Un tributo a Gay Talese
Leyenda viva del periodismo y defensor de la curiosidad por lo ordinario.
Gay Talese era el único niño que llegaba a su escuela con saco y corbata. Su padre, sastre de profesión y herencia, lo usaba como publicidad andante de la Talese Town Shop, donde se vendían sus perfectas, impecables, puntadas.
Nació el 7 de febrero de 1932 en la isla de Ocean City, Nueva Jersey, un pequeño pueblo turístico al sur de Atlantic City. Él y su familia, italoamericanos y católicos, resaltaban entre la comunidad, descendientes irlandeses y metódicos. Gay Talese no tenía la piel pálida ni los ojos azules, no rezaba igual, tenía malas calificaciones y su apellido no rimaba con el de sus compañeros; no encajaba.
Las tardes las pasaba en el negocio familiar. Lo educaron con modales de tienda: para ser silencioso, de sonrisa discreta y tacto delicado. Lo educaron para escuchar muy bien y ser casi invisible. “La tienda era como una especie de talk show que fluía entorno a los encantadores modismos y oportunas preguntas de mi madre; y siendo un chico no más alto que los mostradores detrás de los cuales yo pausaba y espiaba, aprendí mucho de lo que me sería útil años más tarde cuando comencé a entrevistar gente para artículos y libros”, escribió Talese en el ensayo Orígenes de un escritor de no ficción.
Aquel niño callado, diferente, medio raro, encontró en sí una de las herramientas menos frecuentes en el mundo, el don de escuchar a los que nunca son oídos, y lo convirtió en su carrera. Aprendió a no interrumpir, aún cuando la gente batalla para explicarse, y que en esas pausas, “la gente suele ser muy reveladora: lo que dudan en decir puede decir mucho de ellos”.
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El perfil es una rama particular del periodismo y de la llamada “no ficción”, que persigue la literatura de lo real. Es algo así como una biografía en la que el autor tiene licencia para usar filtros, para escoger los ángulos deseados a contar. Gay Talese, contemporáneo a otros grandes escritores y revolucionarios del género, como Tom Wolfe y Hunter Thompson, se convirtió en el maestro del perfil.
La primera vez que hizo periodismo fue a los 15 años, cuando el entrenador del equipo de baseball del internado católico al que asistía, le pidió que le telefoneara a la prensa con los resultados de uno de los partidos, pues él reclamaba estar demasiado ocupado para hacerlo. En vez de hacerlo por teléfono, decidió implementar sus habilidades en la máquina de escribir, con lo cual consiguió el trabajo de reportero de deportes para el semanario Ocean City Sentinel-Ledger. También tuvo una columna llamada “High School Highlights” dedicada a programas estudiantiles y actividades de teatro, arte, música, trabajo comunitario y otro tipo de actividades sociales, como los bailes y graduaciones, los cuales Talese siempre había evitado, hasta que tuvo que ir como reportero.
En septiembre del ‘49, a los 17 años, “cicatrizado por el acné y socialmente inseguro como no lo había sido más chico”, se fue a la Universidad de Alabama a estudiar periodismo. Había intentado entrar a docenas de escuelas de Nueva Jersey, pero sólo lo aceptaron en la del sur. De hecho, antes de ser aceptado, Talese estuvo al borde de desistir la búsqueda de universidades, y continuar con la tradición familiar para algún día encargarse de la tienda.
Sin embargo, convenció a su padre de dejarlo estudiar periodismo después de recibir un cheque de 25 dólares de parte del Atlantic City Press, por un artículo sobre un cementerio de mascotas que encontró buscando a su perro, que se ‘perdió’ mientras él estaba en la escuela y que su madre detestaba.
Talese explicó que “para individuos que eran tan penosos y curiosos como yo, el periodismo era una preocupación ideal, un vehículo que trascendía la limitación de reticencia”.
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Recién egresado se fue a Nueva York y entró a la Meca del periodismo, The New York Times. Empezó, en 1955, como el encargado de sacar todas las fotocopias (que en ese entonces debieron ser toneladas). Se ganó poco después los espacios impresos y dedicó 10 años de su vida a ese periódico.
Su primer libro best-seller, publicado en 1969, cuenta las proveniencias familiares y relaciones interpersonales de sus colegas en el periódico neoyorkino. En The Kingdom and the Power cuenta las anécdotas que escuchó ahí, como lo hacía de pequeño entre las cortinas y sillones aterciopelados donde su madre atendía a las clientas. Ese fue el único trabajo de tiempo completo que tuvo, “ese salón de noticias era mi ‘tienda’”.
Antes de ése ya había publicado otros dos libros: New York, a Serendipiter’s Journey, en 1961, y The Bridge, de 1963. En ambos trabajos, y en todos los que publicaría después, Talese refleja la sensibilidad de un chico americano que no encajaba en la sociedad de su pequeño pueblo, acompañado de la esencia de la gente y los lugares que alguna vez conoció y en los que alguna vez estuvo.
En sus casi 70 años como periodista, ha publicado 13 libros y cientos de reportajes y artículos en los medios más importantes de Estados Unidos, que se han replicado por todo el mundo.
Probablemente uno de sus trabajos más importantes –pero que quizá es nada más el más famoso– es Honrarás a tu padre (1971), que escribió en reacción a la insistente defensa que hacía su padre de los nombres de origen italiano que salían en las noticias, ligándolos a la mafia, diciendo que la prensa exageraba.
Más gente interesante:
Cuando Frank Sinatra entró ilegal a México
La maldición de Hunter S. Thompson
Hizo el reportaje tras ganarse la confianza de uno de estos mafiosos, que le dio acceso a los detalles más íntimos de una de las organizaciones ilegales más relevantes para la historia de Estados Unidos, que además sigue teniendo impacto, por ser pioneros en el narcotráfico moderno.
Dos años después de la publicación –1973– del que se volvió rápidamente su segundo best-seller, el texto se adaptó a la película homónima dirigida por Paul Wendkos, que hoy es uno de los clásicos del cine norteamericano y que años después dio paso a la multipremiada serie, Los Soprano.
Talese es el periodista que logró acabar con el “silencio de la mafia”, que se juraba impenetrable; que escribió sobre el resfriado de Frank Sinatra –quizá el mejor texto jamás escrito sobre él–; y un insólito perfil de Muhammad Alí. Contó también la vida de Fidel Castro en plena Guerra Fría y fue el primero en atreverse a escribir públicamente sobre la hipocresía sexual de Estados Unidos. Pero fue también alguien que se expuso a sí mismo, como había expuesto a cientos de personas antes, en Unto the Sons, una especie de autobiografía. “Ahora yo estaba siendo observado”, dijo.
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Gay Talese, ese niño que iba vestido demasiado formal para la escuela y que pasaba sus tardes escuchando lo que las señoras burguesas de la época le confesaban a su madre, se convirtió en uno de los mejores narradores de la verdad.
Mientras que sus contemporáneos, padres del nuevo periodismo, apuntaban por contar lo extraordinario, Gay Talese decía:
“Yo siempre he creído, y espero haber comprobado con mis esfuerzos, que también habemos de prestarle atención en la no ficción a lo ‘ordinario’”.
*Todas las citas provienen del ensayo «Orígenes de un escritor de no ficción», publicado en Retratos y encuentros, publicado en el 2003 por la editorial Penguin Random House.
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