El Multifamiliar Alemán se levantó con colores rojos y grises en la colonia Del Valle a finales de la década de los cuarenta, siguiendo el funcionalismo de Le Corbusier. A más de setenta años de su construcción, el diseño de las unidades habitacionales en México sigue siendo un paradigma de lo urbano pero también de lo social.Grandes edificios fueron concebidos como parte de la idea de progreso de la modernidad, rodeados de jardines, canchas y parques. Lugares que ayudaban a hacer más grande el espacio habitable, además de tejer un sentido de comunidad en una suerte de miniciudad dentro de una ciudad más grande. Sin embargo, luego del paso de las décadas, estos conjuntos se convirtieron en escenarios periféricos o semirrurales del país,que cayeron en el abandono entre rejas, basura y, muchas veces, con una fuerte percepción de inseguridad. Rozana Montiel, arquitecta mexicana ganadora del premio Arquitectura Emergente del Mies Crown Hall 2018 por su proyecto “Común-Unidad”, lleva tiempo estudiando conjuntos que se levantaron sin ser integrales y sin contar con servicios públicos cercanos; relegados ante la fuerte exposición demográfica y que generaron desconfianza entre sus habitantes, quienes encontraron en rejas y barreras un modo de protección.
Montiel, en conjunto con el equipo de su estudio homónimo y el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit), intervino los espacios comunes de tres conjuntos habitacionales que se encontraban bajo condiciones similares; una en Azcapotzalco, Ciudad de México, otra en Veracruz y otra más en Zacatecas. Reimaginó el escenario en cuanto a materiales y espacios: transformó una bodega con goteras en un salón y una iluminada biblioteca; un jardín enrejado en un moderno centro de juegos infantiles y de encuentro vecinal; así como un terreno con bancas que fue intervenido en una enorme cancha techada de usos múltiples y áreas recreativas. Todo con presupuesto limitado y con conciencia de la gente y los espacios originales.“Un objeto tiene múltiples posibilidades cuando jugamos con su forma y arreglo”, menciona Montiel en entrevista, y recuerda, a propósito de esta idea, una cita de Jorge Luis Borges: donde una lectura nueva del mismo texto genera otro contexto. “En diseño, redibujar es un modo de transformar la realidad”, asegura la única arquitecta mexicana invitada este año a la Bienal de Venecia. “Ahí el nuevo diseño tejió un sentido de identidad y solidaridad entre los habitantes. Hoy los usuarios cuidan el espacio, lo mantienen limpio y funcional. Se creó un sentido de comunidad. Es una transformación que se forma a partir de la recuperación de espacios”. Donde antes hubo rejas, ahora los niños juegan y los adultos conversan. Esta convivencia es lo que hace que los proyectos habitacionales se vuelvan exitosos.
Este rescate es visitado en el libro UH. Espacios comunes en unidades habitacionales, editado por Arquine, que compila años de trabajo de Montiel y de su equipo. El libro explica con pequeños textos, dibujos y Post-it de color rosa observaciones o propuestas para transformar las unidades en espacios dignos. “Los desarrolladores han dejado de proyectar espacios comunes para obtener un mayor margen de ganancias”, dice la arquitecta a propósito de esos edificios que se están construyendo y que albergan todo, pero en pequeños departamentos de menos de 40 m2.El sentido de comunidad y pertenencia es una necesidad básica que se ha obviado. “Si yo diseñara una unidad habitacional, construiría la vivienda en función de sus áreas comunes. Pensaría en crear lugares de convivencia más que espacios de vivienda. Regresar a la noción de barrio es un imperativo urbano”, concluye.