.
En su columna, Sergio Sarmiento apuntaba al nudo que se había enredado alrededor de este personaje. “Muchos otros perredistas y simpatizantes del PRD se muestran inconformes con la imagen que Salgado le está generando al partido. No obstante, parece ser un activo importante para el PRD, que sufrió una gran derrota política el 2 de julio y necesita, por lo tanto, a cualquier personaje que le sume votos”.
Al tiempo que desarrollaba una personalidad extravagante con su motocicleta y chaquetas de cuero, con manotazos en los actos protocolarios, protagonizó numerosas marchas para defender los resultados electorales, su marca política de aquella primera hora.
En 12 años, Salgado Macedonio había sido postulado a cinco cargos de elección popular. Ganó como senador de primera mayoría en 1994 y como diputado federal en 2000; además de alcanzar una votación muy abultada cuando compitió como candidato a la gubernatura en 1992 y 1998.
El asunto se llevó a la cúpula del partido.
El 7 de septiembre, el Comité Ejecutivo Nacional del PRD decidió apenas suspender por tres meses sus derechos como militante. La dirigencia lo exhortaba a dirigir una disculpa pública por sus actos. “Reprobamos el comportamiento del diputado federal Félix Salgado Macedonio porque se aparta de la alta responsabilidad que ha adquirido como representante popular, porque mancha su trayectoria como luchador social y dirigente político y porque daña la imagen del PRD”, argumentó Amalia García al leer el resolutivo de seis puntos que emitió el partido. De acuerdo con la crónica de Reforma: “Salgado salió por la puerta trasera de la sede del PRD reiterando que aceptaba ‘respetuoso’ y con buen ánimo su castigo. Sobre su polémica motocicleta informó: ‘La vamos a rifar en apoyo a los niños de la calle’”.
Guadalupe Loaeza escribió de manera profética: “Algo me dice que, a pesar de que muchos lo encuentran primitivo, bravucón, atravesado, prepotente, ignorante, insensible, rústico, protagónico, altanero, borracho, mal hablado, irrespetuoso, salvaje, ‘bajo’, pelado, ridículo, grotesco, ‘naco’, absurdo, desmadroso, escandaloso, golpeador, mentiroso, psicópata y otros muchos más adjetivos, el diputado Félix Salgado Macedonio está a punto de convertirse en el nuevo héroe de millones de mexicanos”.
En el mismo texto, Loaeza lo ensalza por auténtico y vital, características que él supo explotar durante los años posteriores.
La rifa de la moto le dio nuevos titulares periodísticos y otro foro de exposición pública. La motocicleta se exhibió en la playa Papagayo de Acapulco. Además de en Guerrero, se abrieron centros de venta de boletos en Guadalajara, Morelos, el Distrito Federal y Morelia. Las ganancias se destinarían a obras filantrópicas como organizaciones que atienden a mujeres con cáncer y pacientes con sida.
Un mes antes de que el legislativo comenzara un nuevo periodo de sesiones, Salgado Macedonio anunció que filmaría un documental titulado Guerrero que abordaría la convulsionada historia de su estado. En una entrevista, dijo que la película reflejaría la situación: la forma en que las mujeres dan a luz sin médico, el deceso de niños provocado por enfermedades que actualmente tienen cura y el abuso de autoridad.
—Se va a hacer una película muy distinta a lo que hemos visto tradicionalmente, vamos a llevar a la pantalla grande la vida real de Guerrero.
En otra entrevista, señaló que buscaría a Salma Hayek para representar la escena del sexo mañanero.
—Pues Salma Hayek no creo que quiera [risas], pero están muchas actrices que pudieran ser, pero que no está en mí decir ‘quiero con ésta’, sino más bien está en ellas decir ‘quiero formar parte de esa vivencia de Guerrero’, ahí están Ana Colchero, Arcelia Ramírez, Leticia Huijara y Vanessa Bauche, porque una película de guerreros sin mañanero, pues no es película —remató.
En otra ocasión insistió en el tema de los posibles actores y actrices que pensaba contratar para su película, pero subrayó que el pueblo es quien mejor se representa a sí mismo. Regresó al asunto del interés romántico y apuntó que buscaría a alguien que lo representara de joven porque:
—A mí ya me pueden acusar de ocaso sexual, en vez de acoso.
Pocos días después del estreno, el crítico Rafael Aviña escribió una reseña de la película: “A diferencia de filmes como Los Tres Caballeros, Simbad el mareado, Acapulco, Pepe o Reventón en Acapulco, que ofrecieron una imagen amable y escapista del puerto y del estado guerrerense como sinónimo de exotismo, placer y aventura, el diputado Félix Salgado Macedonio, acompañado del director Benjamín Escamilla, ha intentado mostrar el otro rostro del estado: el de la miseria, la injusticia, la corrupción y la muerte, en un filme tan ingenuo y curioso como sorprendente”.
Aviña aplaudió la franqueza con la que ésta aborda las desigualdades e injusticias; pensaba que afortunadamente no todo se centra en la ficcionalización del personaje principal –el episodio de las boletas quemadas en el Congreso, la intervención de Salgado Macedonio sobre el sexo mañanero y el zafarrancho de la Condesa–, sino que también la trama se monta en escenas reales de la política y la violencia local, como la masacre de Aguas Blancas.
“Guerrero, la película, tiene mucho que ganar”, concluyó Aviña, “quizá a un nuevo público ansioso de ver cine nacional más allá de la grandilocuencia de un Cazals, los mundos retorcidos de un Ripstein o las simplonadas tipo Inspiración, cuya publicidad daría para hacer, quizá, la continuación”.
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Una tercera mirada a la biografía política, para entender a dónde desemboca esa popularidad y poder, y cómo su estrella se ensombrece a la par que el país entra en la etapa oscura de la guerra contra las drogas, en los años del sexenio de Felipe Calderón y del cinismo depredador de Enrique Peña Nieto.
A mediados de 2005, Salgado Macedonio ganó las elecciones internas de su partido, que lo postuló candidato para alcalde de Acapulco. Ya era notorio cómo había aumentado la violencia asociada al crimen organizado en Guerrero, uno de los tres estados más pobres del país y el primero en el cultivo de amapola y productor de goma de opio. También era evidente que el candidato había hecho un esfuerzo por cambiar su imagen. López Obrador, entonces ya el líder moral del PRD y candidato a la presidencia, en una de sus cuatro apariciones en el puerto para apoyar a Salgado Macedonio, lo abrazó, un abrazo capturado por los medios, y le dijo que era un deslenguado, pero también un hombre de corazón y honrado. Durante los poco más de 40 días que duró la campaña, se notó un esfuerzo de contención.
—¿Qué tanto cambió para lograr el apoyo de la gente? —preguntó un periodista.
—Sigo siendo el mismo —contestó—. Yo no cambié, son los tiempos los que han cambiado. Ya no soy el Félix de la protesta, soy el Félix de la propuesta.
Era entendible la preocupación de López Obrador y del PRD en el contexto de la campaña, en que se presentaba al primero radicalizado, como un peligro para México. El partido temía que los resultados en Acapulco fueran tan cerrados que el candidato Salgado Macedonio tuviera que protestar por el fraude, dañando la imagen perredista. “Los costos de imagen serían altísimos para el PRD ante la perspectiva del 2006”, dijo Ricardo Monreal, que entonces estaba en la campaña de López Obrador, a un reportero que le preguntó sobre los escenarios electorales.
A principios de octubre de 2005 se anunció el triunfo de Salgado Macedonio por un cómodo margen que dejó a todo el mundo tranquilo. Pero su administración se vería plagada por acusaciones de ineficiencia en la gestión de la basura, la contaminación de las playas y, sobre todo, por el creciente clima de inseguridad.
Según la periodista Anabel Hernández, los Beltrán Leyva se asentaron en Acapulco desde principios de los noventa: tenían residencias, propiedades y negocios. Pero todo había sido de bajo perfil. La llegada de Salgado Macedonio a la alcaldía y la de García Luna a la Secretaría de Seguridad Pública coincide con una escalada de la violencia. Hernández dice que, en los expedientes de Édgar Valdez Villareal, la Barbie, queda claro que entre 2006 y 2008 Acapulco se convirtió en el lugar de desembarque de la cocaína de Colombia. Allí se cortaba y luego se transportaba a Estados Unidos. Habría sido muy raro que esto sucediera sin que la policía municipal se enterara.
A diferencia de sus intervenciones públicas anteriores, a Salgado Macedonio se le notaba a la defensiva. Con alguna frecuencia culpaba al gobierno federal por la creciente inseguridad en el puerto, por los tiroteos, las desapariciones forzadas, los asesinatos, las cabezas cortadas que amanecían con mensajes de las bandas criminales. Él se justificaba diciendo que no era un Rambo.
Una nota del 18 de julio de 2007, publicada por Reforma, decía que Salgado Macedonio había perdido la sonrisa. “La ola de violencia ha hecho bajar 16 kilos al alcalde de Acapulco”, añadía.
Salgado Macedonio dijo: “Hasta ahorita no tengo un motivo para reír, y veo que la situación de Acapulco es crítica, hechos indeseables, aborrecibles, abominables, que toda la sociedad rechaza, y que no estamos de acuerdo”. En seis meses Acapulco registró 50 ejecuciones, a cuatro víctimas las habían decapitado.
«El oficial le dijo: ‘Por favor, bájele’. La respuesta del diputado de Iguala fueron dos ganchos de derecha en el rostro del uniformado: uno le rasguñó a la altura del tabique nasal y otro le inflamó la boca».
En febrero de 2008, luego de que las fuerzas del gobierno federal desembarcaron en Acapulco, el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, dijo en una entrevista con Carlos Loret de Mola que se estaba investigando si había algún nexo entre Salgado Macedonio y las bandas criminales. Agregó que el operativo que había enviado el gobierno federal permanecería en el estado el tiempo que fuera necesario y señaló que se valoraba una limpia en la policía de Acapulco.
Unos días después, García Luna se disculpó por las declaraciones.
En cualquier caso, Salgado Macedonio entregó la alcaldía en diciembre de 2008 al priísta Manuel Añorve. El PRD entró en todo el país en una etapa de remisión, muchos de sus militantes lo abandonaron y comenzó a perder elecciones en lugares donde normalmente tenía fuerza. El Pacto por México y la falta de liderazgo que mostró Miguel Ángel Mancera para aglutinar el partido, además de la creciente fuerza de López Obrador, terminaron por desfondarlo. Salgado Macedonio desapareció de la escena pública. En mayo de 2015 él y otros líderes locales abandonaron las filas del partido.
Fue a mediados de 2017 cuando reapareció y consiguió una vez más la candidatura de Morena –el partido creado por López Obrador– para el Senado de la República, por el estado de Guerrero. De acuerdo con las notas sobre la elección interna, “fuentes cercanas al proceso, informaron que Salgado fue designado por ser el más conocido, aunque fue uno de los peor calificados”.
Versiones allegadas a Morena dijeron que López Obrador había insistido en que se le incluyera en las listas por la vieja amistad que los unía. Como senador no desempeñó una actividad relevante, solo se dejó sumir en la corriente empujada por Ricardo Monreal que, con una amplia mayoría, se ha encargado de implementar las reformas que necesita el proyecto de la Cuarta Transformación.
Con la cercanía de las elecciones de este año, su figura comenzó a levantarse de nuevo. En septiembre de 2019 el Senado le dio licencia para separase del cargo y preparar su candidatura interna.
Después de años de somnolencia, Morena entró en un frenético proceso de renovación interna. Los militantes cambiaron la presidencia y la secretaría general del partido de cara a las elecciones de 2021. Y con una dirigencia nueva, comenzó un proceso de selección de precandidatos.
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La manera en que el presidente López Obrador y su partido procesan el asunto de Félix Salgado Macedonio deja en la opinión pública una sensación de impunidad que se suma, por ejemplo, al sabor de boca que dejó la exoneración expedita del general Salvador Cienfuegos –titular de la Secretaría de la Defensa Nacional en la administración de Peña Nieto–, acusado en Estados Unidos por asociación con el crimen organizado.
Señalar que sea la justicia la que debe resolver este caso ha obligado a que volteemos la mirada a cómo se han gestionado las denuncias contra este político mexicano; una fue desechada por la fiscalía de Guerrero porque prescribió el delito; la otra nunca se judicializó por intervención directa del gobernador actual Héctor Astudillo, según contó el exfiscal del estado Xavier Oléa Peláez. Aun si Salgado Macedonio no alcanza la candidatura, tendrá el fuero que lo protegerá, como antes, muchos años más. Para quitarle el fuero se requiere la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. A su poder se suma lo difícil que es en México que una mujer decida presentar una denuncia por la impunidad imperante o por sentir vergüenza o por el miedo a ser victimizada de nuevo. Basilia Castañeda, quien acusó a Salgado Macedonio de violación en diciembre de 1998, circuló un video para pedir que las autoridades y los dirigentes del partido garanticen su seguridad.
El caso también nos ha enseñado que existe una solidaridad entre las mujeres que no pasa por la línea de otros intereses políticos. La violencia sexual es de uno de los temas en los que las mujeres siempre van a mostrar su solidaridad, dijo recientemente en una entrevista la abogada Paola Zavala, fundadora de la organización Ocupa, dedicada a la prevención social. Dominada por el presidente, la escena política en México parece dividida entre los que están con él y los que están en su contra. López Obrador usa esa división con grandes resultados. Pero, en esta materia, el desencuentro en sus términos ya no funciona de manera tan precisa. Dentro del gabinete, por ejemplo, la secretaria de Gobernación Olga Sánchez Cordero puso una nota divergente cuando hace unos días declaró en una conferencia de prensa que ninguna persona que tenga “temas con asuntos de violencia debe de ser candidato”.
Dentro de Morena también se han trazado líneas que muestran una inclinación distinta a la del presidente: 500 mujeres legisladoras, militantes y simpatizantes del partido dirigieron una carta en la mañana del viernes 26 de febrero, cuando la Comisión de Honestidad y Justicia debía resolver el caso, para pedir la cancelación del registro del candidato Salgado Macedonio. “No es ético ni responsable anular la voz de las mujeres que han sido víctimas de la violencia sexual y de género [y] no es ético ni moral abrir la posibilidad de que un agresor sexual, en lugar de ser investigado por las autoridades competentes, sea candidato a gobernador”, dice la carta.
La diputada de Morena, Lorena Villavicencio, quien ya se había aliado con Porfirio Muñoz Ledo hace algunos meses para hacer una crítica interna al partido y su actuación monolítica en las cámaras, ahora volvió a encontrar un espacio para señalar de manera aún más enfática el riesgo de perder votos si Salgado Macedonio permanece impune.
El tema es impopular aun entre la gente: según una encuesta de El Financiero Bloomberg, 62% de las personas consultadas calificó mal el nombramiento de Félix Salgado Macedonio y 11% dijo que no sabía nada al respecto; es decir, sólo 27% opinó que Morena tiene derecho de nombrar a sus candidatos, incluso si se trata de aquellos como Salgado Macedonio.
En una columna del 2000, Sergio Sarmiento se preguntaba qué sistema permitía la supervivencia de un político como él. Pasaron 21 años y aún sigue siendo válido el cuestionamiento. Pero lo que no lograron la política o la justicia, lo está obteniendo el feminismo. La misma Guadalupe Loaeza, que hace tiempo estaba dispuesta a perdonar a Salgado Macedonio por sus desplantes, hace unos días escribió:
“Que salgan las feministas a las calles, que salgan las manifestantes encapuchadas y vestidas de negro, que realicen pintas en el exterior de todos los inmuebles que encuentren a su paso, que rompan los vidrios de los aparadores, que lancen humo morado y prendan fuego a las pancartas que lleven. Que canten y griten a todo pulmón: ‘Un violador en tu camino’”.
En la batalla cultural, el feminismo se está anotando un tanto. Esperemos que muestren el camino para ganar otro en el terreno jurídico.
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Claudia Sheinbaum, la primera presidenta de México y las mujeres que le abrieron el camino
La victoria de Claudia Sheinbaum en las elecciones presidenciales 2024 es un logro para las mujeres; sin embargo, en esta lucha permanente lo primero fue lograr visibilidad en una sociedad machista y ejercer el derecho a la vida política y pública.
Gustavo Petro: el miedo y la esperanza
Le teme a las alturas pero no a la muerte, habla de sí mismo en tercera persona y no sabe nadar. Es economista, exsenador, exguerrillero, exalcalde de Bogotá y un político que espanta y enfurece a la clase dominante. Artículo publicado originalmente el 26 de mayo de 2022.