Hay una suerte de leyenda urbana (de la urbe de los neurocientíficos, probablemente) que cuenta que una vez, en 1996, en la Universidad de Parma, Giacomo Rizzolatti –neurobiólogo ucrano-italiano– y su equipo estaban estudiando las neuronas motoras, aquellas que controlan el movimiento. Uno de los experimentos consistía en mostrarle al mono unos cacahuates, y cuando el animal se moviera para comerlos, se hacía un registro de los impulsos que generaban sus células cerebrales. En un momento, uno de los investigadores decidió comerse uno también y uno de los monos, aún conectado a las máquinas, lo vio hacerlo. Los registros empezaron a mostrar actividad en otras células. Este accidente promovido por la gula, permitió que se descubrieran las neuronas espejo, también conocidas como neuronas de la empatía.[caption id="attachment_211786" align="aligncenter" width="330"]
Giacomo Rizzolatti[/caption]
Estas neuronas se encargan de que podamos imitar y aprender de lo que vemos, pero más importante, son las que nos definen como seres sociales, porque nos dan la señal necesaria para reaccionar a lo que hace el otro, y así acercarnos. También permiten, por ejemplo, que al ver una pintura entendamos qué es eso que nos transmite, porque ya lo habíamos sentido anteriormente; que compartamos las emociones de un personaje de película, o que un libro nos transporte a un tiempo y espacio alternos, en los que quizá nunca hemos estado, ni estaremos.Estas neuronas, y la ciencia en general, no están lejos del arte, sino todo lo contrario, pues nos permiten apreciarlo. Sin embargo, durante años, estas disciplinas se han relacionado con zonas distintas del cerebro, como mundos distantes y con nada en común. Al no aislar una de la otra, se enriquece mucho más el conocimiento. Como dice el novelista y curador del festival El Aleph, José Gordon: “sí el arte se deja contagiar por la ciencia y la ciencia se deja contagiar por la imaginación artística, estamos hablando de la generación de nuevas ideas y de intuiciones que son necesarias para el desarrollo del conocimiento y para el desarrollo de la creatividad”.El Aleph: Festival de Arte y Ciencia celebra su segunda edición del 30 de mayo al 3 de junio. Es un evento, promovido por CulturaUNAM en el que se busca que la gente tenga un acercamiento lúdico, interesante y significativo a las ciencias, utilizando el arte como herramienta principal de transmisión.Este año la línea discursiva del festival son las fronteras del cerebro y la inteligencia artificial. Su programa tiene más de 45 actividades entre conferencias, danza, teatro, cine, música y espectáculos infantiles. En palabras de Gordon, este es un festival que ataca el reto de comunicar y difundir la ciencia a públicos más amplios, “aquí nos damos cuenta de la importancia de estos relatos para entendernos, para leernos, para comprendernos a nosotros mismos”, afirma.
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La premisa del festival es que, tanto la ciencia como el arte, son disciplinas que tienen la función ayudarnos a comprender el mundo en el que vivimos. Por supuesto que ambas difieren en formas, y muchas veces en fondo, pero son las ventanas a situaciones en realidad son tremendamente cercanas, incluso compartidas.Al festival asistirán, además del mismísimo Giacomo Rizzolatti, muchos neurocientíficos mexicanos y extranjeros; el neuropsiquiatra Richard Andersen, quien ha dedicado su investigación a generar comunicación entre la mente y la máquina; Perminder Sachdev, neuropsiquiatra y director del Centro para el Envejecimiento Sano del Cerebro en la Universidad de Nueva Gales del Sur en Sidney. También participarán Joseph LeDoux, el músico y director del Instituto del Cerebro Emocional en la Universidad de Nueva York; y Ranulfo Romo, reconocido investigador del Instituto de Fisiología Celular de la UNAM, quien hablará sobre su descubrimiento de las neuronas de la voluntad, que comienzan a activarse incluso antes de pasar por el umbral de lo que llamamos “decisión consciente”. Además, habrá sesiones de cine, obras de teatro y una puesta en escena de danza de Hiroaki Umeda, un coreógrafo y bailarín que basa su diseño dancístico en procesos neuronales.[caption id="attachment_211787" align="aligncenter" width="715"]
Una de las puestas en escena de Hiroaki Umeda[/caption]“Cuando hemos explorado las galaxias, nos hemos dado cuenta de que hay algunas que tienen más de 100,000 millones de estrellas y cuando hablamos del cerebro, se estima que tenemos 100,000 millones de neuronas. Partiendo de esto, podemos decir que tenemos una galaxia en el cerebro, y lo interesante es que tanto la ciencia como el arte la investigan por igual”, concluye Gordon. *Parte de la programación será transmitida en vivo vía streaming por el canal de Youtube CulturaUNAM.Para consultar el programa visita www.culturaunam.mx/elaleph