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Michael Keaton regresó como el personaje principal de la saga en Beetlejuice 2 (2024).
Más de tres décadas después, el icónico actor vuelve a interpretar el papel que lo catapultó a la fama y que, junto al Caballero de la Noche, lo hace formar parte de nuestro ADN cinematográfico.
Los gritos de la gente lo asedian. Su rostro es tan icónico que es imposible para él pasar desapercibido. El superhéroe, la estrella de cine, el hombre incansable está ahí, frente a todos, y debe ser aprovechado. Un autógrafo, una selfie, gritos de admiración y odio ("You suck!”) que se entremezclan con el ruido de una ciudad frenética en donde es común que alguien camine por la calle usando solo unos calzoncillos blancos y desgastados.
“Probablemente la gente no lo crea, pero tengo cero conexión con ese tipo… excepto porque yo soy parte de la industria y yo soy ese tipo. No lo estoy interpretando”, afirma Michael Keaton cuando habla de su papel en Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) en 2014. Para él, la multipremiada cinta del mexicano Alejandro González Iñárritu no solo le dio su primera nominación al Oscar, sino la posibilidad de entregar uno de los papeles más memorables de su filmografía. Sin embargo, para el público, la compleja existencia en la pantalla de un hombre llamado Riggan explicaba, de alguna forma, lo que había ocurrido con la carrera de ese hombre que encarnó a Batman, conquistó al mundo y luego desapareció.
Pero este “regreso” tan aplaudido por los críticos y la prensa por igual no es más que “una estupidez”, a decir del propio Keaton: “Esta película ocurrió mucho antes de que comenzáramos a hablar de lo meta [metaficción] y que ahora escuchas mucho sobre ello”, le dijo el actor a GQ. “Pero yo nunca huí. No lo hice. No podría”. Con el mundo celebrando este ficticio comeback, el actor pensó, en algún momento, aprovechar aquella historia, “pero entendí que iba a estar mintiendo cada vez que hablara de ello”, agregó en la citada entrevista. “Por cierto, sé de negocios, me gustan, no me molestan. Y esto es un negocio [con altas y bajas]. Pero nunca siento pánico. Si te desesperas, estás jodido. Así que nunca te desesperes. Puedes sentirte inseguro y nervioso, pero si te desesperas, estás muerto”.
Y en efecto, su vida en la pantalla nunca se apagó. Simplemente fue la grandeza de algunas historias —y el valor que el tiempo le dio a otras— la causa de que el trabajo de Keaton frente a la cámara quedara un poco eclipsado por ese legado que hoy nos hace llevarlo en nuestro ADN cinematográfico; uno que puede presumir protagónicos dirigidos por Kenneth Branagh, Ron Howard e incluso Quentin Tarantino —en Much Ado About Nothing (1993), The Paper (1994) o Jackie Brown (1997), respectivamente—, aparecer en exitosas series de televisión como Frasier, The Simpsons o 30 Rock, ser parte de clásicos infantiles como Jack Frost (1998) o prestar su voz en cintas animadas como Cars (2006) o Toy Story 3 (2010).
Sin embargo, su paso por Ciudad Gótica y sus aventuras a las puertas del inframundo siguen siendo tan memorables que convirtieron a Keaton en el rostro de dos de los personajes más icónicos de la cultura pop: Batman y aquel cuyo nombre no debe pronunciarse en tres ocasiones.
“Pero realmente no pienso en eso”, asegura con ese encantador desenfado que ha caracterizado su paso por nuestra vida, cuando nos encontramos en la Ciudad de México para hablar de su regreso como Beetlejuice a la pantalla grande. “He sido afortunado. Sé que ésta es mi profesión, así que no lo pienso demasiado”, me cuenta momentos antes de visitar a sus miles de fans, quienes esperan con enorme ilusión conocer a uno de sus grandes ídolos. “Bueno, a veces sí lo hago”, se sincera, después de reflexionar unos segundos, “pero solo porque busco hacerlo bien todo el tiempo, ¿sabes? Siempre trato de hacer mi mejor esfuerzo, sólo para mantener un estándar de calidad; algo que, espero, nunca se acabe”, afirma mientras ríe ligeramente, alza los hombros y echa la cabeza a un lado, con descaro.
Después de todo, Beetlejuice es la película favorita de su filmografía. “Volver fue más difícil de lo que anticipé”, declaró Keaton en conferencia de prensa frente a los medios mexicanos. “Estaba más nervioso de lo que alguna vez creí. Al final, [Beetlejuice] es probablemente mi papel favorito en el cine. Decir eso es algo difícil. Cuando la gente me pregunta, realmente no puedo responder. Pero si un día, alguien me lo cuestionara y pusiera un arma en la cabeza, cosa que espero nunca suceda, esta película probablemente sería la respuesta”.
Más allá de la irreverencia, las bromas aterradoras, los postres de cucaracha o, ahora, ser el interés amoroso de Monica Bellucci, Beetlejuice es especial para Michael por tratarse de esa primera gran película que lo catapultó a la fama. Un papel que, por cierto, estuvo a punto de rechazar.
Te recomendamos el artículo de Arturo Magaña Arce: "Betty, la nuestra".
“Alguien, alguna vez, me dijo: ‘¿quieres conocer a este tipo? Hizo la película Pee-wee's Big Adventure (1985) y otras cosas más”, recordó Michael en una charla con People. “Creo que ni siquiera vi la película entera, pero dije que sí. Cuando Burton me explicó el personaje [de Beetlejuice], no sabía de qué me estaba hablando ¡y no estoy siendo sarcástico!”, continúa. “No entendía de qué estaba hablando. Y yo le dije: ‘Un momento. ¿Quién es? ¿Qué es él?’”.
Al admirar las películas de Burton y conociendo un poco de su personalidad única —por no decir excéntrica— no es difícil imaginar la rareza de aquella reunión, misma que el propio Keaton calificó de “agradable”, a pesar de sentir que él no era la persona adecuada para interpretar el rol. Tras un nuevo encuentro, Michael le dijo al director: “No sé lo que es [Beetlejuice] y probablemente sería mejor que buscaras a otra persona porque yo no entiendo nada”.
Si bien la primera opción del director era el icónico y multifacético Sammy Davis Jr., hubo algo provocado por la personalidad de Burton y Keaton que los llevó a tomar una de las decisiones más arriesgadas —y exitosas— de sus carreras: hacer las cosas con libertad y, con ello, descubrir una complicidad que trascendió en la industria.
Ninguna regla limita a Beetlejuice. Ni siquiera aquella que indique una forma correcta de escribir su nombre. Para él, cualquier norma establecida significó una oportunidad para hacer lo que le viniera en gana, a tal grado de apropiarse de toda una película de hora y media de duración con tan solo 17 minutos a cuadro. Su personalidad podría describirse como el vehículo de una montaña rusa imposible de parar, que arrastra a todos dentro de su locura, aún en contra de su voluntad, incluso sin importar su edad al disfrazar lo macabro con ironía y enaltecer la luminosidad de la muerte. Un personaje que solo la mente de Tim Burton pudo concebir.
“Tim y yo tenemos el mismo idioma, y parte de ello es tácito. Todo lo discutimos con oraciones cortas y simplemente funciona”, afirma Keaton, entre risas, sobre esa complicidad y apertura que, en aquellos años, antepuso la libertad en el set. Así, en esta historia donde la gente poseída no vomita y blasfema, sino que baila al ritmo de “Banana Boat (Day-O)”, de Harry Belafonte, Beetlejuice canalizó sus recursos —un “modesto” presupuesto de 15 millones de dólares— en los elementos visuales que harían único a ese mundo oscuro y divertido de Winter River, Connecticut, donde su irreverencia tiene lugar.
Como parte de una década cinematográfica prodigiosa enmarcada por cintas como Ghostbusters (1984), The Goonies (1985), los Episodios V y VI de Star Wars y la trilogía de Back to the Future, el filme dirigido por Burton se apoyó en técnicas como el stop motion, los prostéticos y los títeres que dieron forma a un mundo habitado por gusanos de arena, serpientes con el rostro de Beetlejuice o seres de grandes cuerpos y pequeñas cabezas. El resultado se materializó en un Oscar a Mejor maquillaje en 1989 y en la conquista del corazón de un público que, a la distancia, celebran las “imperfecciones” que la crueldad del tiempo cinematográfico ha hecho evidente en una de sus películas favoritas de toda la vida.
“Hay ciertas cosas [que haces] que se quedan y se convierten en parte de la cultura, ¿sabes?”, Keaton se sincera en nuestra charla. “Creo que la mayoría de mis películas son buenas y el público las disfruta. Pero el mundo sigue y se van quedando en un estante. A veces las miras, algunos se quedan con ellas [para siempre] y otros más las olvidan. Pero sí, hay ciertas historias que se afianzan en la cultura y creo que Beetlejuice es una de ellas. Batman, por ejemplo, fue la cinta que cambió todas las películas de superhéroes y que creó todo un mundo para ellas. Eso fue gracias a Tim Burton. Y cuando esas cosas suceden, se quedan para siempre. Beetlejuice ha estado siempre ahí, y la gente lo ha disfrutado [desde entonces]. Como que su legado se estaba hirviendo a fuego lento y, con el tiempo, se ha convertido en parte de nosotros y hoy es más popular que nunca”.
Para él, es un enorme privilegio trabajar con alguien como Burton y su constante interés en preservar y nutrir el corazón de sus historias. “Somos similares en ese sentido”, dice. “No todos los directores pueden crear un mundo y un entorno. Tim sí. Y una vez que te sumerges en los ambientes que él crea, descubres que te gusta y que es muy gratificante trabajar así. Disfruto mucho una experiencia así porque simplemente renuncias al control y filmas con la visión de una persona como guía. Por alguna razón, funciona. Tim lo disfruta, yo también y realmente no pensamos mucho en ello. No lo analizamos tanto. Simplemente funciona”.
Sin embargo, para este regreso había que pensar las cosas con calma y no apresurarse a traerlo de vuelta y manchar un legado que ha perdurado por más de tres décadas. Lo primero, y quizá lo más importante, era no saturar al público con su presencia. “Eso lo mataría”, le dijo Keaton a GQ sobre sus condiciones para volver al papel. “Creo que Beetlejuice no conduce la historia tanto como lo hacía en la primera. Aquí es más parte del argumento, a diferencia de la anterior, donde en el momento en que entra, se apodera un poco de la trama”. Además, para el actor era requisito indispensable conservar el espíritu artesanal del filme original y no optar por recurrir al CGI. “Cuando digo hecho a mano es literalmente hecho a mano”, le contó Michael al citado medio.
Así, Beetlejuice Beetlejuice (2024) revivió de forma tangible un macabro universo lleno de personas desmembradas, escenografías de estilo expresionista y un personaje capaz de aterrar a quien se le ponga enfrente y mire cientos de cosas salir de su enmohecido rostro. Para Keaton, con la tecnología, “muchos espectadores se sienten, de forma inconsciente, más alejados de lo que realmente ocurre en la pantalla”. En su profesión era indispensable reencontrarse con la esencia de su personaje y no dejarse llevar sólo por la figura que ha perdurado por tantos años.
“Tuve que escuchar a Beetlejuice, no verlo, para saber que había vuelto”, dice Michael, quien afirma no sentirse muy cómodo al verse en la pantalla, incluso, en un espejo. Mirarse caracterizado hubiera sido el camino más fácil para reencontrarse con su viejo y diabólico amigo, lo cual le habría dado demasiada confianza, “así que tuve que trabajar para escucharlo. Me eché a caminar hasta encontrar de nuevo su voz. Con ello, y sintiendo la nariz y los dientes, pude sentirlo. Y después del primer día, todo empezó a ser más fácil”.
Michael está consciente que existe algo poderoso en la mirada que es imposible de ignorar. Desde Venecia, y con la emoción del público por reencontrarse con el infame “bioexorcista” del inframundo, y también con la mujer que en 1988 se robó su corazón —así como el del planeta entero—, Winona Ryder, la otra gran estrella de esta historia, miró a su coprotagonista y le dijo: “Una de mis partes favoritas [de regresar a esta historia] fue volver a mirarte a los ojos”. Michael Keaton, con ese encantador desenfado que ha caracterizado su paso por nuestras pantallas, no pudo evitar sonreír, asentir y mirar a todos a su alrededor.
Dicen que el cine es un reflejo de la vida y hay momentos que lo confirman. La euforia por aquel hombre en calzones ha sido replicada por quienes se encuentran con Michael Keaton en alguna alfombra roja, y el amor de Beetlejuice por Lydia Deetz es visible en la mirada de los actores que lo personifican. Habrá, entonces, que pronunciar aquel nombre que no puede repetirse en tres ocasiones y ver si lo que ocurre es igual o más divertido —y macabro— que lo que nos han enseñado las películas. ¡Michael Keaton, Michael Keaton, Michael Keaton!
Más de tres décadas después, el icónico actor vuelve a interpretar el papel que lo catapultó a la fama y que, junto al Caballero de la Noche, lo hace formar parte de nuestro ADN cinematográfico.
Los gritos de la gente lo asedian. Su rostro es tan icónico que es imposible para él pasar desapercibido. El superhéroe, la estrella de cine, el hombre incansable está ahí, frente a todos, y debe ser aprovechado. Un autógrafo, una selfie, gritos de admiración y odio ("You suck!”) que se entremezclan con el ruido de una ciudad frenética en donde es común que alguien camine por la calle usando solo unos calzoncillos blancos y desgastados.
“Probablemente la gente no lo crea, pero tengo cero conexión con ese tipo… excepto porque yo soy parte de la industria y yo soy ese tipo. No lo estoy interpretando”, afirma Michael Keaton cuando habla de su papel en Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) en 2014. Para él, la multipremiada cinta del mexicano Alejandro González Iñárritu no solo le dio su primera nominación al Oscar, sino la posibilidad de entregar uno de los papeles más memorables de su filmografía. Sin embargo, para el público, la compleja existencia en la pantalla de un hombre llamado Riggan explicaba, de alguna forma, lo que había ocurrido con la carrera de ese hombre que encarnó a Batman, conquistó al mundo y luego desapareció.
Pero este “regreso” tan aplaudido por los críticos y la prensa por igual no es más que “una estupidez”, a decir del propio Keaton: “Esta película ocurrió mucho antes de que comenzáramos a hablar de lo meta [metaficción] y que ahora escuchas mucho sobre ello”, le dijo el actor a GQ. “Pero yo nunca huí. No lo hice. No podría”. Con el mundo celebrando este ficticio comeback, el actor pensó, en algún momento, aprovechar aquella historia, “pero entendí que iba a estar mintiendo cada vez que hablara de ello”, agregó en la citada entrevista. “Por cierto, sé de negocios, me gustan, no me molestan. Y esto es un negocio [con altas y bajas]. Pero nunca siento pánico. Si te desesperas, estás jodido. Así que nunca te desesperes. Puedes sentirte inseguro y nervioso, pero si te desesperas, estás muerto”.
Y en efecto, su vida en la pantalla nunca se apagó. Simplemente fue la grandeza de algunas historias —y el valor que el tiempo le dio a otras— la causa de que el trabajo de Keaton frente a la cámara quedara un poco eclipsado por ese legado que hoy nos hace llevarlo en nuestro ADN cinematográfico; uno que puede presumir protagónicos dirigidos por Kenneth Branagh, Ron Howard e incluso Quentin Tarantino —en Much Ado About Nothing (1993), The Paper (1994) o Jackie Brown (1997), respectivamente—, aparecer en exitosas series de televisión como Frasier, The Simpsons o 30 Rock, ser parte de clásicos infantiles como Jack Frost (1998) o prestar su voz en cintas animadas como Cars (2006) o Toy Story 3 (2010).
Sin embargo, su paso por Ciudad Gótica y sus aventuras a las puertas del inframundo siguen siendo tan memorables que convirtieron a Keaton en el rostro de dos de los personajes más icónicos de la cultura pop: Batman y aquel cuyo nombre no debe pronunciarse en tres ocasiones.
“Pero realmente no pienso en eso”, asegura con ese encantador desenfado que ha caracterizado su paso por nuestra vida, cuando nos encontramos en la Ciudad de México para hablar de su regreso como Beetlejuice a la pantalla grande. “He sido afortunado. Sé que ésta es mi profesión, así que no lo pienso demasiado”, me cuenta momentos antes de visitar a sus miles de fans, quienes esperan con enorme ilusión conocer a uno de sus grandes ídolos. “Bueno, a veces sí lo hago”, se sincera, después de reflexionar unos segundos, “pero solo porque busco hacerlo bien todo el tiempo, ¿sabes? Siempre trato de hacer mi mejor esfuerzo, sólo para mantener un estándar de calidad; algo que, espero, nunca se acabe”, afirma mientras ríe ligeramente, alza los hombros y echa la cabeza a un lado, con descaro.
Después de todo, Beetlejuice es la película favorita de su filmografía. “Volver fue más difícil de lo que anticipé”, declaró Keaton en conferencia de prensa frente a los medios mexicanos. “Estaba más nervioso de lo que alguna vez creí. Al final, [Beetlejuice] es probablemente mi papel favorito en el cine. Decir eso es algo difícil. Cuando la gente me pregunta, realmente no puedo responder. Pero si un día, alguien me lo cuestionara y pusiera un arma en la cabeza, cosa que espero nunca suceda, esta película probablemente sería la respuesta”.
Más allá de la irreverencia, las bromas aterradoras, los postres de cucaracha o, ahora, ser el interés amoroso de Monica Bellucci, Beetlejuice es especial para Michael por tratarse de esa primera gran película que lo catapultó a la fama. Un papel que, por cierto, estuvo a punto de rechazar.
Te recomendamos el artículo de Arturo Magaña Arce: "Betty, la nuestra".
“Alguien, alguna vez, me dijo: ‘¿quieres conocer a este tipo? Hizo la película Pee-wee's Big Adventure (1985) y otras cosas más”, recordó Michael en una charla con People. “Creo que ni siquiera vi la película entera, pero dije que sí. Cuando Burton me explicó el personaje [de Beetlejuice], no sabía de qué me estaba hablando ¡y no estoy siendo sarcástico!”, continúa. “No entendía de qué estaba hablando. Y yo le dije: ‘Un momento. ¿Quién es? ¿Qué es él?’”.
Al admirar las películas de Burton y conociendo un poco de su personalidad única —por no decir excéntrica— no es difícil imaginar la rareza de aquella reunión, misma que el propio Keaton calificó de “agradable”, a pesar de sentir que él no era la persona adecuada para interpretar el rol. Tras un nuevo encuentro, Michael le dijo al director: “No sé lo que es [Beetlejuice] y probablemente sería mejor que buscaras a otra persona porque yo no entiendo nada”.
Si bien la primera opción del director era el icónico y multifacético Sammy Davis Jr., hubo algo provocado por la personalidad de Burton y Keaton que los llevó a tomar una de las decisiones más arriesgadas —y exitosas— de sus carreras: hacer las cosas con libertad y, con ello, descubrir una complicidad que trascendió en la industria.
Ninguna regla limita a Beetlejuice. Ni siquiera aquella que indique una forma correcta de escribir su nombre. Para él, cualquier norma establecida significó una oportunidad para hacer lo que le viniera en gana, a tal grado de apropiarse de toda una película de hora y media de duración con tan solo 17 minutos a cuadro. Su personalidad podría describirse como el vehículo de una montaña rusa imposible de parar, que arrastra a todos dentro de su locura, aún en contra de su voluntad, incluso sin importar su edad al disfrazar lo macabro con ironía y enaltecer la luminosidad de la muerte. Un personaje que solo la mente de Tim Burton pudo concebir.
“Tim y yo tenemos el mismo idioma, y parte de ello es tácito. Todo lo discutimos con oraciones cortas y simplemente funciona”, afirma Keaton, entre risas, sobre esa complicidad y apertura que, en aquellos años, antepuso la libertad en el set. Así, en esta historia donde la gente poseída no vomita y blasfema, sino que baila al ritmo de “Banana Boat (Day-O)”, de Harry Belafonte, Beetlejuice canalizó sus recursos —un “modesto” presupuesto de 15 millones de dólares— en los elementos visuales que harían único a ese mundo oscuro y divertido de Winter River, Connecticut, donde su irreverencia tiene lugar.
Como parte de una década cinematográfica prodigiosa enmarcada por cintas como Ghostbusters (1984), The Goonies (1985), los Episodios V y VI de Star Wars y la trilogía de Back to the Future, el filme dirigido por Burton se apoyó en técnicas como el stop motion, los prostéticos y los títeres que dieron forma a un mundo habitado por gusanos de arena, serpientes con el rostro de Beetlejuice o seres de grandes cuerpos y pequeñas cabezas. El resultado se materializó en un Oscar a Mejor maquillaje en 1989 y en la conquista del corazón de un público que, a la distancia, celebran las “imperfecciones” que la crueldad del tiempo cinematográfico ha hecho evidente en una de sus películas favoritas de toda la vida.
“Hay ciertas cosas [que haces] que se quedan y se convierten en parte de la cultura, ¿sabes?”, Keaton se sincera en nuestra charla. “Creo que la mayoría de mis películas son buenas y el público las disfruta. Pero el mundo sigue y se van quedando en un estante. A veces las miras, algunos se quedan con ellas [para siempre] y otros más las olvidan. Pero sí, hay ciertas historias que se afianzan en la cultura y creo que Beetlejuice es una de ellas. Batman, por ejemplo, fue la cinta que cambió todas las películas de superhéroes y que creó todo un mundo para ellas. Eso fue gracias a Tim Burton. Y cuando esas cosas suceden, se quedan para siempre. Beetlejuice ha estado siempre ahí, y la gente lo ha disfrutado [desde entonces]. Como que su legado se estaba hirviendo a fuego lento y, con el tiempo, se ha convertido en parte de nosotros y hoy es más popular que nunca”.
Para él, es un enorme privilegio trabajar con alguien como Burton y su constante interés en preservar y nutrir el corazón de sus historias. “Somos similares en ese sentido”, dice. “No todos los directores pueden crear un mundo y un entorno. Tim sí. Y una vez que te sumerges en los ambientes que él crea, descubres que te gusta y que es muy gratificante trabajar así. Disfruto mucho una experiencia así porque simplemente renuncias al control y filmas con la visión de una persona como guía. Por alguna razón, funciona. Tim lo disfruta, yo también y realmente no pensamos mucho en ello. No lo analizamos tanto. Simplemente funciona”.
Sin embargo, para este regreso había que pensar las cosas con calma y no apresurarse a traerlo de vuelta y manchar un legado que ha perdurado por más de tres décadas. Lo primero, y quizá lo más importante, era no saturar al público con su presencia. “Eso lo mataría”, le dijo Keaton a GQ sobre sus condiciones para volver al papel. “Creo que Beetlejuice no conduce la historia tanto como lo hacía en la primera. Aquí es más parte del argumento, a diferencia de la anterior, donde en el momento en que entra, se apodera un poco de la trama”. Además, para el actor era requisito indispensable conservar el espíritu artesanal del filme original y no optar por recurrir al CGI. “Cuando digo hecho a mano es literalmente hecho a mano”, le contó Michael al citado medio.
Así, Beetlejuice Beetlejuice (2024) revivió de forma tangible un macabro universo lleno de personas desmembradas, escenografías de estilo expresionista y un personaje capaz de aterrar a quien se le ponga enfrente y mire cientos de cosas salir de su enmohecido rostro. Para Keaton, con la tecnología, “muchos espectadores se sienten, de forma inconsciente, más alejados de lo que realmente ocurre en la pantalla”. En su profesión era indispensable reencontrarse con la esencia de su personaje y no dejarse llevar sólo por la figura que ha perdurado por tantos años.
“Tuve que escuchar a Beetlejuice, no verlo, para saber que había vuelto”, dice Michael, quien afirma no sentirse muy cómodo al verse en la pantalla, incluso, en un espejo. Mirarse caracterizado hubiera sido el camino más fácil para reencontrarse con su viejo y diabólico amigo, lo cual le habría dado demasiada confianza, “así que tuve que trabajar para escucharlo. Me eché a caminar hasta encontrar de nuevo su voz. Con ello, y sintiendo la nariz y los dientes, pude sentirlo. Y después del primer día, todo empezó a ser más fácil”.
Michael está consciente que existe algo poderoso en la mirada que es imposible de ignorar. Desde Venecia, y con la emoción del público por reencontrarse con el infame “bioexorcista” del inframundo, y también con la mujer que en 1988 se robó su corazón —así como el del planeta entero—, Winona Ryder, la otra gran estrella de esta historia, miró a su coprotagonista y le dijo: “Una de mis partes favoritas [de regresar a esta historia] fue volver a mirarte a los ojos”. Michael Keaton, con ese encantador desenfado que ha caracterizado su paso por nuestras pantallas, no pudo evitar sonreír, asentir y mirar a todos a su alrededor.
Dicen que el cine es un reflejo de la vida y hay momentos que lo confirman. La euforia por aquel hombre en calzones ha sido replicada por quienes se encuentran con Michael Keaton en alguna alfombra roja, y el amor de Beetlejuice por Lydia Deetz es visible en la mirada de los actores que lo personifican. Habrá, entonces, que pronunciar aquel nombre que no puede repetirse en tres ocasiones y ver si lo que ocurre es igual o más divertido —y macabro— que lo que nos han enseñado las películas. ¡Michael Keaton, Michael Keaton, Michael Keaton!
Michael Keaton regresó como el personaje principal de la saga en Beetlejuice 2 (2024).
Más de tres décadas después, el icónico actor vuelve a interpretar el papel que lo catapultó a la fama y que, junto al Caballero de la Noche, lo hace formar parte de nuestro ADN cinematográfico.
Los gritos de la gente lo asedian. Su rostro es tan icónico que es imposible para él pasar desapercibido. El superhéroe, la estrella de cine, el hombre incansable está ahí, frente a todos, y debe ser aprovechado. Un autógrafo, una selfie, gritos de admiración y odio ("You suck!”) que se entremezclan con el ruido de una ciudad frenética en donde es común que alguien camine por la calle usando solo unos calzoncillos blancos y desgastados.
“Probablemente la gente no lo crea, pero tengo cero conexión con ese tipo… excepto porque yo soy parte de la industria y yo soy ese tipo. No lo estoy interpretando”, afirma Michael Keaton cuando habla de su papel en Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) en 2014. Para él, la multipremiada cinta del mexicano Alejandro González Iñárritu no solo le dio su primera nominación al Oscar, sino la posibilidad de entregar uno de los papeles más memorables de su filmografía. Sin embargo, para el público, la compleja existencia en la pantalla de un hombre llamado Riggan explicaba, de alguna forma, lo que había ocurrido con la carrera de ese hombre que encarnó a Batman, conquistó al mundo y luego desapareció.
Pero este “regreso” tan aplaudido por los críticos y la prensa por igual no es más que “una estupidez”, a decir del propio Keaton: “Esta película ocurrió mucho antes de que comenzáramos a hablar de lo meta [metaficción] y que ahora escuchas mucho sobre ello”, le dijo el actor a GQ. “Pero yo nunca huí. No lo hice. No podría”. Con el mundo celebrando este ficticio comeback, el actor pensó, en algún momento, aprovechar aquella historia, “pero entendí que iba a estar mintiendo cada vez que hablara de ello”, agregó en la citada entrevista. “Por cierto, sé de negocios, me gustan, no me molestan. Y esto es un negocio [con altas y bajas]. Pero nunca siento pánico. Si te desesperas, estás jodido. Así que nunca te desesperes. Puedes sentirte inseguro y nervioso, pero si te desesperas, estás muerto”.
Y en efecto, su vida en la pantalla nunca se apagó. Simplemente fue la grandeza de algunas historias —y el valor que el tiempo le dio a otras— la causa de que el trabajo de Keaton frente a la cámara quedara un poco eclipsado por ese legado que hoy nos hace llevarlo en nuestro ADN cinematográfico; uno que puede presumir protagónicos dirigidos por Kenneth Branagh, Ron Howard e incluso Quentin Tarantino —en Much Ado About Nothing (1993), The Paper (1994) o Jackie Brown (1997), respectivamente—, aparecer en exitosas series de televisión como Frasier, The Simpsons o 30 Rock, ser parte de clásicos infantiles como Jack Frost (1998) o prestar su voz en cintas animadas como Cars (2006) o Toy Story 3 (2010).
Sin embargo, su paso por Ciudad Gótica y sus aventuras a las puertas del inframundo siguen siendo tan memorables que convirtieron a Keaton en el rostro de dos de los personajes más icónicos de la cultura pop: Batman y aquel cuyo nombre no debe pronunciarse en tres ocasiones.
“Pero realmente no pienso en eso”, asegura con ese encantador desenfado que ha caracterizado su paso por nuestra vida, cuando nos encontramos en la Ciudad de México para hablar de su regreso como Beetlejuice a la pantalla grande. “He sido afortunado. Sé que ésta es mi profesión, así que no lo pienso demasiado”, me cuenta momentos antes de visitar a sus miles de fans, quienes esperan con enorme ilusión conocer a uno de sus grandes ídolos. “Bueno, a veces sí lo hago”, se sincera, después de reflexionar unos segundos, “pero solo porque busco hacerlo bien todo el tiempo, ¿sabes? Siempre trato de hacer mi mejor esfuerzo, sólo para mantener un estándar de calidad; algo que, espero, nunca se acabe”, afirma mientras ríe ligeramente, alza los hombros y echa la cabeza a un lado, con descaro.
Después de todo, Beetlejuice es la película favorita de su filmografía. “Volver fue más difícil de lo que anticipé”, declaró Keaton en conferencia de prensa frente a los medios mexicanos. “Estaba más nervioso de lo que alguna vez creí. Al final, [Beetlejuice] es probablemente mi papel favorito en el cine. Decir eso es algo difícil. Cuando la gente me pregunta, realmente no puedo responder. Pero si un día, alguien me lo cuestionara y pusiera un arma en la cabeza, cosa que espero nunca suceda, esta película probablemente sería la respuesta”.
Más allá de la irreverencia, las bromas aterradoras, los postres de cucaracha o, ahora, ser el interés amoroso de Monica Bellucci, Beetlejuice es especial para Michael por tratarse de esa primera gran película que lo catapultó a la fama. Un papel que, por cierto, estuvo a punto de rechazar.
Te recomendamos el artículo de Arturo Magaña Arce: "Betty, la nuestra".
“Alguien, alguna vez, me dijo: ‘¿quieres conocer a este tipo? Hizo la película Pee-wee's Big Adventure (1985) y otras cosas más”, recordó Michael en una charla con People. “Creo que ni siquiera vi la película entera, pero dije que sí. Cuando Burton me explicó el personaje [de Beetlejuice], no sabía de qué me estaba hablando ¡y no estoy siendo sarcástico!”, continúa. “No entendía de qué estaba hablando. Y yo le dije: ‘Un momento. ¿Quién es? ¿Qué es él?’”.
Al admirar las películas de Burton y conociendo un poco de su personalidad única —por no decir excéntrica— no es difícil imaginar la rareza de aquella reunión, misma que el propio Keaton calificó de “agradable”, a pesar de sentir que él no era la persona adecuada para interpretar el rol. Tras un nuevo encuentro, Michael le dijo al director: “No sé lo que es [Beetlejuice] y probablemente sería mejor que buscaras a otra persona porque yo no entiendo nada”.
Si bien la primera opción del director era el icónico y multifacético Sammy Davis Jr., hubo algo provocado por la personalidad de Burton y Keaton que los llevó a tomar una de las decisiones más arriesgadas —y exitosas— de sus carreras: hacer las cosas con libertad y, con ello, descubrir una complicidad que trascendió en la industria.
Ninguna regla limita a Beetlejuice. Ni siquiera aquella que indique una forma correcta de escribir su nombre. Para él, cualquier norma establecida significó una oportunidad para hacer lo que le viniera en gana, a tal grado de apropiarse de toda una película de hora y media de duración con tan solo 17 minutos a cuadro. Su personalidad podría describirse como el vehículo de una montaña rusa imposible de parar, que arrastra a todos dentro de su locura, aún en contra de su voluntad, incluso sin importar su edad al disfrazar lo macabro con ironía y enaltecer la luminosidad de la muerte. Un personaje que solo la mente de Tim Burton pudo concebir.
“Tim y yo tenemos el mismo idioma, y parte de ello es tácito. Todo lo discutimos con oraciones cortas y simplemente funciona”, afirma Keaton, entre risas, sobre esa complicidad y apertura que, en aquellos años, antepuso la libertad en el set. Así, en esta historia donde la gente poseída no vomita y blasfema, sino que baila al ritmo de “Banana Boat (Day-O)”, de Harry Belafonte, Beetlejuice canalizó sus recursos —un “modesto” presupuesto de 15 millones de dólares— en los elementos visuales que harían único a ese mundo oscuro y divertido de Winter River, Connecticut, donde su irreverencia tiene lugar.
Como parte de una década cinematográfica prodigiosa enmarcada por cintas como Ghostbusters (1984), The Goonies (1985), los Episodios V y VI de Star Wars y la trilogía de Back to the Future, el filme dirigido por Burton se apoyó en técnicas como el stop motion, los prostéticos y los títeres que dieron forma a un mundo habitado por gusanos de arena, serpientes con el rostro de Beetlejuice o seres de grandes cuerpos y pequeñas cabezas. El resultado se materializó en un Oscar a Mejor maquillaje en 1989 y en la conquista del corazón de un público que, a la distancia, celebran las “imperfecciones” que la crueldad del tiempo cinematográfico ha hecho evidente en una de sus películas favoritas de toda la vida.
“Hay ciertas cosas [que haces] que se quedan y se convierten en parte de la cultura, ¿sabes?”, Keaton se sincera en nuestra charla. “Creo que la mayoría de mis películas son buenas y el público las disfruta. Pero el mundo sigue y se van quedando en un estante. A veces las miras, algunos se quedan con ellas [para siempre] y otros más las olvidan. Pero sí, hay ciertas historias que se afianzan en la cultura y creo que Beetlejuice es una de ellas. Batman, por ejemplo, fue la cinta que cambió todas las películas de superhéroes y que creó todo un mundo para ellas. Eso fue gracias a Tim Burton. Y cuando esas cosas suceden, se quedan para siempre. Beetlejuice ha estado siempre ahí, y la gente lo ha disfrutado [desde entonces]. Como que su legado se estaba hirviendo a fuego lento y, con el tiempo, se ha convertido en parte de nosotros y hoy es más popular que nunca”.
Para él, es un enorme privilegio trabajar con alguien como Burton y su constante interés en preservar y nutrir el corazón de sus historias. “Somos similares en ese sentido”, dice. “No todos los directores pueden crear un mundo y un entorno. Tim sí. Y una vez que te sumerges en los ambientes que él crea, descubres que te gusta y que es muy gratificante trabajar así. Disfruto mucho una experiencia así porque simplemente renuncias al control y filmas con la visión de una persona como guía. Por alguna razón, funciona. Tim lo disfruta, yo también y realmente no pensamos mucho en ello. No lo analizamos tanto. Simplemente funciona”.
Sin embargo, para este regreso había que pensar las cosas con calma y no apresurarse a traerlo de vuelta y manchar un legado que ha perdurado por más de tres décadas. Lo primero, y quizá lo más importante, era no saturar al público con su presencia. “Eso lo mataría”, le dijo Keaton a GQ sobre sus condiciones para volver al papel. “Creo que Beetlejuice no conduce la historia tanto como lo hacía en la primera. Aquí es más parte del argumento, a diferencia de la anterior, donde en el momento en que entra, se apodera un poco de la trama”. Además, para el actor era requisito indispensable conservar el espíritu artesanal del filme original y no optar por recurrir al CGI. “Cuando digo hecho a mano es literalmente hecho a mano”, le contó Michael al citado medio.
Así, Beetlejuice Beetlejuice (2024) revivió de forma tangible un macabro universo lleno de personas desmembradas, escenografías de estilo expresionista y un personaje capaz de aterrar a quien se le ponga enfrente y mire cientos de cosas salir de su enmohecido rostro. Para Keaton, con la tecnología, “muchos espectadores se sienten, de forma inconsciente, más alejados de lo que realmente ocurre en la pantalla”. En su profesión era indispensable reencontrarse con la esencia de su personaje y no dejarse llevar sólo por la figura que ha perdurado por tantos años.
“Tuve que escuchar a Beetlejuice, no verlo, para saber que había vuelto”, dice Michael, quien afirma no sentirse muy cómodo al verse en la pantalla, incluso, en un espejo. Mirarse caracterizado hubiera sido el camino más fácil para reencontrarse con su viejo y diabólico amigo, lo cual le habría dado demasiada confianza, “así que tuve que trabajar para escucharlo. Me eché a caminar hasta encontrar de nuevo su voz. Con ello, y sintiendo la nariz y los dientes, pude sentirlo. Y después del primer día, todo empezó a ser más fácil”.
Michael está consciente que existe algo poderoso en la mirada que es imposible de ignorar. Desde Venecia, y con la emoción del público por reencontrarse con el infame “bioexorcista” del inframundo, y también con la mujer que en 1988 se robó su corazón —así como el del planeta entero—, Winona Ryder, la otra gran estrella de esta historia, miró a su coprotagonista y le dijo: “Una de mis partes favoritas [de regresar a esta historia] fue volver a mirarte a los ojos”. Michael Keaton, con ese encantador desenfado que ha caracterizado su paso por nuestras pantallas, no pudo evitar sonreír, asentir y mirar a todos a su alrededor.
Dicen que el cine es un reflejo de la vida y hay momentos que lo confirman. La euforia por aquel hombre en calzones ha sido replicada por quienes se encuentran con Michael Keaton en alguna alfombra roja, y el amor de Beetlejuice por Lydia Deetz es visible en la mirada de los actores que lo personifican. Habrá, entonces, que pronunciar aquel nombre que no puede repetirse en tres ocasiones y ver si lo que ocurre es igual o más divertido —y macabro— que lo que nos han enseñado las películas. ¡Michael Keaton, Michael Keaton, Michael Keaton!
Más de tres décadas después, el icónico actor vuelve a interpretar el papel que lo catapultó a la fama y que, junto al Caballero de la Noche, lo hace formar parte de nuestro ADN cinematográfico.
Los gritos de la gente lo asedian. Su rostro es tan icónico que es imposible para él pasar desapercibido. El superhéroe, la estrella de cine, el hombre incansable está ahí, frente a todos, y debe ser aprovechado. Un autógrafo, una selfie, gritos de admiración y odio ("You suck!”) que se entremezclan con el ruido de una ciudad frenética en donde es común que alguien camine por la calle usando solo unos calzoncillos blancos y desgastados.
“Probablemente la gente no lo crea, pero tengo cero conexión con ese tipo… excepto porque yo soy parte de la industria y yo soy ese tipo. No lo estoy interpretando”, afirma Michael Keaton cuando habla de su papel en Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) en 2014. Para él, la multipremiada cinta del mexicano Alejandro González Iñárritu no solo le dio su primera nominación al Oscar, sino la posibilidad de entregar uno de los papeles más memorables de su filmografía. Sin embargo, para el público, la compleja existencia en la pantalla de un hombre llamado Riggan explicaba, de alguna forma, lo que había ocurrido con la carrera de ese hombre que encarnó a Batman, conquistó al mundo y luego desapareció.
Pero este “regreso” tan aplaudido por los críticos y la prensa por igual no es más que “una estupidez”, a decir del propio Keaton: “Esta película ocurrió mucho antes de que comenzáramos a hablar de lo meta [metaficción] y que ahora escuchas mucho sobre ello”, le dijo el actor a GQ. “Pero yo nunca huí. No lo hice. No podría”. Con el mundo celebrando este ficticio comeback, el actor pensó, en algún momento, aprovechar aquella historia, “pero entendí que iba a estar mintiendo cada vez que hablara de ello”, agregó en la citada entrevista. “Por cierto, sé de negocios, me gustan, no me molestan. Y esto es un negocio [con altas y bajas]. Pero nunca siento pánico. Si te desesperas, estás jodido. Así que nunca te desesperes. Puedes sentirte inseguro y nervioso, pero si te desesperas, estás muerto”.
Y en efecto, su vida en la pantalla nunca se apagó. Simplemente fue la grandeza de algunas historias —y el valor que el tiempo le dio a otras— la causa de que el trabajo de Keaton frente a la cámara quedara un poco eclipsado por ese legado que hoy nos hace llevarlo en nuestro ADN cinematográfico; uno que puede presumir protagónicos dirigidos por Kenneth Branagh, Ron Howard e incluso Quentin Tarantino —en Much Ado About Nothing (1993), The Paper (1994) o Jackie Brown (1997), respectivamente—, aparecer en exitosas series de televisión como Frasier, The Simpsons o 30 Rock, ser parte de clásicos infantiles como Jack Frost (1998) o prestar su voz en cintas animadas como Cars (2006) o Toy Story 3 (2010).
Sin embargo, su paso por Ciudad Gótica y sus aventuras a las puertas del inframundo siguen siendo tan memorables que convirtieron a Keaton en el rostro de dos de los personajes más icónicos de la cultura pop: Batman y aquel cuyo nombre no debe pronunciarse en tres ocasiones.
“Pero realmente no pienso en eso”, asegura con ese encantador desenfado que ha caracterizado su paso por nuestra vida, cuando nos encontramos en la Ciudad de México para hablar de su regreso como Beetlejuice a la pantalla grande. “He sido afortunado. Sé que ésta es mi profesión, así que no lo pienso demasiado”, me cuenta momentos antes de visitar a sus miles de fans, quienes esperan con enorme ilusión conocer a uno de sus grandes ídolos. “Bueno, a veces sí lo hago”, se sincera, después de reflexionar unos segundos, “pero solo porque busco hacerlo bien todo el tiempo, ¿sabes? Siempre trato de hacer mi mejor esfuerzo, sólo para mantener un estándar de calidad; algo que, espero, nunca se acabe”, afirma mientras ríe ligeramente, alza los hombros y echa la cabeza a un lado, con descaro.
Después de todo, Beetlejuice es la película favorita de su filmografía. “Volver fue más difícil de lo que anticipé”, declaró Keaton en conferencia de prensa frente a los medios mexicanos. “Estaba más nervioso de lo que alguna vez creí. Al final, [Beetlejuice] es probablemente mi papel favorito en el cine. Decir eso es algo difícil. Cuando la gente me pregunta, realmente no puedo responder. Pero si un día, alguien me lo cuestionara y pusiera un arma en la cabeza, cosa que espero nunca suceda, esta película probablemente sería la respuesta”.
Más allá de la irreverencia, las bromas aterradoras, los postres de cucaracha o, ahora, ser el interés amoroso de Monica Bellucci, Beetlejuice es especial para Michael por tratarse de esa primera gran película que lo catapultó a la fama. Un papel que, por cierto, estuvo a punto de rechazar.
Te recomendamos el artículo de Arturo Magaña Arce: "Betty, la nuestra".
“Alguien, alguna vez, me dijo: ‘¿quieres conocer a este tipo? Hizo la película Pee-wee's Big Adventure (1985) y otras cosas más”, recordó Michael en una charla con People. “Creo que ni siquiera vi la película entera, pero dije que sí. Cuando Burton me explicó el personaje [de Beetlejuice], no sabía de qué me estaba hablando ¡y no estoy siendo sarcástico!”, continúa. “No entendía de qué estaba hablando. Y yo le dije: ‘Un momento. ¿Quién es? ¿Qué es él?’”.
Al admirar las películas de Burton y conociendo un poco de su personalidad única —por no decir excéntrica— no es difícil imaginar la rareza de aquella reunión, misma que el propio Keaton calificó de “agradable”, a pesar de sentir que él no era la persona adecuada para interpretar el rol. Tras un nuevo encuentro, Michael le dijo al director: “No sé lo que es [Beetlejuice] y probablemente sería mejor que buscaras a otra persona porque yo no entiendo nada”.
Si bien la primera opción del director era el icónico y multifacético Sammy Davis Jr., hubo algo provocado por la personalidad de Burton y Keaton que los llevó a tomar una de las decisiones más arriesgadas —y exitosas— de sus carreras: hacer las cosas con libertad y, con ello, descubrir una complicidad que trascendió en la industria.
Ninguna regla limita a Beetlejuice. Ni siquiera aquella que indique una forma correcta de escribir su nombre. Para él, cualquier norma establecida significó una oportunidad para hacer lo que le viniera en gana, a tal grado de apropiarse de toda una película de hora y media de duración con tan solo 17 minutos a cuadro. Su personalidad podría describirse como el vehículo de una montaña rusa imposible de parar, que arrastra a todos dentro de su locura, aún en contra de su voluntad, incluso sin importar su edad al disfrazar lo macabro con ironía y enaltecer la luminosidad de la muerte. Un personaje que solo la mente de Tim Burton pudo concebir.
“Tim y yo tenemos el mismo idioma, y parte de ello es tácito. Todo lo discutimos con oraciones cortas y simplemente funciona”, afirma Keaton, entre risas, sobre esa complicidad y apertura que, en aquellos años, antepuso la libertad en el set. Así, en esta historia donde la gente poseída no vomita y blasfema, sino que baila al ritmo de “Banana Boat (Day-O)”, de Harry Belafonte, Beetlejuice canalizó sus recursos —un “modesto” presupuesto de 15 millones de dólares— en los elementos visuales que harían único a ese mundo oscuro y divertido de Winter River, Connecticut, donde su irreverencia tiene lugar.
Como parte de una década cinematográfica prodigiosa enmarcada por cintas como Ghostbusters (1984), The Goonies (1985), los Episodios V y VI de Star Wars y la trilogía de Back to the Future, el filme dirigido por Burton se apoyó en técnicas como el stop motion, los prostéticos y los títeres que dieron forma a un mundo habitado por gusanos de arena, serpientes con el rostro de Beetlejuice o seres de grandes cuerpos y pequeñas cabezas. El resultado se materializó en un Oscar a Mejor maquillaje en 1989 y en la conquista del corazón de un público que, a la distancia, celebran las “imperfecciones” que la crueldad del tiempo cinematográfico ha hecho evidente en una de sus películas favoritas de toda la vida.
“Hay ciertas cosas [que haces] que se quedan y se convierten en parte de la cultura, ¿sabes?”, Keaton se sincera en nuestra charla. “Creo que la mayoría de mis películas son buenas y el público las disfruta. Pero el mundo sigue y se van quedando en un estante. A veces las miras, algunos se quedan con ellas [para siempre] y otros más las olvidan. Pero sí, hay ciertas historias que se afianzan en la cultura y creo que Beetlejuice es una de ellas. Batman, por ejemplo, fue la cinta que cambió todas las películas de superhéroes y que creó todo un mundo para ellas. Eso fue gracias a Tim Burton. Y cuando esas cosas suceden, se quedan para siempre. Beetlejuice ha estado siempre ahí, y la gente lo ha disfrutado [desde entonces]. Como que su legado se estaba hirviendo a fuego lento y, con el tiempo, se ha convertido en parte de nosotros y hoy es más popular que nunca”.
Para él, es un enorme privilegio trabajar con alguien como Burton y su constante interés en preservar y nutrir el corazón de sus historias. “Somos similares en ese sentido”, dice. “No todos los directores pueden crear un mundo y un entorno. Tim sí. Y una vez que te sumerges en los ambientes que él crea, descubres que te gusta y que es muy gratificante trabajar así. Disfruto mucho una experiencia así porque simplemente renuncias al control y filmas con la visión de una persona como guía. Por alguna razón, funciona. Tim lo disfruta, yo también y realmente no pensamos mucho en ello. No lo analizamos tanto. Simplemente funciona”.
Sin embargo, para este regreso había que pensar las cosas con calma y no apresurarse a traerlo de vuelta y manchar un legado que ha perdurado por más de tres décadas. Lo primero, y quizá lo más importante, era no saturar al público con su presencia. “Eso lo mataría”, le dijo Keaton a GQ sobre sus condiciones para volver al papel. “Creo que Beetlejuice no conduce la historia tanto como lo hacía en la primera. Aquí es más parte del argumento, a diferencia de la anterior, donde en el momento en que entra, se apodera un poco de la trama”. Además, para el actor era requisito indispensable conservar el espíritu artesanal del filme original y no optar por recurrir al CGI. “Cuando digo hecho a mano es literalmente hecho a mano”, le contó Michael al citado medio.
Así, Beetlejuice Beetlejuice (2024) revivió de forma tangible un macabro universo lleno de personas desmembradas, escenografías de estilo expresionista y un personaje capaz de aterrar a quien se le ponga enfrente y mire cientos de cosas salir de su enmohecido rostro. Para Keaton, con la tecnología, “muchos espectadores se sienten, de forma inconsciente, más alejados de lo que realmente ocurre en la pantalla”. En su profesión era indispensable reencontrarse con la esencia de su personaje y no dejarse llevar sólo por la figura que ha perdurado por tantos años.
“Tuve que escuchar a Beetlejuice, no verlo, para saber que había vuelto”, dice Michael, quien afirma no sentirse muy cómodo al verse en la pantalla, incluso, en un espejo. Mirarse caracterizado hubiera sido el camino más fácil para reencontrarse con su viejo y diabólico amigo, lo cual le habría dado demasiada confianza, “así que tuve que trabajar para escucharlo. Me eché a caminar hasta encontrar de nuevo su voz. Con ello, y sintiendo la nariz y los dientes, pude sentirlo. Y después del primer día, todo empezó a ser más fácil”.
Michael está consciente que existe algo poderoso en la mirada que es imposible de ignorar. Desde Venecia, y con la emoción del público por reencontrarse con el infame “bioexorcista” del inframundo, y también con la mujer que en 1988 se robó su corazón —así como el del planeta entero—, Winona Ryder, la otra gran estrella de esta historia, miró a su coprotagonista y le dijo: “Una de mis partes favoritas [de regresar a esta historia] fue volver a mirarte a los ojos”. Michael Keaton, con ese encantador desenfado que ha caracterizado su paso por nuestras pantallas, no pudo evitar sonreír, asentir y mirar a todos a su alrededor.
Dicen que el cine es un reflejo de la vida y hay momentos que lo confirman. La euforia por aquel hombre en calzones ha sido replicada por quienes se encuentran con Michael Keaton en alguna alfombra roja, y el amor de Beetlejuice por Lydia Deetz es visible en la mirada de los actores que lo personifican. Habrá, entonces, que pronunciar aquel nombre que no puede repetirse en tres ocasiones y ver si lo que ocurre es igual o más divertido —y macabro— que lo que nos han enseñado las películas. ¡Michael Keaton, Michael Keaton, Michael Keaton!
Michael Keaton regresó como el personaje principal de la saga en Beetlejuice 2 (2024).
Más de tres décadas después, el icónico actor vuelve a interpretar el papel que lo catapultó a la fama y que, junto al Caballero de la Noche, lo hace formar parte de nuestro ADN cinematográfico.
Los gritos de la gente lo asedian. Su rostro es tan icónico que es imposible para él pasar desapercibido. El superhéroe, la estrella de cine, el hombre incansable está ahí, frente a todos, y debe ser aprovechado. Un autógrafo, una selfie, gritos de admiración y odio ("You suck!”) que se entremezclan con el ruido de una ciudad frenética en donde es común que alguien camine por la calle usando solo unos calzoncillos blancos y desgastados.
“Probablemente la gente no lo crea, pero tengo cero conexión con ese tipo… excepto porque yo soy parte de la industria y yo soy ese tipo. No lo estoy interpretando”, afirma Michael Keaton cuando habla de su papel en Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia) en 2014. Para él, la multipremiada cinta del mexicano Alejandro González Iñárritu no solo le dio su primera nominación al Oscar, sino la posibilidad de entregar uno de los papeles más memorables de su filmografía. Sin embargo, para el público, la compleja existencia en la pantalla de un hombre llamado Riggan explicaba, de alguna forma, lo que había ocurrido con la carrera de ese hombre que encarnó a Batman, conquistó al mundo y luego desapareció.
Pero este “regreso” tan aplaudido por los críticos y la prensa por igual no es más que “una estupidez”, a decir del propio Keaton: “Esta película ocurrió mucho antes de que comenzáramos a hablar de lo meta [metaficción] y que ahora escuchas mucho sobre ello”, le dijo el actor a GQ. “Pero yo nunca huí. No lo hice. No podría”. Con el mundo celebrando este ficticio comeback, el actor pensó, en algún momento, aprovechar aquella historia, “pero entendí que iba a estar mintiendo cada vez que hablara de ello”, agregó en la citada entrevista. “Por cierto, sé de negocios, me gustan, no me molestan. Y esto es un negocio [con altas y bajas]. Pero nunca siento pánico. Si te desesperas, estás jodido. Así que nunca te desesperes. Puedes sentirte inseguro y nervioso, pero si te desesperas, estás muerto”.
Y en efecto, su vida en la pantalla nunca se apagó. Simplemente fue la grandeza de algunas historias —y el valor que el tiempo le dio a otras— la causa de que el trabajo de Keaton frente a la cámara quedara un poco eclipsado por ese legado que hoy nos hace llevarlo en nuestro ADN cinematográfico; uno que puede presumir protagónicos dirigidos por Kenneth Branagh, Ron Howard e incluso Quentin Tarantino —en Much Ado About Nothing (1993), The Paper (1994) o Jackie Brown (1997), respectivamente—, aparecer en exitosas series de televisión como Frasier, The Simpsons o 30 Rock, ser parte de clásicos infantiles como Jack Frost (1998) o prestar su voz en cintas animadas como Cars (2006) o Toy Story 3 (2010).
Sin embargo, su paso por Ciudad Gótica y sus aventuras a las puertas del inframundo siguen siendo tan memorables que convirtieron a Keaton en el rostro de dos de los personajes más icónicos de la cultura pop: Batman y aquel cuyo nombre no debe pronunciarse en tres ocasiones.
“Pero realmente no pienso en eso”, asegura con ese encantador desenfado que ha caracterizado su paso por nuestra vida, cuando nos encontramos en la Ciudad de México para hablar de su regreso como Beetlejuice a la pantalla grande. “He sido afortunado. Sé que ésta es mi profesión, así que no lo pienso demasiado”, me cuenta momentos antes de visitar a sus miles de fans, quienes esperan con enorme ilusión conocer a uno de sus grandes ídolos. “Bueno, a veces sí lo hago”, se sincera, después de reflexionar unos segundos, “pero solo porque busco hacerlo bien todo el tiempo, ¿sabes? Siempre trato de hacer mi mejor esfuerzo, sólo para mantener un estándar de calidad; algo que, espero, nunca se acabe”, afirma mientras ríe ligeramente, alza los hombros y echa la cabeza a un lado, con descaro.
Después de todo, Beetlejuice es la película favorita de su filmografía. “Volver fue más difícil de lo que anticipé”, declaró Keaton en conferencia de prensa frente a los medios mexicanos. “Estaba más nervioso de lo que alguna vez creí. Al final, [Beetlejuice] es probablemente mi papel favorito en el cine. Decir eso es algo difícil. Cuando la gente me pregunta, realmente no puedo responder. Pero si un día, alguien me lo cuestionara y pusiera un arma en la cabeza, cosa que espero nunca suceda, esta película probablemente sería la respuesta”.
Más allá de la irreverencia, las bromas aterradoras, los postres de cucaracha o, ahora, ser el interés amoroso de Monica Bellucci, Beetlejuice es especial para Michael por tratarse de esa primera gran película que lo catapultó a la fama. Un papel que, por cierto, estuvo a punto de rechazar.
Te recomendamos el artículo de Arturo Magaña Arce: "Betty, la nuestra".
“Alguien, alguna vez, me dijo: ‘¿quieres conocer a este tipo? Hizo la película Pee-wee's Big Adventure (1985) y otras cosas más”, recordó Michael en una charla con People. “Creo que ni siquiera vi la película entera, pero dije que sí. Cuando Burton me explicó el personaje [de Beetlejuice], no sabía de qué me estaba hablando ¡y no estoy siendo sarcástico!”, continúa. “No entendía de qué estaba hablando. Y yo le dije: ‘Un momento. ¿Quién es? ¿Qué es él?’”.
Al admirar las películas de Burton y conociendo un poco de su personalidad única —por no decir excéntrica— no es difícil imaginar la rareza de aquella reunión, misma que el propio Keaton calificó de “agradable”, a pesar de sentir que él no era la persona adecuada para interpretar el rol. Tras un nuevo encuentro, Michael le dijo al director: “No sé lo que es [Beetlejuice] y probablemente sería mejor que buscaras a otra persona porque yo no entiendo nada”.
Si bien la primera opción del director era el icónico y multifacético Sammy Davis Jr., hubo algo provocado por la personalidad de Burton y Keaton que los llevó a tomar una de las decisiones más arriesgadas —y exitosas— de sus carreras: hacer las cosas con libertad y, con ello, descubrir una complicidad que trascendió en la industria.
Ninguna regla limita a Beetlejuice. Ni siquiera aquella que indique una forma correcta de escribir su nombre. Para él, cualquier norma establecida significó una oportunidad para hacer lo que le viniera en gana, a tal grado de apropiarse de toda una película de hora y media de duración con tan solo 17 minutos a cuadro. Su personalidad podría describirse como el vehículo de una montaña rusa imposible de parar, que arrastra a todos dentro de su locura, aún en contra de su voluntad, incluso sin importar su edad al disfrazar lo macabro con ironía y enaltecer la luminosidad de la muerte. Un personaje que solo la mente de Tim Burton pudo concebir.
“Tim y yo tenemos el mismo idioma, y parte de ello es tácito. Todo lo discutimos con oraciones cortas y simplemente funciona”, afirma Keaton, entre risas, sobre esa complicidad y apertura que, en aquellos años, antepuso la libertad en el set. Así, en esta historia donde la gente poseída no vomita y blasfema, sino que baila al ritmo de “Banana Boat (Day-O)”, de Harry Belafonte, Beetlejuice canalizó sus recursos —un “modesto” presupuesto de 15 millones de dólares— en los elementos visuales que harían único a ese mundo oscuro y divertido de Winter River, Connecticut, donde su irreverencia tiene lugar.
Como parte de una década cinematográfica prodigiosa enmarcada por cintas como Ghostbusters (1984), The Goonies (1985), los Episodios V y VI de Star Wars y la trilogía de Back to the Future, el filme dirigido por Burton se apoyó en técnicas como el stop motion, los prostéticos y los títeres que dieron forma a un mundo habitado por gusanos de arena, serpientes con el rostro de Beetlejuice o seres de grandes cuerpos y pequeñas cabezas. El resultado se materializó en un Oscar a Mejor maquillaje en 1989 y en la conquista del corazón de un público que, a la distancia, celebran las “imperfecciones” que la crueldad del tiempo cinematográfico ha hecho evidente en una de sus películas favoritas de toda la vida.
“Hay ciertas cosas [que haces] que se quedan y se convierten en parte de la cultura, ¿sabes?”, Keaton se sincera en nuestra charla. “Creo que la mayoría de mis películas son buenas y el público las disfruta. Pero el mundo sigue y se van quedando en un estante. A veces las miras, algunos se quedan con ellas [para siempre] y otros más las olvidan. Pero sí, hay ciertas historias que se afianzan en la cultura y creo que Beetlejuice es una de ellas. Batman, por ejemplo, fue la cinta que cambió todas las películas de superhéroes y que creó todo un mundo para ellas. Eso fue gracias a Tim Burton. Y cuando esas cosas suceden, se quedan para siempre. Beetlejuice ha estado siempre ahí, y la gente lo ha disfrutado [desde entonces]. Como que su legado se estaba hirviendo a fuego lento y, con el tiempo, se ha convertido en parte de nosotros y hoy es más popular que nunca”.
Para él, es un enorme privilegio trabajar con alguien como Burton y su constante interés en preservar y nutrir el corazón de sus historias. “Somos similares en ese sentido”, dice. “No todos los directores pueden crear un mundo y un entorno. Tim sí. Y una vez que te sumerges en los ambientes que él crea, descubres que te gusta y que es muy gratificante trabajar así. Disfruto mucho una experiencia así porque simplemente renuncias al control y filmas con la visión de una persona como guía. Por alguna razón, funciona. Tim lo disfruta, yo también y realmente no pensamos mucho en ello. No lo analizamos tanto. Simplemente funciona”.
Sin embargo, para este regreso había que pensar las cosas con calma y no apresurarse a traerlo de vuelta y manchar un legado que ha perdurado por más de tres décadas. Lo primero, y quizá lo más importante, era no saturar al público con su presencia. “Eso lo mataría”, le dijo Keaton a GQ sobre sus condiciones para volver al papel. “Creo que Beetlejuice no conduce la historia tanto como lo hacía en la primera. Aquí es más parte del argumento, a diferencia de la anterior, donde en el momento en que entra, se apodera un poco de la trama”. Además, para el actor era requisito indispensable conservar el espíritu artesanal del filme original y no optar por recurrir al CGI. “Cuando digo hecho a mano es literalmente hecho a mano”, le contó Michael al citado medio.
Así, Beetlejuice Beetlejuice (2024) revivió de forma tangible un macabro universo lleno de personas desmembradas, escenografías de estilo expresionista y un personaje capaz de aterrar a quien se le ponga enfrente y mire cientos de cosas salir de su enmohecido rostro. Para Keaton, con la tecnología, “muchos espectadores se sienten, de forma inconsciente, más alejados de lo que realmente ocurre en la pantalla”. En su profesión era indispensable reencontrarse con la esencia de su personaje y no dejarse llevar sólo por la figura que ha perdurado por tantos años.
“Tuve que escuchar a Beetlejuice, no verlo, para saber que había vuelto”, dice Michael, quien afirma no sentirse muy cómodo al verse en la pantalla, incluso, en un espejo. Mirarse caracterizado hubiera sido el camino más fácil para reencontrarse con su viejo y diabólico amigo, lo cual le habría dado demasiada confianza, “así que tuve que trabajar para escucharlo. Me eché a caminar hasta encontrar de nuevo su voz. Con ello, y sintiendo la nariz y los dientes, pude sentirlo. Y después del primer día, todo empezó a ser más fácil”.
Michael está consciente que existe algo poderoso en la mirada que es imposible de ignorar. Desde Venecia, y con la emoción del público por reencontrarse con el infame “bioexorcista” del inframundo, y también con la mujer que en 1988 se robó su corazón —así como el del planeta entero—, Winona Ryder, la otra gran estrella de esta historia, miró a su coprotagonista y le dijo: “Una de mis partes favoritas [de regresar a esta historia] fue volver a mirarte a los ojos”. Michael Keaton, con ese encantador desenfado que ha caracterizado su paso por nuestras pantallas, no pudo evitar sonreír, asentir y mirar a todos a su alrededor.
Dicen que el cine es un reflejo de la vida y hay momentos que lo confirman. La euforia por aquel hombre en calzones ha sido replicada por quienes se encuentran con Michael Keaton en alguna alfombra roja, y el amor de Beetlejuice por Lydia Deetz es visible en la mirada de los actores que lo personifican. Habrá, entonces, que pronunciar aquel nombre que no puede repetirse en tres ocasiones y ver si lo que ocurre es igual o más divertido —y macabro— que lo que nos han enseñado las películas. ¡Michael Keaton, Michael Keaton, Michael Keaton!
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