Aún le cuesta platicar sin que la tos interrumpa la conversación, y cuando esto sucede, se cubre con el antebrazo y desaparece de la pantalla. Verónica López Lozano es una mexicana de 35 años que vive en Noruega. Desde el pasado 15 de marzo comenzó a tener dolor de garganta, fiebre, tos seca y lo que ella explica como una sensación parecida a la del Vick VapoRub untado en el cuerpo, pero por dentro, un dolor frío en el pecho que quema. La evolución de sus síntomas indica que se trata de Covid-19, la enfermedad infecciosa causada por el coronavirus que ha puesto al mundo entero en confinamiento. El centro médico de su localidad le ha dado seguimiento vía telefónica, y le recomiendan, como está pasando en el resto del mundo, que se quede en casa y no salga para evitar contagiar a los más vulnerables.
El pasado 30 de marzo, Noruega registró 4,462 personas infectadas, 332 hospitalizados, 97 con respiradores y 32 muertos. Una nación que cuenta con una población de 5.368 millones de personas, y con una primer ministro, Erna Solberg, que ha sido la única mandataria en dirigir una conferencia a los niños en cadena nacional para explicar la pandemia. “Esta bien tener miedo cuando suceden tantas cosas al mismo tiempo […] Pero quedarse en casa ayuda a otros a no contagiarse”, les dijo. Los bancos comenzaron a tomar medidas de refinanciamientos, y algunas medianas empresas que no pueden más con la nómina han puesto a sus empleados en un modelo llamado permittering, una especie de despido temporal, en el que el Estado cubre el 65% del sueldo durante 26 semanas. López Lozano ha estado ocupando los diez días anuales que el gobierno le da a las madres para el cuidado de sus hijos. En Nærbø, hacen homeoffice los que pueden y hay pedidos a domicilio con envíos gratis. Pero todo está detenido y nadie sabe hasta cuando termine todo. El miedo a los recortes está siendo inevitable.
«Un domingo empecé con un dolor en el pecho y sentía la garganta como si hubiera estado gritando en un concierto. Una situación rara. Me quedaba sin aliento».
Erna Solberg, Primer Ministro de Noruega, ha sido la única mandataria en dirigir una conferencia a los niños en cadena nacional para explicar la pandemia.
Son las ocho de la noche del otro lado de la pantalla, y se alcanzan a ver las persianas cerradas y la ilustración de un rascacielos en la pared. López Lozano tiene puesto un suéter gris con el cuello blanco; cuenta que llegó a este país hace más de diez años. A su pareja, Erik, de 39 años, lo conoció años atrás por amigos en común, y mientras ella terminaba su licenciatura en Historia del arte en México, viajaban constantemente para reencontrarse hasta que terminó por mudarse allá y estudiar Sociología en Stavanger. Hoy son padres de dos pequeños que cuentan con ambas nacionalidades y hablan los idiomas de sus padres.
—No estamos seguros de quién enfermó a quién. Los niños empezaron con un poquito de tos. Estábamos tomando las medidas necesarias. De hecho aquí las tiendas ya no estaban aceptando dinero en efectivo, sólo tarjeta, y a veces la gente ni el recibo se llevan para evitar el contacto físico. Pero tienes que tocar la terminal para meter el NIP. Un domingo empecé con un dolor en el pecho, y la garganta como si hubiera estado gritando en un concierto. Una situación rara. Me quedaba sin aliento. Obvio los niños después ya estaba inquietos como siempre. Les dije que no íbamos a poder salir y lo entendieron—cuenta esta mexicana con Covid-19. Durante los primeros días el cuadro que tuvo fue dolor en garganta y pecho, fiebre, dificultad para respirar y luego tos seca. Erik, uno de los supervisores en la compañía petrolera Archer, no ha podido regresar a casa para evitar propagar el virus entre su comunidad de trabajo, por lo que permanece en la plataforma.
—¿Estuviste en contacto con alguien que viajó recientemente?
—No, pero hay una posibilidad de que me haya contagiado en el aeropuerto. Tomé un vuelo el 25 de febrero a Oslo, un viaje de trabajo donde estuve visitando a varias personas. El primer confirmado de Covid-19 en el país fue el día 26, un día después. A las tres semanas estaba ya todo fuera de control. Ahora lo más seguro es no salir. Yo sé que está muy difícil. Mucha gente aquí se las está viendo negras. Pueden decir que Noruega es un país rico, pero también hay gente que vivimos al día. Ahora están tratando de no colapsar al sistema —dice.
A pesar de este aislamiento, no se ha sentido sola en ningún momento. Pasa horas respondiendo mensajes que llegan desde México, familiares que le cuentan cómo se expande el coronavirus en el país. Sus amigos le llevan comida, fruta, pan. Le dejan todo en la puerta, se suben al auto, y luego le avisan por teléfono antes de irse. La suegra hace lo mismo y saluda a los nietos desde la ventana.
—Nosotros estamos en fase 3. A diferencia de los suecos que confían en su sistema y siguen haciendo su vida sin cerrar escuelas ni guarderías, Noruega está cerrado. Si no eres un ciudadano noruego, o no tienes residencia, no puedes entrar al país. Hemos interrumpido todo. No puedes estar con más de tres personas a la vez al aire libre. Están muy estrictos. Normalmente los niños y yo entrenamos hockey todos los días. Por las tardes enseño a los más pequeños a patinar sobre hielo. Y por las noches voy al gimnasio. Prácticamente estamos siempre afuera, es la rutina normal en este país, por eso la gente está desesperada, son súper deportistas—dice.
«Todavía hay quienes creen que esto no existe. Sí existe, yo lo tengo. Es verdad.»
El primer confirmado de Covid-19 en Noruega fue el 26 de febrero de 2020.
Le preocupa que durante el tiempo que estuvo incubando el virus, hizo su rutina de siempre: fue a la galería, sus niños convivieron con otros en la escuela, visitaron amigos. Hasta ahora no sabe de nadie cercano que esté con síntomas, y su pareja tampoco.
—Pero no sé. El problema son las personas asintomáticas. Si tu me dices que te duele tantito la garganta, puedes tener Covid-19. Está la posibilidad. A los jóvenes no les da fuerte, por eso andan afuera sin saberlo contagiando a otros. Es una lotería. Yo les pregunto, ¿van a arriesgarse sabiendo que tienen síntomas? Tú no sabes si esa otra persona vaya a necesitar un respirador. Es un problema ético. La gente no se lo está tomando en serio. En Noruega comentan, anoche vi un debate, que si llegaran a ponerse al máximo los hospitales, con trabajos juntarían 500 camas extras en todo el país. ¡500 camas!
Hace unos días su hermano Gabriel, estudiante de medicina en México, le pidió que grabara un video donde explicara sus síntomas y lo posteó con el fin de dar información. Muchos mexicanos en el extranjero le han escrito. Ella espera estar mejor en una semana y poder resolver pendientes del trabajo. Piensa que es la única persona de su galería que ya se enfrentó al virus. Cuando se cure, podrá salir y ayudar a sus colegas porque tendrá más resistencia inmunológica que otros.
—Todavía hay quienes creen que esto no existe. Sí existe. Yo lo tengo. Es verdad. Una chica me cuenta que tiene síntomas y hace unos días fue a una tienda. Ahí se encontró a una viejita triste porque ya no encontraba harina y ella le dio su paquete, que sostenía con las manos. Era el último, y se lo dio… ¡con las manos! Hagamos caso, no salgamos. Vamos a saturar los sistemas de salud. En Noruega estamos esperando el pico este abril. En México, donde cerraron escuelas casi al mismo tiempo que Noruega, todavía están a tiempo.