No items found.
No items found.
No items found.
No items found.
En México no hay un monitoreo nacional de las zonas muertas del océano. Cuando queramos revertir la situación, partiremos casi de cero y a ciegas.
Las zonas muertas de los océanos se llaman así porque ése adjetivo es el único que le hace justicia a lo que sucede en ellas. Son lugares donde la vida fue erradicada porque ya no hay suficiente oxígeno –un fenómeno que se conoce como hipoxia–; mueren las plantas y los animales y migran a otros sitios los que pueden. Las imágenes, recopiladas por la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA por sus siglas en inglés), muestran partes del océano que parecen arrasadas por un incendio. Flota la arena por el movimiento de las aguas, pero no hay rastro de vida. El fondo marino, que debería albergar agitados crustáceos, peces y moluscos, está vacío salvo por algunas conchas huecas que sirven para recordar que alguna vez habitaron ahí las especies vivas.Hay 415 zonas muertas en el mundo hasta ahora, pero el número ha aumentado en los últimos cincuenta años –en 1960 sólo se habían identificado diez–. Una de ellas es causa de preocupación mundial por ser la más grande de las que se tiene registro. Esa zona muerta se ubica en la parte norte del Golfo de México, en las costas de Estados Unidos, y tiene una extensión de 20,140 kilómetros cuadrados, o bien, 13 veces el área de la Ciudad de México. Además, ya es 2.8 veces más grande de lo que el gobierno estadounidense se había propuesto como meta para el 2035.El origen de esa enorme zona muerta, la hipoxia, “empieza con un sobrecrecimiento de las microalgas, que generan todo un ecosistema alrededor”, explica la doctora Sharon Herzka, investigadora en el departamento de Oceanografía del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada, Baja California (CICESE). Las microalgas son un alimento para el fitoplancton y éste lo es para peces pequeños o crustáceos; así se forma un gran banquete marino. El problema es que “se genera mucha biomasa que consume [una cantidad] enorme de oxígeno porque todo está respirando”, dice la doctora Herzka. Esa saturación de vida, paradójicamente, acaba con el oxígeno disponible e impide que los seres vivos puedan respirar.[read more]Otros procesos no son suficientes para volver a oxigenar el océano. Los mares están en contacto con el aire y ganan oxígeno por el movimiento del agua que provoca el viento, pero son tantos los seres vivos respirando, debido al exceso de algas, que el oxígeno captado en la superficie no basta.Todo esto es lo que ha ocurrido en la zona muerta del Golfo de México, aunque el verdadero origen está tierra adentro, en los campos agrícolas y ganaderos del centro de Estados Unidos. Los fertilizantes, ricos en fosfatos y nitratos, se escurren desde ahí hasta el río Misisipi –de 3,740 kilómetros, es uno de los más largos del mundo–, que desemboca en el Golfo de México.
“El río no sólo descarga nutrientes, sino también materia orgánica; todo eso propicia una actividad bacteriana muy intensa y esas bacterias también consumen oxígeno”, explica la doctora Herzka. “La degradación de materia orgánica en el océano es un proceso normal, natural. El problema es la magnitud”, puntualiza la investigadora. Esa gran cantidad de materia orgánica, proveniente de los cultivos, se potencia por las condiciones del lugar.Por un lado, el agua capta menos oxígeno conforme aumenta de temperatura, lo que favorece la hipoxia. Por eso, en verano son más grandes las zonas muertas; sin embargo, más allá de las estaciones, no se debe obviar que el cambio climático ha incrementado las temperaturas de los océanos y que esto seguirá ocurriendo, como se lee en el informe que elaboraron más de 230 científicos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático.El agua dulce, por otro lado, es menos densa que la salada y también afecta la oxigenación. “Imagina una lente de agua más dulce que se va mezclando lentamente con el agua del mar, donde terminan los nutrientes de los fertilizantes que generan algas: esto se convierte en un tapón que impide el paso del oxígeno a mayor profundidad”, añade Herzka. Esa es la causa de que haya algo de vida en la superficie de las zonas muertas, pero el resto de la fauna y la flora muere, desde unos cuantos metros de profundidad hasta el fondo marino.El microbiólogo Cameron Thrash documentó una expedición de buceo en la zona muerta del golfo de México. En el video se percibe claramente: en cuanto Thrash se zambulle, se ve el agua verde, infestada de algas –algunos peces nadan por ahí–. Cuando se sumerge un poco más, el océano se vuelve oscuro, sin señales de vida. El tapón de la superficie terminó por asfixiar todo debajo de él.https://www.youtube.com/watch?v=F3P85V4gUMoEn el Pacífico también es posible ver una suerte de lengüeta que parte del ecuador y alcanza hasta la mitad del océano; es una zona con oxigenación más baja, pero no una zona muerta porque el fondo marino conserva la vida. La baja concentración de oxígeno que ahí ocurre en el verano se debe, según la doctora Herzka, al agua del deshielo en los polos que va a parar a esa zona del océano y entonces sucede otro fenómeno conocido como “surgencia”.“Las surgencias ocurren cuando viene agua profunda y llega a la superficie debido a ciertos procesos físicos. El agua profunda [también] tiene una concentración alta de nutrientes, entonces, es como si pasara lo mismo que en el Misisipi, sólo que [este caso] no tiene nada que ver con los fertilizantes ni con el ganado. Es un proceso natural: las aguas profundas, al subir a la superficie e inyectar [ahí] una alta concentración de nutrientes, propician el crecimiento de fitoplancton y sustentan la cadena alimenticia”.Las zonas muertas del océano en MéxicoEn el país hay regiones costeras que empiezan a carecer de oxígeno –se advierte ante la aparición excesiva de algas–, debido al desecho de fertilizantes en los ríos. “En Mazatlán, Sinaloa, aunque no existe como tal una zona muerta, en los últimos años ha habido un incremento de lo que llamamos ‘florecimientos algales masivos’ –o marea roja–”, explica el doctor Raúl Aguirre, investigador del Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México.“Algunas de esas algas son el alimento de los camarones y ostiones que, a su vez, el ser humano consume y pueden ser dañinos para su salud”, continúa el doctor Aguirre. Dependiendo de la especie, las algas nocivas pueden provocar desde una simple diarrea hasta parálisis cerebral. De ahí que la “marea roja” se traduzca en un problema de salud pública, que no se limita a Mazatlán, también ocurre en algunas bahías y lagunas de la península de Yucatán y del estado de Campeche.El problema, además, es económico. El costo asociado a este fenómeno en Estados Unidos oscila entre los cincuenta y noventa millones de dólares cada año; de ellos, veinte millones se relacionan con la salud pública. En México no hay una estimación similar, simplemente porque no se recaba información suficiente, de acuerdo con el libro Florecimientos algales nocivos en México, publicado en 2017 por el CICESE.“En los océanos no hacemos monitoreos. No hay una plataforma a nivel nacional que esté tomando parámetros básicos, como la concentración de nitrógeno –la causa del problema– en los principales ríos del país. No hay datos, no hay sistemas de control. Tenemos un problema enorme”, advierte la doctora Herzka. Que no tengamos información sobre el impacto de nuestros desechos no quiere decir que no existan. Por el contrario, es un problema más grave: no sólo estamos asfixiando los océanos, sino que para cuando queramos revertir la situación, partiremos casi de cero y a ciegas.[/read]
En México no hay un monitoreo nacional de las zonas muertas del océano. Cuando queramos revertir la situación, partiremos casi de cero y a ciegas.
Las zonas muertas de los océanos se llaman así porque ése adjetivo es el único que le hace justicia a lo que sucede en ellas. Son lugares donde la vida fue erradicada porque ya no hay suficiente oxígeno –un fenómeno que se conoce como hipoxia–; mueren las plantas y los animales y migran a otros sitios los que pueden. Las imágenes, recopiladas por la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA por sus siglas en inglés), muestran partes del océano que parecen arrasadas por un incendio. Flota la arena por el movimiento de las aguas, pero no hay rastro de vida. El fondo marino, que debería albergar agitados crustáceos, peces y moluscos, está vacío salvo por algunas conchas huecas que sirven para recordar que alguna vez habitaron ahí las especies vivas.Hay 415 zonas muertas en el mundo hasta ahora, pero el número ha aumentado en los últimos cincuenta años –en 1960 sólo se habían identificado diez–. Una de ellas es causa de preocupación mundial por ser la más grande de las que se tiene registro. Esa zona muerta se ubica en la parte norte del Golfo de México, en las costas de Estados Unidos, y tiene una extensión de 20,140 kilómetros cuadrados, o bien, 13 veces el área de la Ciudad de México. Además, ya es 2.8 veces más grande de lo que el gobierno estadounidense se había propuesto como meta para el 2035.El origen de esa enorme zona muerta, la hipoxia, “empieza con un sobrecrecimiento de las microalgas, que generan todo un ecosistema alrededor”, explica la doctora Sharon Herzka, investigadora en el departamento de Oceanografía del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada, Baja California (CICESE). Las microalgas son un alimento para el fitoplancton y éste lo es para peces pequeños o crustáceos; así se forma un gran banquete marino. El problema es que “se genera mucha biomasa que consume [una cantidad] enorme de oxígeno porque todo está respirando”, dice la doctora Herzka. Esa saturación de vida, paradójicamente, acaba con el oxígeno disponible e impide que los seres vivos puedan respirar.[read more]Otros procesos no son suficientes para volver a oxigenar el océano. Los mares están en contacto con el aire y ganan oxígeno por el movimiento del agua que provoca el viento, pero son tantos los seres vivos respirando, debido al exceso de algas, que el oxígeno captado en la superficie no basta.Todo esto es lo que ha ocurrido en la zona muerta del Golfo de México, aunque el verdadero origen está tierra adentro, en los campos agrícolas y ganaderos del centro de Estados Unidos. Los fertilizantes, ricos en fosfatos y nitratos, se escurren desde ahí hasta el río Misisipi –de 3,740 kilómetros, es uno de los más largos del mundo–, que desemboca en el Golfo de México.
“El río no sólo descarga nutrientes, sino también materia orgánica; todo eso propicia una actividad bacteriana muy intensa y esas bacterias también consumen oxígeno”, explica la doctora Herzka. “La degradación de materia orgánica en el océano es un proceso normal, natural. El problema es la magnitud”, puntualiza la investigadora. Esa gran cantidad de materia orgánica, proveniente de los cultivos, se potencia por las condiciones del lugar.Por un lado, el agua capta menos oxígeno conforme aumenta de temperatura, lo que favorece la hipoxia. Por eso, en verano son más grandes las zonas muertas; sin embargo, más allá de las estaciones, no se debe obviar que el cambio climático ha incrementado las temperaturas de los océanos y que esto seguirá ocurriendo, como se lee en el informe que elaboraron más de 230 científicos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático.El agua dulce, por otro lado, es menos densa que la salada y también afecta la oxigenación. “Imagina una lente de agua más dulce que se va mezclando lentamente con el agua del mar, donde terminan los nutrientes de los fertilizantes que generan algas: esto se convierte en un tapón que impide el paso del oxígeno a mayor profundidad”, añade Herzka. Esa es la causa de que haya algo de vida en la superficie de las zonas muertas, pero el resto de la fauna y la flora muere, desde unos cuantos metros de profundidad hasta el fondo marino.El microbiólogo Cameron Thrash documentó una expedición de buceo en la zona muerta del golfo de México. En el video se percibe claramente: en cuanto Thrash se zambulle, se ve el agua verde, infestada de algas –algunos peces nadan por ahí–. Cuando se sumerge un poco más, el océano se vuelve oscuro, sin señales de vida. El tapón de la superficie terminó por asfixiar todo debajo de él.https://www.youtube.com/watch?v=F3P85V4gUMoEn el Pacífico también es posible ver una suerte de lengüeta que parte del ecuador y alcanza hasta la mitad del océano; es una zona con oxigenación más baja, pero no una zona muerta porque el fondo marino conserva la vida. La baja concentración de oxígeno que ahí ocurre en el verano se debe, según la doctora Herzka, al agua del deshielo en los polos que va a parar a esa zona del océano y entonces sucede otro fenómeno conocido como “surgencia”.“Las surgencias ocurren cuando viene agua profunda y llega a la superficie debido a ciertos procesos físicos. El agua profunda [también] tiene una concentración alta de nutrientes, entonces, es como si pasara lo mismo que en el Misisipi, sólo que [este caso] no tiene nada que ver con los fertilizantes ni con el ganado. Es un proceso natural: las aguas profundas, al subir a la superficie e inyectar [ahí] una alta concentración de nutrientes, propician el crecimiento de fitoplancton y sustentan la cadena alimenticia”.Las zonas muertas del océano en MéxicoEn el país hay regiones costeras que empiezan a carecer de oxígeno –se advierte ante la aparición excesiva de algas–, debido al desecho de fertilizantes en los ríos. “En Mazatlán, Sinaloa, aunque no existe como tal una zona muerta, en los últimos años ha habido un incremento de lo que llamamos ‘florecimientos algales masivos’ –o marea roja–”, explica el doctor Raúl Aguirre, investigador del Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México.“Algunas de esas algas son el alimento de los camarones y ostiones que, a su vez, el ser humano consume y pueden ser dañinos para su salud”, continúa el doctor Aguirre. Dependiendo de la especie, las algas nocivas pueden provocar desde una simple diarrea hasta parálisis cerebral. De ahí que la “marea roja” se traduzca en un problema de salud pública, que no se limita a Mazatlán, también ocurre en algunas bahías y lagunas de la península de Yucatán y del estado de Campeche.El problema, además, es económico. El costo asociado a este fenómeno en Estados Unidos oscila entre los cincuenta y noventa millones de dólares cada año; de ellos, veinte millones se relacionan con la salud pública. En México no hay una estimación similar, simplemente porque no se recaba información suficiente, de acuerdo con el libro Florecimientos algales nocivos en México, publicado en 2017 por el CICESE.“En los océanos no hacemos monitoreos. No hay una plataforma a nivel nacional que esté tomando parámetros básicos, como la concentración de nitrógeno –la causa del problema– en los principales ríos del país. No hay datos, no hay sistemas de control. Tenemos un problema enorme”, advierte la doctora Herzka. Que no tengamos información sobre el impacto de nuestros desechos no quiere decir que no existan. Por el contrario, es un problema más grave: no sólo estamos asfixiando los océanos, sino que para cuando queramos revertir la situación, partiremos casi de cero y a ciegas.[/read]
En México no hay un monitoreo nacional de las zonas muertas del océano. Cuando queramos revertir la situación, partiremos casi de cero y a ciegas.
Las zonas muertas de los océanos se llaman así porque ése adjetivo es el único que le hace justicia a lo que sucede en ellas. Son lugares donde la vida fue erradicada porque ya no hay suficiente oxígeno –un fenómeno que se conoce como hipoxia–; mueren las plantas y los animales y migran a otros sitios los que pueden. Las imágenes, recopiladas por la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA por sus siglas en inglés), muestran partes del océano que parecen arrasadas por un incendio. Flota la arena por el movimiento de las aguas, pero no hay rastro de vida. El fondo marino, que debería albergar agitados crustáceos, peces y moluscos, está vacío salvo por algunas conchas huecas que sirven para recordar que alguna vez habitaron ahí las especies vivas.Hay 415 zonas muertas en el mundo hasta ahora, pero el número ha aumentado en los últimos cincuenta años –en 1960 sólo se habían identificado diez–. Una de ellas es causa de preocupación mundial por ser la más grande de las que se tiene registro. Esa zona muerta se ubica en la parte norte del Golfo de México, en las costas de Estados Unidos, y tiene una extensión de 20,140 kilómetros cuadrados, o bien, 13 veces el área de la Ciudad de México. Además, ya es 2.8 veces más grande de lo que el gobierno estadounidense se había propuesto como meta para el 2035.El origen de esa enorme zona muerta, la hipoxia, “empieza con un sobrecrecimiento de las microalgas, que generan todo un ecosistema alrededor”, explica la doctora Sharon Herzka, investigadora en el departamento de Oceanografía del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada, Baja California (CICESE). Las microalgas son un alimento para el fitoplancton y éste lo es para peces pequeños o crustáceos; así se forma un gran banquete marino. El problema es que “se genera mucha biomasa que consume [una cantidad] enorme de oxígeno porque todo está respirando”, dice la doctora Herzka. Esa saturación de vida, paradójicamente, acaba con el oxígeno disponible e impide que los seres vivos puedan respirar.[read more]Otros procesos no son suficientes para volver a oxigenar el océano. Los mares están en contacto con el aire y ganan oxígeno por el movimiento del agua que provoca el viento, pero son tantos los seres vivos respirando, debido al exceso de algas, que el oxígeno captado en la superficie no basta.Todo esto es lo que ha ocurrido en la zona muerta del Golfo de México, aunque el verdadero origen está tierra adentro, en los campos agrícolas y ganaderos del centro de Estados Unidos. Los fertilizantes, ricos en fosfatos y nitratos, se escurren desde ahí hasta el río Misisipi –de 3,740 kilómetros, es uno de los más largos del mundo–, que desemboca en el Golfo de México.
“El río no sólo descarga nutrientes, sino también materia orgánica; todo eso propicia una actividad bacteriana muy intensa y esas bacterias también consumen oxígeno”, explica la doctora Herzka. “La degradación de materia orgánica en el océano es un proceso normal, natural. El problema es la magnitud”, puntualiza la investigadora. Esa gran cantidad de materia orgánica, proveniente de los cultivos, se potencia por las condiciones del lugar.Por un lado, el agua capta menos oxígeno conforme aumenta de temperatura, lo que favorece la hipoxia. Por eso, en verano son más grandes las zonas muertas; sin embargo, más allá de las estaciones, no se debe obviar que el cambio climático ha incrementado las temperaturas de los océanos y que esto seguirá ocurriendo, como se lee en el informe que elaboraron más de 230 científicos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático.El agua dulce, por otro lado, es menos densa que la salada y también afecta la oxigenación. “Imagina una lente de agua más dulce que se va mezclando lentamente con el agua del mar, donde terminan los nutrientes de los fertilizantes que generan algas: esto se convierte en un tapón que impide el paso del oxígeno a mayor profundidad”, añade Herzka. Esa es la causa de que haya algo de vida en la superficie de las zonas muertas, pero el resto de la fauna y la flora muere, desde unos cuantos metros de profundidad hasta el fondo marino.El microbiólogo Cameron Thrash documentó una expedición de buceo en la zona muerta del golfo de México. En el video se percibe claramente: en cuanto Thrash se zambulle, se ve el agua verde, infestada de algas –algunos peces nadan por ahí–. Cuando se sumerge un poco más, el océano se vuelve oscuro, sin señales de vida. El tapón de la superficie terminó por asfixiar todo debajo de él.https://www.youtube.com/watch?v=F3P85V4gUMoEn el Pacífico también es posible ver una suerte de lengüeta que parte del ecuador y alcanza hasta la mitad del océano; es una zona con oxigenación más baja, pero no una zona muerta porque el fondo marino conserva la vida. La baja concentración de oxígeno que ahí ocurre en el verano se debe, según la doctora Herzka, al agua del deshielo en los polos que va a parar a esa zona del océano y entonces sucede otro fenómeno conocido como “surgencia”.“Las surgencias ocurren cuando viene agua profunda y llega a la superficie debido a ciertos procesos físicos. El agua profunda [también] tiene una concentración alta de nutrientes, entonces, es como si pasara lo mismo que en el Misisipi, sólo que [este caso] no tiene nada que ver con los fertilizantes ni con el ganado. Es un proceso natural: las aguas profundas, al subir a la superficie e inyectar [ahí] una alta concentración de nutrientes, propician el crecimiento de fitoplancton y sustentan la cadena alimenticia”.Las zonas muertas del océano en MéxicoEn el país hay regiones costeras que empiezan a carecer de oxígeno –se advierte ante la aparición excesiva de algas–, debido al desecho de fertilizantes en los ríos. “En Mazatlán, Sinaloa, aunque no existe como tal una zona muerta, en los últimos años ha habido un incremento de lo que llamamos ‘florecimientos algales masivos’ –o marea roja–”, explica el doctor Raúl Aguirre, investigador del Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México.“Algunas de esas algas son el alimento de los camarones y ostiones que, a su vez, el ser humano consume y pueden ser dañinos para su salud”, continúa el doctor Aguirre. Dependiendo de la especie, las algas nocivas pueden provocar desde una simple diarrea hasta parálisis cerebral. De ahí que la “marea roja” se traduzca en un problema de salud pública, que no se limita a Mazatlán, también ocurre en algunas bahías y lagunas de la península de Yucatán y del estado de Campeche.El problema, además, es económico. El costo asociado a este fenómeno en Estados Unidos oscila entre los cincuenta y noventa millones de dólares cada año; de ellos, veinte millones se relacionan con la salud pública. En México no hay una estimación similar, simplemente porque no se recaba información suficiente, de acuerdo con el libro Florecimientos algales nocivos en México, publicado en 2017 por el CICESE.“En los océanos no hacemos monitoreos. No hay una plataforma a nivel nacional que esté tomando parámetros básicos, como la concentración de nitrógeno –la causa del problema– en los principales ríos del país. No hay datos, no hay sistemas de control. Tenemos un problema enorme”, advierte la doctora Herzka. Que no tengamos información sobre el impacto de nuestros desechos no quiere decir que no existan. Por el contrario, es un problema más grave: no sólo estamos asfixiando los océanos, sino que para cuando queramos revertir la situación, partiremos casi de cero y a ciegas.[/read]
En México no hay un monitoreo nacional de las zonas muertas del océano. Cuando queramos revertir la situación, partiremos casi de cero y a ciegas.
Las zonas muertas de los océanos se llaman así porque ése adjetivo es el único que le hace justicia a lo que sucede en ellas. Son lugares donde la vida fue erradicada porque ya no hay suficiente oxígeno –un fenómeno que se conoce como hipoxia–; mueren las plantas y los animales y migran a otros sitios los que pueden. Las imágenes, recopiladas por la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA por sus siglas en inglés), muestran partes del océano que parecen arrasadas por un incendio. Flota la arena por el movimiento de las aguas, pero no hay rastro de vida. El fondo marino, que debería albergar agitados crustáceos, peces y moluscos, está vacío salvo por algunas conchas huecas que sirven para recordar que alguna vez habitaron ahí las especies vivas.Hay 415 zonas muertas en el mundo hasta ahora, pero el número ha aumentado en los últimos cincuenta años –en 1960 sólo se habían identificado diez–. Una de ellas es causa de preocupación mundial por ser la más grande de las que se tiene registro. Esa zona muerta se ubica en la parte norte del Golfo de México, en las costas de Estados Unidos, y tiene una extensión de 20,140 kilómetros cuadrados, o bien, 13 veces el área de la Ciudad de México. Además, ya es 2.8 veces más grande de lo que el gobierno estadounidense se había propuesto como meta para el 2035.El origen de esa enorme zona muerta, la hipoxia, “empieza con un sobrecrecimiento de las microalgas, que generan todo un ecosistema alrededor”, explica la doctora Sharon Herzka, investigadora en el departamento de Oceanografía del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada, Baja California (CICESE). Las microalgas son un alimento para el fitoplancton y éste lo es para peces pequeños o crustáceos; así se forma un gran banquete marino. El problema es que “se genera mucha biomasa que consume [una cantidad] enorme de oxígeno porque todo está respirando”, dice la doctora Herzka. Esa saturación de vida, paradójicamente, acaba con el oxígeno disponible e impide que los seres vivos puedan respirar.[read more]Otros procesos no son suficientes para volver a oxigenar el océano. Los mares están en contacto con el aire y ganan oxígeno por el movimiento del agua que provoca el viento, pero son tantos los seres vivos respirando, debido al exceso de algas, que el oxígeno captado en la superficie no basta.Todo esto es lo que ha ocurrido en la zona muerta del Golfo de México, aunque el verdadero origen está tierra adentro, en los campos agrícolas y ganaderos del centro de Estados Unidos. Los fertilizantes, ricos en fosfatos y nitratos, se escurren desde ahí hasta el río Misisipi –de 3,740 kilómetros, es uno de los más largos del mundo–, que desemboca en el Golfo de México.
“El río no sólo descarga nutrientes, sino también materia orgánica; todo eso propicia una actividad bacteriana muy intensa y esas bacterias también consumen oxígeno”, explica la doctora Herzka. “La degradación de materia orgánica en el océano es un proceso normal, natural. El problema es la magnitud”, puntualiza la investigadora. Esa gran cantidad de materia orgánica, proveniente de los cultivos, se potencia por las condiciones del lugar.Por un lado, el agua capta menos oxígeno conforme aumenta de temperatura, lo que favorece la hipoxia. Por eso, en verano son más grandes las zonas muertas; sin embargo, más allá de las estaciones, no se debe obviar que el cambio climático ha incrementado las temperaturas de los océanos y que esto seguirá ocurriendo, como se lee en el informe que elaboraron más de 230 científicos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático.El agua dulce, por otro lado, es menos densa que la salada y también afecta la oxigenación. “Imagina una lente de agua más dulce que se va mezclando lentamente con el agua del mar, donde terminan los nutrientes de los fertilizantes que generan algas: esto se convierte en un tapón que impide el paso del oxígeno a mayor profundidad”, añade Herzka. Esa es la causa de que haya algo de vida en la superficie de las zonas muertas, pero el resto de la fauna y la flora muere, desde unos cuantos metros de profundidad hasta el fondo marino.El microbiólogo Cameron Thrash documentó una expedición de buceo en la zona muerta del golfo de México. En el video se percibe claramente: en cuanto Thrash se zambulle, se ve el agua verde, infestada de algas –algunos peces nadan por ahí–. Cuando se sumerge un poco más, el océano se vuelve oscuro, sin señales de vida. El tapón de la superficie terminó por asfixiar todo debajo de él.https://www.youtube.com/watch?v=F3P85V4gUMoEn el Pacífico también es posible ver una suerte de lengüeta que parte del ecuador y alcanza hasta la mitad del océano; es una zona con oxigenación más baja, pero no una zona muerta porque el fondo marino conserva la vida. La baja concentración de oxígeno que ahí ocurre en el verano se debe, según la doctora Herzka, al agua del deshielo en los polos que va a parar a esa zona del océano y entonces sucede otro fenómeno conocido como “surgencia”.“Las surgencias ocurren cuando viene agua profunda y llega a la superficie debido a ciertos procesos físicos. El agua profunda [también] tiene una concentración alta de nutrientes, entonces, es como si pasara lo mismo que en el Misisipi, sólo que [este caso] no tiene nada que ver con los fertilizantes ni con el ganado. Es un proceso natural: las aguas profundas, al subir a la superficie e inyectar [ahí] una alta concentración de nutrientes, propician el crecimiento de fitoplancton y sustentan la cadena alimenticia”.Las zonas muertas del océano en MéxicoEn el país hay regiones costeras que empiezan a carecer de oxígeno –se advierte ante la aparición excesiva de algas–, debido al desecho de fertilizantes en los ríos. “En Mazatlán, Sinaloa, aunque no existe como tal una zona muerta, en los últimos años ha habido un incremento de lo que llamamos ‘florecimientos algales masivos’ –o marea roja–”, explica el doctor Raúl Aguirre, investigador del Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México.“Algunas de esas algas son el alimento de los camarones y ostiones que, a su vez, el ser humano consume y pueden ser dañinos para su salud”, continúa el doctor Aguirre. Dependiendo de la especie, las algas nocivas pueden provocar desde una simple diarrea hasta parálisis cerebral. De ahí que la “marea roja” se traduzca en un problema de salud pública, que no se limita a Mazatlán, también ocurre en algunas bahías y lagunas de la península de Yucatán y del estado de Campeche.El problema, además, es económico. El costo asociado a este fenómeno en Estados Unidos oscila entre los cincuenta y noventa millones de dólares cada año; de ellos, veinte millones se relacionan con la salud pública. En México no hay una estimación similar, simplemente porque no se recaba información suficiente, de acuerdo con el libro Florecimientos algales nocivos en México, publicado en 2017 por el CICESE.“En los océanos no hacemos monitoreos. No hay una plataforma a nivel nacional que esté tomando parámetros básicos, como la concentración de nitrógeno –la causa del problema– en los principales ríos del país. No hay datos, no hay sistemas de control. Tenemos un problema enorme”, advierte la doctora Herzka. Que no tengamos información sobre el impacto de nuestros desechos no quiere decir que no existan. Por el contrario, es un problema más grave: no sólo estamos asfixiando los océanos, sino que para cuando queramos revertir la situación, partiremos casi de cero y a ciegas.[/read]
Las zonas muertas de los océanos se llaman así porque ése adjetivo es el único que le hace justicia a lo que sucede en ellas. Son lugares donde la vida fue erradicada porque ya no hay suficiente oxígeno –un fenómeno que se conoce como hipoxia–; mueren las plantas y los animales y migran a otros sitios los que pueden. Las imágenes, recopiladas por la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA por sus siglas en inglés), muestran partes del océano que parecen arrasadas por un incendio. Flota la arena por el movimiento de las aguas, pero no hay rastro de vida. El fondo marino, que debería albergar agitados crustáceos, peces y moluscos, está vacío salvo por algunas conchas huecas que sirven para recordar que alguna vez habitaron ahí las especies vivas.Hay 415 zonas muertas en el mundo hasta ahora, pero el número ha aumentado en los últimos cincuenta años –en 1960 sólo se habían identificado diez–. Una de ellas es causa de preocupación mundial por ser la más grande de las que se tiene registro. Esa zona muerta se ubica en la parte norte del Golfo de México, en las costas de Estados Unidos, y tiene una extensión de 20,140 kilómetros cuadrados, o bien, 13 veces el área de la Ciudad de México. Además, ya es 2.8 veces más grande de lo que el gobierno estadounidense se había propuesto como meta para el 2035.El origen de esa enorme zona muerta, la hipoxia, “empieza con un sobrecrecimiento de las microalgas, que generan todo un ecosistema alrededor”, explica la doctora Sharon Herzka, investigadora en el departamento de Oceanografía del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada, Baja California (CICESE). Las microalgas son un alimento para el fitoplancton y éste lo es para peces pequeños o crustáceos; así se forma un gran banquete marino. El problema es que “se genera mucha biomasa que consume [una cantidad] enorme de oxígeno porque todo está respirando”, dice la doctora Herzka. Esa saturación de vida, paradójicamente, acaba con el oxígeno disponible e impide que los seres vivos puedan respirar.[read more]Otros procesos no son suficientes para volver a oxigenar el océano. Los mares están en contacto con el aire y ganan oxígeno por el movimiento del agua que provoca el viento, pero son tantos los seres vivos respirando, debido al exceso de algas, que el oxígeno captado en la superficie no basta.Todo esto es lo que ha ocurrido en la zona muerta del Golfo de México, aunque el verdadero origen está tierra adentro, en los campos agrícolas y ganaderos del centro de Estados Unidos. Los fertilizantes, ricos en fosfatos y nitratos, se escurren desde ahí hasta el río Misisipi –de 3,740 kilómetros, es uno de los más largos del mundo–, que desemboca en el Golfo de México.
“El río no sólo descarga nutrientes, sino también materia orgánica; todo eso propicia una actividad bacteriana muy intensa y esas bacterias también consumen oxígeno”, explica la doctora Herzka. “La degradación de materia orgánica en el océano es un proceso normal, natural. El problema es la magnitud”, puntualiza la investigadora. Esa gran cantidad de materia orgánica, proveniente de los cultivos, se potencia por las condiciones del lugar.Por un lado, el agua capta menos oxígeno conforme aumenta de temperatura, lo que favorece la hipoxia. Por eso, en verano son más grandes las zonas muertas; sin embargo, más allá de las estaciones, no se debe obviar que el cambio climático ha incrementado las temperaturas de los océanos y que esto seguirá ocurriendo, como se lee en el informe que elaboraron más de 230 científicos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático.El agua dulce, por otro lado, es menos densa que la salada y también afecta la oxigenación. “Imagina una lente de agua más dulce que se va mezclando lentamente con el agua del mar, donde terminan los nutrientes de los fertilizantes que generan algas: esto se convierte en un tapón que impide el paso del oxígeno a mayor profundidad”, añade Herzka. Esa es la causa de que haya algo de vida en la superficie de las zonas muertas, pero el resto de la fauna y la flora muere, desde unos cuantos metros de profundidad hasta el fondo marino.El microbiólogo Cameron Thrash documentó una expedición de buceo en la zona muerta del golfo de México. En el video se percibe claramente: en cuanto Thrash se zambulle, se ve el agua verde, infestada de algas –algunos peces nadan por ahí–. Cuando se sumerge un poco más, el océano se vuelve oscuro, sin señales de vida. El tapón de la superficie terminó por asfixiar todo debajo de él.https://www.youtube.com/watch?v=F3P85V4gUMoEn el Pacífico también es posible ver una suerte de lengüeta que parte del ecuador y alcanza hasta la mitad del océano; es una zona con oxigenación más baja, pero no una zona muerta porque el fondo marino conserva la vida. La baja concentración de oxígeno que ahí ocurre en el verano se debe, según la doctora Herzka, al agua del deshielo en los polos que va a parar a esa zona del océano y entonces sucede otro fenómeno conocido como “surgencia”.“Las surgencias ocurren cuando viene agua profunda y llega a la superficie debido a ciertos procesos físicos. El agua profunda [también] tiene una concentración alta de nutrientes, entonces, es como si pasara lo mismo que en el Misisipi, sólo que [este caso] no tiene nada que ver con los fertilizantes ni con el ganado. Es un proceso natural: las aguas profundas, al subir a la superficie e inyectar [ahí] una alta concentración de nutrientes, propician el crecimiento de fitoplancton y sustentan la cadena alimenticia”.Las zonas muertas del océano en MéxicoEn el país hay regiones costeras que empiezan a carecer de oxígeno –se advierte ante la aparición excesiva de algas–, debido al desecho de fertilizantes en los ríos. “En Mazatlán, Sinaloa, aunque no existe como tal una zona muerta, en los últimos años ha habido un incremento de lo que llamamos ‘florecimientos algales masivos’ –o marea roja–”, explica el doctor Raúl Aguirre, investigador del Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México.“Algunas de esas algas son el alimento de los camarones y ostiones que, a su vez, el ser humano consume y pueden ser dañinos para su salud”, continúa el doctor Aguirre. Dependiendo de la especie, las algas nocivas pueden provocar desde una simple diarrea hasta parálisis cerebral. De ahí que la “marea roja” se traduzca en un problema de salud pública, que no se limita a Mazatlán, también ocurre en algunas bahías y lagunas de la península de Yucatán y del estado de Campeche.El problema, además, es económico. El costo asociado a este fenómeno en Estados Unidos oscila entre los cincuenta y noventa millones de dólares cada año; de ellos, veinte millones se relacionan con la salud pública. En México no hay una estimación similar, simplemente porque no se recaba información suficiente, de acuerdo con el libro Florecimientos algales nocivos en México, publicado en 2017 por el CICESE.“En los océanos no hacemos monitoreos. No hay una plataforma a nivel nacional que esté tomando parámetros básicos, como la concentración de nitrógeno –la causa del problema– en los principales ríos del país. No hay datos, no hay sistemas de control. Tenemos un problema enorme”, advierte la doctora Herzka. Que no tengamos información sobre el impacto de nuestros desechos no quiere decir que no existan. Por el contrario, es un problema más grave: no sólo estamos asfixiando los océanos, sino que para cuando queramos revertir la situación, partiremos casi de cero y a ciegas.[/read]
No items found.