En una serie de sorpresas inimaginables, Werner Herzog me habla desde la pantalla de mi computadora. Nuestra conversación se debe al estreno de su más reciente película, Family Romance, LLC (2019), que ha llegado a la plataforma de streaming MUBI para toda América Latina y buena parte del mundo. Eso podría quitarle la extrañeza al encuentro, pero hay otra cosa que nunca esperé ver y que me atrevo a calificar como insólita: Herzog está en su casa.
Family Romance, LLC (2019)
Werner Herzog ha estado lidiando con el tema de la realidad en los últimos años. Family Romance, LLC lo expresa con su estilo orientado a la simulación y, claro, con su contenido sobre familias en renta. En una escena de la película, Ishii visita un hotel de robots para investigar nuevas posibilidades en su negocio y pregunta al gerente si estas imitaciones de humanos podrían soñar algún día. Ya en Lo and Behold: Reveries of the Connected World (2016), se preguntaba si el internet podría soñar sobre sí mismo. El famoso aguardiente de su voz me explica: “Debemos preguntarnos qué tanto nuestra existencia es un sueño; qué tanto es una experiencia real y qué tanto es ficción. Por ejemplo, nuestros recuerdos son parcialmente ficticios y creo que es una forma benigna de la naturaleza para hacer nuestra existencia tolerable, que podamos borrar y eliminar las cosas desagradables y oscuras de nuestras vidas y modificar nuestro propio pasado”.
Esta idea de la realidad como ficción inevitable es fundamental para su faceta como documentalista. “Yo no distingo entre documentales y ficciones con tanta claridad porque, verás, en mis documentales estilizo, invento, repito cosas, repito una historia cinco o seis veces hasta que llegue a lo esencial. El cine documental debe desasociarse del periodismo”.
«El director alemán vivió algunas de las aventuras más entrañables en la historia de la realización cinematográfica y se hizo una fama que anula la posibilidad de verlo quieto».
Herzog está convencido de que la invención es una manera más genuina de llegar a la verdad y me da un ejemplo formidable. “El artista Miguel Ángel crea la escultura de La pietà: Jesús en brazos [de su madre], bajado de la cruz. Es el rostro de un hombre de 33 años. Cuando ves el rostro de María, su madre, ¡su madre tiene 17! Así que mi pregunta ahora es: ¿Miguel Ángel está tratando de darnos fake news? ¿Intentó mentirnos? Él transforma los hechos para iluminarnos sobre la verdad más profunda de Jesús, el hombre de las penas, y su madre, la virgen, así que eso es lo que yo hago, y es inusual”.
Esto no quiere decir en absoluto que esté de acuerdo con la falsedad en las noticias o las injusticias de la realidad. Al contrario, está consciente de que resulta “absolutamente desproporcionado ver cuánta de la gente que está esperando la pena de muerte son afroestadounidenses y latinos”. De hecho, cuenta con satisfacción que acaba de recibir noticias prometedoras sobre Hollywood. “Lo asombroso ahora es que la Academia despertó. Casi el cincuenta por ciento de los miembros nuevos son mujeres. Y casi el cuarenta por ciento son afroestadounidenses o latinos. Un enorme porcentaje viene de fuera de los Estados Unidos. Abrió mucho más sus brazos fuera de Hollywood”.
Family Romance, LLC (2019)
¿Podría entonces influir el cine en la realidad social? Herzog se lo ha preguntado mucho. “No creo en el poder inminente del cine. Tiene un efecto subversivo a largo plazo y puede cambiar perspectivas fundamentales. Eso es lo que puede hacer el cine. Puede inventar y rejuvenecer la imaginería que se ha hecho rancia y obsoleta. Y debemos tener cuidado, ser inventivos y mantener el lenguaje y la imaginería al nivel de nuestra civilización. Si no lo hacemos, moriremos como los dinosaurios”. Pero más allá de los problemas mundanos, el cine es también una experiencia espiritual.
En sus películas anteriores, Herzog pareció comulgar con un par de figuras fascinantes: el artífice de la perestroika, Mijaíl Gorbachov, en el documental Meeting Gorbachev (2017), y con el escritor y viajero Bruce Chatwin en Nomad: In the Footsteps of Bruce Chatwin (2018). Herzog tiene vínculos esenciales con ambos.
“No creo en el poder inminente del cine. Tiene un efecto subversivo a largo plazo y puede cambiar perspectivas fundamentales. Puede inventar y rejuvenecer la imaginería que se ha hecho rancia y obsoleta».
Con el político ruso comparte el hambre y la marginación que padeció en la infancia, así como una voluntad inquebrantable. El director no imita a Gorbachov cuando lo cita, pero sí simula su emoción de seguir filmando a pesar de su frágil estado de salud: “¡No, no, vamos a continuar!, ¡continuaremos como soldados!”, decía. “Le caí bien. La dificultad era que a veces se desviaba y perdía el hilo o se cansaba porque está enfermo”. De hecho, Herzog había construido la película alrededor de la similitud entre él y su protagonista pero decidió borrarla por completo y concentrarse en Gorbachov. Sin embargo, la versión final retiene una escena conmovedora donde el viejo político recita un poema de Lermontov sobre la mortalidad, para inmediatamente cortar a negros y mostrar el poema de nuevo en escrito. La distribuidora A&E Networks le dijo a Herzog que eso no se podía hacer, pero él simplemente les respondió: “Sí, sí puedo”. Y sí pudo.
Nomad: In the Footsteps of Bruce Chatwin es muy distinta y nos muestra al cineasta llorando por vez única en su filmografía. Chatwin no sólo fue uno de los grandes escritores de viajes del siglo XX sino también un amigo íntimo de Herzog. “Teníamos una visión similar del mundo, no la misma pero muy cercana. Por ejemplo, nuestra creencia en la fuerza, en la profunda fuerza espiritual, de caminar a pie. No hablo de trotar o pasear en las ciudades, me refiero a largas distancias, pero haciéndolo a pie cuando haya algo importante”.
Family Romance, LLC (2019)
Herzog bien podría estar describiendo su peregrinación en 1974 de Múnich a París con el propósito de salvar la vida de su mentora Lotte Eisner. “¿Por qué hacerlo a pie? Tengo un aforismo que a Bruce Chatwin le encantaba: ‘El mundo se revela ante aquellos que viajan a pie’”. Enseguida cuenta que su amigo tenía una mochila siempre donde traía una pequeña botella de champaña para cuando se deprimiera y un libro que escribió Herzog, Del caminar sobre hielo (1978). Y de pronto parece ocurrírsele algo. Se levanta y desaparece unos segundos para después volver, sonriendo, con la mochila de su amigo. “Siempre tengo la mochila cerca porque si hay un incendio y la casa se quema, esta es la posesión que salvaría primero”.
Lejos del amargado director que narra con frustración sus experiencias filmando Fitzcarraldo en Burden of Dreams (1982), ante mí se manifiesta un hombre simpático y risueño que a veces responde con humor. Entre 2018 y 2019 se estrenaron tres películas dirigidas por él y actuó en la serie de Disney, The Mandalorian; durante nuestra conversación me presume que tiene varias películas en puerta y muestra un manuscrito de poemas sobre “cosas que han estado durmiendo mucho tiempo en mí, que tenían que salir tarde o temprano, pero ya que he estado haciendo una película tras otra, nunca me he tomado el tiempo para escribir, así que estoy forzado [por la pandemia] a hacer algo que podría hacerme bien”.
“Yo no distingo entre documentales y ficciones porque, verás, en mis documentales estilizo, invento, repito cosas, una historia cinco o seis veces hasta que llegue a lo esencial. El cine documental debe desasociarse del periodismo”.
Le pregunto de dónde viene tanta energía y contesta con ironía y cierto hermetismo: “Bueno, tengo una respuesta simple: Toda la energía viene de la comida”.
Da la impresión de ser un hombre mucho más tierno de como se representa a sí mismo en sus documentales. Uno esperaría, también, que su filmografía, casi tan costosa como su propia vida, sería más importante para él, pero dice con certeza que sus libros probablemente vivirán más tiempo que sus películas. De hecho, piensa que, aunque ha sido un buen soldado del cine, considerarlo un asunto de vida o muerte es una “tontería grotesca: se debe tener cuidado de no hacer del cine lo más importante en la vida porque es un oficio de ilusionistas, es una ilusión”.
Entonces, ¿se considera aún un conquistador de lo inútil?
“Sí, es inútil lo que hago, pero aun así nos da distinción en este planeta. Nos distingue como seres culturales. Nos distingue de las vacas en el campo que no tienen poesía y que no tienen cine”.