Parece un lunes típico de otoño en Nueva York: tráfico, oficinistas apresurados, turistas despistados, tiendas a reventar, y los miles de estímulos cotidianos de una de las ciudades más agitadas del planeta. Sin embargo, hoy no es un día cualquiera para el mundo del arte: después de varios meses de permanecer cerrado, el MoMA, uno de los museos emblemáticos de Manhattan, reabre sus puertas al público. Antes de las 10 de la mañana ya hay mucha gente formada esperando la apertura. La fila recorre casi toda la calle 53, entre la Quinta y la Sexta Avenida. Algunos manifestantes aprovechan la enorme atención de curiosos y de medios que han llegado esta mañana para hacer un escándalo. De inmediato llegan varias patrullas de policías para controlar la situación.
En medio del caos, Meg Montgoris, la encargada de las comunicaciones, espera en la flamante recepción del museo. Durante algunos días antes de la apertura ha recibido a cientos de periodistas para recorridos exclusivos. “Han sido semanas de locura”, dice con su acento neoyorquino. Su labor es hacer un resumen de lo que ha sido el MoMA hasta ahora y de su nuevo camino.
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“No se trata sólo de un cambio en el espacio, sino de una nueva mirada sobre el arte.”[/caption]
El MoMA se inauguró en noviembre de 1929, como una iniciativa de tres entusiastas del arte moderno: Lillie P. Bliss, Mary Quinn Sullivan y Abby Aldrich Rockefeller. El propósito de estas benefactoras era crear un espacio de exhibición para las vanguardias y como una respuesta a la propuesta conservadora del resto de los museos de la ciudad. En los diez años siguientes, el MoMA cambió varias veces de lugar hasta que, en 1939, se instaló en su sede actual de Midtown.
Desde entonces ha tenido varias ampliaciones y remodelaciones a cargo de diferentes arquitectos: Philip Johnson (en los cincuenta y sesenta), César Pelli (en los ochenta), Yoshio Taniguchi (en 2004), Jean Nouvel (2018) y, ahora, Diller Scofidio + Renfro. Las modificaciones de 2004 no fueron suficientes. En 2016 y 2018 se hicieron cambios pero no estructurales y, otra vez, se quedaron cortos para la enorme afluencia de visitantes: más de 3 millones de personas por año. Así que los directivos decidieron hacer una obra más profunda: cerraron la sede al público desde el 16 de junio de este año y destinaron un presupuesto de 450 millones de dólares para el trabajo.
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Vista interior del flagship store del MoMA, tras la remodelación y expansión.[/caption]
Hay que decir que los cambios son notables. El museo ahora tienen 30% más de espacio expositivo. Por un lado, esto permite que los visitantes circulen con mayor comodidad. Pero también permite mostrar más obras (de 1 500 a 2 400). La renovación limpió los espacios y aumentó la entrada de luz natural. Las obras son las grandes protagonistas en esta nueva concepción del espacio: ahí están las obras maestras de Van Gogh, Matisse, Mondrian, Cézanne, Picasso, Dalí, Pollock, Warhol y Hopper. Pero ahora, gracias a una nueva organización, éstas dialogan con otras de las 200 000 piezas de la colección. Hay pinturas, esculturas, dibujos, fotografías, videos, objetos y películas, entre muchas otras. Lo interesante de esta nueva curaduría es cómo conjuga y yuxtapone las diferentes obras. El equipo de curadores buscó un diálogo entre ellas, sin importar su fecha de creación. Su idea era contar la historia del arte desde un punto de vista temático y no cronológico.
También es claro que la renovación busca que los visitantes pasen de una sala a otra y se sorprendan. Por eso, una de las novedades es que, cada tanto, las obras irán rotando para crear nuevas narrativas. Glenn Lowry, el director del museo, explicó en una rueda de prensa: “El reto que teníamos era pensar en un museo que es global, pero al mismo tiempo que tiene unas raíces muy fuertes en Nueva York. Es un museo que es sensible a todo tipo de prácticas artísticas, pero se centra en las ideas en las que más cree. Es un lugar abierto a un público amplísimo, pero que se debe sentir íntimo. Finalmente es un proyecto que se construye con la participación de su público, pero que se sostiene sobre experiencias individuales”. Para Lowry, esta nueva propuesta va a permitir una experiencia más profunda a través de diferentes medios y artistas de todo tipo de orígenes. De hecho, mencionó que el arte latinoamericano tiene cada vez mayor relevancia en el MoMA, y que dos curadores trabajan exclusivamente en este departamento. Las obras de artistas latinoamericanos aumentaron bastante gracias a una donación de Patty Cisneros y a varias compras recientes por parte del museo.
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Fachada del Museo de Arte Moderno de Nueva York, diseñada por Diller Scofidio + Renfro y Gensler.[/caption]
Desde octubre, MoMA ha entrado en una nueva etapa más acorde al tiempo en el que vivimos. No se trata sólo de un cambio en el espacio, es también una nueva mirada sobre el arte. En su nueva versión, el MoMA no solamente presenta piezas que duermen en galerías de un edificio: son ideas que dialogan con un mundo y sus temas más actuales.