Antes de que ocurra la siguiente masacre

Antes de que ocurra la siguiente masacre

En México seguiremos sumando masacres y contando víctimas hasta que las autoridades estatales y federales dejen de deslindarse y ser omisas. En estos hechos violentos hay delitos que a cada nivel de gobierno le corresponde investigar, en vez de apuntar el dedo a las demás.

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Si se tratara de hacer, a manera de introducción, un recuento de las masacres recientes en México, atribuidas por todos –menos por las sentencias– al crimen organizado, el problema sería definir a partir de cuándo empezar. La que arrebató la vida de 19 personas en junio pasado en Reynosa, Tamaulipas, fue la más reciente del año hasta el 8 de agosto, cuando ocho personas fueron ejecutadas, sus cuerpos abandonados dentro de una vivienda en construcción en Irapuato, Guanajuato. En lo que va de 2021 podemos nombrar otras: 19 personas en Camargo, en Tamaulipas también; 18 en Valparaíso, Zacatecas; o las de Salvatierra y Celaya, igual en Guanajuato, ambas con nueve víctimas.

No son todas, por supuesto, pero casi como reflejo buscamos explicaciones para ellas: la deshumanización o “la pérdida de valores morales” se barajean como hipótesis en pláticas de café, redes sociales, noticieros e incluso en discursos políticos. “Fue el crimen organizado”: explicación de todo y nada, una dimensión imaginaria, como la describió desde 2012 Fernando Escalante; es, sin duda, la preferida de gobernantes y autoridades de seguridad y justicia.

El hecho es que estas muestras de poderío criminal no dejan de ocurrir y, peor aún, parece que no se les puede poner un alto, como si estuviéramos ante una manifestación de la fuerza de la naturaleza, como un huracán que no se acaba y ante el cual nada se puede hacer para detener su destrucción. Esa impotencia se debe a dos razones: casi nunca se encuentra a los autores intelectuales y casi siempre las autoridades de los tres órdenes de gobierno se responsabilizan entre sí de resolver el problema de la violencia de las organizaciones dedicadas al tráfico de drogas.

En los casos excepcionales en los que alguien sobrevive, podemos tener acaso una pieza de verdad sobre lo ocurrido, no más. Así sucedió después de la matanza en Reynosa, con uno de los presuntos perpetradores. Convaleciente de heridas de bala, desde la cama del hospital, un reportero logró hacerle unas preguntas. Soltó algunas frases como pudo, arrastrando varias palabras:

–¿Por qué mataron?
–Para que se calentara la plaza.

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