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Un ciclón en Brasil

Un ciclón en Brasil

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Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
01
.
09
.
19
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Tiempo de Lectura: 00 min

"Al filo de la democracia" de Petra Costa explora la reciente historia política de Brasil

Intentando escapar de la luz que cae sobre el escenario, Petra Costa mantiene los ojos entrecerrados en una sala de conciertos en São Paulo, Brasil, a mediados de junio. El auditorio aguarda a la directora de Al filo de la democracia (Democracia en vertigem, título original en portugués), recientemente estrenado en Netflix. Luego de unos minutos, los reflectores se desplazan y ella consigue, al fin, ver al público ansioso por conocer los detalles del documental que The New York Times ha enlistado dentro de los diez mejores del año.

Costa desvela su obra: la concepción surgió de una frase: “Yo y la democracia brasileña tenemos casi la misma edad”, asegura. “Y creía que en nuestros treinta y pocos años estaríamos pisando tierra firme”. El documental, con una pizca de lamentación, expone las imágenes del archivo personal de la cineasta, aún bebé en 1984, cuando Brasil iniciaba su transición democrática luego de veinte años de dictadura militar. Al mezclar su vida personal con la política brasileña, Costa mantiene un estilo denominado como “cinema de ensayo”, amparada en su formación como antropóloga. “Quise mostrar las grietas de una narrativa colocándome en el centro de ella”, explica.

Desde su primera obra, Ojos de Resaca (2009), Mejor Cortometraje en el London International Documentary Festival, produjo un retrato poético sobre el amor y la vejez a partir de la perspectiva de sus abuelos, Vera y Gabriel. Tres años después, Elena fue un documental sobre la historia de su hermana mayor, Elena Andrade, que se suicidó en Nueva York, donde perseguía el sueño de ser actriz. La obra recibió una mención especial en el 28º Festival Internacional de Cine de Guadalajara. Pero fue en 2015 cuando Costa, en asociación con la danesa Lea Glob, dirigió el largometraje Olmo e a Gaivota, una travesía por el denso laberinto de Olivia, una actriz que se prepara para escenificar La Gaviota de Anton Chéjov cuando descubre que está embarazada.

[caption id="attachment_239849" align="aligncenter" width="620"]

petra costa

Petra Costa[/caption]

Influenciada por la trilogía documental La batalla de Chile, de Patricio Guzmán, Al filo de la democracia cuenta su trama reuniendo imágenes de archivo, testimonios personales y fragmentos exclusivos de personajes fundamentales de la política brasileña en los últimos años. Para la cineasta, la democracia brasileña parecía haber alcanzado una madurez con la llegada de un partido de izquierda al poder. Sin embargo, las grandes manifestaciones nacionales en junio de 2013, la corrupción resaltada por la Operación Lava-Jato en 2014, la destitución de Dilma Rousseff en 2016 y la elección del candidato de extrema derecha, Jair Bolsonaro, el año pasado, significaron un fuerte revés para la democracia brasileña.

A lo largo de la cinta, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva aparece al teléfono hablando sobre el inminente impeachment de Dilma Rousseff, en 2016, acusada de pedaladas fiscais, por no transferir fondos del Tesoro Nacional a los bancos públicos para aliviar la situación fiscal del país. En otra escena, la misma Rousseff conversa con la madre de Petra, la militante política Marília Andrade, sobre “la libertad que sólo la clandestinidad proporciona”, al recordar los tiempos de la dictadura militar. Ambas estuvieron presas en la ciudad de Belo Horizonte, capital de Minas Gerais, al final de los años sesenta, acusadas de fortalecer la izquierda. Marília fue retenida por poco tiempo, pero Dilma fue torturada durante tres años hasta 1973.

“No tenía idea, al comenzar esta película, que podría ser tan doloroso perder un proyecto de país. El trauma y el dolor de mi relación con la democracia brasileña fueron mis guías”, confiesa Costa, quien además revela que sus abuelos fundaron una de las mayores empresas de construcción de Brasil, Andrade Gutierrez, involucrada directamente en los casos de corrupción por la operación Lava Jato, y que está negociando devolver 382 millones de dólares a Brasil.

La cinta ha sido elogiada por su narrativa. “Creo que internacionalmente se entendió poco de lo que aconteció en Brasil. Desde el inicio busqué el diálogo con el público internacional, porque sé que hay una visión más distanciada y menos apasionada de los hechos”, dice Costa.

Como un rompecabezas, Al filo de la democracia utiliza fragmentos del pasado para contar el camino recorrido hasta aquí. Para Petra Costa, la democracia en Brasil está amenazada y las fuerzas progresistas deben unirse contra la extrema derecha. El vértigo está sólo en el comienzo. “Ésta es la historia de un país que estamos heredando completamente roto”, finaliza.

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Intentando escapar de la luz que cae sobre el escenario, Petra Costa mantiene los ojos entrecerrados en una sala de conciertos en São Paulo, Brasil, a mediados de junio. El auditorio aguarda a la directora de Al filo de la democracia (Democracia en vertigem, título original en portugués), recientemente estrenado en Netflix. Luego de unos minutos, los reflectores se desplazan y ella consigue, al fin, ver al público ansioso por conocer los detalles del documental que The New York Times ha enlistado dentro de los diez mejores del año.

Costa desvela su obra: la concepción surgió de una frase: “Yo y la democracia brasileña tenemos casi la misma edad”, asegura. “Y creía que en nuestros treinta y pocos años estaríamos pisando tierra firme”. El documental, con una pizca de lamentación, expone las imágenes del archivo personal de la cineasta, aún bebé en 1984, cuando Brasil iniciaba su transición democrática luego de veinte años de dictadura militar. Al mezclar su vida personal con la política brasileña, Costa mantiene un estilo denominado como “cinema de ensayo”, amparada en su formación como antropóloga. “Quise mostrar las grietas de una narrativa colocándome en el centro de ella”, explica.

Desde su primera obra, Ojos de Resaca (2009), Mejor Cortometraje en el London International Documentary Festival, produjo un retrato poético sobre el amor y la vejez a partir de la perspectiva de sus abuelos, Vera y Gabriel. Tres años después, Elena fue un documental sobre la historia de su hermana mayor, Elena Andrade, que se suicidó en Nueva York, donde perseguía el sueño de ser actriz. La obra recibió una mención especial en el 28º Festival Internacional de Cine de Guadalajara. Pero fue en 2015 cuando Costa, en asociación con la danesa Lea Glob, dirigió el largometraje Olmo e a Gaivota, una travesía por el denso laberinto de Olivia, una actriz que se prepara para escenificar La Gaviota de Anton Chéjov cuando descubre que está embarazada.

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Influenciada por la trilogía documental La batalla de Chile, de Patricio Guzmán, Al filo de la democracia cuenta su trama reuniendo imágenes de archivo, testimonios personales y fragmentos exclusivos de personajes fundamentales de la política brasileña en los últimos años. Para la cineasta, la democracia brasileña parecía haber alcanzado una madurez con la llegada de un partido de izquierda al poder. Sin embargo, las grandes manifestaciones nacionales en junio de 2013, la corrupción resaltada por la Operación Lava-Jato en 2014, la destitución de Dilma Rousseff en 2016 y la elección del candidato de extrema derecha, Jair Bolsonaro, el año pasado, significaron un fuerte revés para la democracia brasileña.

A lo largo de la cinta, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva aparece al teléfono hablando sobre el inminente impeachment de Dilma Rousseff, en 2016, acusada de pedaladas fiscais, por no transferir fondos del Tesoro Nacional a los bancos públicos para aliviar la situación fiscal del país. En otra escena, la misma Rousseff conversa con la madre de Petra, la militante política Marília Andrade, sobre “la libertad que sólo la clandestinidad proporciona”, al recordar los tiempos de la dictadura militar. Ambas estuvieron presas en la ciudad de Belo Horizonte, capital de Minas Gerais, al final de los años sesenta, acusadas de fortalecer la izquierda. Marília fue retenida por poco tiempo, pero Dilma fue torturada durante tres años hasta 1973.

“No tenía idea, al comenzar esta película, que podría ser tan doloroso perder un proyecto de país. El trauma y el dolor de mi relación con la democracia brasileña fueron mis guías”, confiesa Costa, quien además revela que sus abuelos fundaron una de las mayores empresas de construcción de Brasil, Andrade Gutierrez, involucrada directamente en los casos de corrupción por la operación Lava Jato, y que está negociando devolver 382 millones de dólares a Brasil.

La cinta ha sido elogiada por su narrativa. “Creo que internacionalmente se entendió poco de lo que aconteció en Brasil. Desde el inicio busqué el diálogo con el público internacional, porque sé que hay una visión más distanciada y menos apasionada de los hechos”, dice Costa.

Como un rompecabezas, Al filo de la democracia utiliza fragmentos del pasado para contar el camino recorrido hasta aquí. Para Petra Costa, la democracia en Brasil está amenazada y las fuerzas progresistas deben unirse contra la extrema derecha. El vértigo está sólo en el comienzo. “Ésta es la historia de un país que estamos heredando completamente roto”, finaliza.

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Intentando escapar de la luz que cae sobre el escenario, Petra Costa mantiene los ojos entrecerrados en una sala de conciertos en São Paulo, Brasil, a mediados de junio. El auditorio aguarda a la directora de Al filo de la democracia (Democracia en vertigem, título original en portugués), recientemente estrenado en Netflix. Luego de unos minutos, los reflectores se desplazan y ella consigue, al fin, ver al público ansioso por conocer los detalles del documental que The New York Times ha enlistado dentro de los diez mejores del año.

Costa desvela su obra: la concepción surgió de una frase: “Yo y la democracia brasileña tenemos casi la misma edad”, asegura. “Y creía que en nuestros treinta y pocos años estaríamos pisando tierra firme”. El documental, con una pizca de lamentación, expone las imágenes del archivo personal de la cineasta, aún bebé en 1984, cuando Brasil iniciaba su transición democrática luego de veinte años de dictadura militar. Al mezclar su vida personal con la política brasileña, Costa mantiene un estilo denominado como “cinema de ensayo”, amparada en su formación como antropóloga. “Quise mostrar las grietas de una narrativa colocándome en el centro de ella”, explica.

Desde su primera obra, Ojos de Resaca (2009), Mejor Cortometraje en el London International Documentary Festival, produjo un retrato poético sobre el amor y la vejez a partir de la perspectiva de sus abuelos, Vera y Gabriel. Tres años después, Elena fue un documental sobre la historia de su hermana mayor, Elena Andrade, que se suicidó en Nueva York, donde perseguía el sueño de ser actriz. La obra recibió una mención especial en el 28º Festival Internacional de Cine de Guadalajara. Pero fue en 2015 cuando Costa, en asociación con la danesa Lea Glob, dirigió el largometraje Olmo e a Gaivota, una travesía por el denso laberinto de Olivia, una actriz que se prepara para escenificar La Gaviota de Anton Chéjov cuando descubre que está embarazada.

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Influenciada por la trilogía documental La batalla de Chile, de Patricio Guzmán, Al filo de la democracia cuenta su trama reuniendo imágenes de archivo, testimonios personales y fragmentos exclusivos de personajes fundamentales de la política brasileña en los últimos años. Para la cineasta, la democracia brasileña parecía haber alcanzado una madurez con la llegada de un partido de izquierda al poder. Sin embargo, las grandes manifestaciones nacionales en junio de 2013, la corrupción resaltada por la Operación Lava-Jato en 2014, la destitución de Dilma Rousseff en 2016 y la elección del candidato de extrema derecha, Jair Bolsonaro, el año pasado, significaron un fuerte revés para la democracia brasileña.

A lo largo de la cinta, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva aparece al teléfono hablando sobre el inminente impeachment de Dilma Rousseff, en 2016, acusada de pedaladas fiscais, por no transferir fondos del Tesoro Nacional a los bancos públicos para aliviar la situación fiscal del país. En otra escena, la misma Rousseff conversa con la madre de Petra, la militante política Marília Andrade, sobre “la libertad que sólo la clandestinidad proporciona”, al recordar los tiempos de la dictadura militar. Ambas estuvieron presas en la ciudad de Belo Horizonte, capital de Minas Gerais, al final de los años sesenta, acusadas de fortalecer la izquierda. Marília fue retenida por poco tiempo, pero Dilma fue torturada durante tres años hasta 1973.

“No tenía idea, al comenzar esta película, que podría ser tan doloroso perder un proyecto de país. El trauma y el dolor de mi relación con la democracia brasileña fueron mis guías”, confiesa Costa, quien además revela que sus abuelos fundaron una de las mayores empresas de construcción de Brasil, Andrade Gutierrez, involucrada directamente en los casos de corrupción por la operación Lava Jato, y que está negociando devolver 382 millones de dólares a Brasil.

La cinta ha sido elogiada por su narrativa. “Creo que internacionalmente se entendió poco de lo que aconteció en Brasil. Desde el inicio busqué el diálogo con el público internacional, porque sé que hay una visión más distanciada y menos apasionada de los hechos”, dice Costa.

Como un rompecabezas, Al filo de la democracia utiliza fragmentos del pasado para contar el camino recorrido hasta aquí. Para Petra Costa, la democracia en Brasil está amenazada y las fuerzas progresistas deben unirse contra la extrema derecha. El vértigo está sólo en el comienzo. “Ésta es la historia de un país que estamos heredando completamente roto”, finaliza.

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Intentando escapar de la luz que cae sobre el escenario, Petra Costa mantiene los ojos entrecerrados en una sala de conciertos en São Paulo, Brasil, a mediados de junio. El auditorio aguarda a la directora de Al filo de la democracia (Democracia en vertigem, título original en portugués), recientemente estrenado en Netflix. Luego de unos minutos, los reflectores se desplazan y ella consigue, al fin, ver al público ansioso por conocer los detalles del documental que The New York Times ha enlistado dentro de los diez mejores del año.

Costa desvela su obra: la concepción surgió de una frase: “Yo y la democracia brasileña tenemos casi la misma edad”, asegura. “Y creía que en nuestros treinta y pocos años estaríamos pisando tierra firme”. El documental, con una pizca de lamentación, expone las imágenes del archivo personal de la cineasta, aún bebé en 1984, cuando Brasil iniciaba su transición democrática luego de veinte años de dictadura militar. Al mezclar su vida personal con la política brasileña, Costa mantiene un estilo denominado como “cinema de ensayo”, amparada en su formación como antropóloga. “Quise mostrar las grietas de una narrativa colocándome en el centro de ella”, explica.

Desde su primera obra, Ojos de Resaca (2009), Mejor Cortometraje en el London International Documentary Festival, produjo un retrato poético sobre el amor y la vejez a partir de la perspectiva de sus abuelos, Vera y Gabriel. Tres años después, Elena fue un documental sobre la historia de su hermana mayor, Elena Andrade, que se suicidó en Nueva York, donde perseguía el sueño de ser actriz. La obra recibió una mención especial en el 28º Festival Internacional de Cine de Guadalajara. Pero fue en 2015 cuando Costa, en asociación con la danesa Lea Glob, dirigió el largometraje Olmo e a Gaivota, una travesía por el denso laberinto de Olivia, una actriz que se prepara para escenificar La Gaviota de Anton Chéjov cuando descubre que está embarazada.

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A lo largo de la cinta, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva aparece al teléfono hablando sobre el inminente impeachment de Dilma Rousseff, en 2016, acusada de pedaladas fiscais, por no transferir fondos del Tesoro Nacional a los bancos públicos para aliviar la situación fiscal del país. En otra escena, la misma Rousseff conversa con la madre de Petra, la militante política Marília Andrade, sobre “la libertad que sólo la clandestinidad proporciona”, al recordar los tiempos de la dictadura militar. Ambas estuvieron presas en la ciudad de Belo Horizonte, capital de Minas Gerais, al final de los años sesenta, acusadas de fortalecer la izquierda. Marília fue retenida por poco tiempo, pero Dilma fue torturada durante tres años hasta 1973.

“No tenía idea, al comenzar esta película, que podría ser tan doloroso perder un proyecto de país. El trauma y el dolor de mi relación con la democracia brasileña fueron mis guías”, confiesa Costa, quien además revela que sus abuelos fundaron una de las mayores empresas de construcción de Brasil, Andrade Gutierrez, involucrada directamente en los casos de corrupción por la operación Lava Jato, y que está negociando devolver 382 millones de dólares a Brasil.

La cinta ha sido elogiada por su narrativa. “Creo que internacionalmente se entendió poco de lo que aconteció en Brasil. Desde el inicio busqué el diálogo con el público internacional, porque sé que hay una visión más distanciada y menos apasionada de los hechos”, dice Costa.

Como un rompecabezas, Al filo de la democracia utiliza fragmentos del pasado para contar el camino recorrido hasta aquí. Para Petra Costa, la democracia en Brasil está amenazada y las fuerzas progresistas deben unirse contra la extrema derecha. El vértigo está sólo en el comienzo. “Ésta es la historia de un país que estamos heredando completamente roto”, finaliza.

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Intentando escapar de la luz que cae sobre el escenario, Petra Costa mantiene los ojos entrecerrados en una sala de conciertos en São Paulo, Brasil, a mediados de junio. El auditorio aguarda a la directora de Al filo de la democracia (Democracia en vertigem, título original en portugués), recientemente estrenado en Netflix. Luego de unos minutos, los reflectores se desplazan y ella consigue, al fin, ver al público ansioso por conocer los detalles del documental que The New York Times ha enlistado dentro de los diez mejores del año.

Costa desvela su obra: la concepción surgió de una frase: “Yo y la democracia brasileña tenemos casi la misma edad”, asegura. “Y creía que en nuestros treinta y pocos años estaríamos pisando tierra firme”. El documental, con una pizca de lamentación, expone las imágenes del archivo personal de la cineasta, aún bebé en 1984, cuando Brasil iniciaba su transición democrática luego de veinte años de dictadura militar. Al mezclar su vida personal con la política brasileña, Costa mantiene un estilo denominado como “cinema de ensayo”, amparada en su formación como antropóloga. “Quise mostrar las grietas de una narrativa colocándome en el centro de ella”, explica.

Desde su primera obra, Ojos de Resaca (2009), Mejor Cortometraje en el London International Documentary Festival, produjo un retrato poético sobre el amor y la vejez a partir de la perspectiva de sus abuelos, Vera y Gabriel. Tres años después, Elena fue un documental sobre la historia de su hermana mayor, Elena Andrade, que se suicidó en Nueva York, donde perseguía el sueño de ser actriz. La obra recibió una mención especial en el 28º Festival Internacional de Cine de Guadalajara. Pero fue en 2015 cuando Costa, en asociación con la danesa Lea Glob, dirigió el largometraje Olmo e a Gaivota, una travesía por el denso laberinto de Olivia, una actriz que se prepara para escenificar La Gaviota de Anton Chéjov cuando descubre que está embarazada.

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A lo largo de la cinta, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva aparece al teléfono hablando sobre el inminente impeachment de Dilma Rousseff, en 2016, acusada de pedaladas fiscais, por no transferir fondos del Tesoro Nacional a los bancos públicos para aliviar la situación fiscal del país. En otra escena, la misma Rousseff conversa con la madre de Petra, la militante política Marília Andrade, sobre “la libertad que sólo la clandestinidad proporciona”, al recordar los tiempos de la dictadura militar. Ambas estuvieron presas en la ciudad de Belo Horizonte, capital de Minas Gerais, al final de los años sesenta, acusadas de fortalecer la izquierda. Marília fue retenida por poco tiempo, pero Dilma fue torturada durante tres años hasta 1973.

“No tenía idea, al comenzar esta película, que podría ser tan doloroso perder un proyecto de país. El trauma y el dolor de mi relación con la democracia brasileña fueron mis guías”, confiesa Costa, quien además revela que sus abuelos fundaron una de las mayores empresas de construcción de Brasil, Andrade Gutierrez, involucrada directamente en los casos de corrupción por la operación Lava Jato, y que está negociando devolver 382 millones de dólares a Brasil.

La cinta ha sido elogiada por su narrativa. “Creo que internacionalmente se entendió poco de lo que aconteció en Brasil. Desde el inicio busqué el diálogo con el público internacional, porque sé que hay una visión más distanciada y menos apasionada de los hechos”, dice Costa.

Como un rompecabezas, Al filo de la democracia utiliza fragmentos del pasado para contar el camino recorrido hasta aquí. Para Petra Costa, la democracia en Brasil está amenazada y las fuerzas progresistas deben unirse contra la extrema derecha. El vértigo está sólo en el comienzo. “Ésta es la historia de un país que estamos heredando completamente roto”, finaliza.

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Costa desvela su obra: la concepción surgió de una frase: “Yo y la democracia brasileña tenemos casi la misma edad”, asegura. “Y creía que en nuestros treinta y pocos años estaríamos pisando tierra firme”. El documental, con una pizca de lamentación, expone las imágenes del archivo personal de la cineasta, aún bebé en 1984, cuando Brasil iniciaba su transición democrática luego de veinte años de dictadura militar. Al mezclar su vida personal con la política brasileña, Costa mantiene un estilo denominado como “cinema de ensayo”, amparada en su formación como antropóloga. “Quise mostrar las grietas de una narrativa colocándome en el centro de ella”, explica.

Desde su primera obra, Ojos de Resaca (2009), Mejor Cortometraje en el London International Documentary Festival, produjo un retrato poético sobre el amor y la vejez a partir de la perspectiva de sus abuelos, Vera y Gabriel. Tres años después, Elena fue un documental sobre la historia de su hermana mayor, Elena Andrade, que se suicidó en Nueva York, donde perseguía el sueño de ser actriz. La obra recibió una mención especial en el 28º Festival Internacional de Cine de Guadalajara. Pero fue en 2015 cuando Costa, en asociación con la danesa Lea Glob, dirigió el largometraje Olmo e a Gaivota, una travesía por el denso laberinto de Olivia, una actriz que se prepara para escenificar La Gaviota de Anton Chéjov cuando descubre que está embarazada.

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A lo largo de la cinta, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva aparece al teléfono hablando sobre el inminente impeachment de Dilma Rousseff, en 2016, acusada de pedaladas fiscais, por no transferir fondos del Tesoro Nacional a los bancos públicos para aliviar la situación fiscal del país. En otra escena, la misma Rousseff conversa con la madre de Petra, la militante política Marília Andrade, sobre “la libertad que sólo la clandestinidad proporciona”, al recordar los tiempos de la dictadura militar. Ambas estuvieron presas en la ciudad de Belo Horizonte, capital de Minas Gerais, al final de los años sesenta, acusadas de fortalecer la izquierda. Marília fue retenida por poco tiempo, pero Dilma fue torturada durante tres años hasta 1973.

“No tenía idea, al comenzar esta película, que podría ser tan doloroso perder un proyecto de país. El trauma y el dolor de mi relación con la democracia brasileña fueron mis guías”, confiesa Costa, quien además revela que sus abuelos fundaron una de las mayores empresas de construcción de Brasil, Andrade Gutierrez, involucrada directamente en los casos de corrupción por la operación Lava Jato, y que está negociando devolver 382 millones de dólares a Brasil.

La cinta ha sido elogiada por su narrativa. “Creo que internacionalmente se entendió poco de lo que aconteció en Brasil. Desde el inicio busqué el diálogo con el público internacional, porque sé que hay una visión más distanciada y menos apasionada de los hechos”, dice Costa.

Como un rompecabezas, Al filo de la democracia utiliza fragmentos del pasado para contar el camino recorrido hasta aquí. Para Petra Costa, la democracia en Brasil está amenazada y las fuerzas progresistas deben unirse contra la extrema derecha. El vértigo está sólo en el comienzo. “Ésta es la historia de un país que estamos heredando completamente roto”, finaliza.

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