La casa imposible del artista japonés Kiyoto Ota
Roberto García Hernández
Fotografía de Paulina Figueroa
Kiyoto Ota presenta su último proyecto escultórico, con el que explora la relación entre el lugar y el espacio.
Tres casas de madera rodean al visitante dentro del Museo Universitario del Chopo. Su factura impecable y aspecto tradicional evocan una pintoresca tranquilidad. Sin embargo, al asomarse a sus interiores se hace obvio que algo está mal. En la primera, la puerta atraviesa la casa sólo para llegar directamente a una salida; en la segunda, lo que parece desde adentro una puerta es, en realidad, una ventana; y en la tercera, sin ninguna explicación, está lloviendo en el interior.
“Es una escultura, no es una casa”, asegura su creador, el artista Kiyoto Ota. Nacido en Sasebo, Nagasaki, en 1948, pero radicado en México desde 1972, ha desarrollado en su obra escultórica una profunda relación con la naturaleza, donde materiales como piedra, hierro colado o plomo conviven con elementos naturales. En sus piezas no es extraño encontrar estructuras tubulares con ventiladores por donde corre aire (Viento, 2011), o pesadas formas de metal cubiertas con escarcha generada por la refrigeración (Resonancia congelada, 1997). Para Ota, la materialidad de las estructuras se redimensiona al enfrentarlas con elementos vivos de la naturaleza.
No obstante, va más allá con su última serie, “Úteruz”, que comenzó en 2006. “Llegué a un cuestionamiento”, comenta el artista, “la escultura, de todos modos, es un arte táctil, para sentir y tocar. ‘Úteruz’ viene de útero, de mujer, un espacio donde puedes sentir tranquilidad. Quería empezar con ese tipo de escultura”. Las piezas de esta serie son estructuras de maderas como encino, pino y cedro blanco, con un espacio interior de forma esférica por donde se entra para experimentar el espacio sensorialmente, a fin de recuperar la memoria del útero materno. Pero esto era apenas el principio: “Después de varios años sentí que algo faltaba. Era la representación de un útero, la gente entraba y sentía tranquilidad, funcionaba. Pero la cuestión es que ‘Úteruz’ es como un lugar. ¿Cuál es la diferencia entre el lugar y el espacio? Eso es lo que quería aclarar.”
El resultado es la exposición “3 Casas Extraordinarias”, que podrá visitarse hasta el 3 de diciembre. Para este, su proyecto más ambicioso a la fecha, Ota construyó dentro de la Galería Sur del Museo Universitario del Chopo tres casas que no protegen ni acogen al visitante, que anulan su condición de refugio, una idea que Ota llama “contraúteruz”. El artista replanteó la relación entre lugar y espacio, un concepto desarrollado por el geógrafo chino-estadounidense Yi-Fu Tuan, quien escribe que “espacio” tiene un carácter abstracto, es abierto, libre y a la vez amenazante, pero al ir conociéndolo le asignamos un valor y poco a poco se convierte en “lugar”, que es seguro y nos brinda estabilidad. El ejemplo más claro es la casa. “Parecen casas, claro, porque puedes entrar, pero no tienen la funcionalidad de una casa, porque no puedes quedarte mucho tiempo, no puedes sentirte cómodo. Se trata de cómo transformas el lugar en otra cosa. Quitas la funcionalidad de la casa”, dice Ota, quien las construyó con el objetivo de hacerlas perder su significado, su condición de lugar.
La primera es Casa de viento (2014), compuesta por dos pasillos que se cruzan, por lo que carece de habitaciones. Un corredor conecta dos puertas y el otro dos ventanas en las que se han instalado ventiladores. La obra nació de una experiencia personal: al morir los padres de Ota hace una década en Japón, la heredó, pero se vio imposibilitado de cuidarla. “Quedó abandonada, me sentí mal. Casa en la que no vive nadie ya no es casa, porque se pudre y su sensación es fría, triste”, dice el artista, “como no puedo traer mi casa, hice algo simbólicamente, construida en madera, parecida a una casa tradicional de Japón.”
En Casa de lluvia (2016) un mecanismo de riego hace que llueva a cántaros en su interior. Es incapaz de funcionar como refugio. “Es totalmente una ironía.” No obstante, pese a lo inhóspito que resulta una casa que recibe a uno con un aguacero, se puede sentir la brisa fresca y el aroma a madera mojada que hace de esta obra una experiencia entrañable.
Casa de Alicia (2017) es la de aspecto más común y la más engañosa. En su interior una escalera conduce hacia una puerta lejana, pero al subir notamos que el pasillo se vuelve tan estrecho que ya no es posible seguir avanzando. Al examinar la casa por fuera se aprecia que aquella puerta inaccesible era una ventana trasera. Ota manipuló la perspectiva para crear la ilusión de profundidad. “Confiamos demasiado en lo visual, pero a veces hay trampas”, comenta.
Aunque físicamente estas casas ofrecen una hospitalidad limitada, el verdadero terreno en que son habitadas es más mental. Para el artista el reto no es transformar estas construcciones físicamente, sino en lo conceptual, volverlas otra cosa, y el propósito no es otro que la voluntad por transformar la identidad del espectador, afectarlo. “Yo pienso que la escultura es un recipiente de energía. Pienso que el escultor va a transformar el material y con eso transforma el espíritu de la gente. Creo que ése es el carácter de la escultura o del arte”, concluye Ota.
3 Casas Extraordinarias
Hasta el 3 de diciembre
Museo Universitario del Chopo
chopo.unam.mx
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