Opinión I Cuauhtémoc Medina: El por-vernir (sin futuro) - Gatopardo

El por-venir (sin futuro)

Imaginar es una fantasía en gran medida autoindulgente, en ausencia de la tarea mucho más prometedora de trabajar por una sociedad más educada, por condiciones de existencia menos precarias, y por una sensibilidad colectiva e inteligente: precisamente aquello que la producción cultural y el arte tienen por objetivo.

Tiempo de lectura: 7 minutos

De un modo insistente y circular (la repetición es la marca del trauma) en los últimos meses ocurre una paradoja. Experimentamos con una sorpresa mortífera el primer evento auténticamente global: la sincronía de la amenaza de una pandemia gravísima que pone en crisis la apariencia todopoderosa de la atención médica farmacéutica, y que nos ha dejado en manos de una táctica que tiene mucho de arcaico: el encierro o cuarentena destinado a mitigar la intensidad del contagio. Caímos en una experiencia efectivamente in-audita, in-édita: que no se anuncia, que acontece sin el refinamiento de lo editado. Lo extravagante es que esa interrupción de la continuidad de planes y expectativas, no nos parezca suficiente para aniquilar el prestigio de la predicción, el utopismo o lo profético. Estamos viviendo un descalabro que cancela toda hipótesis sobre el mañana, que abole de golpe todo pro-yecto, y caemos en la obcecación de querer perforar la oscuridad, en lugar de aprender a caminar a tientas.

Por un instante al menos contemplemos el accidente como un hecho verdadero y frustremos la reacción defensiva de reclamar como niños en la autopista saber cuándo y cómo y a dónde llegaremos. Quisiera compartirles la radicalidad de una exigencia que yo mismo me hago: dejar de cuestionar el paracaídas, y plantearnos operar en este campo tanto técnico como político. Un momento que es a la vez anuncio y catástrofe. Podemos luchar colectiva y organizadamente, en medio de un gran caos, para hacer caso del augur, y empezar a transformar la interfase entre sociedad, proyecto, especies y mundo.

No hay “futuro”. Todo está sujeto a nuestra capacidad de acción, acuerdo, aprendizaje y circunstancias. La idea de origen Saint-simoniano que expresó hacia la década de 1820 Benjamín Olinde Rodrigues, concebía al artista como un “hombre de imaginación” capaz de figurar y crear el futuro humano. En nuestro contexto habría que asumir ya la condición de no saber, ni tener siquiera elementos para imaginar, y sin embargo estar felizmente obligados a actuar y pensar. El espejo que extendía la propaganda del ayer, tanto la capitalista como la supuesta alternativa, y sobre todo el dictado supuestamente emancipatorio del patriarcado latinoamericano, es una línea continua que hoy ya estalló. Condenados a permanecer sentados ante la alucinación colectiva de las imágenes, sonidos, fantasmas, caracteres y paisajes que brotan del cristal líquido de nuestra computadora o teléfono, saquemos una conclusión provisional: el por-venir ha sido postergado.

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