Novecientos noventa y nueve
Una novela negra sobre la misteriosa muerte de varios escritores.
Los lectores latinoamericanos del noir o novela policiaca, disfrutan de un auge del género en lengua española. Y no es que no existieran dignos representantes. Los hay de altísimo nivel y con personajes emblemáticos. En la lista están Paco Ignacio Taibo II y su Belascoarán Shayne; el sinaloense Élmer Mendoza y su Zurdo Mendieta; el icónico Rafael Bernal y su famoso Filiberto García; el cubano Leonardo Padura y su Mario Conde: el chileno Ramón Díaz Eterovic y su detective Heredi, etc. No obstante, nuevos autores y novelas le han inyectado más aire fresco al género.
A dicha lista pertenece el escritor tapatío Cástulo Aceves, quien dio vida al agente Nepomuceno Castilla en su libro Novecientos noventa y nueve (Paraíso Perdido) en una trama dotada de todos los elementos de una buena novela negra. Entre sus cualidades está la forma en que se apega a la realidad actual de Guadalajara (y podría ser de todo México) con un sistema policiaco, de investigación y procuración de justicia, lleno de vicios y malos hábitos. La ineptitud atávica del Ministerio Público y de la Unidad de Investigación de Homicidios, a la cual se encuentra adscrito, hace de Castilla una especie Charly Parker mexicano (personaje de la serie de libros del escritor irlandés John Connolly) obligado a resolver el misterio remando contra una corriente cargada de corrupción, ineficacia y amenazas; y también contra sí mismo, envuelto en una crisis física, existencial y familiar.
“Aquella madrugada en que cayó un escritor desde el décimo quinto piso fue el primer paso hacia el abismo”, comienza la vertiginosa novela cuya premisa es la muerte de una serie de escritores del “mundillo literario” de la ciudad. Nepomuceno arriba a la escena del crimen, otro que va a tardar en resolverse, si acaso se resuelve. Sus superiores le ponen presión para que lo esclarezca en una semana, ante la inminencia de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, la más importante en lengua española, para evitar el escándalo que traería a la ciudad y sus organizadores la dramática muerte del escritor.
La mediocridad de la investigación promedio se contentaría con reportar un suicidio, pero nuestro personaje es perspicaz, como ya los hay pocos en el gremio. Su agudeza lo lleva a una sospecha que sostiene la novela: el número “999”, que después descubre es el nombre de una secta conformada por fanáticos del escritor Arturo Belano, autor de la obra canon contemporánea Los investigadores terribles (¿cualquier similitud con Roberto Bolaño es mera coincidencia?). A partir de esa pista, Castilla se introduce en un montón de acontecimientos, callejones sin salida, entrevistas con escritores y rastros que parecen no llevar a ninguna parte, todo mientras recibe presiones que ponen en juego su futuro. La lucha entre la verdad y la justicia se juega en un territorio donde este protagonista tiene todas las de perder, mientras intenta recuperar a su familia.
La mayor virtud del libro de Aceves es el equilibrio que logra entre una gran novela negra y su trasfondo crítico. Novecientos noventa y nueve toca fibras dolorosas de la sociedad actual, entre ellas la corrupción de lo sistemas de justicia y la vulnerabilidad de los periodistas y escritores.
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