El curador de arte Cuauhtémoc Medina da nuevas pistas de las múltiples facetas de Dr. Atl.
Gerardo Murillo, mejor conocido como Dr. Atl (Guadalajara, 1875-Ciudad de México, 1964), ha sido recordado como un referente del paisajismo en la historia del arte en México, aunque la pintura fue una de las tantas facetas de su quehacer. Uno de sus proyectos menos conocidos, y al que dedicó la mayor parte de su vida, fue la planeación de lo que llamó Olinka, la Ciudad de la Cultura, que estaría conformada por artistas, científicos y pensadores que, sin los estorbos del Estado, pudieran contar con una autonomía creativa.
Este ambicioso plan que, a pesar de sus esfuerzos, nunca se concretó y quedó en escritos, propuestas y planos, lo retoma Cuauhtémoc Medina en su más reciente libro Olinka. La ciudad ideal del Dr. Atl, editado por El Colegio Nacional. Es un relato de lo que el autor y curador de arte contemporáneo denomina como la “crónica de un fracaso”. Su acercamiento parte de una historiografía que permite evidenciar puntos ciegos de lo que hasta ahora se ha escrito sobre el Dr. Atl. En entrevista para Gatopardo, Medina señala: “Algo muy benéfico que ha ocurrido en América Latina es la manera en que hemos desarrollado una sensibilidad por entender proyectos que no necesariamente se pudieron realizar con el acompañamiento del poder, y que están en esta situación precaria de unos cuantos trazos”.
El libro rastrea los cimientos políticos y conceptuales de esta propuesta de ciudad ideal, especialmente la actividad que Dr. Atl tuvo con el grupo francés L’Action d’Art, cuyo propósito fue formular una hipótesis sobre las relaciones entre el arte y la sociedad moderna. En 1913, él planteó por primera vez construir una ciudad al sur de París que permitiera a los artistas liberarse del orden social del capitalismo. Asimismo, desarrolló el concepto de la “artistocracia”, que apuntaba a una democracia de artistas en la que ellos tuvieran el papel de directores sociales. En otras palabras, una élite intelectual que, gracias al aislamiento, pudiera redirigir y salvar a la sociedad.
Regresó a México para unirse al movimiento antihuertista y por un periodo largo su proyecto quedó en pausa. Fue hasta 1952 que retomó la idea, de acuerdo con Medina, influido en parte por su marcada tendencia antisemita y la urgencia de levantar esta ciudad ante la caída del fascismo en Europa.
También te puede interesar:
Dr. Atl: cráter revolucionario
Los caminos paralelos de Picasso y Rivera
En el libro se narran los numerosos intentos que Dr. Atl hizo para conseguir el lugar adecuado. Montebello en Chiapas, el valle de Pihuamo en Jalisco,
Cupatitzio en Michoacán, Tepoztlán en Morelos y la Sierra de Santa Catarina fueron algunos de los que consideró. Los planos arquitectónicos se realizaron en 1959 por Jacobo Königsberg, quien proyectó la ciudad en el interior del cráter La Caldera en la Sierra de Santa Catarina y posteriormente para la región del Bajío.
La ciudad, que se llamaría Olinka, palabra del náhuatl que significa “donde se produce movimiento”, fue una empresa que se frustró de manera constante ante “las burocracias, los avatares de una vida y el frecuente desdén de su creador”, señala el autor. Al no ver avances, ni contar con apoyos nacionales ni internacionales, se decidió por abandonar el proyecto millonario de esta matriz mundial.
Medina reunió en el libro estos planos que dan cuenta de las inquietudes creativas fuera del canon del Dr. Atl. Por ejemplo, creía que la nueva civilización sería cosmonauta y que esto permitiría la transición de homo sapiens a superhombre. En su polis buscaría desarrollar la ciencia de la cerebrología, ya que pensaba que la forma de alcanzar el universo no sería con naves sino con los poderes del cerebro. El contexto en el que le tocó vivir fue propicio para desarrollar este tipo de aspiraciones. “Su excentricidad es la excentricidad del momento”, concluye el autor sobre este libro que así como desmitifica, da vida y dignifica un proyecto fracasado.
Recomendaciones Gatopardo
Más historias que podrían interesarte.