Pedro Hernández calza tenis Nike, trae un guante de cuero y porta una gorra que dice “Fresno”, pero no es un famoso beisbolista latino, sino un profesional del juego de pelota mixteco, un deporte que les permite a los indígenas mexicanos mantenerse conectados con sus tradiciones ancestrales y que se ha convertido en un símbolo de identidad para los 250 mil oaxaqueños desterrados que viven en Estados Unidos. Para algunos ideólogos estadounidenses, esto constituye todo un movimiento silencioso de reconquista, quizá porque la región donde juegan ya fue bautizada como “Oaxacalifornia”.