Chantal Akerman, una fuerza inclasificable
La carrera de Chantal Akerman es un ejemplo de innovación y empatía.
Cuando Jeanne Dielman, 23 Quai du Commerce, 1080 Bruxelles fue mostrada por primera vez en la Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes, Chantal Akerman recuerda que 50 personas le pidieron su película para proyectarla en festivales de todo el mundo. De un día a otro, la joven de 25 años pasó de ser una directora poco conocida a ser considerada una “gran” cineasta. Akerman concluye, con un dejo de melancolía, que se sentía agobiada por no saber cómo hacer algo mejor. Incluso tres décadas después, la directora se cuestionaba si lo había logrado.
A Chantal Akerman la definía un poco esta reticencia a enmarcar su trayectoria. En una carrera cinematográfica que duró aproximadamente 50 años, Chantal Akerman caminó una ruta ferozmente variada y resulta imposible catalogarla en un solo estilo o forma. “Soy mujer, soy judía, soy directora y soy escritora, así que no puedes ponerme en una caja” dijo Akerman.
Ella nació en Bruselas el 6 de junio de 1950. Hija de sobrevivientes del Holocausto, las experiencias de sus padres influyeron profundamente en su crecimiento y perspectiva, particularmente la actitud de su madre. Usualmente es difícil interpretar con certeza el comentario de un autor sobre su obra, en ocasiones porque no tienen la perspectiva del público ni su percepción. No obstante, con Akerman no hay que dudar ni un segundo cuando dice que todas las películas que ha hecho son —de alguna u otra forma— sobre su madre.
La relación entre Chantal Akerman y su mamá sería central para la realizadora. Sin encasillar a Akerman en un movimiento específico, una constante preocupación de sus películas es el rol femenino y la perspectiva social sobre las mujeres. Gran parte de este discurso fue inspirado por observar a su mamá, cuya vida fue trastocada y casi destruida después de años en Auschwitz. Natalia Akerman nunca se recuperó del todo y mantuvo a su familia muy cerca, en ocasiones de una forma no saludable.
Esta cercanía fue una bendición y una condena para Akerman. Su madre la motivaba a encontrar un camino profesional, pero no le hacía bien la distancia física entre ambas. Eventualmente, Chantal logró encontrar una carrera a la cual dedicarse: el cine. La futura directora estudió en el Instituto Nacional Superior de Artes del Espectáculo y Técnicas de difusión (INSAS en francés),
Tres meses después de matricularse, Akerman se cansó de sólo estudiar matemáticas, física y química, ella quería hacer. Fascinada por las películas de Jean-Luc Godard (en particular Pierrot el Loco) y con unas ganas imperantes de ponerse a trabajar, Akerman deja el INSAS, comienza a vender acciones en la bolsa de valores de Amberes y logra financiar su primer cortometraje, Saute ma Ville (traducido como Alborota mi Ciudad).
Este debut, motivado por el realizador francés, es un vivaz y frenético retrato de una joven que poco a poco pierde la cordura. Protagonizado por ella misma, Akerman plasmó aquí muchos de los elementos que se volverían principales en su obra, pero dos principalmente: psicología femenina e influencia del espacio geográfico.
A pesar de esta vena francesa, quizá el mayor impacto artístico que Akerman tuvo, vino del otro lado del océano: la vanguardia de cine norteamericano. El gusto por realizadores como Jonas Mekas o Michael Snow llevó a Chantal Akerman no sólo a adaptar sus estilos, sino a mudarse para Nueva York y realizar películas ahí.
Akerman tomó un centenar de características de la vanguardia norteamericana y decidió ocuparlas para sus necesidades. Tomas extremadamente largas, un énfasis muy específico en la vida cotidiana, un acercamiento documental hacia la vida diaria y la narración en off se convirtieron en sellos de Akerman también.
Su obra más celebrada, Jeanne Dielman, es una quemadura lentísima, donde la cámara sigue con monotonía, repetición y tomas largas a una mujer hasta que lentamente otras cosas empiezan a suceder (la película dura más de tres horas). Sobre esto, Akerman dijo lo siguiente: “¿Es acaso porque vemos algo una vez, que creemos que no necesitamos volverlo a ver? Al contrario, cuando mostramos algo que todos han visto, es quizá en ese punto cuando se ve por primera vez”.
No obstante, un trabajo como News from Home en apariencia es diferente, pero contiene rastros similares. Aquí, Akerman filma varias partes de Nueva York (con largas tomas contemplativas) mientras en off se escucha cómo lee las cartas que su madre le enviaba cuando vivía ahí.
Akerman tenía un versátil talento para la ficción y la no ficción. El estilo del trabajo casi siempre estaba subordinado más hacia sus intenciones y la búsqueda del objetivo que tenía determinado proyecto. Es decir, la influencia americana en Akerman es portentosa, pero tampoco fue definitiva. La filmografía de Akerman es difícil de clasificar no por su innovación (la cual fue mesurada), sino porque conjugó efectivamente dos mundos aparentemente opuestos: la vanguardia cinematográfica y la ficción.
En su filmografía, Akerman no está en absoluto limitada. Películas como Del Este que revisan la caída del bloque soviético y las repercusiones que tuvo en una población oprimida, o Del Otro Lado, que documenta la frontera entre México y Estados Unidos son experimentos sobre lugares y sus habitantes, cada uno con sus únicas formas de acercarse a los sujetos. También puede realizar comedias románticas como en Un Sofá en Nueva York, protagonizada por Juliette Binoche y William Hurt, o Historias Americanas, donde varias personas judías cuentan su historia en esa misma ciudad.
Inclusive en sus trabajos más accesibles, Akerman siempre imprimió una aguda sensación avant-garde. Pero aún con estas aportaciones, quizá ninguna resalta (y se celebra) tanto como su apoyo hacia el cine con perspectiva feminista. Ella no consideraba sus películas feministas, pero eso no la hacía menos parte del movimiento. Jeanne Dielman podrá parecer una película aburrida y monótona, pero Akerman no la veía así. Para ella, las acciones de la protagonista corresponden a las acciones ignoradas que todas las mujeres atraviesan en una sociedad machista y negligente. Para ser una cineasta no autocatalogada como feminista, Akerman tenía una clara perspectiva de género para sus largometrajes.
Otras películas como Los Encuentros de Anna o Retrato de una joven en los años 60 en Bruselas, hacen de las mujeres el centro de la historia y el centro del cuadro también. Akerman tenía una necedad formal que no era tan buena en la dirección de actores, pero era muy efectiva para mandar mensajes de manera audiovisual. En estas películas, las mujeres constantemente están encuadradas al centro, y los cambios que atraviesan son usualmente un ambicioso relato sobre cómo son tratadas en la sociedad contemporánea.
La última película de Chantal Akerman se titula No Home Movie, es un documental sobre su madre y la relación que existía entre ambas. Al poco tiempo de haber terminado la grabación, Natalia Akerman falleció a los 86 años. Unos días antes de estrenar la película en el Festival de Cine de Nueva York, Akerman se quitó la vida.
Chantal Akerman tenía talento no sólo para expresar mensajes con las películas, también para escuchar a las personas, y retratar sus vidas singularmente en una pantalla. Sus películas podrán ser lentas y sin mucho movimiento de la cámara, pero eso es porque el movimiento está en el cuadro, en la persona que lo habita y su personalidad tan extraordinaria ya sea real o ficticia. Eso, más que cualquier talento cinematográfico, es empatía, una materia en la que Akerman era experta.
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