Aunque Alejandra Ríos dirige una empresa bien establecida y con una larga historia, la CEO de Ambrosía mantiene la mirada en los detalles: su enfoque, de mucho rigor logístico, está centrado en sus clientes, lo que implica ser capaz de innovar y transformarse.
Ambrosía, una empresa dedicada a la creación de experiencias culinarias, tiene casi 40 años de historia. Su fundador estaba enfocado en la innovación gastronómica, por lo que trajo a México la metodología, las recetas y el glamour de la banquetería francesa; en la formación profesional de cocineros de alto nivel, para lo que fundó el Centro Culinario al sur de la Ciudad de México; y, sobre todo, en la excelencia en el servicio. Y así funcionó a la perfección como una maquinaria por un par de décadas. Sin embargo, a su muerte, en 2006, se perdieron muchos de los secretos de la operación.Su hija, Alejandra Ríos, ayudó entonces a armar ese rompecabezas: con su mamá, trabajó en estandarizar y establecer procesos transparentes, armar estrategias. Pero ella aún tenía un camino por recorrer. Se graduó como cocinera en el Centro Culinario, se formó en finanzas, trabajó en diferentes empresas y estudió una maestría. Regresó al negocio familiar con 10 años de experiencia en el mundo corporativo, lista para afianzar el crecimiento sostenido de la empresa. Un par de años después, en 2019, asumió el cargo de CEO de Ambrosía.Llegó a la dirección con un millar de ideas que apenas comenzaba a poner en práctica cuando se desató la pandemia de la Covid-19. La contingencia puso una enorme presión en la industria de la hospitalidad, y eso fue evidente en empresas que, como Ambrosía, se dedican a la organización de eventos a todas las escalas, desde una cena familiar hasta un encuentro multitudinario.El negocio decayó entonces de manera drástica. La operación bajó en 80%, calcula Alejandra Ríos. Su forma de lidiar con el estrés consistió en poner manos a la obra: su consejo de administración la empujó a actuar de inmediato y trazaron planes para cada posible escenario, considerando que la situación se extendiera tres, seis meses o hasta el final de 2020. Invirtieron mucho tiempo y cuidado en establecer protocolos sanitarios. Pusieron energía, sobre todo, en pensar en las nuevas necesidades de su clientela. Idearon experiencias detallistas, distintas, en respuesta al momento que se estaba viviendo. Pensaron en los niños que estaban confinados en casa, por ejemplo, así que —por medio de Bok Ludoteca, un espacio de eventos para niños que conforma una de las unidades de negocio del grupo— organizaron contenido y kits de actividades a domicilio. Planearon también el envío de pizzas para hacer en casa, con instrucciones de preparación, maridaje y su emblemático volcán de chocolate. Se certificaron contra reloj en Google for Education para ofrecer todas sus clases de gastronomía en línea. Transformaron, en fin, toda la experiencia de una empresa consolidada en una versión a la medida de la crisis, siempre manteniendo el espíritu de servicio y excelencia que tuvo desde sus orígenes.[read more]
“Nada está escrito en piedra. Nosotros, que llevábamos 40 años haciendo eventos y que íbamos creciendo, tenemos que estar siempre preparados para los cambios”
“Nada está escrito en piedra. Nosotros, que llevábamos 40 años haciendo eventos y que íbamos creciendo, tenemos que estar siempre preparados para los cambios”, dice. Y, aunque ha mantenido su visión estratégica, conserva una actitud flexible que le permite cuestionar siempre la pertinencia de los siguientes pasos: hay que ser cauto en los procesos de transformación, pues detrás de la operación hay un equipo de 300 personas a las que también hay que cuidar y “para mí —dice— la gente es lo que hace a Ambrosía, definitivamente”.Y no sólo a Ambrosía. Alejandra Ríos recuerda con nostalgia la intensa cooperación que surgió —y se ha mantenido— entre todas las personas que conforman la industria de la hospitalidad: proveedores, marcas, restauranteros, e incluso competidores. La pandemia demostró que es un sistema hecho de gente dispuesta a compartir su espacio, sus herramientas e infraestructura; a difundir información; a hacer colaboraciones creativas y experiencias especiales; o a facilitar procesos que, en condiciones normales, hubieran encontrado más trabas.Don Julio es una de esas marcas que se sumaron al rescate de los negocios dedicados al arte de la hospitalidad y, a la vez, hizo un homenaje a todos aquéllos que, contra viento y marea, se han reinventado y trabajado más que nunca para mantener vivos sus negocios y sus sueños. Mediante su iniciativa “Me quito el sombrero”, Don Julio ha facilitado la colaboración entre la industria restaurantera y su clientela que, al adquirir la edición especial, ayuda a la reactivación de los emprendimientos que luchan por seguir sirviendo y por mantenerse como fuente de trabajo para, como en este caso, cientos de personas con habilidades únicas, vocación de servicio y un intenso sentido de la solidaridad.Alejandra Ríos es una de las inversionistas —y una de las “tiburonas”— de la sexta temporada de la serie Shark Tank, que se estrenará este año. Invirtió, adelanta, en varios emprendimientos que llamaron su atención: para elegirlos no se enfocó en su pertenencia a la industria culinaria, sino en la pasión y el empuje de quienes dan forma a cada proyecto. Hay congruencia en sus palabras cuando afirma que, así como busca que Ambrosía sea un verdadero aliado de las personas y las empresas, espera ser de ayuda y compartir sus conocimientos, a pequeña y gran escala, con los negocios por los que decide apostar.[/read]
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Aunque Alejandra Ríos dirige una empresa bien establecida y con una larga historia, la CEO de Ambrosía mantiene la mirada en los detalles: su enfoque, de mucho rigor logístico, está centrado en sus clientes, lo que implica ser capaz de innovar y transformarse.
Ambrosía, una empresa dedicada a la creación de experiencias culinarias, tiene casi 40 años de historia. Su fundador estaba enfocado en la innovación gastronómica, por lo que trajo a México la metodología, las recetas y el glamour de la banquetería francesa; en la formación profesional de cocineros de alto nivel, para lo que fundó el Centro Culinario al sur de la Ciudad de México; y, sobre todo, en la excelencia en el servicio. Y así funcionó a la perfección como una maquinaria por un par de décadas. Sin embargo, a su muerte, en 2006, se perdieron muchos de los secretos de la operación.Su hija, Alejandra Ríos, ayudó entonces a armar ese rompecabezas: con su mamá, trabajó en estandarizar y establecer procesos transparentes, armar estrategias. Pero ella aún tenía un camino por recorrer. Se graduó como cocinera en el Centro Culinario, se formó en finanzas, trabajó en diferentes empresas y estudió una maestría. Regresó al negocio familiar con 10 años de experiencia en el mundo corporativo, lista para afianzar el crecimiento sostenido de la empresa. Un par de años después, en 2019, asumió el cargo de CEO de Ambrosía.Llegó a la dirección con un millar de ideas que apenas comenzaba a poner en práctica cuando se desató la pandemia de la Covid-19. La contingencia puso una enorme presión en la industria de la hospitalidad, y eso fue evidente en empresas que, como Ambrosía, se dedican a la organización de eventos a todas las escalas, desde una cena familiar hasta un encuentro multitudinario.El negocio decayó entonces de manera drástica. La operación bajó en 80%, calcula Alejandra Ríos. Su forma de lidiar con el estrés consistió en poner manos a la obra: su consejo de administración la empujó a actuar de inmediato y trazaron planes para cada posible escenario, considerando que la situación se extendiera tres, seis meses o hasta el final de 2020. Invirtieron mucho tiempo y cuidado en establecer protocolos sanitarios. Pusieron energía, sobre todo, en pensar en las nuevas necesidades de su clientela. Idearon experiencias detallistas, distintas, en respuesta al momento que se estaba viviendo. Pensaron en los niños que estaban confinados en casa, por ejemplo, así que —por medio de Bok Ludoteca, un espacio de eventos para niños que conforma una de las unidades de negocio del grupo— organizaron contenido y kits de actividades a domicilio. Planearon también el envío de pizzas para hacer en casa, con instrucciones de preparación, maridaje y su emblemático volcán de chocolate. Se certificaron contra reloj en Google for Education para ofrecer todas sus clases de gastronomía en línea. Transformaron, en fin, toda la experiencia de una empresa consolidada en una versión a la medida de la crisis, siempre manteniendo el espíritu de servicio y excelencia que tuvo desde sus orígenes.[read more]
“Nada está escrito en piedra. Nosotros, que llevábamos 40 años haciendo eventos y que íbamos creciendo, tenemos que estar siempre preparados para los cambios”
“Nada está escrito en piedra. Nosotros, que llevábamos 40 años haciendo eventos y que íbamos creciendo, tenemos que estar siempre preparados para los cambios”, dice. Y, aunque ha mantenido su visión estratégica, conserva una actitud flexible que le permite cuestionar siempre la pertinencia de los siguientes pasos: hay que ser cauto en los procesos de transformación, pues detrás de la operación hay un equipo de 300 personas a las que también hay que cuidar y “para mí —dice— la gente es lo que hace a Ambrosía, definitivamente”.Y no sólo a Ambrosía. Alejandra Ríos recuerda con nostalgia la intensa cooperación que surgió —y se ha mantenido— entre todas las personas que conforman la industria de la hospitalidad: proveedores, marcas, restauranteros, e incluso competidores. La pandemia demostró que es un sistema hecho de gente dispuesta a compartir su espacio, sus herramientas e infraestructura; a difundir información; a hacer colaboraciones creativas y experiencias especiales; o a facilitar procesos que, en condiciones normales, hubieran encontrado más trabas.Don Julio es una de esas marcas que se sumaron al rescate de los negocios dedicados al arte de la hospitalidad y, a la vez, hizo un homenaje a todos aquéllos que, contra viento y marea, se han reinventado y trabajado más que nunca para mantener vivos sus negocios y sus sueños. Mediante su iniciativa “Me quito el sombrero”, Don Julio ha facilitado la colaboración entre la industria restaurantera y su clientela que, al adquirir la edición especial, ayuda a la reactivación de los emprendimientos que luchan por seguir sirviendo y por mantenerse como fuente de trabajo para, como en este caso, cientos de personas con habilidades únicas, vocación de servicio y un intenso sentido de la solidaridad.Alejandra Ríos es una de las inversionistas —y una de las “tiburonas”— de la sexta temporada de la serie Shark Tank, que se estrenará este año. Invirtió, adelanta, en varios emprendimientos que llamaron su atención: para elegirlos no se enfocó en su pertenencia a la industria culinaria, sino en la pasión y el empuje de quienes dan forma a cada proyecto. Hay congruencia en sus palabras cuando afirma que, así como busca que Ambrosía sea un verdadero aliado de las personas y las empresas, espera ser de ayuda y compartir sus conocimientos, a pequeña y gran escala, con los negocios por los que decide apostar.[/read]
Aunque Alejandra Ríos dirige una empresa bien establecida y con una larga historia, la CEO de Ambrosía mantiene la mirada en los detalles: su enfoque, de mucho rigor logístico, está centrado en sus clientes, lo que implica ser capaz de innovar y transformarse.
Ambrosía, una empresa dedicada a la creación de experiencias culinarias, tiene casi 40 años de historia. Su fundador estaba enfocado en la innovación gastronómica, por lo que trajo a México la metodología, las recetas y el glamour de la banquetería francesa; en la formación profesional de cocineros de alto nivel, para lo que fundó el Centro Culinario al sur de la Ciudad de México; y, sobre todo, en la excelencia en el servicio. Y así funcionó a la perfección como una maquinaria por un par de décadas. Sin embargo, a su muerte, en 2006, se perdieron muchos de los secretos de la operación.Su hija, Alejandra Ríos, ayudó entonces a armar ese rompecabezas: con su mamá, trabajó en estandarizar y establecer procesos transparentes, armar estrategias. Pero ella aún tenía un camino por recorrer. Se graduó como cocinera en el Centro Culinario, se formó en finanzas, trabajó en diferentes empresas y estudió una maestría. Regresó al negocio familiar con 10 años de experiencia en el mundo corporativo, lista para afianzar el crecimiento sostenido de la empresa. Un par de años después, en 2019, asumió el cargo de CEO de Ambrosía.Llegó a la dirección con un millar de ideas que apenas comenzaba a poner en práctica cuando se desató la pandemia de la Covid-19. La contingencia puso una enorme presión en la industria de la hospitalidad, y eso fue evidente en empresas que, como Ambrosía, se dedican a la organización de eventos a todas las escalas, desde una cena familiar hasta un encuentro multitudinario.El negocio decayó entonces de manera drástica. La operación bajó en 80%, calcula Alejandra Ríos. Su forma de lidiar con el estrés consistió en poner manos a la obra: su consejo de administración la empujó a actuar de inmediato y trazaron planes para cada posible escenario, considerando que la situación se extendiera tres, seis meses o hasta el final de 2020. Invirtieron mucho tiempo y cuidado en establecer protocolos sanitarios. Pusieron energía, sobre todo, en pensar en las nuevas necesidades de su clientela. Idearon experiencias detallistas, distintas, en respuesta al momento que se estaba viviendo. Pensaron en los niños que estaban confinados en casa, por ejemplo, así que —por medio de Bok Ludoteca, un espacio de eventos para niños que conforma una de las unidades de negocio del grupo— organizaron contenido y kits de actividades a domicilio. Planearon también el envío de pizzas para hacer en casa, con instrucciones de preparación, maridaje y su emblemático volcán de chocolate. Se certificaron contra reloj en Google for Education para ofrecer todas sus clases de gastronomía en línea. Transformaron, en fin, toda la experiencia de una empresa consolidada en una versión a la medida de la crisis, siempre manteniendo el espíritu de servicio y excelencia que tuvo desde sus orígenes.[read more]
“Nada está escrito en piedra. Nosotros, que llevábamos 40 años haciendo eventos y que íbamos creciendo, tenemos que estar siempre preparados para los cambios”
“Nada está escrito en piedra. Nosotros, que llevábamos 40 años haciendo eventos y que íbamos creciendo, tenemos que estar siempre preparados para los cambios”, dice. Y, aunque ha mantenido su visión estratégica, conserva una actitud flexible que le permite cuestionar siempre la pertinencia de los siguientes pasos: hay que ser cauto en los procesos de transformación, pues detrás de la operación hay un equipo de 300 personas a las que también hay que cuidar y “para mí —dice— la gente es lo que hace a Ambrosía, definitivamente”.Y no sólo a Ambrosía. Alejandra Ríos recuerda con nostalgia la intensa cooperación que surgió —y se ha mantenido— entre todas las personas que conforman la industria de la hospitalidad: proveedores, marcas, restauranteros, e incluso competidores. La pandemia demostró que es un sistema hecho de gente dispuesta a compartir su espacio, sus herramientas e infraestructura; a difundir información; a hacer colaboraciones creativas y experiencias especiales; o a facilitar procesos que, en condiciones normales, hubieran encontrado más trabas.Don Julio es una de esas marcas que se sumaron al rescate de los negocios dedicados al arte de la hospitalidad y, a la vez, hizo un homenaje a todos aquéllos que, contra viento y marea, se han reinventado y trabajado más que nunca para mantener vivos sus negocios y sus sueños. Mediante su iniciativa “Me quito el sombrero”, Don Julio ha facilitado la colaboración entre la industria restaurantera y su clientela que, al adquirir la edición especial, ayuda a la reactivación de los emprendimientos que luchan por seguir sirviendo y por mantenerse como fuente de trabajo para, como en este caso, cientos de personas con habilidades únicas, vocación de servicio y un intenso sentido de la solidaridad.Alejandra Ríos es una de las inversionistas —y una de las “tiburonas”— de la sexta temporada de la serie Shark Tank, que se estrenará este año. Invirtió, adelanta, en varios emprendimientos que llamaron su atención: para elegirlos no se enfocó en su pertenencia a la industria culinaria, sino en la pasión y el empuje de quienes dan forma a cada proyecto. Hay congruencia en sus palabras cuando afirma que, así como busca que Ambrosía sea un verdadero aliado de las personas y las empresas, espera ser de ayuda y compartir sus conocimientos, a pequeña y gran escala, con los negocios por los que decide apostar.[/read]
Aunque Alejandra Ríos dirige una empresa bien establecida y con una larga historia, la CEO de Ambrosía mantiene la mirada en los detalles: su enfoque, de mucho rigor logístico, está centrado en sus clientes, lo que implica ser capaz de innovar y transformarse.
Ambrosía, una empresa dedicada a la creación de experiencias culinarias, tiene casi 40 años de historia. Su fundador estaba enfocado en la innovación gastronómica, por lo que trajo a México la metodología, las recetas y el glamour de la banquetería francesa; en la formación profesional de cocineros de alto nivel, para lo que fundó el Centro Culinario al sur de la Ciudad de México; y, sobre todo, en la excelencia en el servicio. Y así funcionó a la perfección como una maquinaria por un par de décadas. Sin embargo, a su muerte, en 2006, se perdieron muchos de los secretos de la operación.Su hija, Alejandra Ríos, ayudó entonces a armar ese rompecabezas: con su mamá, trabajó en estandarizar y establecer procesos transparentes, armar estrategias. Pero ella aún tenía un camino por recorrer. Se graduó como cocinera en el Centro Culinario, se formó en finanzas, trabajó en diferentes empresas y estudió una maestría. Regresó al negocio familiar con 10 años de experiencia en el mundo corporativo, lista para afianzar el crecimiento sostenido de la empresa. Un par de años después, en 2019, asumió el cargo de CEO de Ambrosía.Llegó a la dirección con un millar de ideas que apenas comenzaba a poner en práctica cuando se desató la pandemia de la Covid-19. La contingencia puso una enorme presión en la industria de la hospitalidad, y eso fue evidente en empresas que, como Ambrosía, se dedican a la organización de eventos a todas las escalas, desde una cena familiar hasta un encuentro multitudinario.El negocio decayó entonces de manera drástica. La operación bajó en 80%, calcula Alejandra Ríos. Su forma de lidiar con el estrés consistió en poner manos a la obra: su consejo de administración la empujó a actuar de inmediato y trazaron planes para cada posible escenario, considerando que la situación se extendiera tres, seis meses o hasta el final de 2020. Invirtieron mucho tiempo y cuidado en establecer protocolos sanitarios. Pusieron energía, sobre todo, en pensar en las nuevas necesidades de su clientela. Idearon experiencias detallistas, distintas, en respuesta al momento que se estaba viviendo. Pensaron en los niños que estaban confinados en casa, por ejemplo, así que —por medio de Bok Ludoteca, un espacio de eventos para niños que conforma una de las unidades de negocio del grupo— organizaron contenido y kits de actividades a domicilio. Planearon también el envío de pizzas para hacer en casa, con instrucciones de preparación, maridaje y su emblemático volcán de chocolate. Se certificaron contra reloj en Google for Education para ofrecer todas sus clases de gastronomía en línea. Transformaron, en fin, toda la experiencia de una empresa consolidada en una versión a la medida de la crisis, siempre manteniendo el espíritu de servicio y excelencia que tuvo desde sus orígenes.[read more]
“Nada está escrito en piedra. Nosotros, que llevábamos 40 años haciendo eventos y que íbamos creciendo, tenemos que estar siempre preparados para los cambios”
“Nada está escrito en piedra. Nosotros, que llevábamos 40 años haciendo eventos y que íbamos creciendo, tenemos que estar siempre preparados para los cambios”, dice. Y, aunque ha mantenido su visión estratégica, conserva una actitud flexible que le permite cuestionar siempre la pertinencia de los siguientes pasos: hay que ser cauto en los procesos de transformación, pues detrás de la operación hay un equipo de 300 personas a las que también hay que cuidar y “para mí —dice— la gente es lo que hace a Ambrosía, definitivamente”.Y no sólo a Ambrosía. Alejandra Ríos recuerda con nostalgia la intensa cooperación que surgió —y se ha mantenido— entre todas las personas que conforman la industria de la hospitalidad: proveedores, marcas, restauranteros, e incluso competidores. La pandemia demostró que es un sistema hecho de gente dispuesta a compartir su espacio, sus herramientas e infraestructura; a difundir información; a hacer colaboraciones creativas y experiencias especiales; o a facilitar procesos que, en condiciones normales, hubieran encontrado más trabas.Don Julio es una de esas marcas que se sumaron al rescate de los negocios dedicados al arte de la hospitalidad y, a la vez, hizo un homenaje a todos aquéllos que, contra viento y marea, se han reinventado y trabajado más que nunca para mantener vivos sus negocios y sus sueños. Mediante su iniciativa “Me quito el sombrero”, Don Julio ha facilitado la colaboración entre la industria restaurantera y su clientela que, al adquirir la edición especial, ayuda a la reactivación de los emprendimientos que luchan por seguir sirviendo y por mantenerse como fuente de trabajo para, como en este caso, cientos de personas con habilidades únicas, vocación de servicio y un intenso sentido de la solidaridad.Alejandra Ríos es una de las inversionistas —y una de las “tiburonas”— de la sexta temporada de la serie Shark Tank, que se estrenará este año. Invirtió, adelanta, en varios emprendimientos que llamaron su atención: para elegirlos no se enfocó en su pertenencia a la industria culinaria, sino en la pasión y el empuje de quienes dan forma a cada proyecto. Hay congruencia en sus palabras cuando afirma que, así como busca que Ambrosía sea un verdadero aliado de las personas y las empresas, espera ser de ayuda y compartir sus conocimientos, a pequeña y gran escala, con los negocios por los que decide apostar.[/read]
Aunque Alejandra Ríos dirige una empresa bien establecida y con una larga historia, la CEO de Ambrosía mantiene la mirada en los detalles: su enfoque, de mucho rigor logístico, está centrado en sus clientes, lo que implica ser capaz de innovar y transformarse.
Ambrosía, una empresa dedicada a la creación de experiencias culinarias, tiene casi 40 años de historia. Su fundador estaba enfocado en la innovación gastronómica, por lo que trajo a México la metodología, las recetas y el glamour de la banquetería francesa; en la formación profesional de cocineros de alto nivel, para lo que fundó el Centro Culinario al sur de la Ciudad de México; y, sobre todo, en la excelencia en el servicio. Y así funcionó a la perfección como una maquinaria por un par de décadas. Sin embargo, a su muerte, en 2006, se perdieron muchos de los secretos de la operación.Su hija, Alejandra Ríos, ayudó entonces a armar ese rompecabezas: con su mamá, trabajó en estandarizar y establecer procesos transparentes, armar estrategias. Pero ella aún tenía un camino por recorrer. Se graduó como cocinera en el Centro Culinario, se formó en finanzas, trabajó en diferentes empresas y estudió una maestría. Regresó al negocio familiar con 10 años de experiencia en el mundo corporativo, lista para afianzar el crecimiento sostenido de la empresa. Un par de años después, en 2019, asumió el cargo de CEO de Ambrosía.Llegó a la dirección con un millar de ideas que apenas comenzaba a poner en práctica cuando se desató la pandemia de la Covid-19. La contingencia puso una enorme presión en la industria de la hospitalidad, y eso fue evidente en empresas que, como Ambrosía, se dedican a la organización de eventos a todas las escalas, desde una cena familiar hasta un encuentro multitudinario.El negocio decayó entonces de manera drástica. La operación bajó en 80%, calcula Alejandra Ríos. Su forma de lidiar con el estrés consistió en poner manos a la obra: su consejo de administración la empujó a actuar de inmediato y trazaron planes para cada posible escenario, considerando que la situación se extendiera tres, seis meses o hasta el final de 2020. Invirtieron mucho tiempo y cuidado en establecer protocolos sanitarios. Pusieron energía, sobre todo, en pensar en las nuevas necesidades de su clientela. Idearon experiencias detallistas, distintas, en respuesta al momento que se estaba viviendo. Pensaron en los niños que estaban confinados en casa, por ejemplo, así que —por medio de Bok Ludoteca, un espacio de eventos para niños que conforma una de las unidades de negocio del grupo— organizaron contenido y kits de actividades a domicilio. Planearon también el envío de pizzas para hacer en casa, con instrucciones de preparación, maridaje y su emblemático volcán de chocolate. Se certificaron contra reloj en Google for Education para ofrecer todas sus clases de gastronomía en línea. Transformaron, en fin, toda la experiencia de una empresa consolidada en una versión a la medida de la crisis, siempre manteniendo el espíritu de servicio y excelencia que tuvo desde sus orígenes.[read more]
“Nada está escrito en piedra. Nosotros, que llevábamos 40 años haciendo eventos y que íbamos creciendo, tenemos que estar siempre preparados para los cambios”
“Nada está escrito en piedra. Nosotros, que llevábamos 40 años haciendo eventos y que íbamos creciendo, tenemos que estar siempre preparados para los cambios”, dice. Y, aunque ha mantenido su visión estratégica, conserva una actitud flexible que le permite cuestionar siempre la pertinencia de los siguientes pasos: hay que ser cauto en los procesos de transformación, pues detrás de la operación hay un equipo de 300 personas a las que también hay que cuidar y “para mí —dice— la gente es lo que hace a Ambrosía, definitivamente”.Y no sólo a Ambrosía. Alejandra Ríos recuerda con nostalgia la intensa cooperación que surgió —y se ha mantenido— entre todas las personas que conforman la industria de la hospitalidad: proveedores, marcas, restauranteros, e incluso competidores. La pandemia demostró que es un sistema hecho de gente dispuesta a compartir su espacio, sus herramientas e infraestructura; a difundir información; a hacer colaboraciones creativas y experiencias especiales; o a facilitar procesos que, en condiciones normales, hubieran encontrado más trabas.Don Julio es una de esas marcas que se sumaron al rescate de los negocios dedicados al arte de la hospitalidad y, a la vez, hizo un homenaje a todos aquéllos que, contra viento y marea, se han reinventado y trabajado más que nunca para mantener vivos sus negocios y sus sueños. Mediante su iniciativa “Me quito el sombrero”, Don Julio ha facilitado la colaboración entre la industria restaurantera y su clientela que, al adquirir la edición especial, ayuda a la reactivación de los emprendimientos que luchan por seguir sirviendo y por mantenerse como fuente de trabajo para, como en este caso, cientos de personas con habilidades únicas, vocación de servicio y un intenso sentido de la solidaridad.Alejandra Ríos es una de las inversionistas —y una de las “tiburonas”— de la sexta temporada de la serie Shark Tank, que se estrenará este año. Invirtió, adelanta, en varios emprendimientos que llamaron su atención: para elegirlos no se enfocó en su pertenencia a la industria culinaria, sino en la pasión y el empuje de quienes dan forma a cada proyecto. Hay congruencia en sus palabras cuando afirma que, así como busca que Ambrosía sea un verdadero aliado de las personas y las empresas, espera ser de ayuda y compartir sus conocimientos, a pequeña y gran escala, con los negocios por los que decide apostar.[/read]
Aunque Alejandra Ríos dirige una empresa bien establecida y con una larga historia, la CEO de Ambrosía mantiene la mirada en los detalles: su enfoque, de mucho rigor logístico, está centrado en sus clientes, lo que implica ser capaz de innovar y transformarse.
Ambrosía, una empresa dedicada a la creación de experiencias culinarias, tiene casi 40 años de historia. Su fundador estaba enfocado en la innovación gastronómica, por lo que trajo a México la metodología, las recetas y el glamour de la banquetería francesa; en la formación profesional de cocineros de alto nivel, para lo que fundó el Centro Culinario al sur de la Ciudad de México; y, sobre todo, en la excelencia en el servicio. Y así funcionó a la perfección como una maquinaria por un par de décadas. Sin embargo, a su muerte, en 2006, se perdieron muchos de los secretos de la operación.Su hija, Alejandra Ríos, ayudó entonces a armar ese rompecabezas: con su mamá, trabajó en estandarizar y establecer procesos transparentes, armar estrategias. Pero ella aún tenía un camino por recorrer. Se graduó como cocinera en el Centro Culinario, se formó en finanzas, trabajó en diferentes empresas y estudió una maestría. Regresó al negocio familiar con 10 años de experiencia en el mundo corporativo, lista para afianzar el crecimiento sostenido de la empresa. Un par de años después, en 2019, asumió el cargo de CEO de Ambrosía.Llegó a la dirección con un millar de ideas que apenas comenzaba a poner en práctica cuando se desató la pandemia de la Covid-19. La contingencia puso una enorme presión en la industria de la hospitalidad, y eso fue evidente en empresas que, como Ambrosía, se dedican a la organización de eventos a todas las escalas, desde una cena familiar hasta un encuentro multitudinario.El negocio decayó entonces de manera drástica. La operación bajó en 80%, calcula Alejandra Ríos. Su forma de lidiar con el estrés consistió en poner manos a la obra: su consejo de administración la empujó a actuar de inmediato y trazaron planes para cada posible escenario, considerando que la situación se extendiera tres, seis meses o hasta el final de 2020. Invirtieron mucho tiempo y cuidado en establecer protocolos sanitarios. Pusieron energía, sobre todo, en pensar en las nuevas necesidades de su clientela. Idearon experiencias detallistas, distintas, en respuesta al momento que se estaba viviendo. Pensaron en los niños que estaban confinados en casa, por ejemplo, así que —por medio de Bok Ludoteca, un espacio de eventos para niños que conforma una de las unidades de negocio del grupo— organizaron contenido y kits de actividades a domicilio. Planearon también el envío de pizzas para hacer en casa, con instrucciones de preparación, maridaje y su emblemático volcán de chocolate. Se certificaron contra reloj en Google for Education para ofrecer todas sus clases de gastronomía en línea. Transformaron, en fin, toda la experiencia de una empresa consolidada en una versión a la medida de la crisis, siempre manteniendo el espíritu de servicio y excelencia que tuvo desde sus orígenes.[read more]
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“Nada está escrito en piedra. Nosotros, que llevábamos 40 años haciendo eventos y que íbamos creciendo, tenemos que estar siempre preparados para los cambios”, dice. Y, aunque ha mantenido su visión estratégica, conserva una actitud flexible que le permite cuestionar siempre la pertinencia de los siguientes pasos: hay que ser cauto en los procesos de transformación, pues detrás de la operación hay un equipo de 300 personas a las que también hay que cuidar y “para mí —dice— la gente es lo que hace a Ambrosía, definitivamente”.Y no sólo a Ambrosía. Alejandra Ríos recuerda con nostalgia la intensa cooperación que surgió —y se ha mantenido— entre todas las personas que conforman la industria de la hospitalidad: proveedores, marcas, restauranteros, e incluso competidores. La pandemia demostró que es un sistema hecho de gente dispuesta a compartir su espacio, sus herramientas e infraestructura; a difundir información; a hacer colaboraciones creativas y experiencias especiales; o a facilitar procesos que, en condiciones normales, hubieran encontrado más trabas.Don Julio es una de esas marcas que se sumaron al rescate de los negocios dedicados al arte de la hospitalidad y, a la vez, hizo un homenaje a todos aquéllos que, contra viento y marea, se han reinventado y trabajado más que nunca para mantener vivos sus negocios y sus sueños. Mediante su iniciativa “Me quito el sombrero”, Don Julio ha facilitado la colaboración entre la industria restaurantera y su clientela que, al adquirir la edición especial, ayuda a la reactivación de los emprendimientos que luchan por seguir sirviendo y por mantenerse como fuente de trabajo para, como en este caso, cientos de personas con habilidades únicas, vocación de servicio y un intenso sentido de la solidaridad.Alejandra Ríos es una de las inversionistas —y una de las “tiburonas”— de la sexta temporada de la serie Shark Tank, que se estrenará este año. Invirtió, adelanta, en varios emprendimientos que llamaron su atención: para elegirlos no se enfocó en su pertenencia a la industria culinaria, sino en la pasión y el empuje de quienes dan forma a cada proyecto. Hay congruencia en sus palabras cuando afirma que, así como busca que Ambrosía sea un verdadero aliado de las personas y las empresas, espera ser de ayuda y compartir sus conocimientos, a pequeña y gran escala, con los negocios por los que decide apostar.[/read]
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