La avenida Prado Norte, en la capital mexicana, esconde un pequeño estudio textil sumergido en lo que parece una antigua casona remodelada. Cálido, con hilos, pigmentos y telares, el Estudio Marisol Centeno se enfoca en la innovación y los procesos artesanales. En esta mujer de 32 años, el equilibrio entre la bondad y la inteligencia se notan con tan solo una sonrisa. Al verla, sabemos que “la conocemos de antes”, como suele decirse. Sí, Marisol Centeno era la niña que salía en las telenovelas de los años noventa. Pero hoy estamos lejos de un escenario de esa índole: además de diseñadora, es una empresaria con interés de ayudar a la sociedad por medio de su trabajo.
No cabe duda, el lugar emana amor y cuidado por los detalles, es elegante, los colores sutiles. La improvisación brilla por su ausencia... El tiempo y la paciencia han jugado un papel primordial. Hace seis años, Centeno fundó una de las marcas más exclusivas de tapetes mexicanos hechos a mano: Bi Yuu, que en zapoteco significa viento (bi) y tierra (yuu). “Creo que todo empezó desde mi infancia; en un primer momento, mi amor por lo textil surgió de las artes escénicas. Me impresionaba cómo las prendas podían crear a un personaje. Pero había algo más, mi abuela solía bordar y esa actividad nos unía porque a mí también me gustaba mucho. Aunque nací en la Ciudad de México, mis orígenes se remontan a los altos de Chiapas y de niña conviví con artesanos y creadores que me hicieron apreciar y amar la cultura de México. Cuando empecé a estudiar Diseño Textil en la Iberoamericana, brotó esta inquietud de utilizar el diseño como un canal de innovación y de ayuda”, cuenta mientras observa el Reverso One Duetto Moon que porta en su muñeca.
¿Qué pueden tener en común una pieza de alta relojería y un tapete completamente artesanal como los que di- seña Centeno? Quizá no haya nada más minucioso que la creación de un reloj. Los relojeros de Jaeger-LeCoultre, des- de 1833, han creado modelos magistrales en los que se engrana perfecto el diseño, la innovación tecnológica, el montaje y la decoración en un solo objeto. Con el mismo espíritu, Bi Yuu y todas las creaciones de Centeno se basan en el reconocimiento de los procesos ancestrales, los pigmentos naturales (hoy más exclusivos que nunca) y los hilos de cali- dad en perfecta armonía, junto con lo que un habitante del siglo XXI necesita.
Para ella, “un tapete es la segunda piel de los hogares. No en vano, en la cultura árabe suele decirse que con un tapete haces un hogar en el desierto. Por eso unifica los espacios y, sobre todo, genera una historia que no se puede repetir”.
La marca trabaja en diferentes comunidades tanto rurales como urbanas. Una de ellas es Teotitlán del Valle, Oaxaca, célebre por sus productos textiles hechos en telares de madera con tintes naturales. “En Bi Yuu buscamos las mejores prácticas colaborativas. No es sólo ayudar a las comunidades, sino propiciar experiencias laborales donde las personas son el camino”. Los retos de hacer un proyecto social rentable son muchos, por eso Centeno enfatiza en que “no sólo se trata de ayudar a comunidades indígenas, sino mirar de forma horizontal hacia el verdadero impacto económico, la profesionalización de los oficios, la educación financiera, aprender a utilizar herramientas más modernas sin perder la tradición y, por supuesto, crear un objeto que haga la diferencia en la vida de una persona, algo que dé gusto ver todos los días, un producto que envejezca con belleza”, asegura Centeno.¿Como un reloj?, le preguntamos.“Sí, como un reloj, que permanece en el tiempo”, concluye.
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Innovación, amor por el oficio y exclusividad son los pilares de una marca como Bi Yuu, a cargo de Marisol Centeno.
La avenida Prado Norte, en la capital mexicana, esconde un pequeño estudio textil sumergido en lo que parece una antigua casona remodelada. Cálido, con hilos, pigmentos y telares, el Estudio Marisol Centeno se enfoca en la innovación y los procesos artesanales. En esta mujer de 32 años, el equilibrio entre la bondad y la inteligencia se notan con tan solo una sonrisa. Al verla, sabemos que “la conocemos de antes”, como suele decirse. Sí, Marisol Centeno era la niña que salía en las telenovelas de los años noventa. Pero hoy estamos lejos de un escenario de esa índole: además de diseñadora, es una empresaria con interés de ayudar a la sociedad por medio de su trabajo.
No cabe duda, el lugar emana amor y cuidado por los detalles, es elegante, los colores sutiles. La improvisación brilla por su ausencia... El tiempo y la paciencia han jugado un papel primordial. Hace seis años, Centeno fundó una de las marcas más exclusivas de tapetes mexicanos hechos a mano: Bi Yuu, que en zapoteco significa viento (bi) y tierra (yuu). “Creo que todo empezó desde mi infancia; en un primer momento, mi amor por lo textil surgió de las artes escénicas. Me impresionaba cómo las prendas podían crear a un personaje. Pero había algo más, mi abuela solía bordar y esa actividad nos unía porque a mí también me gustaba mucho. Aunque nací en la Ciudad de México, mis orígenes se remontan a los altos de Chiapas y de niña conviví con artesanos y creadores que me hicieron apreciar y amar la cultura de México. Cuando empecé a estudiar Diseño Textil en la Iberoamericana, brotó esta inquietud de utilizar el diseño como un canal de innovación y de ayuda”, cuenta mientras observa el Reverso One Duetto Moon que porta en su muñeca.
¿Qué pueden tener en común una pieza de alta relojería y un tapete completamente artesanal como los que di- seña Centeno? Quizá no haya nada más minucioso que la creación de un reloj. Los relojeros de Jaeger-LeCoultre, des- de 1833, han creado modelos magistrales en los que se engrana perfecto el diseño, la innovación tecnológica, el montaje y la decoración en un solo objeto. Con el mismo espíritu, Bi Yuu y todas las creaciones de Centeno se basan en el reconocimiento de los procesos ancestrales, los pigmentos naturales (hoy más exclusivos que nunca) y los hilos de cali- dad en perfecta armonía, junto con lo que un habitante del siglo XXI necesita.
Para ella, “un tapete es la segunda piel de los hogares. No en vano, en la cultura árabe suele decirse que con un tapete haces un hogar en el desierto. Por eso unifica los espacios y, sobre todo, genera una historia que no se puede repetir”.
La marca trabaja en diferentes comunidades tanto rurales como urbanas. Una de ellas es Teotitlán del Valle, Oaxaca, célebre por sus productos textiles hechos en telares de madera con tintes naturales. “En Bi Yuu buscamos las mejores prácticas colaborativas. No es sólo ayudar a las comunidades, sino propiciar experiencias laborales donde las personas son el camino”. Los retos de hacer un proyecto social rentable son muchos, por eso Centeno enfatiza en que “no sólo se trata de ayudar a comunidades indígenas, sino mirar de forma horizontal hacia el verdadero impacto económico, la profesionalización de los oficios, la educación financiera, aprender a utilizar herramientas más modernas sin perder la tradición y, por supuesto, crear un objeto que haga la diferencia en la vida de una persona, algo que dé gusto ver todos los días, un producto que envejezca con belleza”, asegura Centeno.¿Como un reloj?, le preguntamos.“Sí, como un reloj, que permanece en el tiempo”, concluye.
Innovación, amor por el oficio y exclusividad son los pilares de una marca como Bi Yuu, a cargo de Marisol Centeno.
La avenida Prado Norte, en la capital mexicana, esconde un pequeño estudio textil sumergido en lo que parece una antigua casona remodelada. Cálido, con hilos, pigmentos y telares, el Estudio Marisol Centeno se enfoca en la innovación y los procesos artesanales. En esta mujer de 32 años, el equilibrio entre la bondad y la inteligencia se notan con tan solo una sonrisa. Al verla, sabemos que “la conocemos de antes”, como suele decirse. Sí, Marisol Centeno era la niña que salía en las telenovelas de los años noventa. Pero hoy estamos lejos de un escenario de esa índole: además de diseñadora, es una empresaria con interés de ayudar a la sociedad por medio de su trabajo.
No cabe duda, el lugar emana amor y cuidado por los detalles, es elegante, los colores sutiles. La improvisación brilla por su ausencia... El tiempo y la paciencia han jugado un papel primordial. Hace seis años, Centeno fundó una de las marcas más exclusivas de tapetes mexicanos hechos a mano: Bi Yuu, que en zapoteco significa viento (bi) y tierra (yuu). “Creo que todo empezó desde mi infancia; en un primer momento, mi amor por lo textil surgió de las artes escénicas. Me impresionaba cómo las prendas podían crear a un personaje. Pero había algo más, mi abuela solía bordar y esa actividad nos unía porque a mí también me gustaba mucho. Aunque nací en la Ciudad de México, mis orígenes se remontan a los altos de Chiapas y de niña conviví con artesanos y creadores que me hicieron apreciar y amar la cultura de México. Cuando empecé a estudiar Diseño Textil en la Iberoamericana, brotó esta inquietud de utilizar el diseño como un canal de innovación y de ayuda”, cuenta mientras observa el Reverso One Duetto Moon que porta en su muñeca.
¿Qué pueden tener en común una pieza de alta relojería y un tapete completamente artesanal como los que di- seña Centeno? Quizá no haya nada más minucioso que la creación de un reloj. Los relojeros de Jaeger-LeCoultre, des- de 1833, han creado modelos magistrales en los que se engrana perfecto el diseño, la innovación tecnológica, el montaje y la decoración en un solo objeto. Con el mismo espíritu, Bi Yuu y todas las creaciones de Centeno se basan en el reconocimiento de los procesos ancestrales, los pigmentos naturales (hoy más exclusivos que nunca) y los hilos de cali- dad en perfecta armonía, junto con lo que un habitante del siglo XXI necesita.
Para ella, “un tapete es la segunda piel de los hogares. No en vano, en la cultura árabe suele decirse que con un tapete haces un hogar en el desierto. Por eso unifica los espacios y, sobre todo, genera una historia que no se puede repetir”.
La marca trabaja en diferentes comunidades tanto rurales como urbanas. Una de ellas es Teotitlán del Valle, Oaxaca, célebre por sus productos textiles hechos en telares de madera con tintes naturales. “En Bi Yuu buscamos las mejores prácticas colaborativas. No es sólo ayudar a las comunidades, sino propiciar experiencias laborales donde las personas son el camino”. Los retos de hacer un proyecto social rentable son muchos, por eso Centeno enfatiza en que “no sólo se trata de ayudar a comunidades indígenas, sino mirar de forma horizontal hacia el verdadero impacto económico, la profesionalización de los oficios, la educación financiera, aprender a utilizar herramientas más modernas sin perder la tradición y, por supuesto, crear un objeto que haga la diferencia en la vida de una persona, algo que dé gusto ver todos los días, un producto que envejezca con belleza”, asegura Centeno.¿Como un reloj?, le preguntamos.“Sí, como un reloj, que permanece en el tiempo”, concluye.
Innovación, amor por el oficio y exclusividad son los pilares de una marca como Bi Yuu, a cargo de Marisol Centeno.
La avenida Prado Norte, en la capital mexicana, esconde un pequeño estudio textil sumergido en lo que parece una antigua casona remodelada. Cálido, con hilos, pigmentos y telares, el Estudio Marisol Centeno se enfoca en la innovación y los procesos artesanales. En esta mujer de 32 años, el equilibrio entre la bondad y la inteligencia se notan con tan solo una sonrisa. Al verla, sabemos que “la conocemos de antes”, como suele decirse. Sí, Marisol Centeno era la niña que salía en las telenovelas de los años noventa. Pero hoy estamos lejos de un escenario de esa índole: además de diseñadora, es una empresaria con interés de ayudar a la sociedad por medio de su trabajo.
No cabe duda, el lugar emana amor y cuidado por los detalles, es elegante, los colores sutiles. La improvisación brilla por su ausencia... El tiempo y la paciencia han jugado un papel primordial. Hace seis años, Centeno fundó una de las marcas más exclusivas de tapetes mexicanos hechos a mano: Bi Yuu, que en zapoteco significa viento (bi) y tierra (yuu). “Creo que todo empezó desde mi infancia; en un primer momento, mi amor por lo textil surgió de las artes escénicas. Me impresionaba cómo las prendas podían crear a un personaje. Pero había algo más, mi abuela solía bordar y esa actividad nos unía porque a mí también me gustaba mucho. Aunque nací en la Ciudad de México, mis orígenes se remontan a los altos de Chiapas y de niña conviví con artesanos y creadores que me hicieron apreciar y amar la cultura de México. Cuando empecé a estudiar Diseño Textil en la Iberoamericana, brotó esta inquietud de utilizar el diseño como un canal de innovación y de ayuda”, cuenta mientras observa el Reverso One Duetto Moon que porta en su muñeca.
¿Qué pueden tener en común una pieza de alta relojería y un tapete completamente artesanal como los que di- seña Centeno? Quizá no haya nada más minucioso que la creación de un reloj. Los relojeros de Jaeger-LeCoultre, des- de 1833, han creado modelos magistrales en los que se engrana perfecto el diseño, la innovación tecnológica, el montaje y la decoración en un solo objeto. Con el mismo espíritu, Bi Yuu y todas las creaciones de Centeno se basan en el reconocimiento de los procesos ancestrales, los pigmentos naturales (hoy más exclusivos que nunca) y los hilos de cali- dad en perfecta armonía, junto con lo que un habitante del siglo XXI necesita.
Para ella, “un tapete es la segunda piel de los hogares. No en vano, en la cultura árabe suele decirse que con un tapete haces un hogar en el desierto. Por eso unifica los espacios y, sobre todo, genera una historia que no se puede repetir”.
La marca trabaja en diferentes comunidades tanto rurales como urbanas. Una de ellas es Teotitlán del Valle, Oaxaca, célebre por sus productos textiles hechos en telares de madera con tintes naturales. “En Bi Yuu buscamos las mejores prácticas colaborativas. No es sólo ayudar a las comunidades, sino propiciar experiencias laborales donde las personas son el camino”. Los retos de hacer un proyecto social rentable son muchos, por eso Centeno enfatiza en que “no sólo se trata de ayudar a comunidades indígenas, sino mirar de forma horizontal hacia el verdadero impacto económico, la profesionalización de los oficios, la educación financiera, aprender a utilizar herramientas más modernas sin perder la tradición y, por supuesto, crear un objeto que haga la diferencia en la vida de una persona, algo que dé gusto ver todos los días, un producto que envejezca con belleza”, asegura Centeno.¿Como un reloj?, le preguntamos.“Sí, como un reloj, que permanece en el tiempo”, concluye.
Innovación, amor por el oficio y exclusividad son los pilares de una marca como Bi Yuu, a cargo de Marisol Centeno.
La avenida Prado Norte, en la capital mexicana, esconde un pequeño estudio textil sumergido en lo que parece una antigua casona remodelada. Cálido, con hilos, pigmentos y telares, el Estudio Marisol Centeno se enfoca en la innovación y los procesos artesanales. En esta mujer de 32 años, el equilibrio entre la bondad y la inteligencia se notan con tan solo una sonrisa. Al verla, sabemos que “la conocemos de antes”, como suele decirse. Sí, Marisol Centeno era la niña que salía en las telenovelas de los años noventa. Pero hoy estamos lejos de un escenario de esa índole: además de diseñadora, es una empresaria con interés de ayudar a la sociedad por medio de su trabajo.
No cabe duda, el lugar emana amor y cuidado por los detalles, es elegante, los colores sutiles. La improvisación brilla por su ausencia... El tiempo y la paciencia han jugado un papel primordial. Hace seis años, Centeno fundó una de las marcas más exclusivas de tapetes mexicanos hechos a mano: Bi Yuu, que en zapoteco significa viento (bi) y tierra (yuu). “Creo que todo empezó desde mi infancia; en un primer momento, mi amor por lo textil surgió de las artes escénicas. Me impresionaba cómo las prendas podían crear a un personaje. Pero había algo más, mi abuela solía bordar y esa actividad nos unía porque a mí también me gustaba mucho. Aunque nací en la Ciudad de México, mis orígenes se remontan a los altos de Chiapas y de niña conviví con artesanos y creadores que me hicieron apreciar y amar la cultura de México. Cuando empecé a estudiar Diseño Textil en la Iberoamericana, brotó esta inquietud de utilizar el diseño como un canal de innovación y de ayuda”, cuenta mientras observa el Reverso One Duetto Moon que porta en su muñeca.
¿Qué pueden tener en común una pieza de alta relojería y un tapete completamente artesanal como los que di- seña Centeno? Quizá no haya nada más minucioso que la creación de un reloj. Los relojeros de Jaeger-LeCoultre, des- de 1833, han creado modelos magistrales en los que se engrana perfecto el diseño, la innovación tecnológica, el montaje y la decoración en un solo objeto. Con el mismo espíritu, Bi Yuu y todas las creaciones de Centeno se basan en el reconocimiento de los procesos ancestrales, los pigmentos naturales (hoy más exclusivos que nunca) y los hilos de cali- dad en perfecta armonía, junto con lo que un habitante del siglo XXI necesita.
Para ella, “un tapete es la segunda piel de los hogares. No en vano, en la cultura árabe suele decirse que con un tapete haces un hogar en el desierto. Por eso unifica los espacios y, sobre todo, genera una historia que no se puede repetir”.
La marca trabaja en diferentes comunidades tanto rurales como urbanas. Una de ellas es Teotitlán del Valle, Oaxaca, célebre por sus productos textiles hechos en telares de madera con tintes naturales. “En Bi Yuu buscamos las mejores prácticas colaborativas. No es sólo ayudar a las comunidades, sino propiciar experiencias laborales donde las personas son el camino”. Los retos de hacer un proyecto social rentable son muchos, por eso Centeno enfatiza en que “no sólo se trata de ayudar a comunidades indígenas, sino mirar de forma horizontal hacia el verdadero impacto económico, la profesionalización de los oficios, la educación financiera, aprender a utilizar herramientas más modernas sin perder la tradición y, por supuesto, crear un objeto que haga la diferencia en la vida de una persona, algo que dé gusto ver todos los días, un producto que envejezca con belleza”, asegura Centeno.¿Como un reloj?, le preguntamos.“Sí, como un reloj, que permanece en el tiempo”, concluye.
La avenida Prado Norte, en la capital mexicana, esconde un pequeño estudio textil sumergido en lo que parece una antigua casona remodelada. Cálido, con hilos, pigmentos y telares, el Estudio Marisol Centeno se enfoca en la innovación y los procesos artesanales. En esta mujer de 32 años, el equilibrio entre la bondad y la inteligencia se notan con tan solo una sonrisa. Al verla, sabemos que “la conocemos de antes”, como suele decirse. Sí, Marisol Centeno era la niña que salía en las telenovelas de los años noventa. Pero hoy estamos lejos de un escenario de esa índole: además de diseñadora, es una empresaria con interés de ayudar a la sociedad por medio de su trabajo.
No cabe duda, el lugar emana amor y cuidado por los detalles, es elegante, los colores sutiles. La improvisación brilla por su ausencia... El tiempo y la paciencia han jugado un papel primordial. Hace seis años, Centeno fundó una de las marcas más exclusivas de tapetes mexicanos hechos a mano: Bi Yuu, que en zapoteco significa viento (bi) y tierra (yuu). “Creo que todo empezó desde mi infancia; en un primer momento, mi amor por lo textil surgió de las artes escénicas. Me impresionaba cómo las prendas podían crear a un personaje. Pero había algo más, mi abuela solía bordar y esa actividad nos unía porque a mí también me gustaba mucho. Aunque nací en la Ciudad de México, mis orígenes se remontan a los altos de Chiapas y de niña conviví con artesanos y creadores que me hicieron apreciar y amar la cultura de México. Cuando empecé a estudiar Diseño Textil en la Iberoamericana, brotó esta inquietud de utilizar el diseño como un canal de innovación y de ayuda”, cuenta mientras observa el Reverso One Duetto Moon que porta en su muñeca.
¿Qué pueden tener en común una pieza de alta relojería y un tapete completamente artesanal como los que di- seña Centeno? Quizá no haya nada más minucioso que la creación de un reloj. Los relojeros de Jaeger-LeCoultre, des- de 1833, han creado modelos magistrales en los que se engrana perfecto el diseño, la innovación tecnológica, el montaje y la decoración en un solo objeto. Con el mismo espíritu, Bi Yuu y todas las creaciones de Centeno se basan en el reconocimiento de los procesos ancestrales, los pigmentos naturales (hoy más exclusivos que nunca) y los hilos de cali- dad en perfecta armonía, junto con lo que un habitante del siglo XXI necesita.
Para ella, “un tapete es la segunda piel de los hogares. No en vano, en la cultura árabe suele decirse que con un tapete haces un hogar en el desierto. Por eso unifica los espacios y, sobre todo, genera una historia que no se puede repetir”.
La marca trabaja en diferentes comunidades tanto rurales como urbanas. Una de ellas es Teotitlán del Valle, Oaxaca, célebre por sus productos textiles hechos en telares de madera con tintes naturales. “En Bi Yuu buscamos las mejores prácticas colaborativas. No es sólo ayudar a las comunidades, sino propiciar experiencias laborales donde las personas son el camino”. Los retos de hacer un proyecto social rentable son muchos, por eso Centeno enfatiza en que “no sólo se trata de ayudar a comunidades indígenas, sino mirar de forma horizontal hacia el verdadero impacto económico, la profesionalización de los oficios, la educación financiera, aprender a utilizar herramientas más modernas sin perder la tradición y, por supuesto, crear un objeto que haga la diferencia en la vida de una persona, algo que dé gusto ver todos los días, un producto que envejezca con belleza”, asegura Centeno.¿Como un reloj?, le preguntamos.“Sí, como un reloj, que permanece en el tiempo”, concluye.
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