¿Dónde está mi hijo? Caravana de madres centroamericanas

Caravana de madres centroamericanas

38 madres centroamericanas recorrieron México en busca de sus familiares desaparecidos.

Tiempo de lectura: 23 minutos

Nicaragua
—Esa muchacha de allá se parece a mi hija, sí, se parece a ella…, ¿será ella? —preguntó María Eugenia Barrera en voz alta mientras señalaba a una joven sentada a unos veinte metros.

Del cuello de María Eugenia Barrera colgaba una fotografía del tamaño de una hoja de papel: era el rostro de una joven sonriente de diecisiete años: su hija Clementina Lagos Barrera, que salió de su casa en Chinandega, Nicaragua, el 9 de noviembre de 2003 para no regresar nunca más. La última pista apuntaba a que Clementina Lagos estaba atrapada en las redes de prostitución y trata de mujeres en Tapachula, Chiapas.
—No estoy segura de que sea ella, porque se parece en todo menos en la nariz —agregó para sí misma.

Migrantes centroamericanos, int2

* * *

Era la mañana del domingo 28 de octubre de 2012. María Eugenia Barrera descansaba en las escalinatas exteriores de la Basílica de Guadalupe, al norte de la ciudad de México, junto a una decena de mujeres de Nicaragua, Honduras, Guatemala y El Salvador. Esas mujeres pertenecían a un grupo de treinta y ocho familiares de centroamericanos desaparecidos en México, y habían recorrido tres cuartas partes del territorio nacional a bordo de dos autobuses de pasajeros en búsqueda de sus hijos, hermanos y esposos.

Al igual que María Eugenia Barrera, cada una de las mujeres portaba al pecho la fotografía amplificada de sus familiares. En las veintitrés paradas que hicieron a través del país, las madres centroamericanas bajaron de los autobuses con las banderas de sus naciones, los retratos al cuello y el grito unánime: «¡Vivos se vinieron, vivos los queremos!».

Por octavo año consecutivo, la Caravana de Madres de Centroamericanos Desaparecidos en Tránsito en México cruzó el país entre el 15 de octubre —que entró por El Ceibo, Tabasco— y el 3 de noviembre de 2012 —que salió por Tapachula, Chiapas—, después de un recorrido que las llevó hasta ciudades al norte del país como Reynosa, Monterrey, Saltillo y San Luis Potosí. Gracias a la caravana, cinco de las treinta y ocho madres reencontraron a sus familiares perdidos. Algunas más se llevaron pistas y la mayoría volvió tal como vino a México: con las manos vacías.

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