Patricia del Arenal, ¿por qué quieres gritar?
Especial patrio
México está inmerso en una crisis de muchas caras, y sí, tenemos muchas razones para gritar, pero no precisamente en tono de celebración. Con el pretexto de lo que solemos llamar “mes patrio” decidimos abrir un espacio para el análisis y el debate en torno a los problemas más profundos de nuestro país y atrevernos a plantear estrategias como sociedad civil para solucionarlos.
Se trata de dejar de lado el típico «grito de Independencia» y utilizar la voz, en cambio, para imaginar maneras de enmendar el rumbo.
Estas son las voces de ciudadanos de distintas edades, profesiones e ideologías que decidieron sumarse a esta intención, esperando que no se quede solo en eso.
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¿Cuáles son los tres problemas que más te preocupan de México?
No me gusta la idea de jerarquizar tres problemas. En México estamos conscientes de que los temas que nos atormentan están ligados entre sí y que tienen una relación simbiótica compleja. Los vicios se nutren entre ellos en un perfecto ciclo. Ahora, si en verdad tuviera que identificar las raíces más oscuras, pensaría en la desigualdad y en cómo ella se desenvuelve en tres escenarios.
México sufre porque padece de (i) desigualdad en el poder político, (ii) desigualdad en la capacidad económica, y (iii) desigualdad en el acceso y disfrute de servicios básicos, como la educación y la salud. Es decir, en México, una persona pobre no solo sufre por los estragos que esa condición trae por sí misma; sino que, además, sufre porque no tiene poder político para cambiar esa condición. Es posible que ni siquiera sepa a qué atribuir su desapoderamiento sistemático porque no disfruta de una educación de calidad que le permita cuestionar el orden de las cosas. Consecuentemente, tampoco cuenta con medios para hacerse escuchar, para exigir su representación política, para demandar justicia y, en general, para encontrar razones que le motiven a conducir su vida hacia la realización personal. La gente que sufre esta exclusión está a expensas de quienes sí controlan el poder político y económico.
La violencia, la ausencia de Estado de Derecho, la impunidad y la corrupción se cultivan solo en una sociedad caracterizada por la exclusión. La respuesta suena a cliché por algo. Es una verdad muy vieja y bien sabida.
¿Qué le pedirías a las autoridades para solucionarlos?
No les pediría nada. Les exigiría todo. Y puedo hacerlo porque México cuenta con una Constitución progresista que permite a todas las personas demandar la protección de sus derechos humanos, entre ellos, el acceso a educación de calidad, a servicios de salud dignos, a una vivienda. Todos podemos exigir la protección de nuestra dignidad, libertad y seguridad básica. Debemos acceder a la correcta impartición de justicia y a un debido proceso. En suma, la mayoría de los mexicanos tenemos derecho a vivir de un modo distinto al que hoy vivimos. No debemos suponer que nuestro rol es pedir a las autoridades que nos otorgan concesiones, casi como si gozaran de cierta divinidad. Ellas trabajan para nosotros. Están obligadas a resolver todos los problemas que nos acongojan y a sujetarse a la responsabilidad jurídica y política que implica no hacerlo. Hay muchas trincheras desde las cuales buscar tal rendición de cuentas.
¿Como evalúas la participación de la sociedad civil en la búsqueda de soluciones para estos problemas? ¿Qué tenemos que hacer como ciudadanos para enmendar el rumbo?
Desafortunadamente, hoy la sociedad no participa críticamente y proactivamente (al menos no al grado que es necesario) en la definición de su realidad. ¿Cómo cambiar el rumbo?
La sociedad tiene que mantener una actitud crítica frente a lo que hace el gobierno para cumplir con sus obligaciones. Si el ciudadano cuenta con los medios para ello, es su deber cívico informarse e inconformarse, leer periódicos, revistas, participar en la vida pública, votar. Si el ciudadano goza de una condición privilegiada con respecto a los demás, también es su deber cívico hacer algo que contribuya a generar mayor justicia social: incorporar a los empleados domésticos al sistema de seguridad social, compartiendo educación, otorgando condiciones de trabajo justas. Si el ciudadano puede activar el aparato jurisdiccional y exigir justicia desde esa trinchera, debe hacerlo: denunciar un delito, promover juicios de amparo, etc.
No hay una sola fórmula. La diversidad de roles que jugamos hace imposible enumerar una lista, pero lo que es cierto es que en cada uno de ellos siempre podremos hacer algo que ayude a generar mayor empoderamiento en quienes hoy viven en condiciones de absoluta marginación.
-Patricia del Arenal, abogada
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