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Contar una historia: el corrido

Contar una historia: el corrido

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
Los Alegres de Terán. Ca. 1950. Fotografía de Susana Titelman. Colección Frontera.
23
.
02
.
25
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

Con la autorización de la Fundación BBVA y de la Editorial Sexto Piso, presentamos un adelanto del libro <i>Sonidos de México</i>.

La necesidad humana de contar cantando parece extenderse a todas las culturas desde tiempos remotos. Por lo que nos ha llegado a través dela historia, la música y la voz, no queda duda de que algunas civilizaciones consolidaron el poema narrativo cantado, como un vehículo para conservar y transmitir su historia. ¿Por qué en verso y por qué cantado? Porque los recursos poéticos (la métrica, la rima, las reiteraciones, las fórmulas, entre otros) son recursos nemotécnicos; ayudan a la memoria.

Te podría interesar: Tongolele al atardecer

El nacimiento del corrido ocurre de manera pausada, irregular y heterogénea como combinación natural de varios géneros en el México independiente, principalmente del romance tradicional, la canción lírica en coplas, y el romance vulgar. Esta compleja confluencia de géneros y estéticas fraguan el corrido tradicional mexicano, que se consolida a principios del siglo XX por el auge de su modalidad épica —el corrido de la Revolución— y por su difusión masiva en los nuevos medios: la radio, el cine y los discos. Sin embargo, el corrido en tanto poema narrativo existía desde las últimas décadas del siglo XIX, dando cuenta de noticias sobre bandoleros sociales y transgresores de la ley, así como de temas novelescos, relacionados con las pasiones humanas: celos, engaños, traiciones, venganzas.

Con la autorización de la Fundación BBVA y de la Editorial Sexto Piso, presentamos un adelanto del libro <i>Sonidos de México</i>.

La transmisión de estos corridos era por dos vías: la oral, de voz en voz y de pueblo en pueblo, a menudo llevada por cantantes ambulantes; y la impresa-comercial, mediante coloridas hojas volantes, impresas en papel de china y vendidas a muy bajo costo.

Ambas vías se mantienen hasta nuestros días: la oral en los pueblos y ranchos rurales, no ajenos a la tecnología, en los que la gente sube a sus redes corridos compuestos tras acontecimientos de interés público. La comercial pasó de la venta de hojas volantes a cancioneros callejeros que reproducían corridos y otros géneros exitosos en la radio, el cine y los discos. Como parte de una industria inmersa en la cultura de masas, esta forma de transmisión encumbró a autores y compositores, pero sobre todo a intérpretes individuales y grupos que hasta la fecha permanecen en las plataformas digitales.

Como toda la literatura tradicional, el corrido responde a una estética colectiva, es decir, a una suerte de poética o pensamiento artístico no escrito pero sí conocido y transmitido que se vincula con los sistemas de valores de una comunidad o un pueblo. El lenguaje empleado es sencillo, sin insultos ni groserías —aunque «el pueblo» hable con estas, su uso en un corrido es un fenómeno muy reciente, vinculado con los narcocorridos—. No emplea metáforas ni comparaciones como ocurre en la canción lírica, aunque sí esquemas formalistas; está limitado por la métrica en octosílabos y la rima en los versos pares, a diferencia de las formas «en prosa» como el cuento y la leyenda; utiliza como unidad sintáctica la cuarteta o la sextilla pero no combina ambos tipos de estrofa en una misma composición. Finalmente, y lo más relevante: el corrido cuenta una historia, casi siempre narrada en tercera persona. El suceso puede ir desde un pleito entre vecinos o una pareja, un enfrentamiento entre rivales del mismo pueblo(a menudo a causa de enamorarse de la misma mujer) hasta acontecimientos de repercusión local, regional o nacional, como catástrofes naturales, accidentes, asaltos, sucesos políticos, conflictos bélicos o sociales.

Gran marcha triunfal de José Guadalupe Posada, grabador. Vanegas Arroyo, editor. Ca. 1913. Fuente: Cortesía.

Uno de los elementos que configuraron el género y que, en mayor o menor medida, se ha conservado hasta la actualidad es su carácter noticioso que, a la manera de un «periódico oral», proporciona información sobre un suceso relevante, respondiendo a las preguntas qué, cómo, cuándo y dónde..

Otro elemento esencial en el corrido tradicional es el héroe o protagonista, que responde al arquetipo del varón: valiente, honrado, leal, justo y, a menudo, aficionado al alcohol, enamorado y religioso. La honorabilidad del personaje estriba, generalmente, en que cumple su palabra, es recto, firme y respetado por los demás.

Te recomendamos: Un adelanto de la novela Ladrones de bombillas

La única manera de acabar con estos protagonistas parece ser la traición, lo que, además, subraya la valentía del héroe frente a la cobardía del otro. La idea de justicia que pueden tener estos personajes puede ser cuestionada, pero suelen defender a los desfavorecidos, están fuera de la ley «justificadamente» y se les considera como «bandoleros sociales» en el imaginario colectivo.

No hay corridos con final feliz y, de hecho, en su origen se les llamaba también «tragedias», sin importar si eran pasionales, de pleitos callejeros o asuntos bélicos. La canción, los cuentos o las leyendas son las formas que pueden expresar ese otro lado —el de final feliz— de la vida, no los corridos. Sin embargo, no se trata de violencia por violencia. Al menos los corridos más apegados al estilo tradicional reflejan un sistema de valores donde el abuso, la deslealtad y ciertas transgresiones tienen consecuencias negativas. Si hay corridos cuyo contenido es el gusto por la violencia o el exceso por el exceso —como algunos narcocorridos—, habría que distinguir dos aspectos: el corrido como composición literaria-musical, por un lado, y su contenido como expresión y reflejo de una sociedad sumergida en esos parámetros, por otro.

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La necesidad humana de contar cantando parece extenderse a todas las culturas desde tiempos remotos. Por lo que nos ha llegado a través dela historia, la música y la voz, no queda duda de que algunas civilizaciones consolidaron el poema narrativo cantado, como un vehículo para conservar y transmitir su historia. ¿Por qué en verso y por qué cantado? Porque los recursos poéticos (la métrica, la rima, las reiteraciones, las fórmulas, entre otros) son recursos nemotécnicos; ayudan a la memoria.

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El nacimiento del corrido ocurre de manera pausada, irregular y heterogénea como combinación natural de varios géneros en el México independiente, principalmente del romance tradicional, la canción lírica en coplas, y el romance vulgar. Esta compleja confluencia de géneros y estéticas fraguan el corrido tradicional mexicano, que se consolida a principios del siglo XX por el auge de su modalidad épica —el corrido de la Revolución— y por su difusión masiva en los nuevos medios: la radio, el cine y los discos. Sin embargo, el corrido en tanto poema narrativo existía desde las últimas décadas del siglo XIX, dando cuenta de noticias sobre bandoleros sociales y transgresores de la ley, así como de temas novelescos, relacionados con las pasiones humanas: celos, engaños, traiciones, venganzas.

Con la autorización de la Fundación BBVA y de la Editorial Sexto Piso, presentamos un adelanto del libro <i>Sonidos de México</i>.

La transmisión de estos corridos era por dos vías: la oral, de voz en voz y de pueblo en pueblo, a menudo llevada por cantantes ambulantes; y la impresa-comercial, mediante coloridas hojas volantes, impresas en papel de china y vendidas a muy bajo costo.

Ambas vías se mantienen hasta nuestros días: la oral en los pueblos y ranchos rurales, no ajenos a la tecnología, en los que la gente sube a sus redes corridos compuestos tras acontecimientos de interés público. La comercial pasó de la venta de hojas volantes a cancioneros callejeros que reproducían corridos y otros géneros exitosos en la radio, el cine y los discos. Como parte de una industria inmersa en la cultura de masas, esta forma de transmisión encumbró a autores y compositores, pero sobre todo a intérpretes individuales y grupos que hasta la fecha permanecen en las plataformas digitales.

Como toda la literatura tradicional, el corrido responde a una estética colectiva, es decir, a una suerte de poética o pensamiento artístico no escrito pero sí conocido y transmitido que se vincula con los sistemas de valores de una comunidad o un pueblo. El lenguaje empleado es sencillo, sin insultos ni groserías —aunque «el pueblo» hable con estas, su uso en un corrido es un fenómeno muy reciente, vinculado con los narcocorridos—. No emplea metáforas ni comparaciones como ocurre en la canción lírica, aunque sí esquemas formalistas; está limitado por la métrica en octosílabos y la rima en los versos pares, a diferencia de las formas «en prosa» como el cuento y la leyenda; utiliza como unidad sintáctica la cuarteta o la sextilla pero no combina ambos tipos de estrofa en una misma composición. Finalmente, y lo más relevante: el corrido cuenta una historia, casi siempre narrada en tercera persona. El suceso puede ir desde un pleito entre vecinos o una pareja, un enfrentamiento entre rivales del mismo pueblo(a menudo a causa de enamorarse de la misma mujer) hasta acontecimientos de repercusión local, regional o nacional, como catástrofes naturales, accidentes, asaltos, sucesos políticos, conflictos bélicos o sociales.

Gran marcha triunfal de José Guadalupe Posada, grabador. Vanegas Arroyo, editor. Ca. 1913. Fuente: Cortesía.

Uno de los elementos que configuraron el género y que, en mayor o menor medida, se ha conservado hasta la actualidad es su carácter noticioso que, a la manera de un «periódico oral», proporciona información sobre un suceso relevante, respondiendo a las preguntas qué, cómo, cuándo y dónde..

Otro elemento esencial en el corrido tradicional es el héroe o protagonista, que responde al arquetipo del varón: valiente, honrado, leal, justo y, a menudo, aficionado al alcohol, enamorado y religioso. La honorabilidad del personaje estriba, generalmente, en que cumple su palabra, es recto, firme y respetado por los demás.

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La única manera de acabar con estos protagonistas parece ser la traición, lo que, además, subraya la valentía del héroe frente a la cobardía del otro. La idea de justicia que pueden tener estos personajes puede ser cuestionada, pero suelen defender a los desfavorecidos, están fuera de la ley «justificadamente» y se les considera como «bandoleros sociales» en el imaginario colectivo.

No hay corridos con final feliz y, de hecho, en su origen se les llamaba también «tragedias», sin importar si eran pasionales, de pleitos callejeros o asuntos bélicos. La canción, los cuentos o las leyendas son las formas que pueden expresar ese otro lado —el de final feliz— de la vida, no los corridos. Sin embargo, no se trata de violencia por violencia. Al menos los corridos más apegados al estilo tradicional reflejan un sistema de valores donde el abuso, la deslealtad y ciertas transgresiones tienen consecuencias negativas. Si hay corridos cuyo contenido es el gusto por la violencia o el exceso por el exceso —como algunos narcocorridos—, habría que distinguir dos aspectos: el corrido como composición literaria-musical, por un lado, y su contenido como expresión y reflejo de una sociedad sumergida en esos parámetros, por otro.

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La necesidad humana de contar cantando parece extenderse a todas las culturas desde tiempos remotos. Por lo que nos ha llegado a través dela historia, la música y la voz, no queda duda de que algunas civilizaciones consolidaron el poema narrativo cantado, como un vehículo para conservar y transmitir su historia. ¿Por qué en verso y por qué cantado? Porque los recursos poéticos (la métrica, la rima, las reiteraciones, las fórmulas, entre otros) son recursos nemotécnicos; ayudan a la memoria.

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El nacimiento del corrido ocurre de manera pausada, irregular y heterogénea como combinación natural de varios géneros en el México independiente, principalmente del romance tradicional, la canción lírica en coplas, y el romance vulgar. Esta compleja confluencia de géneros y estéticas fraguan el corrido tradicional mexicano, que se consolida a principios del siglo XX por el auge de su modalidad épica —el corrido de la Revolución— y por su difusión masiva en los nuevos medios: la radio, el cine y los discos. Sin embargo, el corrido en tanto poema narrativo existía desde las últimas décadas del siglo XIX, dando cuenta de noticias sobre bandoleros sociales y transgresores de la ley, así como de temas novelescos, relacionados con las pasiones humanas: celos, engaños, traiciones, venganzas.

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Como toda la literatura tradicional, el corrido responde a una estética colectiva, es decir, a una suerte de poética o pensamiento artístico no escrito pero sí conocido y transmitido que se vincula con los sistemas de valores de una comunidad o un pueblo. El lenguaje empleado es sencillo, sin insultos ni groserías —aunque «el pueblo» hable con estas, su uso en un corrido es un fenómeno muy reciente, vinculado con los narcocorridos—. No emplea metáforas ni comparaciones como ocurre en la canción lírica, aunque sí esquemas formalistas; está limitado por la métrica en octosílabos y la rima en los versos pares, a diferencia de las formas «en prosa» como el cuento y la leyenda; utiliza como unidad sintáctica la cuarteta o la sextilla pero no combina ambos tipos de estrofa en una misma composición. Finalmente, y lo más relevante: el corrido cuenta una historia, casi siempre narrada en tercera persona. El suceso puede ir desde un pleito entre vecinos o una pareja, un enfrentamiento entre rivales del mismo pueblo(a menudo a causa de enamorarse de la misma mujer) hasta acontecimientos de repercusión local, regional o nacional, como catástrofes naturales, accidentes, asaltos, sucesos políticos, conflictos bélicos o sociales.

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Uno de los elementos que configuraron el género y que, en mayor o menor medida, se ha conservado hasta la actualidad es su carácter noticioso que, a la manera de un «periódico oral», proporciona información sobre un suceso relevante, respondiendo a las preguntas qué, cómo, cuándo y dónde..

Otro elemento esencial en el corrido tradicional es el héroe o protagonista, que responde al arquetipo del varón: valiente, honrado, leal, justo y, a menudo, aficionado al alcohol, enamorado y religioso. La honorabilidad del personaje estriba, generalmente, en que cumple su palabra, es recto, firme y respetado por los demás.

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La única manera de acabar con estos protagonistas parece ser la traición, lo que, además, subraya la valentía del héroe frente a la cobardía del otro. La idea de justicia que pueden tener estos personajes puede ser cuestionada, pero suelen defender a los desfavorecidos, están fuera de la ley «justificadamente» y se les considera como «bandoleros sociales» en el imaginario colectivo.

No hay corridos con final feliz y, de hecho, en su origen se les llamaba también «tragedias», sin importar si eran pasionales, de pleitos callejeros o asuntos bélicos. La canción, los cuentos o las leyendas son las formas que pueden expresar ese otro lado —el de final feliz— de la vida, no los corridos. Sin embargo, no se trata de violencia por violencia. Al menos los corridos más apegados al estilo tradicional reflejan un sistema de valores donde el abuso, la deslealtad y ciertas transgresiones tienen consecuencias negativas. Si hay corridos cuyo contenido es el gusto por la violencia o el exceso por el exceso —como algunos narcocorridos—, habría que distinguir dos aspectos: el corrido como composición literaria-musical, por un lado, y su contenido como expresión y reflejo de una sociedad sumergida en esos parámetros, por otro.

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El nacimiento del corrido ocurre de manera pausada, irregular y heterogénea como combinación natural de varios géneros en el México independiente, principalmente del romance tradicional, la canción lírica en coplas, y el romance vulgar. Esta compleja confluencia de géneros y estéticas fraguan el corrido tradicional mexicano, que se consolida a principios del siglo XX por el auge de su modalidad épica —el corrido de la Revolución— y por su difusión masiva en los nuevos medios: la radio, el cine y los discos. Sin embargo, el corrido en tanto poema narrativo existía desde las últimas décadas del siglo XIX, dando cuenta de noticias sobre bandoleros sociales y transgresores de la ley, así como de temas novelescos, relacionados con las pasiones humanas: celos, engaños, traiciones, venganzas.

Con la autorización de la Fundación BBVA y de la Editorial Sexto Piso, presentamos un adelanto del libro <i>Sonidos de México</i>.

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Como toda la literatura tradicional, el corrido responde a una estética colectiva, es decir, a una suerte de poética o pensamiento artístico no escrito pero sí conocido y transmitido que se vincula con los sistemas de valores de una comunidad o un pueblo. El lenguaje empleado es sencillo, sin insultos ni groserías —aunque «el pueblo» hable con estas, su uso en un corrido es un fenómeno muy reciente, vinculado con los narcocorridos—. No emplea metáforas ni comparaciones como ocurre en la canción lírica, aunque sí esquemas formalistas; está limitado por la métrica en octosílabos y la rima en los versos pares, a diferencia de las formas «en prosa» como el cuento y la leyenda; utiliza como unidad sintáctica la cuarteta o la sextilla pero no combina ambos tipos de estrofa en una misma composición. Finalmente, y lo más relevante: el corrido cuenta una historia, casi siempre narrada en tercera persona. El suceso puede ir desde un pleito entre vecinos o una pareja, un enfrentamiento entre rivales del mismo pueblo(a menudo a causa de enamorarse de la misma mujer) hasta acontecimientos de repercusión local, regional o nacional, como catástrofes naturales, accidentes, asaltos, sucesos políticos, conflictos bélicos o sociales.

Gran marcha triunfal de José Guadalupe Posada, grabador. Vanegas Arroyo, editor. Ca. 1913. Fuente: Cortesía.

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Otro elemento esencial en el corrido tradicional es el héroe o protagonista, que responde al arquetipo del varón: valiente, honrado, leal, justo y, a menudo, aficionado al alcohol, enamorado y religioso. La honorabilidad del personaje estriba, generalmente, en que cumple su palabra, es recto, firme y respetado por los demás.

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La única manera de acabar con estos protagonistas parece ser la traición, lo que, además, subraya la valentía del héroe frente a la cobardía del otro. La idea de justicia que pueden tener estos personajes puede ser cuestionada, pero suelen defender a los desfavorecidos, están fuera de la ley «justificadamente» y se les considera como «bandoleros sociales» en el imaginario colectivo.

No hay corridos con final feliz y, de hecho, en su origen se les llamaba también «tragedias», sin importar si eran pasionales, de pleitos callejeros o asuntos bélicos. La canción, los cuentos o las leyendas son las formas que pueden expresar ese otro lado —el de final feliz— de la vida, no los corridos. Sin embargo, no se trata de violencia por violencia. Al menos los corridos más apegados al estilo tradicional reflejan un sistema de valores donde el abuso, la deslealtad y ciertas transgresiones tienen consecuencias negativas. Si hay corridos cuyo contenido es el gusto por la violencia o el exceso por el exceso —como algunos narcocorridos—, habría que distinguir dos aspectos: el corrido como composición literaria-musical, por un lado, y su contenido como expresión y reflejo de una sociedad sumergida en esos parámetros, por otro.

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La necesidad humana de contar cantando parece extenderse a todas las culturas desde tiempos remotos. Por lo que nos ha llegado a través dela historia, la música y la voz, no queda duda de que algunas civilizaciones consolidaron el poema narrativo cantado, como un vehículo para conservar y transmitir su historia. ¿Por qué en verso y por qué cantado? Porque los recursos poéticos (la métrica, la rima, las reiteraciones, las fórmulas, entre otros) son recursos nemotécnicos; ayudan a la memoria.

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El nacimiento del corrido ocurre de manera pausada, irregular y heterogénea como combinación natural de varios géneros en el México independiente, principalmente del romance tradicional, la canción lírica en coplas, y el romance vulgar. Esta compleja confluencia de géneros y estéticas fraguan el corrido tradicional mexicano, que se consolida a principios del siglo XX por el auge de su modalidad épica —el corrido de la Revolución— y por su difusión masiva en los nuevos medios: la radio, el cine y los discos. Sin embargo, el corrido en tanto poema narrativo existía desde las últimas décadas del siglo XIX, dando cuenta de noticias sobre bandoleros sociales y transgresores de la ley, así como de temas novelescos, relacionados con las pasiones humanas: celos, engaños, traiciones, venganzas.

Con la autorización de la Fundación BBVA y de la Editorial Sexto Piso, presentamos un adelanto del libro <i>Sonidos de México</i>.

La transmisión de estos corridos era por dos vías: la oral, de voz en voz y de pueblo en pueblo, a menudo llevada por cantantes ambulantes; y la impresa-comercial, mediante coloridas hojas volantes, impresas en papel de china y vendidas a muy bajo costo.

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Como toda la literatura tradicional, el corrido responde a una estética colectiva, es decir, a una suerte de poética o pensamiento artístico no escrito pero sí conocido y transmitido que se vincula con los sistemas de valores de una comunidad o un pueblo. El lenguaje empleado es sencillo, sin insultos ni groserías —aunque «el pueblo» hable con estas, su uso en un corrido es un fenómeno muy reciente, vinculado con los narcocorridos—. No emplea metáforas ni comparaciones como ocurre en la canción lírica, aunque sí esquemas formalistas; está limitado por la métrica en octosílabos y la rima en los versos pares, a diferencia de las formas «en prosa» como el cuento y la leyenda; utiliza como unidad sintáctica la cuarteta o la sextilla pero no combina ambos tipos de estrofa en una misma composición. Finalmente, y lo más relevante: el corrido cuenta una historia, casi siempre narrada en tercera persona. El suceso puede ir desde un pleito entre vecinos o una pareja, un enfrentamiento entre rivales del mismo pueblo(a menudo a causa de enamorarse de la misma mujer) hasta acontecimientos de repercusión local, regional o nacional, como catástrofes naturales, accidentes, asaltos, sucesos políticos, conflictos bélicos o sociales.

Gran marcha triunfal de José Guadalupe Posada, grabador. Vanegas Arroyo, editor. Ca. 1913. Fuente: Cortesía.

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Otro elemento esencial en el corrido tradicional es el héroe o protagonista, que responde al arquetipo del varón: valiente, honrado, leal, justo y, a menudo, aficionado al alcohol, enamorado y religioso. La honorabilidad del personaje estriba, generalmente, en que cumple su palabra, es recto, firme y respetado por los demás.

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No hay corridos con final feliz y, de hecho, en su origen se les llamaba también «tragedias», sin importar si eran pasionales, de pleitos callejeros o asuntos bélicos. La canción, los cuentos o las leyendas son las formas que pueden expresar ese otro lado —el de final feliz— de la vida, no los corridos. Sin embargo, no se trata de violencia por violencia. Al menos los corridos más apegados al estilo tradicional reflejan un sistema de valores donde el abuso, la deslealtad y ciertas transgresiones tienen consecuencias negativas. Si hay corridos cuyo contenido es el gusto por la violencia o el exceso por el exceso —como algunos narcocorridos—, habría que distinguir dos aspectos: el corrido como composición literaria-musical, por un lado, y su contenido como expresión y reflejo de una sociedad sumergida en esos parámetros, por otro.

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