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Ideales y prácticas para una industria turística sanadora

Ideales y prácticas para una industria turística sanadora

Texto de
Fotografía de
Realización de
Ilustración de
Traducción de
Punta Sur: manglares, playas, interés arqueológico. Es una de las zonas mejor preservadas de Cozumel, símbolo de la necesidad de preservación y regeneración de la isla.
11
.
02
.
25
AAAA
Tiempo de Lectura: 00 min

Algo se está tejiendo en Cozumel: arrancó un proceso de transformación profunda del modelo turístico. Un festival fue el catalizador, y una mujer, Beatriz Tinajero, CEO de Hoteles BF, la voz cantante.

Se ponía el sol en la plaza Benito Juárez de Cozumel y las abuelas y abuelos del Consejo Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Originarios y Afromexicanos ya se habían bajado de las canoas; habían remado ritual pero eficientemente frente al muelle de cruceros inmensos, y depositado su ofrenda a Ixchel, diosa que cuida o al menos da forma al mito de la isla más grande de Caribe mexicano.

Desde un templete al costado de la plaza se prolongaban palabras de agradecimiento. Al micrófono, Beatriz Tinajero, presidenta de la Asociación de hoteles de Cozumel y CEO de Hoteles BF, decía, frente a empresarios hoteleros y autoridades municipales, que ya era hora de “abandonar la fantasía de que competimos, pues todos buscamos lo mismo”. Y eso que buscamos no es otra cosa que detener la depredación (extractivismo industrial, se ha llegado a definir) y reparar la fuente que nos ha regalado prosperidad como quien cuida de su propio cuerpo. “Cozumel está más vivo que nunca”, afirmaba Tinajero. Tan así, que se organizó un festival de tres días para demostrarlo.

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Después de tres días de música, gastronomía, yoga, baile, meditación, charlas sobre la antigua sabiduría, paseos a los rincones casi vírgenes de la isla y canoas, más canoas, Beatriz Tinajero no se ve especialmente cansada en su oficina frente al mar, planta baja del Hotel B Cozumel. Eso sí, hay lecciones que aprender. Es, a fin de cuentas, el primer festival Cozumel Vivo. Alguna logística se pudo afinar, algún acto o trayecto se pudo acortar, pero lo que se extiende en su ánimo es la ilusión del camino que se acaba de abrir.

Una ofrenda a la diosa Ixchel.

Un festival con este perfil puede tomarse solo como una gran ‘activación’ de mercado o acaso un instrumento de comunicación para atraer a la isla a un tipo de turismo diferente (¿más consciente?) al de los cruceros. Pero la percepción se enriquece cuando se conoce la vocación de Tinajero o, como ella lo nombra, el llamado a la acción que hace tiempo definió su vida. “Es la incomodidad con la forma en que nos hemos acostumbrado al dolor y los contrastes que el sistema ha generado; la marginación de las personas, por una parte, y la explotación de la Tierra, por otra”, describe la ejecutiva.

Originalmente, su ruta de cambio estaba en las organizaciones de la sociedad civil. En una, en particular: Ashoka, vinculada al emprendedurismo social. Hasta que tomó la dirección del hotel de Cozumel, parte de la empresa de su familia, con el objetivo de sanarlo y, oh sorpresa, descubrió que el turismo es justo el lugar donde podía generar un cambio, donde podía poner en juego sus habilidades.

Cualquier transformación positiva en la cultura de la hotelería puede tener gran impacto por dos factores: sus equipos de trabajo son grandes, conformados por una red de familias con vidas profundamente enraizadas en los destinos, y por su larga cadena de suministro —tiendas, restaurantes—. Cualquier cambio, por ejemplo, en la forma de consumir —agua, energéticos— o de disponer de los desechos tiene una reverberación amplia.

Así, Tinajero encontró su lugar, su forma de alinear su idea de impacto con el trabajo de equipos en pleno funcionamiento. Pero para que Cozumel Vivo cristalizara faltaba un talento más, el de Alejandra Téllez, la directora en México de Parley for the Oceans, organización ambientalista, que aportó la conexión con el Foro de la Reserva de la Biósfera, el espacio de discusión de compromisos concretos de sustentabilidad para la isla.

Beatriz Tinajero, presidenta de la Asociación de hoteles de Cozumel.

Cambio de paradigma

“Yo podía usar una voz de protesta, llegar con la espada desenvainada, u optar por una voz de invitación, de inspiración. Decidí hacer las paces con algunos sectores con los que no estoy de acuerdo”, confía Tinajero. Y no es ningún secreto: la industria de los cruceros produce roces, protestas, pero es una realidad de la isla. Y Cozumel Vivo, más que la ocasión de mayores roces, tenía que ser una celebración de la vida. Se trata de acercar herramientas de empoderamiento para que cada instancia, grupo o persona conecte no con lo perdido (¿las graves afectaciones al arrecife?), sino con lo mucho que aún queda, florece y debe ser cuidado.

Hay un telón de fondo de la fiesta. Hoteles BF tiene tres objetivos de impacto para 2030. El primero, ser net positive, es decir, contribuir más con la solución que con la afectación; el segundo, lograr un impacto positivo y profundo en 5 millones de personas, y el tercero es impulsar la transición del turismo hacia un modelo sostenible y regenerativo. En el trayecto del último punto obtuvieron la certificación como Empresa B; es decir, se reconocen como parte del Movimiento B, la red que pugna por cambiar los paradigmas empresariales para que la expansión de la economía no implique el reforzamiento de la inequidad y la destrucción de los recursos naturales. Se trata de calibrar un equilibrio entre la sustentabilidad financiera y la medioambiental.

¿Ambicioso? Mucho. Tanto, que perder impulso es fácil. “El primer desánimo: que la gente se sume a la fiesta, pero no al compromiso”. Tras un festival como Cozumel Vivo hay ejercicios tras bambalinas de negociación a varias bandas. En ese sentido, Tinajero define la siguiente etapa: capacitar a los empresarios de los distintos rubros para que se ‘desplastifiquen’ y acometan el camino de las fuentes limpias de energía, separación de basura y demás, al grado de convertir a Cozumel en un caso para ‘sacar pecho’ en el Sustainable & Social Tourism Summit, con el apoyo de las autoridades. Allí está el oxígeno del movimiento, entre otras alineaciones. Lo importante era dar el primer paso, incluso si no se tenían todos los cabos sujetos.  

Hay que tener certeza de que ese es el camino, en todo caso. Las convicciones se ponen a prueba todo el tiempo en una ocasión como Cozumel Vivo. “A veces me cuesta mucho trabajo estar entre tantas voces que solamente me ven como soñadora. Y es que estoy en varios círculos de hombres con la mirada tradicional. Pero debo acordarme que este es el camino, que solo debo encontrar el lenguaje correcto. Y aceptar que no todo mundo se va a subir. Debo hacer las paces con eso. Este es un proceso muy largo; debo entender que cada quien dice ‘sí quiero’ de formas distintas: con su energía, con sus recursos”, dice Tinajero a modo de recapitulación.

Lo grandioso de los foros de turismo es la capacidad de hacer mezclas inusitadas: el chamanismo y la música electrónica sanadora con la necesidad urgente de rehabilitar un sistema de tratamiento de aguas envejecido, por decir. Tras la fiesta, los compromisos.

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Algo se está tejiendo en Cozumel: arrancó un proceso de transformación profunda del modelo turístico. Un festival fue el catalizador, y una mujer, Beatriz Tinajero, CEO de Hoteles BF, la voz cantante.

Se ponía el sol en la plaza Benito Juárez de Cozumel y las abuelas y abuelos del Consejo Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Originarios y Afromexicanos ya se habían bajado de las canoas; habían remado ritual pero eficientemente frente al muelle de cruceros inmensos, y depositado su ofrenda a Ixchel, diosa que cuida o al menos da forma al mito de la isla más grande de Caribe mexicano.

Desde un templete al costado de la plaza se prolongaban palabras de agradecimiento. Al micrófono, Beatriz Tinajero, presidenta de la Asociación de hoteles de Cozumel y CEO de Hoteles BF, decía, frente a empresarios hoteleros y autoridades municipales, que ya era hora de “abandonar la fantasía de que competimos, pues todos buscamos lo mismo”. Y eso que buscamos no es otra cosa que detener la depredación (extractivismo industrial, se ha llegado a definir) y reparar la fuente que nos ha regalado prosperidad como quien cuida de su propio cuerpo. “Cozumel está más vivo que nunca”, afirmaba Tinajero. Tan así, que se organizó un festival de tres días para demostrarlo.

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Después de tres días de música, gastronomía, yoga, baile, meditación, charlas sobre la antigua sabiduría, paseos a los rincones casi vírgenes de la isla y canoas, más canoas, Beatriz Tinajero no se ve especialmente cansada en su oficina frente al mar, planta baja del Hotel B Cozumel. Eso sí, hay lecciones que aprender. Es, a fin de cuentas, el primer festival Cozumel Vivo. Alguna logística se pudo afinar, algún acto o trayecto se pudo acortar, pero lo que se extiende en su ánimo es la ilusión del camino que se acaba de abrir.

Una ofrenda a la diosa Ixchel.

Un festival con este perfil puede tomarse solo como una gran ‘activación’ de mercado o acaso un instrumento de comunicación para atraer a la isla a un tipo de turismo diferente (¿más consciente?) al de los cruceros. Pero la percepción se enriquece cuando se conoce la vocación de Tinajero o, como ella lo nombra, el llamado a la acción que hace tiempo definió su vida. “Es la incomodidad con la forma en que nos hemos acostumbrado al dolor y los contrastes que el sistema ha generado; la marginación de las personas, por una parte, y la explotación de la Tierra, por otra”, describe la ejecutiva.

Originalmente, su ruta de cambio estaba en las organizaciones de la sociedad civil. En una, en particular: Ashoka, vinculada al emprendedurismo social. Hasta que tomó la dirección del hotel de Cozumel, parte de la empresa de su familia, con el objetivo de sanarlo y, oh sorpresa, descubrió que el turismo es justo el lugar donde podía generar un cambio, donde podía poner en juego sus habilidades.

Cualquier transformación positiva en la cultura de la hotelería puede tener gran impacto por dos factores: sus equipos de trabajo son grandes, conformados por una red de familias con vidas profundamente enraizadas en los destinos, y por su larga cadena de suministro —tiendas, restaurantes—. Cualquier cambio, por ejemplo, en la forma de consumir —agua, energéticos— o de disponer de los desechos tiene una reverberación amplia.

Así, Tinajero encontró su lugar, su forma de alinear su idea de impacto con el trabajo de equipos en pleno funcionamiento. Pero para que Cozumel Vivo cristalizara faltaba un talento más, el de Alejandra Téllez, la directora en México de Parley for the Oceans, organización ambientalista, que aportó la conexión con el Foro de la Reserva de la Biósfera, el espacio de discusión de compromisos concretos de sustentabilidad para la isla.

Beatriz Tinajero, presidenta de la Asociación de hoteles de Cozumel.

Cambio de paradigma

“Yo podía usar una voz de protesta, llegar con la espada desenvainada, u optar por una voz de invitación, de inspiración. Decidí hacer las paces con algunos sectores con los que no estoy de acuerdo”, confía Tinajero. Y no es ningún secreto: la industria de los cruceros produce roces, protestas, pero es una realidad de la isla. Y Cozumel Vivo, más que la ocasión de mayores roces, tenía que ser una celebración de la vida. Se trata de acercar herramientas de empoderamiento para que cada instancia, grupo o persona conecte no con lo perdido (¿las graves afectaciones al arrecife?), sino con lo mucho que aún queda, florece y debe ser cuidado.

Hay un telón de fondo de la fiesta. Hoteles BF tiene tres objetivos de impacto para 2030. El primero, ser net positive, es decir, contribuir más con la solución que con la afectación; el segundo, lograr un impacto positivo y profundo en 5 millones de personas, y el tercero es impulsar la transición del turismo hacia un modelo sostenible y regenerativo. En el trayecto del último punto obtuvieron la certificación como Empresa B; es decir, se reconocen como parte del Movimiento B, la red que pugna por cambiar los paradigmas empresariales para que la expansión de la economía no implique el reforzamiento de la inequidad y la destrucción de los recursos naturales. Se trata de calibrar un equilibrio entre la sustentabilidad financiera y la medioambiental.

¿Ambicioso? Mucho. Tanto, que perder impulso es fácil. “El primer desánimo: que la gente se sume a la fiesta, pero no al compromiso”. Tras un festival como Cozumel Vivo hay ejercicios tras bambalinas de negociación a varias bandas. En ese sentido, Tinajero define la siguiente etapa: capacitar a los empresarios de los distintos rubros para que se ‘desplastifiquen’ y acometan el camino de las fuentes limpias de energía, separación de basura y demás, al grado de convertir a Cozumel en un caso para ‘sacar pecho’ en el Sustainable & Social Tourism Summit, con el apoyo de las autoridades. Allí está el oxígeno del movimiento, entre otras alineaciones. Lo importante era dar el primer paso, incluso si no se tenían todos los cabos sujetos.  

Hay que tener certeza de que ese es el camino, en todo caso. Las convicciones se ponen a prueba todo el tiempo en una ocasión como Cozumel Vivo. “A veces me cuesta mucho trabajo estar entre tantas voces que solamente me ven como soñadora. Y es que estoy en varios círculos de hombres con la mirada tradicional. Pero debo acordarme que este es el camino, que solo debo encontrar el lenguaje correcto. Y aceptar que no todo mundo se va a subir. Debo hacer las paces con eso. Este es un proceso muy largo; debo entender que cada quien dice ‘sí quiero’ de formas distintas: con su energía, con sus recursos”, dice Tinajero a modo de recapitulación.

Lo grandioso de los foros de turismo es la capacidad de hacer mezclas inusitadas: el chamanismo y la música electrónica sanadora con la necesidad urgente de rehabilitar un sistema de tratamiento de aguas envejecido, por decir. Tras la fiesta, los compromisos.

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Algo se está tejiendo en Cozumel: arrancó un proceso de transformación profunda del modelo turístico. Un festival fue el catalizador, y una mujer, Beatriz Tinajero, CEO de Hoteles BF, la voz cantante.

Se ponía el sol en la plaza Benito Juárez de Cozumel y las abuelas y abuelos del Consejo Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Originarios y Afromexicanos ya se habían bajado de las canoas; habían remado ritual pero eficientemente frente al muelle de cruceros inmensos, y depositado su ofrenda a Ixchel, diosa que cuida o al menos da forma al mito de la isla más grande de Caribe mexicano.

Desde un templete al costado de la plaza se prolongaban palabras de agradecimiento. Al micrófono, Beatriz Tinajero, presidenta de la Asociación de hoteles de Cozumel y CEO de Hoteles BF, decía, frente a empresarios hoteleros y autoridades municipales, que ya era hora de “abandonar la fantasía de que competimos, pues todos buscamos lo mismo”. Y eso que buscamos no es otra cosa que detener la depredación (extractivismo industrial, se ha llegado a definir) y reparar la fuente que nos ha regalado prosperidad como quien cuida de su propio cuerpo. “Cozumel está más vivo que nunca”, afirmaba Tinajero. Tan así, que se organizó un festival de tres días para demostrarlo.

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Después de tres días de música, gastronomía, yoga, baile, meditación, charlas sobre la antigua sabiduría, paseos a los rincones casi vírgenes de la isla y canoas, más canoas, Beatriz Tinajero no se ve especialmente cansada en su oficina frente al mar, planta baja del Hotel B Cozumel. Eso sí, hay lecciones que aprender. Es, a fin de cuentas, el primer festival Cozumel Vivo. Alguna logística se pudo afinar, algún acto o trayecto se pudo acortar, pero lo que se extiende en su ánimo es la ilusión del camino que se acaba de abrir.

Una ofrenda a la diosa Ixchel.

Un festival con este perfil puede tomarse solo como una gran ‘activación’ de mercado o acaso un instrumento de comunicación para atraer a la isla a un tipo de turismo diferente (¿más consciente?) al de los cruceros. Pero la percepción se enriquece cuando se conoce la vocación de Tinajero o, como ella lo nombra, el llamado a la acción que hace tiempo definió su vida. “Es la incomodidad con la forma en que nos hemos acostumbrado al dolor y los contrastes que el sistema ha generado; la marginación de las personas, por una parte, y la explotación de la Tierra, por otra”, describe la ejecutiva.

Originalmente, su ruta de cambio estaba en las organizaciones de la sociedad civil. En una, en particular: Ashoka, vinculada al emprendedurismo social. Hasta que tomó la dirección del hotel de Cozumel, parte de la empresa de su familia, con el objetivo de sanarlo y, oh sorpresa, descubrió que el turismo es justo el lugar donde podía generar un cambio, donde podía poner en juego sus habilidades.

Cualquier transformación positiva en la cultura de la hotelería puede tener gran impacto por dos factores: sus equipos de trabajo son grandes, conformados por una red de familias con vidas profundamente enraizadas en los destinos, y por su larga cadena de suministro —tiendas, restaurantes—. Cualquier cambio, por ejemplo, en la forma de consumir —agua, energéticos— o de disponer de los desechos tiene una reverberación amplia.

Así, Tinajero encontró su lugar, su forma de alinear su idea de impacto con el trabajo de equipos en pleno funcionamiento. Pero para que Cozumel Vivo cristalizara faltaba un talento más, el de Alejandra Téllez, la directora en México de Parley for the Oceans, organización ambientalista, que aportó la conexión con el Foro de la Reserva de la Biósfera, el espacio de discusión de compromisos concretos de sustentabilidad para la isla.

Beatriz Tinajero, presidenta de la Asociación de hoteles de Cozumel.

Cambio de paradigma

“Yo podía usar una voz de protesta, llegar con la espada desenvainada, u optar por una voz de invitación, de inspiración. Decidí hacer las paces con algunos sectores con los que no estoy de acuerdo”, confía Tinajero. Y no es ningún secreto: la industria de los cruceros produce roces, protestas, pero es una realidad de la isla. Y Cozumel Vivo, más que la ocasión de mayores roces, tenía que ser una celebración de la vida. Se trata de acercar herramientas de empoderamiento para que cada instancia, grupo o persona conecte no con lo perdido (¿las graves afectaciones al arrecife?), sino con lo mucho que aún queda, florece y debe ser cuidado.

Hay un telón de fondo de la fiesta. Hoteles BF tiene tres objetivos de impacto para 2030. El primero, ser net positive, es decir, contribuir más con la solución que con la afectación; el segundo, lograr un impacto positivo y profundo en 5 millones de personas, y el tercero es impulsar la transición del turismo hacia un modelo sostenible y regenerativo. En el trayecto del último punto obtuvieron la certificación como Empresa B; es decir, se reconocen como parte del Movimiento B, la red que pugna por cambiar los paradigmas empresariales para que la expansión de la economía no implique el reforzamiento de la inequidad y la destrucción de los recursos naturales. Se trata de calibrar un equilibrio entre la sustentabilidad financiera y la medioambiental.

¿Ambicioso? Mucho. Tanto, que perder impulso es fácil. “El primer desánimo: que la gente se sume a la fiesta, pero no al compromiso”. Tras un festival como Cozumel Vivo hay ejercicios tras bambalinas de negociación a varias bandas. En ese sentido, Tinajero define la siguiente etapa: capacitar a los empresarios de los distintos rubros para que se ‘desplastifiquen’ y acometan el camino de las fuentes limpias de energía, separación de basura y demás, al grado de convertir a Cozumel en un caso para ‘sacar pecho’ en el Sustainable & Social Tourism Summit, con el apoyo de las autoridades. Allí está el oxígeno del movimiento, entre otras alineaciones. Lo importante era dar el primer paso, incluso si no se tenían todos los cabos sujetos.  

Hay que tener certeza de que ese es el camino, en todo caso. Las convicciones se ponen a prueba todo el tiempo en una ocasión como Cozumel Vivo. “A veces me cuesta mucho trabajo estar entre tantas voces que solamente me ven como soñadora. Y es que estoy en varios círculos de hombres con la mirada tradicional. Pero debo acordarme que este es el camino, que solo debo encontrar el lenguaje correcto. Y aceptar que no todo mundo se va a subir. Debo hacer las paces con eso. Este es un proceso muy largo; debo entender que cada quien dice ‘sí quiero’ de formas distintas: con su energía, con sus recursos”, dice Tinajero a modo de recapitulación.

Lo grandioso de los foros de turismo es la capacidad de hacer mezclas inusitadas: el chamanismo y la música electrónica sanadora con la necesidad urgente de rehabilitar un sistema de tratamiento de aguas envejecido, por decir. Tras la fiesta, los compromisos.

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Algo se está tejiendo en Cozumel: arrancó un proceso de transformación profunda del modelo turístico. Un festival fue el catalizador, y una mujer, Beatriz Tinajero, CEO de Hoteles BF, la voz cantante.

Se ponía el sol en la plaza Benito Juárez de Cozumel y las abuelas y abuelos del Consejo Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Originarios y Afromexicanos ya se habían bajado de las canoas; habían remado ritual pero eficientemente frente al muelle de cruceros inmensos, y depositado su ofrenda a Ixchel, diosa que cuida o al menos da forma al mito de la isla más grande de Caribe mexicano.

Desde un templete al costado de la plaza se prolongaban palabras de agradecimiento. Al micrófono, Beatriz Tinajero, presidenta de la Asociación de hoteles de Cozumel y CEO de Hoteles BF, decía, frente a empresarios hoteleros y autoridades municipales, que ya era hora de “abandonar la fantasía de que competimos, pues todos buscamos lo mismo”. Y eso que buscamos no es otra cosa que detener la depredación (extractivismo industrial, se ha llegado a definir) y reparar la fuente que nos ha regalado prosperidad como quien cuida de su propio cuerpo. “Cozumel está más vivo que nunca”, afirmaba Tinajero. Tan así, que se organizó un festival de tres días para demostrarlo.

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Después de tres días de música, gastronomía, yoga, baile, meditación, charlas sobre la antigua sabiduría, paseos a los rincones casi vírgenes de la isla y canoas, más canoas, Beatriz Tinajero no se ve especialmente cansada en su oficina frente al mar, planta baja del Hotel B Cozumel. Eso sí, hay lecciones que aprender. Es, a fin de cuentas, el primer festival Cozumel Vivo. Alguna logística se pudo afinar, algún acto o trayecto se pudo acortar, pero lo que se extiende en su ánimo es la ilusión del camino que se acaba de abrir.

Una ofrenda a la diosa Ixchel.

Un festival con este perfil puede tomarse solo como una gran ‘activación’ de mercado o acaso un instrumento de comunicación para atraer a la isla a un tipo de turismo diferente (¿más consciente?) al de los cruceros. Pero la percepción se enriquece cuando se conoce la vocación de Tinajero o, como ella lo nombra, el llamado a la acción que hace tiempo definió su vida. “Es la incomodidad con la forma en que nos hemos acostumbrado al dolor y los contrastes que el sistema ha generado; la marginación de las personas, por una parte, y la explotación de la Tierra, por otra”, describe la ejecutiva.

Originalmente, su ruta de cambio estaba en las organizaciones de la sociedad civil. En una, en particular: Ashoka, vinculada al emprendedurismo social. Hasta que tomó la dirección del hotel de Cozumel, parte de la empresa de su familia, con el objetivo de sanarlo y, oh sorpresa, descubrió que el turismo es justo el lugar donde podía generar un cambio, donde podía poner en juego sus habilidades.

Cualquier transformación positiva en la cultura de la hotelería puede tener gran impacto por dos factores: sus equipos de trabajo son grandes, conformados por una red de familias con vidas profundamente enraizadas en los destinos, y por su larga cadena de suministro —tiendas, restaurantes—. Cualquier cambio, por ejemplo, en la forma de consumir —agua, energéticos— o de disponer de los desechos tiene una reverberación amplia.

Así, Tinajero encontró su lugar, su forma de alinear su idea de impacto con el trabajo de equipos en pleno funcionamiento. Pero para que Cozumel Vivo cristalizara faltaba un talento más, el de Alejandra Téllez, la directora en México de Parley for the Oceans, organización ambientalista, que aportó la conexión con el Foro de la Reserva de la Biósfera, el espacio de discusión de compromisos concretos de sustentabilidad para la isla.

Beatriz Tinajero, presidenta de la Asociación de hoteles de Cozumel.

Cambio de paradigma

“Yo podía usar una voz de protesta, llegar con la espada desenvainada, u optar por una voz de invitación, de inspiración. Decidí hacer las paces con algunos sectores con los que no estoy de acuerdo”, confía Tinajero. Y no es ningún secreto: la industria de los cruceros produce roces, protestas, pero es una realidad de la isla. Y Cozumel Vivo, más que la ocasión de mayores roces, tenía que ser una celebración de la vida. Se trata de acercar herramientas de empoderamiento para que cada instancia, grupo o persona conecte no con lo perdido (¿las graves afectaciones al arrecife?), sino con lo mucho que aún queda, florece y debe ser cuidado.

Hay un telón de fondo de la fiesta. Hoteles BF tiene tres objetivos de impacto para 2030. El primero, ser net positive, es decir, contribuir más con la solución que con la afectación; el segundo, lograr un impacto positivo y profundo en 5 millones de personas, y el tercero es impulsar la transición del turismo hacia un modelo sostenible y regenerativo. En el trayecto del último punto obtuvieron la certificación como Empresa B; es decir, se reconocen como parte del Movimiento B, la red que pugna por cambiar los paradigmas empresariales para que la expansión de la economía no implique el reforzamiento de la inequidad y la destrucción de los recursos naturales. Se trata de calibrar un equilibrio entre la sustentabilidad financiera y la medioambiental.

¿Ambicioso? Mucho. Tanto, que perder impulso es fácil. “El primer desánimo: que la gente se sume a la fiesta, pero no al compromiso”. Tras un festival como Cozumel Vivo hay ejercicios tras bambalinas de negociación a varias bandas. En ese sentido, Tinajero define la siguiente etapa: capacitar a los empresarios de los distintos rubros para que se ‘desplastifiquen’ y acometan el camino de las fuentes limpias de energía, separación de basura y demás, al grado de convertir a Cozumel en un caso para ‘sacar pecho’ en el Sustainable & Social Tourism Summit, con el apoyo de las autoridades. Allí está el oxígeno del movimiento, entre otras alineaciones. Lo importante era dar el primer paso, incluso si no se tenían todos los cabos sujetos.  

Hay que tener certeza de que ese es el camino, en todo caso. Las convicciones se ponen a prueba todo el tiempo en una ocasión como Cozumel Vivo. “A veces me cuesta mucho trabajo estar entre tantas voces que solamente me ven como soñadora. Y es que estoy en varios círculos de hombres con la mirada tradicional. Pero debo acordarme que este es el camino, que solo debo encontrar el lenguaje correcto. Y aceptar que no todo mundo se va a subir. Debo hacer las paces con eso. Este es un proceso muy largo; debo entender que cada quien dice ‘sí quiero’ de formas distintas: con su energía, con sus recursos”, dice Tinajero a modo de recapitulación.

Lo grandioso de los foros de turismo es la capacidad de hacer mezclas inusitadas: el chamanismo y la música electrónica sanadora con la necesidad urgente de rehabilitar un sistema de tratamiento de aguas envejecido, por decir. Tras la fiesta, los compromisos.

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Punta Sur: manglares, playas, interés arqueológico. Es una de las zonas mejor preservadas de Cozumel, símbolo de la necesidad de preservación y regeneración de la isla.

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Algo se está tejiendo en Cozumel: arrancó un proceso de transformación profunda del modelo turístico. Un festival fue el catalizador, y una mujer, Beatriz Tinajero, CEO de Hoteles BF, la voz cantante.

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Se ponía el sol en la plaza Benito Juárez de Cozumel y las abuelas y abuelos del Consejo Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Originarios y Afromexicanos ya se habían bajado de las canoas; habían remado ritual pero eficientemente frente al muelle de cruceros inmensos, y depositado su ofrenda a Ixchel, diosa que cuida o al menos da forma al mito de la isla más grande de Caribe mexicano.

Desde un templete al costado de la plaza se prolongaban palabras de agradecimiento. Al micrófono, Beatriz Tinajero, presidenta de la Asociación de hoteles de Cozumel y CEO de Hoteles BF, decía, frente a empresarios hoteleros y autoridades municipales, que ya era hora de “abandonar la fantasía de que competimos, pues todos buscamos lo mismo”. Y eso que buscamos no es otra cosa que detener la depredación (extractivismo industrial, se ha llegado a definir) y reparar la fuente que nos ha regalado prosperidad como quien cuida de su propio cuerpo. “Cozumel está más vivo que nunca”, afirmaba Tinajero. Tan así, que se organizó un festival de tres días para demostrarlo.

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Una ofrenda a la diosa Ixchel.

Un festival con este perfil puede tomarse solo como una gran ‘activación’ de mercado o acaso un instrumento de comunicación para atraer a la isla a un tipo de turismo diferente (¿más consciente?) al de los cruceros. Pero la percepción se enriquece cuando se conoce la vocación de Tinajero o, como ella lo nombra, el llamado a la acción que hace tiempo definió su vida. “Es la incomodidad con la forma en que nos hemos acostumbrado al dolor y los contrastes que el sistema ha generado; la marginación de las personas, por una parte, y la explotación de la Tierra, por otra”, describe la ejecutiva.

Originalmente, su ruta de cambio estaba en las organizaciones de la sociedad civil. En una, en particular: Ashoka, vinculada al emprendedurismo social. Hasta que tomó la dirección del hotel de Cozumel, parte de la empresa de su familia, con el objetivo de sanarlo y, oh sorpresa, descubrió que el turismo es justo el lugar donde podía generar un cambio, donde podía poner en juego sus habilidades.

Cualquier transformación positiva en la cultura de la hotelería puede tener gran impacto por dos factores: sus equipos de trabajo son grandes, conformados por una red de familias con vidas profundamente enraizadas en los destinos, y por su larga cadena de suministro —tiendas, restaurantes—. Cualquier cambio, por ejemplo, en la forma de consumir —agua, energéticos— o de disponer de los desechos tiene una reverberación amplia.

Así, Tinajero encontró su lugar, su forma de alinear su idea de impacto con el trabajo de equipos en pleno funcionamiento. Pero para que Cozumel Vivo cristalizara faltaba un talento más, el de Alejandra Téllez, la directora en México de Parley for the Oceans, organización ambientalista, que aportó la conexión con el Foro de la Reserva de la Biósfera, el espacio de discusión de compromisos concretos de sustentabilidad para la isla.

Beatriz Tinajero, presidenta de la Asociación de hoteles de Cozumel.

Cambio de paradigma

“Yo podía usar una voz de protesta, llegar con la espada desenvainada, u optar por una voz de invitación, de inspiración. Decidí hacer las paces con algunos sectores con los que no estoy de acuerdo”, confía Tinajero. Y no es ningún secreto: la industria de los cruceros produce roces, protestas, pero es una realidad de la isla. Y Cozumel Vivo, más que la ocasión de mayores roces, tenía que ser una celebración de la vida. Se trata de acercar herramientas de empoderamiento para que cada instancia, grupo o persona conecte no con lo perdido (¿las graves afectaciones al arrecife?), sino con lo mucho que aún queda, florece y debe ser cuidado.

Hay un telón de fondo de la fiesta. Hoteles BF tiene tres objetivos de impacto para 2030. El primero, ser net positive, es decir, contribuir más con la solución que con la afectación; el segundo, lograr un impacto positivo y profundo en 5 millones de personas, y el tercero es impulsar la transición del turismo hacia un modelo sostenible y regenerativo. En el trayecto del último punto obtuvieron la certificación como Empresa B; es decir, se reconocen como parte del Movimiento B, la red que pugna por cambiar los paradigmas empresariales para que la expansión de la economía no implique el reforzamiento de la inequidad y la destrucción de los recursos naturales. Se trata de calibrar un equilibrio entre la sustentabilidad financiera y la medioambiental.

¿Ambicioso? Mucho. Tanto, que perder impulso es fácil. “El primer desánimo: que la gente se sume a la fiesta, pero no al compromiso”. Tras un festival como Cozumel Vivo hay ejercicios tras bambalinas de negociación a varias bandas. En ese sentido, Tinajero define la siguiente etapa: capacitar a los empresarios de los distintos rubros para que se ‘desplastifiquen’ y acometan el camino de las fuentes limpias de energía, separación de basura y demás, al grado de convertir a Cozumel en un caso para ‘sacar pecho’ en el Sustainable & Social Tourism Summit, con el apoyo de las autoridades. Allí está el oxígeno del movimiento, entre otras alineaciones. Lo importante era dar el primer paso, incluso si no se tenían todos los cabos sujetos.  

Hay que tener certeza de que ese es el camino, en todo caso. Las convicciones se ponen a prueba todo el tiempo en una ocasión como Cozumel Vivo. “A veces me cuesta mucho trabajo estar entre tantas voces que solamente me ven como soñadora. Y es que estoy en varios círculos de hombres con la mirada tradicional. Pero debo acordarme que este es el camino, que solo debo encontrar el lenguaje correcto. Y aceptar que no todo mundo se va a subir. Debo hacer las paces con eso. Este es un proceso muy largo; debo entender que cada quien dice ‘sí quiero’ de formas distintas: con su energía, con sus recursos”, dice Tinajero a modo de recapitulación.

Lo grandioso de los foros de turismo es la capacidad de hacer mezclas inusitadas: el chamanismo y la música electrónica sanadora con la necesidad urgente de rehabilitar un sistema de tratamiento de aguas envejecido, por decir. Tras la fiesta, los compromisos.

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