Tiempo de lectura: 4 minutosEn estos tiempos raros, inverosímiles, incomprensibles, estar sanos ha sido el objetivo máximo. Pero no solo de cuidarse de la Covid-19, sino de mantener la cabeza cuerda, cuidar el cuerpo que está postrado en una silla todo el día, o de no dejar que el alma se consuma en la incertidumbre de un contexto que parece llevar la misma suerte que la torre de babilonia.
Bajo el sentido de compilar, juntar, hacer una selección de textos que ayudaran a darle sentido a un momento extraño como el que vivimos, textos para hacer una intervención sanadora, un apapacho de reflexión, fue lo que llevó al argentino Pablo Amadeo —el creador de ASPO (Aislamiento Social Preventivo Obligatorio)—, una propuesta editorial que pretende existir solamente lo que dure la emergencia sanitaria. “Es una excusa para achicar el distanciamiento y proponer otros temas que escapen a la agenda de los medios”, explica para Gatopardo, durante la cuarentena obligatoria que vive Argentina.
Pablo Amadeo vive en el barrio de Tolosa, en La Plata, aunque nació más al suroeste, en Bolívar. Es profesor de Comunicación Social en la Universidad Nacional de La Plata; es editor, diseñador gráfico editorialista y activista político territorial, según reza su biografía. Le gusta leer de filosofía, sociología y feminismo, y tiene un hijo pequeño, con quien comparte el aislamiento preventivo y obligatorio. Forma parte del colectivo editorial Malisia e impulsa proyectos conmo POPOVA (catálogo de fanzines feministas y disidentes), Cámara Oscura (un proyecto editorial sobre textos programáticos del arte) y Doble Exposición (catálogo de fotografía emergente de La Plata).
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El libro que le dio origen a ASPO fue Sopa de Wuhan, compilado de textos de grandes pensadores y pensadoras que fueron publicados en diferentes medios. Amadeo los leyó por separado, se los mandaban por mensajes de Whatsapp y le pareció buena idea juntarlos en un mismo documento, usarlos de argumento y de línea discursiva. “Pero primero estuvo el libro, luego el sello editorial. Primero surgió la intención de un catálogo, la decisión de intervenir de alguna manera, rudimentaria por cierto, en un debate que se estaba dando a nivel global”, platica el diseñador editorial.
Entre bombardeos mediáticos, datos incomprobables, verdades que parecen mentiras y mentiras que parecen verdades, esta propuesta asimila un respiro, un extraño regreso a la normalidad, o quizá a una normalidad insospechada. Tanto Sopa de Wuhan como La Fiebre, un libro digital que reúne reflexiones de filosofía y antropolía pero más abierto a una lectura feminista y ecologista, se salen de los discursos que los noticieros y los reenvíos de celular normalmente se restringen a informar (o todo lo contrario) con temas prácticos. Los textos que se compilan en las ediciones de ASPO se rigen en lo filosófico, en reflexiones de qué se puede hacer con esta situación, o de por qué terminamos con una pandemia que rebasa las capacidades políticas y de salud de prácticamente todos los países del mundo.
«Los trabajos de ASPO son una especie de collage de textos, líneas discursivas que promueven los debates como una propuesta hacia la profundidad del contexto que vivimos».
Aunque no es la única iniciativa de este estilo— existe un proyecto mexicano, Todo lo que nos queda es (el) ahora, una antología de La Reci, un taller comunal y comunitario de libros, gráfica y artesanía de San Cristobal de las Casas—, las propuestas de ASPO tuvieron una fama inusitada. La compilación la empezó a hacer un sábado 28 de marzo y para el domingo al atardecer ya la tenía diseñada y lo empezaba a mover en sus grupos cercanos. “Ese mismo domingo a las 12 de la noche me encontré chateando con una chica que estaba en África en una misión humanitaria de la ONU y me comentaba que en su grupo de trabajo habían empezado a leer el libro. Al otro día se encontraba respondiendo a mensajes que llegaban de España, México, Colombia, Inglaterra, Italia”, cuenta el argentino.
ASPO entonces se hizo de más aliados: primero se sumó Laura Conde, graduada en letras y actualmente becaria doctoral del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina), directora de teatro, coautora y asesora de comunicación; Omar Crespo, docente en comunicación social, músico y escritor; y Federico Mare, filósofo, docente y escritor. Todos ellos trabajaron en las correcciones de los artículos. “Esteban Rodríguez Alzueta fue una pieza clave, ya que sugirió nombres para la nómina de autores y propició contactos que hicieron posible el libro”, dice el diseñador y después agrega a Maristella Svampa, quien escribió un texto especialmente para La Fiebre. “Sin lugar a dudas el libro se fue armando con la colaboración de los mismos autores y autoras que entendían el gesto y colaboraban en la confección”.
La idea de los trabajos de ASPO, que son como una especie de collage de textos, es juntar las líneas discursivas que promueven los debates como una propuesta hacia la profundidad, porque “en las superficies sólo se persisten los virus”, dice Amadeo. Son compilaciones completamente gratuitas, digitales, que no pretenden apropiarse del talento ajeno, sino de utilizarlo para sobrepasar este smog de información agobiante, sofocante. También son productos literarios que, asevera el creador, solo funcionan en este contexto, cuando la gente está dispuesta a sumergirse en la filosofía.
ASPO nació como un momento de creatividad, de aprovechamiento del tiempo que el aislamiento obligatorio regala, pero ha regalado una reflexión poco prevista: el deseo de la filosofía. Siendo una de las disciplinas menos famosas en el mundo capitalista por ser “inútil”, resulta brillante que el caos social acuda de vuelta a ella, como un regreso a los tiempos griegos, a los sabios, los oráculos de la sociedad. Esta editorial emergente tiene planes de hacer más libros y continuar los debates. Mientras dure la emergencia sanitaria, ASPO seguirá recopilando letras y a ver si así encontramos la salud.