Joker: una oda al caos
“Para bien o para mal, es la película que el Guasón hubiese querido”.
Las películas de comics no necesitan validación. Son instrumentos de entretenimiento masivo que, sin ánimos de juicio, expanden mitologías heroicas con cierto anclaje al mundo contemporáneo. Aunque el respeto de la crítica va y viene, este depende del producto. Batman: El Caballero de la Noche y Black Panther, son dos grandes destacados de este aplauso. En general, estos largometrajes no requieren una prensa amigable, pues tienen algo asegurado: público. No obstante, Joker, al ganar el León de Oro en el Festival de cine de Venecia, no sólo se llevó a casa uno de los premios más cotizados de la industria cinematográfica, sino que generó una gran expectativa en torno a la película. Los especialistas le han dedicado a la cinta una atención que no suelen recibir las adaptaciones de comics y de un momento a otro —al menos en apariencia— una película de superhéroes pasó a ser una obra meritoria de un cotizado reconocimiento artístico.
Joker fue reconocida en un festival donde —usualmente— se le da un peso mayor a la visión autoral, que a las historias taquilleras. Pero desde sus primeros minutos es evidente que Joker no es cualquier historia de personajes con capa y supervillanos. En realidad, la película ni siquiera es similar a cualquier otro blockbuster: tiene una energía política que no suele estar presente en la cartelera comercial. Es subversiva y provocadora, no sigue un rigor narrativo para construir tensión, y tampoco es una secuela que busque formar parte de una franquicia como hoy es tan común.
Pero así como la historia contenida de Joker es un experimento inusual y emocionante para Hollywood, también resulta profundamente torpe para manejar algunas de sus ideas y conceptos más sensibles (léase, políticos), en especial aquellos que relatan el conflicto entre clases privilegiadas y desposeídas, así como el tratamiento a la salud mental. Esta podría ser la gran división de Joker, una película emocionante de ver, pero que parece estar escrita desde un resentimiento pueril y muy poco matizado. Si bien, Joker es un largometraje que trabaja un camino paralelo en la carrera de su director, esto no sorprende del todo, considerando las manos que esculpieron la obra. Todd Philips también es el director detrás de la trilogía de The Hangover, así como otras comedias sobre hombres estadounidenses que responden a un estereotipo nacional.
Al interior del Guasón, como le llaman en español, se encuentra Arthur Fleck, interpretado por una versión esquelética de Joaquin Phoenix, quien es posiblemente el bastión más poderoso de la película. Fleck es un payaso con ambición de convertirse en comediante, y la película relata el camino que lo conduce a una desenfrenada psicosis asesina, con una visión muy personal de la justicia. Esta psicosis no se trata solamente de un suceso personal, sino que eventualmente empapa cada rincón de Ciudad Gótica, el mítico hogar de Batman, y provoca un movimiento social donde las élites ven sus privilegios amenazados por las exigencias de aquellos menos favorecidos, los “olvidados por la sociedad”, como los llaman en el largometraje. Ante el caos que retrata, es imposible determinar en qué espectro político se encuentra la cinta: ¿es una crítica a los llamados por la justicia social? ¿es una película anticapitalista? ¿está exigiendo un Estado que cuide de sus ciudadanos? ¿es un grito contra la “excesiva corrección política”? y ¿está orientada a la izquierda o a la derecha?
Al más puro estilo anárquico que caracteriza al personaje del Guasón, Joker no ofrece respuesta fácil a ninguna de estas preguntas. Al mismo tiempo, es todo y nada de lo anterior. En sus dos horas de duración se condena un sistema que creó brechas económicas abismales entre sus habitantes, mientras que también se queja de una sociedad que defiende la corrección política de factores como el humor o la expresión de preferencias políticas. Como varios críticos señalan, Joker reivindica la actitud del nerd, el rechazado, el inadaptado social, o todo aquel que se siente ignorado (con un tono autocompasivo algo patético) mientras busca la atención que cree merecer. Por esta razón se ha vinculado su personaje principal con el fenómeno de los incels y hasta con la violencia terrorista en Estados Unidos.
Joker tiene un problema en su brocha gorda y expresión de lo obvio. La crítica de cine Fernanda Solórzano también lo apunta así en su comentario de twitter: “La cinta es tan explicativa que raya en lo convencional: los temas vienen predigeridos”. Su protagonista es un psicópata simpático, que en ocasiones no habla sino sermonea sobre su condición de hombre blanco heterosexual y rechazado, en una reivindicación clásica y gastada del genio loco e incomprendido, observada en personajes de series como Breaking Bad, Rick and Morty o Bojack Horseman.
No obstante, Joker ofrece suficiente terreno para varias interpretaciones, principalmente por lo siguiente: es un placer para el espectador. La película es un estudio social de personaje, muy al estilo de Taxi Driver. En su ritmo pausado hay mucho tiempo para explorar las acciones de Fleck y empatizar con ellas. Concentrada en la psicología del personaje, la cinta es indudablemente divertida y emocionante, con referencias claras y algunas no tanto a las películas setenteras de Martin Scorsese o William Friedkin, al grado que Scorsese fue inicialmente uno de sus productores.
Por todo esto es muy probable que Joker esea nominada a varios premios Oscar, entre ellos Mejor Edición y Mejor Película. Por supuesto, el otro premio que ganará en la próxima temporada es el de Mejor Actor. Joaquin Phoenix no sólo está irreconocible en su raquítico estado, sino que su personaje tiene una impresionante presencia en la pantalla, que oscila entre el carisma, lo patético y una genuina desesperación. El actor le apostó a una versión del personaje distinta al Guasón de Heath Ledger, Jack Nicholson, Cesar Romero o Jared Leto, que toma un poco de todos para consolidar su propio monstruo lleno de momentos indelebles. Así como Jack Nicholson bailó al compás de Prince, Phoenix lo hace con “Rock n Roll Part 2 (Hey Song)” de Gary Glitter, sobre unas empinadas escaleras en una escena icónica.
Pero la inclusión musical no es gratuita. Gary Glitter es un músico que ha sido acusado de abuso infantil, y desde entonces la pegajosa canción ha caído en desuso para la cultura popular. Anthony Lane, crítico de cine del New Yorker, apunta que la canción está ahí como provocación, aunque también suma a las muchas paradojas de la cinta. El crítico David Ehrlich, del sitio IndieWire, fue quizás quien mejor lo expresó: “Para bien o para mal, Joker es la película que el Guasón hubiese querido”. Muchas cosas se dicen sobre ella, que puede inspirar violencia, que es una visión simplista, que reivindica incels o que advierte sobre ellos. Lo cierto, al final, es que a pesar de ser algo plana en su discurso, Joker es un producto atípico de Hollywood, que es, cinematográficamente, lo más relevante que entregarán los grandes estudios en 2019.
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