Ennio Morricone no creía en la inspiración

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Sin Ennio Morricone el incendio del Cinema Paradiso no habría roto tantos corazones; La leyenda del pianista en el océano, sería la desoladora historia de un huérfano en un trasatlántico; y Clint Eastwood no habría alcanzado tremenda dimensión como pistolero fronterizo del medio oeste en Por un puñado de dólares o en El bueno, el malo y el feo.

¿Cómo se despide un genio de la música? De su arte, con una gira. De la vida, con una carta: 

“Yo, Ennio Morricone, he muerto. Lo anuncio así a todos los amigos que siempre me fueron cercanos y también a esos un poco lejanos que despido con gran afecto. [...] Hay solo una razón que me empuja a despedirme de este modo y a tener un funeral privado: no quiero molestar. (... A María) renuevo el amor extraordinario que nos ha mantenido juntos y que lamento abandonar. A ella es mi más doloroso adiós”.

El adiós al público sucedió en 2019, con una gira por Europa en la que Morricone pensaba en la muerte, reafirmaba su creencia en Dios y aceptaba el misterio sobre el más allá. “No sé cómo será. Esperemos que esté bien”, dijo al periódico El País

Su mensaje de despedida fue leído por su abogado Giorgio Assuma a las puertas del hospital. Ennio Morricone se fue a los 91 años y dejó tras de sí una leyenda escrita en partituras para salas de cine.

[read more]

La misión Ennio Morricone
La misión (1986).

De él se dice mucho: que no sólo no despreciaba el fútbol sino que se declaraba abiertamente fanático; que no ahondaba en su vida privada más allá de las ocasiones en las que recordaba cómo la música lo había salvado de la guerra en la Italia fascista; que su recelo contra los periodistas era tal que los habría preferido mancos con tal de que no movieran los objetos de su casa durante las entrevistas; y sobre todo, que no fue un emperador, pero sí un romano que conquistó al mismo tiempo el mundo del cine y de la música. 

Los protagonistas y los directores suelen ser los rostros visibles del cine, pero sin música muchas películas jamás se hubieran tornado inolvidables. Morricone supo concretar esa transformación como muy pocos. “La música puede tener incluso el papel del narrador, sustituyendo a la palabra”, llegó a decir en 1980 al periodista Joaquín Soler.

Sin Ennio Morricone el incendio de Cinema paradiso (1988) no habría roto tantos corazones; La leyenda del pianista en el océano (1998) sería la desoladora historia de un huérfano en un trasatlántico; y Clint Eastwood no habría alcanzado tremenda dimensión como pistolero fronterizo del medio oeste en Por un puñado de dólares (1964) o en El bueno, el malo y el feo (1966).

"De él se dice mucho: que no sólo no despreciaba el fútbol sino que se declaraba abiertamente fanático; que no ahondaba en su vida privada más allá de las ocasiones en las que recordaba cómo la música lo había salvado de la guerra en la Italia fascista".

Morricone es responsable de buena parte del resultado final del secuestro ideado por Pedro Almodovar en Átame (1989), y sin él, Novecento (1976), Érase una vez en América (1984), y La misión (1986) serían películas inofensivas. Como esas, hay más de 500 en las que provocó estremecimientos.

“He sufrido mucho cuando he hecho cine, porque tenía que escribir una música que estuviera bien para mí y para el filme, el público, el director o el productor. Es un ejercicio de dificultad tremenda, mis obras tenían que mantener la dignidad”, dijo en otra entrevista a Tommaso Koch

Ennio Morricone no perdía tiempo en privilegiar la vista sobre el resto de los sentidos. Tuvo un oído siempre atento a su realidad inmediata, que para él que nació en Roma en 1928 entre sonidos de guerra y estómagos vacíos. Cuando pudo entrar al Conservatorio de Santa Cecilia se diplomó en trombón, pero con el tiempo se alejó de la música clásica, por lo que describió como una decisión de supervivencia. Fue entonces que en los años sesenta se entregaría en medio de profunda soledad y concentración a escribir música con un destino más amplio.

Cinema Paradiso (1988).

Su música apareció primero en los westerns de Sergio Leone. Y aunque esos filmes estuvieron entre los más conocidos de su carrera, años después Morricone diría que las películas que recordaba con especial cariño eran aquellas que menos suerte tuvieron a pesar de merecerla. 

El mito del hombre gruñón con que algunos lo describen deja un asomo de duda si se le observa en YouTube bajar temblorosamente a sus 88 años del palco del Teatro Dolby, rumbo al escenario para recibir un premio Óscar. “Este premio se lo dedico a mi esposa María que está viéndome en este momento”, pronunció con un hilo de voz de voz temblorosa, conmovida. 

El hombre que estuvo nominado seis veces al Óscar, el cual ganó hasta 2016 por su pieza musical en Los odiosos ocho (2015), es el mismo que casi no escuchaba música porque decía tener suficiente con escuchar la suya como para detenerse en la de otros. 

"Sin Ennio Morricone el incendio de Cinema paradiso no habría roto tantos corazones; La leyenda del pianista en el océano sería la desoladora historia de un huérfano en un trasatlántico; y Clint Eastwood no habría alcanzado tremenda dimensión como pistolero fronterizo del medio oeste en Por un puñado de dólares".

Morricone tenía una revolución interna que llevaba a sus piezas a encontrar una vida propia en la que floreciera su independencia de los filmes. Insistía en que ese yugo no era propio de la actualidad, y que igual de condicionados estaban los compositores que en 1800 daban vida a ballets y óperas.

“Ellos también eran esclavos de la palabra y la historia. Pero siempre se puede superar ese condicionamiento para descubrir en el límite una nueva libertad. Ese es el mayor propósito, rescatar esa posibilidad expresiva por encima del filme al que sirve”, le dijo a Soler.

El genio de la música no creía en la inspiración. “Es un concepto viejo y romántico para seducir mujeres del ochocientos. En la música el uno por ciento es la inspiración y el 99 por ciento restante la transpiración, la fatiga y el sudor”.

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Sin Ennio Morricone el incendio del Cinema Paradiso no habría roto tantos corazones; La leyenda del pianista en el océano, sería la desoladora historia de un huérfano en un trasatlántico; y Clint Eastwood no habría alcanzado tremenda dimensión como pistolero fronterizo del medio oeste en Por un puñado de dólares o en El bueno, el malo y el feo.

¿Cómo se despide un genio de la música? De su arte, con una gira. De la vida, con una carta: 

“Yo, Ennio Morricone, he muerto. Lo anuncio así a todos los amigos que siempre me fueron cercanos y también a esos un poco lejanos que despido con gran afecto. [...] Hay solo una razón que me empuja a despedirme de este modo y a tener un funeral privado: no quiero molestar. (... A María) renuevo el amor extraordinario que nos ha mantenido juntos y que lamento abandonar. A ella es mi más doloroso adiós”.

El adiós al público sucedió en 2019, con una gira por Europa en la que Morricone pensaba en la muerte, reafirmaba su creencia en Dios y aceptaba el misterio sobre el más allá. “No sé cómo será. Esperemos que esté bien”, dijo al periódico El País

Su mensaje de despedida fue leído por su abogado Giorgio Assuma a las puertas del hospital. Ennio Morricone se fue a los 91 años y dejó tras de sí una leyenda escrita en partituras para salas de cine.

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La misión Ennio Morricone
La misión (1986).

De él se dice mucho: que no sólo no despreciaba el fútbol sino que se declaraba abiertamente fanático; que no ahondaba en su vida privada más allá de las ocasiones en las que recordaba cómo la música lo había salvado de la guerra en la Italia fascista; que su recelo contra los periodistas era tal que los habría preferido mancos con tal de que no movieran los objetos de su casa durante las entrevistas; y sobre todo, que no fue un emperador, pero sí un romano que conquistó al mismo tiempo el mundo del cine y de la música. 

Los protagonistas y los directores suelen ser los rostros visibles del cine, pero sin música muchas películas jamás se hubieran tornado inolvidables. Morricone supo concretar esa transformación como muy pocos. “La música puede tener incluso el papel del narrador, sustituyendo a la palabra”, llegó a decir en 1980 al periodista Joaquín Soler.

Sin Ennio Morricone el incendio de Cinema paradiso (1988) no habría roto tantos corazones; La leyenda del pianista en el océano (1998) sería la desoladora historia de un huérfano en un trasatlántico; y Clint Eastwood no habría alcanzado tremenda dimensión como pistolero fronterizo del medio oeste en Por un puñado de dólares (1964) o en El bueno, el malo y el feo (1966).

"De él se dice mucho: que no sólo no despreciaba el fútbol sino que se declaraba abiertamente fanático; que no ahondaba en su vida privada más allá de las ocasiones en las que recordaba cómo la música lo había salvado de la guerra en la Italia fascista".

Morricone es responsable de buena parte del resultado final del secuestro ideado por Pedro Almodovar en Átame (1989), y sin él, Novecento (1976), Érase una vez en América (1984), y La misión (1986) serían películas inofensivas. Como esas, hay más de 500 en las que provocó estremecimientos.

“He sufrido mucho cuando he hecho cine, porque tenía que escribir una música que estuviera bien para mí y para el filme, el público, el director o el productor. Es un ejercicio de dificultad tremenda, mis obras tenían que mantener la dignidad”, dijo en otra entrevista a Tommaso Koch

Ennio Morricone no perdía tiempo en privilegiar la vista sobre el resto de los sentidos. Tuvo un oído siempre atento a su realidad inmediata, que para él que nació en Roma en 1928 entre sonidos de guerra y estómagos vacíos. Cuando pudo entrar al Conservatorio de Santa Cecilia se diplomó en trombón, pero con el tiempo se alejó de la música clásica, por lo que describió como una decisión de supervivencia. Fue entonces que en los años sesenta se entregaría en medio de profunda soledad y concentración a escribir música con un destino más amplio.

Cinema Paradiso (1988).

Su música apareció primero en los westerns de Sergio Leone. Y aunque esos filmes estuvieron entre los más conocidos de su carrera, años después Morricone diría que las películas que recordaba con especial cariño eran aquellas que menos suerte tuvieron a pesar de merecerla. 

El mito del hombre gruñón con que algunos lo describen deja un asomo de duda si se le observa en YouTube bajar temblorosamente a sus 88 años del palco del Teatro Dolby, rumbo al escenario para recibir un premio Óscar. “Este premio se lo dedico a mi esposa María que está viéndome en este momento”, pronunció con un hilo de voz de voz temblorosa, conmovida. 

El hombre que estuvo nominado seis veces al Óscar, el cual ganó hasta 2016 por su pieza musical en Los odiosos ocho (2015), es el mismo que casi no escuchaba música porque decía tener suficiente con escuchar la suya como para detenerse en la de otros. 

"Sin Ennio Morricone el incendio de Cinema paradiso no habría roto tantos corazones; La leyenda del pianista en el océano sería la desoladora historia de un huérfano en un trasatlántico; y Clint Eastwood no habría alcanzado tremenda dimensión como pistolero fronterizo del medio oeste en Por un puñado de dólares".

Morricone tenía una revolución interna que llevaba a sus piezas a encontrar una vida propia en la que floreciera su independencia de los filmes. Insistía en que ese yugo no era propio de la actualidad, y que igual de condicionados estaban los compositores que en 1800 daban vida a ballets y óperas.

“Ellos también eran esclavos de la palabra y la historia. Pero siempre se puede superar ese condicionamiento para descubrir en el límite una nueva libertad. Ese es el mayor propósito, rescatar esa posibilidad expresiva por encima del filme al que sirve”, le dijo a Soler.

El genio de la música no creía en la inspiración. “Es un concepto viejo y romántico para seducir mujeres del ochocientos. En la música el uno por ciento es la inspiración y el 99 por ciento restante la transpiración, la fatiga y el sudor”.

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Sin Ennio Morricone el incendio del Cinema Paradiso no habría roto tantos corazones; La leyenda del pianista en el océano, sería la desoladora historia de un huérfano en un trasatlántico; y Clint Eastwood no habría alcanzado tremenda dimensión como pistolero fronterizo del medio oeste en Por un puñado de dólares o en El bueno, el malo y el feo.

¿Cómo se despide un genio de la música? De su arte, con una gira. De la vida, con una carta: 

“Yo, Ennio Morricone, he muerto. Lo anuncio así a todos los amigos que siempre me fueron cercanos y también a esos un poco lejanos que despido con gran afecto. [...] Hay solo una razón que me empuja a despedirme de este modo y a tener un funeral privado: no quiero molestar. (... A María) renuevo el amor extraordinario que nos ha mantenido juntos y que lamento abandonar. A ella es mi más doloroso adiós”.

El adiós al público sucedió en 2019, con una gira por Europa en la que Morricone pensaba en la muerte, reafirmaba su creencia en Dios y aceptaba el misterio sobre el más allá. “No sé cómo será. Esperemos que esté bien”, dijo al periódico El País

Su mensaje de despedida fue leído por su abogado Giorgio Assuma a las puertas del hospital. Ennio Morricone se fue a los 91 años y dejó tras de sí una leyenda escrita en partituras para salas de cine.

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La misión Ennio Morricone
La misión (1986).

De él se dice mucho: que no sólo no despreciaba el fútbol sino que se declaraba abiertamente fanático; que no ahondaba en su vida privada más allá de las ocasiones en las que recordaba cómo la música lo había salvado de la guerra en la Italia fascista; que su recelo contra los periodistas era tal que los habría preferido mancos con tal de que no movieran los objetos de su casa durante las entrevistas; y sobre todo, que no fue un emperador, pero sí un romano que conquistó al mismo tiempo el mundo del cine y de la música. 

Los protagonistas y los directores suelen ser los rostros visibles del cine, pero sin música muchas películas jamás se hubieran tornado inolvidables. Morricone supo concretar esa transformación como muy pocos. “La música puede tener incluso el papel del narrador, sustituyendo a la palabra”, llegó a decir en 1980 al periodista Joaquín Soler.

Sin Ennio Morricone el incendio de Cinema paradiso (1988) no habría roto tantos corazones; La leyenda del pianista en el océano (1998) sería la desoladora historia de un huérfano en un trasatlántico; y Clint Eastwood no habría alcanzado tremenda dimensión como pistolero fronterizo del medio oeste en Por un puñado de dólares (1964) o en El bueno, el malo y el feo (1966).

"De él se dice mucho: que no sólo no despreciaba el fútbol sino que se declaraba abiertamente fanático; que no ahondaba en su vida privada más allá de las ocasiones en las que recordaba cómo la música lo había salvado de la guerra en la Italia fascista".

Morricone es responsable de buena parte del resultado final del secuestro ideado por Pedro Almodovar en Átame (1989), y sin él, Novecento (1976), Érase una vez en América (1984), y La misión (1986) serían películas inofensivas. Como esas, hay más de 500 en las que provocó estremecimientos.

“He sufrido mucho cuando he hecho cine, porque tenía que escribir una música que estuviera bien para mí y para el filme, el público, el director o el productor. Es un ejercicio de dificultad tremenda, mis obras tenían que mantener la dignidad”, dijo en otra entrevista a Tommaso Koch

Ennio Morricone no perdía tiempo en privilegiar la vista sobre el resto de los sentidos. Tuvo un oído siempre atento a su realidad inmediata, que para él que nació en Roma en 1928 entre sonidos de guerra y estómagos vacíos. Cuando pudo entrar al Conservatorio de Santa Cecilia se diplomó en trombón, pero con el tiempo se alejó de la música clásica, por lo que describió como una decisión de supervivencia. Fue entonces que en los años sesenta se entregaría en medio de profunda soledad y concentración a escribir música con un destino más amplio.

Cinema Paradiso (1988).

Su música apareció primero en los westerns de Sergio Leone. Y aunque esos filmes estuvieron entre los más conocidos de su carrera, años después Morricone diría que las películas que recordaba con especial cariño eran aquellas que menos suerte tuvieron a pesar de merecerla. 

El mito del hombre gruñón con que algunos lo describen deja un asomo de duda si se le observa en YouTube bajar temblorosamente a sus 88 años del palco del Teatro Dolby, rumbo al escenario para recibir un premio Óscar. “Este premio se lo dedico a mi esposa María que está viéndome en este momento”, pronunció con un hilo de voz de voz temblorosa, conmovida. 

El hombre que estuvo nominado seis veces al Óscar, el cual ganó hasta 2016 por su pieza musical en Los odiosos ocho (2015), es el mismo que casi no escuchaba música porque decía tener suficiente con escuchar la suya como para detenerse en la de otros. 

"Sin Ennio Morricone el incendio de Cinema paradiso no habría roto tantos corazones; La leyenda del pianista en el océano sería la desoladora historia de un huérfano en un trasatlántico; y Clint Eastwood no habría alcanzado tremenda dimensión como pistolero fronterizo del medio oeste en Por un puñado de dólares".

Morricone tenía una revolución interna que llevaba a sus piezas a encontrar una vida propia en la que floreciera su independencia de los filmes. Insistía en que ese yugo no era propio de la actualidad, y que igual de condicionados estaban los compositores que en 1800 daban vida a ballets y óperas.

“Ellos también eran esclavos de la palabra y la historia. Pero siempre se puede superar ese condicionamiento para descubrir en el límite una nueva libertad. Ese es el mayor propósito, rescatar esa posibilidad expresiva por encima del filme al que sirve”, le dijo a Soler.

El genio de la música no creía en la inspiración. “Es un concepto viejo y romántico para seducir mujeres del ochocientos. En la música el uno por ciento es la inspiración y el 99 por ciento restante la transpiración, la fatiga y el sudor”.

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Sin Ennio Morricone el incendio del Cinema Paradiso no habría roto tantos corazones; La leyenda del pianista en el océano, sería la desoladora historia de un huérfano en un trasatlántico; y Clint Eastwood no habría alcanzado tremenda dimensión como pistolero fronterizo del medio oeste en Por un puñado de dólares o en El bueno, el malo y el feo.

¿Cómo se despide un genio de la música? De su arte, con una gira. De la vida, con una carta: 

“Yo, Ennio Morricone, he muerto. Lo anuncio así a todos los amigos que siempre me fueron cercanos y también a esos un poco lejanos que despido con gran afecto. [...] Hay solo una razón que me empuja a despedirme de este modo y a tener un funeral privado: no quiero molestar. (... A María) renuevo el amor extraordinario que nos ha mantenido juntos y que lamento abandonar. A ella es mi más doloroso adiós”.

El adiós al público sucedió en 2019, con una gira por Europa en la que Morricone pensaba en la muerte, reafirmaba su creencia en Dios y aceptaba el misterio sobre el más allá. “No sé cómo será. Esperemos que esté bien”, dijo al periódico El País

Su mensaje de despedida fue leído por su abogado Giorgio Assuma a las puertas del hospital. Ennio Morricone se fue a los 91 años y dejó tras de sí una leyenda escrita en partituras para salas de cine.

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La misión Ennio Morricone
La misión (1986).

De él se dice mucho: que no sólo no despreciaba el fútbol sino que se declaraba abiertamente fanático; que no ahondaba en su vida privada más allá de las ocasiones en las que recordaba cómo la música lo había salvado de la guerra en la Italia fascista; que su recelo contra los periodistas era tal que los habría preferido mancos con tal de que no movieran los objetos de su casa durante las entrevistas; y sobre todo, que no fue un emperador, pero sí un romano que conquistó al mismo tiempo el mundo del cine y de la música. 

Los protagonistas y los directores suelen ser los rostros visibles del cine, pero sin música muchas películas jamás se hubieran tornado inolvidables. Morricone supo concretar esa transformación como muy pocos. “La música puede tener incluso el papel del narrador, sustituyendo a la palabra”, llegó a decir en 1980 al periodista Joaquín Soler.

Sin Ennio Morricone el incendio de Cinema paradiso (1988) no habría roto tantos corazones; La leyenda del pianista en el océano (1998) sería la desoladora historia de un huérfano en un trasatlántico; y Clint Eastwood no habría alcanzado tremenda dimensión como pistolero fronterizo del medio oeste en Por un puñado de dólares (1964) o en El bueno, el malo y el feo (1966).

"De él se dice mucho: que no sólo no despreciaba el fútbol sino que se declaraba abiertamente fanático; que no ahondaba en su vida privada más allá de las ocasiones en las que recordaba cómo la música lo había salvado de la guerra en la Italia fascista".

Morricone es responsable de buena parte del resultado final del secuestro ideado por Pedro Almodovar en Átame (1989), y sin él, Novecento (1976), Érase una vez en América (1984), y La misión (1986) serían películas inofensivas. Como esas, hay más de 500 en las que provocó estremecimientos.

“He sufrido mucho cuando he hecho cine, porque tenía que escribir una música que estuviera bien para mí y para el filme, el público, el director o el productor. Es un ejercicio de dificultad tremenda, mis obras tenían que mantener la dignidad”, dijo en otra entrevista a Tommaso Koch

Ennio Morricone no perdía tiempo en privilegiar la vista sobre el resto de los sentidos. Tuvo un oído siempre atento a su realidad inmediata, que para él que nació en Roma en 1928 entre sonidos de guerra y estómagos vacíos. Cuando pudo entrar al Conservatorio de Santa Cecilia se diplomó en trombón, pero con el tiempo se alejó de la música clásica, por lo que describió como una decisión de supervivencia. Fue entonces que en los años sesenta se entregaría en medio de profunda soledad y concentración a escribir música con un destino más amplio.

Cinema Paradiso (1988).

Su música apareció primero en los westerns de Sergio Leone. Y aunque esos filmes estuvieron entre los más conocidos de su carrera, años después Morricone diría que las películas que recordaba con especial cariño eran aquellas que menos suerte tuvieron a pesar de merecerla. 

El mito del hombre gruñón con que algunos lo describen deja un asomo de duda si se le observa en YouTube bajar temblorosamente a sus 88 años del palco del Teatro Dolby, rumbo al escenario para recibir un premio Óscar. “Este premio se lo dedico a mi esposa María que está viéndome en este momento”, pronunció con un hilo de voz de voz temblorosa, conmovida. 

El hombre que estuvo nominado seis veces al Óscar, el cual ganó hasta 2016 por su pieza musical en Los odiosos ocho (2015), es el mismo que casi no escuchaba música porque decía tener suficiente con escuchar la suya como para detenerse en la de otros. 

"Sin Ennio Morricone el incendio de Cinema paradiso no habría roto tantos corazones; La leyenda del pianista en el océano sería la desoladora historia de un huérfano en un trasatlántico; y Clint Eastwood no habría alcanzado tremenda dimensión como pistolero fronterizo del medio oeste en Por un puñado de dólares".

Morricone tenía una revolución interna que llevaba a sus piezas a encontrar una vida propia en la que floreciera su independencia de los filmes. Insistía en que ese yugo no era propio de la actualidad, y que igual de condicionados estaban los compositores que en 1800 daban vida a ballets y óperas.

“Ellos también eran esclavos de la palabra y la historia. Pero siempre se puede superar ese condicionamiento para descubrir en el límite una nueva libertad. Ese es el mayor propósito, rescatar esa posibilidad expresiva por encima del filme al que sirve”, le dijo a Soler.

El genio de la música no creía en la inspiración. “Es un concepto viejo y romántico para seducir mujeres del ochocientos. En la música el uno por ciento es la inspiración y el 99 por ciento restante la transpiración, la fatiga y el sudor”.

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¿Cómo se despide un genio de la música? De su arte, con una gira. De la vida, con una carta: 

“Yo, Ennio Morricone, he muerto. Lo anuncio así a todos los amigos que siempre me fueron cercanos y también a esos un poco lejanos que despido con gran afecto. [...] Hay solo una razón que me empuja a despedirme de este modo y a tener un funeral privado: no quiero molestar. (... A María) renuevo el amor extraordinario que nos ha mantenido juntos y que lamento abandonar. A ella es mi más doloroso adiós”.

El adiós al público sucedió en 2019, con una gira por Europa en la que Morricone pensaba en la muerte, reafirmaba su creencia en Dios y aceptaba el misterio sobre el más allá. “No sé cómo será. Esperemos que esté bien”, dijo al periódico El País

Su mensaje de despedida fue leído por su abogado Giorgio Assuma a las puertas del hospital. Ennio Morricone se fue a los 91 años y dejó tras de sí una leyenda escrita en partituras para salas de cine.

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La misión (1986).

De él se dice mucho: que no sólo no despreciaba el fútbol sino que se declaraba abiertamente fanático; que no ahondaba en su vida privada más allá de las ocasiones en las que recordaba cómo la música lo había salvado de la guerra en la Italia fascista; que su recelo contra los periodistas era tal que los habría preferido mancos con tal de que no movieran los objetos de su casa durante las entrevistas; y sobre todo, que no fue un emperador, pero sí un romano que conquistó al mismo tiempo el mundo del cine y de la música. 

Los protagonistas y los directores suelen ser los rostros visibles del cine, pero sin música muchas películas jamás se hubieran tornado inolvidables. Morricone supo concretar esa transformación como muy pocos. “La música puede tener incluso el papel del narrador, sustituyendo a la palabra”, llegó a decir en 1980 al periodista Joaquín Soler.

Sin Ennio Morricone el incendio de Cinema paradiso (1988) no habría roto tantos corazones; La leyenda del pianista en el océano (1998) sería la desoladora historia de un huérfano en un trasatlántico; y Clint Eastwood no habría alcanzado tremenda dimensión como pistolero fronterizo del medio oeste en Por un puñado de dólares (1964) o en El bueno, el malo y el feo (1966).

"De él se dice mucho: que no sólo no despreciaba el fútbol sino que se declaraba abiertamente fanático; que no ahondaba en su vida privada más allá de las ocasiones en las que recordaba cómo la música lo había salvado de la guerra en la Italia fascista".

Morricone es responsable de buena parte del resultado final del secuestro ideado por Pedro Almodovar en Átame (1989), y sin él, Novecento (1976), Érase una vez en América (1984), y La misión (1986) serían películas inofensivas. Como esas, hay más de 500 en las que provocó estremecimientos.

“He sufrido mucho cuando he hecho cine, porque tenía que escribir una música que estuviera bien para mí y para el filme, el público, el director o el productor. Es un ejercicio de dificultad tremenda, mis obras tenían que mantener la dignidad”, dijo en otra entrevista a Tommaso Koch

Ennio Morricone no perdía tiempo en privilegiar la vista sobre el resto de los sentidos. Tuvo un oído siempre atento a su realidad inmediata, que para él que nació en Roma en 1928 entre sonidos de guerra y estómagos vacíos. Cuando pudo entrar al Conservatorio de Santa Cecilia se diplomó en trombón, pero con el tiempo se alejó de la música clásica, por lo que describió como una decisión de supervivencia. Fue entonces que en los años sesenta se entregaría en medio de profunda soledad y concentración a escribir música con un destino más amplio.

Cinema Paradiso (1988).

Su música apareció primero en los westerns de Sergio Leone. Y aunque esos filmes estuvieron entre los más conocidos de su carrera, años después Morricone diría que las películas que recordaba con especial cariño eran aquellas que menos suerte tuvieron a pesar de merecerla. 

El mito del hombre gruñón con que algunos lo describen deja un asomo de duda si se le observa en YouTube bajar temblorosamente a sus 88 años del palco del Teatro Dolby, rumbo al escenario para recibir un premio Óscar. “Este premio se lo dedico a mi esposa María que está viéndome en este momento”, pronunció con un hilo de voz de voz temblorosa, conmovida. 

El hombre que estuvo nominado seis veces al Óscar, el cual ganó hasta 2016 por su pieza musical en Los odiosos ocho (2015), es el mismo que casi no escuchaba música porque decía tener suficiente con escuchar la suya como para detenerse en la de otros. 

"Sin Ennio Morricone el incendio de Cinema paradiso no habría roto tantos corazones; La leyenda del pianista en el océano sería la desoladora historia de un huérfano en un trasatlántico; y Clint Eastwood no habría alcanzado tremenda dimensión como pistolero fronterizo del medio oeste en Por un puñado de dólares".

Morricone tenía una revolución interna que llevaba a sus piezas a encontrar una vida propia en la que floreciera su independencia de los filmes. Insistía en que ese yugo no era propio de la actualidad, y que igual de condicionados estaban los compositores que en 1800 daban vida a ballets y óperas.

“Ellos también eran esclavos de la palabra y la historia. Pero siempre se puede superar ese condicionamiento para descubrir en el límite una nueva libertad. Ese es el mayor propósito, rescatar esa posibilidad expresiva por encima del filme al que sirve”, le dijo a Soler.

El genio de la música no creía en la inspiración. “Es un concepto viejo y romántico para seducir mujeres del ochocientos. En la música el uno por ciento es la inspiración y el 99 por ciento restante la transpiración, la fatiga y el sudor”.

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¿Cómo se despide un genio de la música? De su arte, con una gira. De la vida, con una carta: 

“Yo, Ennio Morricone, he muerto. Lo anuncio así a todos los amigos que siempre me fueron cercanos y también a esos un poco lejanos que despido con gran afecto. [...] Hay solo una razón que me empuja a despedirme de este modo y a tener un funeral privado: no quiero molestar. (... A María) renuevo el amor extraordinario que nos ha mantenido juntos y que lamento abandonar. A ella es mi más doloroso adiós”.

El adiós al público sucedió en 2019, con una gira por Europa en la que Morricone pensaba en la muerte, reafirmaba su creencia en Dios y aceptaba el misterio sobre el más allá. “No sé cómo será. Esperemos que esté bien”, dijo al periódico El País

Su mensaje de despedida fue leído por su abogado Giorgio Assuma a las puertas del hospital. Ennio Morricone se fue a los 91 años y dejó tras de sí una leyenda escrita en partituras para salas de cine.

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La misión Ennio Morricone
La misión (1986).

De él se dice mucho: que no sólo no despreciaba el fútbol sino que se declaraba abiertamente fanático; que no ahondaba en su vida privada más allá de las ocasiones en las que recordaba cómo la música lo había salvado de la guerra en la Italia fascista; que su recelo contra los periodistas era tal que los habría preferido mancos con tal de que no movieran los objetos de su casa durante las entrevistas; y sobre todo, que no fue un emperador, pero sí un romano que conquistó al mismo tiempo el mundo del cine y de la música. 

Los protagonistas y los directores suelen ser los rostros visibles del cine, pero sin música muchas películas jamás se hubieran tornado inolvidables. Morricone supo concretar esa transformación como muy pocos. “La música puede tener incluso el papel del narrador, sustituyendo a la palabra”, llegó a decir en 1980 al periodista Joaquín Soler.

Sin Ennio Morricone el incendio de Cinema paradiso (1988) no habría roto tantos corazones; La leyenda del pianista en el océano (1998) sería la desoladora historia de un huérfano en un trasatlántico; y Clint Eastwood no habría alcanzado tremenda dimensión como pistolero fronterizo del medio oeste en Por un puñado de dólares (1964) o en El bueno, el malo y el feo (1966).

"De él se dice mucho: que no sólo no despreciaba el fútbol sino que se declaraba abiertamente fanático; que no ahondaba en su vida privada más allá de las ocasiones en las que recordaba cómo la música lo había salvado de la guerra en la Italia fascista".

Morricone es responsable de buena parte del resultado final del secuestro ideado por Pedro Almodovar en Átame (1989), y sin él, Novecento (1976), Érase una vez en América (1984), y La misión (1986) serían películas inofensivas. Como esas, hay más de 500 en las que provocó estremecimientos.

“He sufrido mucho cuando he hecho cine, porque tenía que escribir una música que estuviera bien para mí y para el filme, el público, el director o el productor. Es un ejercicio de dificultad tremenda, mis obras tenían que mantener la dignidad”, dijo en otra entrevista a Tommaso Koch

Ennio Morricone no perdía tiempo en privilegiar la vista sobre el resto de los sentidos. Tuvo un oído siempre atento a su realidad inmediata, que para él que nació en Roma en 1928 entre sonidos de guerra y estómagos vacíos. Cuando pudo entrar al Conservatorio de Santa Cecilia se diplomó en trombón, pero con el tiempo se alejó de la música clásica, por lo que describió como una decisión de supervivencia. Fue entonces que en los años sesenta se entregaría en medio de profunda soledad y concentración a escribir música con un destino más amplio.

Cinema Paradiso (1988).

Su música apareció primero en los westerns de Sergio Leone. Y aunque esos filmes estuvieron entre los más conocidos de su carrera, años después Morricone diría que las películas que recordaba con especial cariño eran aquellas que menos suerte tuvieron a pesar de merecerla. 

El mito del hombre gruñón con que algunos lo describen deja un asomo de duda si se le observa en YouTube bajar temblorosamente a sus 88 años del palco del Teatro Dolby, rumbo al escenario para recibir un premio Óscar. “Este premio se lo dedico a mi esposa María que está viéndome en este momento”, pronunció con un hilo de voz de voz temblorosa, conmovida. 

El hombre que estuvo nominado seis veces al Óscar, el cual ganó hasta 2016 por su pieza musical en Los odiosos ocho (2015), es el mismo que casi no escuchaba música porque decía tener suficiente con escuchar la suya como para detenerse en la de otros. 

"Sin Ennio Morricone el incendio de Cinema paradiso no habría roto tantos corazones; La leyenda del pianista en el océano sería la desoladora historia de un huérfano en un trasatlántico; y Clint Eastwood no habría alcanzado tremenda dimensión como pistolero fronterizo del medio oeste en Por un puñado de dólares".

Morricone tenía una revolución interna que llevaba a sus piezas a encontrar una vida propia en la que floreciera su independencia de los filmes. Insistía en que ese yugo no era propio de la actualidad, y que igual de condicionados estaban los compositores que en 1800 daban vida a ballets y óperas.

“Ellos también eran esclavos de la palabra y la historia. Pero siempre se puede superar ese condicionamiento para descubrir en el límite una nueva libertad. Ese es el mayor propósito, rescatar esa posibilidad expresiva por encima del filme al que sirve”, le dijo a Soler.

El genio de la música no creía en la inspiración. “Es un concepto viejo y romántico para seducir mujeres del ochocientos. En la música el uno por ciento es la inspiración y el 99 por ciento restante la transpiración, la fatiga y el sudor”.

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