Poder al desnudo: Una conversación con Sabina Berman

Poder al desnudo: Sabina Berman

La dramaturga y periodista Sabina Berman habla sobre feminismo y poder en su obra «Testosterona».

Tiempo de lectura: 5 minutos

Sabina Berman dice que no busca un teatro que intente parecerse a la realidad, porque tiene muchísimas ventajas sobre ella. La facilidad con que una actriz es una y con el cambio de actitud otra, y hasta cambiar de sexo con un bigote de utilería. Por esa “poderosa alegría de crear con la palabra ‘bosque’ un bosque y con la palabra ‘mar’ el océano”, escribió en el prólogo de Puro teatro con el que el FCE reunió sus obras en 2004. No por eso su producción teatral ha dejado de hablar de nosotros.

En los noventa, causó revuelo con Muerte súbita por un texto que hablaba de la ambigüedad sexual, y un beso entre dos actores en escena asustó al público mexicano. Lo hizo nuevamente con Entre Villa y una mujer desnuda y, en los 2000 con Feliz nuevo siglo, Doktor Freud, donde puso al padre del psicoanálisis a tener una discusión sobre las mujeres con una librepensadora de 17 años. Los años han pasado y Berman confiesa que se ha vuelto precisa.

Testosterona se presentó por primera vez en el 2018 en el Teatro El Granero de la Ciudad de México y la respuesta a la pieza de la dramaturga –además de periodista, directora de cine y novelista– fue tan positivo que este año regresa a los tablones. En la temporada anterior los protagonistas fueron interpretados por Cecilia Suárez y Enrique Arreola. Ahora será en el Teatro Helénico, y representada por Gabriela de la Garza y Álvaro Guerrero.

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Sabina Berman. Fotografía cortesía de la autora.

—Ahí está la gente, respirando. Les ha costado la tensión de tener a la gente encima. Pues el teatro nació como el lugar donde se piensa públicamente. La gente en España va al teatro casi con cuaderno. Y es que ése es el origen del teatro, donde la tribu reflejaba sus preocupaciones—dice Berman, galardonada cuatro veces con el Premio Nacional de Dramaturgia. Ahora está sentada, fumando un cigarro, en una mesa de Le Pain Quotidien sobre la calle Oscar Wilde. Tiene unas gafas puestas y un abrigo. Ha pedido otro latte y cuenta que en Estados Unidos le han dicho que la obra es demasiado confrontadora. La historia de una mujer y un hombre que tienen una discusión en torno al poder, en el penthouse de los rascacielos corporativos, adonde las mujeres aún no logran acceso. Forbes publicó, en 2017, su lista de los diez multimillonarios del mundo, y ninguna mujer figuró. En el 2018 tampoco.

—Creo que el feminismo tiene muy claro que ese es el escenario del gran cambio, arriba en los corporativos. Cuando me compraron los derechos en Inglaterra, en el proceso, el productor me dijo déjame averiguar si es un tema válido acá. Estábamos en un chat, yo sólo le contesté un “jajajá”. Checó las personas más ricas de Inglaterra. Yo no lo he revisado, le dije, pero lo puedo adivinar. Es un asunto social, global e histórico. Y sí, encontró solo 3 mujeres.

—Pero tuvo que checarte la lista.

¿Te das cuenta? Esa es la desgracia que le pasó al feminismo. Se enterró en lo políticamente correcto—dice Berman.


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Testosterona cuenta la historia de Antonio (Guerrero), el director de un periódico de enorme influencia que ha sido notificado que tiene cáncer y tiene que elegir a un sucesor: un hombre o una mujer. Sus candidatos son Beteta, un viejo periodista que trabajó con él en el pasado como corresponsal de guerra, y Alex (De la Garza), su antigua alumna de filosofía, que trajo al periódico donde se formó hasta ocupar el puesto de subdirectora de contenidos. Todo sucede en el piso 23.

—El texto aborda la libertad personal en tiempos del capitalismo salvaje, donde hay una lucha en cuanto a género, secreta, no dicha. Qué sucede con la vida privada de las mujeres. Los hombres lo solucionan rápido, se ponen una corbata y ya son apreciables. La obra lo refleja bastante, cuando una mujer quiere ser directora, la maternidad es un problema. De ahí esa línea de Alex donde dice “¿Quieres un resumen de mi vida privada? No tengo”.

Alex es un personaje dividido entre el modelo de ser madre de tiempo completo y el que le exige ser el mundo laboral de los hombres. Cuando su jefe intenta probar que está lista para el puesto, que tiene suficiente “testosterona”, ella termina desarmándose.

—Este personaje lo creaste hace cuatro años. ¿Qué tanto ha cambiado su vigencia, pensando en el momento actual que vivimos?

—Es un retrato bastante vigente. A diferencia del primer montaje con Verónica Merchant, hice un par de ajustes, le cambié el nombre (antes se llamaba Magdalena). Tomé referencias de lo que es una mujer de 40 años hoy. Es una especie de Casa de muñecas del siglo XXI, en un mundo tremendamente patriarcal. Ve cómo maneja este cuate su oficina y edita las cabezas de sus reporteros. No es un villano, pero sí un macho alfa que maneja patriarcalmente un periódico.

Berman sitúa esta obra en un mundo que conoce bien. Tal vez por eso, esa búsqueda por la verdad del periodismo se ve reflejada en la obra.

—Además hay un tema ambiguo moralmente, que se refleja en Beteta. Este periodista que hackea celulares, su director piensa que lo hace por exceso de ambición periodística. Y no le quiere cortar la cabeza, porque en el fondo piensa que es buenísimo lo que hizo. Le dio titulares. A mí me lo preguntaban los actores, ¿no lo debería condenar? La verdad es que el periodismo y el espionaje en México están muy cerca. Ya ni nos alteramos. Estamos llenos de estas falsas moralidades, que se desmoronan en cuanto entra la realidad.

—¿Esta falsa moralidad es la que dices le ha hecho tanto daño al feminismo?

—Lo que está pasando ahora es que las mujeres estamos diciendo, saben qué, ya nos cansamos de hacerles la valona a los patriarcas, que gocen de privilegios de excluirnos. Ya basta, no queremos seguir mintiendo con ustedes. Nosotras hemos sido tontas, hemos mentido con ustedes para mantener una cordialidad.

—¿Qué pasa con el erotismo en el trabajo?

—Lo que nos lleva a preguntarnos qué pasa con la monogamia. Si hay erotismo en el trabajo, quiere decir que hay gente llevando dobles vidas. El patriarcado ha puesto camisas de fuerza inventadas por los machos alfas para que nadie se salga del huacal. Si flirteas con alguien y te dice no, y tú insistes, la segunda vez es acoso. Hay una gran hipocresía en la discusión. Estamos pasando a la época del erotismo consensuado. Es la muerte del sadomasoquismo. Lo lamento por los sados, es un mundo que se va a ir. Vamos a entrar a un mundo de más erotismo que fluye de ambos lados. Yo creo que las francesas están equivocadas—responde, haciendo alusión al affaire de Catherine Deneuve con Hollywood.

Al final, Alex, con unos pantalones azul marinos con franjas rojas, tiene que tomar una decisión sobre su futuro.

—Lo que hace es un acto de periodismo puro. Dice “caigamos los tres”. Que gane la verdad o negociamos, y no la verdad sino el puesto. No me pidan que me sacrifique, dice su línea. Ése es el arco que ella tiene durante la obra. Lo hace sensacional. Es un samurái.

Sabina Berman, tras bambalinas, también lo es.

Testosterona

Del 11 de enero al 18 de febrero
Teatro El Granero Xavier Rojas
Av. Paseo de la Reforma y Campo Marte s/n
ccb.inba.gob.mx

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