Cuando Gregg Gillis, toca en un festival nadie lo mira. Todos parecen inmersos en la música que se está creando. Gillis se mueve rápidamente entre una laptop y un par de consolas. La audiencia baila, se mueve de un lado al otro, lo mismo al ritmo de Miley Cyrus, que al de Tupac Shakur, y hasta Christina Aguilera combinada con los Rolling Stones, todo esto en una misma canción que parece no acabar nunca. En un mundo donde se persigue a quienes violan los derechos de autor, Gregg Gillis, conocido popularmente como Girl Talk, podría ser un blanco perfecto para una demanda millonaria pues nunca ha pedido permiso a los artistas o pagado regalías para usar pedazos de sus canciones o de sus voces. Hasta el momento nadie lo ha llevado ante un tribunal, quizá por eso se ha convertido en un activista de lo que él ha llamado una “cultura libre”.
Gregg Gillis, nació el 26 de octubre de 1981, en Pittsburgh, la misma ciudad que Andy Warhol, otro artista del sampleo. Pero jamás imaginó que esta profesión sería la suya. Tras estudiar Ingeniería Biomédica y trabajar en una importante empresa farmacéutica, se dio cuenta que la investigación para crear medicamentos nuevos, o investigaciones que pusieran solución a los grandes males del mundo se encontraban detenidas por asuntos relacionados con la ley de derechos de autor, en este caso las patentes.
Fue en 2008, como si su vida fuera un performance, cuando abandonó –quizá decepcionado– esta carrera para dedicarse a la música; un lugar donde la autoría se defiende hasta las últimas consecuencias. Ese mismo año, tras lanzar su música en internet y aparecer en un documental titulado RIP: The Remix Manifesto, donde su filosofía musical es explorada a profundidad, su persona o su personaje comenzaron a tomar notoriedad.
En la filosofía de Gregg Millis —originalmente de Picasso— “los buenos artistas copian, los grandes roban” y en el último disco que publicó Girl Talk titulado All Day, hay más de 373 pedazos de otras canciones. Al escucharlo se pueden oír los acordes de Led Zeppelin, mezclados genialmente con algunos de Jay-Z, los Ramones, y hasta Beyoncé mezclada con los Beatles.
Aquello que podría parecer no tener forma o no llevarse bien, Girl Talk, lo hace funcionar. Gillis tiene una opinión que podría no gustar a muchos: “liberar la cultura, permite la movilidad de esta, lo que ayudaría a crear nuevas formas de arte” y con esa metodología crea su espectáculo. All Day fue liberado en 2010, en la página de la disquera donde trabajaba, irónicamente llamada Ilegal Art. Tras 24 horas ya tenía miles de descargas y hubo un concurso para reconocer qué canciones y artistas aparecían en esta mezcla de una hora con 10 minutos. Algunos fanáticos lo llevaron a otro extremo pues tomaron el material para hacer videos u otros remixes.
Gregg Gillis actualmente tiene 37 años y trabaja en todos lados componiendo su música o deconstruyendo la de otros. Lo hace en su casa, en la regadera, en el auto, mientras está en un concierto. No hay lugar donde su mente no este pegando y cortando. Lo hace siempre. Cuando se sienta en la computadora a poner en orden sus ideas, lo hace hipnotizado y en la abstracción completa. Lo hace además con una memoria musical envidiable y un conocimiento de la cultura pop enciclopédico. Eligió el nombre Girl Talk por muchas razones y con muchas referencias: un poema escrito por Jim Morrison de The Doors o por un show de televisión llamado Full House; siempre que le preguntan el origen de su nombre artístico parece tener un explicación relacionada con algún evento de la cultura popular.
Desde 2012, que Ilegal Arts cerró indefinidamente, Gillis no ha publicado ni un álbum completo. Se ha dedicado a trabajar como productor musical y a hacer samples pequeños, pero sobre todo a dar shows alrededor del mundo, que se venden como pan caliente. Este año sacó un nuevo sencillo que promete dar una nueva cara a su filosofía sobre el robo o la copia.Mientras saca un nuevo disco o mezcla, rompe su propio record usando samples. Girl Talk se mantiene como una fuerte declaración en favor de los Creative Commons, una licencia de autor que permite que otras personas usen un material y lo modifiquen promoviendo el intercambio cultural.