A veinte años del estreno de Amélie: ¿Realmente es una buena película?

A veinte años del estreno de Amélie: ¿Realmente es una buena película?

Amélie, que en su momento se convirtió en la película francesa más taquillera de la historia, cumple veinte años. ¿Pero realmente es una buena película? Alonso Díaz de la Vega nos da su opinión al respecto.

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Cuando el cine francés sale a flote en alguna conversación, es muy probable que la primera imagen que venga a la mente de la mayoría de las personas sea la de una mujer joven de sonrisa pícara y ojos enormes, vestida con un suéter rojo y cabello corto estilo bob. Se trata de Amélie Poulain, por supuesto, la protagonista de una de las películas de origen francés más populares de la historia: Amélie del guionista y director Jean-Pierre Jeunet.

Han pasado veinte años desde que este largometraje fue estrenado en 2001. Desde entonces continúa proyectándose en festivales, autocinemas, foros al aire libre y hasta con orquesta en vivo.

¿Pero qué tiene esta película que ha cautivado de tal manera a los espectadores? El crítico de cine Alonso Díaz de la Vega tiene algunas teorías al respecto.

Para él, gran parte del éxito de Amélie viene del hecho de que la película otorga al espectador cierto grado de validación intelectual. “La mayoría de la gente no ve cine francés sino cine estadounidense, cine de Hollywood y algunas cosas del área industrial de sus respectivos países. Entonces si una persona ve una película francesa que le gusta y que la mueve se siente validado, de algún modo ya es un ‘intelectual’ por haber visto cine francés, que la mayoría de la gente no se atreve a ver”.

Dicha validación es posible, según el crítico, porque “alrededor de Amélie se ha construido una narrativa de que es una película imperfectible y maravillosa. Como suele pasar en el cine, se ha asumido como una obra maestra y como uno de los grandes exponentes del cine francés, cuando francamente no lo es”.

Esta narrativa está construida por múltiples factores, el primero de ellos es la expectativa. Según narra el periodista cinematográfico francés Frédéric Bonnaud en su reseña “The Amélie Effect”, publicada en 2001 por la revista Film Comment, “el milagro se comenzó a dar desde las primeras proyecciones de prensa: a todos les encantó, e incluso los críticos más duros aplaudieron con entusiasmo mientras lloraban de alegría […] periódicos serios como Libération y Le Monde participaron discretamente en la euforia general”.

Esto ayudó a que cuando la película de Jeunet fuera liberada al público general, en abril de 2001, se convirtiera en un éxito de taquilla inmediato, logrando vender en los siguientes meses de ese año siete millones y medio de entradas que se tradujeron a casi cuarenta millones de dólares en taquilla, según reporta el artículo de Bonnaud.

La película dio el salto a América a finales de ese año teniendo como estrategia comercial un “estreno limitado” en Estados Unidos y Canadá, es decir, que fue proyectada sólo en un grupo selecto de cines, normalmente ubicados en los principales puntos comerciales metropolitanos. Con esto, Amélie cumplió las reglas establecidas por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas para ser nominada a los premios Oscar. El largometraje francés obtuvo cinco nominaciones, no ganó ninguna estatuilla, pero sí más atención.

Finalmente, a principios de 2002, Amélie llegó a México y otros países de América Latina. Su itinerario internacional la llevó a recaudar aproximadamente ciento setenta y cuatro millones de dólares a nivel mundial, según el portal Box Office Mojo, convirtiéndola en la película francesa más taquillera de la historia, título que sostuvo hasta 2011, cuando se estrenó el filme Intouchables.

Díaz de la Vega explica que este tipo de éxitos comerciales, “se van produciendo por la interacción entre los espectadores y con la intervención de los mercadólogos. Estos factores producen cierta percepción sobre la película que ya no tiene que ver con cómo está hecha y cómo funciona en el espectador, sino con toda una cultura que trata la película como un bien de consumo y que la vende como tal”.

Pero para que hasta los críticos más duros y los periódicos más serios se rindieran ante la película de Jeunet, algo valioso debe haber en esos 122 minutos de contenido. La historia per se de una mesera de 23 años con una infancia traumática, que a través de actos de bondad se va abriendo al mundo hasta que finalmente encuentra el amor de pareja, puede no resultar del todo atrapante, sin embargo, para fortalecerla Jean-Pierre Jeunet se valió de un estilo cinematográfico fantástico y travieso que había forjado en películas anteriores como La ciudad de los niños perdidos (1995) y Delicatessen (1991).

“Es muy clara narrativamente hablando, es muy fácil relacionarse con ella y su excentricidad. No es enajenante como la excentricidad de Wong Kar-wai sino que es excéntrica de una manera tierna, de una manera conmovedora”, explica De la Vega a Gatopardo. Los movimientos drásticos de cámara, el afán simétrico de cada cuadro y la inquietante saturación de los colores verde, rojo y amarillo que crean una atmósfera cálida y romántica, son algunos de los elementos de Amélie que seducen la atención del espectador. A pesar de que en su momento “los medios, las premiaciones y los festivales crearon toda una narrativa alrededor de la película de que era algo innovador y original”, dice Díaz de la Vega, para comprender el método que uso el director Jean-Pierre Jeunet para fascinar a la audiencia, es indispensable reconocer que Amélie no es un origen, sino un producto del culmen de una época.

El crítico de cine identifica como uno de los principales referentes detrás de la película de Jeunet al movimiento cinematográfico de finales de los años cincuenta conocido como la Nueva Ola Francesa (Nouvelle Vague), en el que destacaron los directores François Truffaut, Jean-Luc Godard, Jacques Rivette y Claude Chabrol, creadores con un amplio bagaje cultural y teórico que labraron estilos propios, realmente innovadores, con la intención y el potencial de renovar el cine de su época pasándole por encima a las formulas preestablecidas. Otro referente es Cinéma du Look, corriente de los años ochenta y noventa que nació de la obsesión por lo visual, teniendo como sus máximos exponentes a Luc Besson, Jean-Jacques Beineix y Leos Carax.

Amélie es lo mejor del cine francés filtrado, es como ver una versión más accesible y actualizada de lo que fueron los años sesenta de la Nueva Ola Francesa”, asegura Díaz de la Vega para explicar que en cuestión técnica, Amélie remite a obras como Zazie en el metro (Louis Malle, 1960) y a Jules et Jim (François Truffaut, 1962). Al mismo tiempo, afirma, la película recurre al estilo europeo de hacer cine en los años noventa, década en que los realizadores se arrojaron por completo al espectáculo estético por encima de la complejidad dramática en cintas como El odio (1995) del propio Mathieu Kassovitz —quien interpreta a Nino Quincampoix, el gran amor de Amélie— y Le Grand Bleu (1988) del controvertido Luc Besson. “Amélie es la culminación de todo este estilo, llevado a lo más complaciente, a lo más comercial. No me parece una mala película pero creo que se aprovecha de las búsquedas de las anteriores y las recicla. Logra tener un éxito comercial entendiendo por qué las otras no habían triunfado con el público”, dice Díaz de la Vega. Para el crítico, uno de sus atributos más destacables es que ofrece al público masivo una entrada al cine de autor. “Aunque insisto en que Jeunet me parece un autor menor, al final sí es un autor y sí es una voz que al menos en esos años fue significativa en el cine francés y eso inevitablemente te lleva a ir conociendo otras cosas conforme vas descubriendo sus influencias”.

A pesar de las críticas existen, la cantidad de detractores no rasguña siquiera a la cifra de seguidores de Amélie. Hasta la fecha el distrito dieciocho de París, específicamente el barrio Montmartre, recibe hordas de visitantes curiosos por ver las locaciones donde Jeunet rodó su magnum opus. Su público, que no deja de crecer, la ha colocado en un lugar importante de la historia del cine mundial.

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