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Era imposible que el Caribe mexicano, movido por el turismo, saliera ileso de la suspensión de actividades que se impuso para evitar los contagios de covid. A un año de aquella “nueva normalidad”, trabajadoras, trabajadores, líderes empresariales y especialistas en economía aseguran que la zona ya está “totalmente recuperada” del golpe económico que causó la pandemia, pero enfatizan que faltó apoyo del gobierno y que este aún se necesita.
Este reportaje fue realizado con el apoyo de la Fundación W. K. Kellogg
Apenas pasa el mediodía en esta tarde de diciembre de 2022 en la famosa Quinta Avenida de Playa del Carmen, en el paradisiaco Caribe mexicano. Aunque el sol pega con dureza, ni turistas ni comerciantes pueden ignorar las leves ráfagas de aire frío que se cuelan repentinamente desde el mar turquesa. Pero nadie se inmuta: ni la inminente llegada del invierno detiene las ansias de conocer, probar, experimentar y divertirse de los primeros, ni el ímpetu por concretar ventas de los segundos.
Hace dos años y medio, la vista de esta misma calle no podía ser más distinta. A finales del primer trimestre de 2020 todo se paralizó por la pandemia de covid-19. A medida que el virus se extendió por el mundo, los gobiernos impusieron políticas restrictivas para prevenir los contagios y contener las crecientes cifras tanto de ingresos hospitalarios como de fallecimientos. El Caribe mexicano, concentrado en el estado de Quintana Roo, no fue la excepción: se estableció el cierre de todas las empresas durante noventa días, y en esta zona, ahora impenetrable por las multitudes de visitantes que cada día arriban, no había tiendas, restaurantes ni hoteles abiertos, y los vuelos internacionales y nacionales se cancelaron.
Pronto las afectaciones se hicieron patentes. A pesar de los múltiples llamados por parte de autoridades y líderes de empresas a solidarizarse con la ciudadanía y de los acuerdos firmados entre cámaras empresariales, en muchos negocios se recortaron salarios y personal. Las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) delatan que estas malas prácticas ocurrieron de manera generalizada en el país: en enero de 2020, 22% de la población ocupada ganaba un salario mínimo, 51% recibía de dos a tres salarios mínimos y 9% ganaba más de tres salarios mínimos; en cambio, para enero de 2022, 34% recibían un salario mínimo, 43% de dos a tres salarios mínimos y 6% más de tres, es decir, aumentó en México el número de personas que ganan menos.
Fátima Hau Cohuó, quien labora como camarista en Playa del Carmen, recuerda esos días de incertidumbre. Llevaba un tiempo trabajando en un hotel cuando comenzó la contingencia sanitaria. La dirección tuvo que cerrar el establecimiento y comenzó a dar de baja al personal con menos de seis meses de antigüedad. Aunque a ella no la despidieron, le recortaron el sueldo casi a la mitad: le pagaban dos mil quinientos pesos en una quincena, en la siguiente le daban solo un “bono” de mil pesos y en la siguiente no recibía pago alguno.
La joven de veintiséis años, originaria de Felipe Carrillo Puerto, estaba agradecida por mantener su puesto, pero le preocupaba ganar un ingreso menor: “Me desesperaba porque pasaban los días y tenía que pagar renta, luz. Aunque no era mucho, pues tenía que pagar”. Poco a poco fue quedándose sin ahorros e intentó encontrar otro trabajo para no tener dificultades, pero fue imposible precisamente porque todo estaba paralizado. Llegó un momento en el que, a pesar de que le hicieron un descuento de 50% en el pago de la renta, tuvo que pedir un préstamo de tres mil pesos para cubrir sus gastos.
En noviembre de 2021, finalmente, las actividades presenciales en el hotel se reanudaron, pero el recorte de su sueldo se mantuvo hasta abril de 2022, es decir, durante cinco meses más. Afortunadamente, pudo liquidar su préstamo y se estabilizó económicamente. En la recta final del 2022 se siente más tranquila. Incluso está retomando los planes que se vio obligada a suspender. “Me siento muy feliz porque no me quitaron el trabajo y tengo un ingreso fijo. Por todo lo que pasó, atrasé la compra de un terreno, que estaba en mis planes. Ahora solo me falta trabajar un poco más para juntar y poder cumplir ese sueño”, dice en entrevista.
Fátima nota la recuperación de la empresa para la que trabaja. Con optimismo, comenta que el hotel tuvo 93% de las habitaciones ocupadas al inicio del segundo semestre del 2022, una cifra alentadora. “Confío en que todo esto de la pandemia sea cosa del pasado”, concluye.
No es la única que mantiene la esperanza. Tanto autoridades como líderes empresariales del Caribe mexicano ya ven una luz al final del camino. Aseguran que hay un gran número de visitantes, tanto nacionales como internacionales. De hecho, el informe “Quintana Roo, ¿cómo vamos en turismo?”, de la Secretaría de Turismo del estado (Sedetur), detalla que de enero a abril del 2022 se registró la llegada de 10,018,762 visitantes en los aeropuertos de Cancún, Cozumel y Chetumal, es decir, 74.72% más que en 2021. En ese mismo lapso llegaron 1,016,059 de personas en cruceros, una cifra que contrasta con la de los mismos meses del 2021, cuando los indicadores estaban en cero por las restricciones sanitarias.
El recuento de los daños
La pandemia ocasionó una caída histórica en la economía mexicana, como se detalló en el reportaje “Entre despidos y ‘sueldos covid’: los efectos de la pandemia en los mayas del Caribe mexicano”, publicado por Gatopardo el pasado mes de julio. De acuerdo con datos del Inegi, la economía se contrajo 8.2% en 2020 con respecto al 2019. El mayor impacto lo recibió precisamente el subsector de la hotelería, con una contracción anual de 57.4%; seguido por el de preparación de alimentos y bebidas, con 30.5%. A la postre, ambos sectores tardaron más tiempo en reactivarse que el resto de las actividades económicas. De hecho, hasta junio del año pasado, el sector de servicios era el único que no había recuperado el valor que reportó antes de la pandemia.
En el Caribe mexicano, localizado en la costa quintanarroense, las actividades productivas se concentran en los servicios turísticos, por lo que el golpe fue mucho más severo. Hasta el tercer trimestre de 2021, la economía del estado estaba 7.3% debajo de su nivel previo a la crisis, según el Indicador Trimestral de la Actividad Económica Estatal (ITAEE). “A diferencia de otros estados, en Quintana Roo vivimos del turismo. Esto se refleja en las llegadas al Aeropuerto Internacional de Cancún y en el número de habitaciones que tiene el Caribe mexicano. Después de estar tres meses encerrados, uno de los estados con mayor declive fue Quintana Roo”, admitió Marcy Bezaleel Pacheco Mendoza, presidente de la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (Canirac), en esta entidad.
No era para menos, ya que la afluencia turística disminuyó 47% en el 2020. El 80% de los hoteles, entre ellos los de cadenas españolas y americanas, tuvieron que bajar temporalmente las cortinas, mientras que el porcentaje restante se mantuvo abierto con ocupación mínima. Datos de la Sedetur precisan que, para diciembre del 2020, la ocupación hotelera era de 47.1% en Cancún y Puerto Morelos, de 41.6% en Cozumel, de 51.3% en Isla Mujeres, de 25.1% en Chetumal y de 30.2% en la Riviera Maya.
De igual forma, alrededor de 1,267 restaurantes, es decir, 33% del total, cerraron sus puertas de manera permanente debido a las pérdidas y al incremento del autoempleo durante la contingencia. Se perdieron más de cien mil empleos formales, de acuerdo con estimaciones de Bernardo Cueto Riestra, secretario de Turismo de Quintana Roo, Eduardo Martínez González, presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) del Caribe, y del propio Pacheco Mendoza.
El cierre de comercios y establecimientos ocurrió de marzo a junio del 2020, pero otras restricciones, como las de movilidad, transporte y las de los horarios de operación permitidos a los negocios, siguieron activas por más tiempo, por lo que surgieron otras afectaciones. Además, se establecieron protocolos que requerían insumos o equipo especializado para garantizar la seguridad tanto de la planta laboral como de los clientes, por ejemplo, el uso de cubrebocas y gel antibacterial, los arcos de revisión y los desinfectantes, entre otros artículos, lo que supuso una inversión extra para el empresariado y la ciudadanía en general.
“Fue un año y medio de pérdidas, en los que la gente tuvo que invertirle a su negocio, mantenerlo con vida, reestructurar préstamos y créditos bancarios. Fue un año y medio en el que nadie tuvo ningún número positivo, fue básicamente de sobrevivencia. Fue un daño en su tiempo, pero fue una necesidad para privilegiar la vida”, sentenció el presidente del CCE.
Hacia la recuperación
Precisamente porque el principal motor de Quintana Roo es el turismo, se comenzaron a tomar acciones para subsanar los daños. La primera, considerada clave por el sector empresarial para la recuperación económica, fue declarar a la industria turística como esencial, para reactivarla. Fue “una acción importante, que salió del estado y permeó a la federación. Con eso logramos que se abrieran las fronteras, que se impulsaran restricciones sanitarias y poner en funcionamiento hoteles o negocios. Incluso se permitió que construcciones enfocadas al turismo se reanudaran, continuaran y se rehabilitaran”, sostuvo Martínez González.
La segunda fue establecer protocolos de higiene muy estrictos, así como obtener certificaciones sanitarias, para generar confianza entre las y los viajeros, y la ciudadanía. Por ejemplo, la Canirac en Quintana Roo, junto con la Comisión Federal para la Protección de Riesgos Sanitarios (Cofepris), elaboró un listado de 20 pasos para reabrir restaurantes de manera segura, explicó Pacheco Mendoza en entrevista.
Además, Quintana Roo fue uno de los primeros destinos en contar con el sello “Safe travels”, otorgado por el World Travel & Tourism Council (Consejo Mundial de Viajes y Turismo). Dicho aval fue otorgado a más de cinco mil empresas en 2020, indicó Cueto Riestra. Esto, a su vez, permitió implementar modelos de prevención y protección sanitaria en instalaciones turísticas.
Conforme las actividades se reanudaron en el mundo y avanzaron las campañas de vacunación, la llegada de visitantes internacionales y nacionales comenzó a normalizarse e incluso a superar cifras de años anteriores. Registros de la Secretaría de Turismo indican que la afluencia turística en Quintana Roo se recuperó en 80%, con más de trece millones de visitantes hasta agosto de 2022, cifra 14% más elevada que la del 2019. De hecho, en la primera semana de diciembre se rompieron los récords históricos del Aeropuerto Internacional de Cancún, con aproximadamente 660 operaciones al día, de acuerdo con datos del líder de la CCE en el Caribe.
Poco a poco, las pérdidas se fueron subsanando. A finales del 2022, había 1,200 hoteles con 125 mil habitaciones activas, diez mil de las cuales fueron construidas durante la pandemia.
De acuerdo con datos de la Sedetur, los niveles de ocupación hotelera en el estado al término del 2022 fueron de 82.1% en Cancún y Puerto Morelos, 75.8% en Cozumel, 83% en Isla Mujeres, 58.3% en Chetumal y 81.3% en la Riviera Maya.
Después de que se levantó el cierre de negocios, abrieron 225 restaurantes en Quintana Roo. Tan solo en Cancún, en el segundo semestre del 2022 fueron inauguradas más de veinte unidades, de las cuales al menos seis rebasaron los 3.7 millones de dólares de inversión. Además se mantuvieron 350 mil empleos en la entidad, según datos proporcionados por Cueto Riestra y Pacheco Mendoza.
El profesor de Economía del Instituto Tecnológico Autónomo de México, Víctor Gómez Ayala, citando cifras del IMSS y del ITAEE del Inegi, confirmó que ya es palpable la recuperación del Caribe mexicano. “El impulso que han tenido efectivamente la actividad turística y el comercio en Quintana Roo han permitido que la economía de ese estado se recupere a niveles previos de la pandemia, incluso desde finales del 2021”, señaló.
Las secuelas
Las estadísticas son esperanzadoras, pero no todo es color rosa. Aunque durante la contingencia se otorgaron estímulos económicos estatales y federales, como exenciones al impuesto sobre la nómina, descuentos en trámites y prórrogas en pagos de permisos o licencias, lo cierto es que parte del sector empresarial considera que fueron insuficientes y que se requiere más apoyo de las autoridades para alcanzar el equilibrio.
“Este 2022 sí fue un gran año, pero traemos rezagos en créditos y adeudos que todavía estamos pagando, pues en año y medio no pudimos pagar todo. Entonces, aunque este se ve como un buen año, no hay que dejar de pensar que venimos de dos años difíciles, prácticamente nulos, y creemos que hay campo para dar facilidades, subsidios o apoyos en ciertos trámites para motivar el desarrollo económico”, sostuvo Martínez González.
El especialista Gómez Ayala precisó que las autoridades deben focalizar sus esfuerzos en la creación de programas y políticas públicas para apoyar a quienes trabajan en los sectores que resultaron más afectados durante la pandemia, es decir, los de servicios y comercio, pero también para quienes tienen secuelas por haber contraído covid-19, para quienes laboran en la informalidad y para quienes tuvieron que recurrir a préstamos o créditos para solventar sus gastos durante los meses en los que se impusieron restricciones laborales.
No son los únicos que piensan de esa manera. Jovany May Itzá, chef residente de Playa del Carmen, sintió poco apoyo por parte del Gobierno de Quintana Roo para que las y los trabajadores afectados por los recortes laborales y salariales pudieran salir a flote. El joven, originario de Kimbilá, Izamal, fue despedido y solamente recibió una liquidación de once mil pesos por sus dos años de servicio. Hacia finales de 2020 la misma empresa lo recontrató, pero con lo que llamaron el “sueldo covid”: le ofrecieron pagarle únicamente dos mil pesos quincenales. Los aceptó porque le urgía tener un ingreso para mantener a su familia en plena crisis pandémica.
“Vi que hubo mucho más apoyo en otros estados, porque en Quintana Roo a la ciudadanía no le condonaron los pagos de luz o de agua, cuando en otros estados los gobiernos sí lo hicieron”, opinó en entrevista, refiriéndose a casos como el de Yucatán, donde hubo exenciones en el pago del servicio de agua potable durante los primeros meses de la pandemia.
A la vez, se está desatando otro fenómeno en el ámbito laboral: hay un déficit de personal calificado en el sector turístico. Pese a que esto se ha traducido en una sobreoferta de empleos, lo cierto es que ha comenzado a impactar en la calidad de los servicios.
“Mucha gente dejó de trabajar y comenzó a autoemplearse. Además, se están tratando de llevar dinámicas de trabajo digitales. También notamos que muchas personas que trabajaban en el Caribe mexicano no eran lugareñas y, aunque desde hace cuatro o cinco años tenían una vivienda aquí, se regresaron a sus estados o a sus pueblos. Y ahora tenemos un déficit de 33% en el personal calificado en restaurantes, lo que afecta mucho la calidad del servicio que manejamos”, admitió el presidente de la Canirac en Quintana Roo.
Gómez Ayala atribuye este fenómenos a que las labores de cuidado aumentaron durante la pandemia, sobre todo para las mujeres. “Durante la pandemia aumentaron las responsabilidades de cuidado de menores o de personas con comorbilidades que resultaron afectadas por el covid-19, y en el sector servicios se requieren personas que hagan trabajo presencial. Entonces las personas que tuvieron la posibilidad de tener ahorro precautorio y emprender por su cuenta para trabajar desde sus casas, lo hicieron”, explicó.
Grecia Mariel Gutiérrez Lara, coordinadora de la Casa de la Mujer Indígena, coincide en que para las mujeres ha sido más complicado reintegrarse al mercado laboral, sobre todo el formal. “La integración es un poco más difícil por las responsabilidades que tienen las mujeres, por su rol de ser mujer: tienen la responsabilidad de ser mamás, cuidadoras de los hijos y del hogar. Así que podemos suponer que hay un mayor incremento en la integración laboral de los hombres, porque tienen menos responsabilidades en comparación con lo que representa ser mujer en industrias como la hotelera”, apuntó.
Pese a todo, el gigante del turismo en México está en marcha, con aprendizajes adquiridos durante la pandemia de covid. Las y los empresarios de Quintana Roo, por ejemplo, comenzaron a reestructurar la organización de sus establecimientos, tanto en cuestión de personal como de costos, tratos con proveedores y adquisición de créditos, para hacer más eficientes sus operaciones. “Cada uno hizo una radiografía de su empresa para ver lo esencial: que necesitaba hacer eficientes las tareas, aprovechar las ventajas de la tecnología para su negocio, quitarse algunas rentas, trabajar desde casa, variar su línea de negocio, empezar a vender por internet o hacer servicios dirigidos a algún rubro en específico. Todo mundo aprendió a encontrarle una variante a su negocio, cuidó mucho los costos, adelgazó lo necesario en su compañía para hacer eficientes sus procesos, y ahora que estamos viviendo una época de bonanza, nos agarra bien parados”, subrayó el presidente del CCE del Caribe.
Para Gómez Ayala, la pandemia permitió a la ciudadanía advertir que existen riesgos latentes que se pueden materializar rápidamente, por lo que el mercado laboral se tiene que flexibilizar y ser lo suficientemente resistente para adaptarse a los panoramas cambiantes.
Debido a que la pandemia evidenció las brechas de desigualdad de las comunidades mayas del Caribe mexicano, Gutiérrez Lara considera que el mejor aprendizaje es apostar por mejorar las condiciones laborales de las y los pobladores mayas, no solo brindándoles un sueldo y prestaciones acordes a la ley, sino un trato digno, sin discriminación.
En el caso de las y los trabajadores, aunque algunas personas desearían olvidar todo lo ocurrido, no dejan las enseñanzas atrás. Fátima, la camarista que puso en pausa su sueño de comprar un terreno, no espera que ocurra otra contingencia de la magnitud de la pandemia de covid. Pero, por si las moscas, ya retomó su viejo hábito de ahorrar. Confía en que pronto todo esto quedará en el recuerdo.
Era imposible que el Caribe mexicano, movido por el turismo, saliera ileso de la suspensión de actividades que se impuso para evitar los contagios de covid. A un año de aquella “nueva normalidad”, trabajadoras, trabajadores, líderes empresariales y especialistas en economía aseguran que la zona ya está “totalmente recuperada” del golpe económico que causó la pandemia, pero enfatizan que faltó apoyo del gobierno y que este aún se necesita.
Este reportaje fue realizado con el apoyo de la Fundación W. K. Kellogg
Apenas pasa el mediodía en esta tarde de diciembre de 2022 en la famosa Quinta Avenida de Playa del Carmen, en el paradisiaco Caribe mexicano. Aunque el sol pega con dureza, ni turistas ni comerciantes pueden ignorar las leves ráfagas de aire frío que se cuelan repentinamente desde el mar turquesa. Pero nadie se inmuta: ni la inminente llegada del invierno detiene las ansias de conocer, probar, experimentar y divertirse de los primeros, ni el ímpetu por concretar ventas de los segundos.
Hace dos años y medio, la vista de esta misma calle no podía ser más distinta. A finales del primer trimestre de 2020 todo se paralizó por la pandemia de covid-19. A medida que el virus se extendió por el mundo, los gobiernos impusieron políticas restrictivas para prevenir los contagios y contener las crecientes cifras tanto de ingresos hospitalarios como de fallecimientos. El Caribe mexicano, concentrado en el estado de Quintana Roo, no fue la excepción: se estableció el cierre de todas las empresas durante noventa días, y en esta zona, ahora impenetrable por las multitudes de visitantes que cada día arriban, no había tiendas, restaurantes ni hoteles abiertos, y los vuelos internacionales y nacionales se cancelaron.
Pronto las afectaciones se hicieron patentes. A pesar de los múltiples llamados por parte de autoridades y líderes de empresas a solidarizarse con la ciudadanía y de los acuerdos firmados entre cámaras empresariales, en muchos negocios se recortaron salarios y personal. Las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) delatan que estas malas prácticas ocurrieron de manera generalizada en el país: en enero de 2020, 22% de la población ocupada ganaba un salario mínimo, 51% recibía de dos a tres salarios mínimos y 9% ganaba más de tres salarios mínimos; en cambio, para enero de 2022, 34% recibían un salario mínimo, 43% de dos a tres salarios mínimos y 6% más de tres, es decir, aumentó en México el número de personas que ganan menos.
Fátima Hau Cohuó, quien labora como camarista en Playa del Carmen, recuerda esos días de incertidumbre. Llevaba un tiempo trabajando en un hotel cuando comenzó la contingencia sanitaria. La dirección tuvo que cerrar el establecimiento y comenzó a dar de baja al personal con menos de seis meses de antigüedad. Aunque a ella no la despidieron, le recortaron el sueldo casi a la mitad: le pagaban dos mil quinientos pesos en una quincena, en la siguiente le daban solo un “bono” de mil pesos y en la siguiente no recibía pago alguno.
La joven de veintiséis años, originaria de Felipe Carrillo Puerto, estaba agradecida por mantener su puesto, pero le preocupaba ganar un ingreso menor: “Me desesperaba porque pasaban los días y tenía que pagar renta, luz. Aunque no era mucho, pues tenía que pagar”. Poco a poco fue quedándose sin ahorros e intentó encontrar otro trabajo para no tener dificultades, pero fue imposible precisamente porque todo estaba paralizado. Llegó un momento en el que, a pesar de que le hicieron un descuento de 50% en el pago de la renta, tuvo que pedir un préstamo de tres mil pesos para cubrir sus gastos.
En noviembre de 2021, finalmente, las actividades presenciales en el hotel se reanudaron, pero el recorte de su sueldo se mantuvo hasta abril de 2022, es decir, durante cinco meses más. Afortunadamente, pudo liquidar su préstamo y se estabilizó económicamente. En la recta final del 2022 se siente más tranquila. Incluso está retomando los planes que se vio obligada a suspender. “Me siento muy feliz porque no me quitaron el trabajo y tengo un ingreso fijo. Por todo lo que pasó, atrasé la compra de un terreno, que estaba en mis planes. Ahora solo me falta trabajar un poco más para juntar y poder cumplir ese sueño”, dice en entrevista.
Fátima nota la recuperación de la empresa para la que trabaja. Con optimismo, comenta que el hotel tuvo 93% de las habitaciones ocupadas al inicio del segundo semestre del 2022, una cifra alentadora. “Confío en que todo esto de la pandemia sea cosa del pasado”, concluye.
No es la única que mantiene la esperanza. Tanto autoridades como líderes empresariales del Caribe mexicano ya ven una luz al final del camino. Aseguran que hay un gran número de visitantes, tanto nacionales como internacionales. De hecho, el informe “Quintana Roo, ¿cómo vamos en turismo?”, de la Secretaría de Turismo del estado (Sedetur), detalla que de enero a abril del 2022 se registró la llegada de 10,018,762 visitantes en los aeropuertos de Cancún, Cozumel y Chetumal, es decir, 74.72% más que en 2021. En ese mismo lapso llegaron 1,016,059 de personas en cruceros, una cifra que contrasta con la de los mismos meses del 2021, cuando los indicadores estaban en cero por las restricciones sanitarias.
El recuento de los daños
La pandemia ocasionó una caída histórica en la economía mexicana, como se detalló en el reportaje “Entre despidos y ‘sueldos covid’: los efectos de la pandemia en los mayas del Caribe mexicano”, publicado por Gatopardo el pasado mes de julio. De acuerdo con datos del Inegi, la economía se contrajo 8.2% en 2020 con respecto al 2019. El mayor impacto lo recibió precisamente el subsector de la hotelería, con una contracción anual de 57.4%; seguido por el de preparación de alimentos y bebidas, con 30.5%. A la postre, ambos sectores tardaron más tiempo en reactivarse que el resto de las actividades económicas. De hecho, hasta junio del año pasado, el sector de servicios era el único que no había recuperado el valor que reportó antes de la pandemia.
En el Caribe mexicano, localizado en la costa quintanarroense, las actividades productivas se concentran en los servicios turísticos, por lo que el golpe fue mucho más severo. Hasta el tercer trimestre de 2021, la economía del estado estaba 7.3% debajo de su nivel previo a la crisis, según el Indicador Trimestral de la Actividad Económica Estatal (ITAEE). “A diferencia de otros estados, en Quintana Roo vivimos del turismo. Esto se refleja en las llegadas al Aeropuerto Internacional de Cancún y en el número de habitaciones que tiene el Caribe mexicano. Después de estar tres meses encerrados, uno de los estados con mayor declive fue Quintana Roo”, admitió Marcy Bezaleel Pacheco Mendoza, presidente de la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (Canirac), en esta entidad.
No era para menos, ya que la afluencia turística disminuyó 47% en el 2020. El 80% de los hoteles, entre ellos los de cadenas españolas y americanas, tuvieron que bajar temporalmente las cortinas, mientras que el porcentaje restante se mantuvo abierto con ocupación mínima. Datos de la Sedetur precisan que, para diciembre del 2020, la ocupación hotelera era de 47.1% en Cancún y Puerto Morelos, de 41.6% en Cozumel, de 51.3% en Isla Mujeres, de 25.1% en Chetumal y de 30.2% en la Riviera Maya.
De igual forma, alrededor de 1,267 restaurantes, es decir, 33% del total, cerraron sus puertas de manera permanente debido a las pérdidas y al incremento del autoempleo durante la contingencia. Se perdieron más de cien mil empleos formales, de acuerdo con estimaciones de Bernardo Cueto Riestra, secretario de Turismo de Quintana Roo, Eduardo Martínez González, presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) del Caribe, y del propio Pacheco Mendoza.
El cierre de comercios y establecimientos ocurrió de marzo a junio del 2020, pero otras restricciones, como las de movilidad, transporte y las de los horarios de operación permitidos a los negocios, siguieron activas por más tiempo, por lo que surgieron otras afectaciones. Además, se establecieron protocolos que requerían insumos o equipo especializado para garantizar la seguridad tanto de la planta laboral como de los clientes, por ejemplo, el uso de cubrebocas y gel antibacterial, los arcos de revisión y los desinfectantes, entre otros artículos, lo que supuso una inversión extra para el empresariado y la ciudadanía en general.
“Fue un año y medio de pérdidas, en los que la gente tuvo que invertirle a su negocio, mantenerlo con vida, reestructurar préstamos y créditos bancarios. Fue un año y medio en el que nadie tuvo ningún número positivo, fue básicamente de sobrevivencia. Fue un daño en su tiempo, pero fue una necesidad para privilegiar la vida”, sentenció el presidente del CCE.
Hacia la recuperación
Precisamente porque el principal motor de Quintana Roo es el turismo, se comenzaron a tomar acciones para subsanar los daños. La primera, considerada clave por el sector empresarial para la recuperación económica, fue declarar a la industria turística como esencial, para reactivarla. Fue “una acción importante, que salió del estado y permeó a la federación. Con eso logramos que se abrieran las fronteras, que se impulsaran restricciones sanitarias y poner en funcionamiento hoteles o negocios. Incluso se permitió que construcciones enfocadas al turismo se reanudaran, continuaran y se rehabilitaran”, sostuvo Martínez González.
La segunda fue establecer protocolos de higiene muy estrictos, así como obtener certificaciones sanitarias, para generar confianza entre las y los viajeros, y la ciudadanía. Por ejemplo, la Canirac en Quintana Roo, junto con la Comisión Federal para la Protección de Riesgos Sanitarios (Cofepris), elaboró un listado de 20 pasos para reabrir restaurantes de manera segura, explicó Pacheco Mendoza en entrevista.
Además, Quintana Roo fue uno de los primeros destinos en contar con el sello “Safe travels”, otorgado por el World Travel & Tourism Council (Consejo Mundial de Viajes y Turismo). Dicho aval fue otorgado a más de cinco mil empresas en 2020, indicó Cueto Riestra. Esto, a su vez, permitió implementar modelos de prevención y protección sanitaria en instalaciones turísticas.
Conforme las actividades se reanudaron en el mundo y avanzaron las campañas de vacunación, la llegada de visitantes internacionales y nacionales comenzó a normalizarse e incluso a superar cifras de años anteriores. Registros de la Secretaría de Turismo indican que la afluencia turística en Quintana Roo se recuperó en 80%, con más de trece millones de visitantes hasta agosto de 2022, cifra 14% más elevada que la del 2019. De hecho, en la primera semana de diciembre se rompieron los récords históricos del Aeropuerto Internacional de Cancún, con aproximadamente 660 operaciones al día, de acuerdo con datos del líder de la CCE en el Caribe.
Poco a poco, las pérdidas se fueron subsanando. A finales del 2022, había 1,200 hoteles con 125 mil habitaciones activas, diez mil de las cuales fueron construidas durante la pandemia.
De acuerdo con datos de la Sedetur, los niveles de ocupación hotelera en el estado al término del 2022 fueron de 82.1% en Cancún y Puerto Morelos, 75.8% en Cozumel, 83% en Isla Mujeres, 58.3% en Chetumal y 81.3% en la Riviera Maya.
Después de que se levantó el cierre de negocios, abrieron 225 restaurantes en Quintana Roo. Tan solo en Cancún, en el segundo semestre del 2022 fueron inauguradas más de veinte unidades, de las cuales al menos seis rebasaron los 3.7 millones de dólares de inversión. Además se mantuvieron 350 mil empleos en la entidad, según datos proporcionados por Cueto Riestra y Pacheco Mendoza.
El profesor de Economía del Instituto Tecnológico Autónomo de México, Víctor Gómez Ayala, citando cifras del IMSS y del ITAEE del Inegi, confirmó que ya es palpable la recuperación del Caribe mexicano. “El impulso que han tenido efectivamente la actividad turística y el comercio en Quintana Roo han permitido que la economía de ese estado se recupere a niveles previos de la pandemia, incluso desde finales del 2021”, señaló.
Las secuelas
Las estadísticas son esperanzadoras, pero no todo es color rosa. Aunque durante la contingencia se otorgaron estímulos económicos estatales y federales, como exenciones al impuesto sobre la nómina, descuentos en trámites y prórrogas en pagos de permisos o licencias, lo cierto es que parte del sector empresarial considera que fueron insuficientes y que se requiere más apoyo de las autoridades para alcanzar el equilibrio.
“Este 2022 sí fue un gran año, pero traemos rezagos en créditos y adeudos que todavía estamos pagando, pues en año y medio no pudimos pagar todo. Entonces, aunque este se ve como un buen año, no hay que dejar de pensar que venimos de dos años difíciles, prácticamente nulos, y creemos que hay campo para dar facilidades, subsidios o apoyos en ciertos trámites para motivar el desarrollo económico”, sostuvo Martínez González.
El especialista Gómez Ayala precisó que las autoridades deben focalizar sus esfuerzos en la creación de programas y políticas públicas para apoyar a quienes trabajan en los sectores que resultaron más afectados durante la pandemia, es decir, los de servicios y comercio, pero también para quienes tienen secuelas por haber contraído covid-19, para quienes laboran en la informalidad y para quienes tuvieron que recurrir a préstamos o créditos para solventar sus gastos durante los meses en los que se impusieron restricciones laborales.
No son los únicos que piensan de esa manera. Jovany May Itzá, chef residente de Playa del Carmen, sintió poco apoyo por parte del Gobierno de Quintana Roo para que las y los trabajadores afectados por los recortes laborales y salariales pudieran salir a flote. El joven, originario de Kimbilá, Izamal, fue despedido y solamente recibió una liquidación de once mil pesos por sus dos años de servicio. Hacia finales de 2020 la misma empresa lo recontrató, pero con lo que llamaron el “sueldo covid”: le ofrecieron pagarle únicamente dos mil pesos quincenales. Los aceptó porque le urgía tener un ingreso para mantener a su familia en plena crisis pandémica.
“Vi que hubo mucho más apoyo en otros estados, porque en Quintana Roo a la ciudadanía no le condonaron los pagos de luz o de agua, cuando en otros estados los gobiernos sí lo hicieron”, opinó en entrevista, refiriéndose a casos como el de Yucatán, donde hubo exenciones en el pago del servicio de agua potable durante los primeros meses de la pandemia.
A la vez, se está desatando otro fenómeno en el ámbito laboral: hay un déficit de personal calificado en el sector turístico. Pese a que esto se ha traducido en una sobreoferta de empleos, lo cierto es que ha comenzado a impactar en la calidad de los servicios.
“Mucha gente dejó de trabajar y comenzó a autoemplearse. Además, se están tratando de llevar dinámicas de trabajo digitales. También notamos que muchas personas que trabajaban en el Caribe mexicano no eran lugareñas y, aunque desde hace cuatro o cinco años tenían una vivienda aquí, se regresaron a sus estados o a sus pueblos. Y ahora tenemos un déficit de 33% en el personal calificado en restaurantes, lo que afecta mucho la calidad del servicio que manejamos”, admitió el presidente de la Canirac en Quintana Roo.
Gómez Ayala atribuye este fenómenos a que las labores de cuidado aumentaron durante la pandemia, sobre todo para las mujeres. “Durante la pandemia aumentaron las responsabilidades de cuidado de menores o de personas con comorbilidades que resultaron afectadas por el covid-19, y en el sector servicios se requieren personas que hagan trabajo presencial. Entonces las personas que tuvieron la posibilidad de tener ahorro precautorio y emprender por su cuenta para trabajar desde sus casas, lo hicieron”, explicó.
Grecia Mariel Gutiérrez Lara, coordinadora de la Casa de la Mujer Indígena, coincide en que para las mujeres ha sido más complicado reintegrarse al mercado laboral, sobre todo el formal. “La integración es un poco más difícil por las responsabilidades que tienen las mujeres, por su rol de ser mujer: tienen la responsabilidad de ser mamás, cuidadoras de los hijos y del hogar. Así que podemos suponer que hay un mayor incremento en la integración laboral de los hombres, porque tienen menos responsabilidades en comparación con lo que representa ser mujer en industrias como la hotelera”, apuntó.
Pese a todo, el gigante del turismo en México está en marcha, con aprendizajes adquiridos durante la pandemia de covid. Las y los empresarios de Quintana Roo, por ejemplo, comenzaron a reestructurar la organización de sus establecimientos, tanto en cuestión de personal como de costos, tratos con proveedores y adquisición de créditos, para hacer más eficientes sus operaciones. “Cada uno hizo una radiografía de su empresa para ver lo esencial: que necesitaba hacer eficientes las tareas, aprovechar las ventajas de la tecnología para su negocio, quitarse algunas rentas, trabajar desde casa, variar su línea de negocio, empezar a vender por internet o hacer servicios dirigidos a algún rubro en específico. Todo mundo aprendió a encontrarle una variante a su negocio, cuidó mucho los costos, adelgazó lo necesario en su compañía para hacer eficientes sus procesos, y ahora que estamos viviendo una época de bonanza, nos agarra bien parados”, subrayó el presidente del CCE del Caribe.
Para Gómez Ayala, la pandemia permitió a la ciudadanía advertir que existen riesgos latentes que se pueden materializar rápidamente, por lo que el mercado laboral se tiene que flexibilizar y ser lo suficientemente resistente para adaptarse a los panoramas cambiantes.
Debido a que la pandemia evidenció las brechas de desigualdad de las comunidades mayas del Caribe mexicano, Gutiérrez Lara considera que el mejor aprendizaje es apostar por mejorar las condiciones laborales de las y los pobladores mayas, no solo brindándoles un sueldo y prestaciones acordes a la ley, sino un trato digno, sin discriminación.
En el caso de las y los trabajadores, aunque algunas personas desearían olvidar todo lo ocurrido, no dejan las enseñanzas atrás. Fátima, la camarista que puso en pausa su sueño de comprar un terreno, no espera que ocurra otra contingencia de la magnitud de la pandemia de covid. Pero, por si las moscas, ya retomó su viejo hábito de ahorrar. Confía en que pronto todo esto quedará en el recuerdo.
Era imposible que el Caribe mexicano, movido por el turismo, saliera ileso de la suspensión de actividades que se impuso para evitar los contagios de covid. A un año de aquella “nueva normalidad”, trabajadoras, trabajadores, líderes empresariales y especialistas en economía aseguran que la zona ya está “totalmente recuperada” del golpe económico que causó la pandemia, pero enfatizan que faltó apoyo del gobierno y que este aún se necesita.
Este reportaje fue realizado con el apoyo de la Fundación W. K. Kellogg
Apenas pasa el mediodía en esta tarde de diciembre de 2022 en la famosa Quinta Avenida de Playa del Carmen, en el paradisiaco Caribe mexicano. Aunque el sol pega con dureza, ni turistas ni comerciantes pueden ignorar las leves ráfagas de aire frío que se cuelan repentinamente desde el mar turquesa. Pero nadie se inmuta: ni la inminente llegada del invierno detiene las ansias de conocer, probar, experimentar y divertirse de los primeros, ni el ímpetu por concretar ventas de los segundos.
Hace dos años y medio, la vista de esta misma calle no podía ser más distinta. A finales del primer trimestre de 2020 todo se paralizó por la pandemia de covid-19. A medida que el virus se extendió por el mundo, los gobiernos impusieron políticas restrictivas para prevenir los contagios y contener las crecientes cifras tanto de ingresos hospitalarios como de fallecimientos. El Caribe mexicano, concentrado en el estado de Quintana Roo, no fue la excepción: se estableció el cierre de todas las empresas durante noventa días, y en esta zona, ahora impenetrable por las multitudes de visitantes que cada día arriban, no había tiendas, restaurantes ni hoteles abiertos, y los vuelos internacionales y nacionales se cancelaron.
Pronto las afectaciones se hicieron patentes. A pesar de los múltiples llamados por parte de autoridades y líderes de empresas a solidarizarse con la ciudadanía y de los acuerdos firmados entre cámaras empresariales, en muchos negocios se recortaron salarios y personal. Las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) delatan que estas malas prácticas ocurrieron de manera generalizada en el país: en enero de 2020, 22% de la población ocupada ganaba un salario mínimo, 51% recibía de dos a tres salarios mínimos y 9% ganaba más de tres salarios mínimos; en cambio, para enero de 2022, 34% recibían un salario mínimo, 43% de dos a tres salarios mínimos y 6% más de tres, es decir, aumentó en México el número de personas que ganan menos.
Fátima Hau Cohuó, quien labora como camarista en Playa del Carmen, recuerda esos días de incertidumbre. Llevaba un tiempo trabajando en un hotel cuando comenzó la contingencia sanitaria. La dirección tuvo que cerrar el establecimiento y comenzó a dar de baja al personal con menos de seis meses de antigüedad. Aunque a ella no la despidieron, le recortaron el sueldo casi a la mitad: le pagaban dos mil quinientos pesos en una quincena, en la siguiente le daban solo un “bono” de mil pesos y en la siguiente no recibía pago alguno.
La joven de veintiséis años, originaria de Felipe Carrillo Puerto, estaba agradecida por mantener su puesto, pero le preocupaba ganar un ingreso menor: “Me desesperaba porque pasaban los días y tenía que pagar renta, luz. Aunque no era mucho, pues tenía que pagar”. Poco a poco fue quedándose sin ahorros e intentó encontrar otro trabajo para no tener dificultades, pero fue imposible precisamente porque todo estaba paralizado. Llegó un momento en el que, a pesar de que le hicieron un descuento de 50% en el pago de la renta, tuvo que pedir un préstamo de tres mil pesos para cubrir sus gastos.
En noviembre de 2021, finalmente, las actividades presenciales en el hotel se reanudaron, pero el recorte de su sueldo se mantuvo hasta abril de 2022, es decir, durante cinco meses más. Afortunadamente, pudo liquidar su préstamo y se estabilizó económicamente. En la recta final del 2022 se siente más tranquila. Incluso está retomando los planes que se vio obligada a suspender. “Me siento muy feliz porque no me quitaron el trabajo y tengo un ingreso fijo. Por todo lo que pasó, atrasé la compra de un terreno, que estaba en mis planes. Ahora solo me falta trabajar un poco más para juntar y poder cumplir ese sueño”, dice en entrevista.
Fátima nota la recuperación de la empresa para la que trabaja. Con optimismo, comenta que el hotel tuvo 93% de las habitaciones ocupadas al inicio del segundo semestre del 2022, una cifra alentadora. “Confío en que todo esto de la pandemia sea cosa del pasado”, concluye.
No es la única que mantiene la esperanza. Tanto autoridades como líderes empresariales del Caribe mexicano ya ven una luz al final del camino. Aseguran que hay un gran número de visitantes, tanto nacionales como internacionales. De hecho, el informe “Quintana Roo, ¿cómo vamos en turismo?”, de la Secretaría de Turismo del estado (Sedetur), detalla que de enero a abril del 2022 se registró la llegada de 10,018,762 visitantes en los aeropuertos de Cancún, Cozumel y Chetumal, es decir, 74.72% más que en 2021. En ese mismo lapso llegaron 1,016,059 de personas en cruceros, una cifra que contrasta con la de los mismos meses del 2021, cuando los indicadores estaban en cero por las restricciones sanitarias.
El recuento de los daños
La pandemia ocasionó una caída histórica en la economía mexicana, como se detalló en el reportaje “Entre despidos y ‘sueldos covid’: los efectos de la pandemia en los mayas del Caribe mexicano”, publicado por Gatopardo el pasado mes de julio. De acuerdo con datos del Inegi, la economía se contrajo 8.2% en 2020 con respecto al 2019. El mayor impacto lo recibió precisamente el subsector de la hotelería, con una contracción anual de 57.4%; seguido por el de preparación de alimentos y bebidas, con 30.5%. A la postre, ambos sectores tardaron más tiempo en reactivarse que el resto de las actividades económicas. De hecho, hasta junio del año pasado, el sector de servicios era el único que no había recuperado el valor que reportó antes de la pandemia.
En el Caribe mexicano, localizado en la costa quintanarroense, las actividades productivas se concentran en los servicios turísticos, por lo que el golpe fue mucho más severo. Hasta el tercer trimestre de 2021, la economía del estado estaba 7.3% debajo de su nivel previo a la crisis, según el Indicador Trimestral de la Actividad Económica Estatal (ITAEE). “A diferencia de otros estados, en Quintana Roo vivimos del turismo. Esto se refleja en las llegadas al Aeropuerto Internacional de Cancún y en el número de habitaciones que tiene el Caribe mexicano. Después de estar tres meses encerrados, uno de los estados con mayor declive fue Quintana Roo”, admitió Marcy Bezaleel Pacheco Mendoza, presidente de la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (Canirac), en esta entidad.
No era para menos, ya que la afluencia turística disminuyó 47% en el 2020. El 80% de los hoteles, entre ellos los de cadenas españolas y americanas, tuvieron que bajar temporalmente las cortinas, mientras que el porcentaje restante se mantuvo abierto con ocupación mínima. Datos de la Sedetur precisan que, para diciembre del 2020, la ocupación hotelera era de 47.1% en Cancún y Puerto Morelos, de 41.6% en Cozumel, de 51.3% en Isla Mujeres, de 25.1% en Chetumal y de 30.2% en la Riviera Maya.
De igual forma, alrededor de 1,267 restaurantes, es decir, 33% del total, cerraron sus puertas de manera permanente debido a las pérdidas y al incremento del autoempleo durante la contingencia. Se perdieron más de cien mil empleos formales, de acuerdo con estimaciones de Bernardo Cueto Riestra, secretario de Turismo de Quintana Roo, Eduardo Martínez González, presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) del Caribe, y del propio Pacheco Mendoza.
El cierre de comercios y establecimientos ocurrió de marzo a junio del 2020, pero otras restricciones, como las de movilidad, transporte y las de los horarios de operación permitidos a los negocios, siguieron activas por más tiempo, por lo que surgieron otras afectaciones. Además, se establecieron protocolos que requerían insumos o equipo especializado para garantizar la seguridad tanto de la planta laboral como de los clientes, por ejemplo, el uso de cubrebocas y gel antibacterial, los arcos de revisión y los desinfectantes, entre otros artículos, lo que supuso una inversión extra para el empresariado y la ciudadanía en general.
“Fue un año y medio de pérdidas, en los que la gente tuvo que invertirle a su negocio, mantenerlo con vida, reestructurar préstamos y créditos bancarios. Fue un año y medio en el que nadie tuvo ningún número positivo, fue básicamente de sobrevivencia. Fue un daño en su tiempo, pero fue una necesidad para privilegiar la vida”, sentenció el presidente del CCE.
Hacia la recuperación
Precisamente porque el principal motor de Quintana Roo es el turismo, se comenzaron a tomar acciones para subsanar los daños. La primera, considerada clave por el sector empresarial para la recuperación económica, fue declarar a la industria turística como esencial, para reactivarla. Fue “una acción importante, que salió del estado y permeó a la federación. Con eso logramos que se abrieran las fronteras, que se impulsaran restricciones sanitarias y poner en funcionamiento hoteles o negocios. Incluso se permitió que construcciones enfocadas al turismo se reanudaran, continuaran y se rehabilitaran”, sostuvo Martínez González.
La segunda fue establecer protocolos de higiene muy estrictos, así como obtener certificaciones sanitarias, para generar confianza entre las y los viajeros, y la ciudadanía. Por ejemplo, la Canirac en Quintana Roo, junto con la Comisión Federal para la Protección de Riesgos Sanitarios (Cofepris), elaboró un listado de 20 pasos para reabrir restaurantes de manera segura, explicó Pacheco Mendoza en entrevista.
Además, Quintana Roo fue uno de los primeros destinos en contar con el sello “Safe travels”, otorgado por el World Travel & Tourism Council (Consejo Mundial de Viajes y Turismo). Dicho aval fue otorgado a más de cinco mil empresas en 2020, indicó Cueto Riestra. Esto, a su vez, permitió implementar modelos de prevención y protección sanitaria en instalaciones turísticas.
Conforme las actividades se reanudaron en el mundo y avanzaron las campañas de vacunación, la llegada de visitantes internacionales y nacionales comenzó a normalizarse e incluso a superar cifras de años anteriores. Registros de la Secretaría de Turismo indican que la afluencia turística en Quintana Roo se recuperó en 80%, con más de trece millones de visitantes hasta agosto de 2022, cifra 14% más elevada que la del 2019. De hecho, en la primera semana de diciembre se rompieron los récords históricos del Aeropuerto Internacional de Cancún, con aproximadamente 660 operaciones al día, de acuerdo con datos del líder de la CCE en el Caribe.
Poco a poco, las pérdidas se fueron subsanando. A finales del 2022, había 1,200 hoteles con 125 mil habitaciones activas, diez mil de las cuales fueron construidas durante la pandemia.
De acuerdo con datos de la Sedetur, los niveles de ocupación hotelera en el estado al término del 2022 fueron de 82.1% en Cancún y Puerto Morelos, 75.8% en Cozumel, 83% en Isla Mujeres, 58.3% en Chetumal y 81.3% en la Riviera Maya.
Después de que se levantó el cierre de negocios, abrieron 225 restaurantes en Quintana Roo. Tan solo en Cancún, en el segundo semestre del 2022 fueron inauguradas más de veinte unidades, de las cuales al menos seis rebasaron los 3.7 millones de dólares de inversión. Además se mantuvieron 350 mil empleos en la entidad, según datos proporcionados por Cueto Riestra y Pacheco Mendoza.
El profesor de Economía del Instituto Tecnológico Autónomo de México, Víctor Gómez Ayala, citando cifras del IMSS y del ITAEE del Inegi, confirmó que ya es palpable la recuperación del Caribe mexicano. “El impulso que han tenido efectivamente la actividad turística y el comercio en Quintana Roo han permitido que la economía de ese estado se recupere a niveles previos de la pandemia, incluso desde finales del 2021”, señaló.
Las secuelas
Las estadísticas son esperanzadoras, pero no todo es color rosa. Aunque durante la contingencia se otorgaron estímulos económicos estatales y federales, como exenciones al impuesto sobre la nómina, descuentos en trámites y prórrogas en pagos de permisos o licencias, lo cierto es que parte del sector empresarial considera que fueron insuficientes y que se requiere más apoyo de las autoridades para alcanzar el equilibrio.
“Este 2022 sí fue un gran año, pero traemos rezagos en créditos y adeudos que todavía estamos pagando, pues en año y medio no pudimos pagar todo. Entonces, aunque este se ve como un buen año, no hay que dejar de pensar que venimos de dos años difíciles, prácticamente nulos, y creemos que hay campo para dar facilidades, subsidios o apoyos en ciertos trámites para motivar el desarrollo económico”, sostuvo Martínez González.
El especialista Gómez Ayala precisó que las autoridades deben focalizar sus esfuerzos en la creación de programas y políticas públicas para apoyar a quienes trabajan en los sectores que resultaron más afectados durante la pandemia, es decir, los de servicios y comercio, pero también para quienes tienen secuelas por haber contraído covid-19, para quienes laboran en la informalidad y para quienes tuvieron que recurrir a préstamos o créditos para solventar sus gastos durante los meses en los que se impusieron restricciones laborales.
No son los únicos que piensan de esa manera. Jovany May Itzá, chef residente de Playa del Carmen, sintió poco apoyo por parte del Gobierno de Quintana Roo para que las y los trabajadores afectados por los recortes laborales y salariales pudieran salir a flote. El joven, originario de Kimbilá, Izamal, fue despedido y solamente recibió una liquidación de once mil pesos por sus dos años de servicio. Hacia finales de 2020 la misma empresa lo recontrató, pero con lo que llamaron el “sueldo covid”: le ofrecieron pagarle únicamente dos mil pesos quincenales. Los aceptó porque le urgía tener un ingreso para mantener a su familia en plena crisis pandémica.
“Vi que hubo mucho más apoyo en otros estados, porque en Quintana Roo a la ciudadanía no le condonaron los pagos de luz o de agua, cuando en otros estados los gobiernos sí lo hicieron”, opinó en entrevista, refiriéndose a casos como el de Yucatán, donde hubo exenciones en el pago del servicio de agua potable durante los primeros meses de la pandemia.
A la vez, se está desatando otro fenómeno en el ámbito laboral: hay un déficit de personal calificado en el sector turístico. Pese a que esto se ha traducido en una sobreoferta de empleos, lo cierto es que ha comenzado a impactar en la calidad de los servicios.
“Mucha gente dejó de trabajar y comenzó a autoemplearse. Además, se están tratando de llevar dinámicas de trabajo digitales. También notamos que muchas personas que trabajaban en el Caribe mexicano no eran lugareñas y, aunque desde hace cuatro o cinco años tenían una vivienda aquí, se regresaron a sus estados o a sus pueblos. Y ahora tenemos un déficit de 33% en el personal calificado en restaurantes, lo que afecta mucho la calidad del servicio que manejamos”, admitió el presidente de la Canirac en Quintana Roo.
Gómez Ayala atribuye este fenómenos a que las labores de cuidado aumentaron durante la pandemia, sobre todo para las mujeres. “Durante la pandemia aumentaron las responsabilidades de cuidado de menores o de personas con comorbilidades que resultaron afectadas por el covid-19, y en el sector servicios se requieren personas que hagan trabajo presencial. Entonces las personas que tuvieron la posibilidad de tener ahorro precautorio y emprender por su cuenta para trabajar desde sus casas, lo hicieron”, explicó.
Grecia Mariel Gutiérrez Lara, coordinadora de la Casa de la Mujer Indígena, coincide en que para las mujeres ha sido más complicado reintegrarse al mercado laboral, sobre todo el formal. “La integración es un poco más difícil por las responsabilidades que tienen las mujeres, por su rol de ser mujer: tienen la responsabilidad de ser mamás, cuidadoras de los hijos y del hogar. Así que podemos suponer que hay un mayor incremento en la integración laboral de los hombres, porque tienen menos responsabilidades en comparación con lo que representa ser mujer en industrias como la hotelera”, apuntó.
Pese a todo, el gigante del turismo en México está en marcha, con aprendizajes adquiridos durante la pandemia de covid. Las y los empresarios de Quintana Roo, por ejemplo, comenzaron a reestructurar la organización de sus establecimientos, tanto en cuestión de personal como de costos, tratos con proveedores y adquisición de créditos, para hacer más eficientes sus operaciones. “Cada uno hizo una radiografía de su empresa para ver lo esencial: que necesitaba hacer eficientes las tareas, aprovechar las ventajas de la tecnología para su negocio, quitarse algunas rentas, trabajar desde casa, variar su línea de negocio, empezar a vender por internet o hacer servicios dirigidos a algún rubro en específico. Todo mundo aprendió a encontrarle una variante a su negocio, cuidó mucho los costos, adelgazó lo necesario en su compañía para hacer eficientes sus procesos, y ahora que estamos viviendo una época de bonanza, nos agarra bien parados”, subrayó el presidente del CCE del Caribe.
Para Gómez Ayala, la pandemia permitió a la ciudadanía advertir que existen riesgos latentes que se pueden materializar rápidamente, por lo que el mercado laboral se tiene que flexibilizar y ser lo suficientemente resistente para adaptarse a los panoramas cambiantes.
Debido a que la pandemia evidenció las brechas de desigualdad de las comunidades mayas del Caribe mexicano, Gutiérrez Lara considera que el mejor aprendizaje es apostar por mejorar las condiciones laborales de las y los pobladores mayas, no solo brindándoles un sueldo y prestaciones acordes a la ley, sino un trato digno, sin discriminación.
En el caso de las y los trabajadores, aunque algunas personas desearían olvidar todo lo ocurrido, no dejan las enseñanzas atrás. Fátima, la camarista que puso en pausa su sueño de comprar un terreno, no espera que ocurra otra contingencia de la magnitud de la pandemia de covid. Pero, por si las moscas, ya retomó su viejo hábito de ahorrar. Confía en que pronto todo esto quedará en el recuerdo.
Era imposible que el Caribe mexicano, movido por el turismo, saliera ileso de la suspensión de actividades que se impuso para evitar los contagios de covid. A un año de aquella “nueva normalidad”, trabajadoras, trabajadores, líderes empresariales y especialistas en economía aseguran que la zona ya está “totalmente recuperada” del golpe económico que causó la pandemia, pero enfatizan que faltó apoyo del gobierno y que este aún se necesita.
Este reportaje fue realizado con el apoyo de la Fundación W. K. Kellogg
Apenas pasa el mediodía en esta tarde de diciembre de 2022 en la famosa Quinta Avenida de Playa del Carmen, en el paradisiaco Caribe mexicano. Aunque el sol pega con dureza, ni turistas ni comerciantes pueden ignorar las leves ráfagas de aire frío que se cuelan repentinamente desde el mar turquesa. Pero nadie se inmuta: ni la inminente llegada del invierno detiene las ansias de conocer, probar, experimentar y divertirse de los primeros, ni el ímpetu por concretar ventas de los segundos.
Hace dos años y medio, la vista de esta misma calle no podía ser más distinta. A finales del primer trimestre de 2020 todo se paralizó por la pandemia de covid-19. A medida que el virus se extendió por el mundo, los gobiernos impusieron políticas restrictivas para prevenir los contagios y contener las crecientes cifras tanto de ingresos hospitalarios como de fallecimientos. El Caribe mexicano, concentrado en el estado de Quintana Roo, no fue la excepción: se estableció el cierre de todas las empresas durante noventa días, y en esta zona, ahora impenetrable por las multitudes de visitantes que cada día arriban, no había tiendas, restaurantes ni hoteles abiertos, y los vuelos internacionales y nacionales se cancelaron.
Pronto las afectaciones se hicieron patentes. A pesar de los múltiples llamados por parte de autoridades y líderes de empresas a solidarizarse con la ciudadanía y de los acuerdos firmados entre cámaras empresariales, en muchos negocios se recortaron salarios y personal. Las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) delatan que estas malas prácticas ocurrieron de manera generalizada en el país: en enero de 2020, 22% de la población ocupada ganaba un salario mínimo, 51% recibía de dos a tres salarios mínimos y 9% ganaba más de tres salarios mínimos; en cambio, para enero de 2022, 34% recibían un salario mínimo, 43% de dos a tres salarios mínimos y 6% más de tres, es decir, aumentó en México el número de personas que ganan menos.
Fátima Hau Cohuó, quien labora como camarista en Playa del Carmen, recuerda esos días de incertidumbre. Llevaba un tiempo trabajando en un hotel cuando comenzó la contingencia sanitaria. La dirección tuvo que cerrar el establecimiento y comenzó a dar de baja al personal con menos de seis meses de antigüedad. Aunque a ella no la despidieron, le recortaron el sueldo casi a la mitad: le pagaban dos mil quinientos pesos en una quincena, en la siguiente le daban solo un “bono” de mil pesos y en la siguiente no recibía pago alguno.
La joven de veintiséis años, originaria de Felipe Carrillo Puerto, estaba agradecida por mantener su puesto, pero le preocupaba ganar un ingreso menor: “Me desesperaba porque pasaban los días y tenía que pagar renta, luz. Aunque no era mucho, pues tenía que pagar”. Poco a poco fue quedándose sin ahorros e intentó encontrar otro trabajo para no tener dificultades, pero fue imposible precisamente porque todo estaba paralizado. Llegó un momento en el que, a pesar de que le hicieron un descuento de 50% en el pago de la renta, tuvo que pedir un préstamo de tres mil pesos para cubrir sus gastos.
En noviembre de 2021, finalmente, las actividades presenciales en el hotel se reanudaron, pero el recorte de su sueldo se mantuvo hasta abril de 2022, es decir, durante cinco meses más. Afortunadamente, pudo liquidar su préstamo y se estabilizó económicamente. En la recta final del 2022 se siente más tranquila. Incluso está retomando los planes que se vio obligada a suspender. “Me siento muy feliz porque no me quitaron el trabajo y tengo un ingreso fijo. Por todo lo que pasó, atrasé la compra de un terreno, que estaba en mis planes. Ahora solo me falta trabajar un poco más para juntar y poder cumplir ese sueño”, dice en entrevista.
Fátima nota la recuperación de la empresa para la que trabaja. Con optimismo, comenta que el hotel tuvo 93% de las habitaciones ocupadas al inicio del segundo semestre del 2022, una cifra alentadora. “Confío en que todo esto de la pandemia sea cosa del pasado”, concluye.
No es la única que mantiene la esperanza. Tanto autoridades como líderes empresariales del Caribe mexicano ya ven una luz al final del camino. Aseguran que hay un gran número de visitantes, tanto nacionales como internacionales. De hecho, el informe “Quintana Roo, ¿cómo vamos en turismo?”, de la Secretaría de Turismo del estado (Sedetur), detalla que de enero a abril del 2022 se registró la llegada de 10,018,762 visitantes en los aeropuertos de Cancún, Cozumel y Chetumal, es decir, 74.72% más que en 2021. En ese mismo lapso llegaron 1,016,059 de personas en cruceros, una cifra que contrasta con la de los mismos meses del 2021, cuando los indicadores estaban en cero por las restricciones sanitarias.
El recuento de los daños
La pandemia ocasionó una caída histórica en la economía mexicana, como se detalló en el reportaje “Entre despidos y ‘sueldos covid’: los efectos de la pandemia en los mayas del Caribe mexicano”, publicado por Gatopardo el pasado mes de julio. De acuerdo con datos del Inegi, la economía se contrajo 8.2% en 2020 con respecto al 2019. El mayor impacto lo recibió precisamente el subsector de la hotelería, con una contracción anual de 57.4%; seguido por el de preparación de alimentos y bebidas, con 30.5%. A la postre, ambos sectores tardaron más tiempo en reactivarse que el resto de las actividades económicas. De hecho, hasta junio del año pasado, el sector de servicios era el único que no había recuperado el valor que reportó antes de la pandemia.
En el Caribe mexicano, localizado en la costa quintanarroense, las actividades productivas se concentran en los servicios turísticos, por lo que el golpe fue mucho más severo. Hasta el tercer trimestre de 2021, la economía del estado estaba 7.3% debajo de su nivel previo a la crisis, según el Indicador Trimestral de la Actividad Económica Estatal (ITAEE). “A diferencia de otros estados, en Quintana Roo vivimos del turismo. Esto se refleja en las llegadas al Aeropuerto Internacional de Cancún y en el número de habitaciones que tiene el Caribe mexicano. Después de estar tres meses encerrados, uno de los estados con mayor declive fue Quintana Roo”, admitió Marcy Bezaleel Pacheco Mendoza, presidente de la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (Canirac), en esta entidad.
No era para menos, ya que la afluencia turística disminuyó 47% en el 2020. El 80% de los hoteles, entre ellos los de cadenas españolas y americanas, tuvieron que bajar temporalmente las cortinas, mientras que el porcentaje restante se mantuvo abierto con ocupación mínima. Datos de la Sedetur precisan que, para diciembre del 2020, la ocupación hotelera era de 47.1% en Cancún y Puerto Morelos, de 41.6% en Cozumel, de 51.3% en Isla Mujeres, de 25.1% en Chetumal y de 30.2% en la Riviera Maya.
De igual forma, alrededor de 1,267 restaurantes, es decir, 33% del total, cerraron sus puertas de manera permanente debido a las pérdidas y al incremento del autoempleo durante la contingencia. Se perdieron más de cien mil empleos formales, de acuerdo con estimaciones de Bernardo Cueto Riestra, secretario de Turismo de Quintana Roo, Eduardo Martínez González, presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) del Caribe, y del propio Pacheco Mendoza.
El cierre de comercios y establecimientos ocurrió de marzo a junio del 2020, pero otras restricciones, como las de movilidad, transporte y las de los horarios de operación permitidos a los negocios, siguieron activas por más tiempo, por lo que surgieron otras afectaciones. Además, se establecieron protocolos que requerían insumos o equipo especializado para garantizar la seguridad tanto de la planta laboral como de los clientes, por ejemplo, el uso de cubrebocas y gel antibacterial, los arcos de revisión y los desinfectantes, entre otros artículos, lo que supuso una inversión extra para el empresariado y la ciudadanía en general.
“Fue un año y medio de pérdidas, en los que la gente tuvo que invertirle a su negocio, mantenerlo con vida, reestructurar préstamos y créditos bancarios. Fue un año y medio en el que nadie tuvo ningún número positivo, fue básicamente de sobrevivencia. Fue un daño en su tiempo, pero fue una necesidad para privilegiar la vida”, sentenció el presidente del CCE.
Hacia la recuperación
Precisamente porque el principal motor de Quintana Roo es el turismo, se comenzaron a tomar acciones para subsanar los daños. La primera, considerada clave por el sector empresarial para la recuperación económica, fue declarar a la industria turística como esencial, para reactivarla. Fue “una acción importante, que salió del estado y permeó a la federación. Con eso logramos que se abrieran las fronteras, que se impulsaran restricciones sanitarias y poner en funcionamiento hoteles o negocios. Incluso se permitió que construcciones enfocadas al turismo se reanudaran, continuaran y se rehabilitaran”, sostuvo Martínez González.
La segunda fue establecer protocolos de higiene muy estrictos, así como obtener certificaciones sanitarias, para generar confianza entre las y los viajeros, y la ciudadanía. Por ejemplo, la Canirac en Quintana Roo, junto con la Comisión Federal para la Protección de Riesgos Sanitarios (Cofepris), elaboró un listado de 20 pasos para reabrir restaurantes de manera segura, explicó Pacheco Mendoza en entrevista.
Además, Quintana Roo fue uno de los primeros destinos en contar con el sello “Safe travels”, otorgado por el World Travel & Tourism Council (Consejo Mundial de Viajes y Turismo). Dicho aval fue otorgado a más de cinco mil empresas en 2020, indicó Cueto Riestra. Esto, a su vez, permitió implementar modelos de prevención y protección sanitaria en instalaciones turísticas.
Conforme las actividades se reanudaron en el mundo y avanzaron las campañas de vacunación, la llegada de visitantes internacionales y nacionales comenzó a normalizarse e incluso a superar cifras de años anteriores. Registros de la Secretaría de Turismo indican que la afluencia turística en Quintana Roo se recuperó en 80%, con más de trece millones de visitantes hasta agosto de 2022, cifra 14% más elevada que la del 2019. De hecho, en la primera semana de diciembre se rompieron los récords históricos del Aeropuerto Internacional de Cancún, con aproximadamente 660 operaciones al día, de acuerdo con datos del líder de la CCE en el Caribe.
Poco a poco, las pérdidas se fueron subsanando. A finales del 2022, había 1,200 hoteles con 125 mil habitaciones activas, diez mil de las cuales fueron construidas durante la pandemia.
De acuerdo con datos de la Sedetur, los niveles de ocupación hotelera en el estado al término del 2022 fueron de 82.1% en Cancún y Puerto Morelos, 75.8% en Cozumel, 83% en Isla Mujeres, 58.3% en Chetumal y 81.3% en la Riviera Maya.
Después de que se levantó el cierre de negocios, abrieron 225 restaurantes en Quintana Roo. Tan solo en Cancún, en el segundo semestre del 2022 fueron inauguradas más de veinte unidades, de las cuales al menos seis rebasaron los 3.7 millones de dólares de inversión. Además se mantuvieron 350 mil empleos en la entidad, según datos proporcionados por Cueto Riestra y Pacheco Mendoza.
El profesor de Economía del Instituto Tecnológico Autónomo de México, Víctor Gómez Ayala, citando cifras del IMSS y del ITAEE del Inegi, confirmó que ya es palpable la recuperación del Caribe mexicano. “El impulso que han tenido efectivamente la actividad turística y el comercio en Quintana Roo han permitido que la economía de ese estado se recupere a niveles previos de la pandemia, incluso desde finales del 2021”, señaló.
Las secuelas
Las estadísticas son esperanzadoras, pero no todo es color rosa. Aunque durante la contingencia se otorgaron estímulos económicos estatales y federales, como exenciones al impuesto sobre la nómina, descuentos en trámites y prórrogas en pagos de permisos o licencias, lo cierto es que parte del sector empresarial considera que fueron insuficientes y que se requiere más apoyo de las autoridades para alcanzar el equilibrio.
“Este 2022 sí fue un gran año, pero traemos rezagos en créditos y adeudos que todavía estamos pagando, pues en año y medio no pudimos pagar todo. Entonces, aunque este se ve como un buen año, no hay que dejar de pensar que venimos de dos años difíciles, prácticamente nulos, y creemos que hay campo para dar facilidades, subsidios o apoyos en ciertos trámites para motivar el desarrollo económico”, sostuvo Martínez González.
El especialista Gómez Ayala precisó que las autoridades deben focalizar sus esfuerzos en la creación de programas y políticas públicas para apoyar a quienes trabajan en los sectores que resultaron más afectados durante la pandemia, es decir, los de servicios y comercio, pero también para quienes tienen secuelas por haber contraído covid-19, para quienes laboran en la informalidad y para quienes tuvieron que recurrir a préstamos o créditos para solventar sus gastos durante los meses en los que se impusieron restricciones laborales.
No son los únicos que piensan de esa manera. Jovany May Itzá, chef residente de Playa del Carmen, sintió poco apoyo por parte del Gobierno de Quintana Roo para que las y los trabajadores afectados por los recortes laborales y salariales pudieran salir a flote. El joven, originario de Kimbilá, Izamal, fue despedido y solamente recibió una liquidación de once mil pesos por sus dos años de servicio. Hacia finales de 2020 la misma empresa lo recontrató, pero con lo que llamaron el “sueldo covid”: le ofrecieron pagarle únicamente dos mil pesos quincenales. Los aceptó porque le urgía tener un ingreso para mantener a su familia en plena crisis pandémica.
“Vi que hubo mucho más apoyo en otros estados, porque en Quintana Roo a la ciudadanía no le condonaron los pagos de luz o de agua, cuando en otros estados los gobiernos sí lo hicieron”, opinó en entrevista, refiriéndose a casos como el de Yucatán, donde hubo exenciones en el pago del servicio de agua potable durante los primeros meses de la pandemia.
A la vez, se está desatando otro fenómeno en el ámbito laboral: hay un déficit de personal calificado en el sector turístico. Pese a que esto se ha traducido en una sobreoferta de empleos, lo cierto es que ha comenzado a impactar en la calidad de los servicios.
“Mucha gente dejó de trabajar y comenzó a autoemplearse. Además, se están tratando de llevar dinámicas de trabajo digitales. También notamos que muchas personas que trabajaban en el Caribe mexicano no eran lugareñas y, aunque desde hace cuatro o cinco años tenían una vivienda aquí, se regresaron a sus estados o a sus pueblos. Y ahora tenemos un déficit de 33% en el personal calificado en restaurantes, lo que afecta mucho la calidad del servicio que manejamos”, admitió el presidente de la Canirac en Quintana Roo.
Gómez Ayala atribuye este fenómenos a que las labores de cuidado aumentaron durante la pandemia, sobre todo para las mujeres. “Durante la pandemia aumentaron las responsabilidades de cuidado de menores o de personas con comorbilidades que resultaron afectadas por el covid-19, y en el sector servicios se requieren personas que hagan trabajo presencial. Entonces las personas que tuvieron la posibilidad de tener ahorro precautorio y emprender por su cuenta para trabajar desde sus casas, lo hicieron”, explicó.
Grecia Mariel Gutiérrez Lara, coordinadora de la Casa de la Mujer Indígena, coincide en que para las mujeres ha sido más complicado reintegrarse al mercado laboral, sobre todo el formal. “La integración es un poco más difícil por las responsabilidades que tienen las mujeres, por su rol de ser mujer: tienen la responsabilidad de ser mamás, cuidadoras de los hijos y del hogar. Así que podemos suponer que hay un mayor incremento en la integración laboral de los hombres, porque tienen menos responsabilidades en comparación con lo que representa ser mujer en industrias como la hotelera”, apuntó.
Pese a todo, el gigante del turismo en México está en marcha, con aprendizajes adquiridos durante la pandemia de covid. Las y los empresarios de Quintana Roo, por ejemplo, comenzaron a reestructurar la organización de sus establecimientos, tanto en cuestión de personal como de costos, tratos con proveedores y adquisición de créditos, para hacer más eficientes sus operaciones. “Cada uno hizo una radiografía de su empresa para ver lo esencial: que necesitaba hacer eficientes las tareas, aprovechar las ventajas de la tecnología para su negocio, quitarse algunas rentas, trabajar desde casa, variar su línea de negocio, empezar a vender por internet o hacer servicios dirigidos a algún rubro en específico. Todo mundo aprendió a encontrarle una variante a su negocio, cuidó mucho los costos, adelgazó lo necesario en su compañía para hacer eficientes sus procesos, y ahora que estamos viviendo una época de bonanza, nos agarra bien parados”, subrayó el presidente del CCE del Caribe.
Para Gómez Ayala, la pandemia permitió a la ciudadanía advertir que existen riesgos latentes que se pueden materializar rápidamente, por lo que el mercado laboral se tiene que flexibilizar y ser lo suficientemente resistente para adaptarse a los panoramas cambiantes.
Debido a que la pandemia evidenció las brechas de desigualdad de las comunidades mayas del Caribe mexicano, Gutiérrez Lara considera que el mejor aprendizaje es apostar por mejorar las condiciones laborales de las y los pobladores mayas, no solo brindándoles un sueldo y prestaciones acordes a la ley, sino un trato digno, sin discriminación.
En el caso de las y los trabajadores, aunque algunas personas desearían olvidar todo lo ocurrido, no dejan las enseñanzas atrás. Fátima, la camarista que puso en pausa su sueño de comprar un terreno, no espera que ocurra otra contingencia de la magnitud de la pandemia de covid. Pero, por si las moscas, ya retomó su viejo hábito de ahorrar. Confía en que pronto todo esto quedará en el recuerdo.
Era imposible que el Caribe mexicano, movido por el turismo, saliera ileso de la suspensión de actividades que se impuso para evitar los contagios de covid. A un año de aquella “nueva normalidad”, trabajadoras, trabajadores, líderes empresariales y especialistas en economía aseguran que la zona ya está “totalmente recuperada” del golpe económico que causó la pandemia, pero enfatizan que faltó apoyo del gobierno y que este aún se necesita.
Este reportaje fue realizado con el apoyo de la Fundación W. K. Kellogg
Apenas pasa el mediodía en esta tarde de diciembre de 2022 en la famosa Quinta Avenida de Playa del Carmen, en el paradisiaco Caribe mexicano. Aunque el sol pega con dureza, ni turistas ni comerciantes pueden ignorar las leves ráfagas de aire frío que se cuelan repentinamente desde el mar turquesa. Pero nadie se inmuta: ni la inminente llegada del invierno detiene las ansias de conocer, probar, experimentar y divertirse de los primeros, ni el ímpetu por concretar ventas de los segundos.
Hace dos años y medio, la vista de esta misma calle no podía ser más distinta. A finales del primer trimestre de 2020 todo se paralizó por la pandemia de covid-19. A medida que el virus se extendió por el mundo, los gobiernos impusieron políticas restrictivas para prevenir los contagios y contener las crecientes cifras tanto de ingresos hospitalarios como de fallecimientos. El Caribe mexicano, concentrado en el estado de Quintana Roo, no fue la excepción: se estableció el cierre de todas las empresas durante noventa días, y en esta zona, ahora impenetrable por las multitudes de visitantes que cada día arriban, no había tiendas, restaurantes ni hoteles abiertos, y los vuelos internacionales y nacionales se cancelaron.
Pronto las afectaciones se hicieron patentes. A pesar de los múltiples llamados por parte de autoridades y líderes de empresas a solidarizarse con la ciudadanía y de los acuerdos firmados entre cámaras empresariales, en muchos negocios se recortaron salarios y personal. Las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) delatan que estas malas prácticas ocurrieron de manera generalizada en el país: en enero de 2020, 22% de la población ocupada ganaba un salario mínimo, 51% recibía de dos a tres salarios mínimos y 9% ganaba más de tres salarios mínimos; en cambio, para enero de 2022, 34% recibían un salario mínimo, 43% de dos a tres salarios mínimos y 6% más de tres, es decir, aumentó en México el número de personas que ganan menos.
Fátima Hau Cohuó, quien labora como camarista en Playa del Carmen, recuerda esos días de incertidumbre. Llevaba un tiempo trabajando en un hotel cuando comenzó la contingencia sanitaria. La dirección tuvo que cerrar el establecimiento y comenzó a dar de baja al personal con menos de seis meses de antigüedad. Aunque a ella no la despidieron, le recortaron el sueldo casi a la mitad: le pagaban dos mil quinientos pesos en una quincena, en la siguiente le daban solo un “bono” de mil pesos y en la siguiente no recibía pago alguno.
La joven de veintiséis años, originaria de Felipe Carrillo Puerto, estaba agradecida por mantener su puesto, pero le preocupaba ganar un ingreso menor: “Me desesperaba porque pasaban los días y tenía que pagar renta, luz. Aunque no era mucho, pues tenía que pagar”. Poco a poco fue quedándose sin ahorros e intentó encontrar otro trabajo para no tener dificultades, pero fue imposible precisamente porque todo estaba paralizado. Llegó un momento en el que, a pesar de que le hicieron un descuento de 50% en el pago de la renta, tuvo que pedir un préstamo de tres mil pesos para cubrir sus gastos.
En noviembre de 2021, finalmente, las actividades presenciales en el hotel se reanudaron, pero el recorte de su sueldo se mantuvo hasta abril de 2022, es decir, durante cinco meses más. Afortunadamente, pudo liquidar su préstamo y se estabilizó económicamente. En la recta final del 2022 se siente más tranquila. Incluso está retomando los planes que se vio obligada a suspender. “Me siento muy feliz porque no me quitaron el trabajo y tengo un ingreso fijo. Por todo lo que pasó, atrasé la compra de un terreno, que estaba en mis planes. Ahora solo me falta trabajar un poco más para juntar y poder cumplir ese sueño”, dice en entrevista.
Fátima nota la recuperación de la empresa para la que trabaja. Con optimismo, comenta que el hotel tuvo 93% de las habitaciones ocupadas al inicio del segundo semestre del 2022, una cifra alentadora. “Confío en que todo esto de la pandemia sea cosa del pasado”, concluye.
No es la única que mantiene la esperanza. Tanto autoridades como líderes empresariales del Caribe mexicano ya ven una luz al final del camino. Aseguran que hay un gran número de visitantes, tanto nacionales como internacionales. De hecho, el informe “Quintana Roo, ¿cómo vamos en turismo?”, de la Secretaría de Turismo del estado (Sedetur), detalla que de enero a abril del 2022 se registró la llegada de 10,018,762 visitantes en los aeropuertos de Cancún, Cozumel y Chetumal, es decir, 74.72% más que en 2021. En ese mismo lapso llegaron 1,016,059 de personas en cruceros, una cifra que contrasta con la de los mismos meses del 2021, cuando los indicadores estaban en cero por las restricciones sanitarias.
El recuento de los daños
La pandemia ocasionó una caída histórica en la economía mexicana, como se detalló en el reportaje “Entre despidos y ‘sueldos covid’: los efectos de la pandemia en los mayas del Caribe mexicano”, publicado por Gatopardo el pasado mes de julio. De acuerdo con datos del Inegi, la economía se contrajo 8.2% en 2020 con respecto al 2019. El mayor impacto lo recibió precisamente el subsector de la hotelería, con una contracción anual de 57.4%; seguido por el de preparación de alimentos y bebidas, con 30.5%. A la postre, ambos sectores tardaron más tiempo en reactivarse que el resto de las actividades económicas. De hecho, hasta junio del año pasado, el sector de servicios era el único que no había recuperado el valor que reportó antes de la pandemia.
En el Caribe mexicano, localizado en la costa quintanarroense, las actividades productivas se concentran en los servicios turísticos, por lo que el golpe fue mucho más severo. Hasta el tercer trimestre de 2021, la economía del estado estaba 7.3% debajo de su nivel previo a la crisis, según el Indicador Trimestral de la Actividad Económica Estatal (ITAEE). “A diferencia de otros estados, en Quintana Roo vivimos del turismo. Esto se refleja en las llegadas al Aeropuerto Internacional de Cancún y en el número de habitaciones que tiene el Caribe mexicano. Después de estar tres meses encerrados, uno de los estados con mayor declive fue Quintana Roo”, admitió Marcy Bezaleel Pacheco Mendoza, presidente de la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (Canirac), en esta entidad.
No era para menos, ya que la afluencia turística disminuyó 47% en el 2020. El 80% de los hoteles, entre ellos los de cadenas españolas y americanas, tuvieron que bajar temporalmente las cortinas, mientras que el porcentaje restante se mantuvo abierto con ocupación mínima. Datos de la Sedetur precisan que, para diciembre del 2020, la ocupación hotelera era de 47.1% en Cancún y Puerto Morelos, de 41.6% en Cozumel, de 51.3% en Isla Mujeres, de 25.1% en Chetumal y de 30.2% en la Riviera Maya.
De igual forma, alrededor de 1,267 restaurantes, es decir, 33% del total, cerraron sus puertas de manera permanente debido a las pérdidas y al incremento del autoempleo durante la contingencia. Se perdieron más de cien mil empleos formales, de acuerdo con estimaciones de Bernardo Cueto Riestra, secretario de Turismo de Quintana Roo, Eduardo Martínez González, presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) del Caribe, y del propio Pacheco Mendoza.
El cierre de comercios y establecimientos ocurrió de marzo a junio del 2020, pero otras restricciones, como las de movilidad, transporte y las de los horarios de operación permitidos a los negocios, siguieron activas por más tiempo, por lo que surgieron otras afectaciones. Además, se establecieron protocolos que requerían insumos o equipo especializado para garantizar la seguridad tanto de la planta laboral como de los clientes, por ejemplo, el uso de cubrebocas y gel antibacterial, los arcos de revisión y los desinfectantes, entre otros artículos, lo que supuso una inversión extra para el empresariado y la ciudadanía en general.
“Fue un año y medio de pérdidas, en los que la gente tuvo que invertirle a su negocio, mantenerlo con vida, reestructurar préstamos y créditos bancarios. Fue un año y medio en el que nadie tuvo ningún número positivo, fue básicamente de sobrevivencia. Fue un daño en su tiempo, pero fue una necesidad para privilegiar la vida”, sentenció el presidente del CCE.
Hacia la recuperación
Precisamente porque el principal motor de Quintana Roo es el turismo, se comenzaron a tomar acciones para subsanar los daños. La primera, considerada clave por el sector empresarial para la recuperación económica, fue declarar a la industria turística como esencial, para reactivarla. Fue “una acción importante, que salió del estado y permeó a la federación. Con eso logramos que se abrieran las fronteras, que se impulsaran restricciones sanitarias y poner en funcionamiento hoteles o negocios. Incluso se permitió que construcciones enfocadas al turismo se reanudaran, continuaran y se rehabilitaran”, sostuvo Martínez González.
La segunda fue establecer protocolos de higiene muy estrictos, así como obtener certificaciones sanitarias, para generar confianza entre las y los viajeros, y la ciudadanía. Por ejemplo, la Canirac en Quintana Roo, junto con la Comisión Federal para la Protección de Riesgos Sanitarios (Cofepris), elaboró un listado de 20 pasos para reabrir restaurantes de manera segura, explicó Pacheco Mendoza en entrevista.
Además, Quintana Roo fue uno de los primeros destinos en contar con el sello “Safe travels”, otorgado por el World Travel & Tourism Council (Consejo Mundial de Viajes y Turismo). Dicho aval fue otorgado a más de cinco mil empresas en 2020, indicó Cueto Riestra. Esto, a su vez, permitió implementar modelos de prevención y protección sanitaria en instalaciones turísticas.
Conforme las actividades se reanudaron en el mundo y avanzaron las campañas de vacunación, la llegada de visitantes internacionales y nacionales comenzó a normalizarse e incluso a superar cifras de años anteriores. Registros de la Secretaría de Turismo indican que la afluencia turística en Quintana Roo se recuperó en 80%, con más de trece millones de visitantes hasta agosto de 2022, cifra 14% más elevada que la del 2019. De hecho, en la primera semana de diciembre se rompieron los récords históricos del Aeropuerto Internacional de Cancún, con aproximadamente 660 operaciones al día, de acuerdo con datos del líder de la CCE en el Caribe.
Poco a poco, las pérdidas se fueron subsanando. A finales del 2022, había 1,200 hoteles con 125 mil habitaciones activas, diez mil de las cuales fueron construidas durante la pandemia.
De acuerdo con datos de la Sedetur, los niveles de ocupación hotelera en el estado al término del 2022 fueron de 82.1% en Cancún y Puerto Morelos, 75.8% en Cozumel, 83% en Isla Mujeres, 58.3% en Chetumal y 81.3% en la Riviera Maya.
Después de que se levantó el cierre de negocios, abrieron 225 restaurantes en Quintana Roo. Tan solo en Cancún, en el segundo semestre del 2022 fueron inauguradas más de veinte unidades, de las cuales al menos seis rebasaron los 3.7 millones de dólares de inversión. Además se mantuvieron 350 mil empleos en la entidad, según datos proporcionados por Cueto Riestra y Pacheco Mendoza.
El profesor de Economía del Instituto Tecnológico Autónomo de México, Víctor Gómez Ayala, citando cifras del IMSS y del ITAEE del Inegi, confirmó que ya es palpable la recuperación del Caribe mexicano. “El impulso que han tenido efectivamente la actividad turística y el comercio en Quintana Roo han permitido que la economía de ese estado se recupere a niveles previos de la pandemia, incluso desde finales del 2021”, señaló.
Las secuelas
Las estadísticas son esperanzadoras, pero no todo es color rosa. Aunque durante la contingencia se otorgaron estímulos económicos estatales y federales, como exenciones al impuesto sobre la nómina, descuentos en trámites y prórrogas en pagos de permisos o licencias, lo cierto es que parte del sector empresarial considera que fueron insuficientes y que se requiere más apoyo de las autoridades para alcanzar el equilibrio.
“Este 2022 sí fue un gran año, pero traemos rezagos en créditos y adeudos que todavía estamos pagando, pues en año y medio no pudimos pagar todo. Entonces, aunque este se ve como un buen año, no hay que dejar de pensar que venimos de dos años difíciles, prácticamente nulos, y creemos que hay campo para dar facilidades, subsidios o apoyos en ciertos trámites para motivar el desarrollo económico”, sostuvo Martínez González.
El especialista Gómez Ayala precisó que las autoridades deben focalizar sus esfuerzos en la creación de programas y políticas públicas para apoyar a quienes trabajan en los sectores que resultaron más afectados durante la pandemia, es decir, los de servicios y comercio, pero también para quienes tienen secuelas por haber contraído covid-19, para quienes laboran en la informalidad y para quienes tuvieron que recurrir a préstamos o créditos para solventar sus gastos durante los meses en los que se impusieron restricciones laborales.
No son los únicos que piensan de esa manera. Jovany May Itzá, chef residente de Playa del Carmen, sintió poco apoyo por parte del Gobierno de Quintana Roo para que las y los trabajadores afectados por los recortes laborales y salariales pudieran salir a flote. El joven, originario de Kimbilá, Izamal, fue despedido y solamente recibió una liquidación de once mil pesos por sus dos años de servicio. Hacia finales de 2020 la misma empresa lo recontrató, pero con lo que llamaron el “sueldo covid”: le ofrecieron pagarle únicamente dos mil pesos quincenales. Los aceptó porque le urgía tener un ingreso para mantener a su familia en plena crisis pandémica.
“Vi que hubo mucho más apoyo en otros estados, porque en Quintana Roo a la ciudadanía no le condonaron los pagos de luz o de agua, cuando en otros estados los gobiernos sí lo hicieron”, opinó en entrevista, refiriéndose a casos como el de Yucatán, donde hubo exenciones en el pago del servicio de agua potable durante los primeros meses de la pandemia.
A la vez, se está desatando otro fenómeno en el ámbito laboral: hay un déficit de personal calificado en el sector turístico. Pese a que esto se ha traducido en una sobreoferta de empleos, lo cierto es que ha comenzado a impactar en la calidad de los servicios.
“Mucha gente dejó de trabajar y comenzó a autoemplearse. Además, se están tratando de llevar dinámicas de trabajo digitales. También notamos que muchas personas que trabajaban en el Caribe mexicano no eran lugareñas y, aunque desde hace cuatro o cinco años tenían una vivienda aquí, se regresaron a sus estados o a sus pueblos. Y ahora tenemos un déficit de 33% en el personal calificado en restaurantes, lo que afecta mucho la calidad del servicio que manejamos”, admitió el presidente de la Canirac en Quintana Roo.
Gómez Ayala atribuye este fenómenos a que las labores de cuidado aumentaron durante la pandemia, sobre todo para las mujeres. “Durante la pandemia aumentaron las responsabilidades de cuidado de menores o de personas con comorbilidades que resultaron afectadas por el covid-19, y en el sector servicios se requieren personas que hagan trabajo presencial. Entonces las personas que tuvieron la posibilidad de tener ahorro precautorio y emprender por su cuenta para trabajar desde sus casas, lo hicieron”, explicó.
Grecia Mariel Gutiérrez Lara, coordinadora de la Casa de la Mujer Indígena, coincide en que para las mujeres ha sido más complicado reintegrarse al mercado laboral, sobre todo el formal. “La integración es un poco más difícil por las responsabilidades que tienen las mujeres, por su rol de ser mujer: tienen la responsabilidad de ser mamás, cuidadoras de los hijos y del hogar. Así que podemos suponer que hay un mayor incremento en la integración laboral de los hombres, porque tienen menos responsabilidades en comparación con lo que representa ser mujer en industrias como la hotelera”, apuntó.
Pese a todo, el gigante del turismo en México está en marcha, con aprendizajes adquiridos durante la pandemia de covid. Las y los empresarios de Quintana Roo, por ejemplo, comenzaron a reestructurar la organización de sus establecimientos, tanto en cuestión de personal como de costos, tratos con proveedores y adquisición de créditos, para hacer más eficientes sus operaciones. “Cada uno hizo una radiografía de su empresa para ver lo esencial: que necesitaba hacer eficientes las tareas, aprovechar las ventajas de la tecnología para su negocio, quitarse algunas rentas, trabajar desde casa, variar su línea de negocio, empezar a vender por internet o hacer servicios dirigidos a algún rubro en específico. Todo mundo aprendió a encontrarle una variante a su negocio, cuidó mucho los costos, adelgazó lo necesario en su compañía para hacer eficientes sus procesos, y ahora que estamos viviendo una época de bonanza, nos agarra bien parados”, subrayó el presidente del CCE del Caribe.
Para Gómez Ayala, la pandemia permitió a la ciudadanía advertir que existen riesgos latentes que se pueden materializar rápidamente, por lo que el mercado laboral se tiene que flexibilizar y ser lo suficientemente resistente para adaptarse a los panoramas cambiantes.
Debido a que la pandemia evidenció las brechas de desigualdad de las comunidades mayas del Caribe mexicano, Gutiérrez Lara considera que el mejor aprendizaje es apostar por mejorar las condiciones laborales de las y los pobladores mayas, no solo brindándoles un sueldo y prestaciones acordes a la ley, sino un trato digno, sin discriminación.
En el caso de las y los trabajadores, aunque algunas personas desearían olvidar todo lo ocurrido, no dejan las enseñanzas atrás. Fátima, la camarista que puso en pausa su sueño de comprar un terreno, no espera que ocurra otra contingencia de la magnitud de la pandemia de covid. Pero, por si las moscas, ya retomó su viejo hábito de ahorrar. Confía en que pronto todo esto quedará en el recuerdo.
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