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En este país el virus encontró una víctima especialmente vulnerable. En Venezuela escasean desde hace tiempo la gasolina, la luz, el agua, los servicios de salud y la información confiable. Sin embargo, Maduro asegura que lo tiene todo bajo control.
“Llámame en una hora que acaban de poner el agua y estoy en plena corredera”, dice la nota de voz de mamá. En el edificio donde ella vive con papá, en el montañoso municipio El Hatillo en Caracas, hay agua durante las 24 horas sólo dos días a la semana, los otros cinco, el servicio llega a los departamentos solo tres veces al día: una hora en la mañana, una al mediodía y otra en la noche. Estas tres veces pueden convertirse en dos si es que la capacidad del tanque del edificio no aguanta la demanda de los vecinos, que al igual que mi mamá, tratan de almacenar la mayor cantidad posible en cada oportunidad, “porque uno nunca sabe cuando deja de entrar agua de afuera”. Desde hace algunos unos años, para los caraqueños el racionamiento de agua es algo normal.
Una hora después, según lo acordado, llamé a mamá. Luego de quejarse un rato por el fastidio que le genera sentirse todo el tiempo condicionada por ese esclavizante ciclo del agua al que se encuentra sometida, me dice preocupada, “imagínate que la recomendación mundial para prevenir el coronavirus es lavarse las manos y aquí no hay agua”. Luego arranca su relato sobre cómo están viviendo ella y papá el estado de emergencia generado por la llegada del temible Covid-19 a Venezuela. “Acá la gente bromea diciendo, 'con el coronavirus el mundo se enteró de cómo se vive en Venezuela desde hace años: con inseguridad, escasez, crisis sanitaria, una economía destruida y encerrados en la casa”.
Era Semana Santa, siete días que en Venezuela, tierra de fervorosa devoción católica y debilidad por la playa, producen un éxodo de la población de las grandes ciudades hacia las costas del país. Pero este año no son las vacaciones lo que hace que las calles de Caracas estén desiertas, sino la estricta cuarentena nacional decretada por el presidente Nicolás Maduro el pasado 17 de marzo, un anuncio que colocó a Venezuela como uno de los primeros países de la región en imponer medidas firmes para evitar la propagación del virus.
Mamá me cuenta que por su zona es rarísimo ver a alguien caminando por la calle, pero que a pesar de las limitaciones para movilizarse en la ciudad, el otro día se asomó por la ventana y vio pasar la procesión del Nazareno. “Pero las iglesias están cerradas. A la gente le da miedo salir y reunirse. Además, como dicen, los problemas no vienen solos, ahora resulta que hay una escasez de gasolina bárbara. Si lo hicieron a propósito como una medida para que la gente no salga es una excelente idea, pero la verdad es que la están racionando porque no hay gasolina en el país”.
La llegada del Covid-19 a Venezuela coincidió con un momento en el que, a pesar de ser de las mayores reservas de crudo del mundo, efectivamente, hay un profundo desabastecimiento de combustible. Esto se debe en gran parte a las sanciones estadounidenses impuestas al gobierno venezolano, que le dificultan conseguir proveedores dispuestos a entregar gasolina. La otra razón son los bajos ingresos que el país tiene en la actualidad, situación que impide al Estado pagar por ese combustible. Sin más opción, el gobierno se ha visto obligado a decretar un estricto plan de racionamiento.
Sin embargo, el abastecimiento de combustible ya tiene tiempo haciéndose cada vez más común en la tierra de Bolívar, aunque hasta ahora Caracas había permanecido relativamente ajena a la situación. Hoy en la capital del país, las pocas gasolineras abiertas en la ciudad son controladas por militares y policías que resguardan las larguísimas filas de autos que buscan llenar sus tanques. Esta misión, en el mejor de los casos puede llevar horas, pero lo más probable es que termine en fracaso.
Un hombre utiliza una patineta para transportar un balde de agua durante la cuarentena nacional en Caracas, Venezuela. 23 de marzo de 2020. Fotografía de Manaure Quintero / Reuters.
“Cuando empezó la cuarentena teníamos el tanque full. En estas tres semanas se ha gastado medio tanque entre las pocas veces que hemos salido a comprar comida”, cuenta mamá tratando de mantener controlada su personalidad nerviosa. Me dice que le están dando prioridad a los profesionales de la salud en el abasto gasolina, así como a los agentes de seguridad y trabajadores del sector alimenticio.
“Según el gobierno no hay gasolina porque el bloqueo económico de Estados Unidos no ha permitido comprar la materia prima para producirla”, interrumpe papá. La voz de mi viejo muestra al mismo tiempo obstinación y decepción. Ni en sus peores pensamientos imaginó que a sus 75 años Venezuela pudiese estar viviendo la peor crisis de su historia.
“La verdad es que el gobierno no tiene la posibilidad de reparar las refinerías y producir gasolina”. Venezuela cuenta con cinco de los más grandes complejos del mundo para refinar petróleo: Amuay, Punta Cardón, Bajo Grande, Guaraguao y El Palito. Todas están paradas. “Sin gasolina va a haber más escasez de comida, artículos de primera necesidad y medicinas de la que ya hay. Además los servicios de agua y electricidad no andan bien en ninguna parte del país. Yo no sé cómo el gobierno va a enfrentar el coronavirus, si aquí se sale de control esa epidemia va a haber muchos muertos, porque no hay con qué ayudar a la gente”, remata con frustración.
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Esa misma tarde, en vivo y directo en la televisión, la vicepresidenta Delcy Rodríguez apareció usando una mascarilla para hablar de la estrategia de gobierno ante la crisis. Tras sus primeros 30 segundos al aire comenzó a toser. La funcionaria se esforzó para seguir adelante, pero como si estuviese programado, 30 segundos después volvió a toser varias veces hasta que se tuvo que disculpar, “Perdón pero tengo una alergia muy fuerte”. Ya era muy tarde. La situación generó cualquier cantidad de comentarios y especulaciones en las redes sociales y no tardó en convertirse en uno más de los populares memes de los ghaneses bailando con el ataúd.
“Acá la gente bromea diciendo, 'con el coronavirus el mundo se enteró de cómo se vive en Venezuela desde hace años: con inseguridad, escasez, crisis sanitaria, una economía destruida y encerrados en la casa”.
Nicolás Maduro, sin mascarilla, tuvo que hacerse cargo de la transmisión mientras tomaba un café con jengibre junto a su esposa Cilia Flores. Luego de recomendar la bebida ampliamente al pueblo venezolano, el presidente viró el tema de su mensaje hacía Jesucristo y los valores de la Revolución. “Dios nos mandó para salvarnos a un revolucionario. Los socialistas del siglo XXI decimos que el nuestro es un socialismo cristiano”, apuntó. Luego compartió con la audiencia un fragmento de la aproximación histórica a la figura de Jesús, que dijo estar leyendo, y la recomendó a los espectadores.
Una vez superado el ataque de tos de la vicepresidenta, Maduro le devolvió la palabra, y ella confirmó la detección de un nuevo caso de coronavirus en Venezuela, elevando así a 166 los casos positivos y 7 defunciones, una de las cifras más bajas entre los países de la región.
Según la vicepresidenta esto es el reflejo de las medidas extraordinarias tomadas por el gobierno, que han logrado aplanar la curva de contagios. Sobre la escasez de gasolina, ni Maduro, ni Delcy dijeron una palabra. Así la semana santa.
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“Soy muy escéptico con la información y las cifras que da el gobierno porque no corresponde con lo que vivimos a diario en los hospitales”, aclara un doctor al que por temas de confidencialidad llamaremos Arturo Guzmán. “Tengo que reconocer que estoy de acuerdo con las medidas que han tomado hasta ahora para enfrentar esta epidemia, pues creo que la única salvación para Venezuela es la prevención, ya que no tenemos la capacidad de respuesta para atender esta situación de otra forma”.
Arturo es especialista en cuidados intensivos pediátricos y como muchos médicos venezolanos, divide su actividad profesional entre una clínica privada y el sistema de salud público, así que conoce bien la realidad del sector en el país. “Venezuela nunca tuvo un sistema de salud pública eficiente, pero el deterioro se ha acentuado mucho en los últimos 10 o 12 años en cuanto a disponibilidad de camillas, déficit de materiales, servicios básicos y el número de cirugías para enfermedades de tratamiento quirúrgico. Las clínicas privadas no han sido ajenas a todo esto. Con la macabra devaluación, la cobertura de las aseguradoras ha quedado en nada y cubrir el costo de cualquier atención médica se ha vuelto muy difícil. Además han reaparecido enfermedades que estaban controladas como el sarampión, la malaria o el paludismo. Si no se pueden atender las emergencias cotidianas, imagínate una pandemia de estas características”, me explica de forma casi didáctica.
Desde hace casi 15 años el doctor Guzmán trabaja en el hospital Cardiológico Infantil Latinoamericano Gilberto Rodríguez Ochoa, un centro ubicado en el oeste de Caracas. En materia hospitalaria es la joya de la corona chavista, pero tampoco ha escapado a la crisis que desde hace años afecta al sector.
“Lo que ha pasado en el Cardiológico es un reflejo de lo que sucede en todos los hospitales del país. Ahí hay equipos de hemodinamia que no funcionan y se redujeron las camas en cuidados intensivos de 30 a 8. Pero el no haya camas de cuidados intensivos ya es una cotidianidad en el país y las peregrinaciones de pacientes entre hospitales buscando un cupo para cuidados intensivos se normalizaron. Por otra parte, el tema de la diáspora en el sector médico ha sido muy marcado. Cuando yo entré al hospital éramos 13 especialistas de cuidados intensivos y ahora quedamos tres. De seis cirujanos cardiovasculares que había, sólo queda uno. Todos los demás se fueron del país”.
Al momento de escribir este artículo, el gobierno había centralizado la realización de las pruebas de diagnóstico rápido en hospitales centinelas, mientras que a la mayoría de los pacientes diagnosticados con Covid-19 en Venezuela se les estaba dando tratamiento ambulatorio, al desarrollar formas moderadas de la enfermedad. Por otro lado, la mayor parte de los que han necesitado cuidados intensivos, han sido remitidos a hospitales privados.
Un hombre espera su turno para tomar una prueba rápida de la enfermedad por coronavirus (COVID-19) en un centro médico en Caracas, Venezuela, 15 de abril de 2020. Fotografía de Manaure Quintero / Reuters.
“El número de casos confirmados en Venezuela es bastante bajo, lo cual genera suspicacia. O se está haciendo bien la prevención a nivel poblacional o no se están haciendo las pruebas diagnósticas suficientes”, dice el doctor Guzmán con escepticismo y luego remata, “el gobierno asegura que está preparado para enfrentar esta emergencia, pero la verdad es que con la progresión de un problema sanitario tan grave del país, es imposible que haya una respuesta eficiente ante algo tan nuevo, rápido y agudo. ¡Ojo! Aunque no confío en las estadísticas que dan, tampoco creo que estemos en una situación de catástrofe que estén ocultando”, aclara.
Guzmán cree que la respuesta de la gente ante la cuarentena ha sido favorable y que se debe, en gran parte, a la conciencia generalizada que hay sobre el déficit en el sistema de salud. Sin embargo, piensa que esta no es la única razón para explicar la obediencia de la población.
“La otra verdad es que la falta de gasolina ha favorecido que haya poca gente en la calle”, dice. Al día siguiente planeaba volver a intentar comprar gasolina, pues la última vez que trató de abastecerse, y a pesar de contar con salvoconducto de personal médico, pasó cuatro horas y media en la cola. “Las filas para las estaciones de servicio son increíbles, a pesar de que se supone que son para sectores priorizados. Tengo colegas que han tardado hasta seis horas. Cada quien tiene su propia experiencia y depende mucho de los guardias y policías que estén controlando la cola cuando vayas”.
Esa madrugada Arturo salió de su casa a las 3:45 am, tratando de ser previsivo, pero de nada sirvió. En la estación de servicio se encontró con una cola de varios kilómetros, exclusiva para profesionales de la salud en la que ya habían repartido 200 números para poder llenar el tanque. Había llegado tarde, pero decidió quedarse a intentarlo de todas formas. Después de una larga espera, junto a otros que esperaban como él, negoció con las autoridades y logró que repartieran 50 números más. A él le tocó el 47.
Así, después de nueve horas y media, el doctor Guzmán logró ponerle a su tanque 40 litros de gasolina. Pagó por ellos los 20.000 bolívares que consideró un precio justo. Es difícil de entender, pero en Venezuela el precio oficial del litro de gasolina es tan bajo que no hay divisas oficiales para pagar cubrir los ínfimos valores que marcan las máquinas dispensadoras, así que cada quien paga lo que considera justo: dinero en efectivo, chocolates, cigarrillos, chiclets, cualquier cosa sirve para llenar el tanque.
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Después de escuchar la actualización de cifras de casos de Covid-19 confirmados por la vicepresidenta Delcy Rodríguez, Maduro, tratando de transmitir tranquilidad, dijo que a su parecer Venezuela ha logrado contener la pandemia y ordenó hospitalizar todos los casos para evitar contagios intrafamiliares. Aseguró que el país se encuentra preparado para atender la emergencia, al tener 23.500 camas hospitalarias disponibles.
Luego repasó las cifras de casos de coronavirus en la región, comparándolas con las de Venezuela, que son mucho más bajas y que según él, son la razón por la que más de 2 mil venezolanos han vuelto a la República Bolivariana en los últimos días. Afirmó que se espera el regreso de unos 15 mil más, que llegarán huyendo del “fascismo, la xenofobia y el racismo” de países como Perú, Ecuador y Colombia. “Están volviendo a la patria que los recibe y donde tenemos contenido el coronavirus”, afirmó solemne.
"La única salvación para Venezuela es la prevención, ya que no tenemos la capacidad de respuesta para atender esta situación de otra forma”.
El presidente dijo también que a las personas que regresan al país se les recibe con controles sanitarios muy estrictos para frenar el contagio proveniente del exterior y se les somete a una cuarentena con alimentación, alojamiento y atención médica gratuitas. Como una medida más, Maduro ordenó toque de queda en San Antonio y Ureña, ciudades del andino estado de Táchira, donde se encuentran dos de los principales pasos fronterizos del país hacia Colombia y que por el decreto permanecerán cerrados de 4 de la tarde a 10 de la mañana. “No vaya a ser que se nos venga el coronavirus desde Colombia”.
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“¡Hola tía! ¿Cómo estás?”, le escribo por WhatsApp a mi tía Elina, sin obtener respuesta hasta tres horas después. “Bien pero sin teléfono, luz, ni gasolina. Hoy no podemos hablar, trata mañana como al mediodía. Besos mi amor. Te quiero”.
La sensación que me queda es la de haber recibido el mensaje de un astronauta en el espacio o de un científico en la Antártida. Pero no, mi tía está en Cordero, un pueblito en las afueras de San Cristóbal, es capital del estado Táchira, la ciudad más importante de los Andes venezolanos.
Al día siguiente, el Viernes Santo, después de varios intentos frustrados por tratar de comunicarme, mi tía atiende la llamada. “¡Qué porquería de comunicación! Mijo, hábleme despacio y duro que escucho muy bajito y lejos”, me dice alzando la voz como si así fuese a escucharme mejor. Le pregunto si siempre es así de complicado comunicarse con ella y me explica. “Los servicios aquí están pésimos. La luz nos la quitan todos los días hasta por seis horas continuas, y ahora está mejor, porque hasta hace poco nos la quitaban hasta por 12 horas. Entonces resulta que cuando la luz se va, el teléfono fijo queda 3 o 4 días sin funcionar, mientras que el Internet viene cuando le da la gana. Ahora está además el tema de la gasolina. Imagínate para tu tío y para mí que estamos viejos y enfermos, lo que es estar sin gasolina, sin luz, y sin comunicación”.
Desde hace varios años, el Táchira es una de las regiones más golpeadas por la aguda crisis del país, con serios problemas en los servicios básicos, una escasez de gasolina crónica y desabastecimiento de alimentos y productos básicos. Muchos tachirenses, al igual que mis tíos, atribuyen esta situación al radical espíritu opositor que el estado ha mostrado frente al gobierno chavista.
Mis tíos tienen actualmente cerca de 80 años. Solían ser los más acomodados de la familia, gracias al éxito de la empacadora y distribuidora de azúcar de mi tío, cuyos jugosos ingresos les permitían llevar una vida más que placentera, en la que cada año se iban de vacaciones a exóticos destinos alrededor del mundo y cambiaban de coche cada vez que podían.
Hoy su realidad es muy diferente. Al igual que cientos de empresas del sector alimentario venezolano, la empacadora se fundió hace años como consecuencia de la crisis del país. Los únicos ingresos que mis tíos tienen actualmente son los 500.000 bolívares que entre los dos reciben del Estado como pensiones de vejez, una suma que al cambio del día no supera los cuatro dólares. Adicional a eso, varias de mis primas que viven en el exterior les mandan cada mes unos 60 dólares con los que se las arreglan para resolver lo que se pueda. Además, ambos tienen problemas de salud: mi tío padece serios problemas respiratorios como consecuencia de una vida entera de tabaquismo y a mi tía le diagnosticaron el año pasado un cáncer de mama que a la llegada del Covid-19 a Venezuela se estaba tratando.
Trabajadores de la salud cubanos y venezolanos entrevistan a una mujer durante una ronda de inspección en el barrio marginal de Lidice en Caracas, Venezuela. 9 de abril de 2020. Fotografía de Manaure Quintero / Reuters.
“Me tuve que dejar de tomar las pastillas unos días porque no se conseguían”, me cuenta preocupada. “Con el problema de que cerraron la frontera, por esa gente que está regresando desde otros países latinoamericanos por el coronavirus, se ha complicado mucho la situación acá en el Táchira. Para nosotros cruzar a Colombia es muy importante, porque allá no tienen los problemas de abastecimiento de alimentos y medicinas que hay acá. Comprar en Venezuela es carísimo”.
“Acá los únicos que pueden soportar lo que pasa diariamente son los que están en buena posición económica”, cuenta mi tía sobre la vida en Táchira en tiempos de cuarentena. “Hay un alza de precios muy fuerte, sobre todo de comida. El bolívar ya no tiene ningún valor y acá todo se maneja o en dólares o en pesos colombianos. Además, no hay gasolina para nadie. La estación de servicio de acá del pueblo tiene casi un mes que no abre. Yo no pude ir a mi última consulta médica porque tenemos el tanque vacío, el transporte público está muy escaso porque tampoco tienen gasolina, y los taxis están carísimos”.
Los ínfimos precios del combustible en Venezuela han dado pie a un feroz contrabando hacia Colombia que, como efecto dominó, ha generado desabasto en las zonas fronterizas del país y un incipiente mercado negro al que los habitantes de estas regiones acuden para llenar sus tanques. “Lo del contrabando es un negocio millonario, es bestial, aquí tiene años sin haber gasolina, pero los camiones cargados con combustibles pasan rumbo Colombia. Se supone que la gasolina la controlan los militares, pero hay civiles que la consiguen no sé cómo para revenderla. Hace poco me ofrecieron 20 litros por 50 dólares y ahora un muchacho que no conozco me ofreció 20 litros por 110.000 pesos colombianos (unos 28 dólares). Me parece que está barata y me va a tocar comprarla porque no se consigue en ningún lado”.
La comunicación falla de nuevo. La llamada se corta y es improbable que logre comunicarme otra vez.
Resignado, le mandé una audio a mi tía preguntándole qué piensa sobre los anuncios hechos por el gobierno hasta ahora sobre la epidemia, al que responde con un tono de resignación. “Mi amor este gobierno es especialista en decir mentiras. Ellos nunca han respondido a nuestros problemas. Sería muy inocente creerles que estamos preparados para enfrentar un problema como el del coronavirus, cuando ni siquiera podemos atender cosas elementales como el acceso a los medicamentos. Según ellos, Venezuela es la Isla de la fantasía”.
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En cadena nacional, Nicolás Maduro anunció que esa semana llegaría al país ayuda humanitaria proveniente de la ONU, la Unicef y Rusia para atender la emergencia sanitaria. Una razón más, dijo, para que los venezolanos se sientan seguros y tranquilos con el manejo que su gobierno está haciendo de esta contingencia.
“Acá los únicos que pueden soportar lo que pasa diariamente son los que están en buena posición económica”.
Delcy Rodríguez elogió las rápidas decisiones tomadas por el presidente para hacer frente a la epidemia y Maduro le devolvió la cortesía elogiando su reporte actualizado de los datos en torno al Covid-19. Resaltó la importancia de mantener muy bien informada a la población venezolana de forma científica y veraz, y para cerrar el tema profetizó,“Anótenlo, se va a saber la verdad de quién creó esta enfermedad y cómo la sembraron”.
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Tinedo Guía está convencido de que la suya es la profesión más hermosa del mundo. Para él, el periodismo salva vidas al mantener a la gente informada. Ha llegado a esa conclusión a lo largo de sus 50 años de carrera. Durante mucho tiempo fue el conductor que transmitió a los venezolanos las últimas noticias de la actualidad nacional e internacional a través de El Observador, el legendario noticiero de Radio Caracas Televisión, canal al que el gobierno de Hugo Chávez decidió no renovarle la concesión a pesar de ser el más antiguo del país al momento de su cese de operaciones en el año 2007. Ese hecho lo motivó a postularse como Presidente del Colegio Nacional de Periodistas, un cargo que ocupa desde el año 2013, cuando se propuso luchar gremialmente por tres conceptos que garantiza la constitución: la libertad de expresión, la libertad de pensamiento y el derecho a la información.
“El venezolano no está bien informado. La gente duda de la información que da el gobierno porque los voceros no son creíbles. Cuando no hay credibilidad, surgen el rumor y las noticias falsas”, me explica Tinedo. “A eso súmale que Venezuela tiene la velocidad de internet más lenta de América Latina, lo que complica muchísimo las comunicaciones. Hace unos días el Ministro de Educación, Aristóbulo Istúriz, anunció que el año escolar se va a terminar vía Internet, pero con ese ancho de banda tan bajo y tan escaso, va a ser imposible la educación a distancia”.
Ser periodista en Venezuela no es fácil. Durante el gobierno de Maduro, el desempeño de la labor periodística ha visto cómo la censura, los ataques, las intimidaciones y las dificultades técnicas han limitado cada vez más el acceso y la generación de información. El ejemplo más reciente de esto es el periodista Darvinson Rojas, quien fue detenido en su casa la noche del 21 de marzo por funcionarios de la Fuerza de Acciones Especiales (FAES) de la Policía Nacional Bolivariana (PNB), una detención que según el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa estuvo relacionada con las publicaciones hechas por el periodista en relación a la epidemia del COVID-19 en Venezuela. Rojas fue liberado 12 días después.
“Una de las razones por las cuales existe el periodismo, es justamente buscar la verdad que esconde la noticia. Aquí el gobierno ha tenido un comportamiento arbitrario con los trabajadores de la prensa, pretendiendo ocultar información”, explica el Presidente del Colegio Nacional de Periodistas. “Aquí la única información “válida” es la que da el gobierno. El Ministerio del Poder Popular en temas de salud no profundiza en nada, sólo da cifras. Lo lógico es que se convocara a todas las instituciones que tienen que ver con ejercicio de la medicina en Venezuela para informar al público”.
Según los datos del Estado, Venezuela está logrando aplanar la curva de la epidemia de forma más radical que países como China y Corea del Sur, pero según Lisseth Boon de runrunes.com, uno de los sitios de noticias más consultados del país, esto se debe a que la situación del COVID-19 tiene un filtro muy preciso de control de información. “Pareciera que el gabinete de Maduro es quien dice quien contrae el virus y quien no. Cada cierto tiempo presenta informes sobre situación a pesar de no tener a un experto entre las filas. La información no viene de un Ministro de Salud, sino que la vicepresidenta Delcy Rodríguez y su hermano, el ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez. Ellos son los voceros constantes de la pandemia en Venezuela, anunciando cosas que rayan en lo sospechoso, porque nada coincide con las tendencias que se dan en otros países”, sostiene Boon. “Es difícil determinar el número real de contagiados porque cualquier información distinta a lo que digan ellos implica persecución y cárcel. En el caso de runrunes, lo que estamos llevando es un conteo de contradicciones en los anuncios del gobierno”.
Los periodistas no son los únicos amedrentados al tratar de informar. Las intimidaciones han llegado hasta los trabajadores de la salud. “Hoy los tratan como héroes, pero antes de que llegara la pandemia, algunos denunciaron que el gobierno trataba de ocultar información sobre la situación de la emergencia en el país y por eso fueron amenazados y detenidos”, cuenta Tinedo Guía.
La llegada del Covid-19 a Venezuela coincidió con un momento en el que efectivamente, hay un profundo desabastecimiento de combustible. Fotografía de Manaure Quintero / Reuters.
El periodista Víctor Amaya de Tal Cual, un diario que fue asfixiado por el gobierno hasta llegar al punto de desaparecer su edición impresa, sigue luchando por mantener una línea firme en defensa de la verdad. “El régimen tiene unas cifras que nadie discute, están controladas y no hay acceso directo para consulta. La prensa opta por contrastar y buscar inconsistencias en esas cifras o reclamar datos completos. Esa es la norma para todos los medios adversos al oficialismo. Nada raro. El atropello que ha sufrido la prensa en Venezuela se agrava cada vez más, independientemente de la situación del Covid-19.”
El periodista tiene claro que no se puede determinar un número real de casos de coronavirus si no se tiene la información completa de cuantas pruebas se realizan. Tampoco hay documentos que respalden la información oficial, ni publicaciones en línea del Ministerio de Salud que informen con exactitud cuántas pruebas se hicieron, cuándo o dónde.
“En Colombia, por ejemplo, el Gobierno solicita a las Facultades de Medicina o Enfermería, entre otras instituciones privadas, que hagan pruebas. Aquí no. Todas las pruebas las hace el gobierno. Además los resultados de las pruebas solo se dan en Caracas, así que si los resultados de las pruebas tardan 24 horas en estar listos, a las que llegan del interior del país hay que sumarle 48 más para ser evaluadas”, dice Amaya a partir de su investigación.
“Evidentemente hay un laboratorio de desinformación para que la gente se distraiga”, afirma Tinedo Guía, quien no duda que la situación responde a un trasfondo político. “Estamos en la aldea global, como dijo Marshall McLuhan, donde la información gira vertiginosamente y siempre hay noticias nuevas. La llegada del Covid-19 coincidió con el ofrecimiento de una recompensa por parte del Departamento de Justicia de Estados Unidos por la captura de Maduro y varios personajes de su gobierno denunciados hace mucho tiempo como miembros del supuesto Cartel de los Soles, cuyo nombre hace referencia a los grados militares que algunos de ellos pudieran tener. Ante estas acusaciones, lo que hacen los voceros del gobierno es afirmar que Venezuela ha sido agredida y con eso justifican problemas como la falta de gasolina, que ha hecho que la movilización de alimentos sea un calvario”.
Antes de despedirnos, el Presidente del Colegio Nacional de Periodistas de Venezuela me sorprende al decir, “gracias por tomarme en cuenta para este tipo de trabajo y darme espacio para conversar sobre temas altamente delicados acá. Te mando mis bendiciones”.
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Sábado 11 de abril. Desde la rampa 4 del Aeropuerto Nacional de Maiquetía, la vicepresidenta Delcy Rodríguez despide una delegación de ocho médicos especialistas chinos que llegaron a Venezuela a trabajar de la mano con el gobierno para enfrentar la emergencia del Covid-19.
Luego de condecorar a los galenos del gigante asiático con la Orden Francisco de Miranda y escuchar las palabras del embajador chino en Venezuela, Delcy toma la palabra. Afirma que los especialistas chinos han sido testigos del esfuerzo ejemplar del gobierno del presidente Nicolás Maduro en la lucha contra el temible virus. Asegura que Venezuela tiene una tasa del 53 % de los casos de coronavirus recuperados, gracias a la efectiva acción de la Comisión Presidencial siguiendo los lineamientos dictados por el presidente. Resalta la solidaridad de China con otros países durante la pandemia y desea que Donald Trump pudiese hacer lo mismo en lugar de establecer bloqueos y sanciones criminales contra naciones inocentes como Cuba, Irán y Venezuela, medidas que, asegura, son causas de la falta de alimentos y medicinas en el país.
Finalmente informó la decisión de Nicolás Maduro de extender la cuarentena por 30 días más como medida para seguir combatiendo al virus que vino de China. Destacó que el gobierno de Maduro siempre ha hablado con la verdad y afirmó que aunque Venezuela haya aplanado de forma contundente la curva del coronavirus, la batalla no está ganada y por eso se debe seguir adelante con la cuarentena. "No podemos olvidar que en nuestro continente está Estados Unidos, el epicentro mundial de la epidemia. El presidente Nicolás Maduro, siempre tomando medidas oportunas y adecuadas, busca con esta prórroga que Venezuela pueda salir victoriosa en la lucha contra el Covid-19 juntos como una sola nación”.
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“Al gobierno le cayó como anillo al dedo decretar la cuarentena justo en este momento en que todo el mundo sabe que no hay gasolina”, me dice mamá al enterarse de la extensión de esta medida. “Ellos dicen que todo lo que pasa en Venezuela es por el bloqueo de Estados Unidos, pero yo no confío en nada de lo que dicen, mucho menos les voy a creer las cifras que dan sobre el coronavirus. Venezuela no tiene el mejor sistema en nada: ni en servicios, ni en alimentos, ni en hospitales. En nada. Si aquí llegaran a dar cifras como las de Ecuador, la gente se moriría pero de infarto, porque todos sabemos que aquí no hay cómo atender eso”.
Mientras conversamos, a mamá le llega el agua y me corta abruptamente. “Déjame ir a recoger agua, cocinar y lavar los platos porque ya sabes cómo es esta esclavitud. Te paso a tu papá”. Él toma el teléfono, en el encuadre de la videollamada solo veo su frente, pero al escuchar su voz no necesito ver la expresión de su rostro para notar su preocupación.“Hijo, todos sabemos que el chavismo ni tiene la capacidad, ni el dinero, ni la forma de enfrentar una pandemia de esta naturaleza, pero el gobierno nunca va a decir nada que los dañe. Aquí vas a un hospital público por cualquier emergencia y te mueres porque no hay insumos médicos. Ellos culpan a Estados Unidos de que Venezuela no haya echado pa´lante, pero resulta que la falla está en que este gobierno no sirve para nada, es falso, malo e incapaz.”
Luego de escucharlo le hablo de mi asombro al ver que Venezuela, más que un país, es un enredo de universos paralelos donde todos los sectores tienen la vía oficial y sus canales ilegales: la información, la comida, el sistema cambiario, la gasolina, los medicamentos.“Eso es correcto hijo. Acá hoy en día no tenemos gobierno, no tenemos comida ni artículos de primera necesidad, los servicios funcionan pésimo, los hospitales están muy deteriorados y el Bolívar está cada vez más devaluado. Todos estamos muy pesimistas, estamos al borde de un precipicio y no terminamos de caer”.
Después de una pequeña pausa, salta a otra idea. “La otra verdad es que ante una situación como esta del coronavirus, la realidad no se pueden esconder. Ellos tienen 21 años en el poder botando dinero y robando de las arcas públicas mientras que a la gente cada vez les alcanza menos el dinero para sobrevivir. Los últimos cinco años acá han sido desastrosos, por más que lo nieguen, ellos saben que la aparición de esta enfermedad puede terminar de rematarlos”.
En este país el virus encontró una víctima especialmente vulnerable. En Venezuela escasean desde hace tiempo la gasolina, la luz, el agua, los servicios de salud y la información confiable. Sin embargo, Maduro asegura que lo tiene todo bajo control.
“Llámame en una hora que acaban de poner el agua y estoy en plena corredera”, dice la nota de voz de mamá. En el edificio donde ella vive con papá, en el montañoso municipio El Hatillo en Caracas, hay agua durante las 24 horas sólo dos días a la semana, los otros cinco, el servicio llega a los departamentos solo tres veces al día: una hora en la mañana, una al mediodía y otra en la noche. Estas tres veces pueden convertirse en dos si es que la capacidad del tanque del edificio no aguanta la demanda de los vecinos, que al igual que mi mamá, tratan de almacenar la mayor cantidad posible en cada oportunidad, “porque uno nunca sabe cuando deja de entrar agua de afuera”. Desde hace algunos unos años, para los caraqueños el racionamiento de agua es algo normal.
Una hora después, según lo acordado, llamé a mamá. Luego de quejarse un rato por el fastidio que le genera sentirse todo el tiempo condicionada por ese esclavizante ciclo del agua al que se encuentra sometida, me dice preocupada, “imagínate que la recomendación mundial para prevenir el coronavirus es lavarse las manos y aquí no hay agua”. Luego arranca su relato sobre cómo están viviendo ella y papá el estado de emergencia generado por la llegada del temible Covid-19 a Venezuela. “Acá la gente bromea diciendo, 'con el coronavirus el mundo se enteró de cómo se vive en Venezuela desde hace años: con inseguridad, escasez, crisis sanitaria, una economía destruida y encerrados en la casa”.
Era Semana Santa, siete días que en Venezuela, tierra de fervorosa devoción católica y debilidad por la playa, producen un éxodo de la población de las grandes ciudades hacia las costas del país. Pero este año no son las vacaciones lo que hace que las calles de Caracas estén desiertas, sino la estricta cuarentena nacional decretada por el presidente Nicolás Maduro el pasado 17 de marzo, un anuncio que colocó a Venezuela como uno de los primeros países de la región en imponer medidas firmes para evitar la propagación del virus.
Mamá me cuenta que por su zona es rarísimo ver a alguien caminando por la calle, pero que a pesar de las limitaciones para movilizarse en la ciudad, el otro día se asomó por la ventana y vio pasar la procesión del Nazareno. “Pero las iglesias están cerradas. A la gente le da miedo salir y reunirse. Además, como dicen, los problemas no vienen solos, ahora resulta que hay una escasez de gasolina bárbara. Si lo hicieron a propósito como una medida para que la gente no salga es una excelente idea, pero la verdad es que la están racionando porque no hay gasolina en el país”.
La llegada del Covid-19 a Venezuela coincidió con un momento en el que, a pesar de ser de las mayores reservas de crudo del mundo, efectivamente, hay un profundo desabastecimiento de combustible. Esto se debe en gran parte a las sanciones estadounidenses impuestas al gobierno venezolano, que le dificultan conseguir proveedores dispuestos a entregar gasolina. La otra razón son los bajos ingresos que el país tiene en la actualidad, situación que impide al Estado pagar por ese combustible. Sin más opción, el gobierno se ha visto obligado a decretar un estricto plan de racionamiento.
Sin embargo, el abastecimiento de combustible ya tiene tiempo haciéndose cada vez más común en la tierra de Bolívar, aunque hasta ahora Caracas había permanecido relativamente ajena a la situación. Hoy en la capital del país, las pocas gasolineras abiertas en la ciudad son controladas por militares y policías que resguardan las larguísimas filas de autos que buscan llenar sus tanques. Esta misión, en el mejor de los casos puede llevar horas, pero lo más probable es que termine en fracaso.
Un hombre utiliza una patineta para transportar un balde de agua durante la cuarentena nacional en Caracas, Venezuela. 23 de marzo de 2020. Fotografía de Manaure Quintero / Reuters.
“Cuando empezó la cuarentena teníamos el tanque full. En estas tres semanas se ha gastado medio tanque entre las pocas veces que hemos salido a comprar comida”, cuenta mamá tratando de mantener controlada su personalidad nerviosa. Me dice que le están dando prioridad a los profesionales de la salud en el abasto gasolina, así como a los agentes de seguridad y trabajadores del sector alimenticio.
“Según el gobierno no hay gasolina porque el bloqueo económico de Estados Unidos no ha permitido comprar la materia prima para producirla”, interrumpe papá. La voz de mi viejo muestra al mismo tiempo obstinación y decepción. Ni en sus peores pensamientos imaginó que a sus 75 años Venezuela pudiese estar viviendo la peor crisis de su historia.
“La verdad es que el gobierno no tiene la posibilidad de reparar las refinerías y producir gasolina”. Venezuela cuenta con cinco de los más grandes complejos del mundo para refinar petróleo: Amuay, Punta Cardón, Bajo Grande, Guaraguao y El Palito. Todas están paradas. “Sin gasolina va a haber más escasez de comida, artículos de primera necesidad y medicinas de la que ya hay. Además los servicios de agua y electricidad no andan bien en ninguna parte del país. Yo no sé cómo el gobierno va a enfrentar el coronavirus, si aquí se sale de control esa epidemia va a haber muchos muertos, porque no hay con qué ayudar a la gente”, remata con frustración.
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Esa misma tarde, en vivo y directo en la televisión, la vicepresidenta Delcy Rodríguez apareció usando una mascarilla para hablar de la estrategia de gobierno ante la crisis. Tras sus primeros 30 segundos al aire comenzó a toser. La funcionaria se esforzó para seguir adelante, pero como si estuviese programado, 30 segundos después volvió a toser varias veces hasta que se tuvo que disculpar, “Perdón pero tengo una alergia muy fuerte”. Ya era muy tarde. La situación generó cualquier cantidad de comentarios y especulaciones en las redes sociales y no tardó en convertirse en uno más de los populares memes de los ghaneses bailando con el ataúd.
“Acá la gente bromea diciendo, 'con el coronavirus el mundo se enteró de cómo se vive en Venezuela desde hace años: con inseguridad, escasez, crisis sanitaria, una economía destruida y encerrados en la casa”.
Nicolás Maduro, sin mascarilla, tuvo que hacerse cargo de la transmisión mientras tomaba un café con jengibre junto a su esposa Cilia Flores. Luego de recomendar la bebida ampliamente al pueblo venezolano, el presidente viró el tema de su mensaje hacía Jesucristo y los valores de la Revolución. “Dios nos mandó para salvarnos a un revolucionario. Los socialistas del siglo XXI decimos que el nuestro es un socialismo cristiano”, apuntó. Luego compartió con la audiencia un fragmento de la aproximación histórica a la figura de Jesús, que dijo estar leyendo, y la recomendó a los espectadores.
Una vez superado el ataque de tos de la vicepresidenta, Maduro le devolvió la palabra, y ella confirmó la detección de un nuevo caso de coronavirus en Venezuela, elevando así a 166 los casos positivos y 7 defunciones, una de las cifras más bajas entre los países de la región.
Según la vicepresidenta esto es el reflejo de las medidas extraordinarias tomadas por el gobierno, que han logrado aplanar la curva de contagios. Sobre la escasez de gasolina, ni Maduro, ni Delcy dijeron una palabra. Así la semana santa.
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“Soy muy escéptico con la información y las cifras que da el gobierno porque no corresponde con lo que vivimos a diario en los hospitales”, aclara un doctor al que por temas de confidencialidad llamaremos Arturo Guzmán. “Tengo que reconocer que estoy de acuerdo con las medidas que han tomado hasta ahora para enfrentar esta epidemia, pues creo que la única salvación para Venezuela es la prevención, ya que no tenemos la capacidad de respuesta para atender esta situación de otra forma”.
Arturo es especialista en cuidados intensivos pediátricos y como muchos médicos venezolanos, divide su actividad profesional entre una clínica privada y el sistema de salud público, así que conoce bien la realidad del sector en el país. “Venezuela nunca tuvo un sistema de salud pública eficiente, pero el deterioro se ha acentuado mucho en los últimos 10 o 12 años en cuanto a disponibilidad de camillas, déficit de materiales, servicios básicos y el número de cirugías para enfermedades de tratamiento quirúrgico. Las clínicas privadas no han sido ajenas a todo esto. Con la macabra devaluación, la cobertura de las aseguradoras ha quedado en nada y cubrir el costo de cualquier atención médica se ha vuelto muy difícil. Además han reaparecido enfermedades que estaban controladas como el sarampión, la malaria o el paludismo. Si no se pueden atender las emergencias cotidianas, imagínate una pandemia de estas características”, me explica de forma casi didáctica.
Desde hace casi 15 años el doctor Guzmán trabaja en el hospital Cardiológico Infantil Latinoamericano Gilberto Rodríguez Ochoa, un centro ubicado en el oeste de Caracas. En materia hospitalaria es la joya de la corona chavista, pero tampoco ha escapado a la crisis que desde hace años afecta al sector.
“Lo que ha pasado en el Cardiológico es un reflejo de lo que sucede en todos los hospitales del país. Ahí hay equipos de hemodinamia que no funcionan y se redujeron las camas en cuidados intensivos de 30 a 8. Pero el no haya camas de cuidados intensivos ya es una cotidianidad en el país y las peregrinaciones de pacientes entre hospitales buscando un cupo para cuidados intensivos se normalizaron. Por otra parte, el tema de la diáspora en el sector médico ha sido muy marcado. Cuando yo entré al hospital éramos 13 especialistas de cuidados intensivos y ahora quedamos tres. De seis cirujanos cardiovasculares que había, sólo queda uno. Todos los demás se fueron del país”.
Al momento de escribir este artículo, el gobierno había centralizado la realización de las pruebas de diagnóstico rápido en hospitales centinelas, mientras que a la mayoría de los pacientes diagnosticados con Covid-19 en Venezuela se les estaba dando tratamiento ambulatorio, al desarrollar formas moderadas de la enfermedad. Por otro lado, la mayor parte de los que han necesitado cuidados intensivos, han sido remitidos a hospitales privados.
Un hombre espera su turno para tomar una prueba rápida de la enfermedad por coronavirus (COVID-19) en un centro médico en Caracas, Venezuela, 15 de abril de 2020. Fotografía de Manaure Quintero / Reuters.
“El número de casos confirmados en Venezuela es bastante bajo, lo cual genera suspicacia. O se está haciendo bien la prevención a nivel poblacional o no se están haciendo las pruebas diagnósticas suficientes”, dice el doctor Guzmán con escepticismo y luego remata, “el gobierno asegura que está preparado para enfrentar esta emergencia, pero la verdad es que con la progresión de un problema sanitario tan grave del país, es imposible que haya una respuesta eficiente ante algo tan nuevo, rápido y agudo. ¡Ojo! Aunque no confío en las estadísticas que dan, tampoco creo que estemos en una situación de catástrofe que estén ocultando”, aclara.
Guzmán cree que la respuesta de la gente ante la cuarentena ha sido favorable y que se debe, en gran parte, a la conciencia generalizada que hay sobre el déficit en el sistema de salud. Sin embargo, piensa que esta no es la única razón para explicar la obediencia de la población.
“La otra verdad es que la falta de gasolina ha favorecido que haya poca gente en la calle”, dice. Al día siguiente planeaba volver a intentar comprar gasolina, pues la última vez que trató de abastecerse, y a pesar de contar con salvoconducto de personal médico, pasó cuatro horas y media en la cola. “Las filas para las estaciones de servicio son increíbles, a pesar de que se supone que son para sectores priorizados. Tengo colegas que han tardado hasta seis horas. Cada quien tiene su propia experiencia y depende mucho de los guardias y policías que estén controlando la cola cuando vayas”.
Esa madrugada Arturo salió de su casa a las 3:45 am, tratando de ser previsivo, pero de nada sirvió. En la estación de servicio se encontró con una cola de varios kilómetros, exclusiva para profesionales de la salud en la que ya habían repartido 200 números para poder llenar el tanque. Había llegado tarde, pero decidió quedarse a intentarlo de todas formas. Después de una larga espera, junto a otros que esperaban como él, negoció con las autoridades y logró que repartieran 50 números más. A él le tocó el 47.
Así, después de nueve horas y media, el doctor Guzmán logró ponerle a su tanque 40 litros de gasolina. Pagó por ellos los 20.000 bolívares que consideró un precio justo. Es difícil de entender, pero en Venezuela el precio oficial del litro de gasolina es tan bajo que no hay divisas oficiales para pagar cubrir los ínfimos valores que marcan las máquinas dispensadoras, así que cada quien paga lo que considera justo: dinero en efectivo, chocolates, cigarrillos, chiclets, cualquier cosa sirve para llenar el tanque.
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Después de escuchar la actualización de cifras de casos de Covid-19 confirmados por la vicepresidenta Delcy Rodríguez, Maduro, tratando de transmitir tranquilidad, dijo que a su parecer Venezuela ha logrado contener la pandemia y ordenó hospitalizar todos los casos para evitar contagios intrafamiliares. Aseguró que el país se encuentra preparado para atender la emergencia, al tener 23.500 camas hospitalarias disponibles.
Luego repasó las cifras de casos de coronavirus en la región, comparándolas con las de Venezuela, que son mucho más bajas y que según él, son la razón por la que más de 2 mil venezolanos han vuelto a la República Bolivariana en los últimos días. Afirmó que se espera el regreso de unos 15 mil más, que llegarán huyendo del “fascismo, la xenofobia y el racismo” de países como Perú, Ecuador y Colombia. “Están volviendo a la patria que los recibe y donde tenemos contenido el coronavirus”, afirmó solemne.
"La única salvación para Venezuela es la prevención, ya que no tenemos la capacidad de respuesta para atender esta situación de otra forma”.
El presidente dijo también que a las personas que regresan al país se les recibe con controles sanitarios muy estrictos para frenar el contagio proveniente del exterior y se les somete a una cuarentena con alimentación, alojamiento y atención médica gratuitas. Como una medida más, Maduro ordenó toque de queda en San Antonio y Ureña, ciudades del andino estado de Táchira, donde se encuentran dos de los principales pasos fronterizos del país hacia Colombia y que por el decreto permanecerán cerrados de 4 de la tarde a 10 de la mañana. “No vaya a ser que se nos venga el coronavirus desde Colombia”.
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“¡Hola tía! ¿Cómo estás?”, le escribo por WhatsApp a mi tía Elina, sin obtener respuesta hasta tres horas después. “Bien pero sin teléfono, luz, ni gasolina. Hoy no podemos hablar, trata mañana como al mediodía. Besos mi amor. Te quiero”.
La sensación que me queda es la de haber recibido el mensaje de un astronauta en el espacio o de un científico en la Antártida. Pero no, mi tía está en Cordero, un pueblito en las afueras de San Cristóbal, es capital del estado Táchira, la ciudad más importante de los Andes venezolanos.
Al día siguiente, el Viernes Santo, después de varios intentos frustrados por tratar de comunicarme, mi tía atiende la llamada. “¡Qué porquería de comunicación! Mijo, hábleme despacio y duro que escucho muy bajito y lejos”, me dice alzando la voz como si así fuese a escucharme mejor. Le pregunto si siempre es así de complicado comunicarse con ella y me explica. “Los servicios aquí están pésimos. La luz nos la quitan todos los días hasta por seis horas continuas, y ahora está mejor, porque hasta hace poco nos la quitaban hasta por 12 horas. Entonces resulta que cuando la luz se va, el teléfono fijo queda 3 o 4 días sin funcionar, mientras que el Internet viene cuando le da la gana. Ahora está además el tema de la gasolina. Imagínate para tu tío y para mí que estamos viejos y enfermos, lo que es estar sin gasolina, sin luz, y sin comunicación”.
Desde hace varios años, el Táchira es una de las regiones más golpeadas por la aguda crisis del país, con serios problemas en los servicios básicos, una escasez de gasolina crónica y desabastecimiento de alimentos y productos básicos. Muchos tachirenses, al igual que mis tíos, atribuyen esta situación al radical espíritu opositor que el estado ha mostrado frente al gobierno chavista.
Mis tíos tienen actualmente cerca de 80 años. Solían ser los más acomodados de la familia, gracias al éxito de la empacadora y distribuidora de azúcar de mi tío, cuyos jugosos ingresos les permitían llevar una vida más que placentera, en la que cada año se iban de vacaciones a exóticos destinos alrededor del mundo y cambiaban de coche cada vez que podían.
Hoy su realidad es muy diferente. Al igual que cientos de empresas del sector alimentario venezolano, la empacadora se fundió hace años como consecuencia de la crisis del país. Los únicos ingresos que mis tíos tienen actualmente son los 500.000 bolívares que entre los dos reciben del Estado como pensiones de vejez, una suma que al cambio del día no supera los cuatro dólares. Adicional a eso, varias de mis primas que viven en el exterior les mandan cada mes unos 60 dólares con los que se las arreglan para resolver lo que se pueda. Además, ambos tienen problemas de salud: mi tío padece serios problemas respiratorios como consecuencia de una vida entera de tabaquismo y a mi tía le diagnosticaron el año pasado un cáncer de mama que a la llegada del Covid-19 a Venezuela se estaba tratando.
Trabajadores de la salud cubanos y venezolanos entrevistan a una mujer durante una ronda de inspección en el barrio marginal de Lidice en Caracas, Venezuela. 9 de abril de 2020. Fotografía de Manaure Quintero / Reuters.
“Me tuve que dejar de tomar las pastillas unos días porque no se conseguían”, me cuenta preocupada. “Con el problema de que cerraron la frontera, por esa gente que está regresando desde otros países latinoamericanos por el coronavirus, se ha complicado mucho la situación acá en el Táchira. Para nosotros cruzar a Colombia es muy importante, porque allá no tienen los problemas de abastecimiento de alimentos y medicinas que hay acá. Comprar en Venezuela es carísimo”.
“Acá los únicos que pueden soportar lo que pasa diariamente son los que están en buena posición económica”, cuenta mi tía sobre la vida en Táchira en tiempos de cuarentena. “Hay un alza de precios muy fuerte, sobre todo de comida. El bolívar ya no tiene ningún valor y acá todo se maneja o en dólares o en pesos colombianos. Además, no hay gasolina para nadie. La estación de servicio de acá del pueblo tiene casi un mes que no abre. Yo no pude ir a mi última consulta médica porque tenemos el tanque vacío, el transporte público está muy escaso porque tampoco tienen gasolina, y los taxis están carísimos”.
Los ínfimos precios del combustible en Venezuela han dado pie a un feroz contrabando hacia Colombia que, como efecto dominó, ha generado desabasto en las zonas fronterizas del país y un incipiente mercado negro al que los habitantes de estas regiones acuden para llenar sus tanques. “Lo del contrabando es un negocio millonario, es bestial, aquí tiene años sin haber gasolina, pero los camiones cargados con combustibles pasan rumbo Colombia. Se supone que la gasolina la controlan los militares, pero hay civiles que la consiguen no sé cómo para revenderla. Hace poco me ofrecieron 20 litros por 50 dólares y ahora un muchacho que no conozco me ofreció 20 litros por 110.000 pesos colombianos (unos 28 dólares). Me parece que está barata y me va a tocar comprarla porque no se consigue en ningún lado”.
La comunicación falla de nuevo. La llamada se corta y es improbable que logre comunicarme otra vez.
Resignado, le mandé una audio a mi tía preguntándole qué piensa sobre los anuncios hechos por el gobierno hasta ahora sobre la epidemia, al que responde con un tono de resignación. “Mi amor este gobierno es especialista en decir mentiras. Ellos nunca han respondido a nuestros problemas. Sería muy inocente creerles que estamos preparados para enfrentar un problema como el del coronavirus, cuando ni siquiera podemos atender cosas elementales como el acceso a los medicamentos. Según ellos, Venezuela es la Isla de la fantasía”.
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En cadena nacional, Nicolás Maduro anunció que esa semana llegaría al país ayuda humanitaria proveniente de la ONU, la Unicef y Rusia para atender la emergencia sanitaria. Una razón más, dijo, para que los venezolanos se sientan seguros y tranquilos con el manejo que su gobierno está haciendo de esta contingencia.
“Acá los únicos que pueden soportar lo que pasa diariamente son los que están en buena posición económica”.
Delcy Rodríguez elogió las rápidas decisiones tomadas por el presidente para hacer frente a la epidemia y Maduro le devolvió la cortesía elogiando su reporte actualizado de los datos en torno al Covid-19. Resaltó la importancia de mantener muy bien informada a la población venezolana de forma científica y veraz, y para cerrar el tema profetizó,“Anótenlo, se va a saber la verdad de quién creó esta enfermedad y cómo la sembraron”.
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Tinedo Guía está convencido de que la suya es la profesión más hermosa del mundo. Para él, el periodismo salva vidas al mantener a la gente informada. Ha llegado a esa conclusión a lo largo de sus 50 años de carrera. Durante mucho tiempo fue el conductor que transmitió a los venezolanos las últimas noticias de la actualidad nacional e internacional a través de El Observador, el legendario noticiero de Radio Caracas Televisión, canal al que el gobierno de Hugo Chávez decidió no renovarle la concesión a pesar de ser el más antiguo del país al momento de su cese de operaciones en el año 2007. Ese hecho lo motivó a postularse como Presidente del Colegio Nacional de Periodistas, un cargo que ocupa desde el año 2013, cuando se propuso luchar gremialmente por tres conceptos que garantiza la constitución: la libertad de expresión, la libertad de pensamiento y el derecho a la información.
“El venezolano no está bien informado. La gente duda de la información que da el gobierno porque los voceros no son creíbles. Cuando no hay credibilidad, surgen el rumor y las noticias falsas”, me explica Tinedo. “A eso súmale que Venezuela tiene la velocidad de internet más lenta de América Latina, lo que complica muchísimo las comunicaciones. Hace unos días el Ministro de Educación, Aristóbulo Istúriz, anunció que el año escolar se va a terminar vía Internet, pero con ese ancho de banda tan bajo y tan escaso, va a ser imposible la educación a distancia”.
Ser periodista en Venezuela no es fácil. Durante el gobierno de Maduro, el desempeño de la labor periodística ha visto cómo la censura, los ataques, las intimidaciones y las dificultades técnicas han limitado cada vez más el acceso y la generación de información. El ejemplo más reciente de esto es el periodista Darvinson Rojas, quien fue detenido en su casa la noche del 21 de marzo por funcionarios de la Fuerza de Acciones Especiales (FAES) de la Policía Nacional Bolivariana (PNB), una detención que según el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa estuvo relacionada con las publicaciones hechas por el periodista en relación a la epidemia del COVID-19 en Venezuela. Rojas fue liberado 12 días después.
“Una de las razones por las cuales existe el periodismo, es justamente buscar la verdad que esconde la noticia. Aquí el gobierno ha tenido un comportamiento arbitrario con los trabajadores de la prensa, pretendiendo ocultar información”, explica el Presidente del Colegio Nacional de Periodistas. “Aquí la única información “válida” es la que da el gobierno. El Ministerio del Poder Popular en temas de salud no profundiza en nada, sólo da cifras. Lo lógico es que se convocara a todas las instituciones que tienen que ver con ejercicio de la medicina en Venezuela para informar al público”.
Según los datos del Estado, Venezuela está logrando aplanar la curva de la epidemia de forma más radical que países como China y Corea del Sur, pero según Lisseth Boon de runrunes.com, uno de los sitios de noticias más consultados del país, esto se debe a que la situación del COVID-19 tiene un filtro muy preciso de control de información. “Pareciera que el gabinete de Maduro es quien dice quien contrae el virus y quien no. Cada cierto tiempo presenta informes sobre situación a pesar de no tener a un experto entre las filas. La información no viene de un Ministro de Salud, sino que la vicepresidenta Delcy Rodríguez y su hermano, el ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez. Ellos son los voceros constantes de la pandemia en Venezuela, anunciando cosas que rayan en lo sospechoso, porque nada coincide con las tendencias que se dan en otros países”, sostiene Boon. “Es difícil determinar el número real de contagiados porque cualquier información distinta a lo que digan ellos implica persecución y cárcel. En el caso de runrunes, lo que estamos llevando es un conteo de contradicciones en los anuncios del gobierno”.
Los periodistas no son los únicos amedrentados al tratar de informar. Las intimidaciones han llegado hasta los trabajadores de la salud. “Hoy los tratan como héroes, pero antes de que llegara la pandemia, algunos denunciaron que el gobierno trataba de ocultar información sobre la situación de la emergencia en el país y por eso fueron amenazados y detenidos”, cuenta Tinedo Guía.
La llegada del Covid-19 a Venezuela coincidió con un momento en el que efectivamente, hay un profundo desabastecimiento de combustible. Fotografía de Manaure Quintero / Reuters.
El periodista Víctor Amaya de Tal Cual, un diario que fue asfixiado por el gobierno hasta llegar al punto de desaparecer su edición impresa, sigue luchando por mantener una línea firme en defensa de la verdad. “El régimen tiene unas cifras que nadie discute, están controladas y no hay acceso directo para consulta. La prensa opta por contrastar y buscar inconsistencias en esas cifras o reclamar datos completos. Esa es la norma para todos los medios adversos al oficialismo. Nada raro. El atropello que ha sufrido la prensa en Venezuela se agrava cada vez más, independientemente de la situación del Covid-19.”
El periodista tiene claro que no se puede determinar un número real de casos de coronavirus si no se tiene la información completa de cuantas pruebas se realizan. Tampoco hay documentos que respalden la información oficial, ni publicaciones en línea del Ministerio de Salud que informen con exactitud cuántas pruebas se hicieron, cuándo o dónde.
“En Colombia, por ejemplo, el Gobierno solicita a las Facultades de Medicina o Enfermería, entre otras instituciones privadas, que hagan pruebas. Aquí no. Todas las pruebas las hace el gobierno. Además los resultados de las pruebas solo se dan en Caracas, así que si los resultados de las pruebas tardan 24 horas en estar listos, a las que llegan del interior del país hay que sumarle 48 más para ser evaluadas”, dice Amaya a partir de su investigación.
“Evidentemente hay un laboratorio de desinformación para que la gente se distraiga”, afirma Tinedo Guía, quien no duda que la situación responde a un trasfondo político. “Estamos en la aldea global, como dijo Marshall McLuhan, donde la información gira vertiginosamente y siempre hay noticias nuevas. La llegada del Covid-19 coincidió con el ofrecimiento de una recompensa por parte del Departamento de Justicia de Estados Unidos por la captura de Maduro y varios personajes de su gobierno denunciados hace mucho tiempo como miembros del supuesto Cartel de los Soles, cuyo nombre hace referencia a los grados militares que algunos de ellos pudieran tener. Ante estas acusaciones, lo que hacen los voceros del gobierno es afirmar que Venezuela ha sido agredida y con eso justifican problemas como la falta de gasolina, que ha hecho que la movilización de alimentos sea un calvario”.
Antes de despedirnos, el Presidente del Colegio Nacional de Periodistas de Venezuela me sorprende al decir, “gracias por tomarme en cuenta para este tipo de trabajo y darme espacio para conversar sobre temas altamente delicados acá. Te mando mis bendiciones”.
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Sábado 11 de abril. Desde la rampa 4 del Aeropuerto Nacional de Maiquetía, la vicepresidenta Delcy Rodríguez despide una delegación de ocho médicos especialistas chinos que llegaron a Venezuela a trabajar de la mano con el gobierno para enfrentar la emergencia del Covid-19.
Luego de condecorar a los galenos del gigante asiático con la Orden Francisco de Miranda y escuchar las palabras del embajador chino en Venezuela, Delcy toma la palabra. Afirma que los especialistas chinos han sido testigos del esfuerzo ejemplar del gobierno del presidente Nicolás Maduro en la lucha contra el temible virus. Asegura que Venezuela tiene una tasa del 53 % de los casos de coronavirus recuperados, gracias a la efectiva acción de la Comisión Presidencial siguiendo los lineamientos dictados por el presidente. Resalta la solidaridad de China con otros países durante la pandemia y desea que Donald Trump pudiese hacer lo mismo en lugar de establecer bloqueos y sanciones criminales contra naciones inocentes como Cuba, Irán y Venezuela, medidas que, asegura, son causas de la falta de alimentos y medicinas en el país.
Finalmente informó la decisión de Nicolás Maduro de extender la cuarentena por 30 días más como medida para seguir combatiendo al virus que vino de China. Destacó que el gobierno de Maduro siempre ha hablado con la verdad y afirmó que aunque Venezuela haya aplanado de forma contundente la curva del coronavirus, la batalla no está ganada y por eso se debe seguir adelante con la cuarentena. "No podemos olvidar que en nuestro continente está Estados Unidos, el epicentro mundial de la epidemia. El presidente Nicolás Maduro, siempre tomando medidas oportunas y adecuadas, busca con esta prórroga que Venezuela pueda salir victoriosa en la lucha contra el Covid-19 juntos como una sola nación”.
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“Al gobierno le cayó como anillo al dedo decretar la cuarentena justo en este momento en que todo el mundo sabe que no hay gasolina”, me dice mamá al enterarse de la extensión de esta medida. “Ellos dicen que todo lo que pasa en Venezuela es por el bloqueo de Estados Unidos, pero yo no confío en nada de lo que dicen, mucho menos les voy a creer las cifras que dan sobre el coronavirus. Venezuela no tiene el mejor sistema en nada: ni en servicios, ni en alimentos, ni en hospitales. En nada. Si aquí llegaran a dar cifras como las de Ecuador, la gente se moriría pero de infarto, porque todos sabemos que aquí no hay cómo atender eso”.
Mientras conversamos, a mamá le llega el agua y me corta abruptamente. “Déjame ir a recoger agua, cocinar y lavar los platos porque ya sabes cómo es esta esclavitud. Te paso a tu papá”. Él toma el teléfono, en el encuadre de la videollamada solo veo su frente, pero al escuchar su voz no necesito ver la expresión de su rostro para notar su preocupación.“Hijo, todos sabemos que el chavismo ni tiene la capacidad, ni el dinero, ni la forma de enfrentar una pandemia de esta naturaleza, pero el gobierno nunca va a decir nada que los dañe. Aquí vas a un hospital público por cualquier emergencia y te mueres porque no hay insumos médicos. Ellos culpan a Estados Unidos de que Venezuela no haya echado pa´lante, pero resulta que la falla está en que este gobierno no sirve para nada, es falso, malo e incapaz.”
Luego de escucharlo le hablo de mi asombro al ver que Venezuela, más que un país, es un enredo de universos paralelos donde todos los sectores tienen la vía oficial y sus canales ilegales: la información, la comida, el sistema cambiario, la gasolina, los medicamentos.“Eso es correcto hijo. Acá hoy en día no tenemos gobierno, no tenemos comida ni artículos de primera necesidad, los servicios funcionan pésimo, los hospitales están muy deteriorados y el Bolívar está cada vez más devaluado. Todos estamos muy pesimistas, estamos al borde de un precipicio y no terminamos de caer”.
Después de una pequeña pausa, salta a otra idea. “La otra verdad es que ante una situación como esta del coronavirus, la realidad no se pueden esconder. Ellos tienen 21 años en el poder botando dinero y robando de las arcas públicas mientras que a la gente cada vez les alcanza menos el dinero para sobrevivir. Los últimos cinco años acá han sido desastrosos, por más que lo nieguen, ellos saben que la aparición de esta enfermedad puede terminar de rematarlos”.
En este país el virus encontró una víctima especialmente vulnerable. En Venezuela escasean desde hace tiempo la gasolina, la luz, el agua, los servicios de salud y la información confiable. Sin embargo, Maduro asegura que lo tiene todo bajo control.
“Llámame en una hora que acaban de poner el agua y estoy en plena corredera”, dice la nota de voz de mamá. En el edificio donde ella vive con papá, en el montañoso municipio El Hatillo en Caracas, hay agua durante las 24 horas sólo dos días a la semana, los otros cinco, el servicio llega a los departamentos solo tres veces al día: una hora en la mañana, una al mediodía y otra en la noche. Estas tres veces pueden convertirse en dos si es que la capacidad del tanque del edificio no aguanta la demanda de los vecinos, que al igual que mi mamá, tratan de almacenar la mayor cantidad posible en cada oportunidad, “porque uno nunca sabe cuando deja de entrar agua de afuera”. Desde hace algunos unos años, para los caraqueños el racionamiento de agua es algo normal.
Una hora después, según lo acordado, llamé a mamá. Luego de quejarse un rato por el fastidio que le genera sentirse todo el tiempo condicionada por ese esclavizante ciclo del agua al que se encuentra sometida, me dice preocupada, “imagínate que la recomendación mundial para prevenir el coronavirus es lavarse las manos y aquí no hay agua”. Luego arranca su relato sobre cómo están viviendo ella y papá el estado de emergencia generado por la llegada del temible Covid-19 a Venezuela. “Acá la gente bromea diciendo, 'con el coronavirus el mundo se enteró de cómo se vive en Venezuela desde hace años: con inseguridad, escasez, crisis sanitaria, una economía destruida y encerrados en la casa”.
Era Semana Santa, siete días que en Venezuela, tierra de fervorosa devoción católica y debilidad por la playa, producen un éxodo de la población de las grandes ciudades hacia las costas del país. Pero este año no son las vacaciones lo que hace que las calles de Caracas estén desiertas, sino la estricta cuarentena nacional decretada por el presidente Nicolás Maduro el pasado 17 de marzo, un anuncio que colocó a Venezuela como uno de los primeros países de la región en imponer medidas firmes para evitar la propagación del virus.
Mamá me cuenta que por su zona es rarísimo ver a alguien caminando por la calle, pero que a pesar de las limitaciones para movilizarse en la ciudad, el otro día se asomó por la ventana y vio pasar la procesión del Nazareno. “Pero las iglesias están cerradas. A la gente le da miedo salir y reunirse. Además, como dicen, los problemas no vienen solos, ahora resulta que hay una escasez de gasolina bárbara. Si lo hicieron a propósito como una medida para que la gente no salga es una excelente idea, pero la verdad es que la están racionando porque no hay gasolina en el país”.
La llegada del Covid-19 a Venezuela coincidió con un momento en el que, a pesar de ser de las mayores reservas de crudo del mundo, efectivamente, hay un profundo desabastecimiento de combustible. Esto se debe en gran parte a las sanciones estadounidenses impuestas al gobierno venezolano, que le dificultan conseguir proveedores dispuestos a entregar gasolina. La otra razón son los bajos ingresos que el país tiene en la actualidad, situación que impide al Estado pagar por ese combustible. Sin más opción, el gobierno se ha visto obligado a decretar un estricto plan de racionamiento.
Sin embargo, el abastecimiento de combustible ya tiene tiempo haciéndose cada vez más común en la tierra de Bolívar, aunque hasta ahora Caracas había permanecido relativamente ajena a la situación. Hoy en la capital del país, las pocas gasolineras abiertas en la ciudad son controladas por militares y policías que resguardan las larguísimas filas de autos que buscan llenar sus tanques. Esta misión, en el mejor de los casos puede llevar horas, pero lo más probable es que termine en fracaso.
Un hombre utiliza una patineta para transportar un balde de agua durante la cuarentena nacional en Caracas, Venezuela. 23 de marzo de 2020. Fotografía de Manaure Quintero / Reuters.
“Cuando empezó la cuarentena teníamos el tanque full. En estas tres semanas se ha gastado medio tanque entre las pocas veces que hemos salido a comprar comida”, cuenta mamá tratando de mantener controlada su personalidad nerviosa. Me dice que le están dando prioridad a los profesionales de la salud en el abasto gasolina, así como a los agentes de seguridad y trabajadores del sector alimenticio.
“Según el gobierno no hay gasolina porque el bloqueo económico de Estados Unidos no ha permitido comprar la materia prima para producirla”, interrumpe papá. La voz de mi viejo muestra al mismo tiempo obstinación y decepción. Ni en sus peores pensamientos imaginó que a sus 75 años Venezuela pudiese estar viviendo la peor crisis de su historia.
“La verdad es que el gobierno no tiene la posibilidad de reparar las refinerías y producir gasolina”. Venezuela cuenta con cinco de los más grandes complejos del mundo para refinar petróleo: Amuay, Punta Cardón, Bajo Grande, Guaraguao y El Palito. Todas están paradas. “Sin gasolina va a haber más escasez de comida, artículos de primera necesidad y medicinas de la que ya hay. Además los servicios de agua y electricidad no andan bien en ninguna parte del país. Yo no sé cómo el gobierno va a enfrentar el coronavirus, si aquí se sale de control esa epidemia va a haber muchos muertos, porque no hay con qué ayudar a la gente”, remata con frustración.
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Esa misma tarde, en vivo y directo en la televisión, la vicepresidenta Delcy Rodríguez apareció usando una mascarilla para hablar de la estrategia de gobierno ante la crisis. Tras sus primeros 30 segundos al aire comenzó a toser. La funcionaria se esforzó para seguir adelante, pero como si estuviese programado, 30 segundos después volvió a toser varias veces hasta que se tuvo que disculpar, “Perdón pero tengo una alergia muy fuerte”. Ya era muy tarde. La situación generó cualquier cantidad de comentarios y especulaciones en las redes sociales y no tardó en convertirse en uno más de los populares memes de los ghaneses bailando con el ataúd.
“Acá la gente bromea diciendo, 'con el coronavirus el mundo se enteró de cómo se vive en Venezuela desde hace años: con inseguridad, escasez, crisis sanitaria, una economía destruida y encerrados en la casa”.
Nicolás Maduro, sin mascarilla, tuvo que hacerse cargo de la transmisión mientras tomaba un café con jengibre junto a su esposa Cilia Flores. Luego de recomendar la bebida ampliamente al pueblo venezolano, el presidente viró el tema de su mensaje hacía Jesucristo y los valores de la Revolución. “Dios nos mandó para salvarnos a un revolucionario. Los socialistas del siglo XXI decimos que el nuestro es un socialismo cristiano”, apuntó. Luego compartió con la audiencia un fragmento de la aproximación histórica a la figura de Jesús, que dijo estar leyendo, y la recomendó a los espectadores.
Una vez superado el ataque de tos de la vicepresidenta, Maduro le devolvió la palabra, y ella confirmó la detección de un nuevo caso de coronavirus en Venezuela, elevando así a 166 los casos positivos y 7 defunciones, una de las cifras más bajas entre los países de la región.
Según la vicepresidenta esto es el reflejo de las medidas extraordinarias tomadas por el gobierno, que han logrado aplanar la curva de contagios. Sobre la escasez de gasolina, ni Maduro, ni Delcy dijeron una palabra. Así la semana santa.
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“Soy muy escéptico con la información y las cifras que da el gobierno porque no corresponde con lo que vivimos a diario en los hospitales”, aclara un doctor al que por temas de confidencialidad llamaremos Arturo Guzmán. “Tengo que reconocer que estoy de acuerdo con las medidas que han tomado hasta ahora para enfrentar esta epidemia, pues creo que la única salvación para Venezuela es la prevención, ya que no tenemos la capacidad de respuesta para atender esta situación de otra forma”.
Arturo es especialista en cuidados intensivos pediátricos y como muchos médicos venezolanos, divide su actividad profesional entre una clínica privada y el sistema de salud público, así que conoce bien la realidad del sector en el país. “Venezuela nunca tuvo un sistema de salud pública eficiente, pero el deterioro se ha acentuado mucho en los últimos 10 o 12 años en cuanto a disponibilidad de camillas, déficit de materiales, servicios básicos y el número de cirugías para enfermedades de tratamiento quirúrgico. Las clínicas privadas no han sido ajenas a todo esto. Con la macabra devaluación, la cobertura de las aseguradoras ha quedado en nada y cubrir el costo de cualquier atención médica se ha vuelto muy difícil. Además han reaparecido enfermedades que estaban controladas como el sarampión, la malaria o el paludismo. Si no se pueden atender las emergencias cotidianas, imagínate una pandemia de estas características”, me explica de forma casi didáctica.
Desde hace casi 15 años el doctor Guzmán trabaja en el hospital Cardiológico Infantil Latinoamericano Gilberto Rodríguez Ochoa, un centro ubicado en el oeste de Caracas. En materia hospitalaria es la joya de la corona chavista, pero tampoco ha escapado a la crisis que desde hace años afecta al sector.
“Lo que ha pasado en el Cardiológico es un reflejo de lo que sucede en todos los hospitales del país. Ahí hay equipos de hemodinamia que no funcionan y se redujeron las camas en cuidados intensivos de 30 a 8. Pero el no haya camas de cuidados intensivos ya es una cotidianidad en el país y las peregrinaciones de pacientes entre hospitales buscando un cupo para cuidados intensivos se normalizaron. Por otra parte, el tema de la diáspora en el sector médico ha sido muy marcado. Cuando yo entré al hospital éramos 13 especialistas de cuidados intensivos y ahora quedamos tres. De seis cirujanos cardiovasculares que había, sólo queda uno. Todos los demás se fueron del país”.
Al momento de escribir este artículo, el gobierno había centralizado la realización de las pruebas de diagnóstico rápido en hospitales centinelas, mientras que a la mayoría de los pacientes diagnosticados con Covid-19 en Venezuela se les estaba dando tratamiento ambulatorio, al desarrollar formas moderadas de la enfermedad. Por otro lado, la mayor parte de los que han necesitado cuidados intensivos, han sido remitidos a hospitales privados.
Un hombre espera su turno para tomar una prueba rápida de la enfermedad por coronavirus (COVID-19) en un centro médico en Caracas, Venezuela, 15 de abril de 2020. Fotografía de Manaure Quintero / Reuters.
“El número de casos confirmados en Venezuela es bastante bajo, lo cual genera suspicacia. O se está haciendo bien la prevención a nivel poblacional o no se están haciendo las pruebas diagnósticas suficientes”, dice el doctor Guzmán con escepticismo y luego remata, “el gobierno asegura que está preparado para enfrentar esta emergencia, pero la verdad es que con la progresión de un problema sanitario tan grave del país, es imposible que haya una respuesta eficiente ante algo tan nuevo, rápido y agudo. ¡Ojo! Aunque no confío en las estadísticas que dan, tampoco creo que estemos en una situación de catástrofe que estén ocultando”, aclara.
Guzmán cree que la respuesta de la gente ante la cuarentena ha sido favorable y que se debe, en gran parte, a la conciencia generalizada que hay sobre el déficit en el sistema de salud. Sin embargo, piensa que esta no es la única razón para explicar la obediencia de la población.
“La otra verdad es que la falta de gasolina ha favorecido que haya poca gente en la calle”, dice. Al día siguiente planeaba volver a intentar comprar gasolina, pues la última vez que trató de abastecerse, y a pesar de contar con salvoconducto de personal médico, pasó cuatro horas y media en la cola. “Las filas para las estaciones de servicio son increíbles, a pesar de que se supone que son para sectores priorizados. Tengo colegas que han tardado hasta seis horas. Cada quien tiene su propia experiencia y depende mucho de los guardias y policías que estén controlando la cola cuando vayas”.
Esa madrugada Arturo salió de su casa a las 3:45 am, tratando de ser previsivo, pero de nada sirvió. En la estación de servicio se encontró con una cola de varios kilómetros, exclusiva para profesionales de la salud en la que ya habían repartido 200 números para poder llenar el tanque. Había llegado tarde, pero decidió quedarse a intentarlo de todas formas. Después de una larga espera, junto a otros que esperaban como él, negoció con las autoridades y logró que repartieran 50 números más. A él le tocó el 47.
Así, después de nueve horas y media, el doctor Guzmán logró ponerle a su tanque 40 litros de gasolina. Pagó por ellos los 20.000 bolívares que consideró un precio justo. Es difícil de entender, pero en Venezuela el precio oficial del litro de gasolina es tan bajo que no hay divisas oficiales para pagar cubrir los ínfimos valores que marcan las máquinas dispensadoras, así que cada quien paga lo que considera justo: dinero en efectivo, chocolates, cigarrillos, chiclets, cualquier cosa sirve para llenar el tanque.
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Después de escuchar la actualización de cifras de casos de Covid-19 confirmados por la vicepresidenta Delcy Rodríguez, Maduro, tratando de transmitir tranquilidad, dijo que a su parecer Venezuela ha logrado contener la pandemia y ordenó hospitalizar todos los casos para evitar contagios intrafamiliares. Aseguró que el país se encuentra preparado para atender la emergencia, al tener 23.500 camas hospitalarias disponibles.
Luego repasó las cifras de casos de coronavirus en la región, comparándolas con las de Venezuela, que son mucho más bajas y que según él, son la razón por la que más de 2 mil venezolanos han vuelto a la República Bolivariana en los últimos días. Afirmó que se espera el regreso de unos 15 mil más, que llegarán huyendo del “fascismo, la xenofobia y el racismo” de países como Perú, Ecuador y Colombia. “Están volviendo a la patria que los recibe y donde tenemos contenido el coronavirus”, afirmó solemne.
"La única salvación para Venezuela es la prevención, ya que no tenemos la capacidad de respuesta para atender esta situación de otra forma”.
El presidente dijo también que a las personas que regresan al país se les recibe con controles sanitarios muy estrictos para frenar el contagio proveniente del exterior y se les somete a una cuarentena con alimentación, alojamiento y atención médica gratuitas. Como una medida más, Maduro ordenó toque de queda en San Antonio y Ureña, ciudades del andino estado de Táchira, donde se encuentran dos de los principales pasos fronterizos del país hacia Colombia y que por el decreto permanecerán cerrados de 4 de la tarde a 10 de la mañana. “No vaya a ser que se nos venga el coronavirus desde Colombia”.
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“¡Hola tía! ¿Cómo estás?”, le escribo por WhatsApp a mi tía Elina, sin obtener respuesta hasta tres horas después. “Bien pero sin teléfono, luz, ni gasolina. Hoy no podemos hablar, trata mañana como al mediodía. Besos mi amor. Te quiero”.
La sensación que me queda es la de haber recibido el mensaje de un astronauta en el espacio o de un científico en la Antártida. Pero no, mi tía está en Cordero, un pueblito en las afueras de San Cristóbal, es capital del estado Táchira, la ciudad más importante de los Andes venezolanos.
Al día siguiente, el Viernes Santo, después de varios intentos frustrados por tratar de comunicarme, mi tía atiende la llamada. “¡Qué porquería de comunicación! Mijo, hábleme despacio y duro que escucho muy bajito y lejos”, me dice alzando la voz como si así fuese a escucharme mejor. Le pregunto si siempre es así de complicado comunicarse con ella y me explica. “Los servicios aquí están pésimos. La luz nos la quitan todos los días hasta por seis horas continuas, y ahora está mejor, porque hasta hace poco nos la quitaban hasta por 12 horas. Entonces resulta que cuando la luz se va, el teléfono fijo queda 3 o 4 días sin funcionar, mientras que el Internet viene cuando le da la gana. Ahora está además el tema de la gasolina. Imagínate para tu tío y para mí que estamos viejos y enfermos, lo que es estar sin gasolina, sin luz, y sin comunicación”.
Desde hace varios años, el Táchira es una de las regiones más golpeadas por la aguda crisis del país, con serios problemas en los servicios básicos, una escasez de gasolina crónica y desabastecimiento de alimentos y productos básicos. Muchos tachirenses, al igual que mis tíos, atribuyen esta situación al radical espíritu opositor que el estado ha mostrado frente al gobierno chavista.
Mis tíos tienen actualmente cerca de 80 años. Solían ser los más acomodados de la familia, gracias al éxito de la empacadora y distribuidora de azúcar de mi tío, cuyos jugosos ingresos les permitían llevar una vida más que placentera, en la que cada año se iban de vacaciones a exóticos destinos alrededor del mundo y cambiaban de coche cada vez que podían.
Hoy su realidad es muy diferente. Al igual que cientos de empresas del sector alimentario venezolano, la empacadora se fundió hace años como consecuencia de la crisis del país. Los únicos ingresos que mis tíos tienen actualmente son los 500.000 bolívares que entre los dos reciben del Estado como pensiones de vejez, una suma que al cambio del día no supera los cuatro dólares. Adicional a eso, varias de mis primas que viven en el exterior les mandan cada mes unos 60 dólares con los que se las arreglan para resolver lo que se pueda. Además, ambos tienen problemas de salud: mi tío padece serios problemas respiratorios como consecuencia de una vida entera de tabaquismo y a mi tía le diagnosticaron el año pasado un cáncer de mama que a la llegada del Covid-19 a Venezuela se estaba tratando.
Trabajadores de la salud cubanos y venezolanos entrevistan a una mujer durante una ronda de inspección en el barrio marginal de Lidice en Caracas, Venezuela. 9 de abril de 2020. Fotografía de Manaure Quintero / Reuters.
“Me tuve que dejar de tomar las pastillas unos días porque no se conseguían”, me cuenta preocupada. “Con el problema de que cerraron la frontera, por esa gente que está regresando desde otros países latinoamericanos por el coronavirus, se ha complicado mucho la situación acá en el Táchira. Para nosotros cruzar a Colombia es muy importante, porque allá no tienen los problemas de abastecimiento de alimentos y medicinas que hay acá. Comprar en Venezuela es carísimo”.
“Acá los únicos que pueden soportar lo que pasa diariamente son los que están en buena posición económica”, cuenta mi tía sobre la vida en Táchira en tiempos de cuarentena. “Hay un alza de precios muy fuerte, sobre todo de comida. El bolívar ya no tiene ningún valor y acá todo se maneja o en dólares o en pesos colombianos. Además, no hay gasolina para nadie. La estación de servicio de acá del pueblo tiene casi un mes que no abre. Yo no pude ir a mi última consulta médica porque tenemos el tanque vacío, el transporte público está muy escaso porque tampoco tienen gasolina, y los taxis están carísimos”.
Los ínfimos precios del combustible en Venezuela han dado pie a un feroz contrabando hacia Colombia que, como efecto dominó, ha generado desabasto en las zonas fronterizas del país y un incipiente mercado negro al que los habitantes de estas regiones acuden para llenar sus tanques. “Lo del contrabando es un negocio millonario, es bestial, aquí tiene años sin haber gasolina, pero los camiones cargados con combustibles pasan rumbo Colombia. Se supone que la gasolina la controlan los militares, pero hay civiles que la consiguen no sé cómo para revenderla. Hace poco me ofrecieron 20 litros por 50 dólares y ahora un muchacho que no conozco me ofreció 20 litros por 110.000 pesos colombianos (unos 28 dólares). Me parece que está barata y me va a tocar comprarla porque no se consigue en ningún lado”.
La comunicación falla de nuevo. La llamada se corta y es improbable que logre comunicarme otra vez.
Resignado, le mandé una audio a mi tía preguntándole qué piensa sobre los anuncios hechos por el gobierno hasta ahora sobre la epidemia, al que responde con un tono de resignación. “Mi amor este gobierno es especialista en decir mentiras. Ellos nunca han respondido a nuestros problemas. Sería muy inocente creerles que estamos preparados para enfrentar un problema como el del coronavirus, cuando ni siquiera podemos atender cosas elementales como el acceso a los medicamentos. Según ellos, Venezuela es la Isla de la fantasía”.
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En cadena nacional, Nicolás Maduro anunció que esa semana llegaría al país ayuda humanitaria proveniente de la ONU, la Unicef y Rusia para atender la emergencia sanitaria. Una razón más, dijo, para que los venezolanos se sientan seguros y tranquilos con el manejo que su gobierno está haciendo de esta contingencia.
“Acá los únicos que pueden soportar lo que pasa diariamente son los que están en buena posición económica”.
Delcy Rodríguez elogió las rápidas decisiones tomadas por el presidente para hacer frente a la epidemia y Maduro le devolvió la cortesía elogiando su reporte actualizado de los datos en torno al Covid-19. Resaltó la importancia de mantener muy bien informada a la población venezolana de forma científica y veraz, y para cerrar el tema profetizó,“Anótenlo, se va a saber la verdad de quién creó esta enfermedad y cómo la sembraron”.
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Tinedo Guía está convencido de que la suya es la profesión más hermosa del mundo. Para él, el periodismo salva vidas al mantener a la gente informada. Ha llegado a esa conclusión a lo largo de sus 50 años de carrera. Durante mucho tiempo fue el conductor que transmitió a los venezolanos las últimas noticias de la actualidad nacional e internacional a través de El Observador, el legendario noticiero de Radio Caracas Televisión, canal al que el gobierno de Hugo Chávez decidió no renovarle la concesión a pesar de ser el más antiguo del país al momento de su cese de operaciones en el año 2007. Ese hecho lo motivó a postularse como Presidente del Colegio Nacional de Periodistas, un cargo que ocupa desde el año 2013, cuando se propuso luchar gremialmente por tres conceptos que garantiza la constitución: la libertad de expresión, la libertad de pensamiento y el derecho a la información.
“El venezolano no está bien informado. La gente duda de la información que da el gobierno porque los voceros no son creíbles. Cuando no hay credibilidad, surgen el rumor y las noticias falsas”, me explica Tinedo. “A eso súmale que Venezuela tiene la velocidad de internet más lenta de América Latina, lo que complica muchísimo las comunicaciones. Hace unos días el Ministro de Educación, Aristóbulo Istúriz, anunció que el año escolar se va a terminar vía Internet, pero con ese ancho de banda tan bajo y tan escaso, va a ser imposible la educación a distancia”.
Ser periodista en Venezuela no es fácil. Durante el gobierno de Maduro, el desempeño de la labor periodística ha visto cómo la censura, los ataques, las intimidaciones y las dificultades técnicas han limitado cada vez más el acceso y la generación de información. El ejemplo más reciente de esto es el periodista Darvinson Rojas, quien fue detenido en su casa la noche del 21 de marzo por funcionarios de la Fuerza de Acciones Especiales (FAES) de la Policía Nacional Bolivariana (PNB), una detención que según el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa estuvo relacionada con las publicaciones hechas por el periodista en relación a la epidemia del COVID-19 en Venezuela. Rojas fue liberado 12 días después.
“Una de las razones por las cuales existe el periodismo, es justamente buscar la verdad que esconde la noticia. Aquí el gobierno ha tenido un comportamiento arbitrario con los trabajadores de la prensa, pretendiendo ocultar información”, explica el Presidente del Colegio Nacional de Periodistas. “Aquí la única información “válida” es la que da el gobierno. El Ministerio del Poder Popular en temas de salud no profundiza en nada, sólo da cifras. Lo lógico es que se convocara a todas las instituciones que tienen que ver con ejercicio de la medicina en Venezuela para informar al público”.
Según los datos del Estado, Venezuela está logrando aplanar la curva de la epidemia de forma más radical que países como China y Corea del Sur, pero según Lisseth Boon de runrunes.com, uno de los sitios de noticias más consultados del país, esto se debe a que la situación del COVID-19 tiene un filtro muy preciso de control de información. “Pareciera que el gabinete de Maduro es quien dice quien contrae el virus y quien no. Cada cierto tiempo presenta informes sobre situación a pesar de no tener a un experto entre las filas. La información no viene de un Ministro de Salud, sino que la vicepresidenta Delcy Rodríguez y su hermano, el ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez. Ellos son los voceros constantes de la pandemia en Venezuela, anunciando cosas que rayan en lo sospechoso, porque nada coincide con las tendencias que se dan en otros países”, sostiene Boon. “Es difícil determinar el número real de contagiados porque cualquier información distinta a lo que digan ellos implica persecución y cárcel. En el caso de runrunes, lo que estamos llevando es un conteo de contradicciones en los anuncios del gobierno”.
Los periodistas no son los únicos amedrentados al tratar de informar. Las intimidaciones han llegado hasta los trabajadores de la salud. “Hoy los tratan como héroes, pero antes de que llegara la pandemia, algunos denunciaron que el gobierno trataba de ocultar información sobre la situación de la emergencia en el país y por eso fueron amenazados y detenidos”, cuenta Tinedo Guía.
La llegada del Covid-19 a Venezuela coincidió con un momento en el que efectivamente, hay un profundo desabastecimiento de combustible. Fotografía de Manaure Quintero / Reuters.
El periodista Víctor Amaya de Tal Cual, un diario que fue asfixiado por el gobierno hasta llegar al punto de desaparecer su edición impresa, sigue luchando por mantener una línea firme en defensa de la verdad. “El régimen tiene unas cifras que nadie discute, están controladas y no hay acceso directo para consulta. La prensa opta por contrastar y buscar inconsistencias en esas cifras o reclamar datos completos. Esa es la norma para todos los medios adversos al oficialismo. Nada raro. El atropello que ha sufrido la prensa en Venezuela se agrava cada vez más, independientemente de la situación del Covid-19.”
El periodista tiene claro que no se puede determinar un número real de casos de coronavirus si no se tiene la información completa de cuantas pruebas se realizan. Tampoco hay documentos que respalden la información oficial, ni publicaciones en línea del Ministerio de Salud que informen con exactitud cuántas pruebas se hicieron, cuándo o dónde.
“En Colombia, por ejemplo, el Gobierno solicita a las Facultades de Medicina o Enfermería, entre otras instituciones privadas, que hagan pruebas. Aquí no. Todas las pruebas las hace el gobierno. Además los resultados de las pruebas solo se dan en Caracas, así que si los resultados de las pruebas tardan 24 horas en estar listos, a las que llegan del interior del país hay que sumarle 48 más para ser evaluadas”, dice Amaya a partir de su investigación.
“Evidentemente hay un laboratorio de desinformación para que la gente se distraiga”, afirma Tinedo Guía, quien no duda que la situación responde a un trasfondo político. “Estamos en la aldea global, como dijo Marshall McLuhan, donde la información gira vertiginosamente y siempre hay noticias nuevas. La llegada del Covid-19 coincidió con el ofrecimiento de una recompensa por parte del Departamento de Justicia de Estados Unidos por la captura de Maduro y varios personajes de su gobierno denunciados hace mucho tiempo como miembros del supuesto Cartel de los Soles, cuyo nombre hace referencia a los grados militares que algunos de ellos pudieran tener. Ante estas acusaciones, lo que hacen los voceros del gobierno es afirmar que Venezuela ha sido agredida y con eso justifican problemas como la falta de gasolina, que ha hecho que la movilización de alimentos sea un calvario”.
Antes de despedirnos, el Presidente del Colegio Nacional de Periodistas de Venezuela me sorprende al decir, “gracias por tomarme en cuenta para este tipo de trabajo y darme espacio para conversar sobre temas altamente delicados acá. Te mando mis bendiciones”.
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Sábado 11 de abril. Desde la rampa 4 del Aeropuerto Nacional de Maiquetía, la vicepresidenta Delcy Rodríguez despide una delegación de ocho médicos especialistas chinos que llegaron a Venezuela a trabajar de la mano con el gobierno para enfrentar la emergencia del Covid-19.
Luego de condecorar a los galenos del gigante asiático con la Orden Francisco de Miranda y escuchar las palabras del embajador chino en Venezuela, Delcy toma la palabra. Afirma que los especialistas chinos han sido testigos del esfuerzo ejemplar del gobierno del presidente Nicolás Maduro en la lucha contra el temible virus. Asegura que Venezuela tiene una tasa del 53 % de los casos de coronavirus recuperados, gracias a la efectiva acción de la Comisión Presidencial siguiendo los lineamientos dictados por el presidente. Resalta la solidaridad de China con otros países durante la pandemia y desea que Donald Trump pudiese hacer lo mismo en lugar de establecer bloqueos y sanciones criminales contra naciones inocentes como Cuba, Irán y Venezuela, medidas que, asegura, son causas de la falta de alimentos y medicinas en el país.
Finalmente informó la decisión de Nicolás Maduro de extender la cuarentena por 30 días más como medida para seguir combatiendo al virus que vino de China. Destacó que el gobierno de Maduro siempre ha hablado con la verdad y afirmó que aunque Venezuela haya aplanado de forma contundente la curva del coronavirus, la batalla no está ganada y por eso se debe seguir adelante con la cuarentena. "No podemos olvidar que en nuestro continente está Estados Unidos, el epicentro mundial de la epidemia. El presidente Nicolás Maduro, siempre tomando medidas oportunas y adecuadas, busca con esta prórroga que Venezuela pueda salir victoriosa en la lucha contra el Covid-19 juntos como una sola nación”.
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“Al gobierno le cayó como anillo al dedo decretar la cuarentena justo en este momento en que todo el mundo sabe que no hay gasolina”, me dice mamá al enterarse de la extensión de esta medida. “Ellos dicen que todo lo que pasa en Venezuela es por el bloqueo de Estados Unidos, pero yo no confío en nada de lo que dicen, mucho menos les voy a creer las cifras que dan sobre el coronavirus. Venezuela no tiene el mejor sistema en nada: ni en servicios, ni en alimentos, ni en hospitales. En nada. Si aquí llegaran a dar cifras como las de Ecuador, la gente se moriría pero de infarto, porque todos sabemos que aquí no hay cómo atender eso”.
Mientras conversamos, a mamá le llega el agua y me corta abruptamente. “Déjame ir a recoger agua, cocinar y lavar los platos porque ya sabes cómo es esta esclavitud. Te paso a tu papá”. Él toma el teléfono, en el encuadre de la videollamada solo veo su frente, pero al escuchar su voz no necesito ver la expresión de su rostro para notar su preocupación.“Hijo, todos sabemos que el chavismo ni tiene la capacidad, ni el dinero, ni la forma de enfrentar una pandemia de esta naturaleza, pero el gobierno nunca va a decir nada que los dañe. Aquí vas a un hospital público por cualquier emergencia y te mueres porque no hay insumos médicos. Ellos culpan a Estados Unidos de que Venezuela no haya echado pa´lante, pero resulta que la falla está en que este gobierno no sirve para nada, es falso, malo e incapaz.”
Luego de escucharlo le hablo de mi asombro al ver que Venezuela, más que un país, es un enredo de universos paralelos donde todos los sectores tienen la vía oficial y sus canales ilegales: la información, la comida, el sistema cambiario, la gasolina, los medicamentos.“Eso es correcto hijo. Acá hoy en día no tenemos gobierno, no tenemos comida ni artículos de primera necesidad, los servicios funcionan pésimo, los hospitales están muy deteriorados y el Bolívar está cada vez más devaluado. Todos estamos muy pesimistas, estamos al borde de un precipicio y no terminamos de caer”.
Después de una pequeña pausa, salta a otra idea. “La otra verdad es que ante una situación como esta del coronavirus, la realidad no se pueden esconder. Ellos tienen 21 años en el poder botando dinero y robando de las arcas públicas mientras que a la gente cada vez les alcanza menos el dinero para sobrevivir. Los últimos cinco años acá han sido desastrosos, por más que lo nieguen, ellos saben que la aparición de esta enfermedad puede terminar de rematarlos”.
En este país el virus encontró una víctima especialmente vulnerable. En Venezuela escasean desde hace tiempo la gasolina, la luz, el agua, los servicios de salud y la información confiable. Sin embargo, Maduro asegura que lo tiene todo bajo control.
“Llámame en una hora que acaban de poner el agua y estoy en plena corredera”, dice la nota de voz de mamá. En el edificio donde ella vive con papá, en el montañoso municipio El Hatillo en Caracas, hay agua durante las 24 horas sólo dos días a la semana, los otros cinco, el servicio llega a los departamentos solo tres veces al día: una hora en la mañana, una al mediodía y otra en la noche. Estas tres veces pueden convertirse en dos si es que la capacidad del tanque del edificio no aguanta la demanda de los vecinos, que al igual que mi mamá, tratan de almacenar la mayor cantidad posible en cada oportunidad, “porque uno nunca sabe cuando deja de entrar agua de afuera”. Desde hace algunos unos años, para los caraqueños el racionamiento de agua es algo normal.
Una hora después, según lo acordado, llamé a mamá. Luego de quejarse un rato por el fastidio que le genera sentirse todo el tiempo condicionada por ese esclavizante ciclo del agua al que se encuentra sometida, me dice preocupada, “imagínate que la recomendación mundial para prevenir el coronavirus es lavarse las manos y aquí no hay agua”. Luego arranca su relato sobre cómo están viviendo ella y papá el estado de emergencia generado por la llegada del temible Covid-19 a Venezuela. “Acá la gente bromea diciendo, 'con el coronavirus el mundo se enteró de cómo se vive en Venezuela desde hace años: con inseguridad, escasez, crisis sanitaria, una economía destruida y encerrados en la casa”.
Era Semana Santa, siete días que en Venezuela, tierra de fervorosa devoción católica y debilidad por la playa, producen un éxodo de la población de las grandes ciudades hacia las costas del país. Pero este año no son las vacaciones lo que hace que las calles de Caracas estén desiertas, sino la estricta cuarentena nacional decretada por el presidente Nicolás Maduro el pasado 17 de marzo, un anuncio que colocó a Venezuela como uno de los primeros países de la región en imponer medidas firmes para evitar la propagación del virus.
Mamá me cuenta que por su zona es rarísimo ver a alguien caminando por la calle, pero que a pesar de las limitaciones para movilizarse en la ciudad, el otro día se asomó por la ventana y vio pasar la procesión del Nazareno. “Pero las iglesias están cerradas. A la gente le da miedo salir y reunirse. Además, como dicen, los problemas no vienen solos, ahora resulta que hay una escasez de gasolina bárbara. Si lo hicieron a propósito como una medida para que la gente no salga es una excelente idea, pero la verdad es que la están racionando porque no hay gasolina en el país”.
La llegada del Covid-19 a Venezuela coincidió con un momento en el que, a pesar de ser de las mayores reservas de crudo del mundo, efectivamente, hay un profundo desabastecimiento de combustible. Esto se debe en gran parte a las sanciones estadounidenses impuestas al gobierno venezolano, que le dificultan conseguir proveedores dispuestos a entregar gasolina. La otra razón son los bajos ingresos que el país tiene en la actualidad, situación que impide al Estado pagar por ese combustible. Sin más opción, el gobierno se ha visto obligado a decretar un estricto plan de racionamiento.
Sin embargo, el abastecimiento de combustible ya tiene tiempo haciéndose cada vez más común en la tierra de Bolívar, aunque hasta ahora Caracas había permanecido relativamente ajena a la situación. Hoy en la capital del país, las pocas gasolineras abiertas en la ciudad son controladas por militares y policías que resguardan las larguísimas filas de autos que buscan llenar sus tanques. Esta misión, en el mejor de los casos puede llevar horas, pero lo más probable es que termine en fracaso.
Un hombre utiliza una patineta para transportar un balde de agua durante la cuarentena nacional en Caracas, Venezuela. 23 de marzo de 2020. Fotografía de Manaure Quintero / Reuters.
“Cuando empezó la cuarentena teníamos el tanque full. En estas tres semanas se ha gastado medio tanque entre las pocas veces que hemos salido a comprar comida”, cuenta mamá tratando de mantener controlada su personalidad nerviosa. Me dice que le están dando prioridad a los profesionales de la salud en el abasto gasolina, así como a los agentes de seguridad y trabajadores del sector alimenticio.
“Según el gobierno no hay gasolina porque el bloqueo económico de Estados Unidos no ha permitido comprar la materia prima para producirla”, interrumpe papá. La voz de mi viejo muestra al mismo tiempo obstinación y decepción. Ni en sus peores pensamientos imaginó que a sus 75 años Venezuela pudiese estar viviendo la peor crisis de su historia.
“La verdad es que el gobierno no tiene la posibilidad de reparar las refinerías y producir gasolina”. Venezuela cuenta con cinco de los más grandes complejos del mundo para refinar petróleo: Amuay, Punta Cardón, Bajo Grande, Guaraguao y El Palito. Todas están paradas. “Sin gasolina va a haber más escasez de comida, artículos de primera necesidad y medicinas de la que ya hay. Además los servicios de agua y electricidad no andan bien en ninguna parte del país. Yo no sé cómo el gobierno va a enfrentar el coronavirus, si aquí se sale de control esa epidemia va a haber muchos muertos, porque no hay con qué ayudar a la gente”, remata con frustración.
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Esa misma tarde, en vivo y directo en la televisión, la vicepresidenta Delcy Rodríguez apareció usando una mascarilla para hablar de la estrategia de gobierno ante la crisis. Tras sus primeros 30 segundos al aire comenzó a toser. La funcionaria se esforzó para seguir adelante, pero como si estuviese programado, 30 segundos después volvió a toser varias veces hasta que se tuvo que disculpar, “Perdón pero tengo una alergia muy fuerte”. Ya era muy tarde. La situación generó cualquier cantidad de comentarios y especulaciones en las redes sociales y no tardó en convertirse en uno más de los populares memes de los ghaneses bailando con el ataúd.
“Acá la gente bromea diciendo, 'con el coronavirus el mundo se enteró de cómo se vive en Venezuela desde hace años: con inseguridad, escasez, crisis sanitaria, una economía destruida y encerrados en la casa”.
Nicolás Maduro, sin mascarilla, tuvo que hacerse cargo de la transmisión mientras tomaba un café con jengibre junto a su esposa Cilia Flores. Luego de recomendar la bebida ampliamente al pueblo venezolano, el presidente viró el tema de su mensaje hacía Jesucristo y los valores de la Revolución. “Dios nos mandó para salvarnos a un revolucionario. Los socialistas del siglo XXI decimos que el nuestro es un socialismo cristiano”, apuntó. Luego compartió con la audiencia un fragmento de la aproximación histórica a la figura de Jesús, que dijo estar leyendo, y la recomendó a los espectadores.
Una vez superado el ataque de tos de la vicepresidenta, Maduro le devolvió la palabra, y ella confirmó la detección de un nuevo caso de coronavirus en Venezuela, elevando así a 166 los casos positivos y 7 defunciones, una de las cifras más bajas entre los países de la región.
Según la vicepresidenta esto es el reflejo de las medidas extraordinarias tomadas por el gobierno, que han logrado aplanar la curva de contagios. Sobre la escasez de gasolina, ni Maduro, ni Delcy dijeron una palabra. Así la semana santa.
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“Soy muy escéptico con la información y las cifras que da el gobierno porque no corresponde con lo que vivimos a diario en los hospitales”, aclara un doctor al que por temas de confidencialidad llamaremos Arturo Guzmán. “Tengo que reconocer que estoy de acuerdo con las medidas que han tomado hasta ahora para enfrentar esta epidemia, pues creo que la única salvación para Venezuela es la prevención, ya que no tenemos la capacidad de respuesta para atender esta situación de otra forma”.
Arturo es especialista en cuidados intensivos pediátricos y como muchos médicos venezolanos, divide su actividad profesional entre una clínica privada y el sistema de salud público, así que conoce bien la realidad del sector en el país. “Venezuela nunca tuvo un sistema de salud pública eficiente, pero el deterioro se ha acentuado mucho en los últimos 10 o 12 años en cuanto a disponibilidad de camillas, déficit de materiales, servicios básicos y el número de cirugías para enfermedades de tratamiento quirúrgico. Las clínicas privadas no han sido ajenas a todo esto. Con la macabra devaluación, la cobertura de las aseguradoras ha quedado en nada y cubrir el costo de cualquier atención médica se ha vuelto muy difícil. Además han reaparecido enfermedades que estaban controladas como el sarampión, la malaria o el paludismo. Si no se pueden atender las emergencias cotidianas, imagínate una pandemia de estas características”, me explica de forma casi didáctica.
Desde hace casi 15 años el doctor Guzmán trabaja en el hospital Cardiológico Infantil Latinoamericano Gilberto Rodríguez Ochoa, un centro ubicado en el oeste de Caracas. En materia hospitalaria es la joya de la corona chavista, pero tampoco ha escapado a la crisis que desde hace años afecta al sector.
“Lo que ha pasado en el Cardiológico es un reflejo de lo que sucede en todos los hospitales del país. Ahí hay equipos de hemodinamia que no funcionan y se redujeron las camas en cuidados intensivos de 30 a 8. Pero el no haya camas de cuidados intensivos ya es una cotidianidad en el país y las peregrinaciones de pacientes entre hospitales buscando un cupo para cuidados intensivos se normalizaron. Por otra parte, el tema de la diáspora en el sector médico ha sido muy marcado. Cuando yo entré al hospital éramos 13 especialistas de cuidados intensivos y ahora quedamos tres. De seis cirujanos cardiovasculares que había, sólo queda uno. Todos los demás se fueron del país”.
Al momento de escribir este artículo, el gobierno había centralizado la realización de las pruebas de diagnóstico rápido en hospitales centinelas, mientras que a la mayoría de los pacientes diagnosticados con Covid-19 en Venezuela se les estaba dando tratamiento ambulatorio, al desarrollar formas moderadas de la enfermedad. Por otro lado, la mayor parte de los que han necesitado cuidados intensivos, han sido remitidos a hospitales privados.
Un hombre espera su turno para tomar una prueba rápida de la enfermedad por coronavirus (COVID-19) en un centro médico en Caracas, Venezuela, 15 de abril de 2020. Fotografía de Manaure Quintero / Reuters.
“El número de casos confirmados en Venezuela es bastante bajo, lo cual genera suspicacia. O se está haciendo bien la prevención a nivel poblacional o no se están haciendo las pruebas diagnósticas suficientes”, dice el doctor Guzmán con escepticismo y luego remata, “el gobierno asegura que está preparado para enfrentar esta emergencia, pero la verdad es que con la progresión de un problema sanitario tan grave del país, es imposible que haya una respuesta eficiente ante algo tan nuevo, rápido y agudo. ¡Ojo! Aunque no confío en las estadísticas que dan, tampoco creo que estemos en una situación de catástrofe que estén ocultando”, aclara.
Guzmán cree que la respuesta de la gente ante la cuarentena ha sido favorable y que se debe, en gran parte, a la conciencia generalizada que hay sobre el déficit en el sistema de salud. Sin embargo, piensa que esta no es la única razón para explicar la obediencia de la población.
“La otra verdad es que la falta de gasolina ha favorecido que haya poca gente en la calle”, dice. Al día siguiente planeaba volver a intentar comprar gasolina, pues la última vez que trató de abastecerse, y a pesar de contar con salvoconducto de personal médico, pasó cuatro horas y media en la cola. “Las filas para las estaciones de servicio son increíbles, a pesar de que se supone que son para sectores priorizados. Tengo colegas que han tardado hasta seis horas. Cada quien tiene su propia experiencia y depende mucho de los guardias y policías que estén controlando la cola cuando vayas”.
Esa madrugada Arturo salió de su casa a las 3:45 am, tratando de ser previsivo, pero de nada sirvió. En la estación de servicio se encontró con una cola de varios kilómetros, exclusiva para profesionales de la salud en la que ya habían repartido 200 números para poder llenar el tanque. Había llegado tarde, pero decidió quedarse a intentarlo de todas formas. Después de una larga espera, junto a otros que esperaban como él, negoció con las autoridades y logró que repartieran 50 números más. A él le tocó el 47.
Así, después de nueve horas y media, el doctor Guzmán logró ponerle a su tanque 40 litros de gasolina. Pagó por ellos los 20.000 bolívares que consideró un precio justo. Es difícil de entender, pero en Venezuela el precio oficial del litro de gasolina es tan bajo que no hay divisas oficiales para pagar cubrir los ínfimos valores que marcan las máquinas dispensadoras, así que cada quien paga lo que considera justo: dinero en efectivo, chocolates, cigarrillos, chiclets, cualquier cosa sirve para llenar el tanque.
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Después de escuchar la actualización de cifras de casos de Covid-19 confirmados por la vicepresidenta Delcy Rodríguez, Maduro, tratando de transmitir tranquilidad, dijo que a su parecer Venezuela ha logrado contener la pandemia y ordenó hospitalizar todos los casos para evitar contagios intrafamiliares. Aseguró que el país se encuentra preparado para atender la emergencia, al tener 23.500 camas hospitalarias disponibles.
Luego repasó las cifras de casos de coronavirus en la región, comparándolas con las de Venezuela, que son mucho más bajas y que según él, son la razón por la que más de 2 mil venezolanos han vuelto a la República Bolivariana en los últimos días. Afirmó que se espera el regreso de unos 15 mil más, que llegarán huyendo del “fascismo, la xenofobia y el racismo” de países como Perú, Ecuador y Colombia. “Están volviendo a la patria que los recibe y donde tenemos contenido el coronavirus”, afirmó solemne.
"La única salvación para Venezuela es la prevención, ya que no tenemos la capacidad de respuesta para atender esta situación de otra forma”.
El presidente dijo también que a las personas que regresan al país se les recibe con controles sanitarios muy estrictos para frenar el contagio proveniente del exterior y se les somete a una cuarentena con alimentación, alojamiento y atención médica gratuitas. Como una medida más, Maduro ordenó toque de queda en San Antonio y Ureña, ciudades del andino estado de Táchira, donde se encuentran dos de los principales pasos fronterizos del país hacia Colombia y que por el decreto permanecerán cerrados de 4 de la tarde a 10 de la mañana. “No vaya a ser que se nos venga el coronavirus desde Colombia”.
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“¡Hola tía! ¿Cómo estás?”, le escribo por WhatsApp a mi tía Elina, sin obtener respuesta hasta tres horas después. “Bien pero sin teléfono, luz, ni gasolina. Hoy no podemos hablar, trata mañana como al mediodía. Besos mi amor. Te quiero”.
La sensación que me queda es la de haber recibido el mensaje de un astronauta en el espacio o de un científico en la Antártida. Pero no, mi tía está en Cordero, un pueblito en las afueras de San Cristóbal, es capital del estado Táchira, la ciudad más importante de los Andes venezolanos.
Al día siguiente, el Viernes Santo, después de varios intentos frustrados por tratar de comunicarme, mi tía atiende la llamada. “¡Qué porquería de comunicación! Mijo, hábleme despacio y duro que escucho muy bajito y lejos”, me dice alzando la voz como si así fuese a escucharme mejor. Le pregunto si siempre es así de complicado comunicarse con ella y me explica. “Los servicios aquí están pésimos. La luz nos la quitan todos los días hasta por seis horas continuas, y ahora está mejor, porque hasta hace poco nos la quitaban hasta por 12 horas. Entonces resulta que cuando la luz se va, el teléfono fijo queda 3 o 4 días sin funcionar, mientras que el Internet viene cuando le da la gana. Ahora está además el tema de la gasolina. Imagínate para tu tío y para mí que estamos viejos y enfermos, lo que es estar sin gasolina, sin luz, y sin comunicación”.
Desde hace varios años, el Táchira es una de las regiones más golpeadas por la aguda crisis del país, con serios problemas en los servicios básicos, una escasez de gasolina crónica y desabastecimiento de alimentos y productos básicos. Muchos tachirenses, al igual que mis tíos, atribuyen esta situación al radical espíritu opositor que el estado ha mostrado frente al gobierno chavista.
Mis tíos tienen actualmente cerca de 80 años. Solían ser los más acomodados de la familia, gracias al éxito de la empacadora y distribuidora de azúcar de mi tío, cuyos jugosos ingresos les permitían llevar una vida más que placentera, en la que cada año se iban de vacaciones a exóticos destinos alrededor del mundo y cambiaban de coche cada vez que podían.
Hoy su realidad es muy diferente. Al igual que cientos de empresas del sector alimentario venezolano, la empacadora se fundió hace años como consecuencia de la crisis del país. Los únicos ingresos que mis tíos tienen actualmente son los 500.000 bolívares que entre los dos reciben del Estado como pensiones de vejez, una suma que al cambio del día no supera los cuatro dólares. Adicional a eso, varias de mis primas que viven en el exterior les mandan cada mes unos 60 dólares con los que se las arreglan para resolver lo que se pueda. Además, ambos tienen problemas de salud: mi tío padece serios problemas respiratorios como consecuencia de una vida entera de tabaquismo y a mi tía le diagnosticaron el año pasado un cáncer de mama que a la llegada del Covid-19 a Venezuela se estaba tratando.
Trabajadores de la salud cubanos y venezolanos entrevistan a una mujer durante una ronda de inspección en el barrio marginal de Lidice en Caracas, Venezuela. 9 de abril de 2020. Fotografía de Manaure Quintero / Reuters.
“Me tuve que dejar de tomar las pastillas unos días porque no se conseguían”, me cuenta preocupada. “Con el problema de que cerraron la frontera, por esa gente que está regresando desde otros países latinoamericanos por el coronavirus, se ha complicado mucho la situación acá en el Táchira. Para nosotros cruzar a Colombia es muy importante, porque allá no tienen los problemas de abastecimiento de alimentos y medicinas que hay acá. Comprar en Venezuela es carísimo”.
“Acá los únicos que pueden soportar lo que pasa diariamente son los que están en buena posición económica”, cuenta mi tía sobre la vida en Táchira en tiempos de cuarentena. “Hay un alza de precios muy fuerte, sobre todo de comida. El bolívar ya no tiene ningún valor y acá todo se maneja o en dólares o en pesos colombianos. Además, no hay gasolina para nadie. La estación de servicio de acá del pueblo tiene casi un mes que no abre. Yo no pude ir a mi última consulta médica porque tenemos el tanque vacío, el transporte público está muy escaso porque tampoco tienen gasolina, y los taxis están carísimos”.
Los ínfimos precios del combustible en Venezuela han dado pie a un feroz contrabando hacia Colombia que, como efecto dominó, ha generado desabasto en las zonas fronterizas del país y un incipiente mercado negro al que los habitantes de estas regiones acuden para llenar sus tanques. “Lo del contrabando es un negocio millonario, es bestial, aquí tiene años sin haber gasolina, pero los camiones cargados con combustibles pasan rumbo Colombia. Se supone que la gasolina la controlan los militares, pero hay civiles que la consiguen no sé cómo para revenderla. Hace poco me ofrecieron 20 litros por 50 dólares y ahora un muchacho que no conozco me ofreció 20 litros por 110.000 pesos colombianos (unos 28 dólares). Me parece que está barata y me va a tocar comprarla porque no se consigue en ningún lado”.
La comunicación falla de nuevo. La llamada se corta y es improbable que logre comunicarme otra vez.
Resignado, le mandé una audio a mi tía preguntándole qué piensa sobre los anuncios hechos por el gobierno hasta ahora sobre la epidemia, al que responde con un tono de resignación. “Mi amor este gobierno es especialista en decir mentiras. Ellos nunca han respondido a nuestros problemas. Sería muy inocente creerles que estamos preparados para enfrentar un problema como el del coronavirus, cuando ni siquiera podemos atender cosas elementales como el acceso a los medicamentos. Según ellos, Venezuela es la Isla de la fantasía”.
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En cadena nacional, Nicolás Maduro anunció que esa semana llegaría al país ayuda humanitaria proveniente de la ONU, la Unicef y Rusia para atender la emergencia sanitaria. Una razón más, dijo, para que los venezolanos se sientan seguros y tranquilos con el manejo que su gobierno está haciendo de esta contingencia.
“Acá los únicos que pueden soportar lo que pasa diariamente son los que están en buena posición económica”.
Delcy Rodríguez elogió las rápidas decisiones tomadas por el presidente para hacer frente a la epidemia y Maduro le devolvió la cortesía elogiando su reporte actualizado de los datos en torno al Covid-19. Resaltó la importancia de mantener muy bien informada a la población venezolana de forma científica y veraz, y para cerrar el tema profetizó,“Anótenlo, se va a saber la verdad de quién creó esta enfermedad y cómo la sembraron”.
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Tinedo Guía está convencido de que la suya es la profesión más hermosa del mundo. Para él, el periodismo salva vidas al mantener a la gente informada. Ha llegado a esa conclusión a lo largo de sus 50 años de carrera. Durante mucho tiempo fue el conductor que transmitió a los venezolanos las últimas noticias de la actualidad nacional e internacional a través de El Observador, el legendario noticiero de Radio Caracas Televisión, canal al que el gobierno de Hugo Chávez decidió no renovarle la concesión a pesar de ser el más antiguo del país al momento de su cese de operaciones en el año 2007. Ese hecho lo motivó a postularse como Presidente del Colegio Nacional de Periodistas, un cargo que ocupa desde el año 2013, cuando se propuso luchar gremialmente por tres conceptos que garantiza la constitución: la libertad de expresión, la libertad de pensamiento y el derecho a la información.
“El venezolano no está bien informado. La gente duda de la información que da el gobierno porque los voceros no son creíbles. Cuando no hay credibilidad, surgen el rumor y las noticias falsas”, me explica Tinedo. “A eso súmale que Venezuela tiene la velocidad de internet más lenta de América Latina, lo que complica muchísimo las comunicaciones. Hace unos días el Ministro de Educación, Aristóbulo Istúriz, anunció que el año escolar se va a terminar vía Internet, pero con ese ancho de banda tan bajo y tan escaso, va a ser imposible la educación a distancia”.
Ser periodista en Venezuela no es fácil. Durante el gobierno de Maduro, el desempeño de la labor periodística ha visto cómo la censura, los ataques, las intimidaciones y las dificultades técnicas han limitado cada vez más el acceso y la generación de información. El ejemplo más reciente de esto es el periodista Darvinson Rojas, quien fue detenido en su casa la noche del 21 de marzo por funcionarios de la Fuerza de Acciones Especiales (FAES) de la Policía Nacional Bolivariana (PNB), una detención que según el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa estuvo relacionada con las publicaciones hechas por el periodista en relación a la epidemia del COVID-19 en Venezuela. Rojas fue liberado 12 días después.
“Una de las razones por las cuales existe el periodismo, es justamente buscar la verdad que esconde la noticia. Aquí el gobierno ha tenido un comportamiento arbitrario con los trabajadores de la prensa, pretendiendo ocultar información”, explica el Presidente del Colegio Nacional de Periodistas. “Aquí la única información “válida” es la que da el gobierno. El Ministerio del Poder Popular en temas de salud no profundiza en nada, sólo da cifras. Lo lógico es que se convocara a todas las instituciones que tienen que ver con ejercicio de la medicina en Venezuela para informar al público”.
Según los datos del Estado, Venezuela está logrando aplanar la curva de la epidemia de forma más radical que países como China y Corea del Sur, pero según Lisseth Boon de runrunes.com, uno de los sitios de noticias más consultados del país, esto se debe a que la situación del COVID-19 tiene un filtro muy preciso de control de información. “Pareciera que el gabinete de Maduro es quien dice quien contrae el virus y quien no. Cada cierto tiempo presenta informes sobre situación a pesar de no tener a un experto entre las filas. La información no viene de un Ministro de Salud, sino que la vicepresidenta Delcy Rodríguez y su hermano, el ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez. Ellos son los voceros constantes de la pandemia en Venezuela, anunciando cosas que rayan en lo sospechoso, porque nada coincide con las tendencias que se dan en otros países”, sostiene Boon. “Es difícil determinar el número real de contagiados porque cualquier información distinta a lo que digan ellos implica persecución y cárcel. En el caso de runrunes, lo que estamos llevando es un conteo de contradicciones en los anuncios del gobierno”.
Los periodistas no son los únicos amedrentados al tratar de informar. Las intimidaciones han llegado hasta los trabajadores de la salud. “Hoy los tratan como héroes, pero antes de que llegara la pandemia, algunos denunciaron que el gobierno trataba de ocultar información sobre la situación de la emergencia en el país y por eso fueron amenazados y detenidos”, cuenta Tinedo Guía.
La llegada del Covid-19 a Venezuela coincidió con un momento en el que efectivamente, hay un profundo desabastecimiento de combustible. Fotografía de Manaure Quintero / Reuters.
El periodista Víctor Amaya de Tal Cual, un diario que fue asfixiado por el gobierno hasta llegar al punto de desaparecer su edición impresa, sigue luchando por mantener una línea firme en defensa de la verdad. “El régimen tiene unas cifras que nadie discute, están controladas y no hay acceso directo para consulta. La prensa opta por contrastar y buscar inconsistencias en esas cifras o reclamar datos completos. Esa es la norma para todos los medios adversos al oficialismo. Nada raro. El atropello que ha sufrido la prensa en Venezuela se agrava cada vez más, independientemente de la situación del Covid-19.”
El periodista tiene claro que no se puede determinar un número real de casos de coronavirus si no se tiene la información completa de cuantas pruebas se realizan. Tampoco hay documentos que respalden la información oficial, ni publicaciones en línea del Ministerio de Salud que informen con exactitud cuántas pruebas se hicieron, cuándo o dónde.
“En Colombia, por ejemplo, el Gobierno solicita a las Facultades de Medicina o Enfermería, entre otras instituciones privadas, que hagan pruebas. Aquí no. Todas las pruebas las hace el gobierno. Además los resultados de las pruebas solo se dan en Caracas, así que si los resultados de las pruebas tardan 24 horas en estar listos, a las que llegan del interior del país hay que sumarle 48 más para ser evaluadas”, dice Amaya a partir de su investigación.
“Evidentemente hay un laboratorio de desinformación para que la gente se distraiga”, afirma Tinedo Guía, quien no duda que la situación responde a un trasfondo político. “Estamos en la aldea global, como dijo Marshall McLuhan, donde la información gira vertiginosamente y siempre hay noticias nuevas. La llegada del Covid-19 coincidió con el ofrecimiento de una recompensa por parte del Departamento de Justicia de Estados Unidos por la captura de Maduro y varios personajes de su gobierno denunciados hace mucho tiempo como miembros del supuesto Cartel de los Soles, cuyo nombre hace referencia a los grados militares que algunos de ellos pudieran tener. Ante estas acusaciones, lo que hacen los voceros del gobierno es afirmar que Venezuela ha sido agredida y con eso justifican problemas como la falta de gasolina, que ha hecho que la movilización de alimentos sea un calvario”.
Antes de despedirnos, el Presidente del Colegio Nacional de Periodistas de Venezuela me sorprende al decir, “gracias por tomarme en cuenta para este tipo de trabajo y darme espacio para conversar sobre temas altamente delicados acá. Te mando mis bendiciones”.
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Sábado 11 de abril. Desde la rampa 4 del Aeropuerto Nacional de Maiquetía, la vicepresidenta Delcy Rodríguez despide una delegación de ocho médicos especialistas chinos que llegaron a Venezuela a trabajar de la mano con el gobierno para enfrentar la emergencia del Covid-19.
Luego de condecorar a los galenos del gigante asiático con la Orden Francisco de Miranda y escuchar las palabras del embajador chino en Venezuela, Delcy toma la palabra. Afirma que los especialistas chinos han sido testigos del esfuerzo ejemplar del gobierno del presidente Nicolás Maduro en la lucha contra el temible virus. Asegura que Venezuela tiene una tasa del 53 % de los casos de coronavirus recuperados, gracias a la efectiva acción de la Comisión Presidencial siguiendo los lineamientos dictados por el presidente. Resalta la solidaridad de China con otros países durante la pandemia y desea que Donald Trump pudiese hacer lo mismo en lugar de establecer bloqueos y sanciones criminales contra naciones inocentes como Cuba, Irán y Venezuela, medidas que, asegura, son causas de la falta de alimentos y medicinas en el país.
Finalmente informó la decisión de Nicolás Maduro de extender la cuarentena por 30 días más como medida para seguir combatiendo al virus que vino de China. Destacó que el gobierno de Maduro siempre ha hablado con la verdad y afirmó que aunque Venezuela haya aplanado de forma contundente la curva del coronavirus, la batalla no está ganada y por eso se debe seguir adelante con la cuarentena. "No podemos olvidar que en nuestro continente está Estados Unidos, el epicentro mundial de la epidemia. El presidente Nicolás Maduro, siempre tomando medidas oportunas y adecuadas, busca con esta prórroga que Venezuela pueda salir victoriosa en la lucha contra el Covid-19 juntos como una sola nación”.
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“Al gobierno le cayó como anillo al dedo decretar la cuarentena justo en este momento en que todo el mundo sabe que no hay gasolina”, me dice mamá al enterarse de la extensión de esta medida. “Ellos dicen que todo lo que pasa en Venezuela es por el bloqueo de Estados Unidos, pero yo no confío en nada de lo que dicen, mucho menos les voy a creer las cifras que dan sobre el coronavirus. Venezuela no tiene el mejor sistema en nada: ni en servicios, ni en alimentos, ni en hospitales. En nada. Si aquí llegaran a dar cifras como las de Ecuador, la gente se moriría pero de infarto, porque todos sabemos que aquí no hay cómo atender eso”.
Mientras conversamos, a mamá le llega el agua y me corta abruptamente. “Déjame ir a recoger agua, cocinar y lavar los platos porque ya sabes cómo es esta esclavitud. Te paso a tu papá”. Él toma el teléfono, en el encuadre de la videollamada solo veo su frente, pero al escuchar su voz no necesito ver la expresión de su rostro para notar su preocupación.“Hijo, todos sabemos que el chavismo ni tiene la capacidad, ni el dinero, ni la forma de enfrentar una pandemia de esta naturaleza, pero el gobierno nunca va a decir nada que los dañe. Aquí vas a un hospital público por cualquier emergencia y te mueres porque no hay insumos médicos. Ellos culpan a Estados Unidos de que Venezuela no haya echado pa´lante, pero resulta que la falla está en que este gobierno no sirve para nada, es falso, malo e incapaz.”
Luego de escucharlo le hablo de mi asombro al ver que Venezuela, más que un país, es un enredo de universos paralelos donde todos los sectores tienen la vía oficial y sus canales ilegales: la información, la comida, el sistema cambiario, la gasolina, los medicamentos.“Eso es correcto hijo. Acá hoy en día no tenemos gobierno, no tenemos comida ni artículos de primera necesidad, los servicios funcionan pésimo, los hospitales están muy deteriorados y el Bolívar está cada vez más devaluado. Todos estamos muy pesimistas, estamos al borde de un precipicio y no terminamos de caer”.
Después de una pequeña pausa, salta a otra idea. “La otra verdad es que ante una situación como esta del coronavirus, la realidad no se pueden esconder. Ellos tienen 21 años en el poder botando dinero y robando de las arcas públicas mientras que a la gente cada vez les alcanza menos el dinero para sobrevivir. Los últimos cinco años acá han sido desastrosos, por más que lo nieguen, ellos saben que la aparición de esta enfermedad puede terminar de rematarlos”.
En este país el virus encontró una víctima especialmente vulnerable. En Venezuela escasean desde hace tiempo la gasolina, la luz, el agua, los servicios de salud y la información confiable. Sin embargo, Maduro asegura que lo tiene todo bajo control.
“Llámame en una hora que acaban de poner el agua y estoy en plena corredera”, dice la nota de voz de mamá. En el edificio donde ella vive con papá, en el montañoso municipio El Hatillo en Caracas, hay agua durante las 24 horas sólo dos días a la semana, los otros cinco, el servicio llega a los departamentos solo tres veces al día: una hora en la mañana, una al mediodía y otra en la noche. Estas tres veces pueden convertirse en dos si es que la capacidad del tanque del edificio no aguanta la demanda de los vecinos, que al igual que mi mamá, tratan de almacenar la mayor cantidad posible en cada oportunidad, “porque uno nunca sabe cuando deja de entrar agua de afuera”. Desde hace algunos unos años, para los caraqueños el racionamiento de agua es algo normal.
Una hora después, según lo acordado, llamé a mamá. Luego de quejarse un rato por el fastidio que le genera sentirse todo el tiempo condicionada por ese esclavizante ciclo del agua al que se encuentra sometida, me dice preocupada, “imagínate que la recomendación mundial para prevenir el coronavirus es lavarse las manos y aquí no hay agua”. Luego arranca su relato sobre cómo están viviendo ella y papá el estado de emergencia generado por la llegada del temible Covid-19 a Venezuela. “Acá la gente bromea diciendo, 'con el coronavirus el mundo se enteró de cómo se vive en Venezuela desde hace años: con inseguridad, escasez, crisis sanitaria, una economía destruida y encerrados en la casa”.
Era Semana Santa, siete días que en Venezuela, tierra de fervorosa devoción católica y debilidad por la playa, producen un éxodo de la población de las grandes ciudades hacia las costas del país. Pero este año no son las vacaciones lo que hace que las calles de Caracas estén desiertas, sino la estricta cuarentena nacional decretada por el presidente Nicolás Maduro el pasado 17 de marzo, un anuncio que colocó a Venezuela como uno de los primeros países de la región en imponer medidas firmes para evitar la propagación del virus.
Mamá me cuenta que por su zona es rarísimo ver a alguien caminando por la calle, pero que a pesar de las limitaciones para movilizarse en la ciudad, el otro día se asomó por la ventana y vio pasar la procesión del Nazareno. “Pero las iglesias están cerradas. A la gente le da miedo salir y reunirse. Además, como dicen, los problemas no vienen solos, ahora resulta que hay una escasez de gasolina bárbara. Si lo hicieron a propósito como una medida para que la gente no salga es una excelente idea, pero la verdad es que la están racionando porque no hay gasolina en el país”.
La llegada del Covid-19 a Venezuela coincidió con un momento en el que, a pesar de ser de las mayores reservas de crudo del mundo, efectivamente, hay un profundo desabastecimiento de combustible. Esto se debe en gran parte a las sanciones estadounidenses impuestas al gobierno venezolano, que le dificultan conseguir proveedores dispuestos a entregar gasolina. La otra razón son los bajos ingresos que el país tiene en la actualidad, situación que impide al Estado pagar por ese combustible. Sin más opción, el gobierno se ha visto obligado a decretar un estricto plan de racionamiento.
Sin embargo, el abastecimiento de combustible ya tiene tiempo haciéndose cada vez más común en la tierra de Bolívar, aunque hasta ahora Caracas había permanecido relativamente ajena a la situación. Hoy en la capital del país, las pocas gasolineras abiertas en la ciudad son controladas por militares y policías que resguardan las larguísimas filas de autos que buscan llenar sus tanques. Esta misión, en el mejor de los casos puede llevar horas, pero lo más probable es que termine en fracaso.
Un hombre utiliza una patineta para transportar un balde de agua durante la cuarentena nacional en Caracas, Venezuela. 23 de marzo de 2020. Fotografía de Manaure Quintero / Reuters.
“Cuando empezó la cuarentena teníamos el tanque full. En estas tres semanas se ha gastado medio tanque entre las pocas veces que hemos salido a comprar comida”, cuenta mamá tratando de mantener controlada su personalidad nerviosa. Me dice que le están dando prioridad a los profesionales de la salud en el abasto gasolina, así como a los agentes de seguridad y trabajadores del sector alimenticio.
“Según el gobierno no hay gasolina porque el bloqueo económico de Estados Unidos no ha permitido comprar la materia prima para producirla”, interrumpe papá. La voz de mi viejo muestra al mismo tiempo obstinación y decepción. Ni en sus peores pensamientos imaginó que a sus 75 años Venezuela pudiese estar viviendo la peor crisis de su historia.
“La verdad es que el gobierno no tiene la posibilidad de reparar las refinerías y producir gasolina”. Venezuela cuenta con cinco de los más grandes complejos del mundo para refinar petróleo: Amuay, Punta Cardón, Bajo Grande, Guaraguao y El Palito. Todas están paradas. “Sin gasolina va a haber más escasez de comida, artículos de primera necesidad y medicinas de la que ya hay. Además los servicios de agua y electricidad no andan bien en ninguna parte del país. Yo no sé cómo el gobierno va a enfrentar el coronavirus, si aquí se sale de control esa epidemia va a haber muchos muertos, porque no hay con qué ayudar a la gente”, remata con frustración.
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Esa misma tarde, en vivo y directo en la televisión, la vicepresidenta Delcy Rodríguez apareció usando una mascarilla para hablar de la estrategia de gobierno ante la crisis. Tras sus primeros 30 segundos al aire comenzó a toser. La funcionaria se esforzó para seguir adelante, pero como si estuviese programado, 30 segundos después volvió a toser varias veces hasta que se tuvo que disculpar, “Perdón pero tengo una alergia muy fuerte”. Ya era muy tarde. La situación generó cualquier cantidad de comentarios y especulaciones en las redes sociales y no tardó en convertirse en uno más de los populares memes de los ghaneses bailando con el ataúd.
“Acá la gente bromea diciendo, 'con el coronavirus el mundo se enteró de cómo se vive en Venezuela desde hace años: con inseguridad, escasez, crisis sanitaria, una economía destruida y encerrados en la casa”.
Nicolás Maduro, sin mascarilla, tuvo que hacerse cargo de la transmisión mientras tomaba un café con jengibre junto a su esposa Cilia Flores. Luego de recomendar la bebida ampliamente al pueblo venezolano, el presidente viró el tema de su mensaje hacía Jesucristo y los valores de la Revolución. “Dios nos mandó para salvarnos a un revolucionario. Los socialistas del siglo XXI decimos que el nuestro es un socialismo cristiano”, apuntó. Luego compartió con la audiencia un fragmento de la aproximación histórica a la figura de Jesús, que dijo estar leyendo, y la recomendó a los espectadores.
Una vez superado el ataque de tos de la vicepresidenta, Maduro le devolvió la palabra, y ella confirmó la detección de un nuevo caso de coronavirus en Venezuela, elevando así a 166 los casos positivos y 7 defunciones, una de las cifras más bajas entre los países de la región.
Según la vicepresidenta esto es el reflejo de las medidas extraordinarias tomadas por el gobierno, que han logrado aplanar la curva de contagios. Sobre la escasez de gasolina, ni Maduro, ni Delcy dijeron una palabra. Así la semana santa.
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“Soy muy escéptico con la información y las cifras que da el gobierno porque no corresponde con lo que vivimos a diario en los hospitales”, aclara un doctor al que por temas de confidencialidad llamaremos Arturo Guzmán. “Tengo que reconocer que estoy de acuerdo con las medidas que han tomado hasta ahora para enfrentar esta epidemia, pues creo que la única salvación para Venezuela es la prevención, ya que no tenemos la capacidad de respuesta para atender esta situación de otra forma”.
Arturo es especialista en cuidados intensivos pediátricos y como muchos médicos venezolanos, divide su actividad profesional entre una clínica privada y el sistema de salud público, así que conoce bien la realidad del sector en el país. “Venezuela nunca tuvo un sistema de salud pública eficiente, pero el deterioro se ha acentuado mucho en los últimos 10 o 12 años en cuanto a disponibilidad de camillas, déficit de materiales, servicios básicos y el número de cirugías para enfermedades de tratamiento quirúrgico. Las clínicas privadas no han sido ajenas a todo esto. Con la macabra devaluación, la cobertura de las aseguradoras ha quedado en nada y cubrir el costo de cualquier atención médica se ha vuelto muy difícil. Además han reaparecido enfermedades que estaban controladas como el sarampión, la malaria o el paludismo. Si no se pueden atender las emergencias cotidianas, imagínate una pandemia de estas características”, me explica de forma casi didáctica.
Desde hace casi 15 años el doctor Guzmán trabaja en el hospital Cardiológico Infantil Latinoamericano Gilberto Rodríguez Ochoa, un centro ubicado en el oeste de Caracas. En materia hospitalaria es la joya de la corona chavista, pero tampoco ha escapado a la crisis que desde hace años afecta al sector.
“Lo que ha pasado en el Cardiológico es un reflejo de lo que sucede en todos los hospitales del país. Ahí hay equipos de hemodinamia que no funcionan y se redujeron las camas en cuidados intensivos de 30 a 8. Pero el no haya camas de cuidados intensivos ya es una cotidianidad en el país y las peregrinaciones de pacientes entre hospitales buscando un cupo para cuidados intensivos se normalizaron. Por otra parte, el tema de la diáspora en el sector médico ha sido muy marcado. Cuando yo entré al hospital éramos 13 especialistas de cuidados intensivos y ahora quedamos tres. De seis cirujanos cardiovasculares que había, sólo queda uno. Todos los demás se fueron del país”.
Al momento de escribir este artículo, el gobierno había centralizado la realización de las pruebas de diagnóstico rápido en hospitales centinelas, mientras que a la mayoría de los pacientes diagnosticados con Covid-19 en Venezuela se les estaba dando tratamiento ambulatorio, al desarrollar formas moderadas de la enfermedad. Por otro lado, la mayor parte de los que han necesitado cuidados intensivos, han sido remitidos a hospitales privados.
Un hombre espera su turno para tomar una prueba rápida de la enfermedad por coronavirus (COVID-19) en un centro médico en Caracas, Venezuela, 15 de abril de 2020. Fotografía de Manaure Quintero / Reuters.
“El número de casos confirmados en Venezuela es bastante bajo, lo cual genera suspicacia. O se está haciendo bien la prevención a nivel poblacional o no se están haciendo las pruebas diagnósticas suficientes”, dice el doctor Guzmán con escepticismo y luego remata, “el gobierno asegura que está preparado para enfrentar esta emergencia, pero la verdad es que con la progresión de un problema sanitario tan grave del país, es imposible que haya una respuesta eficiente ante algo tan nuevo, rápido y agudo. ¡Ojo! Aunque no confío en las estadísticas que dan, tampoco creo que estemos en una situación de catástrofe que estén ocultando”, aclara.
Guzmán cree que la respuesta de la gente ante la cuarentena ha sido favorable y que se debe, en gran parte, a la conciencia generalizada que hay sobre el déficit en el sistema de salud. Sin embargo, piensa que esta no es la única razón para explicar la obediencia de la población.
“La otra verdad es que la falta de gasolina ha favorecido que haya poca gente en la calle”, dice. Al día siguiente planeaba volver a intentar comprar gasolina, pues la última vez que trató de abastecerse, y a pesar de contar con salvoconducto de personal médico, pasó cuatro horas y media en la cola. “Las filas para las estaciones de servicio son increíbles, a pesar de que se supone que son para sectores priorizados. Tengo colegas que han tardado hasta seis horas. Cada quien tiene su propia experiencia y depende mucho de los guardias y policías que estén controlando la cola cuando vayas”.
Esa madrugada Arturo salió de su casa a las 3:45 am, tratando de ser previsivo, pero de nada sirvió. En la estación de servicio se encontró con una cola de varios kilómetros, exclusiva para profesionales de la salud en la que ya habían repartido 200 números para poder llenar el tanque. Había llegado tarde, pero decidió quedarse a intentarlo de todas formas. Después de una larga espera, junto a otros que esperaban como él, negoció con las autoridades y logró que repartieran 50 números más. A él le tocó el 47.
Así, después de nueve horas y media, el doctor Guzmán logró ponerle a su tanque 40 litros de gasolina. Pagó por ellos los 20.000 bolívares que consideró un precio justo. Es difícil de entender, pero en Venezuela el precio oficial del litro de gasolina es tan bajo que no hay divisas oficiales para pagar cubrir los ínfimos valores que marcan las máquinas dispensadoras, así que cada quien paga lo que considera justo: dinero en efectivo, chocolates, cigarrillos, chiclets, cualquier cosa sirve para llenar el tanque.
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Después de escuchar la actualización de cifras de casos de Covid-19 confirmados por la vicepresidenta Delcy Rodríguez, Maduro, tratando de transmitir tranquilidad, dijo que a su parecer Venezuela ha logrado contener la pandemia y ordenó hospitalizar todos los casos para evitar contagios intrafamiliares. Aseguró que el país se encuentra preparado para atender la emergencia, al tener 23.500 camas hospitalarias disponibles.
Luego repasó las cifras de casos de coronavirus en la región, comparándolas con las de Venezuela, que son mucho más bajas y que según él, son la razón por la que más de 2 mil venezolanos han vuelto a la República Bolivariana en los últimos días. Afirmó que se espera el regreso de unos 15 mil más, que llegarán huyendo del “fascismo, la xenofobia y el racismo” de países como Perú, Ecuador y Colombia. “Están volviendo a la patria que los recibe y donde tenemos contenido el coronavirus”, afirmó solemne.
"La única salvación para Venezuela es la prevención, ya que no tenemos la capacidad de respuesta para atender esta situación de otra forma”.
El presidente dijo también que a las personas que regresan al país se les recibe con controles sanitarios muy estrictos para frenar el contagio proveniente del exterior y se les somete a una cuarentena con alimentación, alojamiento y atención médica gratuitas. Como una medida más, Maduro ordenó toque de queda en San Antonio y Ureña, ciudades del andino estado de Táchira, donde se encuentran dos de los principales pasos fronterizos del país hacia Colombia y que por el decreto permanecerán cerrados de 4 de la tarde a 10 de la mañana. “No vaya a ser que se nos venga el coronavirus desde Colombia”.
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“¡Hola tía! ¿Cómo estás?”, le escribo por WhatsApp a mi tía Elina, sin obtener respuesta hasta tres horas después. “Bien pero sin teléfono, luz, ni gasolina. Hoy no podemos hablar, trata mañana como al mediodía. Besos mi amor. Te quiero”.
La sensación que me queda es la de haber recibido el mensaje de un astronauta en el espacio o de un científico en la Antártida. Pero no, mi tía está en Cordero, un pueblito en las afueras de San Cristóbal, es capital del estado Táchira, la ciudad más importante de los Andes venezolanos.
Al día siguiente, el Viernes Santo, después de varios intentos frustrados por tratar de comunicarme, mi tía atiende la llamada. “¡Qué porquería de comunicación! Mijo, hábleme despacio y duro que escucho muy bajito y lejos”, me dice alzando la voz como si así fuese a escucharme mejor. Le pregunto si siempre es así de complicado comunicarse con ella y me explica. “Los servicios aquí están pésimos. La luz nos la quitan todos los días hasta por seis horas continuas, y ahora está mejor, porque hasta hace poco nos la quitaban hasta por 12 horas. Entonces resulta que cuando la luz se va, el teléfono fijo queda 3 o 4 días sin funcionar, mientras que el Internet viene cuando le da la gana. Ahora está además el tema de la gasolina. Imagínate para tu tío y para mí que estamos viejos y enfermos, lo que es estar sin gasolina, sin luz, y sin comunicación”.
Desde hace varios años, el Táchira es una de las regiones más golpeadas por la aguda crisis del país, con serios problemas en los servicios básicos, una escasez de gasolina crónica y desabastecimiento de alimentos y productos básicos. Muchos tachirenses, al igual que mis tíos, atribuyen esta situación al radical espíritu opositor que el estado ha mostrado frente al gobierno chavista.
Mis tíos tienen actualmente cerca de 80 años. Solían ser los más acomodados de la familia, gracias al éxito de la empacadora y distribuidora de azúcar de mi tío, cuyos jugosos ingresos les permitían llevar una vida más que placentera, en la que cada año se iban de vacaciones a exóticos destinos alrededor del mundo y cambiaban de coche cada vez que podían.
Hoy su realidad es muy diferente. Al igual que cientos de empresas del sector alimentario venezolano, la empacadora se fundió hace años como consecuencia de la crisis del país. Los únicos ingresos que mis tíos tienen actualmente son los 500.000 bolívares que entre los dos reciben del Estado como pensiones de vejez, una suma que al cambio del día no supera los cuatro dólares. Adicional a eso, varias de mis primas que viven en el exterior les mandan cada mes unos 60 dólares con los que se las arreglan para resolver lo que se pueda. Además, ambos tienen problemas de salud: mi tío padece serios problemas respiratorios como consecuencia de una vida entera de tabaquismo y a mi tía le diagnosticaron el año pasado un cáncer de mama que a la llegada del Covid-19 a Venezuela se estaba tratando.
Trabajadores de la salud cubanos y venezolanos entrevistan a una mujer durante una ronda de inspección en el barrio marginal de Lidice en Caracas, Venezuela. 9 de abril de 2020. Fotografía de Manaure Quintero / Reuters.
“Me tuve que dejar de tomar las pastillas unos días porque no se conseguían”, me cuenta preocupada. “Con el problema de que cerraron la frontera, por esa gente que está regresando desde otros países latinoamericanos por el coronavirus, se ha complicado mucho la situación acá en el Táchira. Para nosotros cruzar a Colombia es muy importante, porque allá no tienen los problemas de abastecimiento de alimentos y medicinas que hay acá. Comprar en Venezuela es carísimo”.
“Acá los únicos que pueden soportar lo que pasa diariamente son los que están en buena posición económica”, cuenta mi tía sobre la vida en Táchira en tiempos de cuarentena. “Hay un alza de precios muy fuerte, sobre todo de comida. El bolívar ya no tiene ningún valor y acá todo se maneja o en dólares o en pesos colombianos. Además, no hay gasolina para nadie. La estación de servicio de acá del pueblo tiene casi un mes que no abre. Yo no pude ir a mi última consulta médica porque tenemos el tanque vacío, el transporte público está muy escaso porque tampoco tienen gasolina, y los taxis están carísimos”.
Los ínfimos precios del combustible en Venezuela han dado pie a un feroz contrabando hacia Colombia que, como efecto dominó, ha generado desabasto en las zonas fronterizas del país y un incipiente mercado negro al que los habitantes de estas regiones acuden para llenar sus tanques. “Lo del contrabando es un negocio millonario, es bestial, aquí tiene años sin haber gasolina, pero los camiones cargados con combustibles pasan rumbo Colombia. Se supone que la gasolina la controlan los militares, pero hay civiles que la consiguen no sé cómo para revenderla. Hace poco me ofrecieron 20 litros por 50 dólares y ahora un muchacho que no conozco me ofreció 20 litros por 110.000 pesos colombianos (unos 28 dólares). Me parece que está barata y me va a tocar comprarla porque no se consigue en ningún lado”.
La comunicación falla de nuevo. La llamada se corta y es improbable que logre comunicarme otra vez.
Resignado, le mandé una audio a mi tía preguntándole qué piensa sobre los anuncios hechos por el gobierno hasta ahora sobre la epidemia, al que responde con un tono de resignación. “Mi amor este gobierno es especialista en decir mentiras. Ellos nunca han respondido a nuestros problemas. Sería muy inocente creerles que estamos preparados para enfrentar un problema como el del coronavirus, cuando ni siquiera podemos atender cosas elementales como el acceso a los medicamentos. Según ellos, Venezuela es la Isla de la fantasía”.
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En cadena nacional, Nicolás Maduro anunció que esa semana llegaría al país ayuda humanitaria proveniente de la ONU, la Unicef y Rusia para atender la emergencia sanitaria. Una razón más, dijo, para que los venezolanos se sientan seguros y tranquilos con el manejo que su gobierno está haciendo de esta contingencia.
“Acá los únicos que pueden soportar lo que pasa diariamente son los que están en buena posición económica”.
Delcy Rodríguez elogió las rápidas decisiones tomadas por el presidente para hacer frente a la epidemia y Maduro le devolvió la cortesía elogiando su reporte actualizado de los datos en torno al Covid-19. Resaltó la importancia de mantener muy bien informada a la población venezolana de forma científica y veraz, y para cerrar el tema profetizó,“Anótenlo, se va a saber la verdad de quién creó esta enfermedad y cómo la sembraron”.
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Tinedo Guía está convencido de que la suya es la profesión más hermosa del mundo. Para él, el periodismo salva vidas al mantener a la gente informada. Ha llegado a esa conclusión a lo largo de sus 50 años de carrera. Durante mucho tiempo fue el conductor que transmitió a los venezolanos las últimas noticias de la actualidad nacional e internacional a través de El Observador, el legendario noticiero de Radio Caracas Televisión, canal al que el gobierno de Hugo Chávez decidió no renovarle la concesión a pesar de ser el más antiguo del país al momento de su cese de operaciones en el año 2007. Ese hecho lo motivó a postularse como Presidente del Colegio Nacional de Periodistas, un cargo que ocupa desde el año 2013, cuando se propuso luchar gremialmente por tres conceptos que garantiza la constitución: la libertad de expresión, la libertad de pensamiento y el derecho a la información.
“El venezolano no está bien informado. La gente duda de la información que da el gobierno porque los voceros no son creíbles. Cuando no hay credibilidad, surgen el rumor y las noticias falsas”, me explica Tinedo. “A eso súmale que Venezuela tiene la velocidad de internet más lenta de América Latina, lo que complica muchísimo las comunicaciones. Hace unos días el Ministro de Educación, Aristóbulo Istúriz, anunció que el año escolar se va a terminar vía Internet, pero con ese ancho de banda tan bajo y tan escaso, va a ser imposible la educación a distancia”.
Ser periodista en Venezuela no es fácil. Durante el gobierno de Maduro, el desempeño de la labor periodística ha visto cómo la censura, los ataques, las intimidaciones y las dificultades técnicas han limitado cada vez más el acceso y la generación de información. El ejemplo más reciente de esto es el periodista Darvinson Rojas, quien fue detenido en su casa la noche del 21 de marzo por funcionarios de la Fuerza de Acciones Especiales (FAES) de la Policía Nacional Bolivariana (PNB), una detención que según el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa estuvo relacionada con las publicaciones hechas por el periodista en relación a la epidemia del COVID-19 en Venezuela. Rojas fue liberado 12 días después.
“Una de las razones por las cuales existe el periodismo, es justamente buscar la verdad que esconde la noticia. Aquí el gobierno ha tenido un comportamiento arbitrario con los trabajadores de la prensa, pretendiendo ocultar información”, explica el Presidente del Colegio Nacional de Periodistas. “Aquí la única información “válida” es la que da el gobierno. El Ministerio del Poder Popular en temas de salud no profundiza en nada, sólo da cifras. Lo lógico es que se convocara a todas las instituciones que tienen que ver con ejercicio de la medicina en Venezuela para informar al público”.
Según los datos del Estado, Venezuela está logrando aplanar la curva de la epidemia de forma más radical que países como China y Corea del Sur, pero según Lisseth Boon de runrunes.com, uno de los sitios de noticias más consultados del país, esto se debe a que la situación del COVID-19 tiene un filtro muy preciso de control de información. “Pareciera que el gabinete de Maduro es quien dice quien contrae el virus y quien no. Cada cierto tiempo presenta informes sobre situación a pesar de no tener a un experto entre las filas. La información no viene de un Ministro de Salud, sino que la vicepresidenta Delcy Rodríguez y su hermano, el ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez. Ellos son los voceros constantes de la pandemia en Venezuela, anunciando cosas que rayan en lo sospechoso, porque nada coincide con las tendencias que se dan en otros países”, sostiene Boon. “Es difícil determinar el número real de contagiados porque cualquier información distinta a lo que digan ellos implica persecución y cárcel. En el caso de runrunes, lo que estamos llevando es un conteo de contradicciones en los anuncios del gobierno”.
Los periodistas no son los únicos amedrentados al tratar de informar. Las intimidaciones han llegado hasta los trabajadores de la salud. “Hoy los tratan como héroes, pero antes de que llegara la pandemia, algunos denunciaron que el gobierno trataba de ocultar información sobre la situación de la emergencia en el país y por eso fueron amenazados y detenidos”, cuenta Tinedo Guía.
La llegada del Covid-19 a Venezuela coincidió con un momento en el que efectivamente, hay un profundo desabastecimiento de combustible. Fotografía de Manaure Quintero / Reuters.
El periodista Víctor Amaya de Tal Cual, un diario que fue asfixiado por el gobierno hasta llegar al punto de desaparecer su edición impresa, sigue luchando por mantener una línea firme en defensa de la verdad. “El régimen tiene unas cifras que nadie discute, están controladas y no hay acceso directo para consulta. La prensa opta por contrastar y buscar inconsistencias en esas cifras o reclamar datos completos. Esa es la norma para todos los medios adversos al oficialismo. Nada raro. El atropello que ha sufrido la prensa en Venezuela se agrava cada vez más, independientemente de la situación del Covid-19.”
El periodista tiene claro que no se puede determinar un número real de casos de coronavirus si no se tiene la información completa de cuantas pruebas se realizan. Tampoco hay documentos que respalden la información oficial, ni publicaciones en línea del Ministerio de Salud que informen con exactitud cuántas pruebas se hicieron, cuándo o dónde.
“En Colombia, por ejemplo, el Gobierno solicita a las Facultades de Medicina o Enfermería, entre otras instituciones privadas, que hagan pruebas. Aquí no. Todas las pruebas las hace el gobierno. Además los resultados de las pruebas solo se dan en Caracas, así que si los resultados de las pruebas tardan 24 horas en estar listos, a las que llegan del interior del país hay que sumarle 48 más para ser evaluadas”, dice Amaya a partir de su investigación.
“Evidentemente hay un laboratorio de desinformación para que la gente se distraiga”, afirma Tinedo Guía, quien no duda que la situación responde a un trasfondo político. “Estamos en la aldea global, como dijo Marshall McLuhan, donde la información gira vertiginosamente y siempre hay noticias nuevas. La llegada del Covid-19 coincidió con el ofrecimiento de una recompensa por parte del Departamento de Justicia de Estados Unidos por la captura de Maduro y varios personajes de su gobierno denunciados hace mucho tiempo como miembros del supuesto Cartel de los Soles, cuyo nombre hace referencia a los grados militares que algunos de ellos pudieran tener. Ante estas acusaciones, lo que hacen los voceros del gobierno es afirmar que Venezuela ha sido agredida y con eso justifican problemas como la falta de gasolina, que ha hecho que la movilización de alimentos sea un calvario”.
Antes de despedirnos, el Presidente del Colegio Nacional de Periodistas de Venezuela me sorprende al decir, “gracias por tomarme en cuenta para este tipo de trabajo y darme espacio para conversar sobre temas altamente delicados acá. Te mando mis bendiciones”.
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Sábado 11 de abril. Desde la rampa 4 del Aeropuerto Nacional de Maiquetía, la vicepresidenta Delcy Rodríguez despide una delegación de ocho médicos especialistas chinos que llegaron a Venezuela a trabajar de la mano con el gobierno para enfrentar la emergencia del Covid-19.
Luego de condecorar a los galenos del gigante asiático con la Orden Francisco de Miranda y escuchar las palabras del embajador chino en Venezuela, Delcy toma la palabra. Afirma que los especialistas chinos han sido testigos del esfuerzo ejemplar del gobierno del presidente Nicolás Maduro en la lucha contra el temible virus. Asegura que Venezuela tiene una tasa del 53 % de los casos de coronavirus recuperados, gracias a la efectiva acción de la Comisión Presidencial siguiendo los lineamientos dictados por el presidente. Resalta la solidaridad de China con otros países durante la pandemia y desea que Donald Trump pudiese hacer lo mismo en lugar de establecer bloqueos y sanciones criminales contra naciones inocentes como Cuba, Irán y Venezuela, medidas que, asegura, son causas de la falta de alimentos y medicinas en el país.
Finalmente informó la decisión de Nicolás Maduro de extender la cuarentena por 30 días más como medida para seguir combatiendo al virus que vino de China. Destacó que el gobierno de Maduro siempre ha hablado con la verdad y afirmó que aunque Venezuela haya aplanado de forma contundente la curva del coronavirus, la batalla no está ganada y por eso se debe seguir adelante con la cuarentena. "No podemos olvidar que en nuestro continente está Estados Unidos, el epicentro mundial de la epidemia. El presidente Nicolás Maduro, siempre tomando medidas oportunas y adecuadas, busca con esta prórroga que Venezuela pueda salir victoriosa en la lucha contra el Covid-19 juntos como una sola nación”.
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“Al gobierno le cayó como anillo al dedo decretar la cuarentena justo en este momento en que todo el mundo sabe que no hay gasolina”, me dice mamá al enterarse de la extensión de esta medida. “Ellos dicen que todo lo que pasa en Venezuela es por el bloqueo de Estados Unidos, pero yo no confío en nada de lo que dicen, mucho menos les voy a creer las cifras que dan sobre el coronavirus. Venezuela no tiene el mejor sistema en nada: ni en servicios, ni en alimentos, ni en hospitales. En nada. Si aquí llegaran a dar cifras como las de Ecuador, la gente se moriría pero de infarto, porque todos sabemos que aquí no hay cómo atender eso”.
Mientras conversamos, a mamá le llega el agua y me corta abruptamente. “Déjame ir a recoger agua, cocinar y lavar los platos porque ya sabes cómo es esta esclavitud. Te paso a tu papá”. Él toma el teléfono, en el encuadre de la videollamada solo veo su frente, pero al escuchar su voz no necesito ver la expresión de su rostro para notar su preocupación.“Hijo, todos sabemos que el chavismo ni tiene la capacidad, ni el dinero, ni la forma de enfrentar una pandemia de esta naturaleza, pero el gobierno nunca va a decir nada que los dañe. Aquí vas a un hospital público por cualquier emergencia y te mueres porque no hay insumos médicos. Ellos culpan a Estados Unidos de que Venezuela no haya echado pa´lante, pero resulta que la falla está en que este gobierno no sirve para nada, es falso, malo e incapaz.”
Luego de escucharlo le hablo de mi asombro al ver que Venezuela, más que un país, es un enredo de universos paralelos donde todos los sectores tienen la vía oficial y sus canales ilegales: la información, la comida, el sistema cambiario, la gasolina, los medicamentos.“Eso es correcto hijo. Acá hoy en día no tenemos gobierno, no tenemos comida ni artículos de primera necesidad, los servicios funcionan pésimo, los hospitales están muy deteriorados y el Bolívar está cada vez más devaluado. Todos estamos muy pesimistas, estamos al borde de un precipicio y no terminamos de caer”.
Después de una pequeña pausa, salta a otra idea. “La otra verdad es que ante una situación como esta del coronavirus, la realidad no se pueden esconder. Ellos tienen 21 años en el poder botando dinero y robando de las arcas públicas mientras que a la gente cada vez les alcanza menos el dinero para sobrevivir. Los últimos cinco años acá han sido desastrosos, por más que lo nieguen, ellos saben que la aparición de esta enfermedad puede terminar de rematarlos”.
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