Tiempo de lectura: 5 minutosIr al cine se ha convertido en un riesgo. No hablo de la pandemia y las posibilidades de contagio en las salas. Desde hace años, el encarecimiento de los boletos y la decadente calidad de las películas comerciales han hecho que uno se pregunte seriamente si vale la pena ir a ver lo mismo de siempre. Luego están las grandes compañías de streaming, que tampoco ofrecen una alternativa revolucionaria. Los viejos maestros de Hollywood, como Scorsese y Spielberg, se han mudado a Netflix y Apple, pero aunque su trabajo se opone a las imágenes trilladas que produce Disney, tampoco es propiamente subversivo. ¿Dónde podemos ver, entonces, un cine temerario, es decir, un cine sin miedo a la originalidad más radical? De estar en México, el Festival Internacional de Cine UNAM (FICUNAM) es una de las respuestas inmediatas, sobre todo en 2021, cuando se está realizando completamente en línea del 18 al 28 de marzo y nos ha dejado sin excusas para asistir.
En las imágenes de FICUNAM hay aventuras creativas que cuestionan el cine hecho y visto en masa. Por ejemplo, se proyectan películas como Genus, Pan (2020), del filipino Lav Diaz, que construye sus mayores momentos jugando con la sobreexposición de la luz y manifestando la transitoriedad del tiempo en imágenes que afectan, sobre todo, a los sentidos. Pero también hay otras como Cryptozoo (2021), de Dash Shaw, que homenajea al cine de acción y a la franquicia Jurassic Park en una historia que parece recopilar clichés, para contradecirlos con la originalidad de su desconcertante animación. En FICUNAM las sorpresas son variadas y abundantes.
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Days (2020)
Este año el festival tiene como invitados especiales a dos importantes figuras del cine contemporáneo: Christian Petzold, que, con sus romances situados en el pasado alemán, se ha convertido en uno de los principales cineastas de su país, y el taiwanés Tsai Ming-liang, domador del tiempo que explora en tramas casi imperceptibles el erotismo y la trascendencia. Su obra es una especie de cosmogonía, con sus constantes referencias al budismo y las maquinaciones cósmicas, que se puede explorar a plenitud en la extensa retrospectiva de FICUNAM, coronada por la más reciente película de Tsai: Days (2020).
Sería fútil describir la trama, pero podemos decir que Days sigue al actor fetiche de Tsai, Lee Kang-sheng, en una rutina cotidiana, que incluye un masaje inesperadamente erótico. El brillo de la piel y la acción de las manos de un muchacho transmiten mucho más que el contacto de dos cuerpos en una relación, digamos, terapéutica. El director encuentra la forma de describirlo como un acto insólito que conecta espiritualmente a los personajes.
En contraste, el minimalismo de Petzold en Undine (2020) —también parte de la selección de FICUNAM— es menos intenso pero se hace notar en una película de fantasía que prescinde, casi por completo, de efectos especiales. Undine es también el nombre de la protagonista, una misteriosa guía que se dedica a contar la historia de Berlín para grupos de diplomáticos, y que, tras una desilusión romántica, encuentra el amor en un buzo. Pero hay algo en ella, además de su nombre, que nos remite a las ondinas, ninfas del agua en varias culturas. La historia de la ciudad, por ejemplo, representó la invasión de los humanos a las tierras mitológicas del folclor alemán, y con base en ello nos preguntamos si Undine cuenta la biografía de Berlín para recuperar su propio pasado.
Undine (2020)
Otro tipo de devastación y pérdida guían a la nueva película del japonés Nobuhiro Suwa en Voices in the Wind (2020), protagonizada por una adolescente que perdió a su familia en el maremoto de Fukushima. Suwa teje un periplo que atraviesa Japón para regresar al lugar de la tragedia pero que también lleva a la protagonista de un lado a otro en su interior. A lo largo de muchos encuentros con gente que la ayuda, la muchacha descubre una sociedad solidaria y diversa —aunque a veces cruel— que le va dando la fuerza necesaria para confrontarse con su hogar devastado. En las escenas más largas pareciera suceder poco, pero su efecto es intensamente conmovedor, porque Suwa hace un cine curativo donde los reencuentros y las despedidas nos llevan a la sanación.
Estas películas ejemplifican la diversidad del minimalismo, el estilo más recurrente en el cine subversivo actual, pero en FICUNAM hay también otro tipo de radicalismo: el político. La opción más notable en este sentido es el documental Her Socialist Smile (2020), de John Gianvito, que narra las actividades políticas de Helen Keller, una mujer secuestrada por la narrativa de autoayuda, porque nació ciega y sorda a finales del siglo XIX y, a pesar de ello, aprendió a leer y escribir. Gianvito está más interesado en los artículos y manifiestos socialistas de Keller, que enajenaron a sus seguidores reaccionarios y que siguen siendo ignorados por la historia oficial estadounidense. A menudo la película nos obliga a algo que, en teoría, el cine evade, salvo cuando está hablado en una lengua extranjera: leer. Una narradora cuenta la vida de Keller y luego la pantalla nos muestra los textos para involucrarnos, ya no como espectadores, sino como lectores de la obra original. En otros momentos, Gianvito nos introduce en el cuerpo de Keller, quien decía amar los paseos en el bosque. En planos casi adheridos a la corteza de los árboles, a la piel de una babosa, a las grietas en las hojas, Gianvito nos hace palpar la naturaleza. El tacto era el único encuentro de Keller con el mundo material y, por ello, Her Socialist Smile nos permite tocarlo con la mirada.
City Hall (2020)
No es del todo similar lo que hace el gran documentalista Frederick Wiseman en City Hall (2020), pero tampoco es demasiado distinto. A lo largo de su carrera, Wiseman nos ha mostrado el funcionamiento —o la disfunción— de las instituciones estadounidenses con un estilo directo que prescinde de un narrador que nos explique las imágenes. Wiseman nos sitúa en las juntas, las discusiones y la cotidianidad de los espacios que representa. En City Hall vemos durante cuatro horas la rutina de la alcaldía en Boston y de los muchos servicios que da a los ciudadanos. Unos son excelentes, otros podrían ser mejores, pero al retratar la pasión del alcalde Marty Walsh, Wiseman nos muestra al funcionario ideal en medio de la era Trump. Quizá la mirada sea un tanto idealista, pero es la forma en que el director combate las tendencias fascistoides en el discurso del ahora expresidente.
Para terminar, me gustaría destacar otra visión combativa, devastadora y pertinente, no sólo hoy sino siempre: la del director rumano Radu Jude en The Exit of the Trains (2020). En sus últimas películas —incluyendo la reciente ganadora del Oso de Oro en Berlín, Bad Luck Banging or Loony Porn (2021)—, Jude ha confrontado la desmemoria de la sociedad rumana, que parece convencida de su moralidad intachable durante la Segunda Guerra Mundial; sin embargo, olvida su colaboración en el Holocausto y su antisemitismo todavía arraigado. En mancuerna con el historiador Adrian Cioflâncã, en The Exit of the Trains, Jude hace algo aparentemente sencillo: muestra la imagen de una persona ejecutada en la ciudad rumana de Lași en junio de 1941; una voz en off lee una declaración sobre su muerte. Luego vemos otra, y luego otra, y luego otra, así durante tres horas. El efecto es destructivo, al mismo tiempo que humaniza a cada víctima y nos hace ver la masacre como una maquinaria perversamente precisa. Casi todas los relatos son iguales y, sin necesidad de una espectacular recreación, nos desgasta. El cine es también un acto político y de memoria que nos niega el placer en honor al sufrimiento ajeno. Esta es la clase de reflexión a la que sólo se puede llegar en espacios como FICUNAM.