César Vallejo y el libro que renovó la poesía del siglo XX
Este año se cumple un siglo de la publicación de Trilce, un libro fundamental para la poesía de Hispanoamérica. La importancia de sus poemas está en la “búsqueda angustiosa de algo que está más allá de las pobres evidencias que brinda la realidad”, ha dicho el crítico José Miguel Oviedo.
Probablemente sea el más grande poeta latinoamericano del siglo XX. Son palabras del crítico peruano Julio Ortega, estudioso de su obra y encargado de la edición de su poemario Trilce en la editorial Cátedra. Y sí, probablemente lo sea. Porque César Vallejo renovó la poesía escrita en español: llevó a nuestra lengua a límites nunca antes leídos y con su segundo poemario anticipó en Hispanoamérica a las vanguardias que vendrían después. Trilce, libro fundamental para la poesía escrita en nuestro idioma, cumplió en 2022 cien años de haberse publicado por primera vez.
Espergesia [fragmento]
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.
[Los heraldos negros, 1919]
César Abraham Vallejo Mendoza nació el 16 de marzo de 1892, en Santiago de Chuco, departamento de La Libertad, Perú. Fue el menor de once hermanos. Sus padres, María de los Santos Mendoza y Francisco de Paula Vallejo, “le transmiten sangre española mezclada con sangre indígena”, escribe Julio Ortega en su libro César Vallejo. El escritor y la crítica, pues sus dos abuelas eran chimú y su abuelo paterno un sacerdote español. El mestizaje será uno de los temas que atraviese toda la obra de Vallejo.
A los dieciocho años, César Vallejo dejó Santiago de Chuco y se inscribió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Libertad, en Trujillo, pero un año después la abandona y se va a Lima, con la intención de estudiar Medicina. Sin embargo, debido a problemas económicos —una situación constante en toda su vida— no tiene posibilidades de estudiar esa carrera y deja la capital del país. En 1912 comienza a trabajar como ayudante de cajero en la Roma, una hacienda azucarera; esta vivencia es una de las que mayor impresión deja en el joven poeta: “favorecido por un trato reservado a los empleados superiores y un sueldo satisfactorio, no puede, sin embargo, no ver y no oír, cuando apenas aún apunta el alba, llegar a los peones al inmenso patio, ponerse en fila a medida que se les llama, y partir para los campos de caña en los que se extenuarán hasta el sol poniente, con un puñado de arroz por todo alimento”, escribe Georgette Marie Philippart Travers, viuda de Vallejo, en el libro ¡Allá ellos, allá ellos, allá ellos! Vallejo. La obra del peruano contiene una fuerte crítica social, y el propio César Vallejo suscribiría ideas marxistas, afiliándose a los partidos comunistas de Perú, España y Francia a lo largo de su vida. Uno de los textos en los que se puede apreciar esa crítica a la explotación de las clases trabajadoras es el cuento “Paco Yunque”.
Después de la experiencia en la hacienda azucarera, el poeta regresaría a Trujillo en 1913 para estudiar Letras y Derecho de manera simultánea. En septiembre de 1915 escribe la tesis El romanticismo en la poesía castellana y en diciembre de 1917, una vez terminadas las dos carreras, se traslada a Lima de nuevo. Pocos meses después, en Santiago de Chuco, muere su madre, María de los Santos Mendoza, a los 68 años de edad, sin que el poeta pudiera compartir con ella sus últimas horas. Estas dos experiencias: la muerte de su madre y el traslado a Lima —la dicotomía entre el ambiente rural y el urbano— marcarían de manera profunda a César Vallejo, tanto que ambos temas serían recurrentes en sus primeros poemarios.
XIV
Cual mi explicación.
Esto me lacera de tempranía.
Esa manera de caminar por los trapecios.
Esos corajosos brutos como postizos.
Esa goma que pega el azogue al adentro.
Esas posaderas sentadas para arriba.
Ese no puede ser, sido.
Absurdo.
Demencia,
Pero he venido de Trujillo a Lima.
Pero gano un sueldo de cinco soles.
[Trilce, 1922]
Su primer libro, Los heraldos negros, se publica en 1919. Este poemario gira en torno a dos ejes fundamentales. Por un lado, está la notable influencia modernista, en ritmo, imágenes y sintaxis; pues, aunque sin duda existe la búsqueda de un estilo propio por parte de Vallejo, en el poemario no oculta su admiración a poetas modernistas como Julio Herrera y Reissig, y muestra de ello es “Retablo”, poema homenaje a la gran figura de esta corriente literaria, Rubén Darío: “Altas sombras acuden, / y Darío que pasa con su lira enlutada”. Por otro lado, está la influencia indigenista, así lo considera José Carlos Mariátegui: “lo característico en su arte es la nota india. Hay en Vallejo un americanismo genuino y esencial; no un americanismo descriptivo o localista. Vallejo no recurre al folclore”, comenta el pensador peruano en su reconocido ensayo “El proceso de la literatura”, quien además considera que el indigenismo no se trata de una estética buscada por el poeta, sino algo intrínseco en su poesía: “Se podría decir que Vallejo no elige sus vocablos. Su autoctonismo no es deliberado. Vallejo no se hunde en la tradición, no se interna en la historia […], su poesía y su lenguaje emanan de su carne y su ánima. Su mensaje está en él. El sentimiento indígena obra en su arte quizá sin que él lo sepa ni lo quiera”.
Al año siguiente de la publicación de Los heraldos negros, Vallejo decide emigrar a Europa. Pero un suceso lo impide. Viaja a Santiago de Chuco a visitar a su familia y la tumba de su madre, y allí es inculpado de participar en el robo e incendio de una de las casas del pueblo, que sucede durante su estancia. El 6 noviembre de 1920, César Vallejo es detenido en la casa de campo de su amigo Antenor Orrego, pensador y crítico peruano. A pesar de una serie de protestas que realizó el círculo intelectual de Perú exigiendo su liberación, Vallejo permaneció encerrado en una cárcel de Trujillo hasta el 6 de febrero de 1921. Vivió 112 días en prisión; ahí escribió varios de los poemas que integrarían su segundo poemario: Trilce, uno de los libros esenciales de la poesía hispanoamericana del siglo XX.
III
Las personas mayores
¿a qué hora volverán?
Da las seis el ciego Santiago,
y ya está muy oscuro.
Madre dijo que no demoraría.
Aguedita, Nativa, Miguel,
cuidado con ir por ahí, por donde
acaban de pasar gangueando sus memorias
dobladoras penas,
hacia el silencioso corral, y por donde
las gallinas que se están acostando todavía,
se han espantado tanto.
Mejor estemos aquí no más.
Madre dijo que no demoraría.
Ya no tengamos pena. Vamos viendo
los barcos ¡el mío es más bonito de todos!
con los cuales jugamos todo el santo día,
sin pelearnos, como debe ser:
han quedado en el pozo de agua, listos,
fletados de dulces para mañana.
Aguardemos así, obedientes y sin más
remedio, la vuelta, el desagravio
de los mayores siempre delanteros
dejándonos en casa a los pequeños,
como si también nosotros
no pudiésemos partir.
Aguedita, Nativa, Miguel?
Llamo, busco al tanteo en la oscuridad.
No me vayan a haber dejado solo,
y el único recluso sea yo.
[Trilce, 1922]
Para publicar su segundo poemario, César Vallejo utiliza el dinero que había obtenido luego de ganar un concurso de cuento con su relato “Más allá de la vida y de la muerte” en noviembre de 1921. Meses después, en octubre de 1922, año en el que otras obras fundamentales como The Waste Land de T. S. Eliot y el Ulises de James Joyce también fueron publicadas, aparece el segundo libro del poeta peruano. “En Trilce, Vallejo se revela como artista del siglo XX, de la época de Mallarmé y Picasso, época de los descubrimientos científicos modernos y de Henry Ford”, apunta William Rowe sobre este libro, el cual consta de 77 poemas sin más títulos que un número de acuerdo al orden establecido por Vallejo.
El poemario fue prologado por el pensador y crítico peruano Antenor Orrego; una vez publicada la obra, César Vallejo le escribiría en una carta: “Asumo toda la responsabilidad de su estética. Hoy, y más que nunca quizás, siento gravitar sobre mí, una hasta ahora desconocida obligación sacratísima, de hombre y de artista: ¡la de ser libre! Si no he de ser libre hoy, no lo seré jamás”. Esa libertad creadora se expresa en el libro mismo, debido a que el poeta se aleja de las convenciones literarias de su época, todavía modernista.
Son varios los aspectos rupturistas en Trilce, destacan los efectos visuales de sus poemas, conseguidos a través de la disposición tipográfica y el uso de los espacios en blanco; la musicalidad que construye mediante una sintaxis particular junto al uso de las onomatopeyas, las mayúsculas para enfatizar palabras y la presencia del habla común del Perú; también la ortografía a veces deliberadamente incorrecta; y, en especial, la fragmentación de la obra, donde cada poema autónomo se une al otro únicamente por la numeración. “Trilce representa un esfuerzo por liberar a la palabra de las cadenas de la lógica y de los cánones literarios aceptados”, escribió el poeta peruano Américo Ferrari en su prólogo a la Obra poética completa de César Vallejo. Pero esa ruptura de las convenciones literarias de la época le valdría la incomprensión de sus contemporáneos: “Trilce es el libro más radical de Vallejo y, probablemente, de la poesía hispanoamericana de vanguardia. Cuando salió el libro, en ese año tan importante para las letras, 1922, la respuesta fue el silencio: los reseñistas y críticos de la época fueron sobrepasados por la cripticidad del libro”, apunta Jacobo Sefami en su reseña del poemario en la edición de Cátedra. Esa incomprensión del libro se mantuvo durante muchos años, César Vallejo y su poemario no obtuvieron el reconocimiento que merecían hasta varios años después, según el escritor y crítico cultural Jorge Carrión: “No fue hasta su reedición madrileña de 1930 cuando empezó a conectar con lectores hispanoamericanos capaces de entender su potencia nuclear”.
Y es que los elementos literarios que emplea Vallejo en su libro son los mismos que los utilizados por las vanguardias, que comenzaban en Europa; el crítico literario José Miguel Oviedo señala que Trilce “concurre con la misma categoría estética de las búsquedas de Eliot y Joyce: Vallejo es digno compañero de ellos, lo que es más asombroso si se tiene en cuenta que, cuando escribió ese libro, el poeta peruano aún no había pisado Europa y tenía un conocimiento relativamente limitado de la vanguardia y otras innovaciones europeas de esos años”. No solo eso, el libro se adelanta dos años a la fundación del surrealismo, movimiento con el que mantendría una actitud severamente crítica. Pero la libertad creadora de César Vallejo no se encasilla meramente como vanguardista, pues su interpretación es única, alejado del cosmopolitismo de Eliot y Joyce, ya que en Trilce los temas se ligan al mundo rural y a la familia. “Pero, por otro lado, las visiones obsesivas y las oscuras percepciones de un mundo sin sentido se conectan con los hallazgos de la vanguardia europea; o, más bien, las anuncian o presienten”, enfatiza José Miguel Oviedo.
En cuanto a los temas del poemario, se encuentran la angustiosa existencia del hombre moderno, como se muestra en el magistral poema XLIX: “Murmurado en inquietud, cruzo, / el traje largo de sentir, los lunes / de la verdad. / Nadie me busca ni me reconoce, / y hasta yo he olvidado / de quién seré”, y en el poema LVI: “Todos los días amanezco a ciegas / a trabajar para vivir; y tomo el desayuno, / sin probar ni gota de él, todas las mañanas”, en este último quizá ya se vislumbra el poeta comprometido de Poemas humanos.
Otro de los diversos temas que aborda Trilce es el tormentoso recuerdo de sus días en prisión, uno de los poemas que lo ejemplifican es el XVIII: “Ah las paredes de la celda. / De ellas me duele entretanto más / las dos largas que tienen esta noche / algo de madres que ya muertas / llevan por bromurados declives, / a un niño de la mano cada una”, y en el LVIII “En la celda, en lo sólido, también / se acurrucan los rincones”; y, por supuesto, los ya mencionados temas de la muerte de su madre y de la migración del entorno rural al urbano, como se aprecia en el poema XIV. Respecto a estos últimos temas, en su libro César Vallejo en su poesía James Higgins puntualiza que “en varios poemas de Trilce Vallejo crea una versión personal del mito del paraíso perdido, alrededor del hogar provinciano que dejó atrás al trasladarse a Lima y de la infancia que terminó definitivamente con la muerte de su madre. En tales poemas la desintegración de su mundo personal adquiere una compleja carga simbólica”.
Acerca del significado de la palabra “trilce”, mucho se ha especulado. Si bien no existe una respuesta clara acerca de su origen, Georgette Marie Philippart Travers escribió al respecto “sospechando que no había salido de un prosaico conjunto de cifras o cálculos, le hice la pregunta a Vallejo. Entonces, pronunció sencillamente: ‘tttrrriiil… ce’, con entonación y vibración tan musical que hubiera forzado a comprender a quien le oyera y dijo: ‘Por su sonoridad…’ y volvió a pronunciar: ‘tttrrriiil…ce’”. No existe, entonces, una explicación satisfactoria sobre el origen de la palabra. Y no es necesaria. Como lo advirtió José Miguel Oviedo: “Lo importante en el libro no reside en sus rarezas retóricas, sus fonetismos, sus versos en mayúsculas o verticales, sino en la búsqueda angustiosa de algo que está más allá de las pobres evidencias que brinda la realidad”.
Meses después de la publicación de Trilce, César Vallejo intenta migrar una vez más a Europa. Esta vez lo consigue. Viaja en un buque de vapor el 17 de junio de 1923, sin más dinero que una moneda de quinientos soles. Llega a París el 13 de julio. En sus años parisinos, que serán todos hasta que fallezca en 1938, afrontará sus fuertes problemas económicos dando clases de literatura y, la mayor parte del tiempo, redactando artículos periodísticos en los que mostró que además de un extraordinario poeta, era también un interesante cronista. En alguna ocasión fungirá de traductor.
Piedra negra sobre una piedra blanca [fragmento]
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París —y no me corro—
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
[Poemas humanos, 1939]
A inicios de 1938, el poeta sufrirá una fuerte crisis de agotamiento y en marzo de ese mismo año es internado en un hospital de París debido a una infección intestinal aguda. Se cree que este padecimiento derivó en su muerte, sin embargó su viuda llegó a desmentirlo en varias ocasiones.
No hay certeza de la causa, pero poco después de las nueve de la mañana del viernes 15 de abril, César Vallejo murió en París. Era viernes santo. Y toda la mañana lloviznó.
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