Estos once documentales mexicanos son tan buenos que merecen una segunda oportunidad para que los vean en el cine.
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“Un país que no tiene cine es un país sin ventanas hacia el mundo”, dice Carlos Sosa, productor de cine mexicano, quien enuncia al séptimo arte como una herramienta de reconocimiento y entendimiento social, como un mecanismo de compresión de la diversidad.
Bajo esta premisa, Sosa dirige Segundas Vueltas: Toma 4, proyecto de la Casa del Cine MX que busca ser una fuente de difusión del cine nacional mediante el reestreno de 11 películas mexicanas contemporáneas en cineclubes, salas alternativas y espacios comunitarios de 20 estados del país y cuyas proyecciones tendrán lugar entre el 30 abril y el 30 septiembre de 2021.
El panorama para el cine nacional es dicotómico. En 2017 México logró colarse entre los veinte países con mayor producción cinematográfica a nivel mundial y dentro de los tres primeros en América Latina, gracias al crecimiento exponencial de producciones nacionales que arrancó en la década pasada. De acuerdo con el IMCINE, en ese año se alcanzó una cifra sin precedentes: 175 largometrajes producidos tan sólo ese año, de los cuales 96 fueron impulsados con un presupuesto total de 855 millones de pesos provenientes de fondos y estímulos fiscales del Estado, como Foprocine, Fidecine y Eficine.
Sin embargo, el ámbito de la exhibición es radicalmente distinto. De cada 100 estrenos de películas en salas de cine comerciales, como las de Cinemex o Cinépolis, sólo 21 filmes son nacionales, los 79 restantes son extranjeros. Un porcentaje, aunque muy bajo, superior al que pide la ley, que les solicita garantizar 10% del tiempo de proyección y una semana en cartelera a las películas mexicanas en sus salas.
Carlos Sosa considera estas irrisorias cifras la causa de que el cine nacional esté atrapado en una constante batalla para encontrar espectadores. “Nuestras películas no llegan a ser vistas, no porque la gente no quiera ver cine nacional, sino porque nos dan un par de semanas en lugares y horarios no muy afortunados”, asegura.
Ante ésta situación, los espacios alternativos para la difusión de cine nacional tienen un rol muy importante. La Casa de Cine MX y la respuesta que ha tenido a lo largo de una década, son una muestra paradigmática de que el público mexicano sí quiere ver cine producido en México.
En su sala de 60 butacas, la Casa del Cine MX llegó a albergar hasta 35 mil personas por año. En diez años tuvieron 146, 384 espectadores, de los cuales 61, 787 vieron exclusivamente cine nacional. Lamentablemente, la pandemia provocó su cierre a finales del 2020. La buena noticia es que, tras haber anunciado que el cierre era definitivo, reabrirán este año en una fecha que está por definirse.
El compromiso que la Casa del Cine MX tiene con la difusión del cine nacional no cesará. “Creemos que lo mejor en estos momentos no es traer la gente al cine, si no llevar el cine a la gente”, dice Carlos Sosa en entrevista con Gatopardo sobre la cuarta edición de Segundas Vueltas, iniciativa que arrancó en el año 2015 y que desde entonces ha organizado 9,00 funciones y llegado a más de 80 mil espectadores.
La cuarta edición de Segundas Vueltas está dedicada al cine documental. “El documental es de los géneros que más orgullosos nos hacen sentir en México y de los que más directoras mujeres tiene, casi equiparado con el número de directores hombres, sin embargo, tiene aún menos espacios de exhibición”, explica Sosa.
La curaduría de los 11 documentales en cartelera estuvo a cargo de Laura Alderete Zapata, programadora de FICUNAM y la Casa del Cine MX. Las funciones son totalmente gratuitas y sucederán en distintas cedes de la Ciudad de México, Querétaro, Mexicali, Hermosillo, San Cristóbal de las Casas, Xalapa, Puebla, Durango, Morelos, Toluca y Morelia. Para consultar los sitios donde se exhibirá esta selección visita el sitio de La Casa del Cine.
Estos son los 11 documentales a los que debemos darle una segunda oportunidad:
Ya me voy, Armando Croda y Lindsey Cordero (2018)
Las calles de Brooklyn, Nueva York son recorridas todos los días por un personaje que usa sombrero de mariachi y recolecta en su carrito de supermercado latas y envases de pet. Se trata de Felipe de Jesús Hernández, guerrerense que en 1999 emigró a los Estados Unidos para trabajar y enviar dinero a su familia. Casi dos décadas después, Felipe ha construido su propia vida en el extranjero y ha encontrado una pareja con quien compartir sus circunstancias adversas, sin embargo se siente agobiado, pues su esposa e hijos, quienes apenas lo conocen, siguen teniendo problemas económicos a pesar del dinero que les envía y están considerando vender su casa, así que Felipe se encuentra en la encrucijada de regresar a México o quedarse en Nueva York. Ya me voy es el resultado de cuatro años de trabajo y amistad entre los documentalistas Armando Croda y Lindsey Cordero y Felipe de Jesús, cuya historia desmitifica el sueño americano y muestra un ángulo más solitario, nostálgico y doloroso de la promesa muchas veces no cumplida de volver al país de origen junto a la familia.
Rush Hour, Luciana Kaplan (2017)
El tráfico de ciudades como Los Ángeles, la Ciudad de México y Estambul, alberga millones de historias de carne y hueso. La documentalista argentina Luciana Kaplan sigue las vidas de tres personas que habitan en ellas. Al seguir sus trayectos viales cotidianos, Kaplan incita a la reflexión y el cuestionamiento del sistema de movilidad con el que los citadinos lidian diariamente. Las horas en el subterráneo, al volante en el tráfico agotador, o en los autobuses repletos de pasajeros se traducen a tiempo nunca recuperado que se le arrebata a lo personal, a la pareja o a los hijos.
Witkin y Witkin, Trisha Ziff (2017)
La realizadora Trisha Ziff, quien es de origen británico, pero vive en la Ciudad de México, ahonda en las concepciones artísticas del fotógrafo Joel-Peter Witkin y el pintor Jerome Witkin, dos hermanos gemelos que a pesar de compartir padre, madre, espacio y tiempo de nacimiento, tienen vidas personales e intereses creativos que se distanciaron desde temprana edad. Un documental que retrata la fuerza unificadora de pasados compartidos que persiste a pesar del tiempo, la emancipación y el desprendimiento.
Torre x Torre, Roberto Garza (2019)
A los 21 años de edad, Carlos Torre Repetto ya resonaba en los torneos mundiales de ajedrez como el futuro campeón del mundo del juego de tablero. Sin embargo, el éxito anunciado jamás llegó. En 1926 Torre regresaba sin mayor explicación, desde Estados Unidos, a su lugar de origen, Mérida, Yucatán, donde permaneció el resto de su vida sin volver a participar en ninguna competencia de ajedrez. El realizador cinematográfico Roberto Garza reconstruye la carrera del hombre que hasta hoy sigue siendo considerado el más grande ajedrecista mexicano de todos los tiempos y revive los mitos que desató su súbito retiro del ajedrez.
Lupe Bajo el Sol, Rodrigo Reyes (2016)
La migración siempre va acompañada de la añoranza por lo que se deja atrás. De la mano de actores no profesionales, una fotografía sin pretensiones y un ritmo sosegado, el director Rodrigo Reyes construye la historia de Lupe, un anciano campesino y migrante que desea volver a México antes de que se le acabe la vida. Una historia que funciona como testimonio colectivo del sentir de millones de migrantes mexicanos que cruzan a Estados Unidos en busca de trabajo, cargando consigo el anhelo de volver a su casa, a su familia, aunque después de tantos años ellos ya no le correspondan.
Me llamaban King Tiger, Ángel Estrada Soto (2017)
En la década de los sesenta, al norte de México y el sur de Estados Unidos, el movimiento chicano por los derechos civiles comenzaba a palpitar con fuerza. Reies López Tijerina se convirtió en uno de los combatientes más importantes por los derechos de los mexicano-americanos. Movido por sus convicciones religiosas y sociales, Tijerina encabezó el movimiento armado en Tierra Amarilla, Texas, para exigir la devolución de las tierras que Estados Unidos había arrebatado a los campesinos locales y el cese de la marginación y violencia estructural contra los chicanos. El cineasta Ángel Estrada Soto rescata el perfil de un luchador social incansable que sobrevivió al encarcelamiento, al internamiento en un hospital psiquiátrico y a múltiples intentos de asesinato.
La balada de Oppenheimer park, Juan Manuel Sepúlveda (2016)
Lo que para ellos era un cementerio indígena donde honrar a sus muertos, hoy es un simple parque citadino con juegos y bancas para pasar el rato. Los pueblos nativos de Norteamérica han sobrevivido al exterminio de su gente, sus costumbres y sus territorios. Con este documental, el realizador Juan Manuel Sepúlveda expone las prácticas gubernamentales colonialistas que continúan segregando y asaltando a los nativos canadienses. Esta es una historia de resistencia en medio de la urbanización y de reapropiación del territorio saqueado que reivindica la bebida, la conversión, el juego y el canto como prácticas legendarias e identitarias.
Los truenos de San Juan, Santiago Maza (2017)
Por más de cuatrocientos años los pobladores de San Juan de la Vega, un pequeño pueblo del Bajío mexicano, han honrado a San Juanito, santo que, a pesar de no ser reconocido por la iglesia católica, es el máximo patrono de la localidad. Sin embargo, en los últimos años, la devoción se ha cruzado con la tragedia, pues la pirotecnia, protagonista de la llamada “celebración de los truenos”, siempre cobra víctimas. El director Santiago Maza retrata este intrigante carnaval a través de tres pobladores de San Juan de la Vega, cada uno con convicciones propias, pero unidos por su veneración a San Juanito.
Muchachas, Juliana Fanjúl (2015)
Las trabajadoras del hogar siempre han estado ahí, pero sus empleadores se niegan a reconocer el enorme esfuerzo y valor de su labor. La documentalista Juliana Fanjúl retrata la indiferencia patronal bajo la que se han dado estas relaciones laborales, en su mayoría injustas y carentes de derechos laborales. Los testimonios de Dolores, Remedios y Lupita revelan a mujeres fuertes con demandas, necesidades y ambiciones, así como memorias y experiencias que compartir.
Café (Cantos de humo), Hatuey Viveros (2015)
Jorge está apunto de convertirse en la primera persona en terminar una carrera universitaria en leyes en toda su comunidad, ubicada en la región nahua de Puebla. Para forjar su camino laboral, Jorge había decidió marcharse a la capital mexicana tan pronto se graduara. Pero la muerte de su padre un año antes y el embarazo de su hermana adolescente lo llevan a cuestionar su decisión y a reconsiderar abandonar a su madre, su hermana y la comunidad donde creció y a la que siempre había deseado ayudar.
De Puro Aire, Carlos Hernández (2014)
Durante tres décadas, Gabriel Nájera Montes de Oca ha vivido en un parque de la Ciudad de México, dentro de una casa de campaña. Ese parque es también su lugar de trabajo, donde ha pasado 30 de los más de 50 años que lleva siendo globero. Este oficio le permitió a Gabriel Nájera, apodado el Apenas, darle una carrera universitaria a sus hijos, sin embargo, también provocó que terminara viviendo fuera de casa, en la calle, completamente alejado de su familia. Muchos años después de dejarla, el Apenas retoma la idea de regresar a su casa, pero no sin antes reflexionar sobre el abandono al que lo sometió su familia, cuestionarse si ésta estará dispuesta aceptarlo de nuevo y si él mismo será capaz de adaptarse a la vida hogareña o pronto desearña volver a la calle.
En el cine de Tatiana Huezo la clave para transmitir la esencia de los protagonistas es acercarse, extraer un poco de luz y dejarse arrastrar; al menos en el rodaje de El Eco, ella buscó capturar la esencia de la infancia que habita ese poblado, como lo relata en esta entrevista con Gatopardo.
¿Cuándo se deja de ser migrante? ¿Cómo se resuelve la convivencia de dos conjuntos de símbolos: lo mexicano y lo japonés? Sumie García Hirata se acerca a la respuesta por medio de una sucesión de apariciones fantasmales, como sutil ejercicio de memoria.