Un papa en México
Reflexión epistolar posterior a la visita del papa Francisco a México.
Querido Gianni
(laico comprometido que reside en Roma):
Disculpa la tardanza en contarte la visita de tu obispo, el papa Francisco o Panchito el Che como lo llama mi amigo Fausto Zerón. Antes va una viñeta inolvidable: un político del Grupo Atlacomulco —la camarilla que gobierna el país— fue a San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, a ver al papa Bergoglio. De paso se hizo bolear los zapatos por un niño indígena. Publicó la foto en tuiter y dio a entender que el mismo niño le boleaba los zapatos siempre que visitaba San Cristóbal. Ese político se llama Ernesto Nemer y su trabajo era (ya lo cambiaron de chamba) combatir la pobreza. Era el viceministro de Desarrollo Social y Humano.
En México, Francisco dio algunos discursos memorables. Si Obama o Putin hubieran dicho la mitad de lo que dijo Bergoglio, muchos mexicanos habrían pedido su expulsión. Regañó a los obispos y les dio un raspón a los políticos en el Palacio Nacional. Fue durísimo y, al mismo tiempo, fue muy suave. Había quien esperaba a un relator de derechos humanos de la ONU. El relator para la tortura o, mejor aún, para la desaparición forzada. Y eso porque en México nuestros políticos de oposición están vendidos o amaestrados. Casi todos. Por eso deseábamos que el papa diera una lección moral. Que recibiera a los papás de los 43. O cuando menos que los mencionara en sus discursos. Que dijera la palabra «desaparecidos». Calló.
En el vuelo de regreso a Roma, Francisco dio justificaciones fariseas para la no-reunión. Lo mismo el padre Lombardi acá en México. Que si las mamás de los 43 estaban peleadas entre ellas. Vale pero ¿y su silencio? Tengo dos hipótesis al respecto. Te las comparto:
La primera: Francisco tiene una agenda y se ajusta a ella. Empuja una reforma eclesial. Sabe que poco puede hacerse en un pontificado de un hombre a punto de cumplir 80. Y sin embargo en México ha dado uno de los mensajes más severos de un papa: la tremenda vapuleada a los obispos; lo menos que les dijo fue que se bajaran de los carruajes de los faraones y se pusieran las sandalias de pastor. Y que se pelearan como hombres, de frente.
(Mientras él hablaba en la Catedral Metropolitana, afuera ocurría una escena reveladora: el Zócalo estaba semivacío. O los chilangos somos una raza muy secularizada o hubo sabotaje de la Arquidiócesis de México, que no movió a sus bases. Cualquiera de las dos, mal para Norberto).
Muy distinta fue su homilía ante religiosos en Morelia. Les pidió no resignarse. Salir de la sacristía a las calles. Aun cuando en esas calles olieran a sangre, cocaína y pólvora. Los echó para adelante. Antes de recibir al papa, los religiosos contaron varias veces del 1 al 43 en el estadio Venustiano Carranza. Con el papa o sin el papa, los religiosos están con Ayotzinapa.
Segunda hipótesis: Francisco juega ajedrez en el tablero del mundo. En dos años sus triunfos diplomáticos son impresionantes. Tiene a Putin en la bolsa. Fue el primer papa que se reunió, en mil años, con el patriarca Cirilo de Moscú. El papa ya había hecho su parte: evitó un bombardeo en Siria que pudo haber derrocado a El Assad, el dictador protegido por el Kremlin. Y concilió a gringos con cubanos. Ahora Raúl Castro lo idolatra. En serio. Cuba recibirá 4,700 millones de dólares en inversión gabacha. Oxígeno puro a un régimen que se derrumba sin los petrodólares venezolanos.
En esa perspectiva, el papa Francisco se ganó otro Estado (ex) laico. Los políticos mexicanos de todos los partidos se sometieron a su paso. Durante los seis días de la visita quedó clara una cosa: la élite mexicana milita en el catolicismo. Es muy relevante porque cada día hay una hemorragia de miles de católicos. Se van al pentecostalismo o se hacen Testigos de Jehová, mormones, bautistas o Pare de Sufrir. Otros dejan de creer. El papa, por cierto, visitó las fronteras en donde el catolicismo está en crisis: el suburbio proletario de Ecatepec. Los barrios de Ciudad Juárez. Chiapas, donde casi la mitad de la población dejó de ser católica. Fue también un viaje contraevangélico. Demostrar que convoca masas ahí donde los cristianos llenan estadios. Prendías la tele y parecía que todo México era Guanajuato. Francisco se llevó a un Estado laico en su maletín negro donde guarda la crema de afeitar.
Esa entrega de la élite mexicana tuvo un precio. Parte de ese precio, creo yo, era el silencio respecto a los temas que son incómodos para Peña Nieto y los empresarios con quienes hace negocios. Por eso Francisco no recibió a los ayotzis pero sí a los socios y estrellas de Televisa. A los laicos de la Legión de Cristo. Por eso tampoco mencionó a las víctimas de pederastia clerical. Porque en México es imposible hablar de ellos sin referirse a Marcial Maciel. Y sus legionarios siguen siendo dueños de una parte del país.
Por eso te contaba del viceministro Nemer y del niño indígena. Yo no sé si ese niño se declare cristiano evangélico. Pero de lo que sí estoy seguro es de que ha crecido en un contexto protestante. Vive en el barrio de La Hormiga. Ahí se refugiaron los evangélicos expulsados por la guerra de 1994. Angelito —así lo llamó Nemer— es hijo de ese éxodo.
La foto del viceministro con Angelito condensa la visita. Nemer era el zar del desarrollo del país (después de la foto lo degradaron: ahora encabeza la defensa del consumidor). Su esposa es la secretaria general del PRI. Una familia modelo. Así es como la élite ve México: como una hacienda donde niños, pobres e indígenas les dan grasa a sus zapatos. No son sujetos de derechos sino de limosnas. Ésa es una élite católica. Pero muchos en la base ya dejaron de creer en el papa. Han encontrado consuelo en el pentecostalismo y otras alternativas religiosas.
Así mi conclusión: Francisco impulsó su agenda de reforma eclesiástica y doblegó nada menos que a un Estado que hace 25 años ni siquiera reconocía la existencia de la Iglesia católica. En su tablero mundial, todo un éxito.
Un apunte final: en Tuxtla Gutiérrez el papa defendió la familia tradicional. Muy bien. Pero presentarla como un modelo exclusivo de familia, ¿no es antievangélico? Pienso en Jesús y la familia que formó con apóstoles, publicanos, profetisas. Unidos por una causa y no por lazos consanguíneos o matrimoniales. ¿No habría que reconocer también esos modelos de familia?
Saludos,
Emiliano
Imagen destacada: Arquidiócesis de Saltillo
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