La naturaleza sacudió con fuerza a Ecuador la noche del sábado 16 de abril de 2016. Un terremoto de 7.8 grados en la escala de Richter dejó en ruinas a gran parte de las provincias costeras de Manabí y Esmeraldas. El movimiento telúrico sorprendió a los 16 millones de habitantes que tiene el país. Casas destruidas, edificios a punto de caer, carreteras cuarteadas, puentes destrozados, autos inservibles, personas entre los escombros y los primeros fallecidos fue lo que se pudo ver en los primeros minutos de la mañana siguiente. Con el pasar de las horas comenzó a apreciarse la dimensión del desastre. Más tarde, las autoridades confirmarían que, hasta el sábado 23 de abril, el país estaba de luto con más de 640 muertos, 130 desaparecidos, 20,000 albergados y un número mayor a 12,000 heridos, entre ecuatorianos, colombianos, ingleses, cubanos, argentinos, y venezolanos. Helicópteros y aviones de las Fuerzas Armadas fueron los primeros en sobrevolar las ciudades más afectadas: Pedernales, Chone, Manta, Portoviejo, Canoa, Bahía de Cáraquez y Muisne. El panorama era peor de lo que se podía imaginar y los problemas no demoraron en aparecer: falta de agua y de comida, carencia de servicio eléctrico, líneas de telefonía fija y móvil colapsadas y la desesperación de las personas ante la falta de provisiones, que provocó saqueos en tiendas y supermercados. Robinson González, un ingeniero ambiental quiteño que estuvo la noche del terremoto en Esmeraldas, cuenta que vivió momentos en los que sintió la muerte de cerca. “Parecía que el hotel se derrumbaba. El ruido de las construcciones que se desplomaban era ensordecedor. Lo único que quería era llamar a mi familia para saber si estaban bien y regresar vivo a casa”. En las calles de Manta, provincia de Manabí, la gente estaba alterada. Corría de un lado para otro para alejarse de la playa e ir a las zonas altas por miedo a que se originara un tsunami. Los habitantes lloraban al ver que su ciudad quedaba en escombros, sabiendo que algunos de sus familiares y amigos estaban debajo de ellos. Mireya Flores es oriunda de esa ciudad. Sus sobrinos, hermano, padre y abuela se salvaron de morir. La tierra tembló cuando los niños jugaban en el segundo nivel y los adultos preparaban la comida. Mientras algunas paredes caían lentamente, los pequeños lograron descender a la primera planta para reunirse con los más grandes y salir. Aunque la casa está en pie, duermen en la sala con la puerta principal abierta para no perder tiempo y abandonar la vivienda cuanto antes, si ocurre otro terremoto. El presidente Rafael Correa se enteró de lo ocurrido durante la visita oficial que realizaba al Vaticano. Su intención era regresar al país lo antes posible, pero no lo pudo hacer hasta la tarde del domingo 17. Llegó directamente a Manta y desde ahí recorrió las principales zonas afectadas. “Las pérdidas son multimillonarias, yo calculo grosso modo 3,000 millones de dólares, un 3% del producto interno bruto, y eso significa reconstrucción de años. Es una lucha larga, por eso invito a no desanimarnos”, dijo ante los medios de comunicación el pasado martes 19 de abril. Mientras las autoridades buscan mecanismos para enfrentar esta crisis, producto de la naturaleza, miles de ecuatorianos se han volcado a los centros de acopio de las principales ciudades para entregar donaciones. Alimentos, ropa, artículos de aseo, medicinas, carpas, agua, comida para animales, son los productos más se han recolectado. Algunos de estos llevan mensajes de aliento para los damnificados. En las latas de atún y etiquetas de las botellas de agua aparecen las frases “estamos con ustedes”, “les queremos mucho”, “ánimo, no están solos”. En las calles y autopistas que conectan la Sierra y la Amazonía con la Costa es posible mirar a decenas de camiones, tráilers, volquetas, autos públicos y privados con cargamento que viajan a los sectores más afectados. Según el diario El Comercio, desde Quito, la capital, han despegado más 84 aviones con ayuda humanitaria. Las aerolíneas han ofrecido vuelos sin costo para llevar la carga. El alcalde, Mauricio Rodas, informó que los principales destinos de estos productos son Jama, Pedernales, Chone y Flavio Alfaro. Un convoy de 80 camiones salió desde Guayaquil hacia Manta la mañana del miércoles 20 de abril. El burgomaestre Jaime Nebot dijo que la mayor cantidad de donaciones son comida, colchones, toldos y frazadas. Pero los automotores no transportan solo alimentos, también van llenos de voluntarios que han decidido dejar de lado las comodidades de sus hogares para apoyar en el campo de acción. El periódico señala que ellos se han puesto a disposición de las autoridades y de la ayuda internacional que ya llegó a suelo ecuatoriano. El canciller Guillaume Long señaló que 1,100 rescatistas han viajado desde multitud de países: Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Cuba, Eslovaquia, España, Francia, Honduras, Hungría, Italia, México, Noruega, Palestina, Panamá, Perú, Suiza, Venezuela y de la Unión Europea. Ellos se suman a otros 600 ecuatorianos. Aunque los esfuerzos son grandes por llegar a todas las zonas, hay algunas poblaciones pequeñas que todavía no han recibido ayuda. Charapotó es una de ellas. Se trata del pueblo más antiguo de Manabí y uno de los primeros del Ecuador. Allí viven alrededor de 50,000 personas que también han perdido casas, autos, amigos y familiares. Karen Ávila es una de sus habitantes. Cuenta que mientras merendaba con su familia, el suelo de su casa se movió fuertemente. Lo único que alcanzó a hacer fue tomar a sus tres hijos de los brazos y salir de la casa. “Yo pensé que nos iba a tragar la tierra. Fue algo que no se puede describir. Uno de los sustos más grandes que he tenido en mi vida”. Una de las paredes de su casa se derrumbó y ahora no quiere ingresar por miedo a que toda la estructura colapse. Los momentos más difíciles ocurren en la noche cuando debe dormir en la calle. “Estamos afuera de la casa. La ayuda no llega y estamos sin servicios básicos. Todo empieza a escasear”. En el último comunicado de la Secretaría de Riesgo se registran 1.116 edificaciones destruidas, 608 construcciones afectadas y 281 escuelas con serios problemas en seis provincias. Estas cifras fueron confirmadas por el presidente Correa el miércoles 20 de abril durante un conversatorio con los medios de comunicación que se efectuó en la mañana. Indicó que 4,000 médicos y 1,500 voluntarios han llegado a las zonas de desastre para atender a los damnificados y reveló que las ciudades de Pedernales, Jama y Canoa están destruidas en 70, 80 y 85 por ciento, respectivamente. En medio de la consternación en la que vive la nación sudamericana, el diario El Universo señala que los rescatistas han encontrado a más de 100 personas con vida. Durante varias horas, bomberos, paramédicos, militares, cascos azules y personal de la Cruz Roja trabajan con la ayuda de maquinaria, con la finalidad de encontrar algún ser humano con signos vitales. Al caminar por las calles de Manabí y Esmeraldas afinan el oído para escuchar algún ruido proveniente de los escombros. Así ocurrió el rescate de cuatro personas de un centro comercial de Manta. El cuerpo de bomberos de Quito las encontró en el tejado y fueron sacadas por un orifico en la madrugada del domingo. Los rescatistas no pierden la esperanza de localizar a más personas, a pesar de que son conscientes de que el paso de las horas hace que la tarea se dificulte. El cansancio, la humedad y la deshidratación son otros factores que tienen que sortear. El calor se torna insoportable, sobre todo entre las 10:00 y 14:00, cuando el sol castiga. En horas de la tarde y hasta entrada la noche, el clima se apiada de quienes han llegado a ayudar y el trabajo continúa hasta que las fuerzas lo permiten. Para descansar no hay hoteles, casas ni hostales. La calle se ha convertido en un colchón donde duermen hasta que amanece y el ciclo se repite. El miércoles 20, mientras el país dormía, la naturaleza volvió a rugir. Dos réplicas de 6,3 grados alarmaron nuevamente al país. Según el Instituto Geofísico Militar, entidad encargada de monitorear los movimientos sísmicos, se trata de las réplicas más fuertes desde que ocurrió el terremoto. Los temblores se registraron en las cercanías de la Costa ecuatoriana y se sintieron en las provincias de Manabí, Santo Domingo de los Tsáchilas y Pichincha. Los expertos han señalado que estos sismos corresponden a una reacción natural y que pueden continuar en los próximos días. Según cifras del Instituto, más de 620 réplicas se han sentido hasta el momento. Lo que Ecuador deberá enfrentar en los próximos meses es lo que más preocupa a las autoridades. La reubicación de las personas en albergues, la reconstrucción de las ciudades y la lucha contra las enfermedades son las áreas en las que el Ejecutivo invertirá los 600 millones de dólares con los que cuenta para el corto plazo y con los que espera combatir las consecuencias del terremoto más fuerte que se ha sentido en este país desde 1979. La noche del mismo miércoles 20 de abril, Rafael Correa se dirigió al país en cadena nacional para anunciar cinco nuevas medidas económicas para recabar recursos y afrontar la crisis. El impuesto al valor agregado (IVA) pasará del 12% al 14%, los trabajadores que ganen 1,000 dólares donarán un día de su salario, los que ganen 2,000 lo harán durante dos meses, hasta llegar a los 5,000 dólares. También se establecerá una contribución del 3% de las utilidades de las empresas por una vez y un aporte del 0.9% sobre personas naturales con ingresos mayores a un millón de dólares. La última medida será la venta de bienes que tiene el Estado, aunque se desconoce el número de inmuebles que saldrán al mercado y lo que se espera recaudar con las reformas. En su último informe sabatino del 23 de abril, el Mandatario señalo que firmará un decreto de ocho días de duelo nacional en honor a las víctimas del terremoto. Mientras el ofrecimiento se concreta y hasta que las medidas económicas entren en vigencia, las donaciones nacionales e internacionales no cesan, los cientos de voluntarios siguen viajando a Manabí y Esmeraldas, los rescatistas trabajan día y noche por encontrar sobrevivientes y lograr un poco de alegría en un país que ha vivido días de desolación, tristeza y angustia.
*Fotografía original de Cancillería del Ecuador, disponible en Flickr. Utilizada bajo licencia CC BY-SA 2.0.
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Desde 1979, ningún sismo había sacudido Ecuador como el del 16 de abril de 2016. Con cientos de muertos y heridos y miles de refugiados, Ecuador deberá hacer frente a un complejo proceso de reconstrucción.
La naturaleza sacudió con fuerza a Ecuador la noche del sábado 16 de abril de 2016. Un terremoto de 7.8 grados en la escala de Richter dejó en ruinas a gran parte de las provincias costeras de Manabí y Esmeraldas. El movimiento telúrico sorprendió a los 16 millones de habitantes que tiene el país. Casas destruidas, edificios a punto de caer, carreteras cuarteadas, puentes destrozados, autos inservibles, personas entre los escombros y los primeros fallecidos fue lo que se pudo ver en los primeros minutos de la mañana siguiente. Con el pasar de las horas comenzó a apreciarse la dimensión del desastre. Más tarde, las autoridades confirmarían que, hasta el sábado 23 de abril, el país estaba de luto con más de 640 muertos, 130 desaparecidos, 20,000 albergados y un número mayor a 12,000 heridos, entre ecuatorianos, colombianos, ingleses, cubanos, argentinos, y venezolanos. Helicópteros y aviones de las Fuerzas Armadas fueron los primeros en sobrevolar las ciudades más afectadas: Pedernales, Chone, Manta, Portoviejo, Canoa, Bahía de Cáraquez y Muisne. El panorama era peor de lo que se podía imaginar y los problemas no demoraron en aparecer: falta de agua y de comida, carencia de servicio eléctrico, líneas de telefonía fija y móvil colapsadas y la desesperación de las personas ante la falta de provisiones, que provocó saqueos en tiendas y supermercados. Robinson González, un ingeniero ambiental quiteño que estuvo la noche del terremoto en Esmeraldas, cuenta que vivió momentos en los que sintió la muerte de cerca. “Parecía que el hotel se derrumbaba. El ruido de las construcciones que se desplomaban era ensordecedor. Lo único que quería era llamar a mi familia para saber si estaban bien y regresar vivo a casa”. En las calles de Manta, provincia de Manabí, la gente estaba alterada. Corría de un lado para otro para alejarse de la playa e ir a las zonas altas por miedo a que se originara un tsunami. Los habitantes lloraban al ver que su ciudad quedaba en escombros, sabiendo que algunos de sus familiares y amigos estaban debajo de ellos. Mireya Flores es oriunda de esa ciudad. Sus sobrinos, hermano, padre y abuela se salvaron de morir. La tierra tembló cuando los niños jugaban en el segundo nivel y los adultos preparaban la comida. Mientras algunas paredes caían lentamente, los pequeños lograron descender a la primera planta para reunirse con los más grandes y salir. Aunque la casa está en pie, duermen en la sala con la puerta principal abierta para no perder tiempo y abandonar la vivienda cuanto antes, si ocurre otro terremoto. El presidente Rafael Correa se enteró de lo ocurrido durante la visita oficial que realizaba al Vaticano. Su intención era regresar al país lo antes posible, pero no lo pudo hacer hasta la tarde del domingo 17. Llegó directamente a Manta y desde ahí recorrió las principales zonas afectadas. “Las pérdidas son multimillonarias, yo calculo grosso modo 3,000 millones de dólares, un 3% del producto interno bruto, y eso significa reconstrucción de años. Es una lucha larga, por eso invito a no desanimarnos”, dijo ante los medios de comunicación el pasado martes 19 de abril. Mientras las autoridades buscan mecanismos para enfrentar esta crisis, producto de la naturaleza, miles de ecuatorianos se han volcado a los centros de acopio de las principales ciudades para entregar donaciones. Alimentos, ropa, artículos de aseo, medicinas, carpas, agua, comida para animales, son los productos más se han recolectado. Algunos de estos llevan mensajes de aliento para los damnificados. En las latas de atún y etiquetas de las botellas de agua aparecen las frases “estamos con ustedes”, “les queremos mucho”, “ánimo, no están solos”. En las calles y autopistas que conectan la Sierra y la Amazonía con la Costa es posible mirar a decenas de camiones, tráilers, volquetas, autos públicos y privados con cargamento que viajan a los sectores más afectados. Según el diario El Comercio, desde Quito, la capital, han despegado más 84 aviones con ayuda humanitaria. Las aerolíneas han ofrecido vuelos sin costo para llevar la carga. El alcalde, Mauricio Rodas, informó que los principales destinos de estos productos son Jama, Pedernales, Chone y Flavio Alfaro. Un convoy de 80 camiones salió desde Guayaquil hacia Manta la mañana del miércoles 20 de abril. El burgomaestre Jaime Nebot dijo que la mayor cantidad de donaciones son comida, colchones, toldos y frazadas. Pero los automotores no transportan solo alimentos, también van llenos de voluntarios que han decidido dejar de lado las comodidades de sus hogares para apoyar en el campo de acción. El periódico señala que ellos se han puesto a disposición de las autoridades y de la ayuda internacional que ya llegó a suelo ecuatoriano. El canciller Guillaume Long señaló que 1,100 rescatistas han viajado desde multitud de países: Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Cuba, Eslovaquia, España, Francia, Honduras, Hungría, Italia, México, Noruega, Palestina, Panamá, Perú, Suiza, Venezuela y de la Unión Europea. Ellos se suman a otros 600 ecuatorianos. Aunque los esfuerzos son grandes por llegar a todas las zonas, hay algunas poblaciones pequeñas que todavía no han recibido ayuda. Charapotó es una de ellas. Se trata del pueblo más antiguo de Manabí y uno de los primeros del Ecuador. Allí viven alrededor de 50,000 personas que también han perdido casas, autos, amigos y familiares. Karen Ávila es una de sus habitantes. Cuenta que mientras merendaba con su familia, el suelo de su casa se movió fuertemente. Lo único que alcanzó a hacer fue tomar a sus tres hijos de los brazos y salir de la casa. “Yo pensé que nos iba a tragar la tierra. Fue algo que no se puede describir. Uno de los sustos más grandes que he tenido en mi vida”. Una de las paredes de su casa se derrumbó y ahora no quiere ingresar por miedo a que toda la estructura colapse. Los momentos más difíciles ocurren en la noche cuando debe dormir en la calle. “Estamos afuera de la casa. La ayuda no llega y estamos sin servicios básicos. Todo empieza a escasear”. En el último comunicado de la Secretaría de Riesgo se registran 1.116 edificaciones destruidas, 608 construcciones afectadas y 281 escuelas con serios problemas en seis provincias. Estas cifras fueron confirmadas por el presidente Correa el miércoles 20 de abril durante un conversatorio con los medios de comunicación que se efectuó en la mañana. Indicó que 4,000 médicos y 1,500 voluntarios han llegado a las zonas de desastre para atender a los damnificados y reveló que las ciudades de Pedernales, Jama y Canoa están destruidas en 70, 80 y 85 por ciento, respectivamente. En medio de la consternación en la que vive la nación sudamericana, el diario El Universo señala que los rescatistas han encontrado a más de 100 personas con vida. Durante varias horas, bomberos, paramédicos, militares, cascos azules y personal de la Cruz Roja trabajan con la ayuda de maquinaria, con la finalidad de encontrar algún ser humano con signos vitales. Al caminar por las calles de Manabí y Esmeraldas afinan el oído para escuchar algún ruido proveniente de los escombros. Así ocurrió el rescate de cuatro personas de un centro comercial de Manta. El cuerpo de bomberos de Quito las encontró en el tejado y fueron sacadas por un orifico en la madrugada del domingo. Los rescatistas no pierden la esperanza de localizar a más personas, a pesar de que son conscientes de que el paso de las horas hace que la tarea se dificulte. El cansancio, la humedad y la deshidratación son otros factores que tienen que sortear. El calor se torna insoportable, sobre todo entre las 10:00 y 14:00, cuando el sol castiga. En horas de la tarde y hasta entrada la noche, el clima se apiada de quienes han llegado a ayudar y el trabajo continúa hasta que las fuerzas lo permiten. Para descansar no hay hoteles, casas ni hostales. La calle se ha convertido en un colchón donde duermen hasta que amanece y el ciclo se repite. El miércoles 20, mientras el país dormía, la naturaleza volvió a rugir. Dos réplicas de 6,3 grados alarmaron nuevamente al país. Según el Instituto Geofísico Militar, entidad encargada de monitorear los movimientos sísmicos, se trata de las réplicas más fuertes desde que ocurrió el terremoto. Los temblores se registraron en las cercanías de la Costa ecuatoriana y se sintieron en las provincias de Manabí, Santo Domingo de los Tsáchilas y Pichincha. Los expertos han señalado que estos sismos corresponden a una reacción natural y que pueden continuar en los próximos días. Según cifras del Instituto, más de 620 réplicas se han sentido hasta el momento. Lo que Ecuador deberá enfrentar en los próximos meses es lo que más preocupa a las autoridades. La reubicación de las personas en albergues, la reconstrucción de las ciudades y la lucha contra las enfermedades son las áreas en las que el Ejecutivo invertirá los 600 millones de dólares con los que cuenta para el corto plazo y con los que espera combatir las consecuencias del terremoto más fuerte que se ha sentido en este país desde 1979. La noche del mismo miércoles 20 de abril, Rafael Correa se dirigió al país en cadena nacional para anunciar cinco nuevas medidas económicas para recabar recursos y afrontar la crisis. El impuesto al valor agregado (IVA) pasará del 12% al 14%, los trabajadores que ganen 1,000 dólares donarán un día de su salario, los que ganen 2,000 lo harán durante dos meses, hasta llegar a los 5,000 dólares. También se establecerá una contribución del 3% de las utilidades de las empresas por una vez y un aporte del 0.9% sobre personas naturales con ingresos mayores a un millón de dólares. La última medida será la venta de bienes que tiene el Estado, aunque se desconoce el número de inmuebles que saldrán al mercado y lo que se espera recaudar con las reformas. En su último informe sabatino del 23 de abril, el Mandatario señalo que firmará un decreto de ocho días de duelo nacional en honor a las víctimas del terremoto. Mientras el ofrecimiento se concreta y hasta que las medidas económicas entren en vigencia, las donaciones nacionales e internacionales no cesan, los cientos de voluntarios siguen viajando a Manabí y Esmeraldas, los rescatistas trabajan día y noche por encontrar sobrevivientes y lograr un poco de alegría en un país que ha vivido días de desolación, tristeza y angustia.
*Fotografía original de Cancillería del Ecuador, disponible en Flickr. Utilizada bajo licencia CC BY-SA 2.0.
Desde 1979, ningún sismo había sacudido Ecuador como el del 16 de abril de 2016. Con cientos de muertos y heridos y miles de refugiados, Ecuador deberá hacer frente a un complejo proceso de reconstrucción.
La naturaleza sacudió con fuerza a Ecuador la noche del sábado 16 de abril de 2016. Un terremoto de 7.8 grados en la escala de Richter dejó en ruinas a gran parte de las provincias costeras de Manabí y Esmeraldas. El movimiento telúrico sorprendió a los 16 millones de habitantes que tiene el país. Casas destruidas, edificios a punto de caer, carreteras cuarteadas, puentes destrozados, autos inservibles, personas entre los escombros y los primeros fallecidos fue lo que se pudo ver en los primeros minutos de la mañana siguiente. Con el pasar de las horas comenzó a apreciarse la dimensión del desastre. Más tarde, las autoridades confirmarían que, hasta el sábado 23 de abril, el país estaba de luto con más de 640 muertos, 130 desaparecidos, 20,000 albergados y un número mayor a 12,000 heridos, entre ecuatorianos, colombianos, ingleses, cubanos, argentinos, y venezolanos. Helicópteros y aviones de las Fuerzas Armadas fueron los primeros en sobrevolar las ciudades más afectadas: Pedernales, Chone, Manta, Portoviejo, Canoa, Bahía de Cáraquez y Muisne. El panorama era peor de lo que se podía imaginar y los problemas no demoraron en aparecer: falta de agua y de comida, carencia de servicio eléctrico, líneas de telefonía fija y móvil colapsadas y la desesperación de las personas ante la falta de provisiones, que provocó saqueos en tiendas y supermercados. Robinson González, un ingeniero ambiental quiteño que estuvo la noche del terremoto en Esmeraldas, cuenta que vivió momentos en los que sintió la muerte de cerca. “Parecía que el hotel se derrumbaba. El ruido de las construcciones que se desplomaban era ensordecedor. Lo único que quería era llamar a mi familia para saber si estaban bien y regresar vivo a casa”. En las calles de Manta, provincia de Manabí, la gente estaba alterada. Corría de un lado para otro para alejarse de la playa e ir a las zonas altas por miedo a que se originara un tsunami. Los habitantes lloraban al ver que su ciudad quedaba en escombros, sabiendo que algunos de sus familiares y amigos estaban debajo de ellos. Mireya Flores es oriunda de esa ciudad. Sus sobrinos, hermano, padre y abuela se salvaron de morir. La tierra tembló cuando los niños jugaban en el segundo nivel y los adultos preparaban la comida. Mientras algunas paredes caían lentamente, los pequeños lograron descender a la primera planta para reunirse con los más grandes y salir. Aunque la casa está en pie, duermen en la sala con la puerta principal abierta para no perder tiempo y abandonar la vivienda cuanto antes, si ocurre otro terremoto. El presidente Rafael Correa se enteró de lo ocurrido durante la visita oficial que realizaba al Vaticano. Su intención era regresar al país lo antes posible, pero no lo pudo hacer hasta la tarde del domingo 17. Llegó directamente a Manta y desde ahí recorrió las principales zonas afectadas. “Las pérdidas son multimillonarias, yo calculo grosso modo 3,000 millones de dólares, un 3% del producto interno bruto, y eso significa reconstrucción de años. Es una lucha larga, por eso invito a no desanimarnos”, dijo ante los medios de comunicación el pasado martes 19 de abril. Mientras las autoridades buscan mecanismos para enfrentar esta crisis, producto de la naturaleza, miles de ecuatorianos se han volcado a los centros de acopio de las principales ciudades para entregar donaciones. Alimentos, ropa, artículos de aseo, medicinas, carpas, agua, comida para animales, son los productos más se han recolectado. Algunos de estos llevan mensajes de aliento para los damnificados. En las latas de atún y etiquetas de las botellas de agua aparecen las frases “estamos con ustedes”, “les queremos mucho”, “ánimo, no están solos”. En las calles y autopistas que conectan la Sierra y la Amazonía con la Costa es posible mirar a decenas de camiones, tráilers, volquetas, autos públicos y privados con cargamento que viajan a los sectores más afectados. Según el diario El Comercio, desde Quito, la capital, han despegado más 84 aviones con ayuda humanitaria. Las aerolíneas han ofrecido vuelos sin costo para llevar la carga. El alcalde, Mauricio Rodas, informó que los principales destinos de estos productos son Jama, Pedernales, Chone y Flavio Alfaro. Un convoy de 80 camiones salió desde Guayaquil hacia Manta la mañana del miércoles 20 de abril. El burgomaestre Jaime Nebot dijo que la mayor cantidad de donaciones son comida, colchones, toldos y frazadas. Pero los automotores no transportan solo alimentos, también van llenos de voluntarios que han decidido dejar de lado las comodidades de sus hogares para apoyar en el campo de acción. El periódico señala que ellos se han puesto a disposición de las autoridades y de la ayuda internacional que ya llegó a suelo ecuatoriano. El canciller Guillaume Long señaló que 1,100 rescatistas han viajado desde multitud de países: Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Cuba, Eslovaquia, España, Francia, Honduras, Hungría, Italia, México, Noruega, Palestina, Panamá, Perú, Suiza, Venezuela y de la Unión Europea. Ellos se suman a otros 600 ecuatorianos. Aunque los esfuerzos son grandes por llegar a todas las zonas, hay algunas poblaciones pequeñas que todavía no han recibido ayuda. Charapotó es una de ellas. Se trata del pueblo más antiguo de Manabí y uno de los primeros del Ecuador. Allí viven alrededor de 50,000 personas que también han perdido casas, autos, amigos y familiares. Karen Ávila es una de sus habitantes. Cuenta que mientras merendaba con su familia, el suelo de su casa se movió fuertemente. Lo único que alcanzó a hacer fue tomar a sus tres hijos de los brazos y salir de la casa. “Yo pensé que nos iba a tragar la tierra. Fue algo que no se puede describir. Uno de los sustos más grandes que he tenido en mi vida”. Una de las paredes de su casa se derrumbó y ahora no quiere ingresar por miedo a que toda la estructura colapse. Los momentos más difíciles ocurren en la noche cuando debe dormir en la calle. “Estamos afuera de la casa. La ayuda no llega y estamos sin servicios básicos. Todo empieza a escasear”. En el último comunicado de la Secretaría de Riesgo se registran 1.116 edificaciones destruidas, 608 construcciones afectadas y 281 escuelas con serios problemas en seis provincias. Estas cifras fueron confirmadas por el presidente Correa el miércoles 20 de abril durante un conversatorio con los medios de comunicación que se efectuó en la mañana. Indicó que 4,000 médicos y 1,500 voluntarios han llegado a las zonas de desastre para atender a los damnificados y reveló que las ciudades de Pedernales, Jama y Canoa están destruidas en 70, 80 y 85 por ciento, respectivamente. En medio de la consternación en la que vive la nación sudamericana, el diario El Universo señala que los rescatistas han encontrado a más de 100 personas con vida. Durante varias horas, bomberos, paramédicos, militares, cascos azules y personal de la Cruz Roja trabajan con la ayuda de maquinaria, con la finalidad de encontrar algún ser humano con signos vitales. Al caminar por las calles de Manabí y Esmeraldas afinan el oído para escuchar algún ruido proveniente de los escombros. Así ocurrió el rescate de cuatro personas de un centro comercial de Manta. El cuerpo de bomberos de Quito las encontró en el tejado y fueron sacadas por un orifico en la madrugada del domingo. Los rescatistas no pierden la esperanza de localizar a más personas, a pesar de que son conscientes de que el paso de las horas hace que la tarea se dificulte. El cansancio, la humedad y la deshidratación son otros factores que tienen que sortear. El calor se torna insoportable, sobre todo entre las 10:00 y 14:00, cuando el sol castiga. En horas de la tarde y hasta entrada la noche, el clima se apiada de quienes han llegado a ayudar y el trabajo continúa hasta que las fuerzas lo permiten. Para descansar no hay hoteles, casas ni hostales. La calle se ha convertido en un colchón donde duermen hasta que amanece y el ciclo se repite. El miércoles 20, mientras el país dormía, la naturaleza volvió a rugir. Dos réplicas de 6,3 grados alarmaron nuevamente al país. Según el Instituto Geofísico Militar, entidad encargada de monitorear los movimientos sísmicos, se trata de las réplicas más fuertes desde que ocurrió el terremoto. Los temblores se registraron en las cercanías de la Costa ecuatoriana y se sintieron en las provincias de Manabí, Santo Domingo de los Tsáchilas y Pichincha. Los expertos han señalado que estos sismos corresponden a una reacción natural y que pueden continuar en los próximos días. Según cifras del Instituto, más de 620 réplicas se han sentido hasta el momento. Lo que Ecuador deberá enfrentar en los próximos meses es lo que más preocupa a las autoridades. La reubicación de las personas en albergues, la reconstrucción de las ciudades y la lucha contra las enfermedades son las áreas en las que el Ejecutivo invertirá los 600 millones de dólares con los que cuenta para el corto plazo y con los que espera combatir las consecuencias del terremoto más fuerte que se ha sentido en este país desde 1979. La noche del mismo miércoles 20 de abril, Rafael Correa se dirigió al país en cadena nacional para anunciar cinco nuevas medidas económicas para recabar recursos y afrontar la crisis. El impuesto al valor agregado (IVA) pasará del 12% al 14%, los trabajadores que ganen 1,000 dólares donarán un día de su salario, los que ganen 2,000 lo harán durante dos meses, hasta llegar a los 5,000 dólares. También se establecerá una contribución del 3% de las utilidades de las empresas por una vez y un aporte del 0.9% sobre personas naturales con ingresos mayores a un millón de dólares. La última medida será la venta de bienes que tiene el Estado, aunque se desconoce el número de inmuebles que saldrán al mercado y lo que se espera recaudar con las reformas. En su último informe sabatino del 23 de abril, el Mandatario señalo que firmará un decreto de ocho días de duelo nacional en honor a las víctimas del terremoto. Mientras el ofrecimiento se concreta y hasta que las medidas económicas entren en vigencia, las donaciones nacionales e internacionales no cesan, los cientos de voluntarios siguen viajando a Manabí y Esmeraldas, los rescatistas trabajan día y noche por encontrar sobrevivientes y lograr un poco de alegría en un país que ha vivido días de desolación, tristeza y angustia.
*Fotografía original de Cancillería del Ecuador, disponible en Flickr. Utilizada bajo licencia CC BY-SA 2.0.
Desde 1979, ningún sismo había sacudido Ecuador como el del 16 de abril de 2016. Con cientos de muertos y heridos y miles de refugiados, Ecuador deberá hacer frente a un complejo proceso de reconstrucción.
La naturaleza sacudió con fuerza a Ecuador la noche del sábado 16 de abril de 2016. Un terremoto de 7.8 grados en la escala de Richter dejó en ruinas a gran parte de las provincias costeras de Manabí y Esmeraldas. El movimiento telúrico sorprendió a los 16 millones de habitantes que tiene el país. Casas destruidas, edificios a punto de caer, carreteras cuarteadas, puentes destrozados, autos inservibles, personas entre los escombros y los primeros fallecidos fue lo que se pudo ver en los primeros minutos de la mañana siguiente. Con el pasar de las horas comenzó a apreciarse la dimensión del desastre. Más tarde, las autoridades confirmarían que, hasta el sábado 23 de abril, el país estaba de luto con más de 640 muertos, 130 desaparecidos, 20,000 albergados y un número mayor a 12,000 heridos, entre ecuatorianos, colombianos, ingleses, cubanos, argentinos, y venezolanos. Helicópteros y aviones de las Fuerzas Armadas fueron los primeros en sobrevolar las ciudades más afectadas: Pedernales, Chone, Manta, Portoviejo, Canoa, Bahía de Cáraquez y Muisne. El panorama era peor de lo que se podía imaginar y los problemas no demoraron en aparecer: falta de agua y de comida, carencia de servicio eléctrico, líneas de telefonía fija y móvil colapsadas y la desesperación de las personas ante la falta de provisiones, que provocó saqueos en tiendas y supermercados. Robinson González, un ingeniero ambiental quiteño que estuvo la noche del terremoto en Esmeraldas, cuenta que vivió momentos en los que sintió la muerte de cerca. “Parecía que el hotel se derrumbaba. El ruido de las construcciones que se desplomaban era ensordecedor. Lo único que quería era llamar a mi familia para saber si estaban bien y regresar vivo a casa”. En las calles de Manta, provincia de Manabí, la gente estaba alterada. Corría de un lado para otro para alejarse de la playa e ir a las zonas altas por miedo a que se originara un tsunami. Los habitantes lloraban al ver que su ciudad quedaba en escombros, sabiendo que algunos de sus familiares y amigos estaban debajo de ellos. Mireya Flores es oriunda de esa ciudad. Sus sobrinos, hermano, padre y abuela se salvaron de morir. La tierra tembló cuando los niños jugaban en el segundo nivel y los adultos preparaban la comida. Mientras algunas paredes caían lentamente, los pequeños lograron descender a la primera planta para reunirse con los más grandes y salir. Aunque la casa está en pie, duermen en la sala con la puerta principal abierta para no perder tiempo y abandonar la vivienda cuanto antes, si ocurre otro terremoto. El presidente Rafael Correa se enteró de lo ocurrido durante la visita oficial que realizaba al Vaticano. Su intención era regresar al país lo antes posible, pero no lo pudo hacer hasta la tarde del domingo 17. Llegó directamente a Manta y desde ahí recorrió las principales zonas afectadas. “Las pérdidas son multimillonarias, yo calculo grosso modo 3,000 millones de dólares, un 3% del producto interno bruto, y eso significa reconstrucción de años. Es una lucha larga, por eso invito a no desanimarnos”, dijo ante los medios de comunicación el pasado martes 19 de abril. Mientras las autoridades buscan mecanismos para enfrentar esta crisis, producto de la naturaleza, miles de ecuatorianos se han volcado a los centros de acopio de las principales ciudades para entregar donaciones. Alimentos, ropa, artículos de aseo, medicinas, carpas, agua, comida para animales, son los productos más se han recolectado. Algunos de estos llevan mensajes de aliento para los damnificados. En las latas de atún y etiquetas de las botellas de agua aparecen las frases “estamos con ustedes”, “les queremos mucho”, “ánimo, no están solos”. En las calles y autopistas que conectan la Sierra y la Amazonía con la Costa es posible mirar a decenas de camiones, tráilers, volquetas, autos públicos y privados con cargamento que viajan a los sectores más afectados. Según el diario El Comercio, desde Quito, la capital, han despegado más 84 aviones con ayuda humanitaria. Las aerolíneas han ofrecido vuelos sin costo para llevar la carga. El alcalde, Mauricio Rodas, informó que los principales destinos de estos productos son Jama, Pedernales, Chone y Flavio Alfaro. Un convoy de 80 camiones salió desde Guayaquil hacia Manta la mañana del miércoles 20 de abril. El burgomaestre Jaime Nebot dijo que la mayor cantidad de donaciones son comida, colchones, toldos y frazadas. Pero los automotores no transportan solo alimentos, también van llenos de voluntarios que han decidido dejar de lado las comodidades de sus hogares para apoyar en el campo de acción. El periódico señala que ellos se han puesto a disposición de las autoridades y de la ayuda internacional que ya llegó a suelo ecuatoriano. El canciller Guillaume Long señaló que 1,100 rescatistas han viajado desde multitud de países: Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Cuba, Eslovaquia, España, Francia, Honduras, Hungría, Italia, México, Noruega, Palestina, Panamá, Perú, Suiza, Venezuela y de la Unión Europea. Ellos se suman a otros 600 ecuatorianos. Aunque los esfuerzos son grandes por llegar a todas las zonas, hay algunas poblaciones pequeñas que todavía no han recibido ayuda. Charapotó es una de ellas. Se trata del pueblo más antiguo de Manabí y uno de los primeros del Ecuador. Allí viven alrededor de 50,000 personas que también han perdido casas, autos, amigos y familiares. Karen Ávila es una de sus habitantes. Cuenta que mientras merendaba con su familia, el suelo de su casa se movió fuertemente. Lo único que alcanzó a hacer fue tomar a sus tres hijos de los brazos y salir de la casa. “Yo pensé que nos iba a tragar la tierra. Fue algo que no se puede describir. Uno de los sustos más grandes que he tenido en mi vida”. Una de las paredes de su casa se derrumbó y ahora no quiere ingresar por miedo a que toda la estructura colapse. Los momentos más difíciles ocurren en la noche cuando debe dormir en la calle. “Estamos afuera de la casa. La ayuda no llega y estamos sin servicios básicos. Todo empieza a escasear”. En el último comunicado de la Secretaría de Riesgo se registran 1.116 edificaciones destruidas, 608 construcciones afectadas y 281 escuelas con serios problemas en seis provincias. Estas cifras fueron confirmadas por el presidente Correa el miércoles 20 de abril durante un conversatorio con los medios de comunicación que se efectuó en la mañana. Indicó que 4,000 médicos y 1,500 voluntarios han llegado a las zonas de desastre para atender a los damnificados y reveló que las ciudades de Pedernales, Jama y Canoa están destruidas en 70, 80 y 85 por ciento, respectivamente. En medio de la consternación en la que vive la nación sudamericana, el diario El Universo señala que los rescatistas han encontrado a más de 100 personas con vida. Durante varias horas, bomberos, paramédicos, militares, cascos azules y personal de la Cruz Roja trabajan con la ayuda de maquinaria, con la finalidad de encontrar algún ser humano con signos vitales. Al caminar por las calles de Manabí y Esmeraldas afinan el oído para escuchar algún ruido proveniente de los escombros. Así ocurrió el rescate de cuatro personas de un centro comercial de Manta. El cuerpo de bomberos de Quito las encontró en el tejado y fueron sacadas por un orifico en la madrugada del domingo. Los rescatistas no pierden la esperanza de localizar a más personas, a pesar de que son conscientes de que el paso de las horas hace que la tarea se dificulte. El cansancio, la humedad y la deshidratación son otros factores que tienen que sortear. El calor se torna insoportable, sobre todo entre las 10:00 y 14:00, cuando el sol castiga. En horas de la tarde y hasta entrada la noche, el clima se apiada de quienes han llegado a ayudar y el trabajo continúa hasta que las fuerzas lo permiten. Para descansar no hay hoteles, casas ni hostales. La calle se ha convertido en un colchón donde duermen hasta que amanece y el ciclo se repite. El miércoles 20, mientras el país dormía, la naturaleza volvió a rugir. Dos réplicas de 6,3 grados alarmaron nuevamente al país. Según el Instituto Geofísico Militar, entidad encargada de monitorear los movimientos sísmicos, se trata de las réplicas más fuertes desde que ocurrió el terremoto. Los temblores se registraron en las cercanías de la Costa ecuatoriana y se sintieron en las provincias de Manabí, Santo Domingo de los Tsáchilas y Pichincha. Los expertos han señalado que estos sismos corresponden a una reacción natural y que pueden continuar en los próximos días. Según cifras del Instituto, más de 620 réplicas se han sentido hasta el momento. Lo que Ecuador deberá enfrentar en los próximos meses es lo que más preocupa a las autoridades. La reubicación de las personas en albergues, la reconstrucción de las ciudades y la lucha contra las enfermedades son las áreas en las que el Ejecutivo invertirá los 600 millones de dólares con los que cuenta para el corto plazo y con los que espera combatir las consecuencias del terremoto más fuerte que se ha sentido en este país desde 1979. La noche del mismo miércoles 20 de abril, Rafael Correa se dirigió al país en cadena nacional para anunciar cinco nuevas medidas económicas para recabar recursos y afrontar la crisis. El impuesto al valor agregado (IVA) pasará del 12% al 14%, los trabajadores que ganen 1,000 dólares donarán un día de su salario, los que ganen 2,000 lo harán durante dos meses, hasta llegar a los 5,000 dólares. También se establecerá una contribución del 3% de las utilidades de las empresas por una vez y un aporte del 0.9% sobre personas naturales con ingresos mayores a un millón de dólares. La última medida será la venta de bienes que tiene el Estado, aunque se desconoce el número de inmuebles que saldrán al mercado y lo que se espera recaudar con las reformas. En su último informe sabatino del 23 de abril, el Mandatario señalo que firmará un decreto de ocho días de duelo nacional en honor a las víctimas del terremoto. Mientras el ofrecimiento se concreta y hasta que las medidas económicas entren en vigencia, las donaciones nacionales e internacionales no cesan, los cientos de voluntarios siguen viajando a Manabí y Esmeraldas, los rescatistas trabajan día y noche por encontrar sobrevivientes y lograr un poco de alegría en un país que ha vivido días de desolación, tristeza y angustia.
*Fotografía original de Cancillería del Ecuador, disponible en Flickr. Utilizada bajo licencia CC BY-SA 2.0.
Desde 1979, ningún sismo había sacudido Ecuador como el del 16 de abril de 2016. Con cientos de muertos y heridos y miles de refugiados, Ecuador deberá hacer frente a un complejo proceso de reconstrucción.
La naturaleza sacudió con fuerza a Ecuador la noche del sábado 16 de abril de 2016. Un terremoto de 7.8 grados en la escala de Richter dejó en ruinas a gran parte de las provincias costeras de Manabí y Esmeraldas. El movimiento telúrico sorprendió a los 16 millones de habitantes que tiene el país. Casas destruidas, edificios a punto de caer, carreteras cuarteadas, puentes destrozados, autos inservibles, personas entre los escombros y los primeros fallecidos fue lo que se pudo ver en los primeros minutos de la mañana siguiente. Con el pasar de las horas comenzó a apreciarse la dimensión del desastre. Más tarde, las autoridades confirmarían que, hasta el sábado 23 de abril, el país estaba de luto con más de 640 muertos, 130 desaparecidos, 20,000 albergados y un número mayor a 12,000 heridos, entre ecuatorianos, colombianos, ingleses, cubanos, argentinos, y venezolanos. Helicópteros y aviones de las Fuerzas Armadas fueron los primeros en sobrevolar las ciudades más afectadas: Pedernales, Chone, Manta, Portoviejo, Canoa, Bahía de Cáraquez y Muisne. El panorama era peor de lo que se podía imaginar y los problemas no demoraron en aparecer: falta de agua y de comida, carencia de servicio eléctrico, líneas de telefonía fija y móvil colapsadas y la desesperación de las personas ante la falta de provisiones, que provocó saqueos en tiendas y supermercados. Robinson González, un ingeniero ambiental quiteño que estuvo la noche del terremoto en Esmeraldas, cuenta que vivió momentos en los que sintió la muerte de cerca. “Parecía que el hotel se derrumbaba. El ruido de las construcciones que se desplomaban era ensordecedor. Lo único que quería era llamar a mi familia para saber si estaban bien y regresar vivo a casa”. En las calles de Manta, provincia de Manabí, la gente estaba alterada. Corría de un lado para otro para alejarse de la playa e ir a las zonas altas por miedo a que se originara un tsunami. Los habitantes lloraban al ver que su ciudad quedaba en escombros, sabiendo que algunos de sus familiares y amigos estaban debajo de ellos. Mireya Flores es oriunda de esa ciudad. Sus sobrinos, hermano, padre y abuela se salvaron de morir. La tierra tembló cuando los niños jugaban en el segundo nivel y los adultos preparaban la comida. Mientras algunas paredes caían lentamente, los pequeños lograron descender a la primera planta para reunirse con los más grandes y salir. Aunque la casa está en pie, duermen en la sala con la puerta principal abierta para no perder tiempo y abandonar la vivienda cuanto antes, si ocurre otro terremoto. El presidente Rafael Correa se enteró de lo ocurrido durante la visita oficial que realizaba al Vaticano. Su intención era regresar al país lo antes posible, pero no lo pudo hacer hasta la tarde del domingo 17. Llegó directamente a Manta y desde ahí recorrió las principales zonas afectadas. “Las pérdidas son multimillonarias, yo calculo grosso modo 3,000 millones de dólares, un 3% del producto interno bruto, y eso significa reconstrucción de años. Es una lucha larga, por eso invito a no desanimarnos”, dijo ante los medios de comunicación el pasado martes 19 de abril. Mientras las autoridades buscan mecanismos para enfrentar esta crisis, producto de la naturaleza, miles de ecuatorianos se han volcado a los centros de acopio de las principales ciudades para entregar donaciones. Alimentos, ropa, artículos de aseo, medicinas, carpas, agua, comida para animales, son los productos más se han recolectado. Algunos de estos llevan mensajes de aliento para los damnificados. En las latas de atún y etiquetas de las botellas de agua aparecen las frases “estamos con ustedes”, “les queremos mucho”, “ánimo, no están solos”. En las calles y autopistas que conectan la Sierra y la Amazonía con la Costa es posible mirar a decenas de camiones, tráilers, volquetas, autos públicos y privados con cargamento que viajan a los sectores más afectados. Según el diario El Comercio, desde Quito, la capital, han despegado más 84 aviones con ayuda humanitaria. Las aerolíneas han ofrecido vuelos sin costo para llevar la carga. El alcalde, Mauricio Rodas, informó que los principales destinos de estos productos son Jama, Pedernales, Chone y Flavio Alfaro. Un convoy de 80 camiones salió desde Guayaquil hacia Manta la mañana del miércoles 20 de abril. El burgomaestre Jaime Nebot dijo que la mayor cantidad de donaciones son comida, colchones, toldos y frazadas. Pero los automotores no transportan solo alimentos, también van llenos de voluntarios que han decidido dejar de lado las comodidades de sus hogares para apoyar en el campo de acción. El periódico señala que ellos se han puesto a disposición de las autoridades y de la ayuda internacional que ya llegó a suelo ecuatoriano. El canciller Guillaume Long señaló que 1,100 rescatistas han viajado desde multitud de países: Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Cuba, Eslovaquia, España, Francia, Honduras, Hungría, Italia, México, Noruega, Palestina, Panamá, Perú, Suiza, Venezuela y de la Unión Europea. Ellos se suman a otros 600 ecuatorianos. Aunque los esfuerzos son grandes por llegar a todas las zonas, hay algunas poblaciones pequeñas que todavía no han recibido ayuda. Charapotó es una de ellas. Se trata del pueblo más antiguo de Manabí y uno de los primeros del Ecuador. Allí viven alrededor de 50,000 personas que también han perdido casas, autos, amigos y familiares. Karen Ávila es una de sus habitantes. Cuenta que mientras merendaba con su familia, el suelo de su casa se movió fuertemente. Lo único que alcanzó a hacer fue tomar a sus tres hijos de los brazos y salir de la casa. “Yo pensé que nos iba a tragar la tierra. Fue algo que no se puede describir. Uno de los sustos más grandes que he tenido en mi vida”. Una de las paredes de su casa se derrumbó y ahora no quiere ingresar por miedo a que toda la estructura colapse. Los momentos más difíciles ocurren en la noche cuando debe dormir en la calle. “Estamos afuera de la casa. La ayuda no llega y estamos sin servicios básicos. Todo empieza a escasear”. En el último comunicado de la Secretaría de Riesgo se registran 1.116 edificaciones destruidas, 608 construcciones afectadas y 281 escuelas con serios problemas en seis provincias. Estas cifras fueron confirmadas por el presidente Correa el miércoles 20 de abril durante un conversatorio con los medios de comunicación que se efectuó en la mañana. Indicó que 4,000 médicos y 1,500 voluntarios han llegado a las zonas de desastre para atender a los damnificados y reveló que las ciudades de Pedernales, Jama y Canoa están destruidas en 70, 80 y 85 por ciento, respectivamente. En medio de la consternación en la que vive la nación sudamericana, el diario El Universo señala que los rescatistas han encontrado a más de 100 personas con vida. Durante varias horas, bomberos, paramédicos, militares, cascos azules y personal de la Cruz Roja trabajan con la ayuda de maquinaria, con la finalidad de encontrar algún ser humano con signos vitales. Al caminar por las calles de Manabí y Esmeraldas afinan el oído para escuchar algún ruido proveniente de los escombros. Así ocurrió el rescate de cuatro personas de un centro comercial de Manta. El cuerpo de bomberos de Quito las encontró en el tejado y fueron sacadas por un orifico en la madrugada del domingo. Los rescatistas no pierden la esperanza de localizar a más personas, a pesar de que son conscientes de que el paso de las horas hace que la tarea se dificulte. El cansancio, la humedad y la deshidratación son otros factores que tienen que sortear. El calor se torna insoportable, sobre todo entre las 10:00 y 14:00, cuando el sol castiga. En horas de la tarde y hasta entrada la noche, el clima se apiada de quienes han llegado a ayudar y el trabajo continúa hasta que las fuerzas lo permiten. Para descansar no hay hoteles, casas ni hostales. La calle se ha convertido en un colchón donde duermen hasta que amanece y el ciclo se repite. El miércoles 20, mientras el país dormía, la naturaleza volvió a rugir. Dos réplicas de 6,3 grados alarmaron nuevamente al país. Según el Instituto Geofísico Militar, entidad encargada de monitorear los movimientos sísmicos, se trata de las réplicas más fuertes desde que ocurrió el terremoto. Los temblores se registraron en las cercanías de la Costa ecuatoriana y se sintieron en las provincias de Manabí, Santo Domingo de los Tsáchilas y Pichincha. Los expertos han señalado que estos sismos corresponden a una reacción natural y que pueden continuar en los próximos días. Según cifras del Instituto, más de 620 réplicas se han sentido hasta el momento. Lo que Ecuador deberá enfrentar en los próximos meses es lo que más preocupa a las autoridades. La reubicación de las personas en albergues, la reconstrucción de las ciudades y la lucha contra las enfermedades son las áreas en las que el Ejecutivo invertirá los 600 millones de dólares con los que cuenta para el corto plazo y con los que espera combatir las consecuencias del terremoto más fuerte que se ha sentido en este país desde 1979. La noche del mismo miércoles 20 de abril, Rafael Correa se dirigió al país en cadena nacional para anunciar cinco nuevas medidas económicas para recabar recursos y afrontar la crisis. El impuesto al valor agregado (IVA) pasará del 12% al 14%, los trabajadores que ganen 1,000 dólares donarán un día de su salario, los que ganen 2,000 lo harán durante dos meses, hasta llegar a los 5,000 dólares. También se establecerá una contribución del 3% de las utilidades de las empresas por una vez y un aporte del 0.9% sobre personas naturales con ingresos mayores a un millón de dólares. La última medida será la venta de bienes que tiene el Estado, aunque se desconoce el número de inmuebles que saldrán al mercado y lo que se espera recaudar con las reformas. En su último informe sabatino del 23 de abril, el Mandatario señalo que firmará un decreto de ocho días de duelo nacional en honor a las víctimas del terremoto. Mientras el ofrecimiento se concreta y hasta que las medidas económicas entren en vigencia, las donaciones nacionales e internacionales no cesan, los cientos de voluntarios siguen viajando a Manabí y Esmeraldas, los rescatistas trabajan día y noche por encontrar sobrevivientes y lograr un poco de alegría en un país que ha vivido días de desolación, tristeza y angustia.
*Fotografía original de Cancillería del Ecuador, disponible en Flickr. Utilizada bajo licencia CC BY-SA 2.0.
La naturaleza sacudió con fuerza a Ecuador la noche del sábado 16 de abril de 2016. Un terremoto de 7.8 grados en la escala de Richter dejó en ruinas a gran parte de las provincias costeras de Manabí y Esmeraldas. El movimiento telúrico sorprendió a los 16 millones de habitantes que tiene el país. Casas destruidas, edificios a punto de caer, carreteras cuarteadas, puentes destrozados, autos inservibles, personas entre los escombros y los primeros fallecidos fue lo que se pudo ver en los primeros minutos de la mañana siguiente. Con el pasar de las horas comenzó a apreciarse la dimensión del desastre. Más tarde, las autoridades confirmarían que, hasta el sábado 23 de abril, el país estaba de luto con más de 640 muertos, 130 desaparecidos, 20,000 albergados y un número mayor a 12,000 heridos, entre ecuatorianos, colombianos, ingleses, cubanos, argentinos, y venezolanos. Helicópteros y aviones de las Fuerzas Armadas fueron los primeros en sobrevolar las ciudades más afectadas: Pedernales, Chone, Manta, Portoviejo, Canoa, Bahía de Cáraquez y Muisne. El panorama era peor de lo que se podía imaginar y los problemas no demoraron en aparecer: falta de agua y de comida, carencia de servicio eléctrico, líneas de telefonía fija y móvil colapsadas y la desesperación de las personas ante la falta de provisiones, que provocó saqueos en tiendas y supermercados. Robinson González, un ingeniero ambiental quiteño que estuvo la noche del terremoto en Esmeraldas, cuenta que vivió momentos en los que sintió la muerte de cerca. “Parecía que el hotel se derrumbaba. El ruido de las construcciones que se desplomaban era ensordecedor. Lo único que quería era llamar a mi familia para saber si estaban bien y regresar vivo a casa”. En las calles de Manta, provincia de Manabí, la gente estaba alterada. Corría de un lado para otro para alejarse de la playa e ir a las zonas altas por miedo a que se originara un tsunami. Los habitantes lloraban al ver que su ciudad quedaba en escombros, sabiendo que algunos de sus familiares y amigos estaban debajo de ellos. Mireya Flores es oriunda de esa ciudad. Sus sobrinos, hermano, padre y abuela se salvaron de morir. La tierra tembló cuando los niños jugaban en el segundo nivel y los adultos preparaban la comida. Mientras algunas paredes caían lentamente, los pequeños lograron descender a la primera planta para reunirse con los más grandes y salir. Aunque la casa está en pie, duermen en la sala con la puerta principal abierta para no perder tiempo y abandonar la vivienda cuanto antes, si ocurre otro terremoto. El presidente Rafael Correa se enteró de lo ocurrido durante la visita oficial que realizaba al Vaticano. Su intención era regresar al país lo antes posible, pero no lo pudo hacer hasta la tarde del domingo 17. Llegó directamente a Manta y desde ahí recorrió las principales zonas afectadas. “Las pérdidas son multimillonarias, yo calculo grosso modo 3,000 millones de dólares, un 3% del producto interno bruto, y eso significa reconstrucción de años. Es una lucha larga, por eso invito a no desanimarnos”, dijo ante los medios de comunicación el pasado martes 19 de abril. Mientras las autoridades buscan mecanismos para enfrentar esta crisis, producto de la naturaleza, miles de ecuatorianos se han volcado a los centros de acopio de las principales ciudades para entregar donaciones. Alimentos, ropa, artículos de aseo, medicinas, carpas, agua, comida para animales, son los productos más se han recolectado. Algunos de estos llevan mensajes de aliento para los damnificados. En las latas de atún y etiquetas de las botellas de agua aparecen las frases “estamos con ustedes”, “les queremos mucho”, “ánimo, no están solos”. En las calles y autopistas que conectan la Sierra y la Amazonía con la Costa es posible mirar a decenas de camiones, tráilers, volquetas, autos públicos y privados con cargamento que viajan a los sectores más afectados. Según el diario El Comercio, desde Quito, la capital, han despegado más 84 aviones con ayuda humanitaria. Las aerolíneas han ofrecido vuelos sin costo para llevar la carga. El alcalde, Mauricio Rodas, informó que los principales destinos de estos productos son Jama, Pedernales, Chone y Flavio Alfaro. Un convoy de 80 camiones salió desde Guayaquil hacia Manta la mañana del miércoles 20 de abril. El burgomaestre Jaime Nebot dijo que la mayor cantidad de donaciones son comida, colchones, toldos y frazadas. Pero los automotores no transportan solo alimentos, también van llenos de voluntarios que han decidido dejar de lado las comodidades de sus hogares para apoyar en el campo de acción. El periódico señala que ellos se han puesto a disposición de las autoridades y de la ayuda internacional que ya llegó a suelo ecuatoriano. El canciller Guillaume Long señaló que 1,100 rescatistas han viajado desde multitud de países: Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Cuba, Eslovaquia, España, Francia, Honduras, Hungría, Italia, México, Noruega, Palestina, Panamá, Perú, Suiza, Venezuela y de la Unión Europea. Ellos se suman a otros 600 ecuatorianos. Aunque los esfuerzos son grandes por llegar a todas las zonas, hay algunas poblaciones pequeñas que todavía no han recibido ayuda. Charapotó es una de ellas. Se trata del pueblo más antiguo de Manabí y uno de los primeros del Ecuador. Allí viven alrededor de 50,000 personas que también han perdido casas, autos, amigos y familiares. Karen Ávila es una de sus habitantes. Cuenta que mientras merendaba con su familia, el suelo de su casa se movió fuertemente. Lo único que alcanzó a hacer fue tomar a sus tres hijos de los brazos y salir de la casa. “Yo pensé que nos iba a tragar la tierra. Fue algo que no se puede describir. Uno de los sustos más grandes que he tenido en mi vida”. Una de las paredes de su casa se derrumbó y ahora no quiere ingresar por miedo a que toda la estructura colapse. Los momentos más difíciles ocurren en la noche cuando debe dormir en la calle. “Estamos afuera de la casa. La ayuda no llega y estamos sin servicios básicos. Todo empieza a escasear”. En el último comunicado de la Secretaría de Riesgo se registran 1.116 edificaciones destruidas, 608 construcciones afectadas y 281 escuelas con serios problemas en seis provincias. Estas cifras fueron confirmadas por el presidente Correa el miércoles 20 de abril durante un conversatorio con los medios de comunicación que se efectuó en la mañana. Indicó que 4,000 médicos y 1,500 voluntarios han llegado a las zonas de desastre para atender a los damnificados y reveló que las ciudades de Pedernales, Jama y Canoa están destruidas en 70, 80 y 85 por ciento, respectivamente. En medio de la consternación en la que vive la nación sudamericana, el diario El Universo señala que los rescatistas han encontrado a más de 100 personas con vida. Durante varias horas, bomberos, paramédicos, militares, cascos azules y personal de la Cruz Roja trabajan con la ayuda de maquinaria, con la finalidad de encontrar algún ser humano con signos vitales. Al caminar por las calles de Manabí y Esmeraldas afinan el oído para escuchar algún ruido proveniente de los escombros. Así ocurrió el rescate de cuatro personas de un centro comercial de Manta. El cuerpo de bomberos de Quito las encontró en el tejado y fueron sacadas por un orifico en la madrugada del domingo. Los rescatistas no pierden la esperanza de localizar a más personas, a pesar de que son conscientes de que el paso de las horas hace que la tarea se dificulte. El cansancio, la humedad y la deshidratación son otros factores que tienen que sortear. El calor se torna insoportable, sobre todo entre las 10:00 y 14:00, cuando el sol castiga. En horas de la tarde y hasta entrada la noche, el clima se apiada de quienes han llegado a ayudar y el trabajo continúa hasta que las fuerzas lo permiten. Para descansar no hay hoteles, casas ni hostales. La calle se ha convertido en un colchón donde duermen hasta que amanece y el ciclo se repite. El miércoles 20, mientras el país dormía, la naturaleza volvió a rugir. Dos réplicas de 6,3 grados alarmaron nuevamente al país. Según el Instituto Geofísico Militar, entidad encargada de monitorear los movimientos sísmicos, se trata de las réplicas más fuertes desde que ocurrió el terremoto. Los temblores se registraron en las cercanías de la Costa ecuatoriana y se sintieron en las provincias de Manabí, Santo Domingo de los Tsáchilas y Pichincha. Los expertos han señalado que estos sismos corresponden a una reacción natural y que pueden continuar en los próximos días. Según cifras del Instituto, más de 620 réplicas se han sentido hasta el momento. Lo que Ecuador deberá enfrentar en los próximos meses es lo que más preocupa a las autoridades. La reubicación de las personas en albergues, la reconstrucción de las ciudades y la lucha contra las enfermedades son las áreas en las que el Ejecutivo invertirá los 600 millones de dólares con los que cuenta para el corto plazo y con los que espera combatir las consecuencias del terremoto más fuerte que se ha sentido en este país desde 1979. La noche del mismo miércoles 20 de abril, Rafael Correa se dirigió al país en cadena nacional para anunciar cinco nuevas medidas económicas para recabar recursos y afrontar la crisis. El impuesto al valor agregado (IVA) pasará del 12% al 14%, los trabajadores que ganen 1,000 dólares donarán un día de su salario, los que ganen 2,000 lo harán durante dos meses, hasta llegar a los 5,000 dólares. También se establecerá una contribución del 3% de las utilidades de las empresas por una vez y un aporte del 0.9% sobre personas naturales con ingresos mayores a un millón de dólares. La última medida será la venta de bienes que tiene el Estado, aunque se desconoce el número de inmuebles que saldrán al mercado y lo que se espera recaudar con las reformas. En su último informe sabatino del 23 de abril, el Mandatario señalo que firmará un decreto de ocho días de duelo nacional en honor a las víctimas del terremoto. Mientras el ofrecimiento se concreta y hasta que las medidas económicas entren en vigencia, las donaciones nacionales e internacionales no cesan, los cientos de voluntarios siguen viajando a Manabí y Esmeraldas, los rescatistas trabajan día y noche por encontrar sobrevivientes y lograr un poco de alegría en un país que ha vivido días de desolación, tristeza y angustia.
*Fotografía original de Cancillería del Ecuador, disponible en Flickr. Utilizada bajo licencia CC BY-SA 2.0.
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