Cuando nos abren el portón metálico del Centro de Alto Rendimiento (CAR), de la Federación Mexicana de Fútbol (c) ubicado en un desolado suburbio de la Ciudad de México, a unos cuantos metros de la caseta de la autopista a Cuernavaca, tengo la sensación de que entramos a la deslumbrante Ciudad Esmeralda de El maravilloso mago de Oz: todo campos verdes, tanto de pastos naturales como de artificiales (a excepción de una cancha de arena para jugar fútbol playero), cortados a la perfección, y rodeados de follaje y de árboles de un bosque aledaño.
Pero, dentro de ese complejo no se ve a ningún futbolista pisando alguno de aquellos rectángulos verdes. Salvo unos cuantos periodistas y representantes y guardianes de la Femexfut, el lugar parece vacío.
Chicharito lleva el fútbol en los genes, siempre lo ha respirado, escuchado, comido. Su abuelo Tomás Balcázar fue ídolo de Chivas en los cincuenta, estuvo en el Mundial de Suiza 1954 y marcó un gol para la Selección Mexicana. Su padre, Javier Hernández Chícharo, conocido así por sus ojos verdes, fue jugador de los Tecos de la Universidad Autónoma de Guadalajara y convocado en el Mundial de México 1986, aunque no debutó. Con la presencia de Chicharito en los mundiales de Sudáfrica 2010 y de Brasil 2014, la familia suma ya cuatro Mundiales.
Ingresó en las categorías inferiores de Chivas a los nueve años. Con 17, debutó en el primer equipo. Un estreno a pedir de boca: el 9 de septiembre de 2006, a los cinco minutos de pisar la cancha del Estadio Jalisco, marcó un gol al Necaxa. Pero no volvió a celebrar otro gol sino hasta 2009. En los diferentes campeonatos mexicanos (siempre con Chivas) de 2006 a 2009 jugó 33 partidos y sólo anotó cinco goles. No obstante, en su última temporada (2009-2010) con el «Rebaño sagrado», su explosión fue extraordinaria, con 21 goles en 28 encuentros (una media goleadora de 0.75), diez en los once últimos. Y a partir de 2010, el delantero fue llamado por el legendario entrenador Sir Alex Ferguson a formar parte del Manchester United F.C., equipo con el que marcó 20 goles repartidos en 45 partidos de Liga, copas nacionales e internacionales, y fue campeón de la Premier League en la temporada 2010-2011, junto con Wayne Rooney y Michael Owen, entre otros. De 2011 a 2015 su participación en partidos con los «Red Devils» y, por ende, su promedio goleador fueron cayendo en picada. Durante esos años pasó de una media goleadora de 0.44 a cero. Hasta que fue cedido al Real Madrid en la temporada 2 014-2015, equipo con el que jugó 26 partidos (Liga, Champions y copas) y anotó ocho goles (0.47 por partido). Con estos altibajos de goleo, podría parecer que estamos ante un goleador bipolar; pero esto se debe más a las pocas oportunidades que sus respectivos clubes le han dado de saltar a la cancha.
De hecho, para despejar sospechas de su rendimiento goleador, siendo normalmente titular con la selección mexicana absoluta, del 2009 al 2015, Chicharito ha anotado 42 goles en 75 partidos. Es el segundo goleador histórico, sólo por debajo de Jared Borgetti, quien marcó 46 goles para México.
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Desde hace un par de días, los seleccionados futbolistas mexicanos han estado llegando a la Ciudad de México para concentrarse previo a la Copa de Oro que, del 7 de julio al 4 de agosto, se desarrollará en diferentes ciudades de Estados Unidos. El 9 de julio, en el estadio Soldier Field, de Chicago, se enfrentarán México y Cuba en su primer partido de este torneo de la CONCACAF.
Mientras esperamos, los periodistas comenzamos a hacer sobrevuelos, un scouting del lugar, con ganas de tener el escenario ideal para entrevistar y fotografiar a nuestro respectivo astro.
De repente, comienzan a salir todos, vestidos con ropa deportiva negra oficial de la selección. Camisa con cuello y mangas cortas, pantalón cortado a la altura de las rodillas, calcetines que apenas cubren los talones, tenis negros con suelas amortiguadoras. Allí están Carlos Vela, Guillermo Ochoa, Giovani dos Santos, Jonathan dos Santos, Héctor Herrera, Cepillo Peralta. Pero Chicharito no aparece. Cada futbolista va acompañado de un hombre de negro que lo escolta. Hay un marcaje férreo de los vigilantes de la Femexfut a todos los periodistas presentes.
Entonces aparece Chicharito, que camina hasta nosotros. Tiene semblante abrumado. Se le nota cansado, agobiado, incluso atormentado. No por nada: apenas llegó al CAR anoche, después de una vuelta al mundo en alrededor de 30 días (por vacaciones y por compromisos familiares y sociales), que inició después de finalizar una temporada vistiendo la camiseta del Real Madrid, equipo que ya no requerirá de sus servicios.
El asunto de un futuro incierto atormenta a cualquiera, hasta a un ídolo, un futbolista que en el último año ganó cerca de 7.5 millones de dólares (su salario es de alrededor de seis millones de euros al año). «Chicharito pidió que le pregunten lo que gusten menos sobre su futuro club de fútbol», me solicitó un miembro de la Femexfut antes de encontrarnos con el astro. Al momento en que escribo este texto, el destino futbolístico de Chicharito sigue siendo un misterio. Se barajan varios nombres de equipos, pero mencionarlos es tan inútil como pedirle a un árbitro que rectifique cuando saca una tarjeta roja.
En el Mundial de Sudáfrica 2010 fue el futbolista más veloz al alcanzar los 32.2 kilómetros por hora corriendo con el balón en el pie. En la actualidad, el futbolista más rápido del mundo es su ex compañero del Real Madrid, el galés Gareth Bale, quien ha alcanzado los 36.9 kilómetros por hora con la pelota en los pies. Cristiano Ronaldo logró los 33.6 kilómetros por hora; Lionel Messi, 32.5.
El guarura de la Femexfut que acompaña a Chicharito nos concede sólo quince minutos para fotografiar y charlar con el delantero. Proponemos: «Ponte, por favor, este saco para fotografiarte» o «Bajemos al campo a platicar y a hacer más fotos». Chicharito voltea a ver a su acompañante cada vez. Y éste rechaza cada una de nuestras solicitudes.
La fotógrafa y yo nos repartimos los quince minutos. También algunos de esos minutos se utilizan para los autógrafos. Conceder entrevistas y dar autógrafos es, quizá, la parte más agobiante de su profesión de futbolista. Sin embargo, al hacerlo, trata de poner buena cara, ser amable. Es consciente de que un autógrafo suyo puede significar mucho para algunas personas. Y, al hacerlo, trata de recordar que él de niño, no sólo se soñaba dando autógrafos, sino también hacía lo que fuera por conseguir las firmas de sus ídolos.
«Llegar donde estoy no cayó del cielo».
Mientras Chicharito se deja fotografiar con desgana, su compañero Héctor Herrera pasa por ahí, rumbo a una entrevista, y exclama: «¡Sonríe, Chicharrón!». A lo que Chicharito le responde con una sonrisa torcida. Herrera ayuda un poco a romper el hielo. «¿Con quién te toca ahora?», le responde Chicharito, refiriéndose al medio informativo que entrevistará a Herrera.
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Chicharito pasó largas horas relegado a la banca del Real Madrid desde agosto de 2 014. Jugó alrededor de 800 minutos de 4,600 posibles. Pero el 22 de abril de 2015 se le presentó otra gran oportunidad: iniciar de titular en el partido Real Madrid-Atlético de Madrid, en el que ambos equipos se disputarían el pase a las semifinales de la Liga de Campeones de Europa (Champions). Lesionados los delanteros titulares, Gareth Bale y Karim Benzema, al entrenador del Real Madrid, Carlo Ancelotti, no le quedó más que jugarse su última carta: Chicharito, quien, después de penar en el oscuro banquillo, podría saltar a la cancha desfasado, rendido y desmotivado.
No fue así. Para sorpresa de todos, salió optimista, lleno de oxígeno y a toque de corneta. El tapatío no sólo cumplió con su misión, sino que fue el mejor jugador de aquel partido. Además de marcar, en el minuto 87, el único gol del juego y que significó el pase a las semifinales de su equipo, conectó de maravilla con las estrellas James y Cristiano Ronaldo (de una jugada creada por ellos tres derivó el tanto marcado), fue el más dinámico, corrió por ambas bandas, desmarcó, luchó sin cejar, remató siete veces (tres a portería)
De veinte pases, quince fueron buenos. Se dejó la vida en cada pelota. Cuando fue sustituido, porque sufría calambres en una pierna, el estadio Bernabéu de Madrid lo ovacionó mientras caminaba cojeando rumbo a la banca. Le amarraron una bolsa con hielos en la pierna adolorida, se sentó en el banquillo, rompió a llorar y abrazó por largo rato al guardameta Keylor Navas, su amigo. Chicharito al fin reventaba en lágrimas de alegría después de largos meses de estar aislado del cuadro titular.
No obstante su excelente rendimiento en la victoria de su equipo sobre el Atlético, Chicharito siguió rodeado de sombras de escepticismo o sospecha de sus detractores; de gente que duda de su talento como futbolista, que lo ve sólo como un goleador repentino, que mete los goles más raros del mundo: con la oreja, la cara, la nuca, la nalga, el hombro, cayéndose, de rebote.
Cinco días después de vencer al Atlético de Madrid en los cuartos de final de la Champions, el 27 de abril, en Vigo llegó otra oportunidad para que Chicharito callara bocas y mostrara que no sólo es goleador de ocasión, sino también un jugador: volvió a iniciar de titular ante el Celta. Aquel partido correspondía a la Liga española y, de ganarlo, le daría posibilidades al Real Madrid de pelear el título contra el Barcelona, que ya se figuraba como campeón. Y así fue. En Vigo se vio a un Chicharito que no sólo caza goles, sino que juega al fútbol con todo lo que ésto significa. Realizó paredes, dio pases a gol y, con maestría estilo Zidane, bajó un balón que recibió en vuelo de parte de Sergio Ramos, para luego embocarlo en la portería del rival. Final del partido: Celta, 2; Real Madrid, 4; con dos goles del mexicano.
Después de esos dos grandes partidos del Chicharito, Bale y Benzema salieron de sus respectivas lesiones y recuperaron la titularidad. Chicharito volvió al banquillo.
Pocas semanas después, el Real Madrid quedó eliminado de la Champions al caer derrotado por la Juventus de Turín, y no pudo alcanzar al Barcelona para intentar arrebatarle el campeonato de la Liga española. A Chicharito le dieron minutos en los últimos partidos de la temporada del Real Madrid, pero ya todo estaba acabado. El equipo merengue terminó el periodo 2014-2015 en blanco, sin ningún trofeo: ni Liga, ni Champions, ni Copa del Rey. Así, Ancelotti, despedido y Chicharito, devuelto al Manchester United.
Durante la temporada 2014-2015, el equipo de los «Red Devils» cedió a Chicharito al Real Madrid, con opción a compra. Al finalizar este periodo, el equipo español no quiso pagar los 22 millones de euros por la carta de Chicharito, quien termina su contrato con el Manchester United en el 2016. Louis Van Gaal, entrenador actual del equipo inglés, no considera a Chicharito en su lista de jugadores, y el mexicano no tiene club de fútbol al momento en que se escribe este texto: una situación que no se desea a ningún futbolista ¿Qué le depara el destino, retirarse a los 27 años? No, no parece que un hombre que ha entregado y sacrificado tanto vaya a tirar la toalla. De hecho, Chicharito, aunque todavía joven, está curtido en este tipo de situaciones.
Recordemos que, cuando tenía menos de 17 años, en 2005, no fue convocado por la selección mexicana para el Mundial Sub-17 de Perú. Así, vio desde las tribunas invitado por el dueño de la Chivas de Guadalajara, Jorge Vergara de un estadio peruano cómo sus compañeros de generación Giovani dos Santos, Carlos Vela, Efraín Juárez y Héctor Moreno, entre otros, disfrutaban de las mieles del máximo éxito al coronarse en aquel Mundial de la FIFA. A sus 20 años se planteó dejar el fútbol. Le pesaba que sus padres, sus abuelos, tíos, y él mismo habían invertido tiempo, espacio y dinero en su carrera futbolística, para que pudiera cumplir sus sueños; pero no se daban frutos. «Posiblemente éste no sea el camino que Dios quiere para mí». Sin embargo, sus padres lo motivaron a seguir jugando fútbol, que es lo que más ama. «Amo jugar al fútbol, más que hacer goles». En varias ocasiones, Chicharito ha dicho que su familia siempre lo ha ayudado a que su confianza no caiga en picada, a no dudar de sí mismo.
«Los consejos de mi madre, mi abuela, mis tías y mi hermana son un complemento para saber muchas cosas del fútbol que van más allá de la cancha».
De hecho, por sobre todas las figuras, Chicharito antepone a su padre y a su abuelo Tomás: «Ellos son mis máximos ídolos, por supuesto, tanto dentro como fuera de la cancha. La verdad es que me ayudan más fuera de ella al decirme que me cuide de las malas influencias. Ellos quieren lo mejor para mí. También son mis críticos más duros de convencer respecto a mi desempeño en el campo». Asimismo, «la parte femenina (los consejos de mi madre, mi abuela, mis tías, mi hermana) es un complemento para saber muchas cosas del fútbol que van más allá de la cancha».
En el planeta fútbol, donde los protagonistas tienen que ganarse la admiración del público y dependen cada vez más del aplauso, donde se hacen amigos por méritos y amantes por encantos y dinero, Chicharito parece ser lo suficientemente humilde para darse cuenta de que esa fascinación es precaria; de que la familia es la única verdadera balsa para poder sobrevivir a un naufragio.
Así, Chicharito ve a su familia como un equipo. Su madre, su padre y su hermana suelen vivir con él en el país donde juegue. Tenerlos cerca le permite recordar que el fútbol no sólo son piernas, sino también corazón y mente. Está convencido de que sin la familia no lograría sus grandes sueños de futbolista, además del trabajo fuerte. «Llegar donde estoy no cayó del cielo». Al ser un ídolo absoluto en su país, ser hombre de familia le ayuda a tener los pies en la tierra y recordar lo que ha sufrido para llegar a la cúspide.