Antonio de Erauso, mejor conocido como la Monja de Alférez, protagoniza el más reciente libro de Gabriela Cabezón Cámara, Las niñas del naranjel, en el que toma a un personaje histórico controversial para situarlo en una aventura que lo obliga a reflexionar sobre su propósito en este mundo. La escritora argentina recuerda cómo fue el proceso narrativo, que incluyó una reveladora expedición a la selva. Además, cuestiona la llegada de Javier Milei al poder y sus consecuencias para los derechos LGBTQ+.
Hace dos décadas, en una visita a la casa de su entonces gran amor, la mirada de Gabriela Cabezón Cámara transitaba por el lugar cuando se encontró con una acuarela que la sacó de la cotidianidad y le pareció fascinante. La pintura mostraba a una persona con una armadura, una lanza en la mano y un cadáver a sus pies. A Gabriela le resultó intrigante leer el nombre de la acuarela: “La Monja Alférez”.
La llama de la curiosidad se encendió de inmediato en Cabezón Cámara para motivarla a emprender una investigación sobre la Monja Alférez: “Me encontré con una vida llena de peripecias y aventuras, signada por la determinación del propio deseo. Nació mujer y a los quince años huyó del convento al que la habían enviado a estudiar. Como quería conocer el mundo se hizo varón. Vino a América donde llevó una vida llena de muchos crímenes, participó de la conquista de la Araucanía, es decir, fue parte del genocidio contra el pueblo Mapuche que aún resiste a los Estados criminales de Argentina y Chile”, cuenta la escritora argentina a Gatopardo.
En la autobiografía Historia de la Monja Alférez, que la convirtió en una celebridad, Catalina de Erauso narra sus orígenes en la villa de San Sebastián, de Guipúzcoa, una región situada a orillas del mar Cantábrico, en España. Hija del capitán Miguel de Erauso, Catalina era la menor de seis hermanos. Con tan solo cuatro años de edad, en 1589 sus padres la ingresaron al convento de San Sebastián el Antiguo, gestionado por monjas dominicas. A sus quince años Catalina estaba a punto de acabar el noviciado cuando la agredió una monja profesa. La adolescente decidió escapar y para ello robó las llaves del convento. Una vez afuera, cortó su cabellera y confeccionó un atuendo masculino. Con su nueva vida por delante, asumió diversas identidades entre ellas Antonio de Erauso, quien huyó hacia América, recorrió Punta de Araya, Venezuela, Cartagena de Indias, Colombia, y Nombre de Dios en Panamá.
Convencido de no volver a España, en 1603, Antonio de Erauso partió rumbo a Perú donde tuvo múltiples trabajos que perdió por su ludopatía, mal carácter y peleas que terminaron en una larga lista de asesinatos. Al poco tiempo se enlistó como soldado para combatir a los mapuches, un pueblo indígena asentado entre Chile y Argentina.
La travesía de Antonio de Erauso duró alrededor de seis años hasta que asesinó a un hombre e hirió a otro durante una pelea derivada de su adicción a los juegos. Las autoridades lo detuvieron en Huamanga, lo que hoy es la ciudad peruana Ayacucho. Una soga con su nombre lo esperaba. Acorralado, Antonio de Erauso mandó a llamar al obispo Agustín de Carvajal para confesar los crímenes que arrastraba desde su huída del convento hasta el engaño de vivir como hombre. El obispo solicitó a un par de matronas que confirmaran las palabras de Antonio y al descubrir que aún conservaba la virginidad, se le otorgó el perdón.
Lejos de generar rechazo e indignación, Antonio de Erauso despertó curiosidad entre la nobleza y su fama provocaba que los sitios se abarrotaran con su visita. Pronto tuvo la oportunidad de volver a España, que se encontraba en el Siglo de Oro de la cultura, pero enfrentaba problemas que ponían en duda su estatus como potencia europea. Para contrarrestarlo, el rey Felipe IV, quien llevaba muy poco tiempo en el poder, asesorado por el conde-duque de Olivares impuso medidas contra la corrupción que pululaba y era herencia del gobierno anterior, así como una serie de reformas económicas. “Al final, terminó con la bendición del rey que le permitió conservar su grado militar y cobrar la pensión, lo legalizó como varón. El Papa (Urbano VIII) también le permitió utilizar su nombre elegido”, explica Cabezón Cámara.
La Santa Inquisición, de la mano del gobierno, perseguía a los ciudadanos bajo sospecha de profesar una religión distinta a la cristiana. Aunque se presentaban denuncias contra la herejía y brujería, bastaba con una suposición para juzgar a quienes no seguían los estándares de esos tiempos, ejercer tortura para obtener una confesión y condenas como ser quemados vivos en la hoguera. Por ello resulta sorprendente el destino de Antonio de Erauso. Cabezón Cámara menciona: “Se perseguía todo lo distinto, pero al mismo tiempo no. Siempre hubo excepciones a todo castigo y ley, algo que no es soslayable, por más canalla que haya sido Antonio de Erauso, es que había tenido una vida extraordinaria y eso habrá resultado fascinante. Se ve que tenían un margen para hacer excepciones, pese a que fue un asesino”.
Estar quieto nunca fue una opción para Antonio de Erauso y en 1630 regresó a América, donde al poco tiempo se le perdió el rastro. Volvamos a ese momento en que Cabezón Cámara contempló el retrato: unificaba en un mismo concepto a una monja, una armadura y una lanza, entonces la primera luz de la narración surgió a partir de la pregunta ¿qué pasó con Antonio después de su llegada a la Nueva España? Podría decirse que la novela Las niñas del naranjel (Penguin Random House, 2023) —que a principios de febrero ganó el Premio Ciutat de Barcelona de Literatura— no es un libro sobre sus aventuras, sino sobre su evolución y arrepentimiento. “La novela inventa un momento ficcional en el que por los motivos más equivocados, él está en una selva con dos niñitas guaraníes, un perro, dos caballos y dos monos. A través de una carta le cuenta a su tía sus aventuras y crímenes, a la vez que va desarrollando un vínculo con esta tribu que lo rodea. Además, está en la selva y por primera vez comienza a notar que él y su pequeña vida son parte de algo enorme que es la vida de la tierra”, apunta la escritora.
La selva viva
Las niñas del naranjel inicia con una carta que Antonio de Erauso le escribió a su tía, la priora del convento en el que estudió de pequeño. Le describe la fascinación por la selva, un sitio donde todo habitante, planta e insecto por más insignificante que sea están conectados y viven gracias al uno del otro. “La selva es un volcán, tía, un volcán en erupción eterna y lenta, lentísima, una erupción que no mata, que hace nacer verde…”, describe el protagonista del libro.
Erauso cuida de Michĩ y Mitãkuña, dos niñas guaraníes que rescató de un cuartel militar español debido a una promesa que le hizo a la Virgen del Naranjel, tras librar una muerte segura. Apoyado de un par de caballos, Antonio de Erauso protege a las pequeñas, dos monos y una perra que los sigue en su huída. Michĩ y Mitãkuña, sagaces y apegadas a la curiosidad propia de un infante, interpelan a Antonio con una sóla pregunta: “¿por qué?”. Este inocente cuestionamiento se vuelve el ancla que lo lleva a valorar cada decisión tomada en su vida, para entender que, aunque desafió las normas establecidas y salió victorioso, no puede borrar las traiciones, engaños y asesinatos a su paso.
“Yo lo tomo en plena transformación, en el momento en el que esa cosmovisión europea, genocida empieza a crujir en todas partes, en su mente, en su cuerpo. La novela le inventa una crisis de toda esa mirada del mundo europeo. Es ver cómo esa visión de los vencedores es falsa, es solo la afirmación de una situación de poder”, así lo describe la narradora argentina.
La historia de la Monja de Alférez le permitió a Cabezón Cámara explorar temas que le han interesado desde tiempo atrás como la conquista de los pueblos en América y el despojo del que fueron víctimas; el poder transformador de las infancias y los lazos que se pueden crear en una tribu inesperada, ya sea por convicción o un accidente.
Una protagonista importante en Las niñas del naranjel es la selva. Desde el primer momento, Antonio se maravilla de la vida que emana de ella y con el pasar del tiempo, esa admiración se transforma en una fuerte conexión con la naturaleza a tal grado que llega a sentirse anclado en la tierra como un árbol. Para lograr transmitir esta sensación de vínculo natural, Gabriela Cabezón Cámara pasó horas en este lugar, observó a los animales, insectos y plantas con la ayuda de su amigo, el fotógrafo Emilio White: “Recuerdo que le dije, quiero ver todo lo que tú ves, al día siguiente lo tenía tocando mi puerta a las cinco y media de la mañana para realizar una expedición”.
La autora aguardó más de cinco horas sentada en un pedazo de tierra para que cualquier animal se acercara en busca de alimento, agua o sal. “Te tienes que quedar muy quieta, casi sin respirar porque somos los más espeluznantes depredadores y si nos ven, nos huelen o nos escuchan nunca se van a acercar. El primer día no pasó nada, yo estaba que me moría de ansiedad”.
La tenacidad de la activista la motivó a regresar al día siguiente junto a Emilio White. Sentados en un pequeño pedazo de madera sin hablar, ni realizar movimiento alguno, experimentaron una quietud que agudizó los sentidos de ambos. Cabezón Cámara logró diferenciar sobre su piel el andar de un mosquito o una abeja. “En la selva aprendí muchas cosas, a estar presente. Cuando vas caminando tienes que mirar muy bien qué estás pisando porque las serpientes no quieren morderte, pero tú no tienes que pisarlas, es un trabajo en conjunto que proviene de la presencia total en el lugar y en el momento, entendí que somos parte de un todo”, reflexiona.
El momento oscuro de Argentina: Milei
Lo impulsivo de Antonio de Erauso lo llevó a reacciones violentas a la menor provocación, entre asesinatos, escapes y revelar su identidad cuando no existía mayor posibilidad de escape. Por otro lado, esa sagacidad le abrió la confianza de sus superiores y los nobles para escalar en una época dura. Un personaje similar es Javier Milei, quien cobró relevancia gracias a su agresivo estilo de responder entrevistas y presentar sus propuestas en los mítines de su partido. Sin aprender a capitalizar su explosiva personalidad en los programas de televisión, tal vez no hubiera alcanzado la presidencia de Argentina. En el perfil Javier Milei: el político argentino que ruge, el periodista argentino Matías Ortega sigue una trayectoria que se afianzó gracias a las apariciones en televisión y la cercanía de Milei con el empresario Eduardo Eurnekian, dueño de parte de las acciones del medio América TV.
“A pesar de su violencia, su exposición crecía. Lo convirtió en el economista con más minutos de aire en televisión y radio entre 2017 y 2018. La consultora Ejes de Comunicación reveló que, durante ese período, Milei acumuló 193 547 segundos de aire en 235 entrevistas, el equivalente a estar dos días y cinco horas en los medios”, escribe Matías Ortega.
Las grandes hazañas que Antonio de Erauso escribió en su autobiografía lo catapultaron a la fama, cautivo a la nobleza y ganó seguidores. El caso de Milei no es tan diferente, su buen manejo del discurso lo llevó a crear alianzas que resultaron poderosas para su camino a la presidencia, mientras que los partidarios de Erauso le permitieron conservar los derechos que ganó con su identidad masculina.
El problema más grande que enfrentaba Erauso era la posibilidad de ser condenado por la Santa Inquisición debido al secreto de su identidad, en un tiempo en el que se castigaba brutalmente lo que no se adaptaba a lo dictado por esta institución y se limitaba el acceso al conocimiento. En la Argentina actual, de donde es originaria Gabriela Cabezón Cámara, el mayor reto al que se enfrenta es que la agenda propuesta por Milei pone en riesgo los derechos de grupos vulnerables como mujeres y personas de la comunidad LGBTQ+. Una de las promesas de campaña del actual mandatario fue que cerraría el Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad. Con su proyecto de ley de reforma del Estado, mejor conocido como "ley ómnibus", Milei busca promover una serie de recortes al gobierno.
Cabezón Cámara considera que Argentina atraviesa un momento de oscuridad. Con la llegada de Milei al poder, algunos argentinos se sienten “como si te hubieran dado una paliza”, describe la escritora y agrega “ese señor es de ultraderecha facista y tienen enemigos imaginarios. Uno es el socialismo que según él domina el mundo; otro somos las mujeres que trabajamos por una paridad de derechos y obligaciones con varones; otro es el mundo queer; otro es la cultura, y otro todos los pobres”.
¿Cómo un personaje como Javier Milei logró llegar tan lejos? Cabezón Cámara concluye: “me parece que hay una crisis de representación en las democracias, no están representando a la mayoría y éstas se encuentran furiosas. Es muy difícil sostener democracias cuando los diez tipos más ricos del mundo tienen más dinero que la mitad del mundo, cuando te dicen que no hay riqueza pero estos tipos duplicaron en cientos de miles de millones su fortuna en dos años. La desigualdad genera odio y el odio puede generar ultraderechas”.
Antonio de Erauso, mejor conocido como la Monja de Alférez, protagoniza el más reciente libro de Gabriela Cabezón Cámara, Las niñas del naranjel, en el que toma a un personaje histórico controversial para situarlo en una aventura que lo obliga a reflexionar sobre su propósito en este mundo. La escritora argentina recuerda cómo fue el proceso narrativo, que incluyó una reveladora expedición a la selva. Además, cuestiona la llegada de Javier Milei al poder y sus consecuencias para los derechos LGBTQ+.
Hace dos décadas, en una visita a la casa de su entonces gran amor, la mirada de Gabriela Cabezón Cámara transitaba por el lugar cuando se encontró con una acuarela que la sacó de la cotidianidad y le pareció fascinante. La pintura mostraba a una persona con una armadura, una lanza en la mano y un cadáver a sus pies. A Gabriela le resultó intrigante leer el nombre de la acuarela: “La Monja Alférez”.
La llama de la curiosidad se encendió de inmediato en Cabezón Cámara para motivarla a emprender una investigación sobre la Monja Alférez: “Me encontré con una vida llena de peripecias y aventuras, signada por la determinación del propio deseo. Nació mujer y a los quince años huyó del convento al que la habían enviado a estudiar. Como quería conocer el mundo se hizo varón. Vino a América donde llevó una vida llena de muchos crímenes, participó de la conquista de la Araucanía, es decir, fue parte del genocidio contra el pueblo Mapuche que aún resiste a los Estados criminales de Argentina y Chile”, cuenta la escritora argentina a Gatopardo.
En la autobiografía Historia de la Monja Alférez, que la convirtió en una celebridad, Catalina de Erauso narra sus orígenes en la villa de San Sebastián, de Guipúzcoa, una región situada a orillas del mar Cantábrico, en España. Hija del capitán Miguel de Erauso, Catalina era la menor de seis hermanos. Con tan solo cuatro años de edad, en 1589 sus padres la ingresaron al convento de San Sebastián el Antiguo, gestionado por monjas dominicas. A sus quince años Catalina estaba a punto de acabar el noviciado cuando la agredió una monja profesa. La adolescente decidió escapar y para ello robó las llaves del convento. Una vez afuera, cortó su cabellera y confeccionó un atuendo masculino. Con su nueva vida por delante, asumió diversas identidades entre ellas Antonio de Erauso, quien huyó hacia América, recorrió Punta de Araya, Venezuela, Cartagena de Indias, Colombia, y Nombre de Dios en Panamá.
Convencido de no volver a España, en 1603, Antonio de Erauso partió rumbo a Perú donde tuvo múltiples trabajos que perdió por su ludopatía, mal carácter y peleas que terminaron en una larga lista de asesinatos. Al poco tiempo se enlistó como soldado para combatir a los mapuches, un pueblo indígena asentado entre Chile y Argentina.
La travesía de Antonio de Erauso duró alrededor de seis años hasta que asesinó a un hombre e hirió a otro durante una pelea derivada de su adicción a los juegos. Las autoridades lo detuvieron en Huamanga, lo que hoy es la ciudad peruana Ayacucho. Una soga con su nombre lo esperaba. Acorralado, Antonio de Erauso mandó a llamar al obispo Agustín de Carvajal para confesar los crímenes que arrastraba desde su huída del convento hasta el engaño de vivir como hombre. El obispo solicitó a un par de matronas que confirmaran las palabras de Antonio y al descubrir que aún conservaba la virginidad, se le otorgó el perdón.
Lejos de generar rechazo e indignación, Antonio de Erauso despertó curiosidad entre la nobleza y su fama provocaba que los sitios se abarrotaran con su visita. Pronto tuvo la oportunidad de volver a España, que se encontraba en el Siglo de Oro de la cultura, pero enfrentaba problemas que ponían en duda su estatus como potencia europea. Para contrarrestarlo, el rey Felipe IV, quien llevaba muy poco tiempo en el poder, asesorado por el conde-duque de Olivares impuso medidas contra la corrupción que pululaba y era herencia del gobierno anterior, así como una serie de reformas económicas. “Al final, terminó con la bendición del rey que le permitió conservar su grado militar y cobrar la pensión, lo legalizó como varón. El Papa (Urbano VIII) también le permitió utilizar su nombre elegido”, explica Cabezón Cámara.
La Santa Inquisición, de la mano del gobierno, perseguía a los ciudadanos bajo sospecha de profesar una religión distinta a la cristiana. Aunque se presentaban denuncias contra la herejía y brujería, bastaba con una suposición para juzgar a quienes no seguían los estándares de esos tiempos, ejercer tortura para obtener una confesión y condenas como ser quemados vivos en la hoguera. Por ello resulta sorprendente el destino de Antonio de Erauso. Cabezón Cámara menciona: “Se perseguía todo lo distinto, pero al mismo tiempo no. Siempre hubo excepciones a todo castigo y ley, algo que no es soslayable, por más canalla que haya sido Antonio de Erauso, es que había tenido una vida extraordinaria y eso habrá resultado fascinante. Se ve que tenían un margen para hacer excepciones, pese a que fue un asesino”.
Estar quieto nunca fue una opción para Antonio de Erauso y en 1630 regresó a América, donde al poco tiempo se le perdió el rastro. Volvamos a ese momento en que Cabezón Cámara contempló el retrato: unificaba en un mismo concepto a una monja, una armadura y una lanza, entonces la primera luz de la narración surgió a partir de la pregunta ¿qué pasó con Antonio después de su llegada a la Nueva España? Podría decirse que la novela Las niñas del naranjel (Penguin Random House, 2023) —que a principios de febrero ganó el Premio Ciutat de Barcelona de Literatura— no es un libro sobre sus aventuras, sino sobre su evolución y arrepentimiento. “La novela inventa un momento ficcional en el que por los motivos más equivocados, él está en una selva con dos niñitas guaraníes, un perro, dos caballos y dos monos. A través de una carta le cuenta a su tía sus aventuras y crímenes, a la vez que va desarrollando un vínculo con esta tribu que lo rodea. Además, está en la selva y por primera vez comienza a notar que él y su pequeña vida son parte de algo enorme que es la vida de la tierra”, apunta la escritora.
La selva viva
Las niñas del naranjel inicia con una carta que Antonio de Erauso le escribió a su tía, la priora del convento en el que estudió de pequeño. Le describe la fascinación por la selva, un sitio donde todo habitante, planta e insecto por más insignificante que sea están conectados y viven gracias al uno del otro. “La selva es un volcán, tía, un volcán en erupción eterna y lenta, lentísima, una erupción que no mata, que hace nacer verde…”, describe el protagonista del libro.
Erauso cuida de Michĩ y Mitãkuña, dos niñas guaraníes que rescató de un cuartel militar español debido a una promesa que le hizo a la Virgen del Naranjel, tras librar una muerte segura. Apoyado de un par de caballos, Antonio de Erauso protege a las pequeñas, dos monos y una perra que los sigue en su huída. Michĩ y Mitãkuña, sagaces y apegadas a la curiosidad propia de un infante, interpelan a Antonio con una sóla pregunta: “¿por qué?”. Este inocente cuestionamiento se vuelve el ancla que lo lleva a valorar cada decisión tomada en su vida, para entender que, aunque desafió las normas establecidas y salió victorioso, no puede borrar las traiciones, engaños y asesinatos a su paso.
“Yo lo tomo en plena transformación, en el momento en el que esa cosmovisión europea, genocida empieza a crujir en todas partes, en su mente, en su cuerpo. La novela le inventa una crisis de toda esa mirada del mundo europeo. Es ver cómo esa visión de los vencedores es falsa, es solo la afirmación de una situación de poder”, así lo describe la narradora argentina.
La historia de la Monja de Alférez le permitió a Cabezón Cámara explorar temas que le han interesado desde tiempo atrás como la conquista de los pueblos en América y el despojo del que fueron víctimas; el poder transformador de las infancias y los lazos que se pueden crear en una tribu inesperada, ya sea por convicción o un accidente.
Una protagonista importante en Las niñas del naranjel es la selva. Desde el primer momento, Antonio se maravilla de la vida que emana de ella y con el pasar del tiempo, esa admiración se transforma en una fuerte conexión con la naturaleza a tal grado que llega a sentirse anclado en la tierra como un árbol. Para lograr transmitir esta sensación de vínculo natural, Gabriela Cabezón Cámara pasó horas en este lugar, observó a los animales, insectos y plantas con la ayuda de su amigo, el fotógrafo Emilio White: “Recuerdo que le dije, quiero ver todo lo que tú ves, al día siguiente lo tenía tocando mi puerta a las cinco y media de la mañana para realizar una expedición”.
La autora aguardó más de cinco horas sentada en un pedazo de tierra para que cualquier animal se acercara en busca de alimento, agua o sal. “Te tienes que quedar muy quieta, casi sin respirar porque somos los más espeluznantes depredadores y si nos ven, nos huelen o nos escuchan nunca se van a acercar. El primer día no pasó nada, yo estaba que me moría de ansiedad”.
La tenacidad de la activista la motivó a regresar al día siguiente junto a Emilio White. Sentados en un pequeño pedazo de madera sin hablar, ni realizar movimiento alguno, experimentaron una quietud que agudizó los sentidos de ambos. Cabezón Cámara logró diferenciar sobre su piel el andar de un mosquito o una abeja. “En la selva aprendí muchas cosas, a estar presente. Cuando vas caminando tienes que mirar muy bien qué estás pisando porque las serpientes no quieren morderte, pero tú no tienes que pisarlas, es un trabajo en conjunto que proviene de la presencia total en el lugar y en el momento, entendí que somos parte de un todo”, reflexiona.
El momento oscuro de Argentina: Milei
Lo impulsivo de Antonio de Erauso lo llevó a reacciones violentas a la menor provocación, entre asesinatos, escapes y revelar su identidad cuando no existía mayor posibilidad de escape. Por otro lado, esa sagacidad le abrió la confianza de sus superiores y los nobles para escalar en una época dura. Un personaje similar es Javier Milei, quien cobró relevancia gracias a su agresivo estilo de responder entrevistas y presentar sus propuestas en los mítines de su partido. Sin aprender a capitalizar su explosiva personalidad en los programas de televisión, tal vez no hubiera alcanzado la presidencia de Argentina. En el perfil Javier Milei: el político argentino que ruge, el periodista argentino Matías Ortega sigue una trayectoria que se afianzó gracias a las apariciones en televisión y la cercanía de Milei con el empresario Eduardo Eurnekian, dueño de parte de las acciones del medio América TV.
“A pesar de su violencia, su exposición crecía. Lo convirtió en el economista con más minutos de aire en televisión y radio entre 2017 y 2018. La consultora Ejes de Comunicación reveló que, durante ese período, Milei acumuló 193 547 segundos de aire en 235 entrevistas, el equivalente a estar dos días y cinco horas en los medios”, escribe Matías Ortega.
Las grandes hazañas que Antonio de Erauso escribió en su autobiografía lo catapultaron a la fama, cautivo a la nobleza y ganó seguidores. El caso de Milei no es tan diferente, su buen manejo del discurso lo llevó a crear alianzas que resultaron poderosas para su camino a la presidencia, mientras que los partidarios de Erauso le permitieron conservar los derechos que ganó con su identidad masculina.
El problema más grande que enfrentaba Erauso era la posibilidad de ser condenado por la Santa Inquisición debido al secreto de su identidad, en un tiempo en el que se castigaba brutalmente lo que no se adaptaba a lo dictado por esta institución y se limitaba el acceso al conocimiento. En la Argentina actual, de donde es originaria Gabriela Cabezón Cámara, el mayor reto al que se enfrenta es que la agenda propuesta por Milei pone en riesgo los derechos de grupos vulnerables como mujeres y personas de la comunidad LGBTQ+. Una de las promesas de campaña del actual mandatario fue que cerraría el Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad. Con su proyecto de ley de reforma del Estado, mejor conocido como "ley ómnibus", Milei busca promover una serie de recortes al gobierno.
Cabezón Cámara considera que Argentina atraviesa un momento de oscuridad. Con la llegada de Milei al poder, algunos argentinos se sienten “como si te hubieran dado una paliza”, describe la escritora y agrega “ese señor es de ultraderecha facista y tienen enemigos imaginarios. Uno es el socialismo que según él domina el mundo; otro somos las mujeres que trabajamos por una paridad de derechos y obligaciones con varones; otro es el mundo queer; otro es la cultura, y otro todos los pobres”.
¿Cómo un personaje como Javier Milei logró llegar tan lejos? Cabezón Cámara concluye: “me parece que hay una crisis de representación en las democracias, no están representando a la mayoría y éstas se encuentran furiosas. Es muy difícil sostener democracias cuando los diez tipos más ricos del mundo tienen más dinero que la mitad del mundo, cuando te dicen que no hay riqueza pero estos tipos duplicaron en cientos de miles de millones su fortuna en dos años. La desigualdad genera odio y el odio puede generar ultraderechas”.
Antonio de Erauso, mejor conocido como la Monja de Alférez, protagoniza el más reciente libro de Gabriela Cabezón Cámara, Las niñas del naranjel, en el que toma a un personaje histórico controversial para situarlo en una aventura que lo obliga a reflexionar sobre su propósito en este mundo. La escritora argentina recuerda cómo fue el proceso narrativo, que incluyó una reveladora expedición a la selva. Además, cuestiona la llegada de Javier Milei al poder y sus consecuencias para los derechos LGBTQ+.
Hace dos décadas, en una visita a la casa de su entonces gran amor, la mirada de Gabriela Cabezón Cámara transitaba por el lugar cuando se encontró con una acuarela que la sacó de la cotidianidad y le pareció fascinante. La pintura mostraba a una persona con una armadura, una lanza en la mano y un cadáver a sus pies. A Gabriela le resultó intrigante leer el nombre de la acuarela: “La Monja Alférez”.
La llama de la curiosidad se encendió de inmediato en Cabezón Cámara para motivarla a emprender una investigación sobre la Monja Alférez: “Me encontré con una vida llena de peripecias y aventuras, signada por la determinación del propio deseo. Nació mujer y a los quince años huyó del convento al que la habían enviado a estudiar. Como quería conocer el mundo se hizo varón. Vino a América donde llevó una vida llena de muchos crímenes, participó de la conquista de la Araucanía, es decir, fue parte del genocidio contra el pueblo Mapuche que aún resiste a los Estados criminales de Argentina y Chile”, cuenta la escritora argentina a Gatopardo.
En la autobiografía Historia de la Monja Alférez, que la convirtió en una celebridad, Catalina de Erauso narra sus orígenes en la villa de San Sebastián, de Guipúzcoa, una región situada a orillas del mar Cantábrico, en España. Hija del capitán Miguel de Erauso, Catalina era la menor de seis hermanos. Con tan solo cuatro años de edad, en 1589 sus padres la ingresaron al convento de San Sebastián el Antiguo, gestionado por monjas dominicas. A sus quince años Catalina estaba a punto de acabar el noviciado cuando la agredió una monja profesa. La adolescente decidió escapar y para ello robó las llaves del convento. Una vez afuera, cortó su cabellera y confeccionó un atuendo masculino. Con su nueva vida por delante, asumió diversas identidades entre ellas Antonio de Erauso, quien huyó hacia América, recorrió Punta de Araya, Venezuela, Cartagena de Indias, Colombia, y Nombre de Dios en Panamá.
Convencido de no volver a España, en 1603, Antonio de Erauso partió rumbo a Perú donde tuvo múltiples trabajos que perdió por su ludopatía, mal carácter y peleas que terminaron en una larga lista de asesinatos. Al poco tiempo se enlistó como soldado para combatir a los mapuches, un pueblo indígena asentado entre Chile y Argentina.
La travesía de Antonio de Erauso duró alrededor de seis años hasta que asesinó a un hombre e hirió a otro durante una pelea derivada de su adicción a los juegos. Las autoridades lo detuvieron en Huamanga, lo que hoy es la ciudad peruana Ayacucho. Una soga con su nombre lo esperaba. Acorralado, Antonio de Erauso mandó a llamar al obispo Agustín de Carvajal para confesar los crímenes que arrastraba desde su huída del convento hasta el engaño de vivir como hombre. El obispo solicitó a un par de matronas que confirmaran las palabras de Antonio y al descubrir que aún conservaba la virginidad, se le otorgó el perdón.
Lejos de generar rechazo e indignación, Antonio de Erauso despertó curiosidad entre la nobleza y su fama provocaba que los sitios se abarrotaran con su visita. Pronto tuvo la oportunidad de volver a España, que se encontraba en el Siglo de Oro de la cultura, pero enfrentaba problemas que ponían en duda su estatus como potencia europea. Para contrarrestarlo, el rey Felipe IV, quien llevaba muy poco tiempo en el poder, asesorado por el conde-duque de Olivares impuso medidas contra la corrupción que pululaba y era herencia del gobierno anterior, así como una serie de reformas económicas. “Al final, terminó con la bendición del rey que le permitió conservar su grado militar y cobrar la pensión, lo legalizó como varón. El Papa (Urbano VIII) también le permitió utilizar su nombre elegido”, explica Cabezón Cámara.
La Santa Inquisición, de la mano del gobierno, perseguía a los ciudadanos bajo sospecha de profesar una religión distinta a la cristiana. Aunque se presentaban denuncias contra la herejía y brujería, bastaba con una suposición para juzgar a quienes no seguían los estándares de esos tiempos, ejercer tortura para obtener una confesión y condenas como ser quemados vivos en la hoguera. Por ello resulta sorprendente el destino de Antonio de Erauso. Cabezón Cámara menciona: “Se perseguía todo lo distinto, pero al mismo tiempo no. Siempre hubo excepciones a todo castigo y ley, algo que no es soslayable, por más canalla que haya sido Antonio de Erauso, es que había tenido una vida extraordinaria y eso habrá resultado fascinante. Se ve que tenían un margen para hacer excepciones, pese a que fue un asesino”.
Estar quieto nunca fue una opción para Antonio de Erauso y en 1630 regresó a América, donde al poco tiempo se le perdió el rastro. Volvamos a ese momento en que Cabezón Cámara contempló el retrato: unificaba en un mismo concepto a una monja, una armadura y una lanza, entonces la primera luz de la narración surgió a partir de la pregunta ¿qué pasó con Antonio después de su llegada a la Nueva España? Podría decirse que la novela Las niñas del naranjel (Penguin Random House, 2023) —que a principios de febrero ganó el Premio Ciutat de Barcelona de Literatura— no es un libro sobre sus aventuras, sino sobre su evolución y arrepentimiento. “La novela inventa un momento ficcional en el que por los motivos más equivocados, él está en una selva con dos niñitas guaraníes, un perro, dos caballos y dos monos. A través de una carta le cuenta a su tía sus aventuras y crímenes, a la vez que va desarrollando un vínculo con esta tribu que lo rodea. Además, está en la selva y por primera vez comienza a notar que él y su pequeña vida son parte de algo enorme que es la vida de la tierra”, apunta la escritora.
La selva viva
Las niñas del naranjel inicia con una carta que Antonio de Erauso le escribió a su tía, la priora del convento en el que estudió de pequeño. Le describe la fascinación por la selva, un sitio donde todo habitante, planta e insecto por más insignificante que sea están conectados y viven gracias al uno del otro. “La selva es un volcán, tía, un volcán en erupción eterna y lenta, lentísima, una erupción que no mata, que hace nacer verde…”, describe el protagonista del libro.
Erauso cuida de Michĩ y Mitãkuña, dos niñas guaraníes que rescató de un cuartel militar español debido a una promesa que le hizo a la Virgen del Naranjel, tras librar una muerte segura. Apoyado de un par de caballos, Antonio de Erauso protege a las pequeñas, dos monos y una perra que los sigue en su huída. Michĩ y Mitãkuña, sagaces y apegadas a la curiosidad propia de un infante, interpelan a Antonio con una sóla pregunta: “¿por qué?”. Este inocente cuestionamiento se vuelve el ancla que lo lleva a valorar cada decisión tomada en su vida, para entender que, aunque desafió las normas establecidas y salió victorioso, no puede borrar las traiciones, engaños y asesinatos a su paso.
“Yo lo tomo en plena transformación, en el momento en el que esa cosmovisión europea, genocida empieza a crujir en todas partes, en su mente, en su cuerpo. La novela le inventa una crisis de toda esa mirada del mundo europeo. Es ver cómo esa visión de los vencedores es falsa, es solo la afirmación de una situación de poder”, así lo describe la narradora argentina.
La historia de la Monja de Alférez le permitió a Cabezón Cámara explorar temas que le han interesado desde tiempo atrás como la conquista de los pueblos en América y el despojo del que fueron víctimas; el poder transformador de las infancias y los lazos que se pueden crear en una tribu inesperada, ya sea por convicción o un accidente.
Una protagonista importante en Las niñas del naranjel es la selva. Desde el primer momento, Antonio se maravilla de la vida que emana de ella y con el pasar del tiempo, esa admiración se transforma en una fuerte conexión con la naturaleza a tal grado que llega a sentirse anclado en la tierra como un árbol. Para lograr transmitir esta sensación de vínculo natural, Gabriela Cabezón Cámara pasó horas en este lugar, observó a los animales, insectos y plantas con la ayuda de su amigo, el fotógrafo Emilio White: “Recuerdo que le dije, quiero ver todo lo que tú ves, al día siguiente lo tenía tocando mi puerta a las cinco y media de la mañana para realizar una expedición”.
La autora aguardó más de cinco horas sentada en un pedazo de tierra para que cualquier animal se acercara en busca de alimento, agua o sal. “Te tienes que quedar muy quieta, casi sin respirar porque somos los más espeluznantes depredadores y si nos ven, nos huelen o nos escuchan nunca se van a acercar. El primer día no pasó nada, yo estaba que me moría de ansiedad”.
La tenacidad de la activista la motivó a regresar al día siguiente junto a Emilio White. Sentados en un pequeño pedazo de madera sin hablar, ni realizar movimiento alguno, experimentaron una quietud que agudizó los sentidos de ambos. Cabezón Cámara logró diferenciar sobre su piel el andar de un mosquito o una abeja. “En la selva aprendí muchas cosas, a estar presente. Cuando vas caminando tienes que mirar muy bien qué estás pisando porque las serpientes no quieren morderte, pero tú no tienes que pisarlas, es un trabajo en conjunto que proviene de la presencia total en el lugar y en el momento, entendí que somos parte de un todo”, reflexiona.
El momento oscuro de Argentina: Milei
Lo impulsivo de Antonio de Erauso lo llevó a reacciones violentas a la menor provocación, entre asesinatos, escapes y revelar su identidad cuando no existía mayor posibilidad de escape. Por otro lado, esa sagacidad le abrió la confianza de sus superiores y los nobles para escalar en una época dura. Un personaje similar es Javier Milei, quien cobró relevancia gracias a su agresivo estilo de responder entrevistas y presentar sus propuestas en los mítines de su partido. Sin aprender a capitalizar su explosiva personalidad en los programas de televisión, tal vez no hubiera alcanzado la presidencia de Argentina. En el perfil Javier Milei: el político argentino que ruge, el periodista argentino Matías Ortega sigue una trayectoria que se afianzó gracias a las apariciones en televisión y la cercanía de Milei con el empresario Eduardo Eurnekian, dueño de parte de las acciones del medio América TV.
“A pesar de su violencia, su exposición crecía. Lo convirtió en el economista con más minutos de aire en televisión y radio entre 2017 y 2018. La consultora Ejes de Comunicación reveló que, durante ese período, Milei acumuló 193 547 segundos de aire en 235 entrevistas, el equivalente a estar dos días y cinco horas en los medios”, escribe Matías Ortega.
Las grandes hazañas que Antonio de Erauso escribió en su autobiografía lo catapultaron a la fama, cautivo a la nobleza y ganó seguidores. El caso de Milei no es tan diferente, su buen manejo del discurso lo llevó a crear alianzas que resultaron poderosas para su camino a la presidencia, mientras que los partidarios de Erauso le permitieron conservar los derechos que ganó con su identidad masculina.
El problema más grande que enfrentaba Erauso era la posibilidad de ser condenado por la Santa Inquisición debido al secreto de su identidad, en un tiempo en el que se castigaba brutalmente lo que no se adaptaba a lo dictado por esta institución y se limitaba el acceso al conocimiento. En la Argentina actual, de donde es originaria Gabriela Cabezón Cámara, el mayor reto al que se enfrenta es que la agenda propuesta por Milei pone en riesgo los derechos de grupos vulnerables como mujeres y personas de la comunidad LGBTQ+. Una de las promesas de campaña del actual mandatario fue que cerraría el Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad. Con su proyecto de ley de reforma del Estado, mejor conocido como "ley ómnibus", Milei busca promover una serie de recortes al gobierno.
Cabezón Cámara considera que Argentina atraviesa un momento de oscuridad. Con la llegada de Milei al poder, algunos argentinos se sienten “como si te hubieran dado una paliza”, describe la escritora y agrega “ese señor es de ultraderecha facista y tienen enemigos imaginarios. Uno es el socialismo que según él domina el mundo; otro somos las mujeres que trabajamos por una paridad de derechos y obligaciones con varones; otro es el mundo queer; otro es la cultura, y otro todos los pobres”.
¿Cómo un personaje como Javier Milei logró llegar tan lejos? Cabezón Cámara concluye: “me parece que hay una crisis de representación en las democracias, no están representando a la mayoría y éstas se encuentran furiosas. Es muy difícil sostener democracias cuando los diez tipos más ricos del mundo tienen más dinero que la mitad del mundo, cuando te dicen que no hay riqueza pero estos tipos duplicaron en cientos de miles de millones su fortuna en dos años. La desigualdad genera odio y el odio puede generar ultraderechas”.
Antonio de Erauso, mejor conocido como la Monja de Alférez, protagoniza el más reciente libro de Gabriela Cabezón Cámara, Las niñas del naranjel, en el que toma a un personaje histórico controversial para situarlo en una aventura que lo obliga a reflexionar sobre su propósito en este mundo. La escritora argentina recuerda cómo fue el proceso narrativo, que incluyó una reveladora expedición a la selva. Además, cuestiona la llegada de Javier Milei al poder y sus consecuencias para los derechos LGBTQ+.
Hace dos décadas, en una visita a la casa de su entonces gran amor, la mirada de Gabriela Cabezón Cámara transitaba por el lugar cuando se encontró con una acuarela que la sacó de la cotidianidad y le pareció fascinante. La pintura mostraba a una persona con una armadura, una lanza en la mano y un cadáver a sus pies. A Gabriela le resultó intrigante leer el nombre de la acuarela: “La Monja Alférez”.
La llama de la curiosidad se encendió de inmediato en Cabezón Cámara para motivarla a emprender una investigación sobre la Monja Alférez: “Me encontré con una vida llena de peripecias y aventuras, signada por la determinación del propio deseo. Nació mujer y a los quince años huyó del convento al que la habían enviado a estudiar. Como quería conocer el mundo se hizo varón. Vino a América donde llevó una vida llena de muchos crímenes, participó de la conquista de la Araucanía, es decir, fue parte del genocidio contra el pueblo Mapuche que aún resiste a los Estados criminales de Argentina y Chile”, cuenta la escritora argentina a Gatopardo.
En la autobiografía Historia de la Monja Alférez, que la convirtió en una celebridad, Catalina de Erauso narra sus orígenes en la villa de San Sebastián, de Guipúzcoa, una región situada a orillas del mar Cantábrico, en España. Hija del capitán Miguel de Erauso, Catalina era la menor de seis hermanos. Con tan solo cuatro años de edad, en 1589 sus padres la ingresaron al convento de San Sebastián el Antiguo, gestionado por monjas dominicas. A sus quince años Catalina estaba a punto de acabar el noviciado cuando la agredió una monja profesa. La adolescente decidió escapar y para ello robó las llaves del convento. Una vez afuera, cortó su cabellera y confeccionó un atuendo masculino. Con su nueva vida por delante, asumió diversas identidades entre ellas Antonio de Erauso, quien huyó hacia América, recorrió Punta de Araya, Venezuela, Cartagena de Indias, Colombia, y Nombre de Dios en Panamá.
Convencido de no volver a España, en 1603, Antonio de Erauso partió rumbo a Perú donde tuvo múltiples trabajos que perdió por su ludopatía, mal carácter y peleas que terminaron en una larga lista de asesinatos. Al poco tiempo se enlistó como soldado para combatir a los mapuches, un pueblo indígena asentado entre Chile y Argentina.
La travesía de Antonio de Erauso duró alrededor de seis años hasta que asesinó a un hombre e hirió a otro durante una pelea derivada de su adicción a los juegos. Las autoridades lo detuvieron en Huamanga, lo que hoy es la ciudad peruana Ayacucho. Una soga con su nombre lo esperaba. Acorralado, Antonio de Erauso mandó a llamar al obispo Agustín de Carvajal para confesar los crímenes que arrastraba desde su huída del convento hasta el engaño de vivir como hombre. El obispo solicitó a un par de matronas que confirmaran las palabras de Antonio y al descubrir que aún conservaba la virginidad, se le otorgó el perdón.
Lejos de generar rechazo e indignación, Antonio de Erauso despertó curiosidad entre la nobleza y su fama provocaba que los sitios se abarrotaran con su visita. Pronto tuvo la oportunidad de volver a España, que se encontraba en el Siglo de Oro de la cultura, pero enfrentaba problemas que ponían en duda su estatus como potencia europea. Para contrarrestarlo, el rey Felipe IV, quien llevaba muy poco tiempo en el poder, asesorado por el conde-duque de Olivares impuso medidas contra la corrupción que pululaba y era herencia del gobierno anterior, así como una serie de reformas económicas. “Al final, terminó con la bendición del rey que le permitió conservar su grado militar y cobrar la pensión, lo legalizó como varón. El Papa (Urbano VIII) también le permitió utilizar su nombre elegido”, explica Cabezón Cámara.
La Santa Inquisición, de la mano del gobierno, perseguía a los ciudadanos bajo sospecha de profesar una religión distinta a la cristiana. Aunque se presentaban denuncias contra la herejía y brujería, bastaba con una suposición para juzgar a quienes no seguían los estándares de esos tiempos, ejercer tortura para obtener una confesión y condenas como ser quemados vivos en la hoguera. Por ello resulta sorprendente el destino de Antonio de Erauso. Cabezón Cámara menciona: “Se perseguía todo lo distinto, pero al mismo tiempo no. Siempre hubo excepciones a todo castigo y ley, algo que no es soslayable, por más canalla que haya sido Antonio de Erauso, es que había tenido una vida extraordinaria y eso habrá resultado fascinante. Se ve que tenían un margen para hacer excepciones, pese a que fue un asesino”.
Estar quieto nunca fue una opción para Antonio de Erauso y en 1630 regresó a América, donde al poco tiempo se le perdió el rastro. Volvamos a ese momento en que Cabezón Cámara contempló el retrato: unificaba en un mismo concepto a una monja, una armadura y una lanza, entonces la primera luz de la narración surgió a partir de la pregunta ¿qué pasó con Antonio después de su llegada a la Nueva España? Podría decirse que la novela Las niñas del naranjel (Penguin Random House, 2023) —que a principios de febrero ganó el Premio Ciutat de Barcelona de Literatura— no es un libro sobre sus aventuras, sino sobre su evolución y arrepentimiento. “La novela inventa un momento ficcional en el que por los motivos más equivocados, él está en una selva con dos niñitas guaraníes, un perro, dos caballos y dos monos. A través de una carta le cuenta a su tía sus aventuras y crímenes, a la vez que va desarrollando un vínculo con esta tribu que lo rodea. Además, está en la selva y por primera vez comienza a notar que él y su pequeña vida son parte de algo enorme que es la vida de la tierra”, apunta la escritora.
La selva viva
Las niñas del naranjel inicia con una carta que Antonio de Erauso le escribió a su tía, la priora del convento en el que estudió de pequeño. Le describe la fascinación por la selva, un sitio donde todo habitante, planta e insecto por más insignificante que sea están conectados y viven gracias al uno del otro. “La selva es un volcán, tía, un volcán en erupción eterna y lenta, lentísima, una erupción que no mata, que hace nacer verde…”, describe el protagonista del libro.
Erauso cuida de Michĩ y Mitãkuña, dos niñas guaraníes que rescató de un cuartel militar español debido a una promesa que le hizo a la Virgen del Naranjel, tras librar una muerte segura. Apoyado de un par de caballos, Antonio de Erauso protege a las pequeñas, dos monos y una perra que los sigue en su huída. Michĩ y Mitãkuña, sagaces y apegadas a la curiosidad propia de un infante, interpelan a Antonio con una sóla pregunta: “¿por qué?”. Este inocente cuestionamiento se vuelve el ancla que lo lleva a valorar cada decisión tomada en su vida, para entender que, aunque desafió las normas establecidas y salió victorioso, no puede borrar las traiciones, engaños y asesinatos a su paso.
“Yo lo tomo en plena transformación, en el momento en el que esa cosmovisión europea, genocida empieza a crujir en todas partes, en su mente, en su cuerpo. La novela le inventa una crisis de toda esa mirada del mundo europeo. Es ver cómo esa visión de los vencedores es falsa, es solo la afirmación de una situación de poder”, así lo describe la narradora argentina.
La historia de la Monja de Alférez le permitió a Cabezón Cámara explorar temas que le han interesado desde tiempo atrás como la conquista de los pueblos en América y el despojo del que fueron víctimas; el poder transformador de las infancias y los lazos que se pueden crear en una tribu inesperada, ya sea por convicción o un accidente.
Una protagonista importante en Las niñas del naranjel es la selva. Desde el primer momento, Antonio se maravilla de la vida que emana de ella y con el pasar del tiempo, esa admiración se transforma en una fuerte conexión con la naturaleza a tal grado que llega a sentirse anclado en la tierra como un árbol. Para lograr transmitir esta sensación de vínculo natural, Gabriela Cabezón Cámara pasó horas en este lugar, observó a los animales, insectos y plantas con la ayuda de su amigo, el fotógrafo Emilio White: “Recuerdo que le dije, quiero ver todo lo que tú ves, al día siguiente lo tenía tocando mi puerta a las cinco y media de la mañana para realizar una expedición”.
La autora aguardó más de cinco horas sentada en un pedazo de tierra para que cualquier animal se acercara en busca de alimento, agua o sal. “Te tienes que quedar muy quieta, casi sin respirar porque somos los más espeluznantes depredadores y si nos ven, nos huelen o nos escuchan nunca se van a acercar. El primer día no pasó nada, yo estaba que me moría de ansiedad”.
La tenacidad de la activista la motivó a regresar al día siguiente junto a Emilio White. Sentados en un pequeño pedazo de madera sin hablar, ni realizar movimiento alguno, experimentaron una quietud que agudizó los sentidos de ambos. Cabezón Cámara logró diferenciar sobre su piel el andar de un mosquito o una abeja. “En la selva aprendí muchas cosas, a estar presente. Cuando vas caminando tienes que mirar muy bien qué estás pisando porque las serpientes no quieren morderte, pero tú no tienes que pisarlas, es un trabajo en conjunto que proviene de la presencia total en el lugar y en el momento, entendí que somos parte de un todo”, reflexiona.
El momento oscuro de Argentina: Milei
Lo impulsivo de Antonio de Erauso lo llevó a reacciones violentas a la menor provocación, entre asesinatos, escapes y revelar su identidad cuando no existía mayor posibilidad de escape. Por otro lado, esa sagacidad le abrió la confianza de sus superiores y los nobles para escalar en una época dura. Un personaje similar es Javier Milei, quien cobró relevancia gracias a su agresivo estilo de responder entrevistas y presentar sus propuestas en los mítines de su partido. Sin aprender a capitalizar su explosiva personalidad en los programas de televisión, tal vez no hubiera alcanzado la presidencia de Argentina. En el perfil Javier Milei: el político argentino que ruge, el periodista argentino Matías Ortega sigue una trayectoria que se afianzó gracias a las apariciones en televisión y la cercanía de Milei con el empresario Eduardo Eurnekian, dueño de parte de las acciones del medio América TV.
“A pesar de su violencia, su exposición crecía. Lo convirtió en el economista con más minutos de aire en televisión y radio entre 2017 y 2018. La consultora Ejes de Comunicación reveló que, durante ese período, Milei acumuló 193 547 segundos de aire en 235 entrevistas, el equivalente a estar dos días y cinco horas en los medios”, escribe Matías Ortega.
Las grandes hazañas que Antonio de Erauso escribió en su autobiografía lo catapultaron a la fama, cautivo a la nobleza y ganó seguidores. El caso de Milei no es tan diferente, su buen manejo del discurso lo llevó a crear alianzas que resultaron poderosas para su camino a la presidencia, mientras que los partidarios de Erauso le permitieron conservar los derechos que ganó con su identidad masculina.
El problema más grande que enfrentaba Erauso era la posibilidad de ser condenado por la Santa Inquisición debido al secreto de su identidad, en un tiempo en el que se castigaba brutalmente lo que no se adaptaba a lo dictado por esta institución y se limitaba el acceso al conocimiento. En la Argentina actual, de donde es originaria Gabriela Cabezón Cámara, el mayor reto al que se enfrenta es que la agenda propuesta por Milei pone en riesgo los derechos de grupos vulnerables como mujeres y personas de la comunidad LGBTQ+. Una de las promesas de campaña del actual mandatario fue que cerraría el Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad. Con su proyecto de ley de reforma del Estado, mejor conocido como "ley ómnibus", Milei busca promover una serie de recortes al gobierno.
Cabezón Cámara considera que Argentina atraviesa un momento de oscuridad. Con la llegada de Milei al poder, algunos argentinos se sienten “como si te hubieran dado una paliza”, describe la escritora y agrega “ese señor es de ultraderecha facista y tienen enemigos imaginarios. Uno es el socialismo que según él domina el mundo; otro somos las mujeres que trabajamos por una paridad de derechos y obligaciones con varones; otro es el mundo queer; otro es la cultura, y otro todos los pobres”.
¿Cómo un personaje como Javier Milei logró llegar tan lejos? Cabezón Cámara concluye: “me parece que hay una crisis de representación en las democracias, no están representando a la mayoría y éstas se encuentran furiosas. Es muy difícil sostener democracias cuando los diez tipos más ricos del mundo tienen más dinero que la mitad del mundo, cuando te dicen que no hay riqueza pero estos tipos duplicaron en cientos de miles de millones su fortuna en dos años. La desigualdad genera odio y el odio puede generar ultraderechas”.
Antonio de Erauso, mejor conocido como la Monja de Alférez, protagoniza el más reciente libro de Gabriela Cabezón Cámara, Las niñas del naranjel, en el que toma a un personaje histórico controversial para situarlo en una aventura que lo obliga a reflexionar sobre su propósito en este mundo. La escritora argentina recuerda cómo fue el proceso narrativo, que incluyó una reveladora expedición a la selva. Además, cuestiona la llegada de Javier Milei al poder y sus consecuencias para los derechos LGBTQ+.
Hace dos décadas, en una visita a la casa de su entonces gran amor, la mirada de Gabriela Cabezón Cámara transitaba por el lugar cuando se encontró con una acuarela que la sacó de la cotidianidad y le pareció fascinante. La pintura mostraba a una persona con una armadura, una lanza en la mano y un cadáver a sus pies. A Gabriela le resultó intrigante leer el nombre de la acuarela: “La Monja Alférez”.
La llama de la curiosidad se encendió de inmediato en Cabezón Cámara para motivarla a emprender una investigación sobre la Monja Alférez: “Me encontré con una vida llena de peripecias y aventuras, signada por la determinación del propio deseo. Nació mujer y a los quince años huyó del convento al que la habían enviado a estudiar. Como quería conocer el mundo se hizo varón. Vino a América donde llevó una vida llena de muchos crímenes, participó de la conquista de la Araucanía, es decir, fue parte del genocidio contra el pueblo Mapuche que aún resiste a los Estados criminales de Argentina y Chile”, cuenta la escritora argentina a Gatopardo.
En la autobiografía Historia de la Monja Alférez, que la convirtió en una celebridad, Catalina de Erauso narra sus orígenes en la villa de San Sebastián, de Guipúzcoa, una región situada a orillas del mar Cantábrico, en España. Hija del capitán Miguel de Erauso, Catalina era la menor de seis hermanos. Con tan solo cuatro años de edad, en 1589 sus padres la ingresaron al convento de San Sebastián el Antiguo, gestionado por monjas dominicas. A sus quince años Catalina estaba a punto de acabar el noviciado cuando la agredió una monja profesa. La adolescente decidió escapar y para ello robó las llaves del convento. Una vez afuera, cortó su cabellera y confeccionó un atuendo masculino. Con su nueva vida por delante, asumió diversas identidades entre ellas Antonio de Erauso, quien huyó hacia América, recorrió Punta de Araya, Venezuela, Cartagena de Indias, Colombia, y Nombre de Dios en Panamá.
Convencido de no volver a España, en 1603, Antonio de Erauso partió rumbo a Perú donde tuvo múltiples trabajos que perdió por su ludopatía, mal carácter y peleas que terminaron en una larga lista de asesinatos. Al poco tiempo se enlistó como soldado para combatir a los mapuches, un pueblo indígena asentado entre Chile y Argentina.
La travesía de Antonio de Erauso duró alrededor de seis años hasta que asesinó a un hombre e hirió a otro durante una pelea derivada de su adicción a los juegos. Las autoridades lo detuvieron en Huamanga, lo que hoy es la ciudad peruana Ayacucho. Una soga con su nombre lo esperaba. Acorralado, Antonio de Erauso mandó a llamar al obispo Agustín de Carvajal para confesar los crímenes que arrastraba desde su huída del convento hasta el engaño de vivir como hombre. El obispo solicitó a un par de matronas que confirmaran las palabras de Antonio y al descubrir que aún conservaba la virginidad, se le otorgó el perdón.
Lejos de generar rechazo e indignación, Antonio de Erauso despertó curiosidad entre la nobleza y su fama provocaba que los sitios se abarrotaran con su visita. Pronto tuvo la oportunidad de volver a España, que se encontraba en el Siglo de Oro de la cultura, pero enfrentaba problemas que ponían en duda su estatus como potencia europea. Para contrarrestarlo, el rey Felipe IV, quien llevaba muy poco tiempo en el poder, asesorado por el conde-duque de Olivares impuso medidas contra la corrupción que pululaba y era herencia del gobierno anterior, así como una serie de reformas económicas. “Al final, terminó con la bendición del rey que le permitió conservar su grado militar y cobrar la pensión, lo legalizó como varón. El Papa (Urbano VIII) también le permitió utilizar su nombre elegido”, explica Cabezón Cámara.
La Santa Inquisición, de la mano del gobierno, perseguía a los ciudadanos bajo sospecha de profesar una religión distinta a la cristiana. Aunque se presentaban denuncias contra la herejía y brujería, bastaba con una suposición para juzgar a quienes no seguían los estándares de esos tiempos, ejercer tortura para obtener una confesión y condenas como ser quemados vivos en la hoguera. Por ello resulta sorprendente el destino de Antonio de Erauso. Cabezón Cámara menciona: “Se perseguía todo lo distinto, pero al mismo tiempo no. Siempre hubo excepciones a todo castigo y ley, algo que no es soslayable, por más canalla que haya sido Antonio de Erauso, es que había tenido una vida extraordinaria y eso habrá resultado fascinante. Se ve que tenían un margen para hacer excepciones, pese a que fue un asesino”.
Estar quieto nunca fue una opción para Antonio de Erauso y en 1630 regresó a América, donde al poco tiempo se le perdió el rastro. Volvamos a ese momento en que Cabezón Cámara contempló el retrato: unificaba en un mismo concepto a una monja, una armadura y una lanza, entonces la primera luz de la narración surgió a partir de la pregunta ¿qué pasó con Antonio después de su llegada a la Nueva España? Podría decirse que la novela Las niñas del naranjel (Penguin Random House, 2023) —que a principios de febrero ganó el Premio Ciutat de Barcelona de Literatura— no es un libro sobre sus aventuras, sino sobre su evolución y arrepentimiento. “La novela inventa un momento ficcional en el que por los motivos más equivocados, él está en una selva con dos niñitas guaraníes, un perro, dos caballos y dos monos. A través de una carta le cuenta a su tía sus aventuras y crímenes, a la vez que va desarrollando un vínculo con esta tribu que lo rodea. Además, está en la selva y por primera vez comienza a notar que él y su pequeña vida son parte de algo enorme que es la vida de la tierra”, apunta la escritora.
La selva viva
Las niñas del naranjel inicia con una carta que Antonio de Erauso le escribió a su tía, la priora del convento en el que estudió de pequeño. Le describe la fascinación por la selva, un sitio donde todo habitante, planta e insecto por más insignificante que sea están conectados y viven gracias al uno del otro. “La selva es un volcán, tía, un volcán en erupción eterna y lenta, lentísima, una erupción que no mata, que hace nacer verde…”, describe el protagonista del libro.
Erauso cuida de Michĩ y Mitãkuña, dos niñas guaraníes que rescató de un cuartel militar español debido a una promesa que le hizo a la Virgen del Naranjel, tras librar una muerte segura. Apoyado de un par de caballos, Antonio de Erauso protege a las pequeñas, dos monos y una perra que los sigue en su huída. Michĩ y Mitãkuña, sagaces y apegadas a la curiosidad propia de un infante, interpelan a Antonio con una sóla pregunta: “¿por qué?”. Este inocente cuestionamiento se vuelve el ancla que lo lleva a valorar cada decisión tomada en su vida, para entender que, aunque desafió las normas establecidas y salió victorioso, no puede borrar las traiciones, engaños y asesinatos a su paso.
“Yo lo tomo en plena transformación, en el momento en el que esa cosmovisión europea, genocida empieza a crujir en todas partes, en su mente, en su cuerpo. La novela le inventa una crisis de toda esa mirada del mundo europeo. Es ver cómo esa visión de los vencedores es falsa, es solo la afirmación de una situación de poder”, así lo describe la narradora argentina.
La historia de la Monja de Alférez le permitió a Cabezón Cámara explorar temas que le han interesado desde tiempo atrás como la conquista de los pueblos en América y el despojo del que fueron víctimas; el poder transformador de las infancias y los lazos que se pueden crear en una tribu inesperada, ya sea por convicción o un accidente.
Una protagonista importante en Las niñas del naranjel es la selva. Desde el primer momento, Antonio se maravilla de la vida que emana de ella y con el pasar del tiempo, esa admiración se transforma en una fuerte conexión con la naturaleza a tal grado que llega a sentirse anclado en la tierra como un árbol. Para lograr transmitir esta sensación de vínculo natural, Gabriela Cabezón Cámara pasó horas en este lugar, observó a los animales, insectos y plantas con la ayuda de su amigo, el fotógrafo Emilio White: “Recuerdo que le dije, quiero ver todo lo que tú ves, al día siguiente lo tenía tocando mi puerta a las cinco y media de la mañana para realizar una expedición”.
La autora aguardó más de cinco horas sentada en un pedazo de tierra para que cualquier animal se acercara en busca de alimento, agua o sal. “Te tienes que quedar muy quieta, casi sin respirar porque somos los más espeluznantes depredadores y si nos ven, nos huelen o nos escuchan nunca se van a acercar. El primer día no pasó nada, yo estaba que me moría de ansiedad”.
La tenacidad de la activista la motivó a regresar al día siguiente junto a Emilio White. Sentados en un pequeño pedazo de madera sin hablar, ni realizar movimiento alguno, experimentaron una quietud que agudizó los sentidos de ambos. Cabezón Cámara logró diferenciar sobre su piel el andar de un mosquito o una abeja. “En la selva aprendí muchas cosas, a estar presente. Cuando vas caminando tienes que mirar muy bien qué estás pisando porque las serpientes no quieren morderte, pero tú no tienes que pisarlas, es un trabajo en conjunto que proviene de la presencia total en el lugar y en el momento, entendí que somos parte de un todo”, reflexiona.
El momento oscuro de Argentina: Milei
Lo impulsivo de Antonio de Erauso lo llevó a reacciones violentas a la menor provocación, entre asesinatos, escapes y revelar su identidad cuando no existía mayor posibilidad de escape. Por otro lado, esa sagacidad le abrió la confianza de sus superiores y los nobles para escalar en una época dura. Un personaje similar es Javier Milei, quien cobró relevancia gracias a su agresivo estilo de responder entrevistas y presentar sus propuestas en los mítines de su partido. Sin aprender a capitalizar su explosiva personalidad en los programas de televisión, tal vez no hubiera alcanzado la presidencia de Argentina. En el perfil Javier Milei: el político argentino que ruge, el periodista argentino Matías Ortega sigue una trayectoria que se afianzó gracias a las apariciones en televisión y la cercanía de Milei con el empresario Eduardo Eurnekian, dueño de parte de las acciones del medio América TV.
“A pesar de su violencia, su exposición crecía. Lo convirtió en el economista con más minutos de aire en televisión y radio entre 2017 y 2018. La consultora Ejes de Comunicación reveló que, durante ese período, Milei acumuló 193 547 segundos de aire en 235 entrevistas, el equivalente a estar dos días y cinco horas en los medios”, escribe Matías Ortega.
Las grandes hazañas que Antonio de Erauso escribió en su autobiografía lo catapultaron a la fama, cautivo a la nobleza y ganó seguidores. El caso de Milei no es tan diferente, su buen manejo del discurso lo llevó a crear alianzas que resultaron poderosas para su camino a la presidencia, mientras que los partidarios de Erauso le permitieron conservar los derechos que ganó con su identidad masculina.
El problema más grande que enfrentaba Erauso era la posibilidad de ser condenado por la Santa Inquisición debido al secreto de su identidad, en un tiempo en el que se castigaba brutalmente lo que no se adaptaba a lo dictado por esta institución y se limitaba el acceso al conocimiento. En la Argentina actual, de donde es originaria Gabriela Cabezón Cámara, el mayor reto al que se enfrenta es que la agenda propuesta por Milei pone en riesgo los derechos de grupos vulnerables como mujeres y personas de la comunidad LGBTQ+. Una de las promesas de campaña del actual mandatario fue que cerraría el Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad. Con su proyecto de ley de reforma del Estado, mejor conocido como "ley ómnibus", Milei busca promover una serie de recortes al gobierno.
Cabezón Cámara considera que Argentina atraviesa un momento de oscuridad. Con la llegada de Milei al poder, algunos argentinos se sienten “como si te hubieran dado una paliza”, describe la escritora y agrega “ese señor es de ultraderecha facista y tienen enemigos imaginarios. Uno es el socialismo que según él domina el mundo; otro somos las mujeres que trabajamos por una paridad de derechos y obligaciones con varones; otro es el mundo queer; otro es la cultura, y otro todos los pobres”.
¿Cómo un personaje como Javier Milei logró llegar tan lejos? Cabezón Cámara concluye: “me parece que hay una crisis de representación en las democracias, no están representando a la mayoría y éstas se encuentran furiosas. Es muy difícil sostener democracias cuando los diez tipos más ricos del mundo tienen más dinero que la mitad del mundo, cuando te dicen que no hay riqueza pero estos tipos duplicaron en cientos de miles de millones su fortuna en dos años. La desigualdad genera odio y el odio puede generar ultraderechas”.