Cinco películas LGBTIQ+ latinoamericanas

Cinco películas LGBTIQ+ latinoamericanas

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21
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

Más allá de los éxitos comerciales anglosajones, lxs cineastas de América Latina también han explorado y representado historias de la diversidad sexual.

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de

Cuando se habla de cine LGBTIQ+ es usual que la G de los hombres gay sea la letra que despunta. Aunque la homosexualidad masculina ha preponderado como temática, su representación ha recibido críticas justas por la tendencia a la caricaturización, a presentarlos como personajes cómicos o como intelectuales adinerados y pervertidos; además, la salida del clóset y los finales trágicos han opacado a otras historias . Sin embargo, hay menos cintas sobre lesbianas –quizá algunes recuerden Lost and Delirious (2001), criticada por su casting, construcción de personajes y, sobre todo, por su desenlace, a saber: el amor lésbico, parece decir la trama, sólo puede terminar en sufrimiento y suicidio–. En las últimas décadas han sobresalido ciertas películas sobre las identidades trans –como la clásica y aclamada Boys don’t cry (1999) y, de manera más reciente, The Danish girl (2015)–, pero hay muchos menos filmes sobre personas no binarias y cuir.

El cine, entre muchas otras cosas, puede ser un modelo alternativo para abordar la diversidad sexual a partir de nociones críticas, por ejemplo: ¿Es adecuado que un actor o una actriz heterosexual y cisgénero interprete a un personaje LGBTIQ+?, ¿es reduccionista que una película sobre una persona trans se limite únicamente a ese aspecto de su vida? ¿Y qué decir del predominio anglosajón en el cine comercial? Fácil: No todes vivimos la diversidad sexual dentro de los departamentos fabulosos en Manhattan o en los barrios cool de Los Ángeles. Frente a ello, les cineastas latinoamericanes han mostrado narrativas locales sobre lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales que suelen pasar desapercibidas entre los espectadores del gran público. Quizá un buen primer paso sea recuperar cinco películas latinoamericanas LGBTIQ+ que se concentran en las realidades de nuestros países.

Una mujer fantástica (Chile, 2017)
“Es un derecho humano básico despedirse de una persona querida cuando se muere, ¿o no?”, se pregunta Marina Vidal después de que la corren del funeral de su novio. El futuro y la estabilidad que Marina, una mujer trans, tenía con Orlando –veinte años mayor que ella– se resquebrajan cuando él muere debido a un aneurisma cerebral. La protagonista se ve obligada a enfrentar la transfobia de la exesposa de Orlando, de su familia y de los médicos y las autoridades que buscan culparla de la muerte de Orlando.

Una mujer fantástica, dirigida por Sebastián Lelio y coescrita entre él y Gonzalo Maza, es el compendio de una historia de amor y duelo, pero también es una estampa del rechazo y las vejaciones que viven las personas trans en sus círculos sociales y ante los órganos del gobierno. Éste fue el primer largometraje chileno en ganar el Óscar a la mejor película extranjera en 2018, además de un Oso de Plata por el mejor guion en el Festival de Cine de Berlín de 2017.

Hoy quiero volver solo (Brasil, 2014)
En el año 2010 Daniel Ribeiro escribió, dirigió y produjo el cortometraje No quiero volver solo. En 17 minutos el director brasileño esbozó la historia de Leonardo, un joven invidente, cuya relación con su mejor amiga Gi se ve sacudida por la llegada de Gabriel, un nuevo estudiante de la escuela a la que asisten. Leonardo no sólo hace un nuevo amigo, sino que termina por enamorarse de él.

Este cortometraje fue el preludio de lo que cuatro años más tarde se convertiría en la ópera prima de Ribeiro: Hoy quiero volver solo, largometraje en que retoma la historia de Leonardo, Gi y Gabriel. Entre la discriminación que enfrentan las personas con discapacidad, el descubrimiento de la homosexualidad y la sobreprotección y la emancipación familiar, esta película conserva el halo de ligereza, frescura, humor y dulzura que caracteriza aquel primer cortometraje. La historia, entrañable y llena de intensidad, muestra la adolescencia según los ojos de Leonardo, Gabriel y Gi.

Carmín Tropical (México, 2014)
Un crimen sin resolver, un personaje que se enfrenta a un ambiente violento y corrupto y un fatalismo omnipresente. Carmín Tropical cuenta con características que la insertan en el cine negro, sin embargo, la singularidad de esta película, dirigida, escrita y coproducida por Rigoberto Perezcano, está en su protagonista: Mabel, unx muxe que regresa a Juchitán, Oaxaca, donde se quedó su amiga Daniela, también muxe, asesinadx violentamente. Mabel intentará averiguar quién mató a Daniela y lidiará con el reencuentro de Juchitán, lo que dejó atrás y su vida fuera del pueblo natal.

El niño pez (Argentina, 2009)
Lucía Puenzo, escritora, directora y guionista argentina, tenía sólo 23 años cuando publicó su primera novela: El niño pez (2004). Ésta narra la historia de amor entre Lala, una adolescente adinerada que vive en el vecindario más acomodado de Buenos Aires, y la mucama paraguaya que limpia su casa, la Guayi. Profundamente enamoradas, planean una vida frente al lago de Ypacaraí, en Paraguay. Sin embargo, varios acontecimientos interfieren con este sueño.

Cinco años después, la propia Puenzo adaptó su novela como largometraje. El niño pez es la travesía de un idilio lésbico que pasa de ser una aventura apasionante por la carretera que une a Argentina con Paraguay a convertirse en una historia desgarradora sobre traumas del pasado, la violencia sexual y la marginación.

XXY (Argentina, Francia, España y Uruguay, 2007)
En su debut cinematográfico como directora, Lucia Puenzo abordó la identidad intersexual mediante la historia de Alex, un adolescente de 15 años que fue aislado por sus padres en una cabaña remota frente al mar de Piriápolis, en Uruguay, por la diferencia de su cuerpo. Ellos deciden criar a Alex como mujer, protegerla del rechazo social y esperar a que sea más grande para que decida si quiere ser hombre o mujer. Pero la visita de unos amigos de sus padres, acompañados de su hijo adolescente, desatan en Alex la búsqueda y el reconocimiento de una identidad autónoma que desafía sus concepciones binarias. La mirada humana de Lucía Puenzo le valió el Gran Premio de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes en el 2007.
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Más allá de los éxitos comerciales anglosajones, lxs cineastas de América Latina también han explorado y representado historias de la diversidad sexual.

Cuando se habla de cine LGBTIQ+ es usual que la G de los hombres gay sea la letra que despunta. Aunque la homosexualidad masculina ha preponderado como temática, su representación ha recibido críticas justas por la tendencia a la caricaturización, a presentarlos como personajes cómicos o como intelectuales adinerados y pervertidos; además, la salida del clóset y los finales trágicos han opacado a otras historias . Sin embargo, hay menos cintas sobre lesbianas –quizá algunes recuerden Lost and Delirious (2001), criticada por su casting, construcción de personajes y, sobre todo, por su desenlace, a saber: el amor lésbico, parece decir la trama, sólo puede terminar en sufrimiento y suicidio–. En las últimas décadas han sobresalido ciertas películas sobre las identidades trans –como la clásica y aclamada Boys don’t cry (1999) y, de manera más reciente, The Danish girl (2015)–, pero hay muchos menos filmes sobre personas no binarias y cuir.

El cine, entre muchas otras cosas, puede ser un modelo alternativo para abordar la diversidad sexual a partir de nociones críticas, por ejemplo: ¿Es adecuado que un actor o una actriz heterosexual y cisgénero interprete a un personaje LGBTIQ+?, ¿es reduccionista que una película sobre una persona trans se limite únicamente a ese aspecto de su vida? ¿Y qué decir del predominio anglosajón en el cine comercial? Fácil: No todes vivimos la diversidad sexual dentro de los departamentos fabulosos en Manhattan o en los barrios cool de Los Ángeles. Frente a ello, les cineastas latinoamericanes han mostrado narrativas locales sobre lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales que suelen pasar desapercibidas entre los espectadores del gran público. Quizá un buen primer paso sea recuperar cinco películas latinoamericanas LGBTIQ+ que se concentran en las realidades de nuestros países.

Una mujer fantástica (Chile, 2017)
“Es un derecho humano básico despedirse de una persona querida cuando se muere, ¿o no?”, se pregunta Marina Vidal después de que la corren del funeral de su novio. El futuro y la estabilidad que Marina, una mujer trans, tenía con Orlando –veinte años mayor que ella– se resquebrajan cuando él muere debido a un aneurisma cerebral. La protagonista se ve obligada a enfrentar la transfobia de la exesposa de Orlando, de su familia y de los médicos y las autoridades que buscan culparla de la muerte de Orlando.

Una mujer fantástica, dirigida por Sebastián Lelio y coescrita entre él y Gonzalo Maza, es el compendio de una historia de amor y duelo, pero también es una estampa del rechazo y las vejaciones que viven las personas trans en sus círculos sociales y ante los órganos del gobierno. Éste fue el primer largometraje chileno en ganar el Óscar a la mejor película extranjera en 2018, además de un Oso de Plata por el mejor guion en el Festival de Cine de Berlín de 2017.

Hoy quiero volver solo (Brasil, 2014)
En el año 2010 Daniel Ribeiro escribió, dirigió y produjo el cortometraje No quiero volver solo. En 17 minutos el director brasileño esbozó la historia de Leonardo, un joven invidente, cuya relación con su mejor amiga Gi se ve sacudida por la llegada de Gabriel, un nuevo estudiante de la escuela a la que asisten. Leonardo no sólo hace un nuevo amigo, sino que termina por enamorarse de él.

Este cortometraje fue el preludio de lo que cuatro años más tarde se convertiría en la ópera prima de Ribeiro: Hoy quiero volver solo, largometraje en que retoma la historia de Leonardo, Gi y Gabriel. Entre la discriminación que enfrentan las personas con discapacidad, el descubrimiento de la homosexualidad y la sobreprotección y la emancipación familiar, esta película conserva el halo de ligereza, frescura, humor y dulzura que caracteriza aquel primer cortometraje. La historia, entrañable y llena de intensidad, muestra la adolescencia según los ojos de Leonardo, Gabriel y Gi.

Carmín Tropical (México, 2014)
Un crimen sin resolver, un personaje que se enfrenta a un ambiente violento y corrupto y un fatalismo omnipresente. Carmín Tropical cuenta con características que la insertan en el cine negro, sin embargo, la singularidad de esta película, dirigida, escrita y coproducida por Rigoberto Perezcano, está en su protagonista: Mabel, unx muxe que regresa a Juchitán, Oaxaca, donde se quedó su amiga Daniela, también muxe, asesinadx violentamente. Mabel intentará averiguar quién mató a Daniela y lidiará con el reencuentro de Juchitán, lo que dejó atrás y su vida fuera del pueblo natal.

El niño pez (Argentina, 2009)
Lucía Puenzo, escritora, directora y guionista argentina, tenía sólo 23 años cuando publicó su primera novela: El niño pez (2004). Ésta narra la historia de amor entre Lala, una adolescente adinerada que vive en el vecindario más acomodado de Buenos Aires, y la mucama paraguaya que limpia su casa, la Guayi. Profundamente enamoradas, planean una vida frente al lago de Ypacaraí, en Paraguay. Sin embargo, varios acontecimientos interfieren con este sueño.

Cinco años después, la propia Puenzo adaptó su novela como largometraje. El niño pez es la travesía de un idilio lésbico que pasa de ser una aventura apasionante por la carretera que une a Argentina con Paraguay a convertirse en una historia desgarradora sobre traumas del pasado, la violencia sexual y la marginación.

XXY (Argentina, Francia, España y Uruguay, 2007)
En su debut cinematográfico como directora, Lucia Puenzo abordó la identidad intersexual mediante la historia de Alex, un adolescente de 15 años que fue aislado por sus padres en una cabaña remota frente al mar de Piriápolis, en Uruguay, por la diferencia de su cuerpo. Ellos deciden criar a Alex como mujer, protegerla del rechazo social y esperar a que sea más grande para que decida si quiere ser hombre o mujer. Pero la visita de unos amigos de sus padres, acompañados de su hijo adolescente, desatan en Alex la búsqueda y el reconocimiento de una identidad autónoma que desafía sus concepciones binarias. La mirada humana de Lucía Puenzo le valió el Gran Premio de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes en el 2007.
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Más allá de los éxitos comerciales anglosajones, lxs cineastas de América Latina también han explorado y representado historias de la diversidad sexual.

Cuando se habla de cine LGBTIQ+ es usual que la G de los hombres gay sea la letra que despunta. Aunque la homosexualidad masculina ha preponderado como temática, su representación ha recibido críticas justas por la tendencia a la caricaturización, a presentarlos como personajes cómicos o como intelectuales adinerados y pervertidos; además, la salida del clóset y los finales trágicos han opacado a otras historias . Sin embargo, hay menos cintas sobre lesbianas –quizá algunes recuerden Lost and Delirious (2001), criticada por su casting, construcción de personajes y, sobre todo, por su desenlace, a saber: el amor lésbico, parece decir la trama, sólo puede terminar en sufrimiento y suicidio–. En las últimas décadas han sobresalido ciertas películas sobre las identidades trans –como la clásica y aclamada Boys don’t cry (1999) y, de manera más reciente, The Danish girl (2015)–, pero hay muchos menos filmes sobre personas no binarias y cuir.

El cine, entre muchas otras cosas, puede ser un modelo alternativo para abordar la diversidad sexual a partir de nociones críticas, por ejemplo: ¿Es adecuado que un actor o una actriz heterosexual y cisgénero interprete a un personaje LGBTIQ+?, ¿es reduccionista que una película sobre una persona trans se limite únicamente a ese aspecto de su vida? ¿Y qué decir del predominio anglosajón en el cine comercial? Fácil: No todes vivimos la diversidad sexual dentro de los departamentos fabulosos en Manhattan o en los barrios cool de Los Ángeles. Frente a ello, les cineastas latinoamericanes han mostrado narrativas locales sobre lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales que suelen pasar desapercibidas entre los espectadores del gran público. Quizá un buen primer paso sea recuperar cinco películas latinoamericanas LGBTIQ+ que se concentran en las realidades de nuestros países.

Una mujer fantástica (Chile, 2017)
“Es un derecho humano básico despedirse de una persona querida cuando se muere, ¿o no?”, se pregunta Marina Vidal después de que la corren del funeral de su novio. El futuro y la estabilidad que Marina, una mujer trans, tenía con Orlando –veinte años mayor que ella– se resquebrajan cuando él muere debido a un aneurisma cerebral. La protagonista se ve obligada a enfrentar la transfobia de la exesposa de Orlando, de su familia y de los médicos y las autoridades que buscan culparla de la muerte de Orlando.

Una mujer fantástica, dirigida por Sebastián Lelio y coescrita entre él y Gonzalo Maza, es el compendio de una historia de amor y duelo, pero también es una estampa del rechazo y las vejaciones que viven las personas trans en sus círculos sociales y ante los órganos del gobierno. Éste fue el primer largometraje chileno en ganar el Óscar a la mejor película extranjera en 2018, además de un Oso de Plata por el mejor guion en el Festival de Cine de Berlín de 2017.

Hoy quiero volver solo (Brasil, 2014)
En el año 2010 Daniel Ribeiro escribió, dirigió y produjo el cortometraje No quiero volver solo. En 17 minutos el director brasileño esbozó la historia de Leonardo, un joven invidente, cuya relación con su mejor amiga Gi se ve sacudida por la llegada de Gabriel, un nuevo estudiante de la escuela a la que asisten. Leonardo no sólo hace un nuevo amigo, sino que termina por enamorarse de él.

Este cortometraje fue el preludio de lo que cuatro años más tarde se convertiría en la ópera prima de Ribeiro: Hoy quiero volver solo, largometraje en que retoma la historia de Leonardo, Gi y Gabriel. Entre la discriminación que enfrentan las personas con discapacidad, el descubrimiento de la homosexualidad y la sobreprotección y la emancipación familiar, esta película conserva el halo de ligereza, frescura, humor y dulzura que caracteriza aquel primer cortometraje. La historia, entrañable y llena de intensidad, muestra la adolescencia según los ojos de Leonardo, Gabriel y Gi.

Carmín Tropical (México, 2014)
Un crimen sin resolver, un personaje que se enfrenta a un ambiente violento y corrupto y un fatalismo omnipresente. Carmín Tropical cuenta con características que la insertan en el cine negro, sin embargo, la singularidad de esta película, dirigida, escrita y coproducida por Rigoberto Perezcano, está en su protagonista: Mabel, unx muxe que regresa a Juchitán, Oaxaca, donde se quedó su amiga Daniela, también muxe, asesinadx violentamente. Mabel intentará averiguar quién mató a Daniela y lidiará con el reencuentro de Juchitán, lo que dejó atrás y su vida fuera del pueblo natal.

El niño pez (Argentina, 2009)
Lucía Puenzo, escritora, directora y guionista argentina, tenía sólo 23 años cuando publicó su primera novela: El niño pez (2004). Ésta narra la historia de amor entre Lala, una adolescente adinerada que vive en el vecindario más acomodado de Buenos Aires, y la mucama paraguaya que limpia su casa, la Guayi. Profundamente enamoradas, planean una vida frente al lago de Ypacaraí, en Paraguay. Sin embargo, varios acontecimientos interfieren con este sueño.

Cinco años después, la propia Puenzo adaptó su novela como largometraje. El niño pez es la travesía de un idilio lésbico que pasa de ser una aventura apasionante por la carretera que une a Argentina con Paraguay a convertirse en una historia desgarradora sobre traumas del pasado, la violencia sexual y la marginación.

XXY (Argentina, Francia, España y Uruguay, 2007)
En su debut cinematográfico como directora, Lucia Puenzo abordó la identidad intersexual mediante la historia de Alex, un adolescente de 15 años que fue aislado por sus padres en una cabaña remota frente al mar de Piriápolis, en Uruguay, por la diferencia de su cuerpo. Ellos deciden criar a Alex como mujer, protegerla del rechazo social y esperar a que sea más grande para que decida si quiere ser hombre o mujer. Pero la visita de unos amigos de sus padres, acompañados de su hijo adolescente, desatan en Alex la búsqueda y el reconocimiento de una identidad autónoma que desafía sus concepciones binarias. La mirada humana de Lucía Puenzo le valió el Gran Premio de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes en el 2007.
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Más allá de los éxitos comerciales anglosajones, lxs cineastas de América Latina también han explorado y representado historias de la diversidad sexual.

Cuando se habla de cine LGBTIQ+ es usual que la G de los hombres gay sea la letra que despunta. Aunque la homosexualidad masculina ha preponderado como temática, su representación ha recibido críticas justas por la tendencia a la caricaturización, a presentarlos como personajes cómicos o como intelectuales adinerados y pervertidos; además, la salida del clóset y los finales trágicos han opacado a otras historias . Sin embargo, hay menos cintas sobre lesbianas –quizá algunes recuerden Lost and Delirious (2001), criticada por su casting, construcción de personajes y, sobre todo, por su desenlace, a saber: el amor lésbico, parece decir la trama, sólo puede terminar en sufrimiento y suicidio–. En las últimas décadas han sobresalido ciertas películas sobre las identidades trans –como la clásica y aclamada Boys don’t cry (1999) y, de manera más reciente, The Danish girl (2015)–, pero hay muchos menos filmes sobre personas no binarias y cuir.

El cine, entre muchas otras cosas, puede ser un modelo alternativo para abordar la diversidad sexual a partir de nociones críticas, por ejemplo: ¿Es adecuado que un actor o una actriz heterosexual y cisgénero interprete a un personaje LGBTIQ+?, ¿es reduccionista que una película sobre una persona trans se limite únicamente a ese aspecto de su vida? ¿Y qué decir del predominio anglosajón en el cine comercial? Fácil: No todes vivimos la diversidad sexual dentro de los departamentos fabulosos en Manhattan o en los barrios cool de Los Ángeles. Frente a ello, les cineastas latinoamericanes han mostrado narrativas locales sobre lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales que suelen pasar desapercibidas entre los espectadores del gran público. Quizá un buen primer paso sea recuperar cinco películas latinoamericanas LGBTIQ+ que se concentran en las realidades de nuestros países.

Una mujer fantástica (Chile, 2017)
“Es un derecho humano básico despedirse de una persona querida cuando se muere, ¿o no?”, se pregunta Marina Vidal después de que la corren del funeral de su novio. El futuro y la estabilidad que Marina, una mujer trans, tenía con Orlando –veinte años mayor que ella– se resquebrajan cuando él muere debido a un aneurisma cerebral. La protagonista se ve obligada a enfrentar la transfobia de la exesposa de Orlando, de su familia y de los médicos y las autoridades que buscan culparla de la muerte de Orlando.

Una mujer fantástica, dirigida por Sebastián Lelio y coescrita entre él y Gonzalo Maza, es el compendio de una historia de amor y duelo, pero también es una estampa del rechazo y las vejaciones que viven las personas trans en sus círculos sociales y ante los órganos del gobierno. Éste fue el primer largometraje chileno en ganar el Óscar a la mejor película extranjera en 2018, además de un Oso de Plata por el mejor guion en el Festival de Cine de Berlín de 2017.

Hoy quiero volver solo (Brasil, 2014)
En el año 2010 Daniel Ribeiro escribió, dirigió y produjo el cortometraje No quiero volver solo. En 17 minutos el director brasileño esbozó la historia de Leonardo, un joven invidente, cuya relación con su mejor amiga Gi se ve sacudida por la llegada de Gabriel, un nuevo estudiante de la escuela a la que asisten. Leonardo no sólo hace un nuevo amigo, sino que termina por enamorarse de él.

Este cortometraje fue el preludio de lo que cuatro años más tarde se convertiría en la ópera prima de Ribeiro: Hoy quiero volver solo, largometraje en que retoma la historia de Leonardo, Gi y Gabriel. Entre la discriminación que enfrentan las personas con discapacidad, el descubrimiento de la homosexualidad y la sobreprotección y la emancipación familiar, esta película conserva el halo de ligereza, frescura, humor y dulzura que caracteriza aquel primer cortometraje. La historia, entrañable y llena de intensidad, muestra la adolescencia según los ojos de Leonardo, Gabriel y Gi.

Carmín Tropical (México, 2014)
Un crimen sin resolver, un personaje que se enfrenta a un ambiente violento y corrupto y un fatalismo omnipresente. Carmín Tropical cuenta con características que la insertan en el cine negro, sin embargo, la singularidad de esta película, dirigida, escrita y coproducida por Rigoberto Perezcano, está en su protagonista: Mabel, unx muxe que regresa a Juchitán, Oaxaca, donde se quedó su amiga Daniela, también muxe, asesinadx violentamente. Mabel intentará averiguar quién mató a Daniela y lidiará con el reencuentro de Juchitán, lo que dejó atrás y su vida fuera del pueblo natal.

El niño pez (Argentina, 2009)
Lucía Puenzo, escritora, directora y guionista argentina, tenía sólo 23 años cuando publicó su primera novela: El niño pez (2004). Ésta narra la historia de amor entre Lala, una adolescente adinerada que vive en el vecindario más acomodado de Buenos Aires, y la mucama paraguaya que limpia su casa, la Guayi. Profundamente enamoradas, planean una vida frente al lago de Ypacaraí, en Paraguay. Sin embargo, varios acontecimientos interfieren con este sueño.

Cinco años después, la propia Puenzo adaptó su novela como largometraje. El niño pez es la travesía de un idilio lésbico que pasa de ser una aventura apasionante por la carretera que une a Argentina con Paraguay a convertirse en una historia desgarradora sobre traumas del pasado, la violencia sexual y la marginación.

XXY (Argentina, Francia, España y Uruguay, 2007)
En su debut cinematográfico como directora, Lucia Puenzo abordó la identidad intersexual mediante la historia de Alex, un adolescente de 15 años que fue aislado por sus padres en una cabaña remota frente al mar de Piriápolis, en Uruguay, por la diferencia de su cuerpo. Ellos deciden criar a Alex como mujer, protegerla del rechazo social y esperar a que sea más grande para que decida si quiere ser hombre o mujer. Pero la visita de unos amigos de sus padres, acompañados de su hijo adolescente, desatan en Alex la búsqueda y el reconocimiento de una identidad autónoma que desafía sus concepciones binarias. La mirada humana de Lucía Puenzo le valió el Gran Premio de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes en el 2007.
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Cuando se habla de cine LGBTIQ+ es usual que la G de los hombres gay sea la letra que despunta. Aunque la homosexualidad masculina ha preponderado como temática, su representación ha recibido críticas justas por la tendencia a la caricaturización, a presentarlos como personajes cómicos o como intelectuales adinerados y pervertidos; además, la salida del clóset y los finales trágicos han opacado a otras historias . Sin embargo, hay menos cintas sobre lesbianas –quizá algunes recuerden Lost and Delirious (2001), criticada por su casting, construcción de personajes y, sobre todo, por su desenlace, a saber: el amor lésbico, parece decir la trama, sólo puede terminar en sufrimiento y suicidio–. En las últimas décadas han sobresalido ciertas películas sobre las identidades trans –como la clásica y aclamada Boys don’t cry (1999) y, de manera más reciente, The Danish girl (2015)–, pero hay muchos menos filmes sobre personas no binarias y cuir.

El cine, entre muchas otras cosas, puede ser un modelo alternativo para abordar la diversidad sexual a partir de nociones críticas, por ejemplo: ¿Es adecuado que un actor o una actriz heterosexual y cisgénero interprete a un personaje LGBTIQ+?, ¿es reduccionista que una película sobre una persona trans se limite únicamente a ese aspecto de su vida? ¿Y qué decir del predominio anglosajón en el cine comercial? Fácil: No todes vivimos la diversidad sexual dentro de los departamentos fabulosos en Manhattan o en los barrios cool de Los Ángeles. Frente a ello, les cineastas latinoamericanes han mostrado narrativas locales sobre lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales que suelen pasar desapercibidas entre los espectadores del gran público. Quizá un buen primer paso sea recuperar cinco películas latinoamericanas LGBTIQ+ que se concentran en las realidades de nuestros países.

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“Es un derecho humano básico despedirse de una persona querida cuando se muere, ¿o no?”, se pregunta Marina Vidal después de que la corren del funeral de su novio. El futuro y la estabilidad que Marina, una mujer trans, tenía con Orlando –veinte años mayor que ella– se resquebrajan cuando él muere debido a un aneurisma cerebral. La protagonista se ve obligada a enfrentar la transfobia de la exesposa de Orlando, de su familia y de los médicos y las autoridades que buscan culparla de la muerte de Orlando.

Una mujer fantástica, dirigida por Sebastián Lelio y coescrita entre él y Gonzalo Maza, es el compendio de una historia de amor y duelo, pero también es una estampa del rechazo y las vejaciones que viven las personas trans en sus círculos sociales y ante los órganos del gobierno. Éste fue el primer largometraje chileno en ganar el Óscar a la mejor película extranjera en 2018, además de un Oso de Plata por el mejor guion en el Festival de Cine de Berlín de 2017.

Hoy quiero volver solo (Brasil, 2014)
En el año 2010 Daniel Ribeiro escribió, dirigió y produjo el cortometraje No quiero volver solo. En 17 minutos el director brasileño esbozó la historia de Leonardo, un joven invidente, cuya relación con su mejor amiga Gi se ve sacudida por la llegada de Gabriel, un nuevo estudiante de la escuela a la que asisten. Leonardo no sólo hace un nuevo amigo, sino que termina por enamorarse de él.

Este cortometraje fue el preludio de lo que cuatro años más tarde se convertiría en la ópera prima de Ribeiro: Hoy quiero volver solo, largometraje en que retoma la historia de Leonardo, Gi y Gabriel. Entre la discriminación que enfrentan las personas con discapacidad, el descubrimiento de la homosexualidad y la sobreprotección y la emancipación familiar, esta película conserva el halo de ligereza, frescura, humor y dulzura que caracteriza aquel primer cortometraje. La historia, entrañable y llena de intensidad, muestra la adolescencia según los ojos de Leonardo, Gabriel y Gi.

Carmín Tropical (México, 2014)
Un crimen sin resolver, un personaje que se enfrenta a un ambiente violento y corrupto y un fatalismo omnipresente. Carmín Tropical cuenta con características que la insertan en el cine negro, sin embargo, la singularidad de esta película, dirigida, escrita y coproducida por Rigoberto Perezcano, está en su protagonista: Mabel, unx muxe que regresa a Juchitán, Oaxaca, donde se quedó su amiga Daniela, también muxe, asesinadx violentamente. Mabel intentará averiguar quién mató a Daniela y lidiará con el reencuentro de Juchitán, lo que dejó atrás y su vida fuera del pueblo natal.

El niño pez (Argentina, 2009)
Lucía Puenzo, escritora, directora y guionista argentina, tenía sólo 23 años cuando publicó su primera novela: El niño pez (2004). Ésta narra la historia de amor entre Lala, una adolescente adinerada que vive en el vecindario más acomodado de Buenos Aires, y la mucama paraguaya que limpia su casa, la Guayi. Profundamente enamoradas, planean una vida frente al lago de Ypacaraí, en Paraguay. Sin embargo, varios acontecimientos interfieren con este sueño.

Cinco años después, la propia Puenzo adaptó su novela como largometraje. El niño pez es la travesía de un idilio lésbico que pasa de ser una aventura apasionante por la carretera que une a Argentina con Paraguay a convertirse en una historia desgarradora sobre traumas del pasado, la violencia sexual y la marginación.

XXY (Argentina, Francia, España y Uruguay, 2007)
En su debut cinematográfico como directora, Lucia Puenzo abordó la identidad intersexual mediante la historia de Alex, un adolescente de 15 años que fue aislado por sus padres en una cabaña remota frente al mar de Piriápolis, en Uruguay, por la diferencia de su cuerpo. Ellos deciden criar a Alex como mujer, protegerla del rechazo social y esperar a que sea más grande para que decida si quiere ser hombre o mujer. Pero la visita de unos amigos de sus padres, acompañados de su hijo adolescente, desatan en Alex la búsqueda y el reconocimiento de una identidad autónoma que desafía sus concepciones binarias. La mirada humana de Lucía Puenzo le valió el Gran Premio de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes en el 2007.
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Cuando se habla de cine LGBTIQ+ es usual que la G de los hombres gay sea la letra que despunta. Aunque la homosexualidad masculina ha preponderado como temática, su representación ha recibido críticas justas por la tendencia a la caricaturización, a presentarlos como personajes cómicos o como intelectuales adinerados y pervertidos; además, la salida del clóset y los finales trágicos han opacado a otras historias . Sin embargo, hay menos cintas sobre lesbianas –quizá algunes recuerden Lost and Delirious (2001), criticada por su casting, construcción de personajes y, sobre todo, por su desenlace, a saber: el amor lésbico, parece decir la trama, sólo puede terminar en sufrimiento y suicidio–. En las últimas décadas han sobresalido ciertas películas sobre las identidades trans –como la clásica y aclamada Boys don’t cry (1999) y, de manera más reciente, The Danish girl (2015)–, pero hay muchos menos filmes sobre personas no binarias y cuir.

El cine, entre muchas otras cosas, puede ser un modelo alternativo para abordar la diversidad sexual a partir de nociones críticas, por ejemplo: ¿Es adecuado que un actor o una actriz heterosexual y cisgénero interprete a un personaje LGBTIQ+?, ¿es reduccionista que una película sobre una persona trans se limite únicamente a ese aspecto de su vida? ¿Y qué decir del predominio anglosajón en el cine comercial? Fácil: No todes vivimos la diversidad sexual dentro de los departamentos fabulosos en Manhattan o en los barrios cool de Los Ángeles. Frente a ello, les cineastas latinoamericanes han mostrado narrativas locales sobre lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales que suelen pasar desapercibidas entre los espectadores del gran público. Quizá un buen primer paso sea recuperar cinco películas latinoamericanas LGBTIQ+ que se concentran en las realidades de nuestros países.

Una mujer fantástica (Chile, 2017)
“Es un derecho humano básico despedirse de una persona querida cuando se muere, ¿o no?”, se pregunta Marina Vidal después de que la corren del funeral de su novio. El futuro y la estabilidad que Marina, una mujer trans, tenía con Orlando –veinte años mayor que ella– se resquebrajan cuando él muere debido a un aneurisma cerebral. La protagonista se ve obligada a enfrentar la transfobia de la exesposa de Orlando, de su familia y de los médicos y las autoridades que buscan culparla de la muerte de Orlando.

Una mujer fantástica, dirigida por Sebastián Lelio y coescrita entre él y Gonzalo Maza, es el compendio de una historia de amor y duelo, pero también es una estampa del rechazo y las vejaciones que viven las personas trans en sus círculos sociales y ante los órganos del gobierno. Éste fue el primer largometraje chileno en ganar el Óscar a la mejor película extranjera en 2018, además de un Oso de Plata por el mejor guion en el Festival de Cine de Berlín de 2017.

Hoy quiero volver solo (Brasil, 2014)
En el año 2010 Daniel Ribeiro escribió, dirigió y produjo el cortometraje No quiero volver solo. En 17 minutos el director brasileño esbozó la historia de Leonardo, un joven invidente, cuya relación con su mejor amiga Gi se ve sacudida por la llegada de Gabriel, un nuevo estudiante de la escuela a la que asisten. Leonardo no sólo hace un nuevo amigo, sino que termina por enamorarse de él.

Este cortometraje fue el preludio de lo que cuatro años más tarde se convertiría en la ópera prima de Ribeiro: Hoy quiero volver solo, largometraje en que retoma la historia de Leonardo, Gi y Gabriel. Entre la discriminación que enfrentan las personas con discapacidad, el descubrimiento de la homosexualidad y la sobreprotección y la emancipación familiar, esta película conserva el halo de ligereza, frescura, humor y dulzura que caracteriza aquel primer cortometraje. La historia, entrañable y llena de intensidad, muestra la adolescencia según los ojos de Leonardo, Gabriel y Gi.

Carmín Tropical (México, 2014)
Un crimen sin resolver, un personaje que se enfrenta a un ambiente violento y corrupto y un fatalismo omnipresente. Carmín Tropical cuenta con características que la insertan en el cine negro, sin embargo, la singularidad de esta película, dirigida, escrita y coproducida por Rigoberto Perezcano, está en su protagonista: Mabel, unx muxe que regresa a Juchitán, Oaxaca, donde se quedó su amiga Daniela, también muxe, asesinadx violentamente. Mabel intentará averiguar quién mató a Daniela y lidiará con el reencuentro de Juchitán, lo que dejó atrás y su vida fuera del pueblo natal.

El niño pez (Argentina, 2009)
Lucía Puenzo, escritora, directora y guionista argentina, tenía sólo 23 años cuando publicó su primera novela: El niño pez (2004). Ésta narra la historia de amor entre Lala, una adolescente adinerada que vive en el vecindario más acomodado de Buenos Aires, y la mucama paraguaya que limpia su casa, la Guayi. Profundamente enamoradas, planean una vida frente al lago de Ypacaraí, en Paraguay. Sin embargo, varios acontecimientos interfieren con este sueño.

Cinco años después, la propia Puenzo adaptó su novela como largometraje. El niño pez es la travesía de un idilio lésbico que pasa de ser una aventura apasionante por la carretera que une a Argentina con Paraguay a convertirse en una historia desgarradora sobre traumas del pasado, la violencia sexual y la marginación.

XXY (Argentina, Francia, España y Uruguay, 2007)
En su debut cinematográfico como directora, Lucia Puenzo abordó la identidad intersexual mediante la historia de Alex, un adolescente de 15 años que fue aislado por sus padres en una cabaña remota frente al mar de Piriápolis, en Uruguay, por la diferencia de su cuerpo. Ellos deciden criar a Alex como mujer, protegerla del rechazo social y esperar a que sea más grande para que decida si quiere ser hombre o mujer. Pero la visita de unos amigos de sus padres, acompañados de su hijo adolescente, desatan en Alex la búsqueda y el reconocimiento de una identidad autónoma que desafía sus concepciones binarias. La mirada humana de Lucía Puenzo le valió el Gran Premio de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes en el 2007.
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