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Durante siglos hemos creído que la monogamia es la única forma de relacionarnos, pero el poliamor, la diversidad sexual y las nuevas formas de comunicarnos han abierto nuevos caminos al amor.
“Tienes la capacidad de amar a más de una persona, y la relación que tienes con una persona y el amor que sientes por ella no disminuye el amor que puedes sentir hacia otra”, afirma el Breve manifiesto instructivo para la anarquía relacional, escrito por la activista Andie Nordgren. Este texto propone maneras nuevas de crear relaciones humanas, y es una apuesta para repensar conceptos como monogamia, acuerdos, confianza y los valores básicos en las relaciones.
Este manifiesto también cuestiona “la idea de que el amor es un recurso limitado que solo puede ser real si se limita a una pareja”, por eso, en la semana del 14 febrero, queremos hablar sobre otros amores y amistades que desafían los límites de lo impuesto a los afectos. Te presentamos cuatro postales que nos muestran otros horizontes para nuestros vínculos con las personas que queremos: el amor trans, el poliamor, una amistad por correspondencia y el amor a distancia.
El poliamor como revolución a la jerarquía de afectos
“Mi sueño es la experiencia de la comunión; la afinidad entre diversas personas. Una que otra resucita. Colaborar de modo oblicuo y misterioso exige una apertura y una disposición al encuentro, una estirpe, una genealogía, sacudir, incomodar, provocar escalofríos, la belleza y la fealdad del mundo”, se lee en un collage que cuelga en la pared del comedor de Cecilia y Felipe. Fue un regalo de Imanol, uno de “sus quereres”, como les gusta llamar a sus vínculos sexoafectivos, es decir, las personas con las que se relacionan tanto sexual como románticamente.
Hace tres años Cecilia y Felipe decidieron vivir juntos. Poco a poco construyeron una familia que está formada por seis perros, y en la que muchas veces incluyen a sus amistades, pero también a estos otros vínculos. Desde el inicio decidieron que no querían ser una pareja monógama. Como quien tienta el agua con el dedo del pie para medir la temperatura, fueron haciendo acuerdos para cuidarse mutuamente, pero también para cuidar a otros. “Al principio pensamos en una relación abierta, pero después reflexioné que, como amo a Feli, también amo a otras personas. Hablamos de ideas como no jerarquizar nuestros afectos, o ser una relación poliamorosa en la que podamos vivir todes juntes. Vamos tanteando en el camino y nuestra decisión es seguir experimentando”, explica Cecilia.
En su libro “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, el filósofo Frederich Engels cuenta que en el reino animal es común encontrar maneras de relacionarse que no son necesariamente la monogamia, y se aventura a proponer una explicación para nuestra especie: la familia, con mamá, papá e hijos, surgió junto con el Estado como una manera de proteger de otros lo que se considera una propiedad, estableciendo así el primer pilar del capitalismo.
“La monogamia originalmente era un acuerdo social que tenía que ver más con herencias y acumulación de bienes, y después se le dio este significado de que también era romántico. Es decir, te casas con la persona con la que amas y, para que sea amor de verdad, con este concepto, tenías que tener exclusividad romántica y exclusividad sexual. Ese constructo es muy reciente, pero es más reciente la alternativa, es decir, las no monogamias”, explica la educadora sexual y psicóloga, Alicia Delicia.
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Alicia detalla que, hasta finales del siglo XIX, el matrimonio no estaba ligado con la idea de romance, sino con la supervivencia económica, pues la mayoría de las uniones estaban arregladas por los padres de los novios. En los siguientes años hubo una acumulación de riqueza mayor en algunos sectores sociales y muchas mujeres ya no tenían que casarse por necesidad.
“No tenían que verse obligadas a querer unir bienes con otras personas, pero entonces se empieza a construir la idea de romance. Te tienes que enamorar de quien te casas, y ahí se empieza a construir esta idea de que te vas a casar con el amor de tu vida, y la construcción de este imaginario donde debes cumplir con todos los roles de cuidados del hogar”, explica la también experta en placer.
Aunque este modelo relacional puede ser una alternativa para muchas personas, la norma siempre busca que nadie se salga del límite trazado. El Manifiesto sobre anarquía relacional apunta al heterosexismo como el sistema normativo que dicta qué es y cómo deben vivir el amor verdadero las personas. “Cuando decides no seguir estas normas, muchos van a cuestionar tu persona y el valor de tus relaciones”, se lee en el documento. Alicia Delicia lo identifica como la mononorma, la imposición de tener una relación construida desde la exclusividad sexual y romántica, en la que si te sales de ese molde no se considera amor de verdad ni válido.
Cecilia ubica la mononorma en sus relaciones con su círculo familiar tradicional. Mientras que con sus amigos, familias elegidas, se sienten libres de prejuicios y de críticas, y pueden compartir el espacio con todas las personas con las que se relacionan tanto sexual como románticamente. Dentro de la familia tradicional el panorama cambia. Cecilia advierte que desde su experiencia como mujer cisgénero, se identifica con el género que le fue asignado al nacer, dentro del escenario familiar, los prejuicios hacen que se le perciba como alguien inestable, o que no se da a respetar.
Vivir la no monogamia también impacta de manera diferente a quienes se involucran en este tipo de relaciones. A lo largo de los años en el camino del poliamor, Cecilia pudo notar que, mientras aún giran muchos estigmas alrededor de las mujeres poliamorosas, para los hombres es más sencillo hablar abiertamente de esto porque no son juzgados de la misma manera. “Es un escenario complejo que tengo que enfrentar todos los días porque se me juntan otras cosas. Soy una mujer no monógama, pero también bisexual, se juntan los prejuicios y comentarios como que no es la manera correcta de amar a alguien. Es muy duro, sueño constantemente en que un día todos mis vínculos puedan estar en los ambientes familiares”, comenta Cecilia.
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Felipe, como hombre heterosexual que se identifica como tal, ha tenido una vivencia distinta. “No vivo ni de cerca la violencia y discriminación que vive Ceci. No me he encontrado en un escenario en donde me feliciten por tener muchos vínculos, pero hay una posibilidad diferenciadora que nos ha llevado a que cada uno lo gestione de una manera distinta”, concluye.
El Manifiesto sobre anarquía relacional propone personalizar los pactos que se generan con quienes te rodean. Con esta decisión se pretende liberar “de las normas que dictan que ciertos tipos de pacto son un requisito para que el amor sea real, o que pactos como educar niños y niñas o vivir juntos tienen que ser guiados por un cierto tipo de sentimientos”. Felipe explica que, tanto él como Cecilia, piensan al poliamor y las relaciones no monógamas como una extensión de las relaciones sexoafectivas, la unión con las personas con las que se relacionan tanto sexual como románticamente, y de toda la red de personas a las que cuidan.
El milagro de la amistad por correspondencia
La apuesta de la “anarquía relacional” es terminar con la idea de que el vínculo sexoafectivo ocupa el centro del amor y los cuidados, en la que se suele relegar a la amistad, que la mayoría del tiempo damos por sentado sin tomarnos un momento para pensar cómo podemos cultivarla mejor, como hacemos regularmente con las plantas de nuestra casa. “No es necesario declarar que una persona es ‘primaria’ en tu vida para que esa relación sea real”, puntualiza el manifiesto.
La doctora Ethel, quien tiene uno de los trabajos más estresantes del mundo porque hay vidas que dependen de ella, encontró en la correspondencia una forma distinta de procurar a un amigo. Ethel tiene una amiga a la que considera una hermana, con la que comparte su vida desde hace 21 años, pero nos advierte algo importante: el peso de todo lo que nos sucede en la vida no puede recaer en una sola amistad.
“Estaba en una etapa un poco convulsa de la vida, en donde estaba cambiando de posición en mi trabajo matutino, tenía que regresar a mi trabajo nocturno. Hubo fallecimientos en casa y yo me sentía sola a pesar de que tenía una muy buena amiga al lado, pero hay partes de la amistad que no todo lo cubre una sola amistad. No puedes pretender que un amigo te comprenda para todo”, cuenta Ethel. Entonces decidió entrar a un sitio web para conocer personas y ahí encontró a José, un hombre que vivía en Guadalajara y logró ganarse la confianza de la doctora. Su amistad ha crecido durante casi una década entre las palabras de los correos que se envían. Aunque conocen casi todo de la otra persona, nunca se han visto.
Cada cierto tiempo, Ethel y José intercambiaban correos electrónicos en los que hablaban sobre sus trabajos, sus amistades, los retos que atravesaban e incluso se compartían consejos. Un día José dejó de responder. Al principio parecía una ausencia normal, pues había temporadas en la que los amigos dejaban de escribirse. Sin embargo, los días se hicieron semanas y las semanas meses. Ethel se asustaba al ver las noticias sobre la violencia en Jalisco, un estado con 14 000 personas desaparecidas y el primero a nivel nacional. Imaginaba lo peor.
Ethel buscó a José en las redes sociales, llamó a su casa, a su trabajo, buscó a su familia, pero no obtuvo respuesta. La tristeza iba apoderándose de su mente al pensar que a José ya no le interesaba su amistad, pero pronto se transformó en angustia por la seguridad de su amigo. “Cada vez que pasaban noticias de la violencia en Jalisco, yo buscaba en el mapa porque pensaba que podía ser cerca de su casa”, recuerda.
Sin éxito en la búsqueda del reencuentro con su amigo, pasó alrededor de un año y seis meses. Llegó la fecha de su cumpleaños antepasado, y cuando se estaba arreglando para salir a cenar en Tepoztlán, la pantalla de su teléfono se iluminó con un mensaje. “Era mi amigo, wow, la sensación no te la puedo describir. Me volvió una parte del alma. Solamente me escribió ‘hola’ y ese ‘hola’ me hizo la noche. Fue mi mejor regalo de cumpleaños”, cuenta la doctora.
José se ausentó porque sufrió un severo accidente del que, por fin, había logrado recuperarse para escribirle a su amiga. Él trabajaba en una planta que potabiliza agua en Guadalajara y durante uno de sus turnos pisó un escalón que se rompió. José cayó más de cinco metros, lo que le ocasionó múltiples fracturas y que estuviera en coma durante varios meses. Su recuperación fue lenta, pero después de atravesar por ese duro periodo pudo reconectar con su amiga. Hasta la fecha ambos siguen sin conocerse, pero su amistad continúa cultivándose a través de las palabras.
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Pros y contras: los duelos del amor a distancia
Pamela y Dominic, ella mexicana y él alemán, al igual que Ethel y José cultivaron su relación a través de largos correos electrónicos.
Tras una oportunidad para trabajar y estudiar en Alemania por tres meses, Pamela usó una de las aplicaciones para encontrar citas desde su celular y ahí conoció a Dominic, que vivía a una hora de distancia en tren. Como no hay plazo que no se cumpla, al término de su estancia Pamela tuvo que regresar a México, aunque intentó hacer todo para quedarse.
Llegó un primer adiós entre lágrimas en un aeropuerto. Sin embargo, esta historia encontró su propio cauce y durante seis años Dominic venía y Pamela iba para poder encontrarse, a pesar de que en ese periodo se atravesó la pandemia de covid-19. “Sí había rachas en las que ‘decía ya no puedo, o sea, te quiero ver, estar contigo’. A pesar de que hablábamos todo el tiempo por WhatsApp, me mandaba detalles, yo le mandaba detalles, pero eran de seis a nueve meses que no nos veíamos”, compartió Pamela.
Una pareja separada por 9 000 kilómetros de distancia y con una diferencia horaria de siete horas tiene que esperar semanas o meses para poder hacer cosas que a otra persona le parecerían cotidianas: ir al cine, salir a cenar, ir a una boda, pasar Año Nuevo o simplemente poder tocar su mano. Esto le parecía particularmente difícil a Pamela. “La verdad es que sí tienes que sacrificar cosas. Y una de las cosas que me costó mucho trabajo fue que si me quería venir tres meses como turista a vivir con él, yo tenía que renunciar a mis chambas o pedir permiso para faltar tres meses”, relata.
Pamela nos cuenta que a pesar de la inestabilidad que le generó en México, esta experiencia la hizo resiliente, a base de pura paciencia. Hoy, después de haberse casado y vivir con Dominic en Alemania, las dificultades para ella son distintas: aún no tiene licencia de conducir, los alemanes comen al mediodía y poco a poco se ha adaptado a su nueva vida.
Aunque para Pamela fue difícil dejar a su familia y amigos en México, pronto comenzó a construir una comunidad de mujeres migrantes en Alemanía, así como a trabajar para ser independiente de su esposo. Pamela y Dominic decidieron apostar por la confianza y comunicación hasta que lograron vivir juntos.
El dolor de ser amada en secreto
“Si nos queremos como clandestinos, yo no quiero andar. Si tu corazón no me puede amar por las ideas que aprendiste en casa de mamá y papá”, proclama la compositora mexicana Ariel Venadito en su canción Los que no se olvidan, en la que habla de una experiencia colectiva para la comunidad trans: ser ocultadas y ocultados por sus parejas.
Al componer la canción, Ariel se inspiró en Vámonos de José Alfredo Jiménez y Amor Prohibido de Selena, que cuentan las vicisitudes del amor que surge entre dos personas de clases sociales distintas. La canción de Ariel también habla de un amor que quiere sentir y expresar en libertad. Su propia ruptura amorosa le sirvió para componer la letra a lado de la cantautora Vivir Quintana. “Ella me decía ‘yo te veo como una tormenta, como algo majestuoso y esos vatos que no se atreven a amar son una lloviznita, una brisita’”, contó Ariel Venadito a Gatopardo.
El primer noviazgo “serio” de Ariel la marcó. Se conocieron a través de las redes sociales. “Todo era muy bonito estando en mi casa, con mi familia, con mis papás, con mis amigos, pero cuando yo quería ese reconocimiento público, que le dijera a todos que me amaba, todo se fue a la basura. Le pesó mucho la presión social, se dejó guiar por cómo lo educaron y lo que la gente piensa”.
En la intimidad de la casa de Ariel, su exnovio se sentía con la libertad de amarla y demostrarlo. “Me atrevo a decir que estábamos muy enamorados los dos, en mi casa él era otra persona, se sentía libre conmigo”, cuenta la cantante. Sin embargo, de la puerta hacia afuera él se convertía en otra persona. Para justificar su reiterada negativa a presentarla con su familia y amigos como su novia, le dijo “van a decir que nada más le tapaba el ojo al macho”. Una frase que Ariel no ha podido desprender de su mente desde hace tres años.
Ariel decidió terminar esta relación pese al profundo dolor que esto le provocó. “Algo que compartimos las morras trans es que alguna vez nos han ocultado. Cuando al chico le cuesta aceptarte, presentarte a sus amigos y familia podemos hablar de una especie de transfobia internalizada. Nos siguen viendo como hombres debido a los estigmas de la sociedad”.
Las personas trans comparten otra experiencia colectiva: la sociedad tiene la idea de que sus identidades no son verdaderas o son menos auténticas que las del resto de la población. “Hay un subyacente en el imaginario social que es legitimado constantemente por el discurso científico, y ese subyacente es que la biología, en relación a los rasgos vinculados directamente con la reproducción, determinan nuestra forma de estar en el mundo en términos de categorías como hombre y mujer”, explica en entrevista con Gatopardo, Lu Ciccia, doctora en estudios de género con formación de grado en biotecnología y neurociencias de la UNAM.
La clandestinidad y la secrecía han acompañado a muchas relaciones humanas, aunque para la comunidad trans tiene un sentido distinto. Ariel ha logrado identificar claramente su origen. “A nosotras nos ocultan por la vergüenza que sienten ellos [hombres heterosexuales que se identifican como tales], la presión de no compartirlo públicamente porque si no se les señalará de ser homosexuales. Es diferente la ruptura y el lugar, a las mujeres cis las ocultan muchas veces por infidelidades”, apunta.
Una ruptura causada por ocultar a una pareja por ser una persona trans cobra nuevas dimensiones, les lleva a replantearse su identidad. Inmersa en el amor romántico, Ariel soñaba con “ser la princesa que le confiesa al príncipe que es trans, este le responde que no importa y la besa”, pero la separación fue como un balde de agua fría que le hizo cuestionarse: “¿Siempre será así? ¿Siempre me amarán en la clandestinidad? ¿No soy una mujer completa?”.
“La idea de identidad de género y orientación sexual implica verbos psicológicos; es decir, implica desearnos como nos vemos, como nos expresamos y desear a otres. Ese verbo, desear, no se puede traducir en ningún tipo de lenguaje biológico. Eso sería una lectura reduccionista de la complejidad de nuestros estados psicológicos”, concluye Lu Ciccia.
Con estas historias no queremos decir cuáles formas de amar son correctas y cuáles no, solo buscamos mostrar los límites de lo posible en este tiempo que nos tocó habitar, otras formas de amar, de crear vínculos, de hacer amistad. Como ya hemos visto con el poliamor, a lo largo de la historia se ha buscado construir y reconstruir las relaciones humanas desde distintas bases. La evolución de los amores es continua.
Durante siglos hemos creído que la monogamia es la única forma de relacionarnos, pero el poliamor, la diversidad sexual y las nuevas formas de comunicarnos han abierto nuevos caminos al amor.
“Tienes la capacidad de amar a más de una persona, y la relación que tienes con una persona y el amor que sientes por ella no disminuye el amor que puedes sentir hacia otra”, afirma el Breve manifiesto instructivo para la anarquía relacional, escrito por la activista Andie Nordgren. Este texto propone maneras nuevas de crear relaciones humanas, y es una apuesta para repensar conceptos como monogamia, acuerdos, confianza y los valores básicos en las relaciones.
Este manifiesto también cuestiona “la idea de que el amor es un recurso limitado que solo puede ser real si se limita a una pareja”, por eso, en la semana del 14 febrero, queremos hablar sobre otros amores y amistades que desafían los límites de lo impuesto a los afectos. Te presentamos cuatro postales que nos muestran otros horizontes para nuestros vínculos con las personas que queremos: el amor trans, el poliamor, una amistad por correspondencia y el amor a distancia.
El poliamor como revolución a la jerarquía de afectos
“Mi sueño es la experiencia de la comunión; la afinidad entre diversas personas. Una que otra resucita. Colaborar de modo oblicuo y misterioso exige una apertura y una disposición al encuentro, una estirpe, una genealogía, sacudir, incomodar, provocar escalofríos, la belleza y la fealdad del mundo”, se lee en un collage que cuelga en la pared del comedor de Cecilia y Felipe. Fue un regalo de Imanol, uno de “sus quereres”, como les gusta llamar a sus vínculos sexoafectivos, es decir, las personas con las que se relacionan tanto sexual como románticamente.
Hace tres años Cecilia y Felipe decidieron vivir juntos. Poco a poco construyeron una familia que está formada por seis perros, y en la que muchas veces incluyen a sus amistades, pero también a estos otros vínculos. Desde el inicio decidieron que no querían ser una pareja monógama. Como quien tienta el agua con el dedo del pie para medir la temperatura, fueron haciendo acuerdos para cuidarse mutuamente, pero también para cuidar a otros. “Al principio pensamos en una relación abierta, pero después reflexioné que, como amo a Feli, también amo a otras personas. Hablamos de ideas como no jerarquizar nuestros afectos, o ser una relación poliamorosa en la que podamos vivir todes juntes. Vamos tanteando en el camino y nuestra decisión es seguir experimentando”, explica Cecilia.
En su libro “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, el filósofo Frederich Engels cuenta que en el reino animal es común encontrar maneras de relacionarse que no son necesariamente la monogamia, y se aventura a proponer una explicación para nuestra especie: la familia, con mamá, papá e hijos, surgió junto con el Estado como una manera de proteger de otros lo que se considera una propiedad, estableciendo así el primer pilar del capitalismo.
“La monogamia originalmente era un acuerdo social que tenía que ver más con herencias y acumulación de bienes, y después se le dio este significado de que también era romántico. Es decir, te casas con la persona con la que amas y, para que sea amor de verdad, con este concepto, tenías que tener exclusividad romántica y exclusividad sexual. Ese constructo es muy reciente, pero es más reciente la alternativa, es decir, las no monogamias”, explica la educadora sexual y psicóloga, Alicia Delicia.
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Alicia detalla que, hasta finales del siglo XIX, el matrimonio no estaba ligado con la idea de romance, sino con la supervivencia económica, pues la mayoría de las uniones estaban arregladas por los padres de los novios. En los siguientes años hubo una acumulación de riqueza mayor en algunos sectores sociales y muchas mujeres ya no tenían que casarse por necesidad.
“No tenían que verse obligadas a querer unir bienes con otras personas, pero entonces se empieza a construir la idea de romance. Te tienes que enamorar de quien te casas, y ahí se empieza a construir esta idea de que te vas a casar con el amor de tu vida, y la construcción de este imaginario donde debes cumplir con todos los roles de cuidados del hogar”, explica la también experta en placer.
Aunque este modelo relacional puede ser una alternativa para muchas personas, la norma siempre busca que nadie se salga del límite trazado. El Manifiesto sobre anarquía relacional apunta al heterosexismo como el sistema normativo que dicta qué es y cómo deben vivir el amor verdadero las personas. “Cuando decides no seguir estas normas, muchos van a cuestionar tu persona y el valor de tus relaciones”, se lee en el documento. Alicia Delicia lo identifica como la mononorma, la imposición de tener una relación construida desde la exclusividad sexual y romántica, en la que si te sales de ese molde no se considera amor de verdad ni válido.
Cecilia ubica la mononorma en sus relaciones con su círculo familiar tradicional. Mientras que con sus amigos, familias elegidas, se sienten libres de prejuicios y de críticas, y pueden compartir el espacio con todas las personas con las que se relacionan tanto sexual como románticamente. Dentro de la familia tradicional el panorama cambia. Cecilia advierte que desde su experiencia como mujer cisgénero, se identifica con el género que le fue asignado al nacer, dentro del escenario familiar, los prejuicios hacen que se le perciba como alguien inestable, o que no se da a respetar.
Vivir la no monogamia también impacta de manera diferente a quienes se involucran en este tipo de relaciones. A lo largo de los años en el camino del poliamor, Cecilia pudo notar que, mientras aún giran muchos estigmas alrededor de las mujeres poliamorosas, para los hombres es más sencillo hablar abiertamente de esto porque no son juzgados de la misma manera. “Es un escenario complejo que tengo que enfrentar todos los días porque se me juntan otras cosas. Soy una mujer no monógama, pero también bisexual, se juntan los prejuicios y comentarios como que no es la manera correcta de amar a alguien. Es muy duro, sueño constantemente en que un día todos mis vínculos puedan estar en los ambientes familiares”, comenta Cecilia.
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Felipe, como hombre heterosexual que se identifica como tal, ha tenido una vivencia distinta. “No vivo ni de cerca la violencia y discriminación que vive Ceci. No me he encontrado en un escenario en donde me feliciten por tener muchos vínculos, pero hay una posibilidad diferenciadora que nos ha llevado a que cada uno lo gestione de una manera distinta”, concluye.
El Manifiesto sobre anarquía relacional propone personalizar los pactos que se generan con quienes te rodean. Con esta decisión se pretende liberar “de las normas que dictan que ciertos tipos de pacto son un requisito para que el amor sea real, o que pactos como educar niños y niñas o vivir juntos tienen que ser guiados por un cierto tipo de sentimientos”. Felipe explica que, tanto él como Cecilia, piensan al poliamor y las relaciones no monógamas como una extensión de las relaciones sexoafectivas, la unión con las personas con las que se relacionan tanto sexual como románticamente, y de toda la red de personas a las que cuidan.
El milagro de la amistad por correspondencia
La apuesta de la “anarquía relacional” es terminar con la idea de que el vínculo sexoafectivo ocupa el centro del amor y los cuidados, en la que se suele relegar a la amistad, que la mayoría del tiempo damos por sentado sin tomarnos un momento para pensar cómo podemos cultivarla mejor, como hacemos regularmente con las plantas de nuestra casa. “No es necesario declarar que una persona es ‘primaria’ en tu vida para que esa relación sea real”, puntualiza el manifiesto.
La doctora Ethel, quien tiene uno de los trabajos más estresantes del mundo porque hay vidas que dependen de ella, encontró en la correspondencia una forma distinta de procurar a un amigo. Ethel tiene una amiga a la que considera una hermana, con la que comparte su vida desde hace 21 años, pero nos advierte algo importante: el peso de todo lo que nos sucede en la vida no puede recaer en una sola amistad.
“Estaba en una etapa un poco convulsa de la vida, en donde estaba cambiando de posición en mi trabajo matutino, tenía que regresar a mi trabajo nocturno. Hubo fallecimientos en casa y yo me sentía sola a pesar de que tenía una muy buena amiga al lado, pero hay partes de la amistad que no todo lo cubre una sola amistad. No puedes pretender que un amigo te comprenda para todo”, cuenta Ethel. Entonces decidió entrar a un sitio web para conocer personas y ahí encontró a José, un hombre que vivía en Guadalajara y logró ganarse la confianza de la doctora. Su amistad ha crecido durante casi una década entre las palabras de los correos que se envían. Aunque conocen casi todo de la otra persona, nunca se han visto.
Cada cierto tiempo, Ethel y José intercambiaban correos electrónicos en los que hablaban sobre sus trabajos, sus amistades, los retos que atravesaban e incluso se compartían consejos. Un día José dejó de responder. Al principio parecía una ausencia normal, pues había temporadas en la que los amigos dejaban de escribirse. Sin embargo, los días se hicieron semanas y las semanas meses. Ethel se asustaba al ver las noticias sobre la violencia en Jalisco, un estado con 14 000 personas desaparecidas y el primero a nivel nacional. Imaginaba lo peor.
Ethel buscó a José en las redes sociales, llamó a su casa, a su trabajo, buscó a su familia, pero no obtuvo respuesta. La tristeza iba apoderándose de su mente al pensar que a José ya no le interesaba su amistad, pero pronto se transformó en angustia por la seguridad de su amigo. “Cada vez que pasaban noticias de la violencia en Jalisco, yo buscaba en el mapa porque pensaba que podía ser cerca de su casa”, recuerda.
Sin éxito en la búsqueda del reencuentro con su amigo, pasó alrededor de un año y seis meses. Llegó la fecha de su cumpleaños antepasado, y cuando se estaba arreglando para salir a cenar en Tepoztlán, la pantalla de su teléfono se iluminó con un mensaje. “Era mi amigo, wow, la sensación no te la puedo describir. Me volvió una parte del alma. Solamente me escribió ‘hola’ y ese ‘hola’ me hizo la noche. Fue mi mejor regalo de cumpleaños”, cuenta la doctora.
José se ausentó porque sufrió un severo accidente del que, por fin, había logrado recuperarse para escribirle a su amiga. Él trabajaba en una planta que potabiliza agua en Guadalajara y durante uno de sus turnos pisó un escalón que se rompió. José cayó más de cinco metros, lo que le ocasionó múltiples fracturas y que estuviera en coma durante varios meses. Su recuperación fue lenta, pero después de atravesar por ese duro periodo pudo reconectar con su amiga. Hasta la fecha ambos siguen sin conocerse, pero su amistad continúa cultivándose a través de las palabras.
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Pros y contras: los duelos del amor a distancia
Pamela y Dominic, ella mexicana y él alemán, al igual que Ethel y José cultivaron su relación a través de largos correos electrónicos.
Tras una oportunidad para trabajar y estudiar en Alemania por tres meses, Pamela usó una de las aplicaciones para encontrar citas desde su celular y ahí conoció a Dominic, que vivía a una hora de distancia en tren. Como no hay plazo que no se cumpla, al término de su estancia Pamela tuvo que regresar a México, aunque intentó hacer todo para quedarse.
Llegó un primer adiós entre lágrimas en un aeropuerto. Sin embargo, esta historia encontró su propio cauce y durante seis años Dominic venía y Pamela iba para poder encontrarse, a pesar de que en ese periodo se atravesó la pandemia de covid-19. “Sí había rachas en las que ‘decía ya no puedo, o sea, te quiero ver, estar contigo’. A pesar de que hablábamos todo el tiempo por WhatsApp, me mandaba detalles, yo le mandaba detalles, pero eran de seis a nueve meses que no nos veíamos”, compartió Pamela.
Una pareja separada por 9 000 kilómetros de distancia y con una diferencia horaria de siete horas tiene que esperar semanas o meses para poder hacer cosas que a otra persona le parecerían cotidianas: ir al cine, salir a cenar, ir a una boda, pasar Año Nuevo o simplemente poder tocar su mano. Esto le parecía particularmente difícil a Pamela. “La verdad es que sí tienes que sacrificar cosas. Y una de las cosas que me costó mucho trabajo fue que si me quería venir tres meses como turista a vivir con él, yo tenía que renunciar a mis chambas o pedir permiso para faltar tres meses”, relata.
Pamela nos cuenta que a pesar de la inestabilidad que le generó en México, esta experiencia la hizo resiliente, a base de pura paciencia. Hoy, después de haberse casado y vivir con Dominic en Alemania, las dificultades para ella son distintas: aún no tiene licencia de conducir, los alemanes comen al mediodía y poco a poco se ha adaptado a su nueva vida.
Aunque para Pamela fue difícil dejar a su familia y amigos en México, pronto comenzó a construir una comunidad de mujeres migrantes en Alemanía, así como a trabajar para ser independiente de su esposo. Pamela y Dominic decidieron apostar por la confianza y comunicación hasta que lograron vivir juntos.
El dolor de ser amada en secreto
“Si nos queremos como clandestinos, yo no quiero andar. Si tu corazón no me puede amar por las ideas que aprendiste en casa de mamá y papá”, proclama la compositora mexicana Ariel Venadito en su canción Los que no se olvidan, en la que habla de una experiencia colectiva para la comunidad trans: ser ocultadas y ocultados por sus parejas.
Al componer la canción, Ariel se inspiró en Vámonos de José Alfredo Jiménez y Amor Prohibido de Selena, que cuentan las vicisitudes del amor que surge entre dos personas de clases sociales distintas. La canción de Ariel también habla de un amor que quiere sentir y expresar en libertad. Su propia ruptura amorosa le sirvió para componer la letra a lado de la cantautora Vivir Quintana. “Ella me decía ‘yo te veo como una tormenta, como algo majestuoso y esos vatos que no se atreven a amar son una lloviznita, una brisita’”, contó Ariel Venadito a Gatopardo.
El primer noviazgo “serio” de Ariel la marcó. Se conocieron a través de las redes sociales. “Todo era muy bonito estando en mi casa, con mi familia, con mis papás, con mis amigos, pero cuando yo quería ese reconocimiento público, que le dijera a todos que me amaba, todo se fue a la basura. Le pesó mucho la presión social, se dejó guiar por cómo lo educaron y lo que la gente piensa”.
En la intimidad de la casa de Ariel, su exnovio se sentía con la libertad de amarla y demostrarlo. “Me atrevo a decir que estábamos muy enamorados los dos, en mi casa él era otra persona, se sentía libre conmigo”, cuenta la cantante. Sin embargo, de la puerta hacia afuera él se convertía en otra persona. Para justificar su reiterada negativa a presentarla con su familia y amigos como su novia, le dijo “van a decir que nada más le tapaba el ojo al macho”. Una frase que Ariel no ha podido desprender de su mente desde hace tres años.
Ariel decidió terminar esta relación pese al profundo dolor que esto le provocó. “Algo que compartimos las morras trans es que alguna vez nos han ocultado. Cuando al chico le cuesta aceptarte, presentarte a sus amigos y familia podemos hablar de una especie de transfobia internalizada. Nos siguen viendo como hombres debido a los estigmas de la sociedad”.
Las personas trans comparten otra experiencia colectiva: la sociedad tiene la idea de que sus identidades no son verdaderas o son menos auténticas que las del resto de la población. “Hay un subyacente en el imaginario social que es legitimado constantemente por el discurso científico, y ese subyacente es que la biología, en relación a los rasgos vinculados directamente con la reproducción, determinan nuestra forma de estar en el mundo en términos de categorías como hombre y mujer”, explica en entrevista con Gatopardo, Lu Ciccia, doctora en estudios de género con formación de grado en biotecnología y neurociencias de la UNAM.
La clandestinidad y la secrecía han acompañado a muchas relaciones humanas, aunque para la comunidad trans tiene un sentido distinto. Ariel ha logrado identificar claramente su origen. “A nosotras nos ocultan por la vergüenza que sienten ellos [hombres heterosexuales que se identifican como tales], la presión de no compartirlo públicamente porque si no se les señalará de ser homosexuales. Es diferente la ruptura y el lugar, a las mujeres cis las ocultan muchas veces por infidelidades”, apunta.
Una ruptura causada por ocultar a una pareja por ser una persona trans cobra nuevas dimensiones, les lleva a replantearse su identidad. Inmersa en el amor romántico, Ariel soñaba con “ser la princesa que le confiesa al príncipe que es trans, este le responde que no importa y la besa”, pero la separación fue como un balde de agua fría que le hizo cuestionarse: “¿Siempre será así? ¿Siempre me amarán en la clandestinidad? ¿No soy una mujer completa?”.
“La idea de identidad de género y orientación sexual implica verbos psicológicos; es decir, implica desearnos como nos vemos, como nos expresamos y desear a otres. Ese verbo, desear, no se puede traducir en ningún tipo de lenguaje biológico. Eso sería una lectura reduccionista de la complejidad de nuestros estados psicológicos”, concluye Lu Ciccia.
Con estas historias no queremos decir cuáles formas de amar son correctas y cuáles no, solo buscamos mostrar los límites de lo posible en este tiempo que nos tocó habitar, otras formas de amar, de crear vínculos, de hacer amistad. Como ya hemos visto con el poliamor, a lo largo de la historia se ha buscado construir y reconstruir las relaciones humanas desde distintas bases. La evolución de los amores es continua.
Durante siglos hemos creído que la monogamia es la única forma de relacionarnos, pero el poliamor, la diversidad sexual y las nuevas formas de comunicarnos han abierto nuevos caminos al amor.
“Tienes la capacidad de amar a más de una persona, y la relación que tienes con una persona y el amor que sientes por ella no disminuye el amor que puedes sentir hacia otra”, afirma el Breve manifiesto instructivo para la anarquía relacional, escrito por la activista Andie Nordgren. Este texto propone maneras nuevas de crear relaciones humanas, y es una apuesta para repensar conceptos como monogamia, acuerdos, confianza y los valores básicos en las relaciones.
Este manifiesto también cuestiona “la idea de que el amor es un recurso limitado que solo puede ser real si se limita a una pareja”, por eso, en la semana del 14 febrero, queremos hablar sobre otros amores y amistades que desafían los límites de lo impuesto a los afectos. Te presentamos cuatro postales que nos muestran otros horizontes para nuestros vínculos con las personas que queremos: el amor trans, el poliamor, una amistad por correspondencia y el amor a distancia.
El poliamor como revolución a la jerarquía de afectos
“Mi sueño es la experiencia de la comunión; la afinidad entre diversas personas. Una que otra resucita. Colaborar de modo oblicuo y misterioso exige una apertura y una disposición al encuentro, una estirpe, una genealogía, sacudir, incomodar, provocar escalofríos, la belleza y la fealdad del mundo”, se lee en un collage que cuelga en la pared del comedor de Cecilia y Felipe. Fue un regalo de Imanol, uno de “sus quereres”, como les gusta llamar a sus vínculos sexoafectivos, es decir, las personas con las que se relacionan tanto sexual como románticamente.
Hace tres años Cecilia y Felipe decidieron vivir juntos. Poco a poco construyeron una familia que está formada por seis perros, y en la que muchas veces incluyen a sus amistades, pero también a estos otros vínculos. Desde el inicio decidieron que no querían ser una pareja monógama. Como quien tienta el agua con el dedo del pie para medir la temperatura, fueron haciendo acuerdos para cuidarse mutuamente, pero también para cuidar a otros. “Al principio pensamos en una relación abierta, pero después reflexioné que, como amo a Feli, también amo a otras personas. Hablamos de ideas como no jerarquizar nuestros afectos, o ser una relación poliamorosa en la que podamos vivir todes juntes. Vamos tanteando en el camino y nuestra decisión es seguir experimentando”, explica Cecilia.
En su libro “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, el filósofo Frederich Engels cuenta que en el reino animal es común encontrar maneras de relacionarse que no son necesariamente la monogamia, y se aventura a proponer una explicación para nuestra especie: la familia, con mamá, papá e hijos, surgió junto con el Estado como una manera de proteger de otros lo que se considera una propiedad, estableciendo así el primer pilar del capitalismo.
“La monogamia originalmente era un acuerdo social que tenía que ver más con herencias y acumulación de bienes, y después se le dio este significado de que también era romántico. Es decir, te casas con la persona con la que amas y, para que sea amor de verdad, con este concepto, tenías que tener exclusividad romántica y exclusividad sexual. Ese constructo es muy reciente, pero es más reciente la alternativa, es decir, las no monogamias”, explica la educadora sexual y psicóloga, Alicia Delicia.
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Alicia detalla que, hasta finales del siglo XIX, el matrimonio no estaba ligado con la idea de romance, sino con la supervivencia económica, pues la mayoría de las uniones estaban arregladas por los padres de los novios. En los siguientes años hubo una acumulación de riqueza mayor en algunos sectores sociales y muchas mujeres ya no tenían que casarse por necesidad.
“No tenían que verse obligadas a querer unir bienes con otras personas, pero entonces se empieza a construir la idea de romance. Te tienes que enamorar de quien te casas, y ahí se empieza a construir esta idea de que te vas a casar con el amor de tu vida, y la construcción de este imaginario donde debes cumplir con todos los roles de cuidados del hogar”, explica la también experta en placer.
Aunque este modelo relacional puede ser una alternativa para muchas personas, la norma siempre busca que nadie se salga del límite trazado. El Manifiesto sobre anarquía relacional apunta al heterosexismo como el sistema normativo que dicta qué es y cómo deben vivir el amor verdadero las personas. “Cuando decides no seguir estas normas, muchos van a cuestionar tu persona y el valor de tus relaciones”, se lee en el documento. Alicia Delicia lo identifica como la mononorma, la imposición de tener una relación construida desde la exclusividad sexual y romántica, en la que si te sales de ese molde no se considera amor de verdad ni válido.
Cecilia ubica la mononorma en sus relaciones con su círculo familiar tradicional. Mientras que con sus amigos, familias elegidas, se sienten libres de prejuicios y de críticas, y pueden compartir el espacio con todas las personas con las que se relacionan tanto sexual como románticamente. Dentro de la familia tradicional el panorama cambia. Cecilia advierte que desde su experiencia como mujer cisgénero, se identifica con el género que le fue asignado al nacer, dentro del escenario familiar, los prejuicios hacen que se le perciba como alguien inestable, o que no se da a respetar.
Vivir la no monogamia también impacta de manera diferente a quienes se involucran en este tipo de relaciones. A lo largo de los años en el camino del poliamor, Cecilia pudo notar que, mientras aún giran muchos estigmas alrededor de las mujeres poliamorosas, para los hombres es más sencillo hablar abiertamente de esto porque no son juzgados de la misma manera. “Es un escenario complejo que tengo que enfrentar todos los días porque se me juntan otras cosas. Soy una mujer no monógama, pero también bisexual, se juntan los prejuicios y comentarios como que no es la manera correcta de amar a alguien. Es muy duro, sueño constantemente en que un día todos mis vínculos puedan estar en los ambientes familiares”, comenta Cecilia.
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Felipe, como hombre heterosexual que se identifica como tal, ha tenido una vivencia distinta. “No vivo ni de cerca la violencia y discriminación que vive Ceci. No me he encontrado en un escenario en donde me feliciten por tener muchos vínculos, pero hay una posibilidad diferenciadora que nos ha llevado a que cada uno lo gestione de una manera distinta”, concluye.
El Manifiesto sobre anarquía relacional propone personalizar los pactos que se generan con quienes te rodean. Con esta decisión se pretende liberar “de las normas que dictan que ciertos tipos de pacto son un requisito para que el amor sea real, o que pactos como educar niños y niñas o vivir juntos tienen que ser guiados por un cierto tipo de sentimientos”. Felipe explica que, tanto él como Cecilia, piensan al poliamor y las relaciones no monógamas como una extensión de las relaciones sexoafectivas, la unión con las personas con las que se relacionan tanto sexual como románticamente, y de toda la red de personas a las que cuidan.
El milagro de la amistad por correspondencia
La apuesta de la “anarquía relacional” es terminar con la idea de que el vínculo sexoafectivo ocupa el centro del amor y los cuidados, en la que se suele relegar a la amistad, que la mayoría del tiempo damos por sentado sin tomarnos un momento para pensar cómo podemos cultivarla mejor, como hacemos regularmente con las plantas de nuestra casa. “No es necesario declarar que una persona es ‘primaria’ en tu vida para que esa relación sea real”, puntualiza el manifiesto.
La doctora Ethel, quien tiene uno de los trabajos más estresantes del mundo porque hay vidas que dependen de ella, encontró en la correspondencia una forma distinta de procurar a un amigo. Ethel tiene una amiga a la que considera una hermana, con la que comparte su vida desde hace 21 años, pero nos advierte algo importante: el peso de todo lo que nos sucede en la vida no puede recaer en una sola amistad.
“Estaba en una etapa un poco convulsa de la vida, en donde estaba cambiando de posición en mi trabajo matutino, tenía que regresar a mi trabajo nocturno. Hubo fallecimientos en casa y yo me sentía sola a pesar de que tenía una muy buena amiga al lado, pero hay partes de la amistad que no todo lo cubre una sola amistad. No puedes pretender que un amigo te comprenda para todo”, cuenta Ethel. Entonces decidió entrar a un sitio web para conocer personas y ahí encontró a José, un hombre que vivía en Guadalajara y logró ganarse la confianza de la doctora. Su amistad ha crecido durante casi una década entre las palabras de los correos que se envían. Aunque conocen casi todo de la otra persona, nunca se han visto.
Cada cierto tiempo, Ethel y José intercambiaban correos electrónicos en los que hablaban sobre sus trabajos, sus amistades, los retos que atravesaban e incluso se compartían consejos. Un día José dejó de responder. Al principio parecía una ausencia normal, pues había temporadas en la que los amigos dejaban de escribirse. Sin embargo, los días se hicieron semanas y las semanas meses. Ethel se asustaba al ver las noticias sobre la violencia en Jalisco, un estado con 14 000 personas desaparecidas y el primero a nivel nacional. Imaginaba lo peor.
Ethel buscó a José en las redes sociales, llamó a su casa, a su trabajo, buscó a su familia, pero no obtuvo respuesta. La tristeza iba apoderándose de su mente al pensar que a José ya no le interesaba su amistad, pero pronto se transformó en angustia por la seguridad de su amigo. “Cada vez que pasaban noticias de la violencia en Jalisco, yo buscaba en el mapa porque pensaba que podía ser cerca de su casa”, recuerda.
Sin éxito en la búsqueda del reencuentro con su amigo, pasó alrededor de un año y seis meses. Llegó la fecha de su cumpleaños antepasado, y cuando se estaba arreglando para salir a cenar en Tepoztlán, la pantalla de su teléfono se iluminó con un mensaje. “Era mi amigo, wow, la sensación no te la puedo describir. Me volvió una parte del alma. Solamente me escribió ‘hola’ y ese ‘hola’ me hizo la noche. Fue mi mejor regalo de cumpleaños”, cuenta la doctora.
José se ausentó porque sufrió un severo accidente del que, por fin, había logrado recuperarse para escribirle a su amiga. Él trabajaba en una planta que potabiliza agua en Guadalajara y durante uno de sus turnos pisó un escalón que se rompió. José cayó más de cinco metros, lo que le ocasionó múltiples fracturas y que estuviera en coma durante varios meses. Su recuperación fue lenta, pero después de atravesar por ese duro periodo pudo reconectar con su amiga. Hasta la fecha ambos siguen sin conocerse, pero su amistad continúa cultivándose a través de las palabras.
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Pros y contras: los duelos del amor a distancia
Pamela y Dominic, ella mexicana y él alemán, al igual que Ethel y José cultivaron su relación a través de largos correos electrónicos.
Tras una oportunidad para trabajar y estudiar en Alemania por tres meses, Pamela usó una de las aplicaciones para encontrar citas desde su celular y ahí conoció a Dominic, que vivía a una hora de distancia en tren. Como no hay plazo que no se cumpla, al término de su estancia Pamela tuvo que regresar a México, aunque intentó hacer todo para quedarse.
Llegó un primer adiós entre lágrimas en un aeropuerto. Sin embargo, esta historia encontró su propio cauce y durante seis años Dominic venía y Pamela iba para poder encontrarse, a pesar de que en ese periodo se atravesó la pandemia de covid-19. “Sí había rachas en las que ‘decía ya no puedo, o sea, te quiero ver, estar contigo’. A pesar de que hablábamos todo el tiempo por WhatsApp, me mandaba detalles, yo le mandaba detalles, pero eran de seis a nueve meses que no nos veíamos”, compartió Pamela.
Una pareja separada por 9 000 kilómetros de distancia y con una diferencia horaria de siete horas tiene que esperar semanas o meses para poder hacer cosas que a otra persona le parecerían cotidianas: ir al cine, salir a cenar, ir a una boda, pasar Año Nuevo o simplemente poder tocar su mano. Esto le parecía particularmente difícil a Pamela. “La verdad es que sí tienes que sacrificar cosas. Y una de las cosas que me costó mucho trabajo fue que si me quería venir tres meses como turista a vivir con él, yo tenía que renunciar a mis chambas o pedir permiso para faltar tres meses”, relata.
Pamela nos cuenta que a pesar de la inestabilidad que le generó en México, esta experiencia la hizo resiliente, a base de pura paciencia. Hoy, después de haberse casado y vivir con Dominic en Alemania, las dificultades para ella son distintas: aún no tiene licencia de conducir, los alemanes comen al mediodía y poco a poco se ha adaptado a su nueva vida.
Aunque para Pamela fue difícil dejar a su familia y amigos en México, pronto comenzó a construir una comunidad de mujeres migrantes en Alemanía, así como a trabajar para ser independiente de su esposo. Pamela y Dominic decidieron apostar por la confianza y comunicación hasta que lograron vivir juntos.
El dolor de ser amada en secreto
“Si nos queremos como clandestinos, yo no quiero andar. Si tu corazón no me puede amar por las ideas que aprendiste en casa de mamá y papá”, proclama la compositora mexicana Ariel Venadito en su canción Los que no se olvidan, en la que habla de una experiencia colectiva para la comunidad trans: ser ocultadas y ocultados por sus parejas.
Al componer la canción, Ariel se inspiró en Vámonos de José Alfredo Jiménez y Amor Prohibido de Selena, que cuentan las vicisitudes del amor que surge entre dos personas de clases sociales distintas. La canción de Ariel también habla de un amor que quiere sentir y expresar en libertad. Su propia ruptura amorosa le sirvió para componer la letra a lado de la cantautora Vivir Quintana. “Ella me decía ‘yo te veo como una tormenta, como algo majestuoso y esos vatos que no se atreven a amar son una lloviznita, una brisita’”, contó Ariel Venadito a Gatopardo.
El primer noviazgo “serio” de Ariel la marcó. Se conocieron a través de las redes sociales. “Todo era muy bonito estando en mi casa, con mi familia, con mis papás, con mis amigos, pero cuando yo quería ese reconocimiento público, que le dijera a todos que me amaba, todo se fue a la basura. Le pesó mucho la presión social, se dejó guiar por cómo lo educaron y lo que la gente piensa”.
En la intimidad de la casa de Ariel, su exnovio se sentía con la libertad de amarla y demostrarlo. “Me atrevo a decir que estábamos muy enamorados los dos, en mi casa él era otra persona, se sentía libre conmigo”, cuenta la cantante. Sin embargo, de la puerta hacia afuera él se convertía en otra persona. Para justificar su reiterada negativa a presentarla con su familia y amigos como su novia, le dijo “van a decir que nada más le tapaba el ojo al macho”. Una frase que Ariel no ha podido desprender de su mente desde hace tres años.
Ariel decidió terminar esta relación pese al profundo dolor que esto le provocó. “Algo que compartimos las morras trans es que alguna vez nos han ocultado. Cuando al chico le cuesta aceptarte, presentarte a sus amigos y familia podemos hablar de una especie de transfobia internalizada. Nos siguen viendo como hombres debido a los estigmas de la sociedad”.
Las personas trans comparten otra experiencia colectiva: la sociedad tiene la idea de que sus identidades no son verdaderas o son menos auténticas que las del resto de la población. “Hay un subyacente en el imaginario social que es legitimado constantemente por el discurso científico, y ese subyacente es que la biología, en relación a los rasgos vinculados directamente con la reproducción, determinan nuestra forma de estar en el mundo en términos de categorías como hombre y mujer”, explica en entrevista con Gatopardo, Lu Ciccia, doctora en estudios de género con formación de grado en biotecnología y neurociencias de la UNAM.
La clandestinidad y la secrecía han acompañado a muchas relaciones humanas, aunque para la comunidad trans tiene un sentido distinto. Ariel ha logrado identificar claramente su origen. “A nosotras nos ocultan por la vergüenza que sienten ellos [hombres heterosexuales que se identifican como tales], la presión de no compartirlo públicamente porque si no se les señalará de ser homosexuales. Es diferente la ruptura y el lugar, a las mujeres cis las ocultan muchas veces por infidelidades”, apunta.
Una ruptura causada por ocultar a una pareja por ser una persona trans cobra nuevas dimensiones, les lleva a replantearse su identidad. Inmersa en el amor romántico, Ariel soñaba con “ser la princesa que le confiesa al príncipe que es trans, este le responde que no importa y la besa”, pero la separación fue como un balde de agua fría que le hizo cuestionarse: “¿Siempre será así? ¿Siempre me amarán en la clandestinidad? ¿No soy una mujer completa?”.
“La idea de identidad de género y orientación sexual implica verbos psicológicos; es decir, implica desearnos como nos vemos, como nos expresamos y desear a otres. Ese verbo, desear, no se puede traducir en ningún tipo de lenguaje biológico. Eso sería una lectura reduccionista de la complejidad de nuestros estados psicológicos”, concluye Lu Ciccia.
Con estas historias no queremos decir cuáles formas de amar son correctas y cuáles no, solo buscamos mostrar los límites de lo posible en este tiempo que nos tocó habitar, otras formas de amar, de crear vínculos, de hacer amistad. Como ya hemos visto con el poliamor, a lo largo de la historia se ha buscado construir y reconstruir las relaciones humanas desde distintas bases. La evolución de los amores es continua.
Durante siglos hemos creído que la monogamia es la única forma de relacionarnos, pero el poliamor, la diversidad sexual y las nuevas formas de comunicarnos han abierto nuevos caminos al amor.
“Tienes la capacidad de amar a más de una persona, y la relación que tienes con una persona y el amor que sientes por ella no disminuye el amor que puedes sentir hacia otra”, afirma el Breve manifiesto instructivo para la anarquía relacional, escrito por la activista Andie Nordgren. Este texto propone maneras nuevas de crear relaciones humanas, y es una apuesta para repensar conceptos como monogamia, acuerdos, confianza y los valores básicos en las relaciones.
Este manifiesto también cuestiona “la idea de que el amor es un recurso limitado que solo puede ser real si se limita a una pareja”, por eso, en la semana del 14 febrero, queremos hablar sobre otros amores y amistades que desafían los límites de lo impuesto a los afectos. Te presentamos cuatro postales que nos muestran otros horizontes para nuestros vínculos con las personas que queremos: el amor trans, el poliamor, una amistad por correspondencia y el amor a distancia.
El poliamor como revolución a la jerarquía de afectos
“Mi sueño es la experiencia de la comunión; la afinidad entre diversas personas. Una que otra resucita. Colaborar de modo oblicuo y misterioso exige una apertura y una disposición al encuentro, una estirpe, una genealogía, sacudir, incomodar, provocar escalofríos, la belleza y la fealdad del mundo”, se lee en un collage que cuelga en la pared del comedor de Cecilia y Felipe. Fue un regalo de Imanol, uno de “sus quereres”, como les gusta llamar a sus vínculos sexoafectivos, es decir, las personas con las que se relacionan tanto sexual como románticamente.
Hace tres años Cecilia y Felipe decidieron vivir juntos. Poco a poco construyeron una familia que está formada por seis perros, y en la que muchas veces incluyen a sus amistades, pero también a estos otros vínculos. Desde el inicio decidieron que no querían ser una pareja monógama. Como quien tienta el agua con el dedo del pie para medir la temperatura, fueron haciendo acuerdos para cuidarse mutuamente, pero también para cuidar a otros. “Al principio pensamos en una relación abierta, pero después reflexioné que, como amo a Feli, también amo a otras personas. Hablamos de ideas como no jerarquizar nuestros afectos, o ser una relación poliamorosa en la que podamos vivir todes juntes. Vamos tanteando en el camino y nuestra decisión es seguir experimentando”, explica Cecilia.
En su libro “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, el filósofo Frederich Engels cuenta que en el reino animal es común encontrar maneras de relacionarse que no son necesariamente la monogamia, y se aventura a proponer una explicación para nuestra especie: la familia, con mamá, papá e hijos, surgió junto con el Estado como una manera de proteger de otros lo que se considera una propiedad, estableciendo así el primer pilar del capitalismo.
“La monogamia originalmente era un acuerdo social que tenía que ver más con herencias y acumulación de bienes, y después se le dio este significado de que también era romántico. Es decir, te casas con la persona con la que amas y, para que sea amor de verdad, con este concepto, tenías que tener exclusividad romántica y exclusividad sexual. Ese constructo es muy reciente, pero es más reciente la alternativa, es decir, las no monogamias”, explica la educadora sexual y psicóloga, Alicia Delicia.
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Alicia detalla que, hasta finales del siglo XIX, el matrimonio no estaba ligado con la idea de romance, sino con la supervivencia económica, pues la mayoría de las uniones estaban arregladas por los padres de los novios. En los siguientes años hubo una acumulación de riqueza mayor en algunos sectores sociales y muchas mujeres ya no tenían que casarse por necesidad.
“No tenían que verse obligadas a querer unir bienes con otras personas, pero entonces se empieza a construir la idea de romance. Te tienes que enamorar de quien te casas, y ahí se empieza a construir esta idea de que te vas a casar con el amor de tu vida, y la construcción de este imaginario donde debes cumplir con todos los roles de cuidados del hogar”, explica la también experta en placer.
Aunque este modelo relacional puede ser una alternativa para muchas personas, la norma siempre busca que nadie se salga del límite trazado. El Manifiesto sobre anarquía relacional apunta al heterosexismo como el sistema normativo que dicta qué es y cómo deben vivir el amor verdadero las personas. “Cuando decides no seguir estas normas, muchos van a cuestionar tu persona y el valor de tus relaciones”, se lee en el documento. Alicia Delicia lo identifica como la mononorma, la imposición de tener una relación construida desde la exclusividad sexual y romántica, en la que si te sales de ese molde no se considera amor de verdad ni válido.
Cecilia ubica la mononorma en sus relaciones con su círculo familiar tradicional. Mientras que con sus amigos, familias elegidas, se sienten libres de prejuicios y de críticas, y pueden compartir el espacio con todas las personas con las que se relacionan tanto sexual como románticamente. Dentro de la familia tradicional el panorama cambia. Cecilia advierte que desde su experiencia como mujer cisgénero, se identifica con el género que le fue asignado al nacer, dentro del escenario familiar, los prejuicios hacen que se le perciba como alguien inestable, o que no se da a respetar.
Vivir la no monogamia también impacta de manera diferente a quienes se involucran en este tipo de relaciones. A lo largo de los años en el camino del poliamor, Cecilia pudo notar que, mientras aún giran muchos estigmas alrededor de las mujeres poliamorosas, para los hombres es más sencillo hablar abiertamente de esto porque no son juzgados de la misma manera. “Es un escenario complejo que tengo que enfrentar todos los días porque se me juntan otras cosas. Soy una mujer no monógama, pero también bisexual, se juntan los prejuicios y comentarios como que no es la manera correcta de amar a alguien. Es muy duro, sueño constantemente en que un día todos mis vínculos puedan estar en los ambientes familiares”, comenta Cecilia.
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Felipe, como hombre heterosexual que se identifica como tal, ha tenido una vivencia distinta. “No vivo ni de cerca la violencia y discriminación que vive Ceci. No me he encontrado en un escenario en donde me feliciten por tener muchos vínculos, pero hay una posibilidad diferenciadora que nos ha llevado a que cada uno lo gestione de una manera distinta”, concluye.
El Manifiesto sobre anarquía relacional propone personalizar los pactos que se generan con quienes te rodean. Con esta decisión se pretende liberar “de las normas que dictan que ciertos tipos de pacto son un requisito para que el amor sea real, o que pactos como educar niños y niñas o vivir juntos tienen que ser guiados por un cierto tipo de sentimientos”. Felipe explica que, tanto él como Cecilia, piensan al poliamor y las relaciones no monógamas como una extensión de las relaciones sexoafectivas, la unión con las personas con las que se relacionan tanto sexual como románticamente, y de toda la red de personas a las que cuidan.
El milagro de la amistad por correspondencia
La apuesta de la “anarquía relacional” es terminar con la idea de que el vínculo sexoafectivo ocupa el centro del amor y los cuidados, en la que se suele relegar a la amistad, que la mayoría del tiempo damos por sentado sin tomarnos un momento para pensar cómo podemos cultivarla mejor, como hacemos regularmente con las plantas de nuestra casa. “No es necesario declarar que una persona es ‘primaria’ en tu vida para que esa relación sea real”, puntualiza el manifiesto.
La doctora Ethel, quien tiene uno de los trabajos más estresantes del mundo porque hay vidas que dependen de ella, encontró en la correspondencia una forma distinta de procurar a un amigo. Ethel tiene una amiga a la que considera una hermana, con la que comparte su vida desde hace 21 años, pero nos advierte algo importante: el peso de todo lo que nos sucede en la vida no puede recaer en una sola amistad.
“Estaba en una etapa un poco convulsa de la vida, en donde estaba cambiando de posición en mi trabajo matutino, tenía que regresar a mi trabajo nocturno. Hubo fallecimientos en casa y yo me sentía sola a pesar de que tenía una muy buena amiga al lado, pero hay partes de la amistad que no todo lo cubre una sola amistad. No puedes pretender que un amigo te comprenda para todo”, cuenta Ethel. Entonces decidió entrar a un sitio web para conocer personas y ahí encontró a José, un hombre que vivía en Guadalajara y logró ganarse la confianza de la doctora. Su amistad ha crecido durante casi una década entre las palabras de los correos que se envían. Aunque conocen casi todo de la otra persona, nunca se han visto.
Cada cierto tiempo, Ethel y José intercambiaban correos electrónicos en los que hablaban sobre sus trabajos, sus amistades, los retos que atravesaban e incluso se compartían consejos. Un día José dejó de responder. Al principio parecía una ausencia normal, pues había temporadas en la que los amigos dejaban de escribirse. Sin embargo, los días se hicieron semanas y las semanas meses. Ethel se asustaba al ver las noticias sobre la violencia en Jalisco, un estado con 14 000 personas desaparecidas y el primero a nivel nacional. Imaginaba lo peor.
Ethel buscó a José en las redes sociales, llamó a su casa, a su trabajo, buscó a su familia, pero no obtuvo respuesta. La tristeza iba apoderándose de su mente al pensar que a José ya no le interesaba su amistad, pero pronto se transformó en angustia por la seguridad de su amigo. “Cada vez que pasaban noticias de la violencia en Jalisco, yo buscaba en el mapa porque pensaba que podía ser cerca de su casa”, recuerda.
Sin éxito en la búsqueda del reencuentro con su amigo, pasó alrededor de un año y seis meses. Llegó la fecha de su cumpleaños antepasado, y cuando se estaba arreglando para salir a cenar en Tepoztlán, la pantalla de su teléfono se iluminó con un mensaje. “Era mi amigo, wow, la sensación no te la puedo describir. Me volvió una parte del alma. Solamente me escribió ‘hola’ y ese ‘hola’ me hizo la noche. Fue mi mejor regalo de cumpleaños”, cuenta la doctora.
José se ausentó porque sufrió un severo accidente del que, por fin, había logrado recuperarse para escribirle a su amiga. Él trabajaba en una planta que potabiliza agua en Guadalajara y durante uno de sus turnos pisó un escalón que se rompió. José cayó más de cinco metros, lo que le ocasionó múltiples fracturas y que estuviera en coma durante varios meses. Su recuperación fue lenta, pero después de atravesar por ese duro periodo pudo reconectar con su amiga. Hasta la fecha ambos siguen sin conocerse, pero su amistad continúa cultivándose a través de las palabras.
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Pros y contras: los duelos del amor a distancia
Pamela y Dominic, ella mexicana y él alemán, al igual que Ethel y José cultivaron su relación a través de largos correos electrónicos.
Tras una oportunidad para trabajar y estudiar en Alemania por tres meses, Pamela usó una de las aplicaciones para encontrar citas desde su celular y ahí conoció a Dominic, que vivía a una hora de distancia en tren. Como no hay plazo que no se cumpla, al término de su estancia Pamela tuvo que regresar a México, aunque intentó hacer todo para quedarse.
Llegó un primer adiós entre lágrimas en un aeropuerto. Sin embargo, esta historia encontró su propio cauce y durante seis años Dominic venía y Pamela iba para poder encontrarse, a pesar de que en ese periodo se atravesó la pandemia de covid-19. “Sí había rachas en las que ‘decía ya no puedo, o sea, te quiero ver, estar contigo’. A pesar de que hablábamos todo el tiempo por WhatsApp, me mandaba detalles, yo le mandaba detalles, pero eran de seis a nueve meses que no nos veíamos”, compartió Pamela.
Una pareja separada por 9 000 kilómetros de distancia y con una diferencia horaria de siete horas tiene que esperar semanas o meses para poder hacer cosas que a otra persona le parecerían cotidianas: ir al cine, salir a cenar, ir a una boda, pasar Año Nuevo o simplemente poder tocar su mano. Esto le parecía particularmente difícil a Pamela. “La verdad es que sí tienes que sacrificar cosas. Y una de las cosas que me costó mucho trabajo fue que si me quería venir tres meses como turista a vivir con él, yo tenía que renunciar a mis chambas o pedir permiso para faltar tres meses”, relata.
Pamela nos cuenta que a pesar de la inestabilidad que le generó en México, esta experiencia la hizo resiliente, a base de pura paciencia. Hoy, después de haberse casado y vivir con Dominic en Alemania, las dificultades para ella son distintas: aún no tiene licencia de conducir, los alemanes comen al mediodía y poco a poco se ha adaptado a su nueva vida.
Aunque para Pamela fue difícil dejar a su familia y amigos en México, pronto comenzó a construir una comunidad de mujeres migrantes en Alemanía, así como a trabajar para ser independiente de su esposo. Pamela y Dominic decidieron apostar por la confianza y comunicación hasta que lograron vivir juntos.
El dolor de ser amada en secreto
“Si nos queremos como clandestinos, yo no quiero andar. Si tu corazón no me puede amar por las ideas que aprendiste en casa de mamá y papá”, proclama la compositora mexicana Ariel Venadito en su canción Los que no se olvidan, en la que habla de una experiencia colectiva para la comunidad trans: ser ocultadas y ocultados por sus parejas.
Al componer la canción, Ariel se inspiró en Vámonos de José Alfredo Jiménez y Amor Prohibido de Selena, que cuentan las vicisitudes del amor que surge entre dos personas de clases sociales distintas. La canción de Ariel también habla de un amor que quiere sentir y expresar en libertad. Su propia ruptura amorosa le sirvió para componer la letra a lado de la cantautora Vivir Quintana. “Ella me decía ‘yo te veo como una tormenta, como algo majestuoso y esos vatos que no se atreven a amar son una lloviznita, una brisita’”, contó Ariel Venadito a Gatopardo.
El primer noviazgo “serio” de Ariel la marcó. Se conocieron a través de las redes sociales. “Todo era muy bonito estando en mi casa, con mi familia, con mis papás, con mis amigos, pero cuando yo quería ese reconocimiento público, que le dijera a todos que me amaba, todo se fue a la basura. Le pesó mucho la presión social, se dejó guiar por cómo lo educaron y lo que la gente piensa”.
En la intimidad de la casa de Ariel, su exnovio se sentía con la libertad de amarla y demostrarlo. “Me atrevo a decir que estábamos muy enamorados los dos, en mi casa él era otra persona, se sentía libre conmigo”, cuenta la cantante. Sin embargo, de la puerta hacia afuera él se convertía en otra persona. Para justificar su reiterada negativa a presentarla con su familia y amigos como su novia, le dijo “van a decir que nada más le tapaba el ojo al macho”. Una frase que Ariel no ha podido desprender de su mente desde hace tres años.
Ariel decidió terminar esta relación pese al profundo dolor que esto le provocó. “Algo que compartimos las morras trans es que alguna vez nos han ocultado. Cuando al chico le cuesta aceptarte, presentarte a sus amigos y familia podemos hablar de una especie de transfobia internalizada. Nos siguen viendo como hombres debido a los estigmas de la sociedad”.
Las personas trans comparten otra experiencia colectiva: la sociedad tiene la idea de que sus identidades no son verdaderas o son menos auténticas que las del resto de la población. “Hay un subyacente en el imaginario social que es legitimado constantemente por el discurso científico, y ese subyacente es que la biología, en relación a los rasgos vinculados directamente con la reproducción, determinan nuestra forma de estar en el mundo en términos de categorías como hombre y mujer”, explica en entrevista con Gatopardo, Lu Ciccia, doctora en estudios de género con formación de grado en biotecnología y neurociencias de la UNAM.
La clandestinidad y la secrecía han acompañado a muchas relaciones humanas, aunque para la comunidad trans tiene un sentido distinto. Ariel ha logrado identificar claramente su origen. “A nosotras nos ocultan por la vergüenza que sienten ellos [hombres heterosexuales que se identifican como tales], la presión de no compartirlo públicamente porque si no se les señalará de ser homosexuales. Es diferente la ruptura y el lugar, a las mujeres cis las ocultan muchas veces por infidelidades”, apunta.
Una ruptura causada por ocultar a una pareja por ser una persona trans cobra nuevas dimensiones, les lleva a replantearse su identidad. Inmersa en el amor romántico, Ariel soñaba con “ser la princesa que le confiesa al príncipe que es trans, este le responde que no importa y la besa”, pero la separación fue como un balde de agua fría que le hizo cuestionarse: “¿Siempre será así? ¿Siempre me amarán en la clandestinidad? ¿No soy una mujer completa?”.
“La idea de identidad de género y orientación sexual implica verbos psicológicos; es decir, implica desearnos como nos vemos, como nos expresamos y desear a otres. Ese verbo, desear, no se puede traducir en ningún tipo de lenguaje biológico. Eso sería una lectura reduccionista de la complejidad de nuestros estados psicológicos”, concluye Lu Ciccia.
Con estas historias no queremos decir cuáles formas de amar son correctas y cuáles no, solo buscamos mostrar los límites de lo posible en este tiempo que nos tocó habitar, otras formas de amar, de crear vínculos, de hacer amistad. Como ya hemos visto con el poliamor, a lo largo de la historia se ha buscado construir y reconstruir las relaciones humanas desde distintas bases. La evolución de los amores es continua.
Durante siglos hemos creído que la monogamia es la única forma de relacionarnos, pero el poliamor, la diversidad sexual y las nuevas formas de comunicarnos han abierto nuevos caminos al amor.
“Tienes la capacidad de amar a más de una persona, y la relación que tienes con una persona y el amor que sientes por ella no disminuye el amor que puedes sentir hacia otra”, afirma el Breve manifiesto instructivo para la anarquía relacional, escrito por la activista Andie Nordgren. Este texto propone maneras nuevas de crear relaciones humanas, y es una apuesta para repensar conceptos como monogamia, acuerdos, confianza y los valores básicos en las relaciones.
Este manifiesto también cuestiona “la idea de que el amor es un recurso limitado que solo puede ser real si se limita a una pareja”, por eso, en la semana del 14 febrero, queremos hablar sobre otros amores y amistades que desafían los límites de lo impuesto a los afectos. Te presentamos cuatro postales que nos muestran otros horizontes para nuestros vínculos con las personas que queremos: el amor trans, el poliamor, una amistad por correspondencia y el amor a distancia.
El poliamor como revolución a la jerarquía de afectos
“Mi sueño es la experiencia de la comunión; la afinidad entre diversas personas. Una que otra resucita. Colaborar de modo oblicuo y misterioso exige una apertura y una disposición al encuentro, una estirpe, una genealogía, sacudir, incomodar, provocar escalofríos, la belleza y la fealdad del mundo”, se lee en un collage que cuelga en la pared del comedor de Cecilia y Felipe. Fue un regalo de Imanol, uno de “sus quereres”, como les gusta llamar a sus vínculos sexoafectivos, es decir, las personas con las que se relacionan tanto sexual como románticamente.
Hace tres años Cecilia y Felipe decidieron vivir juntos. Poco a poco construyeron una familia que está formada por seis perros, y en la que muchas veces incluyen a sus amistades, pero también a estos otros vínculos. Desde el inicio decidieron que no querían ser una pareja monógama. Como quien tienta el agua con el dedo del pie para medir la temperatura, fueron haciendo acuerdos para cuidarse mutuamente, pero también para cuidar a otros. “Al principio pensamos en una relación abierta, pero después reflexioné que, como amo a Feli, también amo a otras personas. Hablamos de ideas como no jerarquizar nuestros afectos, o ser una relación poliamorosa en la que podamos vivir todes juntes. Vamos tanteando en el camino y nuestra decisión es seguir experimentando”, explica Cecilia.
En su libro “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, el filósofo Frederich Engels cuenta que en el reino animal es común encontrar maneras de relacionarse que no son necesariamente la monogamia, y se aventura a proponer una explicación para nuestra especie: la familia, con mamá, papá e hijos, surgió junto con el Estado como una manera de proteger de otros lo que se considera una propiedad, estableciendo así el primer pilar del capitalismo.
“La monogamia originalmente era un acuerdo social que tenía que ver más con herencias y acumulación de bienes, y después se le dio este significado de que también era romántico. Es decir, te casas con la persona con la que amas y, para que sea amor de verdad, con este concepto, tenías que tener exclusividad romántica y exclusividad sexual. Ese constructo es muy reciente, pero es más reciente la alternativa, es decir, las no monogamias”, explica la educadora sexual y psicóloga, Alicia Delicia.
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Alicia detalla que, hasta finales del siglo XIX, el matrimonio no estaba ligado con la idea de romance, sino con la supervivencia económica, pues la mayoría de las uniones estaban arregladas por los padres de los novios. En los siguientes años hubo una acumulación de riqueza mayor en algunos sectores sociales y muchas mujeres ya no tenían que casarse por necesidad.
“No tenían que verse obligadas a querer unir bienes con otras personas, pero entonces se empieza a construir la idea de romance. Te tienes que enamorar de quien te casas, y ahí se empieza a construir esta idea de que te vas a casar con el amor de tu vida, y la construcción de este imaginario donde debes cumplir con todos los roles de cuidados del hogar”, explica la también experta en placer.
Aunque este modelo relacional puede ser una alternativa para muchas personas, la norma siempre busca que nadie se salga del límite trazado. El Manifiesto sobre anarquía relacional apunta al heterosexismo como el sistema normativo que dicta qué es y cómo deben vivir el amor verdadero las personas. “Cuando decides no seguir estas normas, muchos van a cuestionar tu persona y el valor de tus relaciones”, se lee en el documento. Alicia Delicia lo identifica como la mononorma, la imposición de tener una relación construida desde la exclusividad sexual y romántica, en la que si te sales de ese molde no se considera amor de verdad ni válido.
Cecilia ubica la mononorma en sus relaciones con su círculo familiar tradicional. Mientras que con sus amigos, familias elegidas, se sienten libres de prejuicios y de críticas, y pueden compartir el espacio con todas las personas con las que se relacionan tanto sexual como románticamente. Dentro de la familia tradicional el panorama cambia. Cecilia advierte que desde su experiencia como mujer cisgénero, se identifica con el género que le fue asignado al nacer, dentro del escenario familiar, los prejuicios hacen que se le perciba como alguien inestable, o que no se da a respetar.
Vivir la no monogamia también impacta de manera diferente a quienes se involucran en este tipo de relaciones. A lo largo de los años en el camino del poliamor, Cecilia pudo notar que, mientras aún giran muchos estigmas alrededor de las mujeres poliamorosas, para los hombres es más sencillo hablar abiertamente de esto porque no son juzgados de la misma manera. “Es un escenario complejo que tengo que enfrentar todos los días porque se me juntan otras cosas. Soy una mujer no monógama, pero también bisexual, se juntan los prejuicios y comentarios como que no es la manera correcta de amar a alguien. Es muy duro, sueño constantemente en que un día todos mis vínculos puedan estar en los ambientes familiares”, comenta Cecilia.
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Felipe, como hombre heterosexual que se identifica como tal, ha tenido una vivencia distinta. “No vivo ni de cerca la violencia y discriminación que vive Ceci. No me he encontrado en un escenario en donde me feliciten por tener muchos vínculos, pero hay una posibilidad diferenciadora que nos ha llevado a que cada uno lo gestione de una manera distinta”, concluye.
El Manifiesto sobre anarquía relacional propone personalizar los pactos que se generan con quienes te rodean. Con esta decisión se pretende liberar “de las normas que dictan que ciertos tipos de pacto son un requisito para que el amor sea real, o que pactos como educar niños y niñas o vivir juntos tienen que ser guiados por un cierto tipo de sentimientos”. Felipe explica que, tanto él como Cecilia, piensan al poliamor y las relaciones no monógamas como una extensión de las relaciones sexoafectivas, la unión con las personas con las que se relacionan tanto sexual como románticamente, y de toda la red de personas a las que cuidan.
El milagro de la amistad por correspondencia
La apuesta de la “anarquía relacional” es terminar con la idea de que el vínculo sexoafectivo ocupa el centro del amor y los cuidados, en la que se suele relegar a la amistad, que la mayoría del tiempo damos por sentado sin tomarnos un momento para pensar cómo podemos cultivarla mejor, como hacemos regularmente con las plantas de nuestra casa. “No es necesario declarar que una persona es ‘primaria’ en tu vida para que esa relación sea real”, puntualiza el manifiesto.
La doctora Ethel, quien tiene uno de los trabajos más estresantes del mundo porque hay vidas que dependen de ella, encontró en la correspondencia una forma distinta de procurar a un amigo. Ethel tiene una amiga a la que considera una hermana, con la que comparte su vida desde hace 21 años, pero nos advierte algo importante: el peso de todo lo que nos sucede en la vida no puede recaer en una sola amistad.
“Estaba en una etapa un poco convulsa de la vida, en donde estaba cambiando de posición en mi trabajo matutino, tenía que regresar a mi trabajo nocturno. Hubo fallecimientos en casa y yo me sentía sola a pesar de que tenía una muy buena amiga al lado, pero hay partes de la amistad que no todo lo cubre una sola amistad. No puedes pretender que un amigo te comprenda para todo”, cuenta Ethel. Entonces decidió entrar a un sitio web para conocer personas y ahí encontró a José, un hombre que vivía en Guadalajara y logró ganarse la confianza de la doctora. Su amistad ha crecido durante casi una década entre las palabras de los correos que se envían. Aunque conocen casi todo de la otra persona, nunca se han visto.
Cada cierto tiempo, Ethel y José intercambiaban correos electrónicos en los que hablaban sobre sus trabajos, sus amistades, los retos que atravesaban e incluso se compartían consejos. Un día José dejó de responder. Al principio parecía una ausencia normal, pues había temporadas en la que los amigos dejaban de escribirse. Sin embargo, los días se hicieron semanas y las semanas meses. Ethel se asustaba al ver las noticias sobre la violencia en Jalisco, un estado con 14 000 personas desaparecidas y el primero a nivel nacional. Imaginaba lo peor.
Ethel buscó a José en las redes sociales, llamó a su casa, a su trabajo, buscó a su familia, pero no obtuvo respuesta. La tristeza iba apoderándose de su mente al pensar que a José ya no le interesaba su amistad, pero pronto se transformó en angustia por la seguridad de su amigo. “Cada vez que pasaban noticias de la violencia en Jalisco, yo buscaba en el mapa porque pensaba que podía ser cerca de su casa”, recuerda.
Sin éxito en la búsqueda del reencuentro con su amigo, pasó alrededor de un año y seis meses. Llegó la fecha de su cumpleaños antepasado, y cuando se estaba arreglando para salir a cenar en Tepoztlán, la pantalla de su teléfono se iluminó con un mensaje. “Era mi amigo, wow, la sensación no te la puedo describir. Me volvió una parte del alma. Solamente me escribió ‘hola’ y ese ‘hola’ me hizo la noche. Fue mi mejor regalo de cumpleaños”, cuenta la doctora.
José se ausentó porque sufrió un severo accidente del que, por fin, había logrado recuperarse para escribirle a su amiga. Él trabajaba en una planta que potabiliza agua en Guadalajara y durante uno de sus turnos pisó un escalón que se rompió. José cayó más de cinco metros, lo que le ocasionó múltiples fracturas y que estuviera en coma durante varios meses. Su recuperación fue lenta, pero después de atravesar por ese duro periodo pudo reconectar con su amiga. Hasta la fecha ambos siguen sin conocerse, pero su amistad continúa cultivándose a través de las palabras.
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Pros y contras: los duelos del amor a distancia
Pamela y Dominic, ella mexicana y él alemán, al igual que Ethel y José cultivaron su relación a través de largos correos electrónicos.
Tras una oportunidad para trabajar y estudiar en Alemania por tres meses, Pamela usó una de las aplicaciones para encontrar citas desde su celular y ahí conoció a Dominic, que vivía a una hora de distancia en tren. Como no hay plazo que no se cumpla, al término de su estancia Pamela tuvo que regresar a México, aunque intentó hacer todo para quedarse.
Llegó un primer adiós entre lágrimas en un aeropuerto. Sin embargo, esta historia encontró su propio cauce y durante seis años Dominic venía y Pamela iba para poder encontrarse, a pesar de que en ese periodo se atravesó la pandemia de covid-19. “Sí había rachas en las que ‘decía ya no puedo, o sea, te quiero ver, estar contigo’. A pesar de que hablábamos todo el tiempo por WhatsApp, me mandaba detalles, yo le mandaba detalles, pero eran de seis a nueve meses que no nos veíamos”, compartió Pamela.
Una pareja separada por 9 000 kilómetros de distancia y con una diferencia horaria de siete horas tiene que esperar semanas o meses para poder hacer cosas que a otra persona le parecerían cotidianas: ir al cine, salir a cenar, ir a una boda, pasar Año Nuevo o simplemente poder tocar su mano. Esto le parecía particularmente difícil a Pamela. “La verdad es que sí tienes que sacrificar cosas. Y una de las cosas que me costó mucho trabajo fue que si me quería venir tres meses como turista a vivir con él, yo tenía que renunciar a mis chambas o pedir permiso para faltar tres meses”, relata.
Pamela nos cuenta que a pesar de la inestabilidad que le generó en México, esta experiencia la hizo resiliente, a base de pura paciencia. Hoy, después de haberse casado y vivir con Dominic en Alemania, las dificultades para ella son distintas: aún no tiene licencia de conducir, los alemanes comen al mediodía y poco a poco se ha adaptado a su nueva vida.
Aunque para Pamela fue difícil dejar a su familia y amigos en México, pronto comenzó a construir una comunidad de mujeres migrantes en Alemanía, así como a trabajar para ser independiente de su esposo. Pamela y Dominic decidieron apostar por la confianza y comunicación hasta que lograron vivir juntos.
El dolor de ser amada en secreto
“Si nos queremos como clandestinos, yo no quiero andar. Si tu corazón no me puede amar por las ideas que aprendiste en casa de mamá y papá”, proclama la compositora mexicana Ariel Venadito en su canción Los que no se olvidan, en la que habla de una experiencia colectiva para la comunidad trans: ser ocultadas y ocultados por sus parejas.
Al componer la canción, Ariel se inspiró en Vámonos de José Alfredo Jiménez y Amor Prohibido de Selena, que cuentan las vicisitudes del amor que surge entre dos personas de clases sociales distintas. La canción de Ariel también habla de un amor que quiere sentir y expresar en libertad. Su propia ruptura amorosa le sirvió para componer la letra a lado de la cantautora Vivir Quintana. “Ella me decía ‘yo te veo como una tormenta, como algo majestuoso y esos vatos que no se atreven a amar son una lloviznita, una brisita’”, contó Ariel Venadito a Gatopardo.
El primer noviazgo “serio” de Ariel la marcó. Se conocieron a través de las redes sociales. “Todo era muy bonito estando en mi casa, con mi familia, con mis papás, con mis amigos, pero cuando yo quería ese reconocimiento público, que le dijera a todos que me amaba, todo se fue a la basura. Le pesó mucho la presión social, se dejó guiar por cómo lo educaron y lo que la gente piensa”.
En la intimidad de la casa de Ariel, su exnovio se sentía con la libertad de amarla y demostrarlo. “Me atrevo a decir que estábamos muy enamorados los dos, en mi casa él era otra persona, se sentía libre conmigo”, cuenta la cantante. Sin embargo, de la puerta hacia afuera él se convertía en otra persona. Para justificar su reiterada negativa a presentarla con su familia y amigos como su novia, le dijo “van a decir que nada más le tapaba el ojo al macho”. Una frase que Ariel no ha podido desprender de su mente desde hace tres años.
Ariel decidió terminar esta relación pese al profundo dolor que esto le provocó. “Algo que compartimos las morras trans es que alguna vez nos han ocultado. Cuando al chico le cuesta aceptarte, presentarte a sus amigos y familia podemos hablar de una especie de transfobia internalizada. Nos siguen viendo como hombres debido a los estigmas de la sociedad”.
Las personas trans comparten otra experiencia colectiva: la sociedad tiene la idea de que sus identidades no son verdaderas o son menos auténticas que las del resto de la población. “Hay un subyacente en el imaginario social que es legitimado constantemente por el discurso científico, y ese subyacente es que la biología, en relación a los rasgos vinculados directamente con la reproducción, determinan nuestra forma de estar en el mundo en términos de categorías como hombre y mujer”, explica en entrevista con Gatopardo, Lu Ciccia, doctora en estudios de género con formación de grado en biotecnología y neurociencias de la UNAM.
La clandestinidad y la secrecía han acompañado a muchas relaciones humanas, aunque para la comunidad trans tiene un sentido distinto. Ariel ha logrado identificar claramente su origen. “A nosotras nos ocultan por la vergüenza que sienten ellos [hombres heterosexuales que se identifican como tales], la presión de no compartirlo públicamente porque si no se les señalará de ser homosexuales. Es diferente la ruptura y el lugar, a las mujeres cis las ocultan muchas veces por infidelidades”, apunta.
Una ruptura causada por ocultar a una pareja por ser una persona trans cobra nuevas dimensiones, les lleva a replantearse su identidad. Inmersa en el amor romántico, Ariel soñaba con “ser la princesa que le confiesa al príncipe que es trans, este le responde que no importa y la besa”, pero la separación fue como un balde de agua fría que le hizo cuestionarse: “¿Siempre será así? ¿Siempre me amarán en la clandestinidad? ¿No soy una mujer completa?”.
“La idea de identidad de género y orientación sexual implica verbos psicológicos; es decir, implica desearnos como nos vemos, como nos expresamos y desear a otres. Ese verbo, desear, no se puede traducir en ningún tipo de lenguaje biológico. Eso sería una lectura reduccionista de la complejidad de nuestros estados psicológicos”, concluye Lu Ciccia.
Con estas historias no queremos decir cuáles formas de amar son correctas y cuáles no, solo buscamos mostrar los límites de lo posible en este tiempo que nos tocó habitar, otras formas de amar, de crear vínculos, de hacer amistad. Como ya hemos visto con el poliamor, a lo largo de la historia se ha buscado construir y reconstruir las relaciones humanas desde distintas bases. La evolución de los amores es continua.
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