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La voluntad anticipada en Puebla y una novela para pensarla

La voluntad anticipada en Puebla y una novela para pensarla

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
06
.
08
.
24
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

¿Qué hacer frente a una enfermedad terminal? ¿Cómo tomar decisiones cuando se trata de un ser querido? Una nueva Ley en Puebla y una novela mexicana ofrecen algunas respuestas.

Emilio Nassar es un gastroenterólogo que decidió morir: una eminencia de la medicina que usa sus conocimientos para terminar con una vida que lo hará dependiente de otros ante el diagnóstico de una enfermedad terminal. En este proceso de terminar con su vida, su nieta ordena los recuerdos más relevantes —los buenos y los malos— como aquellos últimos días en los que el abuelo le llamaba para invitarla a comer y ella se veía obligada a ser testigo de los maltratos al personal de servicio y escuchar la misma historia una vez más.

De eso trata Todo nada (Tusquets, 2009), la primera novela de Brenda Lozano. Estas decisiones y conflictos no son solo ficción, y por eso se está gestando un cambio en la cultura política en Puebla, que recientemente legisló sobre la voluntad anticipada, una herramienta que nos otorga una manera digna de morir, sin tratamientos terapéuticos que se obstinen en prolongar su vida.

La aprobación de esta medida sucedió a la par de la despenalización del aborto y las protestas de grupos antiderechos a las afueras del Congreso estatal, que llegaron incluso a la violencia física. El derecho a nacer aún divide opiniones, pero las cifras sobre el derecho a morir nos revelan un consenso importante: 34 legisladores a favor, 4 abstenciones y 2 en contra. Nada mal para una reforma que llevaba 16 años congelada. Pero hay más: según una encuesta de la Asociación por el Derecho a Morir con Dignidad, 53% de la población mexicana estaría de acuerdo en que se suspendan los tratamientos médicos de una persona con una enfermedad irreversible.

Y a pesar de estos datos, solo la mitad del país tiene una ley de voluntad anticipada.

Emilio Nassar, el protagonista de Todo nada, decide dejar de comer para cruzar más rápido el umbral de la muerte. Pero en esa ficción hay otras fuerzas que actúan en la mente del gastroenterólogo. “Llegado a cierto momento de la vida, a los setenta y tantos años, decide volcar su conocimiento en su contra por una serie de razones; una emocional: lo deja la mujer de toda la vida y, como es un hombre de otra época, un tanto machista, patriarcal, cortado con otra tijera, él sólo funciona con su mujer en casa”, dice Brenda Lozano en entrevista con Gatopardo.

También te puede interesar leer: "Imane Khelif: De escenificaciones, supremacía y justicia biológica".

Los recuerdos de su nieta, una estudiante de literatura, se revelan desordenados: no sólo aparecen los buenos momentos —como nos dictaría la costumbre— en este duelo están revueltos junto con los maltratos del abuelo a su hijo, al que no respeta por su falta de carácter. Dice Lozano: “El trabajo de la memoria muchas veces es eso, selectivo, de apenas unas cuantas sensaciones. Generalmente seleccionamos lo bueno, pero a veces es tan difícil; por ejemplo, en un recuerdo traumático que el mismo organismo te hace casi que bloquearlo y en algunas situaciones de plano si no volver a acceder a ciertos recuerdos”.

Ese es el terreno de la ficción; sin embargo, en el plano de la realidad Brenda Lozano opta por las libertades. “Esas decisiones son multifactoriales, creo que están también en el espacio de los derechos humanos y creo que también están en el espacio de la libertad de decisión de qué hacemos con nuestros cuerpos. Creo en esa libertad”.

En pleno siglo XXI, esa libertad entra en dilemas con los avances de la Medicina. ¿Por qué debería la ciencia empeñarse en prolongar la vida de una persona contra su voluntad? Este atropello a la libertad personal se llama obstinación terapéutica y la Asociación por el Derecho a Morir con Dignidad lo ha problematizado en los últimos años.

“Aparecen muchísimos avances científicos y tecnológicos que nos generan muchos dilemas. Es difícil saber hasta dónde parar porque lo que queremos es calidad de vida, no alargar el proceso de agonía indefinidamente por el mero hecho de mantener la vida biológica. Hay que buscar la dignidad de la persona, la calidad de vida”, explica Columba Suinaga, coordinadora de proyectos de la asociación.

Por esto, la voluntad anticipada ofrece una salida digna a todas las personas que ya no se pueden comunicar ante el avance de una enfermedad e incluso de algún accidente grave. A manera de ejemplo, Columba Suinaga dice: “instaurar ventilación mecánica si lo deseamos o no, alimentación artificial, establecer órdenes de no resucitar. No son decisiones fáciles y la voluntad anticipada lo que hace es prevenir conflictos, ayuda a tomar decisiones a la familia y a los médicos”.

Hoy los poblanos cuentan con un derecho más para no prolongar una vida innecesariamente y, aunque la voluntad anticipada no equivale a la eutanasia, el hecho de que haya recibido tal apoyo en el Congreso y las cifras que presenta la Asociación Por el Derecho a Morir con Dignidad nos presentan un panorama que parece listo para iniciar discusiones sobre otras formas de decidir cómo los mexicanos queremos terminar nuestra vida.

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¿Qué hacer frente a una enfermedad terminal? ¿Cómo tomar decisiones cuando se trata de un ser querido? Una nueva Ley en Puebla y una novela mexicana ofrecen algunas respuestas.

Emilio Nassar es un gastroenterólogo que decidió morir: una eminencia de la medicina que usa sus conocimientos para terminar con una vida que lo hará dependiente de otros ante el diagnóstico de una enfermedad terminal. En este proceso de terminar con su vida, su nieta ordena los recuerdos más relevantes —los buenos y los malos— como aquellos últimos días en los que el abuelo le llamaba para invitarla a comer y ella se veía obligada a ser testigo de los maltratos al personal de servicio y escuchar la misma historia una vez más.

De eso trata Todo nada (Tusquets, 2009), la primera novela de Brenda Lozano. Estas decisiones y conflictos no son solo ficción, y por eso se está gestando un cambio en la cultura política en Puebla, que recientemente legisló sobre la voluntad anticipada, una herramienta que nos otorga una manera digna de morir, sin tratamientos terapéuticos que se obstinen en prolongar su vida.

La aprobación de esta medida sucedió a la par de la despenalización del aborto y las protestas de grupos antiderechos a las afueras del Congreso estatal, que llegaron incluso a la violencia física. El derecho a nacer aún divide opiniones, pero las cifras sobre el derecho a morir nos revelan un consenso importante: 34 legisladores a favor, 4 abstenciones y 2 en contra. Nada mal para una reforma que llevaba 16 años congelada. Pero hay más: según una encuesta de la Asociación por el Derecho a Morir con Dignidad, 53% de la población mexicana estaría de acuerdo en que se suspendan los tratamientos médicos de una persona con una enfermedad irreversible.

Y a pesar de estos datos, solo la mitad del país tiene una ley de voluntad anticipada.

Emilio Nassar, el protagonista de Todo nada, decide dejar de comer para cruzar más rápido el umbral de la muerte. Pero en esa ficción hay otras fuerzas que actúan en la mente del gastroenterólogo. “Llegado a cierto momento de la vida, a los setenta y tantos años, decide volcar su conocimiento en su contra por una serie de razones; una emocional: lo deja la mujer de toda la vida y, como es un hombre de otra época, un tanto machista, patriarcal, cortado con otra tijera, él sólo funciona con su mujer en casa”, dice Brenda Lozano en entrevista con Gatopardo.

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Los recuerdos de su nieta, una estudiante de literatura, se revelan desordenados: no sólo aparecen los buenos momentos —como nos dictaría la costumbre— en este duelo están revueltos junto con los maltratos del abuelo a su hijo, al que no respeta por su falta de carácter. Dice Lozano: “El trabajo de la memoria muchas veces es eso, selectivo, de apenas unas cuantas sensaciones. Generalmente seleccionamos lo bueno, pero a veces es tan difícil; por ejemplo, en un recuerdo traumático que el mismo organismo te hace casi que bloquearlo y en algunas situaciones de plano si no volver a acceder a ciertos recuerdos”.

Ese es el terreno de la ficción; sin embargo, en el plano de la realidad Brenda Lozano opta por las libertades. “Esas decisiones son multifactoriales, creo que están también en el espacio de los derechos humanos y creo que también están en el espacio de la libertad de decisión de qué hacemos con nuestros cuerpos. Creo en esa libertad”.

En pleno siglo XXI, esa libertad entra en dilemas con los avances de la Medicina. ¿Por qué debería la ciencia empeñarse en prolongar la vida de una persona contra su voluntad? Este atropello a la libertad personal se llama obstinación terapéutica y la Asociación por el Derecho a Morir con Dignidad lo ha problematizado en los últimos años.

“Aparecen muchísimos avances científicos y tecnológicos que nos generan muchos dilemas. Es difícil saber hasta dónde parar porque lo que queremos es calidad de vida, no alargar el proceso de agonía indefinidamente por el mero hecho de mantener la vida biológica. Hay que buscar la dignidad de la persona, la calidad de vida”, explica Columba Suinaga, coordinadora de proyectos de la asociación.

Por esto, la voluntad anticipada ofrece una salida digna a todas las personas que ya no se pueden comunicar ante el avance de una enfermedad e incluso de algún accidente grave. A manera de ejemplo, Columba Suinaga dice: “instaurar ventilación mecánica si lo deseamos o no, alimentación artificial, establecer órdenes de no resucitar. No son decisiones fáciles y la voluntad anticipada lo que hace es prevenir conflictos, ayuda a tomar decisiones a la familia y a los médicos”.

Hoy los poblanos cuentan con un derecho más para no prolongar una vida innecesariamente y, aunque la voluntad anticipada no equivale a la eutanasia, el hecho de que haya recibido tal apoyo en el Congreso y las cifras que presenta la Asociación Por el Derecho a Morir con Dignidad nos presentan un panorama que parece listo para iniciar discusiones sobre otras formas de decidir cómo los mexicanos queremos terminar nuestra vida.

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Emilio Nassar es un gastroenterólogo que decidió morir: una eminencia de la medicina que usa sus conocimientos para terminar con una vida que lo hará dependiente de otros ante el diagnóstico de una enfermedad terminal. En este proceso de terminar con su vida, su nieta ordena los recuerdos más relevantes —los buenos y los malos— como aquellos últimos días en los que el abuelo le llamaba para invitarla a comer y ella se veía obligada a ser testigo de los maltratos al personal de servicio y escuchar la misma historia una vez más.

De eso trata Todo nada (Tusquets, 2009), la primera novela de Brenda Lozano. Estas decisiones y conflictos no son solo ficción, y por eso se está gestando un cambio en la cultura política en Puebla, que recientemente legisló sobre la voluntad anticipada, una herramienta que nos otorga una manera digna de morir, sin tratamientos terapéuticos que se obstinen en prolongar su vida.

La aprobación de esta medida sucedió a la par de la despenalización del aborto y las protestas de grupos antiderechos a las afueras del Congreso estatal, que llegaron incluso a la violencia física. El derecho a nacer aún divide opiniones, pero las cifras sobre el derecho a morir nos revelan un consenso importante: 34 legisladores a favor, 4 abstenciones y 2 en contra. Nada mal para una reforma que llevaba 16 años congelada. Pero hay más: según una encuesta de la Asociación por el Derecho a Morir con Dignidad, 53% de la población mexicana estaría de acuerdo en que se suspendan los tratamientos médicos de una persona con una enfermedad irreversible.

Y a pesar de estos datos, solo la mitad del país tiene una ley de voluntad anticipada.

Emilio Nassar, el protagonista de Todo nada, decide dejar de comer para cruzar más rápido el umbral de la muerte. Pero en esa ficción hay otras fuerzas que actúan en la mente del gastroenterólogo. “Llegado a cierto momento de la vida, a los setenta y tantos años, decide volcar su conocimiento en su contra por una serie de razones; una emocional: lo deja la mujer de toda la vida y, como es un hombre de otra época, un tanto machista, patriarcal, cortado con otra tijera, él sólo funciona con su mujer en casa”, dice Brenda Lozano en entrevista con Gatopardo.

También te puede interesar leer: "Imane Khelif: De escenificaciones, supremacía y justicia biológica".

Los recuerdos de su nieta, una estudiante de literatura, se revelan desordenados: no sólo aparecen los buenos momentos —como nos dictaría la costumbre— en este duelo están revueltos junto con los maltratos del abuelo a su hijo, al que no respeta por su falta de carácter. Dice Lozano: “El trabajo de la memoria muchas veces es eso, selectivo, de apenas unas cuantas sensaciones. Generalmente seleccionamos lo bueno, pero a veces es tan difícil; por ejemplo, en un recuerdo traumático que el mismo organismo te hace casi que bloquearlo y en algunas situaciones de plano si no volver a acceder a ciertos recuerdos”.

Ese es el terreno de la ficción; sin embargo, en el plano de la realidad Brenda Lozano opta por las libertades. “Esas decisiones son multifactoriales, creo que están también en el espacio de los derechos humanos y creo que también están en el espacio de la libertad de decisión de qué hacemos con nuestros cuerpos. Creo en esa libertad”.

En pleno siglo XXI, esa libertad entra en dilemas con los avances de la Medicina. ¿Por qué debería la ciencia empeñarse en prolongar la vida de una persona contra su voluntad? Este atropello a la libertad personal se llama obstinación terapéutica y la Asociación por el Derecho a Morir con Dignidad lo ha problematizado en los últimos años.

“Aparecen muchísimos avances científicos y tecnológicos que nos generan muchos dilemas. Es difícil saber hasta dónde parar porque lo que queremos es calidad de vida, no alargar el proceso de agonía indefinidamente por el mero hecho de mantener la vida biológica. Hay que buscar la dignidad de la persona, la calidad de vida”, explica Columba Suinaga, coordinadora de proyectos de la asociación.

Por esto, la voluntad anticipada ofrece una salida digna a todas las personas que ya no se pueden comunicar ante el avance de una enfermedad e incluso de algún accidente grave. A manera de ejemplo, Columba Suinaga dice: “instaurar ventilación mecánica si lo deseamos o no, alimentación artificial, establecer órdenes de no resucitar. No son decisiones fáciles y la voluntad anticipada lo que hace es prevenir conflictos, ayuda a tomar decisiones a la familia y a los médicos”.

Hoy los poblanos cuentan con un derecho más para no prolongar una vida innecesariamente y, aunque la voluntad anticipada no equivale a la eutanasia, el hecho de que haya recibido tal apoyo en el Congreso y las cifras que presenta la Asociación Por el Derecho a Morir con Dignidad nos presentan un panorama que parece listo para iniciar discusiones sobre otras formas de decidir cómo los mexicanos queremos terminar nuestra vida.

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Emilio Nassar es un gastroenterólogo que decidió morir: una eminencia de la medicina que usa sus conocimientos para terminar con una vida que lo hará dependiente de otros ante el diagnóstico de una enfermedad terminal. En este proceso de terminar con su vida, su nieta ordena los recuerdos más relevantes —los buenos y los malos— como aquellos últimos días en los que el abuelo le llamaba para invitarla a comer y ella se veía obligada a ser testigo de los maltratos al personal de servicio y escuchar la misma historia una vez más.

De eso trata Todo nada (Tusquets, 2009), la primera novela de Brenda Lozano. Estas decisiones y conflictos no son solo ficción, y por eso se está gestando un cambio en la cultura política en Puebla, que recientemente legisló sobre la voluntad anticipada, una herramienta que nos otorga una manera digna de morir, sin tratamientos terapéuticos que se obstinen en prolongar su vida.

La aprobación de esta medida sucedió a la par de la despenalización del aborto y las protestas de grupos antiderechos a las afueras del Congreso estatal, que llegaron incluso a la violencia física. El derecho a nacer aún divide opiniones, pero las cifras sobre el derecho a morir nos revelan un consenso importante: 34 legisladores a favor, 4 abstenciones y 2 en contra. Nada mal para una reforma que llevaba 16 años congelada. Pero hay más: según una encuesta de la Asociación por el Derecho a Morir con Dignidad, 53% de la población mexicana estaría de acuerdo en que se suspendan los tratamientos médicos de una persona con una enfermedad irreversible.

Y a pesar de estos datos, solo la mitad del país tiene una ley de voluntad anticipada.

Emilio Nassar, el protagonista de Todo nada, decide dejar de comer para cruzar más rápido el umbral de la muerte. Pero en esa ficción hay otras fuerzas que actúan en la mente del gastroenterólogo. “Llegado a cierto momento de la vida, a los setenta y tantos años, decide volcar su conocimiento en su contra por una serie de razones; una emocional: lo deja la mujer de toda la vida y, como es un hombre de otra época, un tanto machista, patriarcal, cortado con otra tijera, él sólo funciona con su mujer en casa”, dice Brenda Lozano en entrevista con Gatopardo.

También te puede interesar leer: "Imane Khelif: De escenificaciones, supremacía y justicia biológica".

Los recuerdos de su nieta, una estudiante de literatura, se revelan desordenados: no sólo aparecen los buenos momentos —como nos dictaría la costumbre— en este duelo están revueltos junto con los maltratos del abuelo a su hijo, al que no respeta por su falta de carácter. Dice Lozano: “El trabajo de la memoria muchas veces es eso, selectivo, de apenas unas cuantas sensaciones. Generalmente seleccionamos lo bueno, pero a veces es tan difícil; por ejemplo, en un recuerdo traumático que el mismo organismo te hace casi que bloquearlo y en algunas situaciones de plano si no volver a acceder a ciertos recuerdos”.

Ese es el terreno de la ficción; sin embargo, en el plano de la realidad Brenda Lozano opta por las libertades. “Esas decisiones son multifactoriales, creo que están también en el espacio de los derechos humanos y creo que también están en el espacio de la libertad de decisión de qué hacemos con nuestros cuerpos. Creo en esa libertad”.

En pleno siglo XXI, esa libertad entra en dilemas con los avances de la Medicina. ¿Por qué debería la ciencia empeñarse en prolongar la vida de una persona contra su voluntad? Este atropello a la libertad personal se llama obstinación terapéutica y la Asociación por el Derecho a Morir con Dignidad lo ha problematizado en los últimos años.

“Aparecen muchísimos avances científicos y tecnológicos que nos generan muchos dilemas. Es difícil saber hasta dónde parar porque lo que queremos es calidad de vida, no alargar el proceso de agonía indefinidamente por el mero hecho de mantener la vida biológica. Hay que buscar la dignidad de la persona, la calidad de vida”, explica Columba Suinaga, coordinadora de proyectos de la asociación.

Por esto, la voluntad anticipada ofrece una salida digna a todas las personas que ya no se pueden comunicar ante el avance de una enfermedad e incluso de algún accidente grave. A manera de ejemplo, Columba Suinaga dice: “instaurar ventilación mecánica si lo deseamos o no, alimentación artificial, establecer órdenes de no resucitar. No son decisiones fáciles y la voluntad anticipada lo que hace es prevenir conflictos, ayuda a tomar decisiones a la familia y a los médicos”.

Hoy los poblanos cuentan con un derecho más para no prolongar una vida innecesariamente y, aunque la voluntad anticipada no equivale a la eutanasia, el hecho de que haya recibido tal apoyo en el Congreso y las cifras que presenta la Asociación Por el Derecho a Morir con Dignidad nos presentan un panorama que parece listo para iniciar discusiones sobre otras formas de decidir cómo los mexicanos queremos terminar nuestra vida.

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Emilio Nassar es un gastroenterólogo que decidió morir: una eminencia de la medicina que usa sus conocimientos para terminar con una vida que lo hará dependiente de otros ante el diagnóstico de una enfermedad terminal. En este proceso de terminar con su vida, su nieta ordena los recuerdos más relevantes —los buenos y los malos— como aquellos últimos días en los que el abuelo le llamaba para invitarla a comer y ella se veía obligada a ser testigo de los maltratos al personal de servicio y escuchar la misma historia una vez más.

De eso trata Todo nada (Tusquets, 2009), la primera novela de Brenda Lozano. Estas decisiones y conflictos no son solo ficción, y por eso se está gestando un cambio en la cultura política en Puebla, que recientemente legisló sobre la voluntad anticipada, una herramienta que nos otorga una manera digna de morir, sin tratamientos terapéuticos que se obstinen en prolongar su vida.

La aprobación de esta medida sucedió a la par de la despenalización del aborto y las protestas de grupos antiderechos a las afueras del Congreso estatal, que llegaron incluso a la violencia física. El derecho a nacer aún divide opiniones, pero las cifras sobre el derecho a morir nos revelan un consenso importante: 34 legisladores a favor, 4 abstenciones y 2 en contra. Nada mal para una reforma que llevaba 16 años congelada. Pero hay más: según una encuesta de la Asociación por el Derecho a Morir con Dignidad, 53% de la población mexicana estaría de acuerdo en que se suspendan los tratamientos médicos de una persona con una enfermedad irreversible.

Y a pesar de estos datos, solo la mitad del país tiene una ley de voluntad anticipada.

Emilio Nassar, el protagonista de Todo nada, decide dejar de comer para cruzar más rápido el umbral de la muerte. Pero en esa ficción hay otras fuerzas que actúan en la mente del gastroenterólogo. “Llegado a cierto momento de la vida, a los setenta y tantos años, decide volcar su conocimiento en su contra por una serie de razones; una emocional: lo deja la mujer de toda la vida y, como es un hombre de otra época, un tanto machista, patriarcal, cortado con otra tijera, él sólo funciona con su mujer en casa”, dice Brenda Lozano en entrevista con Gatopardo.

También te puede interesar leer: "Imane Khelif: De escenificaciones, supremacía y justicia biológica".

Los recuerdos de su nieta, una estudiante de literatura, se revelan desordenados: no sólo aparecen los buenos momentos —como nos dictaría la costumbre— en este duelo están revueltos junto con los maltratos del abuelo a su hijo, al que no respeta por su falta de carácter. Dice Lozano: “El trabajo de la memoria muchas veces es eso, selectivo, de apenas unas cuantas sensaciones. Generalmente seleccionamos lo bueno, pero a veces es tan difícil; por ejemplo, en un recuerdo traumático que el mismo organismo te hace casi que bloquearlo y en algunas situaciones de plano si no volver a acceder a ciertos recuerdos”.

Ese es el terreno de la ficción; sin embargo, en el plano de la realidad Brenda Lozano opta por las libertades. “Esas decisiones son multifactoriales, creo que están también en el espacio de los derechos humanos y creo que también están en el espacio de la libertad de decisión de qué hacemos con nuestros cuerpos. Creo en esa libertad”.

En pleno siglo XXI, esa libertad entra en dilemas con los avances de la Medicina. ¿Por qué debería la ciencia empeñarse en prolongar la vida de una persona contra su voluntad? Este atropello a la libertad personal se llama obstinación terapéutica y la Asociación por el Derecho a Morir con Dignidad lo ha problematizado en los últimos años.

“Aparecen muchísimos avances científicos y tecnológicos que nos generan muchos dilemas. Es difícil saber hasta dónde parar porque lo que queremos es calidad de vida, no alargar el proceso de agonía indefinidamente por el mero hecho de mantener la vida biológica. Hay que buscar la dignidad de la persona, la calidad de vida”, explica Columba Suinaga, coordinadora de proyectos de la asociación.

Por esto, la voluntad anticipada ofrece una salida digna a todas las personas que ya no se pueden comunicar ante el avance de una enfermedad e incluso de algún accidente grave. A manera de ejemplo, Columba Suinaga dice: “instaurar ventilación mecánica si lo deseamos o no, alimentación artificial, establecer órdenes de no resucitar. No son decisiones fáciles y la voluntad anticipada lo que hace es prevenir conflictos, ayuda a tomar decisiones a la familia y a los médicos”.

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