En la actualidad el zapoteco se enfrenta al 48.8% de pérdida intergeneracional; es decir, casi 5 de cada 10 hijos de hablantes de esta lengua la desconocen. A pesar de ello, los músicos de Juchirap rescatan al zapoteco como un medio para mostrar su entorno social e impulsar a otros jóvenes a abrazar sus raíces.
A Cosijopi, a Carlos Lenin y a Antonio Guadalupe se les rompe la voz cuando relatan la historia de un joven, algunos años menor que ellos, a quien sentenciaron a prisión; con él crecieron juntos en la populosa séptima sección de Juchitán, Oaxaca. Ellos son Juchirap, un colectivo de rap que canta en zapoteco y que enseña a las infancias de su pueblo a rimar con la cadencia de los beats del sintetizador, sin olvidar la armonía de las cuerdas y los alientos que les dan identidad como pueblo.
Dicen que si vas a la séptima y levantas una piedra sale un artista o un pintor. Es ahí donde los niños acuden a una casa que se abre a las ocho de la mañana, como un espacio seguro para contar sus historias. Llegan una hora antes y a veces sin desayunar.
“Un niñito escribió una canción que hablaba sobre su padre que había salido de la cárcel porque había asesinado a alguien más y todo eso. Y él en esa canción, pues decía lo triste que se sentía, que él quisiera cambiar todo eso”, cuenta Cosijopi Ruiz.
Entre enero y julio de 2023 ocurrieron quinientos cincuenta y nueve homicidios dolosos en el estado; veintidós adolescentes y cuatro niños fueron parte de las víctimas, según informes de la Fiscalía General del Estado de Oaxaca (FGEO).
Contra los prejuicios
La curiosidad por la música de los Juchirap empezó cuando aún no tenían edad para votar y, para ser honestos, esa curiosidad tuvo que armarse de tenacidad y resistencia ante los obstáculos puestos por un país al que la Secretaría de Educación Pública (SEP) le ha enseñado durante años que hablar castellano es lo correcto y los indígenas están limitados solo a ciertas fiestas, a cierta música y a cierta ropa.
“Cuando empezamos a hacer esto del rap en zapoteco con Cosijopi, salíamos a las escuelas o cualquier lugar que nos pudiera dar una oportunidad de presentarnos ahí. Hubo un director que nos vio, se rió y nos negó rotundamente. ¿Por qué? Porque el rap está estigmatizado como un género urbano que habla de violencia, que habla de drogas, que habla de cualquier otra cosa menos de algo bueno para un niño”, recuerda Carlos Lenin Pacheco.
Si nos detenemos a pensar un momento, iniciar tu educación escolar en un sistema que no corresponde con tu lengua materna ni con tu concepción del mundo, es como si a un hablante del castellano quisieran educarlo en ruso o como lo describe la escritora mixe Yásnaya Elena Aguilar: “Seguramente tendrías muchos problemas; entonces, trasladan a que esos niños son más tontos o no son inteligentes y es como ‘uy, tal vez si me lo enseñaras en la lengua que sí hablo, lo entendería mejor’. Creo que hubo una violencia cognitiva. A mí ya me tocó escolarizarme y lamentablemente eso te quita la lengua, hay todo un esfuerzo estructural”.
Las enseñanzas de los abuelos
El padre de Cosijopi no pudo continuar con su educación porque no dominaba el castellano y decidió no enseñarle a hablar zapoteco por el miedo de que él también se sintiera rechazado y perdiera oportunidades. Sin embargo, resulta común para quienes somos nietos de hablantes de lenguas indígenas vivir nuestro primer acercamiento a través de sus palabras, sus verbos y sus sonidos. “Por fortuna, nuestras abuelas y nuestras madres nos enseñaron a valorarlo y respetarlo”, coincide Cosijopi. “Por eso es que tuvimos ese choque con el sistema: mi mamá me dice que esto está bien, que esto soy yo, que quiera lo que soy y de repente es muy violento cómo nos dan esa educación a la fuerza”.
Cifras del INEGI de 2020, citadas en un artículo del Colmex, refieren que los hablantes del zapoteco son 6.7% del total de los hablantes de una lengua indígena en México. Según esta misma estimación, hay un 48.8% de pérdida intergeneracional de esta lengua; es decir, casi 5 de cada 10 hijos de hablantes del zapoteco ya no lo hacen.
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Solemos interpretar las “lenguas indígenas de México” como si fueran todas un solo ente y estuvieran todas relacionadas entre sí, pero esto es falso. De hecho, Yásnaya Aguilar apunta que están más emparentados el persa y el español –con el indoeuropeo como raíz– que el zapoteco y el mixe, cuyas raíces son muy distintas, a pesar de estar tan cerca geográficamente.
El zapoteco tampoco es uno mismo, en realidad abarca otras variantes de esta lengua: “Las lenguas zapotecas son muchos sistemas lingüísticos muy distintos y forman parte de una gran familia lingüística que es la familia otomangue. Y según los historiadores, los pueblos otomangues domesticaron el maíz. Así de importante es. Además son lenguas tonales en las que si cambias el tono de una palabra, cambian el significado”, explica Yásnaya Aguilar.
Es precisamente con estos cambios de tono con los que Juchirap juega para cantar canciones como esta sobre el sismo de 2017, que afectó particularmente a Juchitán, donde murieron 37 de las 65 víctimas que perdieron la vida en el país.
Zapoteco
Ma bedanda' dxi, Napu' xhi guzubalu´ Diidxa’
Diuxhi Bidii lii sti bieque gu’yalu Gubidxa
Yanna huaxha Bicaa í'cu, Qui ga'cu´ Ti Binni Guidxa
Chigusulunu de xhaguete', Ne Stale Stipa
Neca Layú Biniibi, Ne Li'dxu' Biaba
Lii Bizuhuaa Naguidxi', Guenda Stinu Guiruti' rusaba
Ma Biyatu' Cadi caquiiñedu' xhaíque guidxi'
Stipa Binnizá, Nirusaa iza Naguidxi'
laguiasa, laguiasa, Bitopa Nisalulu'
na' nanna' xhinga Guendananá nuulu'
Bietenala'dxi Guidxilayú Cadi stinu´
lacaa Laanu' cayuni nanu´, cayutii sanuu´
Xavizende Zati Dxi Gati' Gubidxa
runi xu bichaa xpiaani' binni
Zulua' caquiiñeni', zulua’ ma bienenu'
Zulua' ma cazubanu’ diidxa’
Lii Bisiaanda Yuuba
Ni Cayuuba de xixhe
Lii Gundisa nalu'
idxá nadípa Guidxi Guie'
Diuxhi Nuu Luguiaa xhaiba'
Ne Cayuuya binni Paraa Bicheeca’
Binni Naquiiñe guuni ridxi
Naquiiñe gusibaninu’ xquidxi
Bi'che' Cadi gusa'bu í'cu
Cadi cuezalu’ Bi'cu
Ne Huaga de Luguiá
Bizaana cadi cuezalu’ Gui'chi
Peña qui zudi’ Bidxichi
zudi’ xhiana de guirá
Castellano
Ya llegó el día, tienes que entender
Dios te dio otra oportunidad para ver el sol
Ahora piensa muy bien, y no seas un tonto
Empezaremos desde abajo con muchas fuerzas
Aunque la tierra se movió y tu casa se cayó
Tu párate firmemente, nuestras raíces nadie podrá tumbar
Ya vieron que nosotros no ocupamos de presidentes
Porque la fuerza de los juchitecos que avanzan es muy firme
Levántense, levántense, y sequen su llanto
Yo sé cuán grande es el dolor que te aqueja
Recuerda que este mundo no es de nosotros
Nosotros mismos nos lastimamos, nos matamos
San Vicente morirá el día que muera el sol.
Por el temblor la gente cambió su forma de pensar
Yo creo que lo necesitamos, yo creo que ya entendimos
Yo creo que ya estamos obedeciendo
Tú olvida el dolor
Aquel el que te duele desde entonces
Tú levanta las manos
Juchitán es demasiado fuerte
Dios está en el cielo
Y observa los errores de las personas
La gente tiene que gritar
Tenemos que revivir nuestra ciudad
Hermano, no agaches la cabeza
Y no esperes a los perros
Ni a las ratas de allá arriba
Hermana no esperes tu folio
Peña no nos dará dinero
Solo nos está dando mucha rabia.
El cuestionamiento al poder es central en las letras de Juchirap. En entrevista con Semanario Gatopardo, Antonio Guadalupe Sánchez propone una reflexión: “Yo a veces pienso, si un presidente estuviera ganando 150 pesos diarios, con ocho o doce horas en el sol, ¿crees que México estaría así? ¿Él pensaría ‘sí, hay que darle los 200 pesos diarios? No, pensaría diferente, porque sabe lo que duele, sabe lo que cuesta, sabe el valor que es trabajar.
Con el paso de los meses y los versos, el movimiento de Juchirap ha crecido; recuerdan al mismo director que les cerró las puertas para cantar en una escuela. Él los vio en otro festival y les invitó de vuelta a su escuela. Tampoco olvidan los cuestionamientos dentro de su pueblo de quienes les han dicho que le hacen daño a su propia lengua al rapearla.
¿Podría decirse que la reacción del director y otras personas con este tipo de cuestionamientos responden a que Juchirap no es lo que tradicionalmente se espera de unos jóvenes indígenas? Para Yásnaya Aguilar hay algo que ella llama “el fenómeno Tizoc”, que consiste en el aplanamiento de las lenguas y las tradiciones para volver a los indígenas una especie de masa homogénea que solo puede ser de una forma.
Tizoc fue un personaje del cine de oro mexicano representado por Pedro Infante que encarna lo que los directores de esa época imaginaban sobre los indígenas: personas ignorantes, fuera de toda modernidad, “de buen corazón”, con muchos momentos cómicos al intentar hablar o seguir las costumbres dictadas desde la Ciudad de México. Estos personajes podemos verlos reproducirse una y otra vez no solo en Tizoc, también en otros filmes como María Candelaria, de Emilio Fernández, o con personajes como La india María, interpretada por María Elena Velasco.
“Cuando le preguntas a la gente a qué pueblo indígena pertenece Tizoc, no saben, es como si no importara. Es un estereotipo. La gente no sabe a qué pueblo pertenecían la India María o María Candelaria”, dice Yásnaya Aguilar. “El nombre Juchirap está particularizando y está rompiendo el estereotipo de ese ‘efecto Tizoc’. Nuestra memoria es importante, fundamental, pero nos ven como algo anacrónico, como que no deberíamos estar aquí, que eso no es moderno. Y entonces creo que están rompiendo esa idea de condenados al pasado. Lo que están haciendo es actualizando que como cualquier cultura del mundo, están recibiendo influencias y yo creo que esto es una muestra más de lo contemporáneo que son nuestras culturas, nuestras lenguas y que pueden hablar de lo que sea en cualquier ritmo”.
Juchirap es todo menos anacrónico: ser zapotecos, ser de Juchitán y ser raperos es su manera moderna de habitar el mundo e inspirar a otros niños a perseguir la música, las tornamesas o el micrófono como armas para sobrevivir a entornos adversos.
Para escuchar la entrevista completa con la banda y con Yásnaya Elena, haz click aquí.
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