120 latidos por minuto: El fuego vital de Nahuel Pérez Biscayart

El fuego vital de Nahuel Pérez Biscayart

Conversamos con Nahuel Pérez Biscayart, protagonista de “120 latidos por minuto”, sobre esta vibrante cinta de Robin Campillo.

Tiempo de lectura: 4 minutos

Una de las películas internacionales más esperadas este año es 120 latidos por minuto, del francés Robin Campillo –mejor conocido por sus colaboraciones como editor del legendario Laurent Cantet–, que ganó el Gran Prix en el pasado Festival Internacional de Cine de Cannes. Basada parcialmente en las vivencias de Campillo y del co escritor Philippe Mangeot durante sus años de activismo en la lucha contra el SIDA en los noventa, 120 latidos por minuto es una película vibrante que, más que otra cosa, emana entusiasmo por la vida.

El centro de esta película es Sean (Nahuel Pérez Biscayart), joven activista miembro de ACT UP, un grupo de acción directa dedicado a combatir el SIDA desde su fundación a finales de los años ochenta. Junto con sus compañeros de ACT UP, Sean busca llamar la atención de los medios, la clase política y los ciudadanos franceses hacia la terrible pandemia del SIDA que en ese momento decimaba a la comunidad homosexual. Este grupo de jóvenes, conscientes del poco tiempo que podía quedarles de vida tanto a ellos como a sus amigos, luchaba con toda su energía y entusiasmo para aprovechar cada momento y hacer que el esfuerzo social valiera la pena. No todos los integrantes de ACT UP coinciden en sus métodos de batalla, y en medio de las fricciones Sean conoce a Nathan (Arnaud Valois), con quien inicia una sincera e intensa relación amorosa.

Para prepararse, el elenco de la cinta pasó por un proceso de documentación que incluyó la lectura de testimonios de los activistas fundadores de ACT UP y el estudio de archivo televisivo que mostraba la realidad de la época. “Después de ver eso, no necesitamos ver una ficción sobre el tema”, describe el argentino Pérez Biscayart, quien en esa preparación encontró el fuego interior que debía mostrar su personaje. “La realidad era tan fuerte que ya con entender que eso era la posibilidad, eso era hacia donde nuestros personajes podían ir, ya me daba como la energía y el fuego suficiente para entrar en batalla”. Nahuel Pérez Biscayart habló sobre su participación en 120 latidos por minuto durante su reciente visita al XV Festival Internacional de Cine de Morelia.

G: ¿Además del proceso de documentación, cómo fue construir un personaje a partir de las historias del director y de personas que conoció?
NB: Fue de manera bastante natural. Mi trabajo, o al menos así lo entiendo yo, es ser lo más esponja posible; intentar capturar lo que ese director intenta transmitir, confiar en eso. Cuando un buen director elige bien a sus actores es porque hay algo dentro nuestro que está ahí latiendo y lo único que hay que hacer es despertarlo o alinearlo con el deseo de ese director. Muchas escenas de 120 latidos por minuto fueron de alguna manera vividas por Robin o por alguno de los otros, Hugues [Charbonneau, productor] o Philippe. Es como una peli hecha a través de sus memorias, que fueron convertidas y que generaron una nueva perspectiva sobre la época. La película no es histórica ni de época, es muy actual, es como si fuera una generación actual que se encuentra con la generación de entonces.

Nahuel Pérez Biscayart 120 latidos por minuto, int1

Nahuel Pérez Biscayart y Arnaud Valois en «120 latidos por minuto».

G: Es una cinta que se enfoca más en la lucha por la vida que en el temor a la muerte. ¿Por qué interpretarla de esta manera?
NB: Es muy loco porque la peli está completamente rodeada de muerte sin embargo, la vida es lo que prima. Entonces la manera de acercarse al proyecto fue también muy viva, con mucho humor y muy de entender la época a través de Robin Campillo. Era como que teníamos un pedacito de ACT UP entre nosotros. Y luego Philippe Mangeot nos dio una charla muy interesante un mes antes del rodaje y nos pintó el panorama de la época, hablándonos en presente. Eso a mí me destruyó, me puso en sintonía ante todo de manera muy rotunda. Creo que cualquier persona que sea un poco sensible, cuando escucha cómo vivía esta parte de la sociedad que estaba completamente condenada a muerte, sola, muriendo en las sombras, se identifica y quiere combatirlo.

G: Sean es un personaje incendiario, ¿qué tanto hay de ti dentro de su sensibilidad y emociones?
NB: Seguro hay mucho contacto. Por otro lado, te diría que para un actor es muy divertido jugar, actuar eso. Vivimos en un mundo en que todo está tan formateado, tan medido, tan aplacado, que cuántas veces en la vida a uno no le gustaría ponerse a decir por ahí todo lo que piensa, ponerse a gritar y a agitar el avispero [como Sean]. Cuando tienes la posibilidad de actuar eso, es muy catártico. Lo disfruté mucho desde ese lugar: el incorrecto, el que dice las cosas que nadie dice, o que está en una situación de tanta urgencia que tiene derecho para ponerse radical, porque no hay tiempo que perder, porque están corriendo contra reloj y la muerte los persigue. Hay algo de esa energía con la que me identifiqué muy rápidamente.

Nahuel Pérez Biscayart 120 latidos por minuto, int2

G: Aunque es una historia sobre el pasado, 120 latidos por minuto se siente muy actual. ¿Crees que sigue siendo necesario revisitar este tipo de historias en el cine?
NB: Sí, completamente. La indiferencia mata. La indiferencia es la peor cómplice de las injusticias. Creo que esta peli puede traer a debate muchos otros temas y muchas otras cosas, no sólo en cuanto al rol de las minorías en el mundo, sino al rol que puede tener cualquier pueblo ante las injusticias que vive y a la posibilidad de construir una voz política colectiva que pueda representarnos frente a esos gobiernos que actualmente estamos viendo en todas partes, esta especie de derecha de mercado que invade el mundo de manera muy tremenda. Es una peli necesaria sobretodo porque veo en los ojos de la gente una gran necesidad de volver a ver esa época, permitirse hacer catarsis y poder finalmente hablar de algo de lo que nadie hablaba o de lo que poca gente hablaba. Romper el tabú siempre es sano, siempre destraba músculos, siempre destraba cosas en los cuerpos de la gente que hace que una vida presente sea posible.

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