Homosexuales en Irán: las autoridades niegan su existencia - Gatopardo

«En Irán no tenemos homosexuales»

En las calles de ese país se libra una batalla abierta y brutal en contra de los homosexuales.

Tiempo de lectura: 28 minutos

Cuando me encuentro con Amir en los barrios del norte de Teherán, su presencia misma es un desmentido tajante de la mentira de Estado proferida por Mahmud Ahmadineyad. El presidente iraní declaraba el 24 de septiembre de 2007, durante una conferencia pública  en la Universidad de Columbia, en Nueva York, eludiendo una pregunta de un estudiante estadounidense sobre la ejecución de homosexuales: «En Irán, no tenemos homosexuales como en vuestro país. [Risas en la sala]. No tenemos eso en nuestro país. [Abucheos del público]. En Irán no tenemos ese fenómeno. No sé quién le ha dicho que lo tenemos». (Precisemos que en ese discurso Ahmadineyad empleó la palabra farsi hamjensbaz, literalmente «maricón», y no «hamjensgara», un término más neutro, equivalente a «homosexual»).

Amir sonríe. Sabe que Ahmadineyad se equivoca. Y por una razón muy sencilla: él es iraní y es gay.

Estoy en un taller de artista y Amir me ofrece caquis y granadas. Tiene 30 años, lleva unas Ray-Ban y un reloj Swatch. Es pintor y me enseña sus cuadros, que son figurativos y me parecen más bien deprimentes. «Oficialmente, la homosexualidad en Irán está prohibida», me explica Amir. «En teoría, te expones a la pena de muerte, pero la policía debe probar que ha habido un acto sexual consumado y, según el Código Penal islámico iraní, necesita cuatro testigos masculinos irrefutables que hayan visto la escena  de principio a fin y que declaren ante el tribunal. En general, los homosexuales no son asesinados. Son perseguidos, vigilados y viven ocultos». Amir me muestra su espalda, lacerada a latigazos.

«Me condenaron a setenta y cuatro latigazos cuando tenía veinte años, no por ser gay, sino simplemente por beber alcohol. El problema no es tanto la homosexualidad en sí, sino todo lo que se considera «occidental». Y si la cuestión gay es tabú, es menos un tabú político que un tabú social». Amir me ha sido presentado como un gay outspoken, abiertamente gay y que lo asume. Nunca  sus amores le han hecho temer la cólera  de Dios. Y prosigue: «En Irán no hay reglas, no es un Estado de derecho. No sólo es una teocracia, es una dictadura. Es el régimen de la arbitrariedad: el gobierno, la policía  y la justicia pueden cambiar las reglas en cualquier momento. Es la versatilidad lo que caracteriza al régimen. Al mismo tiempo, en la mayor parte de los casos, si tienes dinero, siempre puedes untar a alguien: en Irán todo se compra. Hasta una pena de cárcel se puede evitar con sobornos. Naturalmente, ser homosexual es una circunstancia muy agravante, pero hay tantas razones para que te detengan que a mí, por ejemplo, me preocupa menos ser gay que ser un artista inconformista».

Periódicamente, Irán condena a muerte a homosexuales por «crimen sexual» o «sodomía» (lavat). Recordemos la ejecución, el 19 de julio de 2005, de dos jóvenes homosexuales, Mahmud Asgari, dieciséis años, y Ayaz Marhoni, dieciocho años: las fotografías, atroces, que los muestran en el patíbulo, con la cuerda al cuello, poco antes de ser ahorcados en una plaza pública, dieron la vuelta al mundo. Más recientemente, el caso de Makwan Muludzadeh también suscitó una viva reacción de las organizaciones de defensa de los derechos humanos: ese joven kurdo iraní fue ahorcado en diciembre de 2007 por un acto homosexual supuestamente cometido cuando tenía 13 años y siempre clamó su inocencia (así como su homosexualidad), especialmente en un poema que le escribió a su madre que se ha hecho famoso.

En la mayor parte de los casos, el régimen iraní justificó estos ahorcamientos arguyendo que los condenados habían sido reconocidos culpables no tanto de homosexualidad como de violación homosexual (lavat-be-onf) agravada, pues la habrían perpetrado sobre un menor de trece años. Estos hechos son plausibles, pero no están probados. A pesar de la complejidad jurídica de estos casos, las organizaciones internacionales de defensa de los derechos humanos, con Amnistía Internacional y Human Rights Watch a la cabeza, denuncian la mascarada judicial que dio lugar a esas condenas: confesiones arrancadas bajo tortura, testigos que se retractaron, abogados de la defensa incompetentes y graves errores de procedimiento de los tribunales islámicos. Sobre todo, se guardan mucho de entrar en el debate acerca de la homosexualidad y prefieren dedicarse a condenar con virulencia, en nombre de la Convención Internacional de los Derechos del Niño aprobada por la onu y ratificada por Irán, toda condena a muerte de personas menores de edad en el momento de los hechos.

Homosexuales en Irán, in11

Fotografía vía Wikimedia Commons.

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