Librerías independientes de la Ciudad de México, espacios de resistencia
Jair Ortega de la Sancha
Fotografía de Aldo Sotelo
En una época donde las opciones para comprar libros parecieran reducirse a las librerías de cadena y las plataformas de venta en línea, las librerías independientes sobreviven como espacios alternativos y de resistencia cultural. Estas son las historias de tres de ellas.
Encontrar los libros que se quieren leer
Un librero nace porque no encuentra los libros que busca. Al menos así sucedió con Cecilia Castro y Daniel F. Álvarez. Se conocieron en un taller de escritura antes de la pandemia, durante las sesiones descubrieron que, además de la escritura, compartían un interés por lecturas similares y una especial predilección por autores latinoamericanos. Con la llegada del confinamiento se dieron cuenta de que era aún más complicado conseguir algunos de los libros que querían leer. Esa dificultad, consideran, se debía sobre todo a la poca visibilidad que las cadenas de librerías dan a la literatura que publican editoriales independientes.
Así germinó la idea de crear Polilla, pero hacía falta un último impulso para que la idea se realizara; a mediados de 2021, ese momento llegó. “Surge con la apertura de un espacio que es una residencia artística”, cuenta Daniel, uno de los fundadores de Polilla, en una charla con Gatopardo. “Una tía que empezó un proyecto en la colonia Popotla, que se llama Arafura. Ese fue nuestro espacio por un año entero”, explica Cecilia, la segunda fundadora de la librería.
La emoción era mucha, pero también lo era la inexperiencia. Previo a la apertura de Arafura, donde ellos iban a tener un espacio para vender, decidieron comprar tres cajas de libros de Anagrama y Sexto Piso. “Lo más lógico que a mí me pareció fue comprar algunos libros de SP Distribuciones, distribuidora de Sexto Piso. Compramos una buena cantidad de libros con descuentos. Ahora sé que eso fue un error”, dice Daniel, sonriente. Recuerda que a las personas de SP Distribuciones les pareció extraño que alguien comprara más de 15 mil pesos de libros, con varios títulos repetidos. “Nos escribieron y nos empezaron a preguntar qué pasaba, les contamos nuestra idea. Así empezamos a conseguir más libros, principalmente de editoriales que nos abrieron las puertas rápido, como Océano”.
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Durante los primeros meses fueron una librería digital que hacía las entregas personalmente, es decir, con Cecilia y Daniel como repartidores en la Ciudad de México. Pidieron a sus amigos que los siguieran en redes sociales —donde promocionan su catálogo—, que los recomendaran y que compraran libros con ellos; en aquel tiempo, las entregas las hacían los sábados, recorrer la capital les tomaba todo el día, en metro o en bicicleta entregaron uno por uno cada ejemplar vendido. La recompensa al esfuerzo llegó pronto, porque cada vez más personas se entusiasmaron con su proyecto. Crecieron las ventas, y luego de un año en Popotla, en la alcaldía Miguel Hidalgo, se mudaron a Frontera N° 146, en la colonia Roma Norte, donde ya llevan dos años.
La falta de apoyo e incentivos a las librerías es una de las deudas pendientes dentro de las políticas culturales de México. Así lo declaró Claudia Bautista, presidenta de la Red de Librerías Independientes, a Hugo Setzer, presidente de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), en una entrevista publicada en mayo de 2024 en el Universal: “A diferencia de los incentivos de los que han gozado algunas áreas culturales (cine, danza, edición) el establecimiento de una librería jamás ha sido impulsado por algún programa público”. Bautista destaca que además existe una lista de obstáculos que enfrentan las librerías independientes: “la falta de créditos adecuados, la falta de personal capacitado, la poca confianza de las editoriales para el otorgamiento de material, la muy agresiva competencia de plataformas en línea y de cadenas de librerías, la competencia estatal, y por supuesto la falta de lectores”.
Algunas de estas situaciones las han padecido en Polilla. Por ejemplo, no fue fácil acercarse a las editoriales, en especial —y esto asombra— a las independientes. “Fue muy complicado; como que no veían con claridad que el proyecto ya estuviera firme, con cierta personalidad, y pues era muy difícil acceder a sus catálogos, era muy burocrático, y al final simplemente no sucedía”, cuenta Daniel. Para acceder al catálogo de libros que les interesaban, Daniel y Cecilia recurrieron a otra estrategia: aprovechar ofertas de vuelos y viajar a los sitios donde se editaban esos libros y traerlos en sus maletas. “Pero era agobiante estar en el aeropuerto con tres maletas de 25 kilos esperando a que te revisen en migración, como si estuvieras cometiendo un delito”, cuenta Daniel.
Ahora han probado con el envío masivo por paquetería, pero eso representa un gasto fuerte que no siempre pueden permitirse. “Hay muy pocos apoyos gubernamentales de muchos países, incluyendo a México, para facilitar el envío, para facilitar el trámite y para facilitar los costos de libros”, explica Cecilia. “De Chile, por ejemplo, es casi imposible pedir libros sin que el margen que tiene, que de por sí no es muy grande, se lo coma totalmente el costo del envío”.
En esta situación complicada, las editoriales con las que se han relacionado en los tres años y medio de su proyecto son quienes les han apoyado. “Han sido súper generosas, súper atentas, súper cariñosas. Algunas entre ellas mismas nos recomiendan entre ellas, como ‘bueno, si vas a México no puedes perderte ir a Polilla’, y nos traen libros”, dice Cecilia, contenta. “Las mismas personas de editoriales de Argentina, Colombia y Costa Rica empezaron a mirar que el proyecto ya iba, que sus libros estaban finalmente aquí, y que éramos el único canal, me atrevo a decir, que permitía que estuvieran en México”, agrega Daniel.
La decisión de solo vender literatura latinoamericana, además del factor del gusto personal, responde a un posicionamiento político, explica Daniel: “nos dimos cuenta que muchas de las librerías y muchas de las editoriales mexicanas publicaban principalmente traducciones, cuando realmente había un mundo por descubrir editorialmente hablando en América Latina”. El catálogo de Polilla se ha ido creando de manera comunitaria, a través del diálogo y las recomendaciones. “Si nosotros conocíamos a tres autores, llegaba alguien y hablábamos con esa persona y ya teníamos a seis autores”, dice Daniel agradecido. Además, se enorgullece de tener libros que no están disponibles en las librerías de franquicias ni en plataformas como Amazon.
El último Módulo sobre Lectura del Inegi (2023), informa que las librerías en México representan 13.6% de la asistencia a lugares de venta o préstamo de material de lectura entre la población alfabeta mayor a 18 años; la primera opción es la sección de libros y revistas de las tiendas departamentales con 16.6% de asistencia. El Inegi no hace distinción entre librerías independientes ni librerías de cadena, por lo que no está claro cómo se distribuyen esos porcentajes, el tema involucra otros factores, como distancias, intereses y disponibilidad del material que el informe también omite. Sin embargo, para Cecilia hay algo importante que no pueden ofrecer las cadenas de librerías: una interacción más cercana con sus clientes. Para ella eso es lo más importante, lo que les distingue:
“Tener este espacio abierto al público diario de 12 a 8 es súper demandante, es poner el cuerpo, pero me divierte mucho porque es como recibir a gente en tu casa. Tienes conversaciones que cero te esperabas. Un martes cualquiera hablas de piernas rotas, de caídas terribles, hasta de cómo fue la última plática que tuvieron las personas con sus abuelas. Surgen tantas cosas en este espacio… Eso sostiene a las librerías independientes”.
Una extensión de la biblioteca personal
Daniel Bolívar y Alfonso Santiago llevan años trabajando en la industria editorial mexicana. Daniel como diseñador; Alfonso como editor en Piedra ediciones. Con el paso del tiempo, se dieron cuenta de que había algo que no cambiaba en este medio: casi no existían puntos de venta de libros de editoriales independientes, de libros arriesgados que desafían la idea del libro. Por eso, luego de pensarlo durante mucho tiempo, en septiembre de 2023 inauguraron Glaciar Libros Helados, un espacio donde conviven las publicaciones independientes y los helados de yogurt.
En la calle Alfonso Herrera N° 35, de la colonia San Rafael, en la Ciudad de México, frente a una fachada azul celeste donde está dibujado un perrito que carga un helado y un libro, Daniel y Alfonso contaron a Gatopardo cómo surgió la idea de crear una librería-heladería. “La intención era combinar los libros que nos gustaban, que consideramos buenos y que creemos merecen tener más lectores, con otra cosa que nos gusta: el helado”, dice Alfonso.
“Queríamos algo que se integrara a la colonia, que tuviera su lugar en la comunidad, que pudiera ser habitada por los vecinos; que cualquier persona pudiera venir todos los días, que no solo viniera un día a ver libros y luego ya no regresaran”, puntualiza Daniel.
Un espacio que se alejara de la idea tradicional de una librería, sin un ambiente bohemio ni una cafetería. La idea de Glaciar es que la gente vaya y mientras se come un helado —de yogurt natural o de un sabor que cambia todas las semanas— se encuentre con un libro del que nunca había oído hablar, pero que por su formato, ilustraciones o temática le llame la atención.
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“Abrir un espacio independiente es un acto de resistencia contra un mercado que te dicta qué leer, viciado por las novedades”, dice Alfonso. En sus ocho meses de existencia, Glaciar ha establecido un catálogo que se ha nutrido con los gustos de Daniel, Alfonso, sus amigos y clientes; su apuesta es por las publicaciones independientes, fanzines, engargolados, libros objetos, publicaciones que no tienen ni les interesa tener ISBN. También venden tote bags, libretas, plumas y stickers que han sido colaboraciones con amigos ilustradores.
Para Daniel, un espacio como Glaciar también demuestra que intentando con nuevas estrategias se puede acercar a más personas a la literatura: “[Nos] hemos encontrado con mucho interés para este tipo de publicaciones. Siempre está como está cosa de que en México no leemos o no compramos libros o no consumimos proyectos culturales y la realidad es muy distinta. Desde el primer momento nos ha respaldado una gran comunidad lectora, y otra que no lo es tanto, pero que se acercan por los helados y nos apoyan y se interesan. Ha sido muy bonito encontrarnos también con apoyo de gente de la colonia y de otras como la comunidad LGBT y la comunidad de ilustradoras”.
Algunas editoriales que se encuentran en este espacio son S.A.R.A, Gato Negro, Impresos México, CONSONNI y Cthulhu Books. “Abrimos con una selección muy pequeña, prácticamente solo de nuestros mejores amigos, porque les pedimos los libros que hacían. Ahora ha crecido nuestro catálogo. Se acercaron editoriales para distribuir sus títulos”, dice Alfonso. “Desde el principio queríamos que la gente viniera y se encontrara con libros que quizá no encuentre en todas las librerías o en Amazon”.
Tan pronto termina de decir lo anterior, Daniel despliega una paleta cromática con diferentes tonos de amarillo: es el libro Amaramarillo, de Cecilia Miranda Gómez, una profunda investigación que la autora hace sobre este color a partir de breves textos poéticos. “Una buena parte del crecimiento que hemos tenido es gracias a redes sociales, con todo ese trabajo extra, por ejemplo, cuando llega un libro hacemos un post, un unboxing o una pequeña reseña”, dice Alfonso.
Su modelo de abastecimiento es tan variado como su catálogo; además del modelo tradicional con algunas editoriales independientes mexicanas como Almadía, aprovechan sus viajes para surtirse de nuevas obras. “Con Piedras ediciones hemos empezado a participar en ferias de libro fuera de México y aprovechamos esos viajes para traernos en las maletas el catálogo de las editoriales que más nos gustan”, cuenta Alfonso.
El siguiente paso para Daniel y Alfonso no es abrir una segunda heladería-librería, el reto para ellos es traer a México más proyectos de otros países, trabajar con nuevas editoriales y colaborar con más ilustradores; descubrir más obras, fanzines, libros objeto. Después de todo, dice Alfonso, una librería independiente es una extensión de la biblioteca de un librero.
Libreros y lectores construyen el catálogo
La ausencia fue un factor decisivo en la creación de U-tópicas. Esta librería que se inauguró el 18 de agosto de 2018 en un sitio pequeño de la calle Hidalgo, en Coyoacán, nació porque Luis Castro Hernández, su madre Martha Hernández y su abuela Martha Aguilar querían actuar ante la falta de literatura escrita por mujeres en las librerías de cadena. “Se llegaba a estas y se quería leer poesía, narrativa o ensayo, pero los estantes estaban llenos de hombres; y las escritoras, pocas, las de siempre, Virginia Woolf, Emily Dickinson, Pizarnik y unas cuantas más”, dice Laura Linares, directora de comunicación de U-Tópicas.
Esa era la misión: difundir más obras literarias escritas por mujeres. En un inicio el proyecto se enfocó en ello, pero su catálogo se expandió en la misma medida que crecían sus clientes. “Empezó a haber más demanda en los títulos, los mismos clientes llegaban y nos hacían recomendaciones, ‘deberían traer tal libro’, ‘ojalá traigan este libro porque mis amigas no lo consiguen’, ‘este libro seguro se vende’”, dice Laura. “Nos dimos cuenta de que se pedían algunas categorías, una de las más impresionantes fue la de decolonialidad. Muchas personas que estaban interesadas en eso fueron las primeras en pedirnos libros porque no los encontraban en ningún lugar”.
En seis meses, recuerda Laura, pasaron de tener unos cuantos títulos sobre decolonialidad a llenar un estante. Lo mismo comenzó a suceder con otros temas, como derechos humanos, movimientos sociales, identidades LBTTTIQ+. “Ahí nos dimos cuenta que la parte de la literatura era muy importante, pero también esta otra ya representaba la mitad de nuestro catálogo y entonces se toma la decisión de que no sea solamente una librería de mujeres”. Así se convirtieron en “U-tópicas: Libros. Artes. Feminismos. Movimientos sociales”.
Durante la pandemia se mudaron al segundo piso de un restaurante, en Aguayo N° 37, en el centro de Coyoacán. Desde hace unos meses se encuentran en Felipe Carrillo Puerto N° 60, a unos metros de su anterior ubicación. La expansión —pasar de ocupar el segundo piso de un restaurante a una casa de dos plantas, donde además de librería, tienen una cafetería y un espacio para conferencias— amplió las posibilidades de U-tópicas y la ha convertido en un centro cultural: ahora se realizan exposiciones de arte, presentaciones de libros y talleres presenciales; también se asociaron con distintas colectivas artísticas, productoras y artesanas, quienes tienen un espacio donde se venden sus productos, que van desde ilustraciones hasta ropa y tote bags. El año pasado la venta aproximada fue de más de 20 mil libros. Según las últimas cifras de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, en 2022 se vendieron 104.1 millones de libros, 5.7% más que en 2021; pero lejos de los 123 millones que se vendieron en 2019. Los datos de la Caniem también informan que las librerías representan el 19.6% de la venta total de libros en nuestro país. En el estudio no se distingue entre las cadenas de librerías y las independientes, aunque aporta datos interesantes como que las temáticas que más se vendieron en 2022 fueron las de educación básica (49%), seguido de libros infantiles (16%) y libros de “Inglés” (10%). En cuanto a las importaciones (un elemento importante dentro de las librerías independientes) representan el 11% del total de ejemplares vendidos; 3% más que en 2021.
El crecimiento paralelo entre el catálogo y la comunidad de U-tópicas se explica con la función que debe cumplir un librero, dice Laura, “el problema de nuestra comunidad era que no encontraba dónde conseguir los libros que les interesaban y nosotros se los damos y les ofrecemos también otros que pueden interesarles”. Para conseguirlo realizan una estricta curaduría de editoriales —el catálogo se conforma en especial de editoriales mexicanas, argentinas y españolas— y también, por supuesto, de escuchar las recomendaciones de los clientes de la librería. “Algo que me parece muy importante del oficio de ser librere, y más en un espacio independiente, es que uno esté dispuesto a la escucha de la persona que llega —dice Laura—. Y eso hoy en día, es muy valioso, porque ya no se quiere escuchar a nadie. Las personas que trabajamos en U-tópicas estamos abiertes, escuchamos e intercambiamos siempre con nuestra comunidad”.
La misión de U-tópicas va más allá de vender libros, tiene que ver también con el intercambio de conocimientos e ideas. “Esta idea de compartir, del proceso de retroalimentación, nos diferencia de un expendio de libros, que es en lo que se han convertido la mayoría de las librerías”, comenta Laura, y cuenta una anécdota que ejemplifica esto: “Hace como un año llegó un señor y dijo, ‘ay, por fin me volví a sentir como en las librerías de antes, que uno iba a la librería a que le recomendaran libros; cuando los libreros sabían y les importaba lo que recomendaban’”.
Editar libros, un paso natural
En enero de 2024 U-tópicas anunció el lanzamiento de su sello editorial, informando que en su catálogo se reunirían autoras como bell hooks, Gloria Anzaldúa, María del Mar Ramón y Patricia Hill Collins. El principal impulso para animarse hacerlo, dice Laura, fue continuar satisfaciendo la demanda de los libros que su comunidad quería leer, “pasaba que traías dos o tres [ejemplares] de un libro y se agotaban; a veces nos llegaban cinco, pero en la lista de apartados había quince personas. Al notar ese interés pensamos, ‘¿por qué no la editorial?”.
Su primera publicación fue Coger y comer sin culpa, de María del Mar Ramón. Un libro que solía agotarse de inmediato cada vez que traían ejemplares de Argentina, porque sus temas —educación sexual, la importancia del consentimiento, por el valor de las redes feministas y por el autocuidado— eran de gran interés en la comunidad que han conformado. “Cuando uno es librere, uno está más cerca de qué es lo que la gente quiere leer, porque tienes el contacto directo”, dice Laura.
U-tópicas no es la única librería que ha dado el salto. A finales de 2022, Polilla fundó el sello y debutó con el libro de cuentos Sofoco, una obra de la escritora colombiana Laura Ortiz Gómez, que fue ganadora del Premio Nacional de Narrativa Elisa Mújica. “Es algo que me parece muy natural, nos gustan mucho los libros. Eso es un hecho, incluso antes de la librería. Y cuando empiezas a ver muchos libros, importar muchos libros, a fascinarte con las tipografías, con el papel, con el contenido literario, hay como esa inquietud por descubrir qué puedes publicar, cómo puedes formar un catálogo, cómo puedes dar a conocer libros que te gustan”, explica Daniel de Polilla, para quien la idea de la editorial estuvo punzante mientras crecía la librería. Fue el libro de Laura Ortiz Gómez el que los animó, al que describen como encantador y de una lírica singular. Daniel recuerda que en un viaje a pescar truchas se encontró una vaca pastando; el campo estaba rodeado de neblina y solo se veía la vaca, el verde de la hierba y el azul pálido del agua evaporada. La escena lo cautivó y se acordó de “Un toro bien bonito”, uno de los cuentos de Sofoco. “La última vaca pastando. Un horizonte de quietud paranormal”, así comienza la historia. Y lo supo de inmediato: esa imagen que presenciaba tenía que ser la portada del libro.
El proceso para conseguirlo no fue fácil, desconocían los procesos para publicar esa obra que ya había sido editada por Laguna Libros en Colombia. Le escribieron a Laura Ortiz Gómez por Instagram, la conocían porque habían presentado su obra de manera virtual tiempo atrás; poco después acordaron una edición con su agencia. La creación del libro fue colectiva, con amigos de Daniel y Cecilia que ya trabajaban haciendo libros porque ellos no sabían diagramar ni diseñar. Desde ese primer título han publicado otros tres: Kintsugi, de María José Navia; La muerte viene estilando, de Andrés Montero; Tres cuentos espirituales, de Pablo Katchadjian. Todos libros de cuentos, aunque Cecilia y Daniel dicen que no existe intención o predilección por este género. Fue casualidad, aseguran. “No nos sentíamos con seguridad de editar poesía y el ensayo, si bien nos encanta, pensamos que no era lo fundamental en ese momento”, explica Daniel.
Para Polilla, la editorial es una extensión de la librería, les da la posibilidad de ofrecer más ejemplares de un libro que les entusiasma. “Es poner textos de otros países o de otros contextos a dialogar con lo que sucede en el país; nos gusta que son como pequeñas bombitas detonadoras de muchas otras cosas, como los círculos de lectura. La idea es esa: socializarlos con personas metidas en la literatura, porque de otra forma, si hubiéramos traído solo tres libros, no hubiera sido posible”, comenta Cecilia.
Los libros que conforman su catálogo editorial han sido bien recibidos; algunos, como Kintsugi, de María José Navia, ya agotaron su primera edición. “Queda mucho por desarrollar en términos editoriales. Una colección de poesía nos entusiasma muchísimo, Daniel ya pensó en un diseño que suena espectacular. Creo que esto dará para muchos años”, dice Cecilia. Aún quedan muchos libros por compartir.
JAIR ORTEGA DE LA SANCHA. Reportero de Gatopardo. Premio Punto de Partida 2021 en la categoría Cuento y ganador del XIV Concurso Nacional de Narrativa Elena Poniatowska. Obtuvo mención honorífica en el Premio Punto de Partida 2022 en la categoría Minificción y en el Premio Roche de Periodismo en Salud 2022.
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