Nellie Bly: el coraje de la primer periodista infiltrada
Su trabajo y determinación le abrieron camino a las mujeres en el periodismo.
“Tenía algo de fe en mi capacidad actoral y pensé que podría pretender locura el tiempo suficiente para completar la misión que me confiaban. Podría pasar una semana en la residencia de dementes en la isla Blackwell. Dije que podría y lo hice”.
Así empieza Elizabeth Cochran a relatar una historia que sacudió al periodismo estadounidense en 1887 sobre la negligencia y maltrato que vivían las pacientes del manicomio de Blackwell’s Island (Roosevelt Island a partir de 1973).
Nacida el 5 de mayo de 1864, tenía apenas 23 años de edad cuando bajo el nombre de Nellie Brown, la periodista se infiltró en la institución. Sin saberlo, estaba por hacer historia como periodista infiltrada.
“Por extraño que parezca, cuando hablaba y actuaba más como yo, más loca creían que estaba. Casi todos, menos un médico, cuya amabilidad y gentileza no olvidaré pronto”, escribió en su primer artículo publicado en serie para The New York World que administraba Joseph Pulitzer.
Después de pasar varias pruebas en las que logró parecer una enferma mental, fue declarada «positivamente demencial» y la enviaron al asilo para mujeres de la isla Blackwell. Ahí fue expuesta junto con las demás internas a baños fríos, comida rancia, medidas de precaución precarias y tortura física. Incluso reportó que había pacientes que no tenían ningún padecimiento, sino que eran migrantes que no sabían hablar inglés.
Luego de que se publicara la crónica de los diez días que Elizabeth vivió como Nellie en el asilo, se abrió una investigación sobre sus denuncias y logró que se destinara más presupuesto a estas instituciones.
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La carrera periodística de Elizabeth Cochran despegó gracias a su compromiso con no quedarse callada, a pesar de que en aquella época, eso precisamente era lo que se esperaba de las mujeres. Erasmus Wilson, un columnista del periódico The Pittsburgh Dispatch, publicó en 1885 un texto en el que él decía que la «esfera propia» para una mujer era el hogar.
Tras la muerte de su padre, Elizabeth tuvo una infancia inestable. Al quedarse solas, ella y su madre buscaron diversas formas para mantenerse y eso propició que la aspirante a escritora dejara la escuela para trabajar de tiempo completo.
La experiencia de Elizabeth era una prueba irrefutable a lo que Erasmus Wilson opinaba respecto a las mujeres, por lo que decidió escribir una carta abierta al editor del Pittsburgh Dispatch.
«Erasmus Wilson recordaba bien el día en que una carta escrita en un una hoja de papel y ‘sin estilo’ llegó al escritorio de George Madden, el recién nombrado editor del periódico”, escribe Brooke Kroeger en Nellie Bly: Daredevil, Reporter, Feminist.
La carta había sido firmada por la “Huerfanita solitaria” sin dirección de remitente.
«Lo que ella tiene que decir, lo dice y ya, a pesar de la puntuación y estructura», le dijo Madden a Wilson enseñándole la carta, que para el joven editor, representaba una visión fresca de lo que quería proponer en el periódico, relata Kroeger.
En la siguiente edición, el periódico puso un anuncio en el que buscaba a la «Huerfanita solitaria» y así, la joven se presentó al día siguiente en la oficina de Madden. El editor del periódico le asignó una pieza periodística pagada sobre “la esfera de la mujer” y al gustarle lo que entregó, decidió que imprimiría su trabajo.
Como la costumbre dictaba en ese entonces, si una mujer escribía para algún periódico, debía hacerlo sin revelar su verdadera identidad.
El personal del periódico concluyó que Elizabeth podría firmar sus textos como «Nellie Bly», nombre de una famosa canción escrita treinta años antes por Stephen Collins Foster, un intérprete musical muy famoso en Pittsburgh.
Las publicaciones de Nellie parecían gustar a los lectores del Pittsburgh Dispatch porque eran directas y los enganchaban, además de abordar temas polémicos. Entre sus primeros trabajos ella escribió sobre las leyes obsoletas del divorcio, que ella conocía desde la infancia por las diferentes relaciones de su madre.
Hablaba también sobre los trabajos de mujeres en fábricas o sobre sus salarios y el nivel de sus textos era cada vez más alto, pero por ser mujer, sus reportajes eran relegados a la sección de sociales.
Con la ambición de ir por más y mejores historias, tras acudir a una reunión con la delegación diplomática mexicana, decidió que quería conocer el país que había ganado reputación en Estados Unidos por sus inversiones ferroviarias. Sin problema consiguió los boletos de tren como cortesía de esas empresas y sumó a su madre al viaje.
Nellie Bly viaja por el mundo
Al sur de la frontera Nellie Bly tuvo la oportunidad de reportar la transición que buscaba México hacia la democracia para terminar con el porfiriato. En sus relatos escribía sobre la tecnología que el entonces presidente mexicano había atraído a su país, pero como corresponsal y sin temor a represalias, a diferencia de sus colegas mexicanos, llegó a llamar a Díaz un “zar tiránico”.
Preocupada por la comunidad mexicana en Estados Unidos, ella escribía para las mujeres de Pittsburgh diciéndoles que debían contratar a las mujeres mexicanas por ser las “más limpias, honestas y arduas trabajadoras”.
Su trabajo supo retratar bien, en 1886, a ese México desigual en el que la población pobre vivía en condiciones “detestables”, mientras que la clase alta vivía en opulencia. Ella describió que las comunidades indígenas eran discriminadas a pesar de “su capacidad mental”.
“Bly tenía un ojo para los detalles pequeños y una forma de responder preguntas de los lectores que ni siquiera sabían que podían preguntar”, escribe la biógrafa de Nellie, quien asegura que hasta finales del siglo XX, la documentación de la vida de la periodista era escueta, a pesar de la importancia de sus reportajes.
Sobre todo, el trabajo de la reportera en México –mucho antes que el del aclamado John Reed- consistió en dar información que contribuyera a erradicar prejuicios sobre la población del país aledaño.
«Como personas, no parecen maliciosos, groseros o malignos. El alcoholismo no parece ser frecuente y los hombres son más gentiles en comparación con las mujeres de las clases altas”, escribía Nellie Bly para contrarrestar el estereotipo del hombre mexicano.
Los meses que vivió en México quedaron registrados en el Pittsburgh Dispatch, pero también en su primer libro, Six months in Mexico.
De regreso en Pittsburgh Nellie se encontró de nuevo un panorama limitado para seguir con su trabajo, porque le asignaban los mismos temas de antes de que se fuera. Ella sabía que podía hacer más que eso y un día, sin avisar, se fue a Nueva York, considerada la “meca del periodismo”.
Sin embargo, esa ciudad no le dio en primera instancia un trato que se acercara siquiera a aquel que le dio México. Tras cuatro meses de residencia en NY, Nellie Bly había perdido absolutamente todo su dinero y fue entonces que, a punto de rendirse, encontró una oportunidad en The World, medio que le sugirió infiltrarse en la institución mental de la Isla Blackwell.
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Después del éxito de esa historia, la reportera continuó publicando trabajos como infiltrada. Escribió sobre el tráfico de menores en su artículo “Nellie Bly compra un bebé” y sobre servicios para encontrar un marido en “Se buscan: unos cuantos maridos”.
Sin embargo, la siguiente historia que le esperaba sería la hazaña más grande en su carrera. Inspirada por la novela de Julio Verne, La Vuelta al Mundo en Ochenta Días, Bly propuso hacer este recorrido en el mismo tiempo. Al principio sus editores lo rechazaron, argumentando que el hecho de ser mujer la retrasaría en este objetivo (por llevar más equipaje). También le dijeron que ya tenían planeada esta historia, pero pensaban enviar a un reportero. «Hazlo y yo empiezo el mismo día para otro periódico y le gano», advirtió la periodista a sus jefes, de acuerdo con la historiadora Martha Groppo.
Y así fue como Nellie partió el 14 de noviembre de 1899 en un barco de vapor hacia Europa para comenzar a mandar telegramas en los que describía los paisajes que veía.
A su regreso, era una sensación. Los lectores de The World habían hecho apuestas, ¿lo lograría o no? y terminaron recibiéndola de vuelta en Nueva York ocho días antes de lo planeado. Y así, escribió Nellie Bly, su libro: El viaje al mundo en 72 días.
De acuerdo con Groppo, historiadora y biógrafa de Bly, la periodista tuvo diferencias con el periódico, pues nunca aceptó la desigualdad salarial por causa de género y cada vez que pedía un aumento y se lo negaban, ella se iba. Tiempo después la convencían de volver y el periódico veía sus ventas subir cada que ella publicaba artículos o entrevistas polémicas, como la que hizo a la anarquista Emma Goldman.
Un encabezado más
En 1895 , Bly se retiró del periodismo temporalmente al contraer matrimonio con Robert Seaman, un millonario que le llevaba 40 años de edad. Él era presidente de una compañía de acero y de una manufacturera, por lo que Nellie vivió esta nueva etapa de su vida en la opulencia y entre la élite norteamericana. Sin embargo, las compañías de su esposo estaban en números rojos.
Pronto Seaman fallecería y ella se convertiría en la presidenta de dichas compañías. Ante la bancarrota surgieron demandas que dejaron a Nellie de vuelta sin propiedades ni dinero.
En un intento de rescatar las compañías, viajó a Austria para buscar inversores. Llevaba en el bolsillo su suerte de Cuatro días después de llegar al país europeo, la Primera Guerra Mundial estalló.
Durante cinco años, Nellie Bly fue corresponsal de guerra en Austria. Constantemente escribía en los periódicos sobre viudas y huérfanos que requerían ayuda. A su regreso a Estados Unidos, encontró que su madre había gastado todo el dinero con el que contaba y ella siguió trabajando para sostenerse.
Durante los siguientes años, Bly tuvo una columna en The Journal y buscaba hogares para niños huérfanos.
La reportera Nellie Bly falleció a los 58 años de edad en Nueva York el 27 de enero de 1922 a causa de neumonía.
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Su técnica y estilo fueron motivo de crítica sobre el trabajo de Bly, quien solía caer en prejuicios racistas en los países que visitó durante su carrera.
Cuando Nellie Bly trabajó para The World, Pulitzer vio el éxito que ella tenía entre los lectores, por lo que decidió contratar a más mujeres reporteras como una táctica para incentivar competencia entre sus temas, que a veces «llegaban a ser ridículos», escribe la historiadora Groppo.
De hecho, el viaje de menos de 80 días también fue asignado a la reportera de The Cosmopolitan, Elizabeth Bisland, aunque Bly no se enteró de inmediato y Bisland regresó cuatro días después de ella.
“Bly era una aventurera, pero también podía ser notablemente insensible, una falla que es particularmente deslumbrante e irritante, en el contexto del turismo. En cierto sentido, Bly es tanto la abuela del género como su principal advertencia”, escribió en 2014 la periodista Alice Gregory en The New Yorker.
Nellie Bly se autohalagaba constantemente en sus textos y cuando recibía comentarios positivos, buscaba publicarlos, de acuerdo con Jayne Garrison en Los Angeles Times. Una falta bastante común entre periodistas sin importar el género o la época, pero que la historiadora Groppo lee en ella ese gesto como una forma de sobrevivir en un mundo masculino.
Según Martha Groppo, «Bly tenía el poder de llegar a las masas a través de la prensa y era capaz de manejar su imagen, de manera que pudiera sobrevivir en el mundo del periodismo (…). Al presentarse como joven, hermosa, deseable y atrevida, mantenía su identidad femenina, mientras probaba los límites contemporáneos de la respetabilidad femenina”.
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