Scorsese, tan profeta como superhéroe

Scorsese, tan profeta como superhéroe

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Tiempo de Lectura: 00 min

Por razones generacionales, Martin Scorsese se describe a sí mismo incapaz de disfrutar las películas de superhéroes, cuestión que en 2019 enardeció a los seguidores de Marvel. Con el paso de los años, las palabras del profeta del cine se reflejan en una crisis del género nacido de los cómics, al que los productores le niegan un cierre digno.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
Ilustración de Fernanda Jiménez.

“El cine es mi religión y Scorsese su profeta” solía decir Gustavo García, uno de los críticos de cine más respetados de México en los años noventa, cuando el cine de superhéroes se reducía a una exitosa película setentera llamada Superman (1978) dirigida por otro infalible, Richard Donner; sus secuelas y algunos otros intentos –que abrazaron fuertemente lo digno y lo divertido por igual– todavía no estaban en la cresta de la ola.

Exactamente treinta años después del estreno de aquel Hombre de Acero, Jon Favreau lanzó un volado que ganó a la primera e hizo estallar un fenómeno que hoy nos roba demasiado tiempo. Con el estreno de Iron Man (2008) acompañado del éxito entre público y buena parte de la crítica, Favreau se validaba a sí mismo como un realizador competente (hoy es parte del otro Olimpo de las franquicias, el de Star Wars y sus propuestas para el streaming). La historia es la típica de un antihéroe –pero de los buenos– y Marvel inauguró una era de éxitos millonarios que a la fecha, aunque de capa caída, no sabe cómo clausurar.

Los años pasaron y el profeta habló. Ante el estreno de El irlandés (2019), su entonces nueva película, Martin Scorsese dio su muy personal, honesta, inesperada, sorpresiva y –gracias a un encabezado filoso y mañoso– explosiva declaración sobre las películas de Marvel en una entrevista con Empire: “No veo esas películas. Lo he intentado ¿saben? Pero eso no es cine. Honestamente sobre ellas pienso que, bien hechas como están, con los actores haciendo lo mejor que pueden bajo esas circunstancias, son más parecidas a un parque temático. No es el cine en el que un grupo de seres humanos tratan de transmitir emociones, experiencias psicológicas a otro ser humano”.

Para conocer más del tema, te puede interesar: "Martin Scorsese culmina su filmografía en 'Killers of the Flower Moon'".

martin scorsese premio princesa de asturias, destacado
Martin Scorsese en la Berlinale 2010. Fotografía: Siebbi, vía Wikimedia.

¿Esa declaración tiene algo de incendiario? Probablemente no. No solo porque en inglés los términos “cinema” y “movies” nos llevan a ideas diferentes de la misma forma que “cine” y “películas” lo hacen en español. Tampoco lo tiene porque al vivir los tiempos que vivimos muy pocos de los muchos que reaccionaron se dieron espacio para leer la entrevista completa en la que Scorsese predicaba a favor de mantener activo al cine, ese instrumento mitad arte mitad industria que comunica y transmite y sobre todo propone; un instrumento que curiosamente favorece la existencia de películas como las de Marvel y no al contrario, como lo han dicho muchos marvelitas ofendidos por las palabras de uno de los mejores artistas cinematográficos de la historia. Muchos se atrevieron a decir que el dinero generado por las películas de Marvel favorece a artistas como Scorsese para hacer las suyas. Transportaron a lo financiero algo que se encontraba en el terreno de lo creativo.

Regresar al tema debería ser una oportunidad para corregir tales afirmaciones. En primer lugar, Scorsese ha luchado toda su vida para financiar sus proyectos. En segundo lugar, lo que Scorsese hace no son películas, es arte en muchos niveles –y aquí además se debe incluir su labor como restaurador y conservador, tema aparte ignorado a conveniencia por esta nueva camada de detractores–. Esa es la diferencia que hace renacer el debate en los sitios especializados (en películas o en arte cinematográfico) cuando estos necesitan tráfico.

Los herejes

Si Scorsese es el profeta del cine ¿los marvelitas son los herejes? Por razones generacionales, el director se describe a sí mismo incapaz de disfrutar estas películas. Dados los reclamos a las amorosas palabras de Scorsese, ¿alguien se atreverá a llamarlo “falso profeta”?

Parece que el término “parque temático” ofendió desde su precisión, aunque en realidad no tiene nada de malo invertir desde la taquilla en una industria que explota material de eficacia probada –los cómics en este caso– para convertirlo en películas que –desde las planeaciones ejecutivas de los estudios– pueden convertirse en franquicias, otro modelo de negocio ligado al cine también comprobado como eficaz. Ejemplos de ello existen desde que los hombres de negocios se apoderaron de los viejos estudios de Hollywood para estirar el masticado chicle de ideas como Tiburón (1975) de Spielberg o Harry el Sucio (1971) de Don Siegel y Clint Eastwood.

Seamos claros. No tiene nada de malo apoyar desde la taquilla a la industria de la evasión. Olvidar el mundo que dejamos atrás una vez que las puertas del cine se cierran es parte de las funciones del cine y su ceremonia. Es algo que todos queremos hacer. Por eso pesan más las palabras del profeta y su señalamiento hacia el agotamiento de la fórmula Marvel.

nominados al oscar
The Irishman (2019)

Los negocios extremos como el de las actuales franquicias cinematográficas buscan la ganancia antes que la comunicación a menos que esa comunicación, como ocurre con la gigantesca Rápidos y furiosos, sea controlada y abra posibilidades de mayores ganancias. Porque en una jugada extraña de egos, metas y alcances, muchos de esos ejecutivos quisieron (y lograron) hacer creer al público marvelita que la llegada al cine de las viejas historias que habitaban en papel significaba el aterrizaje en un nivel más elevado. En su eterna ideología competitiva, a la fecha venden la idea de que todo lo bueno proveniente del cómic debe ser llevado al siguiente escalón: el cine. Usaron nombres de directores y escritores reputados, llenaron de estrellas las listas de repartos, gastaron millones no para hacer arte, sino para simular que llevaban todo al siguiente nivel –¿el arte?– y poder entonces venderlo.

Ahí es donde las palabras del profeta alcanzan la diana.

La sabiduría de Scorsese solamente marcó la diferencia entre las pantallas de cine que como el arte se abren a la interpretación, a la comunicación, a una evasión digamos, menos voluminosa, introspectiva, menos encadenada a las fórmulas de éxito que ahorcan ideas y sentimientos; y las pantallas de las películas que ven a la taquilla como referente único e indiscutible de su éxito que son millonarias precisamente para generar más millones, no para mantenerse en la gente y con la gente.

Scorsese, sabio como es –y lo dejó claro en su carta publicada por The New York Times para ahondar en este debate/no debate– sabe que gran parte de las películas de Marvel están hechas para un consumo que derivará en olvido. Incluso así podrían ser mejores, mucho mejores para conectar con la gente, estar en ella y con ella. ¿Por qué no lo son? O peor, ¿por qué nadie escuchó ese mensaje? En las fórmulas financieras que en gran medida definen cuál será la nueva película de Marvel todo se ve como una suma de elementos con un resultado previsible. Esto funcionó mientras ese resultado fue hasta cierto punto original en las propuestas de entretenimiento masivo desde inicios de este siglo. En la decadencia Marvel olvidó buscar nuevas ideas. Optó por “motivar” a distribuidoras y decenas de influencers para generar la concepción de que los superhéroes eran los dioses de un nuevo Olimpo: la mitología del siglo XXI. La figura se derrumbó pronto. Luego se intentó lo mismo para validar desde fuera al famoso Universo Marvel al compararlo con el western. La cosa tampoco funcionó y Steven Spielberg regaló la puntilla al decir que si bien algo del western había en algunas películas de superhéroes, el género se condenaba al mismo destino al que se ató el western con su sobre oferta y autoexplotación.

¿Por qué validar al cine de superhéroes en terrenos en los que no puede competir? Tendremos que recordar las palabras del profeta Scorsese: “Algunos dicen que las películas de Hitchcock tenían cierta similitud entre ellas, y quizás sea cierto: el mismo Hitchcock se hizo esa pregunta. Pero la similitud de las películas de franquicia de hoy es otro asunto. Muchos de los elementos que definen el cine tal como lo conozco están en las películas de Marvel. Lo que no hay es revelación, misterio o genuino peligro emocional. Nada está en riesgo. Las películas están diseñadas para satisfacer un conjunto específico de demandas y para ser variaciones de un número finito de temas. Se hacen llamar secuelas, pero en realidad tienen espíritu de remakes y todo en ellas pasa por decisiones oficiales, porque no puede ser de otra manera”.

En otras palabras, el cine es riesgo. Desde un punto de vista personal: ese riesgo incluye a quien ve. Debemos arriesgarnos al ver cine y las franquicias actuales, con Marvel en el centro, impiden a toda costa ese riesgo, confunden mensaje con servicio al cliente y ejecutan ese servicio de la forma menos correcta: buscan la comodidad y satisfacción instantánea de quien ve. Y en el cine la incomodidad es a veces necesaria.

El Imperio Marvelita contraataca

En su texto para AV Club, Ray Greene lanzó un nuevo dardo que resucita unilateralmente esta guerra. Greene afirma que la batalla del director contra los blockbusters y la despersonalización del cine está perdida de origen pues sus propios amigos y colegas (Spielberg y Lucas para ser más precisos) entregaron películas que recaudaron millones impulsando esa forma de producir cine, la de las franquicias gigantescas.

No entraremos en detalles sobre los problemas de Lucas para poner en marcha Star Wars, ni los de Spielberg para concretar Tiburón, películas que a diferencia de las mega producciones de Marvel no contaron nunca con presupuestos multimillonarios antes de iniciar sus procesos. Tampoco diremos que a pesar de hacer cine industrial, Scorsese, Spielberg y Lucas son autores igual que el resto de sus colegas, Coppola, Friedkin, Cimino, Bogdanovic (nombrados por Greene), al contrario de los productos de Marvel.

Observemos que para señalar a Scorsese como un cineasta resentido –cuando en realidad cuenta con una visión aguda de la industria– Greene se justifica en la baja recaudación de sus películas, en la pobreza de su taquilla en comparación con el dinero generado por la agenda marvelita.

Killers of the Flower Moon, Martin Scorsese (2023).

¿Es necesario explicar el gigantesco sofisma que se practica al relacionar la trascendencia de una película con el dinero que generó en taquilla? Evaluar a las películas desde la taquilla ha sido impulsada hasta el cansancio por los ejecutivos que diseñan a esas películas que Scorsese llama parques temáticos. Hoy los consumidores absorbieron esa forma de “apreciar” las películas y eso es, por decir lo menos, perjudicial a todas luces.

Ray Greene se atreve a cuestionar el impacto cultural de Scorsese y afirma que el de las películas de Marvel es patente desde ahora. No comparto una sola letra de sus afirmaciones por una razón: no entra jamás al debate real, al hecho de que las películas defendidas en un texto como el suyo a manera de respuesta a las apreciaciones de Scorsese, son producto del cruce de ejes comerciales y de tendencias que en poco o en nada toman en cuenta la creatividad de quienes las fabrican o consumen. Volvamos a Scorsese: “Lo hecho por Marvel no es el cine en el que un grupo de seres humanos tratan de transmitir emociones, experiencias psicológicas a otro ser humano”. O sea, existen, pero podrían ser mejores.

Al recordar la frase, es innegable que estas películas son entretenidas, coloridas, emotivas al tiempo de ser igual de fugaces, transparentes, insaboras y, sobre todo, inofensivas. El cine debe arriesgar y arriesga al crear. Pero también debe poner en riesgo a quien ve a través de emociones y experiencias psicológicas, de hacerle saber al espectador que se le habla no en uno sino en distintos niveles, como lo hace el arte.

Cuando uno va a un parque temático, los juegos, las atracciones, las dulcerías son entretenidas, coloridas, emotivas incluso, pero fugaces y sobre todo, seguras. Sabemos que por muchos saltos y sobresaltos en la montaña rusa se trata de algo inofensivo –las películas de Marvel están plagadas de protagonistas literalmente inmortales–, seremos los mismos antes y después del trance. No hay riesgo alguno. Y sí, ahora estamos más de acuerdo que nunca con don Martin: los parques temáticos son muy seguros, tanto como una película de Marvel. El cine, por el otro lado, es y debe ser riesgo.

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También te puede interesar el cuento de terror "La vista hacia el fuego".

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Por razones generacionales, Martin Scorsese se describe a sí mismo incapaz de disfrutar las películas de superhéroes, cuestión que en 2019 enardeció a los seguidores de Marvel. Con el paso de los años, las palabras del profeta del cine se reflejan en una crisis del género nacido de los cómics, al que los productores le niegan un cierre digno.

“El cine es mi religión y Scorsese su profeta” solía decir Gustavo García, uno de los críticos de cine más respetados de México en los años noventa, cuando el cine de superhéroes se reducía a una exitosa película setentera llamada Superman (1978) dirigida por otro infalible, Richard Donner; sus secuelas y algunos otros intentos –que abrazaron fuertemente lo digno y lo divertido por igual– todavía no estaban en la cresta de la ola.

Exactamente treinta años después del estreno de aquel Hombre de Acero, Jon Favreau lanzó un volado que ganó a la primera e hizo estallar un fenómeno que hoy nos roba demasiado tiempo. Con el estreno de Iron Man (2008) acompañado del éxito entre público y buena parte de la crítica, Favreau se validaba a sí mismo como un realizador competente (hoy es parte del otro Olimpo de las franquicias, el de Star Wars y sus propuestas para el streaming). La historia es la típica de un antihéroe –pero de los buenos– y Marvel inauguró una era de éxitos millonarios que a la fecha, aunque de capa caída, no sabe cómo clausurar.

Los años pasaron y el profeta habló. Ante el estreno de El irlandés (2019), su entonces nueva película, Martin Scorsese dio su muy personal, honesta, inesperada, sorpresiva y –gracias a un encabezado filoso y mañoso– explosiva declaración sobre las películas de Marvel en una entrevista con Empire: “No veo esas películas. Lo he intentado ¿saben? Pero eso no es cine. Honestamente sobre ellas pienso que, bien hechas como están, con los actores haciendo lo mejor que pueden bajo esas circunstancias, son más parecidas a un parque temático. No es el cine en el que un grupo de seres humanos tratan de transmitir emociones, experiencias psicológicas a otro ser humano”.

Para conocer más del tema, te puede interesar: "Martin Scorsese culmina su filmografía en 'Killers of the Flower Moon'".

martin scorsese premio princesa de asturias, destacado
Martin Scorsese en la Berlinale 2010. Fotografía: Siebbi, vía Wikimedia.

¿Esa declaración tiene algo de incendiario? Probablemente no. No solo porque en inglés los términos “cinema” y “movies” nos llevan a ideas diferentes de la misma forma que “cine” y “películas” lo hacen en español. Tampoco lo tiene porque al vivir los tiempos que vivimos muy pocos de los muchos que reaccionaron se dieron espacio para leer la entrevista completa en la que Scorsese predicaba a favor de mantener activo al cine, ese instrumento mitad arte mitad industria que comunica y transmite y sobre todo propone; un instrumento que curiosamente favorece la existencia de películas como las de Marvel y no al contrario, como lo han dicho muchos marvelitas ofendidos por las palabras de uno de los mejores artistas cinematográficos de la historia. Muchos se atrevieron a decir que el dinero generado por las películas de Marvel favorece a artistas como Scorsese para hacer las suyas. Transportaron a lo financiero algo que se encontraba en el terreno de lo creativo.

Regresar al tema debería ser una oportunidad para corregir tales afirmaciones. En primer lugar, Scorsese ha luchado toda su vida para financiar sus proyectos. En segundo lugar, lo que Scorsese hace no son películas, es arte en muchos niveles –y aquí además se debe incluir su labor como restaurador y conservador, tema aparte ignorado a conveniencia por esta nueva camada de detractores–. Esa es la diferencia que hace renacer el debate en los sitios especializados (en películas o en arte cinematográfico) cuando estos necesitan tráfico.

Los herejes

Si Scorsese es el profeta del cine ¿los marvelitas son los herejes? Por razones generacionales, el director se describe a sí mismo incapaz de disfrutar estas películas. Dados los reclamos a las amorosas palabras de Scorsese, ¿alguien se atreverá a llamarlo “falso profeta”?

Parece que el término “parque temático” ofendió desde su precisión, aunque en realidad no tiene nada de malo invertir desde la taquilla en una industria que explota material de eficacia probada –los cómics en este caso– para convertirlo en películas que –desde las planeaciones ejecutivas de los estudios– pueden convertirse en franquicias, otro modelo de negocio ligado al cine también comprobado como eficaz. Ejemplos de ello existen desde que los hombres de negocios se apoderaron de los viejos estudios de Hollywood para estirar el masticado chicle de ideas como Tiburón (1975) de Spielberg o Harry el Sucio (1971) de Don Siegel y Clint Eastwood.

Seamos claros. No tiene nada de malo apoyar desde la taquilla a la industria de la evasión. Olvidar el mundo que dejamos atrás una vez que las puertas del cine se cierran es parte de las funciones del cine y su ceremonia. Es algo que todos queremos hacer. Por eso pesan más las palabras del profeta y su señalamiento hacia el agotamiento de la fórmula Marvel.

nominados al oscar
The Irishman (2019)

Los negocios extremos como el de las actuales franquicias cinematográficas buscan la ganancia antes que la comunicación a menos que esa comunicación, como ocurre con la gigantesca Rápidos y furiosos, sea controlada y abra posibilidades de mayores ganancias. Porque en una jugada extraña de egos, metas y alcances, muchos de esos ejecutivos quisieron (y lograron) hacer creer al público marvelita que la llegada al cine de las viejas historias que habitaban en papel significaba el aterrizaje en un nivel más elevado. En su eterna ideología competitiva, a la fecha venden la idea de que todo lo bueno proveniente del cómic debe ser llevado al siguiente escalón: el cine. Usaron nombres de directores y escritores reputados, llenaron de estrellas las listas de repartos, gastaron millones no para hacer arte, sino para simular que llevaban todo al siguiente nivel –¿el arte?– y poder entonces venderlo.

Ahí es donde las palabras del profeta alcanzan la diana.

La sabiduría de Scorsese solamente marcó la diferencia entre las pantallas de cine que como el arte se abren a la interpretación, a la comunicación, a una evasión digamos, menos voluminosa, introspectiva, menos encadenada a las fórmulas de éxito que ahorcan ideas y sentimientos; y las pantallas de las películas que ven a la taquilla como referente único e indiscutible de su éxito que son millonarias precisamente para generar más millones, no para mantenerse en la gente y con la gente.

Scorsese, sabio como es –y lo dejó claro en su carta publicada por The New York Times para ahondar en este debate/no debate– sabe que gran parte de las películas de Marvel están hechas para un consumo que derivará en olvido. Incluso así podrían ser mejores, mucho mejores para conectar con la gente, estar en ella y con ella. ¿Por qué no lo son? O peor, ¿por qué nadie escuchó ese mensaje? En las fórmulas financieras que en gran medida definen cuál será la nueva película de Marvel todo se ve como una suma de elementos con un resultado previsible. Esto funcionó mientras ese resultado fue hasta cierto punto original en las propuestas de entretenimiento masivo desde inicios de este siglo. En la decadencia Marvel olvidó buscar nuevas ideas. Optó por “motivar” a distribuidoras y decenas de influencers para generar la concepción de que los superhéroes eran los dioses de un nuevo Olimpo: la mitología del siglo XXI. La figura se derrumbó pronto. Luego se intentó lo mismo para validar desde fuera al famoso Universo Marvel al compararlo con el western. La cosa tampoco funcionó y Steven Spielberg regaló la puntilla al decir que si bien algo del western había en algunas películas de superhéroes, el género se condenaba al mismo destino al que se ató el western con su sobre oferta y autoexplotación.

¿Por qué validar al cine de superhéroes en terrenos en los que no puede competir? Tendremos que recordar las palabras del profeta Scorsese: “Algunos dicen que las películas de Hitchcock tenían cierta similitud entre ellas, y quizás sea cierto: el mismo Hitchcock se hizo esa pregunta. Pero la similitud de las películas de franquicia de hoy es otro asunto. Muchos de los elementos que definen el cine tal como lo conozco están en las películas de Marvel. Lo que no hay es revelación, misterio o genuino peligro emocional. Nada está en riesgo. Las películas están diseñadas para satisfacer un conjunto específico de demandas y para ser variaciones de un número finito de temas. Se hacen llamar secuelas, pero en realidad tienen espíritu de remakes y todo en ellas pasa por decisiones oficiales, porque no puede ser de otra manera”.

En otras palabras, el cine es riesgo. Desde un punto de vista personal: ese riesgo incluye a quien ve. Debemos arriesgarnos al ver cine y las franquicias actuales, con Marvel en el centro, impiden a toda costa ese riesgo, confunden mensaje con servicio al cliente y ejecutan ese servicio de la forma menos correcta: buscan la comodidad y satisfacción instantánea de quien ve. Y en el cine la incomodidad es a veces necesaria.

El Imperio Marvelita contraataca

En su texto para AV Club, Ray Greene lanzó un nuevo dardo que resucita unilateralmente esta guerra. Greene afirma que la batalla del director contra los blockbusters y la despersonalización del cine está perdida de origen pues sus propios amigos y colegas (Spielberg y Lucas para ser más precisos) entregaron películas que recaudaron millones impulsando esa forma de producir cine, la de las franquicias gigantescas.

No entraremos en detalles sobre los problemas de Lucas para poner en marcha Star Wars, ni los de Spielberg para concretar Tiburón, películas que a diferencia de las mega producciones de Marvel no contaron nunca con presupuestos multimillonarios antes de iniciar sus procesos. Tampoco diremos que a pesar de hacer cine industrial, Scorsese, Spielberg y Lucas son autores igual que el resto de sus colegas, Coppola, Friedkin, Cimino, Bogdanovic (nombrados por Greene), al contrario de los productos de Marvel.

Observemos que para señalar a Scorsese como un cineasta resentido –cuando en realidad cuenta con una visión aguda de la industria– Greene se justifica en la baja recaudación de sus películas, en la pobreza de su taquilla en comparación con el dinero generado por la agenda marvelita.

Killers of the Flower Moon, Martin Scorsese (2023).

¿Es necesario explicar el gigantesco sofisma que se practica al relacionar la trascendencia de una película con el dinero que generó en taquilla? Evaluar a las películas desde la taquilla ha sido impulsada hasta el cansancio por los ejecutivos que diseñan a esas películas que Scorsese llama parques temáticos. Hoy los consumidores absorbieron esa forma de “apreciar” las películas y eso es, por decir lo menos, perjudicial a todas luces.

Ray Greene se atreve a cuestionar el impacto cultural de Scorsese y afirma que el de las películas de Marvel es patente desde ahora. No comparto una sola letra de sus afirmaciones por una razón: no entra jamás al debate real, al hecho de que las películas defendidas en un texto como el suyo a manera de respuesta a las apreciaciones de Scorsese, son producto del cruce de ejes comerciales y de tendencias que en poco o en nada toman en cuenta la creatividad de quienes las fabrican o consumen. Volvamos a Scorsese: “Lo hecho por Marvel no es el cine en el que un grupo de seres humanos tratan de transmitir emociones, experiencias psicológicas a otro ser humano”. O sea, existen, pero podrían ser mejores.

Al recordar la frase, es innegable que estas películas son entretenidas, coloridas, emotivas al tiempo de ser igual de fugaces, transparentes, insaboras y, sobre todo, inofensivas. El cine debe arriesgar y arriesga al crear. Pero también debe poner en riesgo a quien ve a través de emociones y experiencias psicológicas, de hacerle saber al espectador que se le habla no en uno sino en distintos niveles, como lo hace el arte.

Cuando uno va a un parque temático, los juegos, las atracciones, las dulcerías son entretenidas, coloridas, emotivas incluso, pero fugaces y sobre todo, seguras. Sabemos que por muchos saltos y sobresaltos en la montaña rusa se trata de algo inofensivo –las películas de Marvel están plagadas de protagonistas literalmente inmortales–, seremos los mismos antes y después del trance. No hay riesgo alguno. Y sí, ahora estamos más de acuerdo que nunca con don Martin: los parques temáticos son muy seguros, tanto como una película de Marvel. El cine, por el otro lado, es y debe ser riesgo.

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Por razones generacionales, Martin Scorsese se describe a sí mismo incapaz de disfrutar las películas de superhéroes, cuestión que en 2019 enardeció a los seguidores de Marvel. Con el paso de los años, las palabras del profeta del cine se reflejan en una crisis del género nacido de los cómics, al que los productores le niegan un cierre digno.

“El cine es mi religión y Scorsese su profeta” solía decir Gustavo García, uno de los críticos de cine más respetados de México en los años noventa, cuando el cine de superhéroes se reducía a una exitosa película setentera llamada Superman (1978) dirigida por otro infalible, Richard Donner; sus secuelas y algunos otros intentos –que abrazaron fuertemente lo digno y lo divertido por igual– todavía no estaban en la cresta de la ola.

Exactamente treinta años después del estreno de aquel Hombre de Acero, Jon Favreau lanzó un volado que ganó a la primera e hizo estallar un fenómeno que hoy nos roba demasiado tiempo. Con el estreno de Iron Man (2008) acompañado del éxito entre público y buena parte de la crítica, Favreau se validaba a sí mismo como un realizador competente (hoy es parte del otro Olimpo de las franquicias, el de Star Wars y sus propuestas para el streaming). La historia es la típica de un antihéroe –pero de los buenos– y Marvel inauguró una era de éxitos millonarios que a la fecha, aunque de capa caída, no sabe cómo clausurar.

Los años pasaron y el profeta habló. Ante el estreno de El irlandés (2019), su entonces nueva película, Martin Scorsese dio su muy personal, honesta, inesperada, sorpresiva y –gracias a un encabezado filoso y mañoso– explosiva declaración sobre las películas de Marvel en una entrevista con Empire: “No veo esas películas. Lo he intentado ¿saben? Pero eso no es cine. Honestamente sobre ellas pienso que, bien hechas como están, con los actores haciendo lo mejor que pueden bajo esas circunstancias, son más parecidas a un parque temático. No es el cine en el que un grupo de seres humanos tratan de transmitir emociones, experiencias psicológicas a otro ser humano”.

Para conocer más del tema, te puede interesar: "Martin Scorsese culmina su filmografía en 'Killers of the Flower Moon'".

martin scorsese premio princesa de asturias, destacado
Martin Scorsese en la Berlinale 2010. Fotografía: Siebbi, vía Wikimedia.

¿Esa declaración tiene algo de incendiario? Probablemente no. No solo porque en inglés los términos “cinema” y “movies” nos llevan a ideas diferentes de la misma forma que “cine” y “películas” lo hacen en español. Tampoco lo tiene porque al vivir los tiempos que vivimos muy pocos de los muchos que reaccionaron se dieron espacio para leer la entrevista completa en la que Scorsese predicaba a favor de mantener activo al cine, ese instrumento mitad arte mitad industria que comunica y transmite y sobre todo propone; un instrumento que curiosamente favorece la existencia de películas como las de Marvel y no al contrario, como lo han dicho muchos marvelitas ofendidos por las palabras de uno de los mejores artistas cinematográficos de la historia. Muchos se atrevieron a decir que el dinero generado por las películas de Marvel favorece a artistas como Scorsese para hacer las suyas. Transportaron a lo financiero algo que se encontraba en el terreno de lo creativo.

Regresar al tema debería ser una oportunidad para corregir tales afirmaciones. En primer lugar, Scorsese ha luchado toda su vida para financiar sus proyectos. En segundo lugar, lo que Scorsese hace no son películas, es arte en muchos niveles –y aquí además se debe incluir su labor como restaurador y conservador, tema aparte ignorado a conveniencia por esta nueva camada de detractores–. Esa es la diferencia que hace renacer el debate en los sitios especializados (en películas o en arte cinematográfico) cuando estos necesitan tráfico.

Los herejes

Si Scorsese es el profeta del cine ¿los marvelitas son los herejes? Por razones generacionales, el director se describe a sí mismo incapaz de disfrutar estas películas. Dados los reclamos a las amorosas palabras de Scorsese, ¿alguien se atreverá a llamarlo “falso profeta”?

Parece que el término “parque temático” ofendió desde su precisión, aunque en realidad no tiene nada de malo invertir desde la taquilla en una industria que explota material de eficacia probada –los cómics en este caso– para convertirlo en películas que –desde las planeaciones ejecutivas de los estudios– pueden convertirse en franquicias, otro modelo de negocio ligado al cine también comprobado como eficaz. Ejemplos de ello existen desde que los hombres de negocios se apoderaron de los viejos estudios de Hollywood para estirar el masticado chicle de ideas como Tiburón (1975) de Spielberg o Harry el Sucio (1971) de Don Siegel y Clint Eastwood.

Seamos claros. No tiene nada de malo apoyar desde la taquilla a la industria de la evasión. Olvidar el mundo que dejamos atrás una vez que las puertas del cine se cierran es parte de las funciones del cine y su ceremonia. Es algo que todos queremos hacer. Por eso pesan más las palabras del profeta y su señalamiento hacia el agotamiento de la fórmula Marvel.

nominados al oscar
The Irishman (2019)

Los negocios extremos como el de las actuales franquicias cinematográficas buscan la ganancia antes que la comunicación a menos que esa comunicación, como ocurre con la gigantesca Rápidos y furiosos, sea controlada y abra posibilidades de mayores ganancias. Porque en una jugada extraña de egos, metas y alcances, muchos de esos ejecutivos quisieron (y lograron) hacer creer al público marvelita que la llegada al cine de las viejas historias que habitaban en papel significaba el aterrizaje en un nivel más elevado. En su eterna ideología competitiva, a la fecha venden la idea de que todo lo bueno proveniente del cómic debe ser llevado al siguiente escalón: el cine. Usaron nombres de directores y escritores reputados, llenaron de estrellas las listas de repartos, gastaron millones no para hacer arte, sino para simular que llevaban todo al siguiente nivel –¿el arte?– y poder entonces venderlo.

Ahí es donde las palabras del profeta alcanzan la diana.

La sabiduría de Scorsese solamente marcó la diferencia entre las pantallas de cine que como el arte se abren a la interpretación, a la comunicación, a una evasión digamos, menos voluminosa, introspectiva, menos encadenada a las fórmulas de éxito que ahorcan ideas y sentimientos; y las pantallas de las películas que ven a la taquilla como referente único e indiscutible de su éxito que son millonarias precisamente para generar más millones, no para mantenerse en la gente y con la gente.

Scorsese, sabio como es –y lo dejó claro en su carta publicada por The New York Times para ahondar en este debate/no debate– sabe que gran parte de las películas de Marvel están hechas para un consumo que derivará en olvido. Incluso así podrían ser mejores, mucho mejores para conectar con la gente, estar en ella y con ella. ¿Por qué no lo son? O peor, ¿por qué nadie escuchó ese mensaje? En las fórmulas financieras que en gran medida definen cuál será la nueva película de Marvel todo se ve como una suma de elementos con un resultado previsible. Esto funcionó mientras ese resultado fue hasta cierto punto original en las propuestas de entretenimiento masivo desde inicios de este siglo. En la decadencia Marvel olvidó buscar nuevas ideas. Optó por “motivar” a distribuidoras y decenas de influencers para generar la concepción de que los superhéroes eran los dioses de un nuevo Olimpo: la mitología del siglo XXI. La figura se derrumbó pronto. Luego se intentó lo mismo para validar desde fuera al famoso Universo Marvel al compararlo con el western. La cosa tampoco funcionó y Steven Spielberg regaló la puntilla al decir que si bien algo del western había en algunas películas de superhéroes, el género se condenaba al mismo destino al que se ató el western con su sobre oferta y autoexplotación.

¿Por qué validar al cine de superhéroes en terrenos en los que no puede competir? Tendremos que recordar las palabras del profeta Scorsese: “Algunos dicen que las películas de Hitchcock tenían cierta similitud entre ellas, y quizás sea cierto: el mismo Hitchcock se hizo esa pregunta. Pero la similitud de las películas de franquicia de hoy es otro asunto. Muchos de los elementos que definen el cine tal como lo conozco están en las películas de Marvel. Lo que no hay es revelación, misterio o genuino peligro emocional. Nada está en riesgo. Las películas están diseñadas para satisfacer un conjunto específico de demandas y para ser variaciones de un número finito de temas. Se hacen llamar secuelas, pero en realidad tienen espíritu de remakes y todo en ellas pasa por decisiones oficiales, porque no puede ser de otra manera”.

En otras palabras, el cine es riesgo. Desde un punto de vista personal: ese riesgo incluye a quien ve. Debemos arriesgarnos al ver cine y las franquicias actuales, con Marvel en el centro, impiden a toda costa ese riesgo, confunden mensaje con servicio al cliente y ejecutan ese servicio de la forma menos correcta: buscan la comodidad y satisfacción instantánea de quien ve. Y en el cine la incomodidad es a veces necesaria.

El Imperio Marvelita contraataca

En su texto para AV Club, Ray Greene lanzó un nuevo dardo que resucita unilateralmente esta guerra. Greene afirma que la batalla del director contra los blockbusters y la despersonalización del cine está perdida de origen pues sus propios amigos y colegas (Spielberg y Lucas para ser más precisos) entregaron películas que recaudaron millones impulsando esa forma de producir cine, la de las franquicias gigantescas.

No entraremos en detalles sobre los problemas de Lucas para poner en marcha Star Wars, ni los de Spielberg para concretar Tiburón, películas que a diferencia de las mega producciones de Marvel no contaron nunca con presupuestos multimillonarios antes de iniciar sus procesos. Tampoco diremos que a pesar de hacer cine industrial, Scorsese, Spielberg y Lucas son autores igual que el resto de sus colegas, Coppola, Friedkin, Cimino, Bogdanovic (nombrados por Greene), al contrario de los productos de Marvel.

Observemos que para señalar a Scorsese como un cineasta resentido –cuando en realidad cuenta con una visión aguda de la industria– Greene se justifica en la baja recaudación de sus películas, en la pobreza de su taquilla en comparación con el dinero generado por la agenda marvelita.

Killers of the Flower Moon, Martin Scorsese (2023).

¿Es necesario explicar el gigantesco sofisma que se practica al relacionar la trascendencia de una película con el dinero que generó en taquilla? Evaluar a las películas desde la taquilla ha sido impulsada hasta el cansancio por los ejecutivos que diseñan a esas películas que Scorsese llama parques temáticos. Hoy los consumidores absorbieron esa forma de “apreciar” las películas y eso es, por decir lo menos, perjudicial a todas luces.

Ray Greene se atreve a cuestionar el impacto cultural de Scorsese y afirma que el de las películas de Marvel es patente desde ahora. No comparto una sola letra de sus afirmaciones por una razón: no entra jamás al debate real, al hecho de que las películas defendidas en un texto como el suyo a manera de respuesta a las apreciaciones de Scorsese, son producto del cruce de ejes comerciales y de tendencias que en poco o en nada toman en cuenta la creatividad de quienes las fabrican o consumen. Volvamos a Scorsese: “Lo hecho por Marvel no es el cine en el que un grupo de seres humanos tratan de transmitir emociones, experiencias psicológicas a otro ser humano”. O sea, existen, pero podrían ser mejores.

Al recordar la frase, es innegable que estas películas son entretenidas, coloridas, emotivas al tiempo de ser igual de fugaces, transparentes, insaboras y, sobre todo, inofensivas. El cine debe arriesgar y arriesga al crear. Pero también debe poner en riesgo a quien ve a través de emociones y experiencias psicológicas, de hacerle saber al espectador que se le habla no en uno sino en distintos niveles, como lo hace el arte.

Cuando uno va a un parque temático, los juegos, las atracciones, las dulcerías son entretenidas, coloridas, emotivas incluso, pero fugaces y sobre todo, seguras. Sabemos que por muchos saltos y sobresaltos en la montaña rusa se trata de algo inofensivo –las películas de Marvel están plagadas de protagonistas literalmente inmortales–, seremos los mismos antes y después del trance. No hay riesgo alguno. Y sí, ahora estamos más de acuerdo que nunca con don Martin: los parques temáticos son muy seguros, tanto como una película de Marvel. El cine, por el otro lado, es y debe ser riesgo.

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También te puede interesar el cuento de terror "La vista hacia el fuego".

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Scorsese, tan profeta como superhéroe

Scorsese, tan profeta como superhéroe

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
Ilustración de Fernanda Jiménez.
31
.
10
.
23
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

Por razones generacionales, Martin Scorsese se describe a sí mismo incapaz de disfrutar las películas de superhéroes, cuestión que en 2019 enardeció a los seguidores de Marvel. Con el paso de los años, las palabras del profeta del cine se reflejan en una crisis del género nacido de los cómics, al que los productores le niegan un cierre digno.

“El cine es mi religión y Scorsese su profeta” solía decir Gustavo García, uno de los críticos de cine más respetados de México en los años noventa, cuando el cine de superhéroes se reducía a una exitosa película setentera llamada Superman (1978) dirigida por otro infalible, Richard Donner; sus secuelas y algunos otros intentos –que abrazaron fuertemente lo digno y lo divertido por igual– todavía no estaban en la cresta de la ola.

Exactamente treinta años después del estreno de aquel Hombre de Acero, Jon Favreau lanzó un volado que ganó a la primera e hizo estallar un fenómeno que hoy nos roba demasiado tiempo. Con el estreno de Iron Man (2008) acompañado del éxito entre público y buena parte de la crítica, Favreau se validaba a sí mismo como un realizador competente (hoy es parte del otro Olimpo de las franquicias, el de Star Wars y sus propuestas para el streaming). La historia es la típica de un antihéroe –pero de los buenos– y Marvel inauguró una era de éxitos millonarios que a la fecha, aunque de capa caída, no sabe cómo clausurar.

Los años pasaron y el profeta habló. Ante el estreno de El irlandés (2019), su entonces nueva película, Martin Scorsese dio su muy personal, honesta, inesperada, sorpresiva y –gracias a un encabezado filoso y mañoso– explosiva declaración sobre las películas de Marvel en una entrevista con Empire: “No veo esas películas. Lo he intentado ¿saben? Pero eso no es cine. Honestamente sobre ellas pienso que, bien hechas como están, con los actores haciendo lo mejor que pueden bajo esas circunstancias, son más parecidas a un parque temático. No es el cine en el que un grupo de seres humanos tratan de transmitir emociones, experiencias psicológicas a otro ser humano”.

Para conocer más del tema, te puede interesar: "Martin Scorsese culmina su filmografía en 'Killers of the Flower Moon'".

martin scorsese premio princesa de asturias, destacado
Martin Scorsese en la Berlinale 2010. Fotografía: Siebbi, vía Wikimedia.

¿Esa declaración tiene algo de incendiario? Probablemente no. No solo porque en inglés los términos “cinema” y “movies” nos llevan a ideas diferentes de la misma forma que “cine” y “películas” lo hacen en español. Tampoco lo tiene porque al vivir los tiempos que vivimos muy pocos de los muchos que reaccionaron se dieron espacio para leer la entrevista completa en la que Scorsese predicaba a favor de mantener activo al cine, ese instrumento mitad arte mitad industria que comunica y transmite y sobre todo propone; un instrumento que curiosamente favorece la existencia de películas como las de Marvel y no al contrario, como lo han dicho muchos marvelitas ofendidos por las palabras de uno de los mejores artistas cinematográficos de la historia. Muchos se atrevieron a decir que el dinero generado por las películas de Marvel favorece a artistas como Scorsese para hacer las suyas. Transportaron a lo financiero algo que se encontraba en el terreno de lo creativo.

Regresar al tema debería ser una oportunidad para corregir tales afirmaciones. En primer lugar, Scorsese ha luchado toda su vida para financiar sus proyectos. En segundo lugar, lo que Scorsese hace no son películas, es arte en muchos niveles –y aquí además se debe incluir su labor como restaurador y conservador, tema aparte ignorado a conveniencia por esta nueva camada de detractores–. Esa es la diferencia que hace renacer el debate en los sitios especializados (en películas o en arte cinematográfico) cuando estos necesitan tráfico.

Los herejes

Si Scorsese es el profeta del cine ¿los marvelitas son los herejes? Por razones generacionales, el director se describe a sí mismo incapaz de disfrutar estas películas. Dados los reclamos a las amorosas palabras de Scorsese, ¿alguien se atreverá a llamarlo “falso profeta”?

Parece que el término “parque temático” ofendió desde su precisión, aunque en realidad no tiene nada de malo invertir desde la taquilla en una industria que explota material de eficacia probada –los cómics en este caso– para convertirlo en películas que –desde las planeaciones ejecutivas de los estudios– pueden convertirse en franquicias, otro modelo de negocio ligado al cine también comprobado como eficaz. Ejemplos de ello existen desde que los hombres de negocios se apoderaron de los viejos estudios de Hollywood para estirar el masticado chicle de ideas como Tiburón (1975) de Spielberg o Harry el Sucio (1971) de Don Siegel y Clint Eastwood.

Seamos claros. No tiene nada de malo apoyar desde la taquilla a la industria de la evasión. Olvidar el mundo que dejamos atrás una vez que las puertas del cine se cierran es parte de las funciones del cine y su ceremonia. Es algo que todos queremos hacer. Por eso pesan más las palabras del profeta y su señalamiento hacia el agotamiento de la fórmula Marvel.

nominados al oscar
The Irishman (2019)

Los negocios extremos como el de las actuales franquicias cinematográficas buscan la ganancia antes que la comunicación a menos que esa comunicación, como ocurre con la gigantesca Rápidos y furiosos, sea controlada y abra posibilidades de mayores ganancias. Porque en una jugada extraña de egos, metas y alcances, muchos de esos ejecutivos quisieron (y lograron) hacer creer al público marvelita que la llegada al cine de las viejas historias que habitaban en papel significaba el aterrizaje en un nivel más elevado. En su eterna ideología competitiva, a la fecha venden la idea de que todo lo bueno proveniente del cómic debe ser llevado al siguiente escalón: el cine. Usaron nombres de directores y escritores reputados, llenaron de estrellas las listas de repartos, gastaron millones no para hacer arte, sino para simular que llevaban todo al siguiente nivel –¿el arte?– y poder entonces venderlo.

Ahí es donde las palabras del profeta alcanzan la diana.

La sabiduría de Scorsese solamente marcó la diferencia entre las pantallas de cine que como el arte se abren a la interpretación, a la comunicación, a una evasión digamos, menos voluminosa, introspectiva, menos encadenada a las fórmulas de éxito que ahorcan ideas y sentimientos; y las pantallas de las películas que ven a la taquilla como referente único e indiscutible de su éxito que son millonarias precisamente para generar más millones, no para mantenerse en la gente y con la gente.

Scorsese, sabio como es –y lo dejó claro en su carta publicada por The New York Times para ahondar en este debate/no debate– sabe que gran parte de las películas de Marvel están hechas para un consumo que derivará en olvido. Incluso así podrían ser mejores, mucho mejores para conectar con la gente, estar en ella y con ella. ¿Por qué no lo son? O peor, ¿por qué nadie escuchó ese mensaje? En las fórmulas financieras que en gran medida definen cuál será la nueva película de Marvel todo se ve como una suma de elementos con un resultado previsible. Esto funcionó mientras ese resultado fue hasta cierto punto original en las propuestas de entretenimiento masivo desde inicios de este siglo. En la decadencia Marvel olvidó buscar nuevas ideas. Optó por “motivar” a distribuidoras y decenas de influencers para generar la concepción de que los superhéroes eran los dioses de un nuevo Olimpo: la mitología del siglo XXI. La figura se derrumbó pronto. Luego se intentó lo mismo para validar desde fuera al famoso Universo Marvel al compararlo con el western. La cosa tampoco funcionó y Steven Spielberg regaló la puntilla al decir que si bien algo del western había en algunas películas de superhéroes, el género se condenaba al mismo destino al que se ató el western con su sobre oferta y autoexplotación.

¿Por qué validar al cine de superhéroes en terrenos en los que no puede competir? Tendremos que recordar las palabras del profeta Scorsese: “Algunos dicen que las películas de Hitchcock tenían cierta similitud entre ellas, y quizás sea cierto: el mismo Hitchcock se hizo esa pregunta. Pero la similitud de las películas de franquicia de hoy es otro asunto. Muchos de los elementos que definen el cine tal como lo conozco están en las películas de Marvel. Lo que no hay es revelación, misterio o genuino peligro emocional. Nada está en riesgo. Las películas están diseñadas para satisfacer un conjunto específico de demandas y para ser variaciones de un número finito de temas. Se hacen llamar secuelas, pero en realidad tienen espíritu de remakes y todo en ellas pasa por decisiones oficiales, porque no puede ser de otra manera”.

En otras palabras, el cine es riesgo. Desde un punto de vista personal: ese riesgo incluye a quien ve. Debemos arriesgarnos al ver cine y las franquicias actuales, con Marvel en el centro, impiden a toda costa ese riesgo, confunden mensaje con servicio al cliente y ejecutan ese servicio de la forma menos correcta: buscan la comodidad y satisfacción instantánea de quien ve. Y en el cine la incomodidad es a veces necesaria.

El Imperio Marvelita contraataca

En su texto para AV Club, Ray Greene lanzó un nuevo dardo que resucita unilateralmente esta guerra. Greene afirma que la batalla del director contra los blockbusters y la despersonalización del cine está perdida de origen pues sus propios amigos y colegas (Spielberg y Lucas para ser más precisos) entregaron películas que recaudaron millones impulsando esa forma de producir cine, la de las franquicias gigantescas.

No entraremos en detalles sobre los problemas de Lucas para poner en marcha Star Wars, ni los de Spielberg para concretar Tiburón, películas que a diferencia de las mega producciones de Marvel no contaron nunca con presupuestos multimillonarios antes de iniciar sus procesos. Tampoco diremos que a pesar de hacer cine industrial, Scorsese, Spielberg y Lucas son autores igual que el resto de sus colegas, Coppola, Friedkin, Cimino, Bogdanovic (nombrados por Greene), al contrario de los productos de Marvel.

Observemos que para señalar a Scorsese como un cineasta resentido –cuando en realidad cuenta con una visión aguda de la industria– Greene se justifica en la baja recaudación de sus películas, en la pobreza de su taquilla en comparación con el dinero generado por la agenda marvelita.

Killers of the Flower Moon, Martin Scorsese (2023).

¿Es necesario explicar el gigantesco sofisma que se practica al relacionar la trascendencia de una película con el dinero que generó en taquilla? Evaluar a las películas desde la taquilla ha sido impulsada hasta el cansancio por los ejecutivos que diseñan a esas películas que Scorsese llama parques temáticos. Hoy los consumidores absorbieron esa forma de “apreciar” las películas y eso es, por decir lo menos, perjudicial a todas luces.

Ray Greene se atreve a cuestionar el impacto cultural de Scorsese y afirma que el de las películas de Marvel es patente desde ahora. No comparto una sola letra de sus afirmaciones por una razón: no entra jamás al debate real, al hecho de que las películas defendidas en un texto como el suyo a manera de respuesta a las apreciaciones de Scorsese, son producto del cruce de ejes comerciales y de tendencias que en poco o en nada toman en cuenta la creatividad de quienes las fabrican o consumen. Volvamos a Scorsese: “Lo hecho por Marvel no es el cine en el que un grupo de seres humanos tratan de transmitir emociones, experiencias psicológicas a otro ser humano”. O sea, existen, pero podrían ser mejores.

Al recordar la frase, es innegable que estas películas son entretenidas, coloridas, emotivas al tiempo de ser igual de fugaces, transparentes, insaboras y, sobre todo, inofensivas. El cine debe arriesgar y arriesga al crear. Pero también debe poner en riesgo a quien ve a través de emociones y experiencias psicológicas, de hacerle saber al espectador que se le habla no en uno sino en distintos niveles, como lo hace el arte.

Cuando uno va a un parque temático, los juegos, las atracciones, las dulcerías son entretenidas, coloridas, emotivas incluso, pero fugaces y sobre todo, seguras. Sabemos que por muchos saltos y sobresaltos en la montaña rusa se trata de algo inofensivo –las películas de Marvel están plagadas de protagonistas literalmente inmortales–, seremos los mismos antes y después del trance. No hay riesgo alguno. Y sí, ahora estamos más de acuerdo que nunca con don Martin: los parques temáticos son muy seguros, tanto como una película de Marvel. El cine, por el otro lado, es y debe ser riesgo.

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2023
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Por razones generacionales, Martin Scorsese se describe a sí mismo incapaz de disfrutar las películas de superhéroes, cuestión que en 2019 enardeció a los seguidores de Marvel. Con el paso de los años, las palabras del profeta del cine se reflejan en una crisis del género nacido de los cómics, al que los productores le niegan un cierre digno.

“El cine es mi religión y Scorsese su profeta” solía decir Gustavo García, uno de los críticos de cine más respetados de México en los años noventa, cuando el cine de superhéroes se reducía a una exitosa película setentera llamada Superman (1978) dirigida por otro infalible, Richard Donner; sus secuelas y algunos otros intentos –que abrazaron fuertemente lo digno y lo divertido por igual– todavía no estaban en la cresta de la ola.

Exactamente treinta años después del estreno de aquel Hombre de Acero, Jon Favreau lanzó un volado que ganó a la primera e hizo estallar un fenómeno que hoy nos roba demasiado tiempo. Con el estreno de Iron Man (2008) acompañado del éxito entre público y buena parte de la crítica, Favreau se validaba a sí mismo como un realizador competente (hoy es parte del otro Olimpo de las franquicias, el de Star Wars y sus propuestas para el streaming). La historia es la típica de un antihéroe –pero de los buenos– y Marvel inauguró una era de éxitos millonarios que a la fecha, aunque de capa caída, no sabe cómo clausurar.

Los años pasaron y el profeta habló. Ante el estreno de El irlandés (2019), su entonces nueva película, Martin Scorsese dio su muy personal, honesta, inesperada, sorpresiva y –gracias a un encabezado filoso y mañoso– explosiva declaración sobre las películas de Marvel en una entrevista con Empire: “No veo esas películas. Lo he intentado ¿saben? Pero eso no es cine. Honestamente sobre ellas pienso que, bien hechas como están, con los actores haciendo lo mejor que pueden bajo esas circunstancias, son más parecidas a un parque temático. No es el cine en el que un grupo de seres humanos tratan de transmitir emociones, experiencias psicológicas a otro ser humano”.

Para conocer más del tema, te puede interesar: "Martin Scorsese culmina su filmografía en 'Killers of the Flower Moon'".

martin scorsese premio princesa de asturias, destacado
Martin Scorsese en la Berlinale 2010. Fotografía: Siebbi, vía Wikimedia.

¿Esa declaración tiene algo de incendiario? Probablemente no. No solo porque en inglés los términos “cinema” y “movies” nos llevan a ideas diferentes de la misma forma que “cine” y “películas” lo hacen en español. Tampoco lo tiene porque al vivir los tiempos que vivimos muy pocos de los muchos que reaccionaron se dieron espacio para leer la entrevista completa en la que Scorsese predicaba a favor de mantener activo al cine, ese instrumento mitad arte mitad industria que comunica y transmite y sobre todo propone; un instrumento que curiosamente favorece la existencia de películas como las de Marvel y no al contrario, como lo han dicho muchos marvelitas ofendidos por las palabras de uno de los mejores artistas cinematográficos de la historia. Muchos se atrevieron a decir que el dinero generado por las películas de Marvel favorece a artistas como Scorsese para hacer las suyas. Transportaron a lo financiero algo que se encontraba en el terreno de lo creativo.

Regresar al tema debería ser una oportunidad para corregir tales afirmaciones. En primer lugar, Scorsese ha luchado toda su vida para financiar sus proyectos. En segundo lugar, lo que Scorsese hace no son películas, es arte en muchos niveles –y aquí además se debe incluir su labor como restaurador y conservador, tema aparte ignorado a conveniencia por esta nueva camada de detractores–. Esa es la diferencia que hace renacer el debate en los sitios especializados (en películas o en arte cinematográfico) cuando estos necesitan tráfico.

Los herejes

Si Scorsese es el profeta del cine ¿los marvelitas son los herejes? Por razones generacionales, el director se describe a sí mismo incapaz de disfrutar estas películas. Dados los reclamos a las amorosas palabras de Scorsese, ¿alguien se atreverá a llamarlo “falso profeta”?

Parece que el término “parque temático” ofendió desde su precisión, aunque en realidad no tiene nada de malo invertir desde la taquilla en una industria que explota material de eficacia probada –los cómics en este caso– para convertirlo en películas que –desde las planeaciones ejecutivas de los estudios– pueden convertirse en franquicias, otro modelo de negocio ligado al cine también comprobado como eficaz. Ejemplos de ello existen desde que los hombres de negocios se apoderaron de los viejos estudios de Hollywood para estirar el masticado chicle de ideas como Tiburón (1975) de Spielberg o Harry el Sucio (1971) de Don Siegel y Clint Eastwood.

Seamos claros. No tiene nada de malo apoyar desde la taquilla a la industria de la evasión. Olvidar el mundo que dejamos atrás una vez que las puertas del cine se cierran es parte de las funciones del cine y su ceremonia. Es algo que todos queremos hacer. Por eso pesan más las palabras del profeta y su señalamiento hacia el agotamiento de la fórmula Marvel.

nominados al oscar
The Irishman (2019)

Los negocios extremos como el de las actuales franquicias cinematográficas buscan la ganancia antes que la comunicación a menos que esa comunicación, como ocurre con la gigantesca Rápidos y furiosos, sea controlada y abra posibilidades de mayores ganancias. Porque en una jugada extraña de egos, metas y alcances, muchos de esos ejecutivos quisieron (y lograron) hacer creer al público marvelita que la llegada al cine de las viejas historias que habitaban en papel significaba el aterrizaje en un nivel más elevado. En su eterna ideología competitiva, a la fecha venden la idea de que todo lo bueno proveniente del cómic debe ser llevado al siguiente escalón: el cine. Usaron nombres de directores y escritores reputados, llenaron de estrellas las listas de repartos, gastaron millones no para hacer arte, sino para simular que llevaban todo al siguiente nivel –¿el arte?– y poder entonces venderlo.

Ahí es donde las palabras del profeta alcanzan la diana.

La sabiduría de Scorsese solamente marcó la diferencia entre las pantallas de cine que como el arte se abren a la interpretación, a la comunicación, a una evasión digamos, menos voluminosa, introspectiva, menos encadenada a las fórmulas de éxito que ahorcan ideas y sentimientos; y las pantallas de las películas que ven a la taquilla como referente único e indiscutible de su éxito que son millonarias precisamente para generar más millones, no para mantenerse en la gente y con la gente.

Scorsese, sabio como es –y lo dejó claro en su carta publicada por The New York Times para ahondar en este debate/no debate– sabe que gran parte de las películas de Marvel están hechas para un consumo que derivará en olvido. Incluso así podrían ser mejores, mucho mejores para conectar con la gente, estar en ella y con ella. ¿Por qué no lo son? O peor, ¿por qué nadie escuchó ese mensaje? En las fórmulas financieras que en gran medida definen cuál será la nueva película de Marvel todo se ve como una suma de elementos con un resultado previsible. Esto funcionó mientras ese resultado fue hasta cierto punto original en las propuestas de entretenimiento masivo desde inicios de este siglo. En la decadencia Marvel olvidó buscar nuevas ideas. Optó por “motivar” a distribuidoras y decenas de influencers para generar la concepción de que los superhéroes eran los dioses de un nuevo Olimpo: la mitología del siglo XXI. La figura se derrumbó pronto. Luego se intentó lo mismo para validar desde fuera al famoso Universo Marvel al compararlo con el western. La cosa tampoco funcionó y Steven Spielberg regaló la puntilla al decir que si bien algo del western había en algunas películas de superhéroes, el género se condenaba al mismo destino al que se ató el western con su sobre oferta y autoexplotación.

¿Por qué validar al cine de superhéroes en terrenos en los que no puede competir? Tendremos que recordar las palabras del profeta Scorsese: “Algunos dicen que las películas de Hitchcock tenían cierta similitud entre ellas, y quizás sea cierto: el mismo Hitchcock se hizo esa pregunta. Pero la similitud de las películas de franquicia de hoy es otro asunto. Muchos de los elementos que definen el cine tal como lo conozco están en las películas de Marvel. Lo que no hay es revelación, misterio o genuino peligro emocional. Nada está en riesgo. Las películas están diseñadas para satisfacer un conjunto específico de demandas y para ser variaciones de un número finito de temas. Se hacen llamar secuelas, pero en realidad tienen espíritu de remakes y todo en ellas pasa por decisiones oficiales, porque no puede ser de otra manera”.

En otras palabras, el cine es riesgo. Desde un punto de vista personal: ese riesgo incluye a quien ve. Debemos arriesgarnos al ver cine y las franquicias actuales, con Marvel en el centro, impiden a toda costa ese riesgo, confunden mensaje con servicio al cliente y ejecutan ese servicio de la forma menos correcta: buscan la comodidad y satisfacción instantánea de quien ve. Y en el cine la incomodidad es a veces necesaria.

El Imperio Marvelita contraataca

En su texto para AV Club, Ray Greene lanzó un nuevo dardo que resucita unilateralmente esta guerra. Greene afirma que la batalla del director contra los blockbusters y la despersonalización del cine está perdida de origen pues sus propios amigos y colegas (Spielberg y Lucas para ser más precisos) entregaron películas que recaudaron millones impulsando esa forma de producir cine, la de las franquicias gigantescas.

No entraremos en detalles sobre los problemas de Lucas para poner en marcha Star Wars, ni los de Spielberg para concretar Tiburón, películas que a diferencia de las mega producciones de Marvel no contaron nunca con presupuestos multimillonarios antes de iniciar sus procesos. Tampoco diremos que a pesar de hacer cine industrial, Scorsese, Spielberg y Lucas son autores igual que el resto de sus colegas, Coppola, Friedkin, Cimino, Bogdanovic (nombrados por Greene), al contrario de los productos de Marvel.

Observemos que para señalar a Scorsese como un cineasta resentido –cuando en realidad cuenta con una visión aguda de la industria– Greene se justifica en la baja recaudación de sus películas, en la pobreza de su taquilla en comparación con el dinero generado por la agenda marvelita.

Killers of the Flower Moon, Martin Scorsese (2023).

¿Es necesario explicar el gigantesco sofisma que se practica al relacionar la trascendencia de una película con el dinero que generó en taquilla? Evaluar a las películas desde la taquilla ha sido impulsada hasta el cansancio por los ejecutivos que diseñan a esas películas que Scorsese llama parques temáticos. Hoy los consumidores absorbieron esa forma de “apreciar” las películas y eso es, por decir lo menos, perjudicial a todas luces.

Ray Greene se atreve a cuestionar el impacto cultural de Scorsese y afirma que el de las películas de Marvel es patente desde ahora. No comparto una sola letra de sus afirmaciones por una razón: no entra jamás al debate real, al hecho de que las películas defendidas en un texto como el suyo a manera de respuesta a las apreciaciones de Scorsese, son producto del cruce de ejes comerciales y de tendencias que en poco o en nada toman en cuenta la creatividad de quienes las fabrican o consumen. Volvamos a Scorsese: “Lo hecho por Marvel no es el cine en el que un grupo de seres humanos tratan de transmitir emociones, experiencias psicológicas a otro ser humano”. O sea, existen, pero podrían ser mejores.

Al recordar la frase, es innegable que estas películas son entretenidas, coloridas, emotivas al tiempo de ser igual de fugaces, transparentes, insaboras y, sobre todo, inofensivas. El cine debe arriesgar y arriesga al crear. Pero también debe poner en riesgo a quien ve a través de emociones y experiencias psicológicas, de hacerle saber al espectador que se le habla no en uno sino en distintos niveles, como lo hace el arte.

Cuando uno va a un parque temático, los juegos, las atracciones, las dulcerías son entretenidas, coloridas, emotivas incluso, pero fugaces y sobre todo, seguras. Sabemos que por muchos saltos y sobresaltos en la montaña rusa se trata de algo inofensivo –las películas de Marvel están plagadas de protagonistas literalmente inmortales–, seremos los mismos antes y después del trance. No hay riesgo alguno. Y sí, ahora estamos más de acuerdo que nunca con don Martin: los parques temáticos son muy seguros, tanto como una película de Marvel. El cine, por el otro lado, es y debe ser riesgo.

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31
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Por razones generacionales, Martin Scorsese se describe a sí mismo incapaz de disfrutar las películas de superhéroes, cuestión que en 2019 enardeció a los seguidores de Marvel. Con el paso de los años, las palabras del profeta del cine se reflejan en una crisis del género nacido de los cómics, al que los productores le niegan un cierre digno.

Texto de
Fotografía de
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Traducción de

“El cine es mi religión y Scorsese su profeta” solía decir Gustavo García, uno de los críticos de cine más respetados de México en los años noventa, cuando el cine de superhéroes se reducía a una exitosa película setentera llamada Superman (1978) dirigida por otro infalible, Richard Donner; sus secuelas y algunos otros intentos –que abrazaron fuertemente lo digno y lo divertido por igual– todavía no estaban en la cresta de la ola.

Exactamente treinta años después del estreno de aquel Hombre de Acero, Jon Favreau lanzó un volado que ganó a la primera e hizo estallar un fenómeno que hoy nos roba demasiado tiempo. Con el estreno de Iron Man (2008) acompañado del éxito entre público y buena parte de la crítica, Favreau se validaba a sí mismo como un realizador competente (hoy es parte del otro Olimpo de las franquicias, el de Star Wars y sus propuestas para el streaming). La historia es la típica de un antihéroe –pero de los buenos– y Marvel inauguró una era de éxitos millonarios que a la fecha, aunque de capa caída, no sabe cómo clausurar.

Los años pasaron y el profeta habló. Ante el estreno de El irlandés (2019), su entonces nueva película, Martin Scorsese dio su muy personal, honesta, inesperada, sorpresiva y –gracias a un encabezado filoso y mañoso– explosiva declaración sobre las películas de Marvel en una entrevista con Empire: “No veo esas películas. Lo he intentado ¿saben? Pero eso no es cine. Honestamente sobre ellas pienso que, bien hechas como están, con los actores haciendo lo mejor que pueden bajo esas circunstancias, son más parecidas a un parque temático. No es el cine en el que un grupo de seres humanos tratan de transmitir emociones, experiencias psicológicas a otro ser humano”.

Para conocer más del tema, te puede interesar: "Martin Scorsese culmina su filmografía en 'Killers of the Flower Moon'".

martin scorsese premio princesa de asturias, destacado
Martin Scorsese en la Berlinale 2010. Fotografía: Siebbi, vía Wikimedia.

¿Esa declaración tiene algo de incendiario? Probablemente no. No solo porque en inglés los términos “cinema” y “movies” nos llevan a ideas diferentes de la misma forma que “cine” y “películas” lo hacen en español. Tampoco lo tiene porque al vivir los tiempos que vivimos muy pocos de los muchos que reaccionaron se dieron espacio para leer la entrevista completa en la que Scorsese predicaba a favor de mantener activo al cine, ese instrumento mitad arte mitad industria que comunica y transmite y sobre todo propone; un instrumento que curiosamente favorece la existencia de películas como las de Marvel y no al contrario, como lo han dicho muchos marvelitas ofendidos por las palabras de uno de los mejores artistas cinematográficos de la historia. Muchos se atrevieron a decir que el dinero generado por las películas de Marvel favorece a artistas como Scorsese para hacer las suyas. Transportaron a lo financiero algo que se encontraba en el terreno de lo creativo.

Regresar al tema debería ser una oportunidad para corregir tales afirmaciones. En primer lugar, Scorsese ha luchado toda su vida para financiar sus proyectos. En segundo lugar, lo que Scorsese hace no son películas, es arte en muchos niveles –y aquí además se debe incluir su labor como restaurador y conservador, tema aparte ignorado a conveniencia por esta nueva camada de detractores–. Esa es la diferencia que hace renacer el debate en los sitios especializados (en películas o en arte cinematográfico) cuando estos necesitan tráfico.

Los herejes

Si Scorsese es el profeta del cine ¿los marvelitas son los herejes? Por razones generacionales, el director se describe a sí mismo incapaz de disfrutar estas películas. Dados los reclamos a las amorosas palabras de Scorsese, ¿alguien se atreverá a llamarlo “falso profeta”?

Parece que el término “parque temático” ofendió desde su precisión, aunque en realidad no tiene nada de malo invertir desde la taquilla en una industria que explota material de eficacia probada –los cómics en este caso– para convertirlo en películas que –desde las planeaciones ejecutivas de los estudios– pueden convertirse en franquicias, otro modelo de negocio ligado al cine también comprobado como eficaz. Ejemplos de ello existen desde que los hombres de negocios se apoderaron de los viejos estudios de Hollywood para estirar el masticado chicle de ideas como Tiburón (1975) de Spielberg o Harry el Sucio (1971) de Don Siegel y Clint Eastwood.

Seamos claros. No tiene nada de malo apoyar desde la taquilla a la industria de la evasión. Olvidar el mundo que dejamos atrás una vez que las puertas del cine se cierran es parte de las funciones del cine y su ceremonia. Es algo que todos queremos hacer. Por eso pesan más las palabras del profeta y su señalamiento hacia el agotamiento de la fórmula Marvel.

nominados al oscar
The Irishman (2019)

Los negocios extremos como el de las actuales franquicias cinematográficas buscan la ganancia antes que la comunicación a menos que esa comunicación, como ocurre con la gigantesca Rápidos y furiosos, sea controlada y abra posibilidades de mayores ganancias. Porque en una jugada extraña de egos, metas y alcances, muchos de esos ejecutivos quisieron (y lograron) hacer creer al público marvelita que la llegada al cine de las viejas historias que habitaban en papel significaba el aterrizaje en un nivel más elevado. En su eterna ideología competitiva, a la fecha venden la idea de que todo lo bueno proveniente del cómic debe ser llevado al siguiente escalón: el cine. Usaron nombres de directores y escritores reputados, llenaron de estrellas las listas de repartos, gastaron millones no para hacer arte, sino para simular que llevaban todo al siguiente nivel –¿el arte?– y poder entonces venderlo.

Ahí es donde las palabras del profeta alcanzan la diana.

La sabiduría de Scorsese solamente marcó la diferencia entre las pantallas de cine que como el arte se abren a la interpretación, a la comunicación, a una evasión digamos, menos voluminosa, introspectiva, menos encadenada a las fórmulas de éxito que ahorcan ideas y sentimientos; y las pantallas de las películas que ven a la taquilla como referente único e indiscutible de su éxito que son millonarias precisamente para generar más millones, no para mantenerse en la gente y con la gente.

Scorsese, sabio como es –y lo dejó claro en su carta publicada por The New York Times para ahondar en este debate/no debate– sabe que gran parte de las películas de Marvel están hechas para un consumo que derivará en olvido. Incluso así podrían ser mejores, mucho mejores para conectar con la gente, estar en ella y con ella. ¿Por qué no lo son? O peor, ¿por qué nadie escuchó ese mensaje? En las fórmulas financieras que en gran medida definen cuál será la nueva película de Marvel todo se ve como una suma de elementos con un resultado previsible. Esto funcionó mientras ese resultado fue hasta cierto punto original en las propuestas de entretenimiento masivo desde inicios de este siglo. En la decadencia Marvel olvidó buscar nuevas ideas. Optó por “motivar” a distribuidoras y decenas de influencers para generar la concepción de que los superhéroes eran los dioses de un nuevo Olimpo: la mitología del siglo XXI. La figura se derrumbó pronto. Luego se intentó lo mismo para validar desde fuera al famoso Universo Marvel al compararlo con el western. La cosa tampoco funcionó y Steven Spielberg regaló la puntilla al decir que si bien algo del western había en algunas películas de superhéroes, el género se condenaba al mismo destino al que se ató el western con su sobre oferta y autoexplotación.

¿Por qué validar al cine de superhéroes en terrenos en los que no puede competir? Tendremos que recordar las palabras del profeta Scorsese: “Algunos dicen que las películas de Hitchcock tenían cierta similitud entre ellas, y quizás sea cierto: el mismo Hitchcock se hizo esa pregunta. Pero la similitud de las películas de franquicia de hoy es otro asunto. Muchos de los elementos que definen el cine tal como lo conozco están en las películas de Marvel. Lo que no hay es revelación, misterio o genuino peligro emocional. Nada está en riesgo. Las películas están diseñadas para satisfacer un conjunto específico de demandas y para ser variaciones de un número finito de temas. Se hacen llamar secuelas, pero en realidad tienen espíritu de remakes y todo en ellas pasa por decisiones oficiales, porque no puede ser de otra manera”.

En otras palabras, el cine es riesgo. Desde un punto de vista personal: ese riesgo incluye a quien ve. Debemos arriesgarnos al ver cine y las franquicias actuales, con Marvel en el centro, impiden a toda costa ese riesgo, confunden mensaje con servicio al cliente y ejecutan ese servicio de la forma menos correcta: buscan la comodidad y satisfacción instantánea de quien ve. Y en el cine la incomodidad es a veces necesaria.

El Imperio Marvelita contraataca

En su texto para AV Club, Ray Greene lanzó un nuevo dardo que resucita unilateralmente esta guerra. Greene afirma que la batalla del director contra los blockbusters y la despersonalización del cine está perdida de origen pues sus propios amigos y colegas (Spielberg y Lucas para ser más precisos) entregaron películas que recaudaron millones impulsando esa forma de producir cine, la de las franquicias gigantescas.

No entraremos en detalles sobre los problemas de Lucas para poner en marcha Star Wars, ni los de Spielberg para concretar Tiburón, películas que a diferencia de las mega producciones de Marvel no contaron nunca con presupuestos multimillonarios antes de iniciar sus procesos. Tampoco diremos que a pesar de hacer cine industrial, Scorsese, Spielberg y Lucas son autores igual que el resto de sus colegas, Coppola, Friedkin, Cimino, Bogdanovic (nombrados por Greene), al contrario de los productos de Marvel.

Observemos que para señalar a Scorsese como un cineasta resentido –cuando en realidad cuenta con una visión aguda de la industria– Greene se justifica en la baja recaudación de sus películas, en la pobreza de su taquilla en comparación con el dinero generado por la agenda marvelita.

Killers of the Flower Moon, Martin Scorsese (2023).

¿Es necesario explicar el gigantesco sofisma que se practica al relacionar la trascendencia de una película con el dinero que generó en taquilla? Evaluar a las películas desde la taquilla ha sido impulsada hasta el cansancio por los ejecutivos que diseñan a esas películas que Scorsese llama parques temáticos. Hoy los consumidores absorbieron esa forma de “apreciar” las películas y eso es, por decir lo menos, perjudicial a todas luces.

Ray Greene se atreve a cuestionar el impacto cultural de Scorsese y afirma que el de las películas de Marvel es patente desde ahora. No comparto una sola letra de sus afirmaciones por una razón: no entra jamás al debate real, al hecho de que las películas defendidas en un texto como el suyo a manera de respuesta a las apreciaciones de Scorsese, son producto del cruce de ejes comerciales y de tendencias que en poco o en nada toman en cuenta la creatividad de quienes las fabrican o consumen. Volvamos a Scorsese: “Lo hecho por Marvel no es el cine en el que un grupo de seres humanos tratan de transmitir emociones, experiencias psicológicas a otro ser humano”. O sea, existen, pero podrían ser mejores.

Al recordar la frase, es innegable que estas películas son entretenidas, coloridas, emotivas al tiempo de ser igual de fugaces, transparentes, insaboras y, sobre todo, inofensivas. El cine debe arriesgar y arriesga al crear. Pero también debe poner en riesgo a quien ve a través de emociones y experiencias psicológicas, de hacerle saber al espectador que se le habla no en uno sino en distintos niveles, como lo hace el arte.

Cuando uno va a un parque temático, los juegos, las atracciones, las dulcerías son entretenidas, coloridas, emotivas incluso, pero fugaces y sobre todo, seguras. Sabemos que por muchos saltos y sobresaltos en la montaña rusa se trata de algo inofensivo –las películas de Marvel están plagadas de protagonistas literalmente inmortales–, seremos los mismos antes y después del trance. No hay riesgo alguno. Y sí, ahora estamos más de acuerdo que nunca con don Martin: los parques temáticos son muy seguros, tanto como una película de Marvel. El cine, por el otro lado, es y debe ser riesgo.

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