Teresa Margolles: Las morgues como termómetro social

Teresa Margolles: Las morgues como termómetro social

Teresa Margolles es una artista conceptual diplomada en medicina forense. Su obra retrata la descomposición que ha dejado a su paso la violencia en nuestro país. Póker de damas, su más reciente pieza, trae de regreso el recuerdo de Karla tras su asesinato.

Tiempo de lectura: 6 minutos

En las pocas entrevistas que concede, Teresa Margolles remite a una idea constante: “las morgues son un termómetro social”. Si lo dice, es porque está convencida de que cada muerto que llega hasta ahí es un reflejo de lo que sucede afuera. 

Su trabajo como artista es testigo de que, hasta en las escenas brutales, se perciben diferencias. “Los cuerpos en las morgues están desnudos, pero limpios, pues hay un respeto del médico hacia ellos, y un interés por investigar las causas del fallecimiento; pero en las calles los cuerpos están más abandonados, se les encuentra con los pantalones abajo, con los calzones rotos, golpeadas, sucias”, soltó de golpe en una entrevista durante el programa Terrícoles, de Barcelona. En él apareció de trenzas negras y con una gorra que hace todo por ocultar sus ojos. Esa misma imagen se repite en todas las entrevistas que hay de ella en YouTube. 

Teresa Margolles nació en Culiacán en 1963 y antes de decidirse a dedicar buena parte de su vida a entender el vacío que sobreviene a la pérdida, ese que desgarra familias y destroza comunidades al anidar al monstruo de la violencia, fue una fotógrafa amateur. Estudió artes visuales en su natal Sinaloa, pero su interés en las morgues la llevó a diplomarse en medicina forense. Más tarde estudió comunicación en la UNAM, pero su inclinación a contar las historias detrás de las muertes violentas, ya estaba más que fundada. 

“¿Cómo poetizas el dolor, cómo filtras el horror para que pueda ser leído?”, termina por preguntarse a sí misma cada vez que la entrevistan.

El rastro de la vida es la materia que constituye su obra, una materia fétida albergada incluso en las enzimas de la lengua perforada de un joven asesinado. La lengua (2000), que es una de sus primeras piezas, le perteneció a un joven punk cuya su madre no alcanzó a juntar el dinero para enterrarlo. Tras una negociación, el muchacho descansaría eternamente en un ataúd que Margolles guardaba, y ella se quedó a cambio con el músculo inerte de su boca, que hoy conserva en formol.  

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