La crisis de la tauromaquia: ¿Qué tan cerca está su fin?
Los toros de lidia, como otros animales, son capaces de sentir dolor y tener emociones
Algunos empresarios promovieron rutas de defensa ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) cuando la Ley de Protección y Trato Digno a los Animales de Coahuila prohibió las corridas de toros en esa entidad en 2017.
Sin embargo, el proyecto de la SCJN aclaró que la prohibición de eventos taurinos no constituye una violación a los derechos humanos, a la libertad de trabajo –como alegaban los seguidores taurinos- o al acceso a la cultura, y que la prohibición ayudaba a generar una mejor sociedad. Al conocer que la Suprema Corte de Justicia declararía constitucional prohibir las corridas de toros, decidieron retirar los amparos.
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En México solo Guerrero, Sonora, Coahuila y recientemente Quintana Roo prohíben los eventos taurinos, una medida a la que se suman algunos municipios de Veracruz, Michoacán, el Estado de México y Nuevo León.
Asociaciones que luchan por el reconocimiento de los derechos de los animales no humanos, como Animal Heroes, se acercaron a legisladores y a alcaldes para crear la “Bancada Animalista”. Sin embargo, falta impulsar más propuestas que mejoren las condiciones de vida de los animales, de acuerdo con Josemaría Férez Gil, coordinador del área de tauromaquia de esa A.C.
“Lo único que hace falta es que los legisladores sean valientes y no se dejen presionar por grupúsculos que sólo buscan un beneficio económico mezquino”, opina Férez Gil.
En otros estados como Jalisco, activistas por la defensa de los derechos de los animales interponen medidas cautelares ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) contra los municipios que aún tienen eventos taurinos. Miembros de la asociación Agrupaciones por los animales de México (Apasdem) denuncian que las autoridades incumplen con las recomendaciones que hizo la ONU en 2015 para prohibir la entrada de menores de edad a las corridas de toros o eventos con animales.
“Las primeras veces que van los niños o niñas a las corridas de toros, lloran, pero la violencia se normaliza desde muy chicos, así como la agresión y la dominación a base de tortura a otras especies. El problema es que para tranquilizar a los niños, los adultos recurren a la mentira de que el toro es el malo”, explica Susana Cruz, Dirigente de Naturaleza Animal y Miembro de la Comisión Antitauromaquia de APASDEM.
En 2015 el Comité de los Derechos del Niño de la Organización de la ONU expresó su preocupación por el bienestar mental y físico de los menores de edad en México que estuvieran en entrenamiento para ser toreros, pero también mencionó a los espectadores infantiles por estar expuestos a la violencia de las corridas de toros.
De acuerdo con la campaña «Sin viOLEncia» de la Fundación Franz Weber, el impacto de ver las imágenes de violencia contra el toro (o en ocasiones contra el matador) se da a nivel psicológico y emocional, pues los menores no poseen suficientes herramientas para procesar y comprender la crudeza de lo que ven.
Como activista mujer, Susana Cruz se ha enfrentado constantemente a insultos machistas por parte de los fanáticos taurinos cuando participa en protestas pacíficas. “Las corridas son eventos machistas y la gente que asiste suele ser agresiva. Un ejemplo de lo que me han dicho es: ‘lo que necesitas es que te dé unas arremetidas para que veas lo que es bueno y aprendas a gritar’. También me han dicho frígida y en general manejan un vocabulario muy violento”, dice en entrevista.
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Los toros de lidia son herbívoros rumiantes que viven en grupos y no son agresivos por naturaleza, pues durante años fueron presas de otros carnívoros, por lo que su temperamento es más bien nervioso y reactivo para escapar del peligro, de acuerdo con el Dictamen Forense sobre el dolor y sufrimiento de los toros durante las corridas, como evidencia de maltrato deliberado, realizado por académicas de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM en 2017.
Con citas de estudios de Charles Darwin y reportes científicos y bioéticos recientes, el dictamen publicado por la Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial de la CDMX (PAOT) concluye que los toros de lidia, como otros animales, son capaces de sentir dolor y tener emociones.
El informe da a conocer que las prácticas taurinas en México son mal aplicadas durante los tres tercios en los que se divide una corrida, porque los toreros introducen mal las puyas o picas, a diferencia de como lo señala el Reglamento Taurino del Distrito Federal.
Los toros de lidia son capaces de percibir su entorno e identificar experiencias como positivas o negativas. En consecuencia, cuando el toro está en sus últimos momentos, aquellos en los que lucha por sobrevivir, ya experimentó sufrimiento, cansancio, decepción, frustración, ansiedad, depresión y «pérdida de esperanza». En ese momento se procede a la estocada final, que consiste en introducir una espada de doble filo de 80 centímetros de largo con una punta curveada en el corazón del animal, pero esto pocas veces se da con precisión, y eso deriva en otro tipo de heridas que le provocan asfixia.
A los toros que sobreviven a esa estocada, se les clava un puñal de 10 centímetros, que «tampoco les provoca la muerte per se«, sino que les causa parálisis en todo el cuerpo, pero permanecen conscientes hasta que muere por asfixia o por pérdida de sangre. Su deceso es lento y doloroso, un método que va en contra de las recomendaciones técnicas y de la normatividad vigente relacionada con la matanza y eutanasia de animales.
Josemaría Férez describe los eventos taurinos como sacrificios animales para consumo humano, no validados por la NOM oficial mexicana 033, que regula el procedimiento para generar el menor dolor posible a los animales.
“La NOM es ignorada por los taurinos. Es una actividad que raya en la ilegalidad. Cuando un taurino nos dice que no nos preocupan los animales porque nos los comemos, la respuesta es que la carne de consumo tiene sello TIF, que sí cumple con la NOM 033”, concluye el activista antitaurino.
El dictamen forense, a cargo de las doctoras Adriana Cossío, Claudia T. Edwards y Beatriz Vanda, concluye que la tauromaquia es una práctica que se contrapone a dos tipos de intereses: el económico o lúdico de un grupo de humanos. Es decir, a intereses que no son vitales ni básicos, ya que la ausencia de las corridas no pone en peligro la vida de nadie, además de que éstos pueden encontrar alternativas para divertirse.
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El 59 por ciento de los mexicanos está a favor de la prohibición de las corridas de toros, según una encuesta que hizo y publicó el diario Reforma. El 73 por ciento coincidió en que los eventos taurinos son un «acto de crueldad» y solo el 25 por ciento lo vio como «arte y tradición».
En una entrevista para El Español en el 2017, el presidente de Tauromaquia México, Pep Saborit, dijo que los niños se enlistan cada vez menos en escuelas taurinas. «No hay niños que quieran ser toreros, estamos haciendo gestiones para apoyarlos mucho», explicó al diario.
Saborit reveló también que la organización mantiene reuniones con políticos -sin mencionar quiénes-, pero que estos no pueden dar dinero a las escuelas taurinas por la fuerte presencia del activismo contra este tipo de eventos. «Los políticos siempre nos dicen que no los van a prohibir, pero tampoco se van a involucrar», dijo el también exmatador.
El sábado 23 de noviembre de 2018 la Plaza México albergó otro tipo de evento tildado como «The Greatest Match». La arena se convirtió en un cancha de tenis para el partido entre uno de los mejores tenistas del mundo, Roger Federer, contra Alexander Zverev. A este evento, el primero de su tipo en la Plaza México, acudieron 41 mil fanáticos. Anteriormente el recinto fungió también como sede de eventos de motocross y peleas de box.
Aunque, según El Universal, tomó cuatro días aplanar la tierra y montar la cancha portátil para rentar el espacio por 450 mil pesos para The Greatest Match, al siguiente día la Plaza de Toros abrió sus puertas para su habitual corrida dominical, a la que acudieron menos de 5 mil personas, según lo constató el periodista Leonardo Páez en La Jornada.
Fotografía de portada: ANESTRELLA
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