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La Micropedia de Ignacio Padilla, el maestro del cuento

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La obra cumbre que el escritor dejó inconclusa fue finalmente publicada.

Al interior de su oficina, sentado y con el codo recargado sobre el reposabrazos de un sillón de piel, Jorge Volpi, actual director de Difusión Cultural de la UNAM, escritor y miembro fundador de la “Generación del Crack”, recuerda una escena mientras platica para Gatopardo sobre la publicación del proyecto más ambicioso del escritor Ignacio Padilla —la Micropedia— una tetralogía de cuentos que el escritor había dejado inconclusa:“Estábamos en un restaurante en Nueva York. De pronto me preguntó si podía ser el albacea de su legado literario en caso de que él falleciera. Así eran las pláticas con Nacho. Me pareció extraño que el tema surgiera en ese momento, pero le dije que si”.Jorge Volpi no esperaba que la noticia de un accidente automovilístico que sucedió la madrugada del 20 de agosto de 2016, en la ciudad de Querétaro, hubiera convertido la petición que años atrás le había hecho su amigo, en una responsabilidad ineludible. Nadie esperaba que Ignacio Padilla —Premio Internacional Juan Rulfo 1998— muriera tan pronto. Tenía 47 años.Quizá uno de los motivos que tuvo el escritor y académico para pedir ese enorme encargo al autor del ganador del premio Alfaguara 2018, durante la hora de la cena, fue la amistad que ambos forjaron tras ganar —en 1984— un concurso de cuento organizado al interior del Centro Universitario México, donde ambos estudiaron la preparatoria.[caption id="attachment_226591" align="aligncenter" width="620"]

Micropedia de Ignacio Padilla

Micropedia, tetralogía de Ignacio Padilla[/caption]Volpi recuerda que él ganó el tercer lugar, mientras que Nacho —como le dice familiarmente— ganó el primer premio. Lo dice mientras se arregla los lentes. Desde entonces el lazo que conectó a estos personajes fue un profundo interés por las letras y algunas otras preocupaciones que cambiaron el panorama literario latinoamericano casi al final de la década de 1990. En 1996, ambos firmaron el Manifiesto del Crack, una declaración que criticaba “las malas imitaciones” que se hacían del realismo mágico y que durante esa década inundaban las librerías.El manifiesto fue firmado por Eloy Urroz, Pedro Ángel Palou, Ricardo Chávez Castañeda y Vicente Herrasti, todos buscaban fraguar un movimiento literario que se alejara de la visión “folclorista”, para construir una literatura “más formal”. Y así lo hicieron.Veinte años después, el crack encontró oficialmente su fin, tras la muerte de Padilla. Al menos eso dijo Jorge Volpi en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en 2016, dos meses después del accidente y ante una sala llena de personas: “En vez de estar leyendo el post-manifiesto estamos aquí recordando a Nacho y dándonos cuenta de que con su muerte, el crack ahora sí termina”.“Ignacio Padilla era el escritor más talentoso de mi generación y aunque hizo novela y ensayo, creo que su legado más valioso está en los cuentos”, dice Volpi mientras platica de la Micropedía, un compendio de cuatro libros de cuentos que Padilla dejó inconcluso pero muy cerca de terminar. “Es una de las obras más ambiciosas de los últimos 50 años”, asegura.En vida Padilla publicó tres volúmenes de este proyecto y lo hizo con diferentes editoriales. Después publicó algunos cuentos que conformarían el cuarto volumen —Lo volátil y las fauces— por separado.[caption id="attachment_226590" align="aligncenter" width="620"]

Ignacio Padilla micropedia, int1

Jorge Volpi, Ignacio Padilla, Eduardo Lizalde y Gerardo Laveaga / Fotografía vía Gerardo Laveaga en redes sociales.[/caption]Cuando la familia de Padilla le confirmó que él sería el albacea, buscó entre los documentos y los archivos de la computadora personal de Ignacio, para intentar dar orden a los textos que faltaban —muchos inéditos— para completar el libro.Más allá de terminar la Micropedia, Jorge Volpi quería completar el legado de Padilla para publicarlo, tal cual él lo hubiera querido, desde que comenzó a hacer los cuentos hace poco más de veinte años. Con una sonrisa dice, “No sé si era el orden que esperaba Nacho porque tuve que ordenar los textos y decidir cuales eran parte de Lo volátil y cuales otros de Las fauces, y sé que probablemente tendríamos una discusión al respecto, pero intenté respetar las pistas que los propios textos iban dando”.Finalmente, la misión se cumplió. Lo volátil y las fauces es una realidad y junto a él, los otros tres tomos que conforman este compendio: Las antípodas y el siglo, Los reflejos y la escarcha y El androide y las quimeras, también fueron editados por Páginas de Espuma y presentados en un cofre en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y la semana pasada en la Ciudad de México. Han sido calificados como “una de las cumbres del cuento en español”.Volpi cuenta sobre su amigo, que se hacía llamar “físico cuéntico”, que entre los otros textos que encontró en sus archivos hay una novela casi terminada y un libro de ensayos que espera pronto puedan ser editados. Al finalizar la conversación, Volpi recuerda otra escena que marcó —quizá— el destino de ambos:“Pasamos juntos dos semanas en Florencia. Nos quedamos en una Villa. Nacho decidió entonces que deberíamos pasar esos quince días enteros, encerrados leyendo. Eso hicimos, de esa experiencia salió mi novela En busca de Klingsor y ahí mismo nació la pasión de Nacho por Cervantes".Antes de morir, Ignacio Padilla presentó el último libro de una trilogía de ensayos sobre Miguel de Cervantes se tituló Cervantes y Compañía. Quienes lo conocieron, afirmaron que dentro del Honda gris que manejaba, uno de los discos que más le hacían compañía era la versión sonora de libro El Quijote de la Mancha.

Fotografía de portada obtenida vía redes sociales

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La obra cumbre que el escritor dejó inconclusa fue finalmente publicada.

Al interior de su oficina, sentado y con el codo recargado sobre el reposabrazos de un sillón de piel, Jorge Volpi, actual director de Difusión Cultural de la UNAM, escritor y miembro fundador de la “Generación del Crack”, recuerda una escena mientras platica para Gatopardo sobre la publicación del proyecto más ambicioso del escritor Ignacio Padilla —la Micropedia— una tetralogía de cuentos que el escritor había dejado inconclusa:“Estábamos en un restaurante en Nueva York. De pronto me preguntó si podía ser el albacea de su legado literario en caso de que él falleciera. Así eran las pláticas con Nacho. Me pareció extraño que el tema surgiera en ese momento, pero le dije que si”.Jorge Volpi no esperaba que la noticia de un accidente automovilístico que sucedió la madrugada del 20 de agosto de 2016, en la ciudad de Querétaro, hubiera convertido la petición que años atrás le había hecho su amigo, en una responsabilidad ineludible. Nadie esperaba que Ignacio Padilla —Premio Internacional Juan Rulfo 1998— muriera tan pronto. Tenía 47 años.Quizá uno de los motivos que tuvo el escritor y académico para pedir ese enorme encargo al autor del ganador del premio Alfaguara 2018, durante la hora de la cena, fue la amistad que ambos forjaron tras ganar —en 1984— un concurso de cuento organizado al interior del Centro Universitario México, donde ambos estudiaron la preparatoria.[caption id="attachment_226591" align="aligncenter" width="620"]

Micropedia de Ignacio Padilla

Micropedia, tetralogía de Ignacio Padilla[/caption]Volpi recuerda que él ganó el tercer lugar, mientras que Nacho —como le dice familiarmente— ganó el primer premio. Lo dice mientras se arregla los lentes. Desde entonces el lazo que conectó a estos personajes fue un profundo interés por las letras y algunas otras preocupaciones que cambiaron el panorama literario latinoamericano casi al final de la década de 1990. En 1996, ambos firmaron el Manifiesto del Crack, una declaración que criticaba “las malas imitaciones” que se hacían del realismo mágico y que durante esa década inundaban las librerías.El manifiesto fue firmado por Eloy Urroz, Pedro Ángel Palou, Ricardo Chávez Castañeda y Vicente Herrasti, todos buscaban fraguar un movimiento literario que se alejara de la visión “folclorista”, para construir una literatura “más formal”. Y así lo hicieron.Veinte años después, el crack encontró oficialmente su fin, tras la muerte de Padilla. Al menos eso dijo Jorge Volpi en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en 2016, dos meses después del accidente y ante una sala llena de personas: “En vez de estar leyendo el post-manifiesto estamos aquí recordando a Nacho y dándonos cuenta de que con su muerte, el crack ahora sí termina”.“Ignacio Padilla era el escritor más talentoso de mi generación y aunque hizo novela y ensayo, creo que su legado más valioso está en los cuentos”, dice Volpi mientras platica de la Micropedía, un compendio de cuatro libros de cuentos que Padilla dejó inconcluso pero muy cerca de terminar. “Es una de las obras más ambiciosas de los últimos 50 años”, asegura.En vida Padilla publicó tres volúmenes de este proyecto y lo hizo con diferentes editoriales. Después publicó algunos cuentos que conformarían el cuarto volumen —Lo volátil y las fauces— por separado.[caption id="attachment_226590" align="aligncenter" width="620"]

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Jorge Volpi, Ignacio Padilla, Eduardo Lizalde y Gerardo Laveaga / Fotografía vía Gerardo Laveaga en redes sociales.[/caption]Cuando la familia de Padilla le confirmó que él sería el albacea, buscó entre los documentos y los archivos de la computadora personal de Ignacio, para intentar dar orden a los textos que faltaban —muchos inéditos— para completar el libro.Más allá de terminar la Micropedia, Jorge Volpi quería completar el legado de Padilla para publicarlo, tal cual él lo hubiera querido, desde que comenzó a hacer los cuentos hace poco más de veinte años. Con una sonrisa dice, “No sé si era el orden que esperaba Nacho porque tuve que ordenar los textos y decidir cuales eran parte de Lo volátil y cuales otros de Las fauces, y sé que probablemente tendríamos una discusión al respecto, pero intenté respetar las pistas que los propios textos iban dando”.Finalmente, la misión se cumplió. Lo volátil y las fauces es una realidad y junto a él, los otros tres tomos que conforman este compendio: Las antípodas y el siglo, Los reflejos y la escarcha y El androide y las quimeras, también fueron editados por Páginas de Espuma y presentados en un cofre en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y la semana pasada en la Ciudad de México. Han sido calificados como “una de las cumbres del cuento en español”.Volpi cuenta sobre su amigo, que se hacía llamar “físico cuéntico”, que entre los otros textos que encontró en sus archivos hay una novela casi terminada y un libro de ensayos que espera pronto puedan ser editados. Al finalizar la conversación, Volpi recuerda otra escena que marcó —quizá— el destino de ambos:“Pasamos juntos dos semanas en Florencia. Nos quedamos en una Villa. Nacho decidió entonces que deberíamos pasar esos quince días enteros, encerrados leyendo. Eso hicimos, de esa experiencia salió mi novela En busca de Klingsor y ahí mismo nació la pasión de Nacho por Cervantes".Antes de morir, Ignacio Padilla presentó el último libro de una trilogía de ensayos sobre Miguel de Cervantes se tituló Cervantes y Compañía. Quienes lo conocieron, afirmaron que dentro del Honda gris que manejaba, uno de los discos que más le hacían compañía era la versión sonora de libro El Quijote de la Mancha.

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Al interior de su oficina, sentado y con el codo recargado sobre el reposabrazos de un sillón de piel, Jorge Volpi, actual director de Difusión Cultural de la UNAM, escritor y miembro fundador de la “Generación del Crack”, recuerda una escena mientras platica para Gatopardo sobre la publicación del proyecto más ambicioso del escritor Ignacio Padilla —la Micropedia— una tetralogía de cuentos que el escritor había dejado inconclusa:“Estábamos en un restaurante en Nueva York. De pronto me preguntó si podía ser el albacea de su legado literario en caso de que él falleciera. Así eran las pláticas con Nacho. Me pareció extraño que el tema surgiera en ese momento, pero le dije que si”.Jorge Volpi no esperaba que la noticia de un accidente automovilístico que sucedió la madrugada del 20 de agosto de 2016, en la ciudad de Querétaro, hubiera convertido la petición que años atrás le había hecho su amigo, en una responsabilidad ineludible. Nadie esperaba que Ignacio Padilla —Premio Internacional Juan Rulfo 1998— muriera tan pronto. Tenía 47 años.Quizá uno de los motivos que tuvo el escritor y académico para pedir ese enorme encargo al autor del ganador del premio Alfaguara 2018, durante la hora de la cena, fue la amistad que ambos forjaron tras ganar —en 1984— un concurso de cuento organizado al interior del Centro Universitario México, donde ambos estudiaron la preparatoria.[caption id="attachment_226591" align="aligncenter" width="620"]

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Micropedia, tetralogía de Ignacio Padilla[/caption]Volpi recuerda que él ganó el tercer lugar, mientras que Nacho —como le dice familiarmente— ganó el primer premio. Lo dice mientras se arregla los lentes. Desde entonces el lazo que conectó a estos personajes fue un profundo interés por las letras y algunas otras preocupaciones que cambiaron el panorama literario latinoamericano casi al final de la década de 1990. En 1996, ambos firmaron el Manifiesto del Crack, una declaración que criticaba “las malas imitaciones” que se hacían del realismo mágico y que durante esa década inundaban las librerías.El manifiesto fue firmado por Eloy Urroz, Pedro Ángel Palou, Ricardo Chávez Castañeda y Vicente Herrasti, todos buscaban fraguar un movimiento literario que se alejara de la visión “folclorista”, para construir una literatura “más formal”. Y así lo hicieron.Veinte años después, el crack encontró oficialmente su fin, tras la muerte de Padilla. Al menos eso dijo Jorge Volpi en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en 2016, dos meses después del accidente y ante una sala llena de personas: “En vez de estar leyendo el post-manifiesto estamos aquí recordando a Nacho y dándonos cuenta de que con su muerte, el crack ahora sí termina”.“Ignacio Padilla era el escritor más talentoso de mi generación y aunque hizo novela y ensayo, creo que su legado más valioso está en los cuentos”, dice Volpi mientras platica de la Micropedía, un compendio de cuatro libros de cuentos que Padilla dejó inconcluso pero muy cerca de terminar. “Es una de las obras más ambiciosas de los últimos 50 años”, asegura.En vida Padilla publicó tres volúmenes de este proyecto y lo hizo con diferentes editoriales. Después publicó algunos cuentos que conformarían el cuarto volumen —Lo volátil y las fauces— por separado.[caption id="attachment_226590" align="aligncenter" width="620"]

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Jorge Volpi, Ignacio Padilla, Eduardo Lizalde y Gerardo Laveaga / Fotografía vía Gerardo Laveaga en redes sociales.[/caption]Cuando la familia de Padilla le confirmó que él sería el albacea, buscó entre los documentos y los archivos de la computadora personal de Ignacio, para intentar dar orden a los textos que faltaban —muchos inéditos— para completar el libro.Más allá de terminar la Micropedia, Jorge Volpi quería completar el legado de Padilla para publicarlo, tal cual él lo hubiera querido, desde que comenzó a hacer los cuentos hace poco más de veinte años. Con una sonrisa dice, “No sé si era el orden que esperaba Nacho porque tuve que ordenar los textos y decidir cuales eran parte de Lo volátil y cuales otros de Las fauces, y sé que probablemente tendríamos una discusión al respecto, pero intenté respetar las pistas que los propios textos iban dando”.Finalmente, la misión se cumplió. Lo volátil y las fauces es una realidad y junto a él, los otros tres tomos que conforman este compendio: Las antípodas y el siglo, Los reflejos y la escarcha y El androide y las quimeras, también fueron editados por Páginas de Espuma y presentados en un cofre en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y la semana pasada en la Ciudad de México. Han sido calificados como “una de las cumbres del cuento en español”.Volpi cuenta sobre su amigo, que se hacía llamar “físico cuéntico”, que entre los otros textos que encontró en sus archivos hay una novela casi terminada y un libro de ensayos que espera pronto puedan ser editados. Al finalizar la conversación, Volpi recuerda otra escena que marcó —quizá— el destino de ambos:“Pasamos juntos dos semanas en Florencia. Nos quedamos en una Villa. Nacho decidió entonces que deberíamos pasar esos quince días enteros, encerrados leyendo. Eso hicimos, de esa experiencia salió mi novela En busca de Klingsor y ahí mismo nació la pasión de Nacho por Cervantes".Antes de morir, Ignacio Padilla presentó el último libro de una trilogía de ensayos sobre Miguel de Cervantes se tituló Cervantes y Compañía. Quienes lo conocieron, afirmaron que dentro del Honda gris que manejaba, uno de los discos que más le hacían compañía era la versión sonora de libro El Quijote de la Mancha.

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Al interior de su oficina, sentado y con el codo recargado sobre el reposabrazos de un sillón de piel, Jorge Volpi, actual director de Difusión Cultural de la UNAM, escritor y miembro fundador de la “Generación del Crack”, recuerda una escena mientras platica para Gatopardo sobre la publicación del proyecto más ambicioso del escritor Ignacio Padilla —la Micropedia— una tetralogía de cuentos que el escritor había dejado inconclusa:“Estábamos en un restaurante en Nueva York. De pronto me preguntó si podía ser el albacea de su legado literario en caso de que él falleciera. Así eran las pláticas con Nacho. Me pareció extraño que el tema surgiera en ese momento, pero le dije que si”.Jorge Volpi no esperaba que la noticia de un accidente automovilístico que sucedió la madrugada del 20 de agosto de 2016, en la ciudad de Querétaro, hubiera convertido la petición que años atrás le había hecho su amigo, en una responsabilidad ineludible. Nadie esperaba que Ignacio Padilla —Premio Internacional Juan Rulfo 1998— muriera tan pronto. Tenía 47 años.Quizá uno de los motivos que tuvo el escritor y académico para pedir ese enorme encargo al autor del ganador del premio Alfaguara 2018, durante la hora de la cena, fue la amistad que ambos forjaron tras ganar —en 1984— un concurso de cuento organizado al interior del Centro Universitario México, donde ambos estudiaron la preparatoria.[caption id="attachment_226591" align="aligncenter" width="620"]

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Micropedia, tetralogía de Ignacio Padilla[/caption]Volpi recuerda que él ganó el tercer lugar, mientras que Nacho —como le dice familiarmente— ganó el primer premio. Lo dice mientras se arregla los lentes. Desde entonces el lazo que conectó a estos personajes fue un profundo interés por las letras y algunas otras preocupaciones que cambiaron el panorama literario latinoamericano casi al final de la década de 1990. En 1996, ambos firmaron el Manifiesto del Crack, una declaración que criticaba “las malas imitaciones” que se hacían del realismo mágico y que durante esa década inundaban las librerías.El manifiesto fue firmado por Eloy Urroz, Pedro Ángel Palou, Ricardo Chávez Castañeda y Vicente Herrasti, todos buscaban fraguar un movimiento literario que se alejara de la visión “folclorista”, para construir una literatura “más formal”. Y así lo hicieron.Veinte años después, el crack encontró oficialmente su fin, tras la muerte de Padilla. Al menos eso dijo Jorge Volpi en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en 2016, dos meses después del accidente y ante una sala llena de personas: “En vez de estar leyendo el post-manifiesto estamos aquí recordando a Nacho y dándonos cuenta de que con su muerte, el crack ahora sí termina”.“Ignacio Padilla era el escritor más talentoso de mi generación y aunque hizo novela y ensayo, creo que su legado más valioso está en los cuentos”, dice Volpi mientras platica de la Micropedía, un compendio de cuatro libros de cuentos que Padilla dejó inconcluso pero muy cerca de terminar. “Es una de las obras más ambiciosas de los últimos 50 años”, asegura.En vida Padilla publicó tres volúmenes de este proyecto y lo hizo con diferentes editoriales. Después publicó algunos cuentos que conformarían el cuarto volumen —Lo volátil y las fauces— por separado.[caption id="attachment_226590" align="aligncenter" width="620"]

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Jorge Volpi, Ignacio Padilla, Eduardo Lizalde y Gerardo Laveaga / Fotografía vía Gerardo Laveaga en redes sociales.[/caption]Cuando la familia de Padilla le confirmó que él sería el albacea, buscó entre los documentos y los archivos de la computadora personal de Ignacio, para intentar dar orden a los textos que faltaban —muchos inéditos— para completar el libro.Más allá de terminar la Micropedia, Jorge Volpi quería completar el legado de Padilla para publicarlo, tal cual él lo hubiera querido, desde que comenzó a hacer los cuentos hace poco más de veinte años. Con una sonrisa dice, “No sé si era el orden que esperaba Nacho porque tuve que ordenar los textos y decidir cuales eran parte de Lo volátil y cuales otros de Las fauces, y sé que probablemente tendríamos una discusión al respecto, pero intenté respetar las pistas que los propios textos iban dando”.Finalmente, la misión se cumplió. Lo volátil y las fauces es una realidad y junto a él, los otros tres tomos que conforman este compendio: Las antípodas y el siglo, Los reflejos y la escarcha y El androide y las quimeras, también fueron editados por Páginas de Espuma y presentados en un cofre en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y la semana pasada en la Ciudad de México. Han sido calificados como “una de las cumbres del cuento en español”.Volpi cuenta sobre su amigo, que se hacía llamar “físico cuéntico”, que entre los otros textos que encontró en sus archivos hay una novela casi terminada y un libro de ensayos que espera pronto puedan ser editados. Al finalizar la conversación, Volpi recuerda otra escena que marcó —quizá— el destino de ambos:“Pasamos juntos dos semanas en Florencia. Nos quedamos en una Villa. Nacho decidió entonces que deberíamos pasar esos quince días enteros, encerrados leyendo. Eso hicimos, de esa experiencia salió mi novela En busca de Klingsor y ahí mismo nació la pasión de Nacho por Cervantes".Antes de morir, Ignacio Padilla presentó el último libro de una trilogía de ensayos sobre Miguel de Cervantes se tituló Cervantes y Compañía. Quienes lo conocieron, afirmaron que dentro del Honda gris que manejaba, uno de los discos que más le hacían compañía era la versión sonora de libro El Quijote de la Mancha.

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La obra cumbre que el escritor dejó inconclusa fue finalmente publicada.

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Al interior de su oficina, sentado y con el codo recargado sobre el reposabrazos de un sillón de piel, Jorge Volpi, actual director de Difusión Cultural de la UNAM, escritor y miembro fundador de la “Generación del Crack”, recuerda una escena mientras platica para Gatopardo sobre la publicación del proyecto más ambicioso del escritor Ignacio Padilla —la Micropedia— una tetralogía de cuentos que el escritor había dejado inconclusa:“Estábamos en un restaurante en Nueva York. De pronto me preguntó si podía ser el albacea de su legado literario en caso de que él falleciera. Así eran las pláticas con Nacho. Me pareció extraño que el tema surgiera en ese momento, pero le dije que si”.Jorge Volpi no esperaba que la noticia de un accidente automovilístico que sucedió la madrugada del 20 de agosto de 2016, en la ciudad de Querétaro, hubiera convertido la petición que años atrás le había hecho su amigo, en una responsabilidad ineludible. Nadie esperaba que Ignacio Padilla —Premio Internacional Juan Rulfo 1998— muriera tan pronto. Tenía 47 años.Quizá uno de los motivos que tuvo el escritor y académico para pedir ese enorme encargo al autor del ganador del premio Alfaguara 2018, durante la hora de la cena, fue la amistad que ambos forjaron tras ganar —en 1984— un concurso de cuento organizado al interior del Centro Universitario México, donde ambos estudiaron la preparatoria.[caption id="attachment_226591" align="aligncenter" width="620"]

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Micropedia, tetralogía de Ignacio Padilla[/caption]Volpi recuerda que él ganó el tercer lugar, mientras que Nacho —como le dice familiarmente— ganó el primer premio. Lo dice mientras se arregla los lentes. Desde entonces el lazo que conectó a estos personajes fue un profundo interés por las letras y algunas otras preocupaciones que cambiaron el panorama literario latinoamericano casi al final de la década de 1990. En 1996, ambos firmaron el Manifiesto del Crack, una declaración que criticaba “las malas imitaciones” que se hacían del realismo mágico y que durante esa década inundaban las librerías.El manifiesto fue firmado por Eloy Urroz, Pedro Ángel Palou, Ricardo Chávez Castañeda y Vicente Herrasti, todos buscaban fraguar un movimiento literario que se alejara de la visión “folclorista”, para construir una literatura “más formal”. Y así lo hicieron.Veinte años después, el crack encontró oficialmente su fin, tras la muerte de Padilla. Al menos eso dijo Jorge Volpi en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en 2016, dos meses después del accidente y ante una sala llena de personas: “En vez de estar leyendo el post-manifiesto estamos aquí recordando a Nacho y dándonos cuenta de que con su muerte, el crack ahora sí termina”.“Ignacio Padilla era el escritor más talentoso de mi generación y aunque hizo novela y ensayo, creo que su legado más valioso está en los cuentos”, dice Volpi mientras platica de la Micropedía, un compendio de cuatro libros de cuentos que Padilla dejó inconcluso pero muy cerca de terminar. “Es una de las obras más ambiciosas de los últimos 50 años”, asegura.En vida Padilla publicó tres volúmenes de este proyecto y lo hizo con diferentes editoriales. Después publicó algunos cuentos que conformarían el cuarto volumen —Lo volátil y las fauces— por separado.[caption id="attachment_226590" align="aligncenter" width="620"]

Ignacio Padilla micropedia, int1

Jorge Volpi, Ignacio Padilla, Eduardo Lizalde y Gerardo Laveaga / Fotografía vía Gerardo Laveaga en redes sociales.[/caption]Cuando la familia de Padilla le confirmó que él sería el albacea, buscó entre los documentos y los archivos de la computadora personal de Ignacio, para intentar dar orden a los textos que faltaban —muchos inéditos— para completar el libro.Más allá de terminar la Micropedia, Jorge Volpi quería completar el legado de Padilla para publicarlo, tal cual él lo hubiera querido, desde que comenzó a hacer los cuentos hace poco más de veinte años. Con una sonrisa dice, “No sé si era el orden que esperaba Nacho porque tuve que ordenar los textos y decidir cuales eran parte de Lo volátil y cuales otros de Las fauces, y sé que probablemente tendríamos una discusión al respecto, pero intenté respetar las pistas que los propios textos iban dando”.Finalmente, la misión se cumplió. Lo volátil y las fauces es una realidad y junto a él, los otros tres tomos que conforman este compendio: Las antípodas y el siglo, Los reflejos y la escarcha y El androide y las quimeras, también fueron editados por Páginas de Espuma y presentados en un cofre en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y la semana pasada en la Ciudad de México. Han sido calificados como “una de las cumbres del cuento en español”.Volpi cuenta sobre su amigo, que se hacía llamar “físico cuéntico”, que entre los otros textos que encontró en sus archivos hay una novela casi terminada y un libro de ensayos que espera pronto puedan ser editados. Al finalizar la conversación, Volpi recuerda otra escena que marcó —quizá— el destino de ambos:“Pasamos juntos dos semanas en Florencia. Nos quedamos en una Villa. Nacho decidió entonces que deberíamos pasar esos quince días enteros, encerrados leyendo. Eso hicimos, de esa experiencia salió mi novela En busca de Klingsor y ahí mismo nació la pasión de Nacho por Cervantes".Antes de morir, Ignacio Padilla presentó el último libro de una trilogía de ensayos sobre Miguel de Cervantes se tituló Cervantes y Compañía. Quienes lo conocieron, afirmaron que dentro del Honda gris que manejaba, uno de los discos que más le hacían compañía era la versión sonora de libro El Quijote de la Mancha.

Fotografía de portada obtenida vía redes sociales

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